Partida Rol por web

Aire, en su mutismo y vigilancia de la ciudad, observaba hasta la más pequeña brizna de hierba. Algo que estaba rodeado por las brumas no podía ser bueno, no podía.

Escuchó a sus compañeros relatar lo que había pasado en la antigua ciudad y pensó que parecía que allí donde iban, terminaban liándola de alguna manera. Como si el destino quisiera jugar con ellos porque no tuviera a bien dejarles un rato tranquilos para que descansaran. Suspiró y negó con la cabeza.

Si en este plano han pasado muchos años desde vuestra partida, es posible que este pueblo se haya visto afectado también por ese tiempo y no os reconozca nadie, sólo seréis mitos y leyendas comentó Aire, quitando hierro al asunto para que no estuvieran preocupados, antes de llegar hasta el mendigo.

Pero era imposible pensar en descansar y que algo o alguien no les saliera al paso para detenerlos. Leiath estaba siendo usada de escudo humano, y Aire se incendió. Sus ojos, ya oscuros, parecían absorber la luz de alrededor. Pero las palabras de Alice calaron en su interior, y se tranquilizó unos instantes para poder hablar.

Suéltala ahora mismo, si no quieres que te destroce la cabeza de una sola palabra. ¡Hazlo te he dicho!

En serio?!- soltó con resignación después de recomponerse del susto inicial.

- No nos conoces de nada y ya nos amenazas? Es que todos en este pueblo tenéis tendencias suicidas como aquel pobre hombre se ha colgado del árbol?

Venga suéltame y empezemos de nuevo.

La bruja intentaba ser diplomática, estaba cansada y lo último que quería ahora era tener que enfrentarse a un pueblo entero.

Jad, quien estaba más centrado en descubrir fisgones en las ventanas se vio sorprendido por la reacción de ese tipejo. Lejos de sacar alguna de las cimitarras, el joven se desplazó de forma que le cerraba el paso con respecto al resto del grupo.

-No cometas nada de lo que tengas que penedirte.- Dijo con su voz seria y dura.-Nada bueno puede salirte de amenazar a nuestra compañera.

Las amenazas de Zebulón y las del Aquelarre se cruzaron. Onfale logró alfiletear el torso del vagabundo dos veces antes de que el hombre se aferrase a Leiath. Las heridas eran supérfluas, pero el eunuco era especialmente celoso de la seguridad de Leiath, y seguía infringiendo daño en el vagabundo con un rayo eléctrico salido de la punta de su dedo.

¡Indignos! ¡Todos indignos! ¡Zebulón os matará a todos! Muahahahaha...

Definitivamente, Alice concluyó que esa mentalidad desquiciada solo puede ser la de un hombre loco, tan humano como lo eran ellos.

El rayo de Jadewo sirvió para reducir la fuerza del agresor, pero no su decisión fanática de castigar a los impíos extranjeros. Es más, una vez mejorado el agarre sobre la sacerdotisa de Hala, su apretón se volvió más violento. El discurso tranquilo y sereno de Leiath fue interrumpido por el dolor. De nuevo el escudo ácido lastimó a Zebulón, pero eso no le disuadió de seguir.

El aire se le escapó de la boca cuando sus costillas crujieron y rompieron. A la bruja se le quitaron las ganas de seguir dialogando, al parecer no era tan buena con la oratoria como lo había sido el mediano. El dolor que sintió bajo aquella presa sobrenatural fue suficientemente convincente; su vida peligraba.

Leiath hizo lo que mejor sabía; rezar a su diosa. Le suplicó, con palabras entrecortadas por la falta de aliento, que ayudase a su débil cuerpo a recomponerse.

Viendo que el tipo era un maníaco desquiciado, tomó cartas en el asunto, intentando reducir al tipo con una presa...

-Echadme una mano.-Dijo mientras se acercaba al tipo por detrás y le intentaba forzar los brazos cerca del hombro para que aflojara la presa sobre la amiga Leiath.-Suéltala, súeltala te digo.

Tan rápido como dio las estocadas hizo el mudra para el conjuro que provocó que un rayo impactara sobre ese loco harapiento, haciendo que el aire se llenara del delicioso olor a la carne quemada. Pero el tipo era obstinado y seguía sin soltas a su presa, Leiath, el alma del Aquelarre. A petición de ayuda de Jadewo Onfale respondió con presteza. Cada vez quedaba más claro que ambos Caballeros del Rey Bob se compenetraban a la perfección. Leyó uno de sus pergaminos, cuando este se deshizo, metió la mano por debajo de la melena leonina del rubiales hasta tocar su cuello. En un abrir y cerrar de ojos Jadewo medía el doble que antes. Sólo así quizá pudieran liberar a Leiath y, de paso, tener unas palabras más calmadas con aquel loco.

Aire dejó que la ira saliera. Y viendo que los demás no se quedaban quietos, y el mendigo no soltaba a Leiath, alzó la mano y dejó que su mana fluyera. La mano se tiño de rojo y todo ascendió hacia sus dedos. Cuatro dardos se materializaron en sus dedos y salieron disparados contra el mendigo, impactando sobre su rostro.

Los proyectiles mágicos de Aire dejaron muy malherido al vagabundo, pero éste se seguía resistiendo a soltar a Leiath.

¡Insensatos! ¡¿En serio creéis que podéis acabar con el Elegido de los Dioses?! ¡Soy inmortal! ¡SOY INMORTAL! MUAHAHAHA...

El largo brazo de Jadewo lo tomó por el hombro, ciñendo su mano al pecho de Zebulón y alzándolo en el aire sin esfuerzo. Zebulón siguió agarrando a Leiath, pero ya solo por un brazo, que apretaba y apretaba hasta que se escuchaban los huesos crujir en protesta, sin llegar a romperse.

Leiath se revolvió como pudo, pero era inútil ante la fuerza de aquel desconocido. Sin poder rezar como es debido a su diosa para protección, la bruja no era más que un títere en manos del desalmado encapuchado.

El dolor la empezaba a nublar al mente.

Suéltame por amor a Hala....- consigió musitar entre jadeos

Qué ganas de rebanarle el pescuezo a Zebulón tenía el perfumista pero tenía miedo de hacer daño a la Bruja de Hala. Todo su cuerpo se estremeció de arriba a abajo al escuchar crujir los huesos de Leiath. De pronto se sintió imbécil por no haberla obligado a protegerse como estaba mandado y se arrepintió de, por no mancharse las manos con el mugriento loco,no haber sido él el que le diera las monedas. La ira empezó a nublar sus sentidos y, como si fuera una mujer del harén compitiendo contra la primera concubina, saltó con las garras prestas a arrancarle los pelos a Zebulón el maníaco.

- ¡Suélatalaaaaaa!

El fanático, como buen fanático, no escuchaba ni atendía a razón, así que Jad simplemente lo dejó inmovilizado, terminando la maniobra, sujetándolo por debajo de los hombros de forma que esos forzaron que los brazos del loco quedaran abiertos y en alto, liberando a Leiath, y el tipejo a merced del grupo.

-Quieto, quieto te digo, ¡no lo repetiré más!

La maga roja estaba deseando volatilizar al pueblerino con un proyectil mágico. Sí, eso es lo que se merece ese hijo de… Pero otra voz más racional y más madura que tras sus muertes y los meses de viaje había ido ganado hueco en su mente le aconsejaba que no. Recuerda, aquí nada es lo que parece. En las brumas hasta una vulgar ardilla puede decapitarte a mordiscos. Y puede que un anciano vagabundo no sea solo un anciano vagabundo. En mitad de estas reflexiones miraba el combate sin saber muy bien que hacer. 

Aire notó el cansancio de tanta magia usada y tan poco descanso. Sintió cómo la energía tendía poco a poco a apaciguarse y casi a desaparecer de su cuerpo, pero aún tenía cosas por hacer.

Respirando hondo, acumulando toda su ira en la magia, volvió a alzar la mano y los dardos de fuerza se lanzaron contra el mendigo nuevamente.

Los últimos proyectiles mágicos de Aire en lo que quedaba de día remataron al "inmortal" Zebulón en brazos del gigante Jadewo. De la mano del vagabundo, sin vida, se escurrió el brazo de Leiath.

¡Sacerdotisa! Sacerdotisa, ¿estáis bien?-dijo Tangrem, desde el otro lado de Jadewo.

La anchura de Jadewo, que ocupaba más de la mitad de la calle, dificultó la intervención de Flame y de los peones de Lovina. Si no, a buen seguro que habrían ayudado.

Frente a los temores infundados, no hubo reacción alguna desde las ventanas de los edificios. La muerte del vagabundo no parecía importarle a nadie, y la magia vistosa de Aire tampoco hizo que turbas encolerizadas viniesen tras el Aquellarre para "quemar a la bruja". Nadie tiró piedras contra Jadewo llamándole monstruo por su recién adquirido tamaño. Literalmente, quitarle la vida a un mendigo no tenía ninguna repercusión en ningún lugar del cruel mundo.

Verificaron que Zebulón no tenía pulso. Era un humano de mediana edad, de piel tostada por el sol, como la de cualquiera que lleva años pasando el día al aire libre, bajo los rayos del sol.

¿Qué hacemos con el cuerpo?

Por fin todo acababa, aunque fuera pro la fuerza de la magia de Aire. Onfale dejó el cuerpo inerte de Zebulón El Loco en brazos de Jadewo y se apresuró a examinar a Leiath.

- ¿Cómo estás, Leiath?- La sacerdotisa de Hala tenía el brazo totalmente magullado, quizá roto.- Tengo un par de pociones curativas si las necesitas. - El perfumista volvía a mirar alrededor, nervioso.  Le preocupaba que alguien hubiera presenciado la escena y los culparas, como buenos forasteros que eran, por todos los males de Nueva Lechberg, aunque ellos sólo se hubiesen defendido. Tras unos momentos de tensión parecía que nadie quería meter las narices en el asunto. Cada vez le gustaba menos ese pueblo, el pequeño oasis entre las brumas, cuya bienvenida había sido un ahorcado y un demente. Tangrem se acercaba, ahora que había pasado ya todo, a mostrar su preocupación y hacer una de sus preguntas que empezaban a irritar de verdad al perfumista. Onfale era un personaje rencoroso y no olvidaba la traición del humano.

- Ya no sé qué será lo mejor.- El Aquelarre de Hala se estaba convirtiendo en un cementerio ambulante. Ya llevaban dos cuerpos con ellos, el de Tosh y el de Fosco. Suelen decir que donde caben dos caben tres pero, en cuestión de cadáveres, el mago era partidario de deshacerse de ellos cuanto antes.- Por una parte buscaría a las autoridades de Nueva Lechberg y les explicaría nuestra situación. Una vez hecho esto, si tienen cementerio, enterraría los cuerpos allí. No sé si será prudente enterrarlos sin saber antes si eso puede generar un problema, teniendo en cuenta la cercanía de las brumas.- Estaba cansado y su rostro, además de la preocupación, reflejaba el desgaste de la ausencia de un descanso adecuado.- Por otro lado, quizá exponernos sin más nos traiga más problemas aún. Puede que algo intermedio sea lo mejor. Mandar a unos emisarios de avanzadilla mientras los demás esperan aquí.  Podríamos levantar el campamento a la salida del pueblo, en la colina.

La jóven bruja se apartó de un salto del cadaver de su apresor. Se sacudió el brazo como si así pudiese quitarse la sensación que le había dejado las fuertes manos del vagabundo. Los espamódicos movimientos levantaron de nuevo el dolor de sus costillas rotas.

Bién, estoy bién - respondió a Tangrem más para que no se preocupara que porque realmente lo sintiera.

Necesitaba el contacto con su diosa. Agarró el medallón y rezó para que sanasen sus heridas.

Luego miró alrededor, alerta por si aparecía otro encapuchado a estrujarla de nuevo.

Es que nadie ha visto que ha ocurrido?!- gritó hacia las sombras que eran las ventanas de las casas- NO HAY NADIE MÁS EN ESTA ALDEA MALDITA?! SALID COBARDES!

Aire vio caer al vagabundo y no sintió remordimientos. Sabía que había hecho lo correcto para salvar a Leiath, aunque hubiese tenido que acabar con la vida de un pobre demente. Pero, ¿realmente era lo correcto? La tensión que notaba en su interior le impedía que su moral y ética actuara con normalidad. Se limitó a encogerse de hombros, sentir las fuerzas mágicas que le quedaban en su interior y respirar con tranquilidad.

Una ciudad al lado de las Brumas, por muy bonita que sea, creo que no es trigo limpio. Alguien ha tenido que escuchar o ver algo, y si no han salido... O bien es temor, o bien es indiferencia. Pero seguro que por este acto no salimos impunes. Si continuamos, que sea con la verdad por delante. Hemos salido en defensa de Leiath. Si no, retrocedamos y descansemos. Mis energías se están agotando.

Nadie respondió al desafío de Leiath.

El registro del cuerpo de Zebulón dió un dato interesante... No llevaba ni una sola posesión en sus bolsillos, como si se tratase de un filósofo que toma la senda de la pobreza por propia voluntad mística. Los vagabundos suelen ir acumulando objetos que los demás no quieren, basura... pero Zebulón no tenía nada. Ni siquiera monedas. Las dos piezas de cobre que Onfale recuperó eran las primeras que Zebulón había recibido en toda una mañana pidiendo limosna. O puede que simplemente hoy se hubiese levantado tarde a pedir.

Las ropas de Zebulón eran viejas y estaban raídas, pero eran muy delgadas, veraniegas... no preparadas para el frío de la noche. Seguramente, Zebulón tenía un escondrijo en el callejón o debajo del puente en el que durmiese, con ropa de abrigo, mantas y algunas bisuterías... O fuese un asceta enloquecido, y lo de pedir unas monedas solo fuese una prueba a los que pasasen a su lado...

Recapitulando. Nuestras opciones son:

-Llevarnos el cadáver a las afueras del pueblo, montar un campamento para pasar el resto de la tarde, quemar los cadáveres y descansar.

-Ir a buscar a las autoridades llevando el cuerpo de Zebulón para contar lo que ocurrió.

-Dividirnos. Unos a las afueras, a montar el campamento. Otros a buscar a explorar el pueblo.