Partida Rol por web

Emisarios Perdidos

8. Epilogo

Cargando editor
31/07/2022, 19:33
Director

     Han pasado dos meses desde que salisteis renqueando de la montaña. El tiempo necesario para curar las heridas y poder pensar en planes de acción. El tiempo suficiente como para aprender de Arnulf cómo cerrar definitivamente la entrada a la ciudadela enana salvo que se tenga la llave que guardará el Leófringa hasta que alguien venga a reclamarla.

     En este tiempo habéis podido hablar de lo sucedido y Therusia ha convivido con el dolor continuo que supone llevar encima el anillo, prisión de metal del Espectro. El propio Arnulf le ha hecho entrega de una pequeña caja, de manufactura enana, donde parece que la presencia maligna afecta menos, como si las runas que decoran la tapa tuvieran algún poder de retención o al menos de mitigación. 

     Mucho habéis hablado de lo que puede haber sucedido, Arnulf ha colaborado lo que ha podido pero no sabe mucho de lo que sucedía en el interior del reino enano, pero si puede deciros que la decadencia de la ciudadela fue lenta. Tal vez los cuerpos que encontrasteis eran los últimos habitantes con vida que tuvieron esos salones y su último aliento se entregó en la creación de la estatua que servía de anterior prisión del espectro. O tal vez fue el propio espectro quien les obligó a salvaguardarle a la espera de nuevos incautos... De cualquier modo ahora pesa en vuestros corazones buscar una solución definitiva.

     En este tiempo más Leofringas han llegado y partido de la ciudad, son gente amante de los caballos que ahora controlan el vado del Anduin y están siempre viajando con las familias mientras hacen rotaciones de guardia entre los restos de esta ciudad y el propio vado que sufre continuas incursiones por parte de hombres grises y trasgos del Nigromante, señor de las tierras más allá del Anduin. Son gente ruda y cerrada pero respetan a Arnulf y a través de él os respetan a vosotros, aunque es mejor que no sepan que habéis entrado en el interior de la montaña porque son muy supersticiosos.

     Recordáis ahora la fiesta del fin del Invierno en el Salón de la Montaña y ahora que se asoma el Verano os parece que pertenece a una Era diferente. Partisteis en busca de respuestas y sólo habéis encontrado preguntas y dolor. Y las visiones que sólo con el paso del tiempo habéis podido compartir no animan a dejar esta ciudad en ruinas porque sabéis que lo que hay más allá es peligroso.

"El Camino sigue y sigue
desde la puerta.
El Camino ha ido muy lejos,
y si es posible he de seguirlo
recorriéndolo con pie fatigado
hasta llegar a un camino más ancho
donde se encuentran senderos y cursos.
¿Y de ahí a dónde iré? No podría decirlo"

 

Pero debéis decidir dónde buscar respuestas, Ithildir habla de la procedencia del Espectro de los hombres del norte, en las ruinas de Fornost tal vez. Yedra cree que hay que pedir consejo a un sabio y aunque algo alejado de la realidad Radagast sigue siendo un hombre de gran poder y conocimiento. Amaltea apunta la idea de volver al Salón de la Montaña, informar a los enanos y dejar que sean ellos los que decidan qué hacer, tal vez en este tiempo se hayan recibido noticias de su amado desaparecido... Therusia apenas opina, una sombra se ha apoderado de ella y sus heridas han tardado mucho más tiempo de lo normal en curar. Pero cuando habla deja bien claro que no va a dejar que sean otros los que decidan su destino. 

Cargando editor
03/08/2022, 23:30
Therusia

De las pocas cosas que había opinado Therusia era sobre la necesidad de volver al Salón del Bosque. Para ella era el destino lógico, tanto para avisar a los emisarios enanos como para que Yedra pudiese buscar desde allí a Radagast. Aquello del norte le resultaba poco convincente pero, aunque al final tuviesen que ir allí, consideraba que era necesario avisar a quienes habían encargado la misión. Al fin y al cabo, no se sabía que información podía haber ocultado aquella dama de la que hablaba Ithildir o los emisarios enanos. Balin y Gloin habían callado cosas. Estaba segura. 

Además, desde que habían salido de aquel lugar, negros nubarrones pesaban en su alma. Aunque nunca había sido la representación de la jovialidad, no dejaba de tener una sensación amarga como nunca antes había sentido. Una sensación de fracaso. Había recibido una oportunidad única al salir de las entrañas más ocultas de su hogar y las dos misiones que había llevado a cabo no habían sido cumplidas. Cierto que la reunión con Bardo había sido interrumpida por causas mayores, pero también era cierto que no se había reunido con él. Y desde luego, nadie podía esperar un espectro de aquella índole en las mansiones de sus esquivos primos, pero lo que habían hecho no podía considerarse una victoria. Y si no era una victoria, era un fracaso. Algo en su interior le susurraba que así sería la siguiente misión, que todo lo que intentase sería un fracaso y llevaría al resto a fracasar con ella. Que debía volver y aceptar que sería una paria. Había momentos, sin embargo, donde conseguía sobreponerse y pensar que quizás aquel malévolo artilugio tuviese que ver con todo aquel pesar y se preguntaba que pasaría si se dañaba la caja que Arnulf le había dado y que retenía el poder. Pero incluso en esos momentos creía ver cierta verdad en sus negros pensamientos, que le hacían creer que no todo era un engaño del espectro.

La enana, sin embargo, no insistió mucho en aquel debate. Tan solo había manifestado su opinión, dejando que el resto debatiese las opciones y esto era muy raro en aquella testaruda mujer, capaz de digerir piedras y acero si fuese necesario para seguir el camino que consideraba correcto.

—Si quieres avisar a los tuyos, Yncriff puede transmitirlo a otros de su especie hasta el mensaje que llegue allí— explicó un día a Ithildir, ofreciendo los servicios de su fiel ave. La enana había pensado que el cuervo huiría espantado de la sombra que ahora crecía en ella, pero seguía comportándose igual que siempre—. O puede llevar uno escrito a Rivendel. 

No hacía falta decir que la opción de Rivendel era más segura, puesto que evitaba que otros pudiesen escuchar. Therusia suponía que los elfos tendrían algún modo de trasladar mensajes entre ellos. Los líderes de aquella desconcertante raza, al fin y al cabo, tenía poderes. O eso decían. 

Mientras tanto, Therusia escuchaba, pero no hablaba demasiado, aunque se esforzaba en aparentar que se sentía mejor. No se veía capaz de manifestar lo que la perturbaba ni creía que fuesen a comprenderlo aunque pudiese. La diferencia cultural era demasiado grande para ello. Pero cada vez que surgía la conversación sobre los planes de futuro, sus ojos se llenaban de determinación, dejando claro que no iba a rendirse ni aunque las estrellas cayesen sobre ellos.

—Esté donde esté la solución, la encontraremos. Aunque haya oscuridad, avanzaremos, pues siempre amanece.

Cargando editor
05/08/2022, 10:58
Ithildir

Tras el incidente bajo la montaña, el elfo pasó las sucesivas semanas tratando de recuperarse física y mentalmente, haciendo grupo con sus compañeras e intentando ganar algo más de confianza con los leófringas. Se alegró al notar como la cordura de Arnulf tomaba fuerza con el tiempo, y también de ver camaradas suyos yendo y viniendo. Teniendo en cuenta los problemas que azotaban la región, le parecía que era una buena señal.

—Me parece lógica y justa la idea de volver al Salón de la Montaña. Al fin y al cabo de allí hemos partido, y allí es donde se están organizando los aliados. Y te agradezco el ofrecimiento de enviar a Yncriff. Es otra buena idea. Aunque, estando más cerca mi pueblo del de Yedra y Amaltea, no sé si veríais con buenos ojos ir allí e informar directamente a la Dama y el Señor, enviando el mensaje al Salón. Creedme cuando os digo que no debéis temer ni recelar de Lothlorien si venís con uno de sus hijos. Es más, os garantizo que os sorprenderá. Lo dejo a vuestro criterio.

Notas de juego

Me encantaría escribir más pero se me ha liado la semana. Dejoe so como opción, por el simple hecho de que está más cerca, y también que la Dama nos podría dar información jugosa. Pero me parece lógico ir directos al Salón.

 

Saludos!

Cargando editor
07/08/2022, 00:05
Yedra de Muérdago

   La tormenta se cernía sobre el lugar cuando dejamos las estancias, tal vez por la parte maligna que quedaba, tal vez que se había ido la mano con los canciones y conjuros de protección cantados para enterrar el mal para siempre, espero que no se me haya ido la mano. La lámpara queda como un débil reflejo de otra derramando la luz para purificar en parte el lugar.

   Sigo pensando que lo mejor habría sido contener en el sello, con algunos sellos adicionales el mal donde estaba encerrado y mientras buscar la forma de dispersarlo como el humo de una hoguera, pues humo era solo, pero una miasma venenosa y terrible. Durante la vuelta procuro recoger hierbas para mantener la salud de la enana a niveles óptimos yq ue no se deteriore.

   - Volvamos al Salón de la Montaña y luego a Rhosgobel, busquemos a Radagast, aunque si hay anillos por medio, Saruman tiene más sabiduría. -

   Por lo que había aprendido de Radagast, pese a que en ocasiones esté distante, Saruman tiene bastante conocimiento. En el asalto a Dol Guldur, la Colina de la Hechicería, fue Saruman el único que pudo romper el encantamiento de las puertas y hoy en día, seguía siendo de los sabios más importantes, pero primero deseaba consultar a Radgast y recibir su consejo.

   - Consultemos a los sabios, a ver si nos dan alguna idea a seguir, aparte de coger una piedra y machacar ese anillo. -

.

Notas de juego

   Saruman, hasta dentro unos... 70 años, no empieza a picarle el orgullo, aquí está entre los buenos XD.

Cargando editor
07/08/2022, 20:29
Amaltea

El tiempo pasaba rápido en aquella ciudad en ruinas. Sellamos la entrada al reino enano y descansamos lo suficiente como para sanar bien las heridas corporales... Pero, ¡ay de las espirituales! Cada dos por tres achuchaba a Caín a que se acercara a la entristecida y mohína enana para que la hiciera compañía y la alegrase un poco. Mientras, yo ayudaba a Arnulf y a nuevos leófringas que venían hasta aquí, patrullando los caminos. La pesadumbre en el rostro de Therusia me compungía y me dolía en el corazón. Habíamos salido victoriosos, pero no plenamente.

-"No me gusta la idea de atravesar Lórien, no he oído más que cosas malas de ese bosque. Pero si tú, Ithildir, dices que no tendremos problemas, me fio de tu palabra. Mi idea es ir al Salón de la Montaña, pero Lórien es verdad que nos coge en medio. Tal vez podríamos atravesarlo y adelantar por allí, además de conseguir más información. Dicen que una bruja muy poderosa reside en dicho bosque." Dije lo último en voz baja, no queriendo molestar al elfo.

Aunque tenía mi idea de dónde ir, al final optaría por acompañar a la mayoría, dado que nuestros destinos se habían entrelazado y fundido en uno solo. Lo que le ocurriera a una de nosotras, repercutiría en el resto...

Cargando editor
07/08/2022, 22:10
Ithildir

—Euh, si, supongo que... —el galadhel se había quedado algo patidifuso al escuchar la visión que tenía la muchacha de su hogar—. Comprendo vuestras reservas, pero no os preocupéis, Amaltea. Si, os aseguro que tanto el señor como la dama de Lórien son dos de los seres mas sabios de todo Endor, como lo son los versados istari que comenta Yedra. Y si, somos un pueblo celoso de lo que allí atesoramos. No es sencillo acceder al interior del Bosque, de la misma forma que no es sencillo llegar hasta el estrecho valle de nuestros primos al otro lado de las montañas. Sin embargo, yo no permitiría que os hicieran ningún daño, y teniendo en cuenta la empresa que nos compete dudo que hubiera alguna reticencia en ofreceros una audiencia. Al fin y al cabo, fui enviado por la señora. Además, con suerte incluso podríamos llegar a obtener alguna ayuda para acelerar nuestro regreso al Salón de la Montaña, o para cruzar el Anduin y llegar a Rhosgobel. Eso sí, rogaría que no la mentarais de esa forma en su presencia —terminó diciendo con una sonrisa nítida.

No tenía dudas de que podría ser una visita provechosa. Le encantaría que fuera su destino final, mas había decidido acompañarlas hasta desmigajar ese mal. Y no pretendía otra cosa que buscar apoyos para luchar contra el peso que los azoraba, acelerar la búsqueda de información, así como la obtención de respuestas que concluyeran en el fin de esa sombra. 

—En cualquier caso, entiendo la urgencia de volver al Salón. Quizá también nuestros nuevos amigos los leófringas puedan proporcionarnos ayuda y aligerar el viaje de vuelta, o al menos hacerlo mas seguro. En fin, os acompañaré por el camino que decidáis tomar.