Partida Rol por web

Ya estábamos listas para partir y lo último que Arnaulf nos trajo fue un farol de grandes dimensiones. Cogí un trapo que había visto por ahí tirado y lo anudé a la agarradera del farol. Llamé a Caín y le indiqué que lo cogiera. No sabía si me entendería, pero era bastante listo como para saber que comida no era. Quizá pensase que se trataba de un juego...

Si el fiel cánido no pudiera llevarlo, Ithildir se ofrecería a tomar el farol. Antes de partir, le pediría también a Arnulf un par de rollos de cuerda.

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   - Puedo llevar si quieren el farol, como no visto armadura, voy bastante ligera de peso, pero si el elfo quiere llevarlo, tendré las manos libres para el arco, aunque Amaltea es mucho mejor que yo en lo que a flechas se refiere. -

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Ithildir recoge el farol sabiendo que puede entregárselo a Cain si fuera necesario por un rato no muy largo.

Termináis de ajustar vuestro equipo bajo las indicaciones de Therusia que ha sacado todo su conocimiento organizativo e intenta ir avisandoos de lo que os podéis encontrar bajo la superficie a la vez que intenta no desvelar nada de los detalles de las ciudades de su raza. Si es raro encontrar una dama enana más aún encontrar a un enano que quiera compartir sus secretos por banales que parezcan.

Una vez revisadas las hebillas, cinturones, cuerdas que sobresalen por las mochilas, botas, filo de las armas, recuento de flechas... un último trago y comenzar hacia el destino final.

Arnulf os dirige por un camino enlosado hacia el muro de la montaña y pronto veis una puerta de piedra de unos 5 metros de altura flanqueada por dos grandes escudos tallados directamente en la roca. Es imponente. Da la sensación de que no hay nada en estas tierras que fuera capaz de dañar su superficie, pero tampoco veis forma de abrir semejante peso.

Está bloqueada por dentro. dice Arnulf. Se cerró un día y no ha vuelto a abrirse por más que se llamó y se pidió ayuda cuando bajaron los trasgos y arrasaron con todo. Notáis cierta amargura en su voz cuando dice esto. Pero por suerte algunos todavía recordamos otros caminos. Seguirme.

Dejáis a vuestra izquierda la imponente puerta y empezais a recorrer varias callejuelas que rápidamente se convierten en lugares complicados para caminar, con casas destruidas, muros caidos y vegetacion que comienza a adueñarse de todo lo que toca. Aquí no hay señal de la calidad de las casas donde pasasteis la noche y el paso del tiempo ha sido inclemente con las construcciones. Después de unos minutos de silencioso caminar llegais a lo que en su día seguro fue una bonita plaza, ahora el resto de un pozo es la única decoración visible, los árboles que dieron sombra ahora no son más que secos leños que apenas aguantan en pie, muertos mucho tiempo atrás, los balcones que servían para disfrutar de las vistas cayeron al suelo junto a las paredes que los sustenían.

Arnulf os señala el pozo Esa es una entrada al lugar de los enanos, de niños se jugaba a asomarse hasta ver a uno de sus habitantes y volver corriendo antes de que atraparan al valiente o inconsciente que se atrevía a llegar sin ser invitado a sus dominios. Si bajáis por ahí fijaron en una abertura a unos 3 metros, entrar y seguirla y llegaréis a una repisa desde donde saltar a un pasillo olvidado. Ya estaréis dentro y desde ahí espero que logreis encontrar las respuestas y salgáis con vida y cordura de vuestra aventura.

Teníamos todo listo y caminamos por la derruida ciudad hasta las puertas que daban paso al reino enano, pero estas estaban cerradas a cal y canto. Por lo que dijo Arnaulf, llevaban así muchos años, atrancadas por dentro. Sería imposible entrar por ahí, por lo que miré al loco guerrero dubitativa. La duda se despejó enseguida, cuando nos llevó a una entrada secreta, en el pozo situado en el centro de una plaza. Tendríamos que descender unos metros y meternos por una oquedad que había en la pared de piedra. Avanzando por un túnel, saldríamos a una de las calles de la ciudad subterránea.

-"Gracias Arnaulf por guiarnos. ¿Habría otra manera más de entrar o esta es la única entrada, aparte de la colosal puerta?" Le pregunté.

Vendría bien saber si podíamos entrar o salir por más lados, por si nos quedábamos atrapados o algo. En ese momento pensé en cómo íbamos a bajar por el pozo. Miré a Caín...

-"¿Cómo bajaremos? ¿Con una cuerda? Caín lo va a tener bastante complicado para bajar..." Les dije al resto de compañeras.

El elfo siguió los pasos de Arnulf, examinando con atención el derredor y los lugares que el leófringa indicaba.

—Muchas gracias, Arnulf. Además de la puerta bloqueada y este pozo, ¿conoces alguna otra entrada? Tal y como señala nuestra compañera, sería bueno saberlo por si nos viéramos forzados a salir con urgencia del interior. 

—No os preocupéis, dama Amaltea. Podemos hacerle una cama con una manta, amarrar cuerdas en los extremos de la misma y bajarlo despacio. Aunque creo que es mejor que alguien baje primero con el farol, para reconocer el terreno —aconsejó luego, observando a sus compañeras humanas—. Si como bien dice nuestro buen Arnulf es una entrada olvidada, dudo mucho que haya un peligro inminente allá abajo. Puedo bajar yo, aunque creo que podría servir de mas ayuda para bajar a Caín.

Con bastante ceremonia, Therusia agradeció a Arnulf sus consejos y buenos deseos, más estaba impaciente por bajar, de modo que ignoró las advertencias sobre la posibilidad de perder la cordura en aquel lugar. Aquello podía pasarle a humanos o elfos, no a una hija de la roca.

—Bajaré yo primero— resolvió la enana. No solo era lo más lógico por términos técnicos sino que su orgullo le hacía querer ser la primera en entrar en el territorio de sus primos— Con el farol apagado. Lo encenderé para que veáis cuando compruebe que no hay peligro y que hay un sitio donde podamos dejar a Caín y me encargaré de que aterrice a salvo. ¿No será mejor un arnés que una manta? Además de estar más seguro, será más rápido volver a engancharlo si tenemos que movernos deprisa por otro terreno. Aunque dudo que eso ocurra: las galerías enanas son cómodas como el mejor de los palacios.

Con unas pocas herramientas que siempre llevaba consigo, algunos materiales y la legendaria habilidad de los enanos, Therusia no tardó en hacer un arnés para Caín. Era un arnés al que se le podía enganchar una cuerda, de modo que podía llevarle puesto durante toda la aventura para atarle y desatarle con rapidez si necesitaban subir o bajar por mas sitios complicados. El problema era convencer al animal para que dejase que la enana se lo colocase. Finalmente después de que el animal mostrase una increíble resistencia pasiva tumbandose de forma que parecía quedarse pegado al suelo y pesar diez veces más de lo que lo hacía en realidad, la enana explicó a Amaltea como colocárselo. Seguro que con ella el animal entraba en razón.

Cuando comenzó a bajar, Therusia se dio cuenta de dos cosas. La primera era que había una humedad del demonio que convertía todo aquello en un peligro resbaladizo, incluso yendo con cuidado. La segunda era que...

—Tened cuidado, hay piedras suel...

Un angustioso segundo después se pudo oír un golpe y quejido seguido del ·"tas" que faltaba a la frase anterior. Seguido por supuesto, de unos gruñidos de desaprobación sobre el estado de aquel pozo. La enana miró a su alrededor y no viendo ningún peligro, encendió el farol para guiar mejor a sus compañeras.

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   Observo el invento y asiento con aprovación, es obvio que va a funcionar bien. Me voy preparando para bajar, poniendo las piernas y los brazos por donde han bajado todos.

   - ¿Que decías de piedras suelt... - comento un segundo antes de resbalar yo también.

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El elfo aprobó en silencio la habilidad de la enana para hacer el arnés del perro, y prefirió abstenerse de comentar luego la habilidad de la susodicha para colocarle el mismo al can. Ni siquiera exteriorizó burla alguna al escuchar el posible porrazo de Therri.

—¿Está bien, Therusia? —preguntó sin esperar otra cosa que una sarta de maldiciones y dedicatorias varias.

—Bien, ahora... ¿Preferís bajar vos primero, Amaltea, o bajamos antes a Caín?

Una vez ayudado a bajar a las féminas, Ithildir se descolgaría hacia el interior del pozo y trataría de bajar con cuidado hasta la entrada oculta.

Therusia hizo un arnés para bajar a Caín, pero este no se dejó ponerlo, así que me tocó a mi hacerlo. Mientras, la enana bajaba la primera por el pozo, ante la atenta mirada de Yedra e Ithildir. Una vez que pareció que llegaba a algún sitio, fue Yedra la que descendió. Ithildir quería bajar el último, así que le dejé sin más.

-"Bajaré yo primero y después bajas a Caín. Yo le cogeré abajo. Gracias." Le dije mientras bajaba.

La entrada era oscura y resbaladiza, debido a la humedad. La enana ya lo había comprobado, así que tuve cuidado de dónde ponía pies y manos. Poco a poco llegué junto a las otras y miré para arriba, haciéndole una señal al elfo para que metiera a Caín en el pozo y fuera bajándolo poco a poco.