Partida Rol por web

Mi únicos conocimientos de caza habían sido los de alejarme de nuestro hogar para intentar capturar algo, más a modo deportivo que como medio de vida. Así, rápidamente comencé a darme cuenta que Mikklas sabía lo que hacía, y eso era un alivio para mí. El peso que llevábamos era muy grande, y el saber que iba conmigo un experto cazador era, si no una garantía, si un seguro de encontrar lo que hubiera.

De esta forma, cuando comenzamos a planificar nuestra estrategia, iba asintiendo a las palabras de Mikklas. Estoy de acuerdo. En primera instancia deberíamos de intentar capturar presas más pequeñas, y mientras nos alejamos podremos encontrarnos con las más grandes, quizás hasta un oso. 

En las lagunillas quizás cacemos animales que se acerquen a beber, y si tenemos suerte, también podríamos toparnos con alguno más grande. Lo de pescar no lo veo nada útil, se nos va pudrir antes de que lleguemos.

Las trampas nos vendrán bien tanto para animales pequeños como para grandes, creo yo, pero tú eres el experto.

Aquí podría cobijarse el clan entero…- fue lo que pensó Gunnar tras adentrarse en aquella cueva. Además, por lo que podía ver, las paredes eran lo bastante firmes como para no tener que preocuparse por derrumbes. Solo había algo que le incomodaba: nos numerosos túneles y pasadizos  que emergían de ella y que, al parecer, daban lugar a un inmenso laberinto de cuevas -Tendremos que explorarlas si queremos hacer uso de la cueva- pensó, aunque consciente de que el solo apenas lograría nada y que seguramente explorarlos por completo le ocuparía mucho más tiempo del que pensaba permanecer allí, se centró solamente en uno de ello, el más grande, aunque no fue ese el motivo.

Huellas- murmuró agachado y observando el suelo al notar en él varios rastros de animales.

¿Un oso?- se preguntó, pues aunque aún no era tiempo de que entrasen en hibernación, tal vez el clima de la zona hubiese obligado a alguno a adelantarse. Sin pensarlo más, se adentró con cuidado y hacha en mano en el túnel. No tenía intención de enfrentarse a un oso o cualquier otro animal que pudiese haber hecho de la cueva su madriguera, y de haber alguno, intentaría salir sin alertarle… pero eso no quería decir que no se preparase para el caso de que eso no fuese posible.

Durante los primeros seis días, Eindride e Islab se concentraron en trabajar en las fronteras, empleando allí casi todo su tiempo. Los primeros tres días su esfuerzo estuvo en conseguir cereales de los que consiguieron muy pocos y hiervas comestibles, lo cual fue mas fácil, aunque los aldeanos no parecían muy contentos con comer solo hiervas. Los siguientes tres días el grupo se concentró en los frutos, lo cual probablemente también hubiese sido un trabajo poco fructífero de no ser por la movilidad de la gozaban, con la cual podían buscar con rapidez para que luego los aldeanos fueran cargando con todo.

De cualquier modo, era claro que las fronteras no eran una buena opción, aunque probablemente ninguna zona daría una considerable mayor ventaja que el lugar donde ahora se encontraban. Lo único que tenían claro de todo aquello es que intentar buscar alimentos sin emplear Horseborn solo sería un desperdicio de tiempo si la intención era alimentar a todo el clan y no solo a unos pocos.

Para el séptimo día, el grupo se dirigió a los bastos paramos al sur, que era la zona mas fértil de sus dominios, aunque de fértil tenían muy poco. Allí había mas hiervas y algo de cereales por los que podrían volver después a la par de algunos frutos. De momento, aunque cogieron algo de eso, el grupo estaba centrado en hongos y setas en aquel último, de lo cual no había mucho, pero seguramente era el único lugar en todo aquel territorio donde podrían conseguirlos.

Fue en ese mismo día que una situación catastrófica se presentó sin previo aviso. Los aldeanos, confiados de coger cualquier hongo, ignorando las indicaciones de Islab, optaron por experimentar ellos mismos y decidieron probar unos hongos que ante el hambre, se veían sumamente apetitosos. Para cuando Eindride llegó al lugar uno de ellos parecía estar vomitando sobre el suelo y otro mas se revolcaba en el suelo con claro dolor estomacal y un tono morado en su rostro.

El sur parecía ser el único lugar donde nadie iría a dar una vuelta y hacia ese lado dirigir mi trote, bajo la colina y poco a poco van apareciendo riachuelos, me detengo en una zona alta para observar como se va abriendo la llanura delante mío. De acá seguro saldrá buena pesca si lo podemos aprovechar. La idea sería posible si los humanos la aplicaban porque ellos son más del agua que nosotros que somos más de las planicies o bosques y no tanto el agua. Desde ese punto se divisaba el comienzo de las tierras de los Rotensnö. El día estaba terminando y el sol jugaba con el reflejo sobre el agua largando destellos directo a mis ojos, giré hacia un costado intentando evitar la ceguera y noté unos puntos que eran de antorchas. Demasiado lejos esas antorchas, que raro aunque quizás están haciendo lo mismo que nosotros. Dejé el lugar ya sabiendo todo lo que era necesario y avanzo a todo galope hacia el norte a la región montañosa que seguía de los riachuelos.

Esta zona tenía la tierra con menos humedad, las napas seguro habían bajado dado que se estaba acercando poco a poco la estación seca. El suelo iba tomando inclinación y altura a medida que iba ganando terreno. Pasé otro día más y era más de lo mismo, para tranquilidad mía no había nada que alterara la paz del lugar. Pasé la noche ya sabiendo que volvería antes de lo pensado al campamento, al final había tomado menos de lo esperado recorrer el territorio e ir sólo me dio esa ventaja. En la madrugada del quinto día dirigí mi trote hacia un lugar que me faltaba ver ante de partir con el resto del clan. Excelente sitio si tenemos que proteger algo o alguien, estaba pensando en ello hasta el punto que vi luces detrás del agua dentro de la cueva. Ya eran demasiadas luces sospechosas, el día anterior en el extremo del territorio Rotensnö y ahora esto.

Decidí tomar cartas en el asunto, primero pensé en partir raudo hacia el asentamiento y buscar la opinión de Wulfrig y de ser el caso volver con gente. Pero en ese tiempo los que estuvieran en la cueva podrían irse y perderles la pista. Luego hacer algo de heroísmo, entrar en la cueva solo y en ello estaba lo malo, estaba solo. Abrir mi visión para saber que más lugares podrían estar metida esta gente sería bueno pero es de día y si puedo ver ellos también.

Mi cabeza dudó por un momento porque las dos ideas que más me agradaban eran entrar a la cueva y la otra de recorrer para saber que pasaba en el lugar pero terminé descartando todo eso al estar solo. El día estaba comenzando, alguien se tendría que mover en esa cueva para hacer lo que están haciendo.

Busqué un lugar que me permitiera tener una línea de visión clara así poder distinguir que, quien o quienes saldrían de allí cuando el día avanzara y la actividad se iniciara. Tomo el recaudo de ver mi camino de retirada que me permitiera moverme rápido en caso de necesitarlo y así asegurar lo más posible mi vida como también lo que lograra saber sobre este extraño hecho. Ya en mi cabeza no había otra posibilidad que gente ajena a nuestro clan estuviera dentro dado que no hay motivos para que alguno de los nuestros esté dentro.

Me acomodé y limité a esperar que se dieran las cosas siempre vigilando sobre el hombro por si algo o alguien llegara quisiera sorprenderme.

Unos tirantes gruesos como el torso de un búfalo en una sala que hace gala de poder tener semejante tamaño de tirantes. En el medio una gran fogata que no dejaba lugar sin iluminar, muchos Varls comiendo ciervo y festejando la última gran hazaña contra aquellos tontos invasores. Uno de los celebrantes levanta la copa diciendo unas palabras inentendibles por tanto alcohol ingerido, algo que no interesa total son palabras de festejo. El agasajado es un varl con medio cuerno y resulta ser que soy yo.

Tomo mi copa que es un gran cuerno lleno hasta arriba de espumante cerveza, me levanto para responder al interlocutor buscando calmar a las fieras que comen y gritan a la vez. Todo es una alegría desmesurada que me llena de gozo. - Queridos comp... -

No termino de decir la frase y escucho una voz que me saca de mi sueño. Con un demonio, que diantres está pasando. Me incorporo tontamente por la modorra todavía abrazando el oro obtenido por el primer día de búsqueda. - ¿Qué sucede? - Pregunto apresurado al guardia que estaba apostado. - ¿Oso? - Mi cabeza da vueltas sin saber que hacer, miro para todos lados hasta que el guardia me señala la dirección y lo aparto como si nunca hubiera sido necesario decirme para que lado es el origen de nuestro abrupto despertar. - ¿Estás seguro? - Miro el oro y pensar la idea de que sea una trampa pasa por mi cabeza, pero la idea de que Bjorn u otro miembro del clan estén en peligro me hace dudar un momento. - Tu que escuchaste al oso nos guiarás al lugar. El resto separen el oro y cárguenlo rápido. - Tomo mis pertrechos de combate y cuando veo que estamos todos listo sentencio. - Vamos rápido. - Y en mi cabeza la piel de un oso se va gestando sobre mis hombros a la vez que aprieto con más fuerza mi escudo.

Mikklas y Hodur decidieron trabajar en los riachuelos durante los primeros tres días de aquella semana que dedicarían a la cacería. A la par, en dichos días y en dicho lugar, se centrarían solo en poner trampas para animales pequeños que merodeaban la zona o bien trampas y redes para peces. Durante los primeros dos días la cacería fue mas que aceptable, aunque siempre había el riesgo de estar diezmando a la población nativa. Habían conseguido iguanas, diversos tipos de ratas, castores, mapaches, etc. Aunque el grueso del alimento conseguido llegó realmente de los peces que se quedaban atrapados en las redes y trampas victimas del flujo del agua.

Para el tercer día, la situación esperaban fuese igual, pues tras colocar una serie de trampas durante la noche y regresar al campamento del clan para descansar, habían partido muy por la mañana para empezar las labores. Pero conforme fueron recorriendo el territorio, ya pasadas unas horas se encontraron con que sobre el norte de los riachuelos, mas allá de la lagunilla, un gran oso se encontraba destruyendo sus trampas y redes para peces, para alimentarse de dichos animales.

Mientras los aldeanos exploraban las orillas de la pequeña lagunilla, Bjron se adentró en la balsa junto a otro aldeano, pero cautelosamente decidió dar algunas vueltas navegando en el centro de aquellas aguas en busca de alguna explicación a la coloración de las aguas y a su temperatura. Lo primer que ambos notaron fue que había mas burbujas en distintos puntos, y que estás parecían llegar desde las profundidades, pero mientras mas navegaban algo fue llamando su atención, hacia el mero centro de aquel lugar, parecía producirse un movimiento subido en el agua cada cierto tiempo.

Deteniéndose allí a observar pudieron corroborar que de las profundidades emanaba un fuerte chorro de agua en forma de géiser, cuya intensidad era aun mas verdosa y el agua que de allí salia estaba aun mas caliente que la de los alrededores. Se trataba de una poza de aguas termales, la cual se mezclaba con el agua de deshielo de los riachuelos.

Lo que no era claro era si el agua les serviría para algo. Aunque a lo lejos, pudo notar que los aldeanos, cuidando de que el agua no les entrase en los ojos, se habían recostado tras terminar con su trabajo y ahora reposaban plácidamente en las cálidas aguas.

Gunnar, tras darle una larga exploración a la cámara principal de la cueva, los alrededores en las afueras de la entrada y un poco de los pasadizos que la conformaban, decidió adentrarse en el túnel mas grande de la misma, el cual daba señales de que otros animales habían pasado por allí pues había tierra algo fresca, rastros de movimiento y señales de un tipo de sendero dentro de la cueva.

Adentrándose, tras un par de minutos tanteando a sutil luz proporcionaba por una antorcha, Gunnar llegó hasta el fondo de aquel túnel, donde de nuevo había una cámara, pero esta vez mucho mas pequeña, de apenas 5 x 4m. Por mera intuición y su conocimiento, le fue claro que esos eran los aposentos de un oso, o varios osos, los cuales tenían allí su hogar, seguramente era el lugar donde ivernaban. Consciente de que de momento era mejor salir de allí, Gunnar dio media vuelta tratando no hacer ruido por mera precaución cuando un fuerte crujir de ramas secas le hizo sobresaltarse. Por un breve momento deseo que hubiese sido él mismo quien hubiese provocado aquel ruido, pero no fue así. Al darse la vuelta, frente a él, a apenas unos diez metros, se encontraba un oso de gran tamaño, aunque probablemente aun algo joven.

Ante el posible peligro, el guerrero Horsebon, Hjálmarr, decidió esconderse y esperar a que llegase por completo la mañana y entonces ver desde un buen escondite, que era lo sucedía allí y quien se encontraba en aquel lugar.

Cuando la mañana del quinto día fue tomando forma y los minutos dieron paso a un par de horas, Hjálmarr vio a varias personas de aspecto montañés salir de la cueva, iban mal armados pero se notaban muy rudos. Hablaban entre ellos y señalaban el terreno en sus alrededores. Fue entonces cuando Hjálmarr escuchó un sonoro chiflido y al girarse en la dirección de la cual, este procedía, vio como un cuarto hombre les señalaba su posición a los otros tres.

Acto seguido, Hjálmar vió dos flechas pasar muy cerca de él, era el momento de escapar o dar la cara.

Cuando nos acercamos el último día a recoger la captura y vimos, no sin cierto horror, como un oso estaba comiéndose el alimento que íbamos a tener para nuestro clan, mire enojado a Mikklas mientras sacaba mi hacha del cinturón y me descolgaba el escudo No podemos permitir que ese oso eche a perder nuestra captura. comento lanzándome hacia delante además, de ahí podremos sacar mucha carne y un buen precio por su piel digo sonriendo y guiñándole un ojo. 

Lo cierto era que vivía para la lucha, y me habían entrenado para soportar los golpes de los más fieros Varls, por lo que enfrentarnos a un oso no debería de darnos demasiados problemas. Solo tendrían que tener cuidado, y yo estar atento de proteger al resto.

Después de varias horas en varios días, Hodur y los hombres habían descubierto que el trabajo de cazador era sobre todo aburrido.

Preparar las trampas, horadar en los árboles, preparar marañas falsas, acechar, acechar otra vez, esperar unas horas acechando, mover las trampas de sitio, entretejer las nasas, preparar pegamines para las ramas y buscar las ramas nudosas adecuadas... una locura. Al menos Mikklas sabía perfectamente lo que se hacía, y su guía empujaba a que las cosas se hicieran bien: era un hombre con el que no era difícil trabajar, especialmente estando acostumbrado a la disciplina a base de gritos que podía esperar un guerrero del clan a manos de un oficial.

Y cuando volvían al tercer día-

"No podemos permitir que ese oso eche a perder nuestra captura"

¡OSO!

...pero Hodur tenía razón. No podían permitírselo, simplemente: cuando en otra ocasión hubiera sido lo sensato, en esta no tenían mucho para elegir. Era eso o morirse de hambre. Su estómago maulló reforzando su decisión desesperada.

-*Tienes razón* -dijo, susurrando, sacando el arco y poniéndose la capa- *Que los hombres desplieguen para parecer lo más grandes posibles, si hacemos mucho ruído y estamos bastante seguros lo asustaremos y* PEEEEERO QUÉ DEMOOOONIOOOS-

Los susurros acabaron cuando Hodur cargó a por el oso. Plan ESPANTADA: descartado. Nuevo plan: LOS DIOSES ME VELEN LUCHO CONTRA UN PUTO OSO OH DIOSES OH DIOSES  QUÉ DEMONIOS ESTÁBAMOS PENSANDO AY POR FAVOR NO QUIERO MORIRRRRRR

*suspiro*

Empezó a moverse, tensando el arco. ¡Tendría que lisiar al animal cuanto más rápido posible mejor!

Varias horas pasaron hasta que finalmente alguien salió de la cueva, montañeses al parecer que estaban en estas tierras ya sea por desconocimiento de quien es el dueño o quizás un grupo de gente que piensa aprovechar la oportunidad para pegar donde más duele. Aunque las armas me hacen dudar de lo segundo, pero un par de flechas que sucedieron a un grito de alarma me hace descartar la idea de seguir explorando tranquilamente.

Por un instante pensé en entablar diálogo con ellos pero las flechas fueron decisivas. ¿Las habrán lanzado al costado para que huya o porque erraron?. Uno de los cuatro está apartado y quizás pueda derribarlo para diezmarle las fuerzas y de ahí ver como se dan las cosas pero siguen siendo tres más todos los que estén dentro.

Irme y buscar refuerzos es una opción pero si se van quien sabe si no se van, seguir las huellas. Entre tantas dudas dando vuelta termino saliendo definitivamente de mi escondite para alejarme del peligro y volver cuando los ánimos se apacigüen.

La tarea había sido realmente ardua, y los resultados no impactantes pero si lo mejor que uno podía esperar de aquellas tierras.

Eindride podía enorgullecerse de que no se le podía reprochar haberse tomado el asunto con calma, pues había puesto todo su empeño, energía y sudor en aquello. Lo mismo para sus hermanos horseborn, pues era consciente de que gracias a ellos es que Lávidr podía contar con recolectores tan veloces e incansables.

Ya terminaba el verano, las luces morían antes, los árboles comenzaban a mostrar hojas amarillentas, el viento soplaba como acarreando un lamento lejano. Un último esfuerzo más, y el frío invierno se cerraría ante ellos sin que se diesen cuenta.

Eindride trotó suavamente, surcando los matojos y duras hierbas con sus grandes cascos, el día terminaba cuando la visión de los compañeros humanos irrumpió cortando el trabajo y alarmando a todos.

- ¡Por la crin de mi abuelo! - gritó desencajando el rostro y avanzando casi en estampida hasta junto al pobre hombre. Sus dientes rechinaron - Tiene... tiene que vomitar eso; sea lo que sea que ha tragado... insensatos -
No había tiempo de pensarlo demasiado, lo poco que conocía sobre hongos tóxicos era que eran rápidos y sumamente letales, al menos eso le habían contado de pequeño reiteradas veces. Y ahora se encontraba cara a cara con la situación...

Señaló a los más corpulentos que tenía cerca - ¡Levantadlo, ahora! si, uno de cada brazo - les indicó a los pobres trabajdores que lo miraban estupefacto. Les hizo lugar caminando hacia atrás, se movía torpe y nerviosamente, casi atropellando a los demás pues sentía que todo se jugaba en ese momento.

No tardaron mucho en ponerlo de pie - pobrecillo... - no quería imaginarse lo que estaba sufriendo, se acercó y lo tomó en un abrazo de ozo desde atrás; su mano derecha se cerró en un puño férreo mientras la izquierda la envolvió y la empujó, hundiéndola en la boca del estómago del hombre.
- ¡Soltadlo! - espetó cuando sintió que tenía sus brazos seguros, ahora el mismo peso de la víctima debía ayudar, por lo que lo levantó en el aire, una vez, otra... tenía que forzarlo a vomitar todo lo que había ingerido.

Cegado por el oro, el gigantesco varl Wulfrig decidió socorrer lo mas pronto posible a la victima, pero lo mas pronto posible para él era después de que cuidadosamente se repartieran el oro en tres partes y lo metieran en pequeños saquitos guarnecidos entres sus ropas.

Eso llevó tiempo, y para cuando el grupo termino de prepararse, un ultimo desgarrador grito se escuchó a la distancia. Wulfrig apuró al grupo para cruzar velozmente los riachuelos, pero lo unico que consiguió con ello fue que uno de los suyos se retrasara y cayera al agua. Alentados por la posibilidad de enfrentar a un oso en la oscuridad de la noche, el grupo no le dio importancia a ese detalle y se apresuró al lugar del que provenían los gritos.

De la nada surgió entonces un gran alce, que, sumamente enfurecido se lanzó contra ellos con sus grandes astas ensangrentadas por un reciente combate. Wulfrig logró detenerlo con su gran escudo mientras que otro de sus compañeros lo partía en dos con su gran hacha. El combate había sido excitante, pero no una verdadera amenaza para cuatro Varls. Algo mas adelante de donde encontraran al alce, siguiendo un claro rastro de sangre, los varls se encontraron con el cadáver de un montañés que claramente no era de su clan y que no sabía que hacia allí.

Arrastrando el cuerpo tanto del cadáver humano como el del alce, el grupo regreso a su campamento, desde el cual, ante el amanecer que ya estaba por llegar, podrían dar aviso al clan sobre el descubrimiento. Aunque lamentablemente, el Varl que había caído al agua, por descuido no había atado bien el saquito con el oro, lo cual había ocasionado que todo el oro cayera al agua y fuera arrastrado por la corriente.

Mikklas y Hodur iban a dejarse amedrentar por un simple oso, sin importar lo grande que fuera, sin importar lo furioso que estuviera, sin importar el tamaño de sus garras o de sus dientes, sin importar que su mero rugido les helase los huesos. No, ellos y los seis guerreros humanos que les acompañaban y que estaban bajo sus ordenes no retrocederían ante un bestia tan grande, aun cuando pudiese destrozar sus cráneos de solo una mordida. No, ellos pelearían.

Así fue como hicieron, bajo las ordenes de ambos, los ocho guerreros se dividieron para rodear a la bestia e intentar diezmarla con jabalinas y flechas, y enseguida destrozarla con sus hachas. O al menos, ese era el plan.

A pesar de su velocidad, Hjálmarr sintió como una flecha le rozaba el muslo mientras intentaba escapar. La herida era menor, pero necesitaría atención si no quería estar rengueando varios días. De momento su plan fue escapar a toda velocidad y así lo hizo, para luego, un par de horas después, y esperando el enemigo se hubiese marchado o bien, estuviesen distraídos.

A su retorno al lugar, Hjálmarr ya no encontró a nadie, aquellos hombres habían partido a prisa, creyendo probablemente que habrían de llegar refuerzos. La cueva tenía señales de una fogata, y de que un grupo mayor, de hasta una docena de hombres, había pasado la noche allí algunos días atrás. Por otro lado, el rastro de los hombres se perdía rápidamente en las faldas de las montañas, lo cual podía llevar a dos conclusiones, habían huido hacia allí por la dificultad del terreno, o bien, hacia allí se encontraba su hogar.

Viene de la tierra…- se dijo Bjorn cuando, tras estar observando, se dio cuenta que el agua caliente y verdosa venía de una especie de géiser en lo profundo de la lagunilla, el agua del cual debía de mezclarse con la proveniente del deshielo -Aguas termales- concluyó, aunque si dichas aguas les serían o no de alguna utilidad, aún estaba por ver.

Volvamos- le dijo al aldeano que le acompañaba en la balsa, mientras miraba aquel intenso brillo que parecía haber sobre una de las rocas cercanas al géiser. En otra situación se hubiese lanzado para ver de qué se trataba, pero estando donde estaba, se arriesgaba a quemarse con el chorro, especialmente si tenía que lanzarse con los ojos cerrados.

Tal vez más adelante- pensó mientras volvían a la orilla.

Habéis trabajado duro hoy- dijo al descender de la balsa -Y mañana estoy seguro de que trabajareis aún más duro- dijo, mirando a los cuatro aldeanos que habían decidido terminar la jornada descansando tumbados en aquellas aguas -Pero ahora vuestro deber es descansar y reponer fuerzas para mañana, así que hacedme un hueco mientras me contáis que habéis descubierto durante la exploración- les dijo. Al fin y al cabo, tras descubrir que el agua seguramente no podría beberse y ver como uno de ellos quedaba ciego por su culpa, debía permitir que se relajasen y descansasen todo lo posible tras trabajar.

Osos- masculló Gunnar para sus adentros al observar la cueva a la que iba a parar el túnel y que, a juzgar por las marcas y señales, era usada habitualmente por uno o varios osos, seguramente para hibernar -Mejor irme antes de que vuelvan…- empezó a pensar cuando, de pronto, escuchó un fuerte crujir de ramas. Por apenas un segundo deseó que hubiese sido él el que había provocado ese ruido, pero en el fondo sabía que no tendría esa suerte, por lo que se dio la vuelta con cuidado.

Mierda- pensó al ver, al oso, un oso no precisamente pequeño, aunque por su aspecto seguramente no fuese del todo maduro aún. Rápidamente pensó que hacer. De momento, el oso no se mostraba agresivo, por lo que atacarle no era la mejor elección… el problema era que el soso se encontraba entre Gunnar y la salida, y aunque podía intentar esquivarle o distraerle para pasar a través de él, sabía que un oso era mucho más veloz de lo que la gente pensaba, por lo que pasar por su lado suponía un riesgo demasiado grande. Eso solo dejaba una opción.

¡AAAGGG!- gritó Gunnar, incorporándose todo lo que podía para hacerse lo más grande posible y moviendo la antorcha de un lado a otro frente a él, para confundirle aún más, aunque con cuidado de no acercarla demasiado al oso -¡AAAAAGGGGG!- gritó de nuevo, más fuerte que antes pero sin dar ni un solo paso hacia el oso para no forzar la confrontación, pues al fin y al caso, su intención era que este diese media vuelta y huyese.