Partida Rol por web

Gil Galad miró a los presentes con expresión preocupada.

-Me temo que no se salvó ninguna cartografía, pues los planos los tenían los picapedreros de Nogrod... Miró al enano con expresión acusatoria, su mirada cambio- Sin embargo, podremos proporcionaros lembas y otros suministros del viaje. No puedo ofreceros armas y armaduras de valor, las forjas de los Noldor tardarán en volver a encenderse, pero cualquier suministro mundano que pueda ofreceros, lo tendréis.

-"Mi noble señor, mi pueblo es muy celoso de sus tradiciones y de sus trabajos. Veo lógico que se quedaran con los planos. Si logramos llegar a Nargothrond yo encontraré las forjas. Se donde suelen construirlas y me orientaré bien. He pasado casi toda mi vida bajo tierra y conozco muy bien el trabajo de la piedra. Si llegamos a las forjas, encontraré esa cámara oculta. Os doy mi palabra de enano."

Hago una reverencia y saco pecho.

-"Y bien, ¿cuándo partimos?"

Escuchando atento al enano, asintiendo cada vez con más aprobación, la convicción del naugrim parecía calar en él poco a poco, fortaleciendo una voluntad que el encuentro con el desafío parecía haber afectado. Como si en la naturaleza de esa raza estuviera la cualidad de hacer arraigar convencimientos firmes como la roca y curas como el metal. Y por un momento deseó haber tenido mayor ocasión para tratar con ellos.

-Y aún desconociendo el camino que nos lleve a esas forjas, sabremos distinguir el sendero que nos llevará, remontando el Sirion y el Narog, hasta la vieja ciudad oculta de los noldor.

Habló olvidando su anterior precipitación y falta de atención, como por un súbito impulso que enseguida refrenó. Pero miró a los otros elfos y hombres allí presentes, buscando su complicidad.

— Bien entonces, necesitaremos víveres, no sabemos donde, cuando, ni como encontraremos comida — digo mirando al Rey supremo — Nunca he estado en la maravillosa ciudad de Nargothrond, pero he conocido a muchos que si, y siempre he prestado atención a sus historias, sé que se encuentra bajo el río Narog y que se extiende a ambos lados, confio en que a medida que nos acerquemos recordare algo que nos ayude a encontrar alguna entrada, debemos tener esperanza — digo mientras intento recordar algún detalle más. 

— Debemos movernos deprisa y evitar miradas indiscretas pues el enemigo acecha, su brazo se extiende al sur de los bosques de Doriath y su sombra es seguro que nos alcanzará, he oído que los orcos recorren las orillas tanto del Narog como del Sirion, sembrando muerte a su paso, debemos ser invisibles, aparte de pan de lembas nos sería de gran ayuda unas capas élficas para poder ocultarnos de los espías de Morgoth, mi señor. 

- Los inmundos orcos recorren las orillas de todos los ríos de Beleriand salvo, quizás, los de la tierra oriental de Ossiriand. - dijo de repente el Edain que había permanecido en silencio hasta entonces. Su semblante era serio y su hablar, pausado, aunque no mostraba miedo al estar en presencia de tantos de los Primeros Nacidos - No será fácil llegar a las ruinas de Nargothrond, pero puede hacerse, siguiendo el curso del Narog. Pues este río no me es desconocido, ya que lo he recorrido desde su nacimiento en las ahora ponzoñosas fuentes de Ivrin hasta su unión con el Sirion en las tierras de Nan-Tathren, que fueron como un segundo hogar para mí. Entiendo que esa es la razón de mi presencia en este grupo. - Miró a los presentes, con una expresión que reflejaba una sombría determinación. - Acepto la misión, pero no me llevo a engaño: nos pedís que nos adentremos en la Sombra, y el corazón me dice que no todos regresaremos.

Por mi parte, señor, pediré a tu senescal alimentos secos. Pues se dice que no es bueno consumir las lembas hasta que la necesidad no es grande. Eso y todas las herramientas que necesito para el arte de la curación, pues dejé mi país rápido y en la oscuridad, y las hierbas que traigo quizá hayan perdido parte de sus virtudes en el viaje.

Observaba curioso al edain, que había permanecido en silencio, hasta hablar el último. No necesito más.

¿Nos vamos?

Gentes de la casa de Gil Galad y Cirdan os proveen de alimentos, mantas, ropas tejidas a la usanza élfica y todo lo necesario para un viaje por tierras salvajes; cuerdas, yesca y pedernal, herramientas varias y otras cosas. El invierno está terminando y es el momento idóneo para la partida. Los últimos informes de los laiquendi dicen que los hijos de Fëanor llevan una vida fugitiva y que las bandas de orcos están rondando a sus anchas buscando supervivientes.

Algunos informes dicen que en Menegroth un caudillo orco ha establecido su base principal y desde allí lanzan patrullas a las antiguas ruinas de los reinos élficos, salvo en Nan Elmoth, dicen que los orcos y los hombreas leales al Señor Oscuro no se atreven a entrar ahí.

Os preparáis para partir, el viaje parece estar claro y ahora sois vosotros los que debéis tomar decisiones, la misión os ha sido encomendada.  

-"Bien compañeros, si ya está todo dicho partamos raudos hacia nuestro cometido. Ya tenemos todo lo necesario para el camino. Podemos salir al alba, con las primeras luces. Ahora lo único es saber qué camino elegiremos para ir hacia Nargothrond."

-Bueno es que conozcas las riberas de los ríos, Saelh. He caminado a menudo hasta Nan Tathren, pero no más allá. Nos turnaremos como ojeadores, si a todos nos parece bien.
El faladel pareció aliviado al saber que el taciturno hombre sabía abrir los caminos. Ehödil y Karel Drûm parecían eficaces luchadores, y Daebeg, aparte de consumado curandero, tendría sin duda las discretas habilidades propias de su pueblo, pero no convendría colocarlo en situaciones arriesgadas. Asintió a la última observación del enano.
-Seguir los ríos parece en principio lo más fácil, a pesar de los riesgos, maese Drûm. Lo iremos comprobando sobre la marcha.
Adecuadamente pertrechados, cada uno dedicó las últimas horas antes de la partida al descanso, la preparación o el recuerdo, según sus naturalezas. La partida se fijó para el alba del siguiente día. Pronto enfrentarían las dificultades del camino y los desafíos de aquel cometido para el que habían sido designados...

— ¿Iremos a pie, remontaremos el rio o dispondremos de monturas? — pregunto derrepente al pasarme varias alternativas por la mente. 

Saelh asintió ante la sugerencia de Annienor de turnarse como vigías. Después, escuchó la intervención de Ehödil y reflexionó antes de responder.

- Lo más prudente sería avanzar a pie por caminos discretos, para no llamar la atención de los muchos espías del Enemigo. - dijo al fin, a su manera pausada - La propuesta de remontar el Narog en canoa es tentadora pero, de nuevo, poco discreta. Todos los caminos rápidos estarán vigilados.

Se volvió hacia los grandes señores presentes. - A menos, claro está, que la situación sea tan apremiante que sea preciso sacrificar la discreción en aras de la velocidad. Pero mi opinión personal ya la he expuesto.

Daebeg asintió a la necesidad de sigilo. Habrá espías. Pájaros, criaturas diurnas y nocturnas. Necesitamos gente que conozca el camino y se mueva bien, así que, Saelh, te seguiré gustoso. Contad conmigo para vigilar y explorar cuando os sea necesario, y para reponeros de la fatiga y las heridas. No conozco bien a los de vuestras razas, a los hijos menores y a los chiquillos de Aulë, pero me reconforta, Karel Drûm, lo que piensas de la joya, y que te lamentes por el conflicto que hizo a tus parientes guerrear con los míos, allá en Doriath. En cuanto a los Edain, grandes cosas hicisteis junto a los Noldor, venidos de fuera, se ha dicho. Yo he desconfiado siempre, tanto de unos como de otros: ambos sois taladores de árboles y sembradores de trigo, y gustáis de esclavizar a las bestias de la tierra. Pero los últimos años uno de los hombres vino a vivir entre nosotros, portador de la joya, y lo que se dice de él me aviene a reconciliarme con tu pueblo, aunque jamás lo conociera. Por eso te seguiré, Saelh, al menos hasta que lleguemos a las cavernas de Nargothrond.

— No será la primera vez que sigo a uno de los tuyos, Saelh, tiempo atrás, pase tiempo luchando en las fronteras de Doriath, junto a Beleg Arcofirme y Túrin Turambar, hijo de Húrin, el cual ha sido uno de los guerreros más formidables que he conocido jamás, pero cuyas decisiones no eran las más afortunadas, espero que las vuestras si lo sean, podrás contar con mi espada y tener la confianza de que daré mi vida por esta, nuestra misión — digo sin titubear y con firmeza mirando al hombre.

-"Coincido con Saelh. Deberíamos de ir por caminos ocultos a los ojos del enemigo. Seguir el curso del río nos dará agua y alimento. Si él conoce esos caminos, ¡estupendo! El bosque será nuestro aliado."

Los señores se encontraban ausente, pero las gentes de la casa de Cirdan os comunican que tienen ordenes de ayudaros en todo lo posible en vuestro cometido. Sin embargo los caballos escasean, la época de las largas huestes de caballería de Nargothrond y Gondolin han pasado a la historia. Earëndil ha partido a alta mar junto a sus compañeros en busca de noticias de Tuor, su padre.

Los exploradores siguen volviendo, un Balrog que comanda una tropa de orcos se ha asentado en la Planicie Guardada, custodiando los caminos y protegiendo a los orientales. Se cuenta que una banda de forajidos está atacando las granjas que Morgoth ha entregado a los orientales y Gathdog, Balrog de Melko, ha sido enviado a poner fin al problema antes de que los esclavos puedan rebelarse.

Otros exploradores avisan de que una gran fuerza de orcos está recorriendo la costa buscando Vinyamar, bajo el rumor de grandes tesoros escondidos en los abandonados salones de Turgon. Como ya sabéis, las fuerzas del Señor Tenebroso se mueven a sus anchas. Sin embargo, hace demasiado que no se sabe nada de Sauron, se rumorea que ha partido hacía el este.

Saelh había aceptado guiar a la recién formada compañía hasta Nargothrond, aunque había dejado claro que, una vez llegaran a la abandonada fortaleza, cedería gustoso el puesto a quienquiera que se encontrara más cómodo explorando sus oscuras estancias. 

Después de escuchar las nuevas de los exploradores, Saelh se reunió con el grupo y les habló: - Ha llegado el momento de partir. Propongo que pidamos al pueblo de Círdan que uno de sus barcos nos lleve hasta las Bocas del Sirion. El pantano de Lisgardh puede llegar a ser traicionero y peligroso, pero la corriente del Sirion pierde su fuerza al dividirse en multitud de distintos ríos. La vegetación de esa región crece salvaje, más alta que un eldar - acompañó su comentario de un gesto de la mano, levantándola ligeramente por encima de su cabeza; los Primeros Nacidos eran por lo general de altura superior a los edain. - y nos ocultará hasta cierto punto.

- Aunque he dicho que no deberíamos usar embarcaciones por el Narog o aún el Sirion, considero que sería preferible atravesar Lisgardh en una balsa o en las gráciles canoas fluviales de los falathrim. - En todo lo referente a la navegación, los elfos de Círdan eran unos maestros. - Una vez el terreno se haga más seguro, avanzaremos a pie hasta Nan-Tathren, la tierra de los sauces, que conozco muy bien, en busca del Narog.

Paseo de un lado para otro, inquieto, nervioso, la hora de partir se acerca pero no termina de llegar, parece que llevo en esta isla todo un año y empiezo a sentirme ansioso por enfrentarme de nuevo a mi destino. Ya están terminándose los preparativos del viaje. Parece ser que disponemos de alguna embarcación de los falathrim, pues intentaremos llegar a la desembocadura del Sirion a través del pantano, según Saelh es lo mejor. No dudo de su buen juicio y más sabiendo que un gran ejercito orco recorre las costas. Mis pertrechos y equipo ya están ubicados en la embarcación, "no se a que estamos esperando para partir" pienso una y otra vez de manera obsesiva, pues deseo llegar cuanto antes a Nargothrond y poder contemplar tan hermoso lugar con mis propios ojos, aunque ya no quede gloria ni atisbo de luz en sus túneles. "¿Que criaturas habrán llegado después de la muerte Glaurung?". 

Parece que por fin esta todo listo y comienzan las despedidas. Nos desean suerte, con miradas tristes y sin esperanza apenas, el temor por nuestro fracaso es evidente pues el destino de la tierra ahora esta en nuestras manos. Subo a la embarcación y me acomodo junto a mis enseres, mientras escucho cantar, quizá por última vez al pueblo de Cirdan — ¿Cómo podríamos evitar la Planicie Guardada?, Saelh, si es cierto lo que cuentan los exploradores, nuestra misión acabará antes si quiera de penetrar en Nargothrond, si Gathdog da con nosotros me temo que todo habrá llegado a su fin — digo con preocupación, mientras siento como la embarcación comienza a desplazarse sobre las aguas.

- Entonces, Maese Ehödil, tendremos que evitar que den con nosotros. - dijo, mirando hacia el mar, pensativo. Parecía que no iba a añadir nada más, pero finalmente miró al eldar - Toda Beleriand está en manos del Enemigo. No hay lugares seguros, ni regiones no vigiladas. Quizá Ossiriand, y solo porque el Señor Oscuro desea primero extender su dominio sobre Beleriand antes de llevar sus ejércitos de inmundos yrch hasta los dominios de los laiquendi. - Negó con la cabeza. - Nuestra única opción es la discreción, guerrero de Doriath. Si entramos en combate en el camino a Nargothrond, probablemente solo será una vez.

Cuando llegó el amanecer, yo ya estaba preparado para partir.

-No se dirá que se retrasaron en partir por la culpa de un enano, ¡no señor!

Nos proporcionaron una embarcación para llegar a las Bocas del Sirion, un lugar pantanoso, pero que quizá fuera nuestro mejor sitio para desembarcar sin ser vistos. Ya teníamos más o menos definida una ruta a seguir. El humano Saelh conocía la zona y podría guiarnos hasta el Narog sin problemas, decía...

La mañana amanecía fría, con una densa niebla que ocultaba nuestro avance. A medida que la barca danzaba por encima de las olas hacia la costa, Saelh y Ehödil departían sobre algo. Yo estaba sumido en mis pensamientos. Los otros dos elfos también callaban. Cuando nos estábamos acercando empecé a pensar que tal vez no veríamos un nuevo amanecer...

Daebeg agradecía la niebla, y se concentraba en la música del mar sin poder evitarlo. Era demasiado para sus oídos todavía: los aromas, los sonidos, el movimiento. Permanecía aún como en un estado de estupefacción, ajeno a cómo el gris se iba transformando en plata por momentos.

Escuchó un ruido que rompía la armonía circundante. El naugrim, supuso. Pisaban en cualquier lugar como si bajo sus pies tuvieran roca. Tuvo la virtud de sacarle del encantamiento. Miró a la criatura entre disgustado y agradecido.

Todavía tardaremos un rato en desembarcar. Quiera el Vala que la niebla siga donde esta. ¿Cuál es tu historia, Karel?