Partida Rol por web

Victor acompaña a los jovenes hacía la casa y, tan pronto entra el último de ellos, cierra la puerta dejándolos dentro  con un, aparentemente amable- Voy a buscar al doctor.- y vuelve sobre sus pasos, evitando la mirada furiosa de Joe, entrando de nuevo al granero.

- Tiene una urgencia doctor- le dice Ducroit a Remiendo cogiéndolo de la bata y obligándole a entrar de nuevo en el granero, prácticamente arrastrándolo- pero no está aquí fuera, no tiene nada que ver con esos chicos. El peligro lo tiene usted y si no quiere coserse con sus propias manos el agujero que le voy a hacer en las rodillas debería empezar a contarme que cojones ha hecho con Gascon. Estaba mucho mejor que yo asi que no juegue conmigo.

Victor, haciendo gala de su profesionalidad, había conseguido lo que buscaba. Se había quedado sólo, cara a cara, con aquel deshecho de la medicina. Le había pedido explicaciones y las quería ya!

Lo último que el doctor hubiese querido en esos momentos. Quedarse a solas con el matón franchute.

Alfonso comienza a agitar frenéticamente las manos, mientras su frente se perla de sudor.
No, no, no. Su amigo estaba francamente mal. Tenía un disparo en la espalda, que no tenía porque haber sido mortal, si lo hubiese tratado en el momento del disparo. Pero cuando llegó aquí había perdido mucha sangre, era ya muy tarde. Se que está enfadado por la muerte de su amigo, y tiene que culpar a alguien… lo entiendo… pero la rabia le hace no ver las cosas tal como son.

Mire, ahorita mismo hay una mujer que necesita mi ayuda. ¿No sería mejor que discutiésemos esto mas tarde? Yo no pienso ir a ningún lado, y aquí seguiré después. Por favor, no quiero que mi intervención sea otra vez demasiado tarde.  Es un bebe lo que está en juego.- Como si a Remiendo le importase mucho...

- ¿Cómo van las cosas, tío? Muevo la conversación como si nos viéramos todos los días, aunque, más bien, es un par de veces al año.. Pero aunque las cosas cambian,, tampoco cambian tanto.

- Ya ves el estado en el que está ésta le digo mientras permanezco a su lado. - ¿Puedes echarle una mano, verdad?

O´hara ve como los chicos obedecen en parte. A punto está de abrir fuego contra el sobrino idiota, que no se ha enterado de que les quiere a todos dentro de la casa. Una teórica segunda bala para Víctor, que no ha entendido que sería el propio Joe quien conduciría a los chicos a la casa principal mientras él y el doctor ponían a buen recaudo el cuerpo inerte de la víctima.

Con el coche de Joe fuera de juego, las cosas se complicaban un poco, y habría que salir de esta en un coche destinado a ser eliminado.

Solo el olor a gasolina le recuerdan al bueno de Joe, que disparar ahora es una temeridad, así que opta por disparar otro tipo de armas:

- Joder Víctor, parece que sufres una trisomía del cromosoma 21. Tan listos que se creen los franceses y no entiendes una puta mierda. Vamos, tú, panchito - se dirige al sobrino del matasanos - entra en la casa. - Luego dirije sus órdenes hacia el granero. Sabe que el doctor debe andar muy cerca - Y tú también, Alfonso, vamos. Todos a la puta casa ya.

El grupo al completo entra al completo en la planta baja de la casa que hay al lado de la granja. Joe hace una seña a Victor y al doctor de que también vayan a la granja. Parece que ambos estaban hablando de algo y el doctor hace gestos como si quisiera decir que tiene que ir con la chica, salvarla la vida, luchar por la paz en la tierra, etc.
Todos caminan hacia la casa. La puerta se abre de un golpe y choca contra la pared rebotando. La situación es de extrema urgencia a pesar de lo que pueda parecer. Luisa ha dejado tras de si un rastro evidente de que ha roto aguas y acaba de tener un accidente de tráfico estando algo más allá que embarazado. Un simple vistazo desvela que hay incluso restos de sangre. La casa del doctor tiene dos puertas a los lados según entra el grupo al completo y unas escaleras justo delante.
Alguien debe decidir dónde nacerá el niño, si es que está vivo.

Joder, parece que es martes y 13. Menuda suerte!

Me cago en la leche... Tú, pringado - le dice al teórico novio de la preñada - coge a la morena en brazos y sigue al doctor. Alfonso, de vuelta al quirófano, si a tu mierda de cuarto del terror se le puede llamar quirófano. Yo iré con ellos.

Víctor, te quedas al mando aquí dentro. Cuida de estos desgraciados - finalice refiriéndose a los dos mejicanos que quedan. - Te vengo a buscar cuando estemos en disposición de irnos, que será en breve... Espero.

El tal Joe se muestra como el jefe, el que controla la situación. - ¿Qué pasa aquí? ¿Por qué mi tío parece tan asustado? Algo no huele bien en todo esto. Parece algo más serio que el típico encontronazo de bandas en la calle

Me muevo con calma, para no asustar al extranjero - Le tiembla el dedo sobre el gatillo la situación puede empeorar, sin duda, como empiecen a escupir balas.. Miro como los demás se van hacia el "quirófano", del cual recuerdo, de la última vez que estuve, que el apelativo de quirófano era algo más que generoso.

El doctor Alfonso comenzaba a estar un poco arto de que lo estuviesen mandando de un sitio a otro. Primero al granero, luego a la casa, después de nuevo al granero… Esos dos matones estaban “alegrándole” el día. Malditos pendejos! Ahí se maten entre ellos.

Pero al menos ahora ya no estaba a solas con Victor. El doctor estaba seguro que la intervención de Joe no había hecho ninguna gracia a Victor.

Así que el doctor se dirige de nuevo hacia el granero, para intervenir a la muchacha. Por el camino no puede evitar desviar la mirada un par de veces hacia los pechos de aquella joven.

Jose no dice nada, solo mantiene la vista al frente, los labios fruncidos y la mano de Luisa entre la suya a la vez que la transporta en volandas, arrastrando su pierna lesionada con su habitual cojera. El matón se merece una bala en el culo, o dos, pero mientras la vida de Luisa y de su hijo estén en peligro el enorme hispano parece bastante predispuesto a colaborar y a hacer lo que le digan.

Victor y Joe O´Hara... no tiene sentido dejar que el médico nos atienda si luego nos van a matar, así que si colaboramos no moriremos. Pero juro que algun día os voy a chingar de lo lindo, por mi madre que esta en el cielo, lo juro.

Andy temblaba y sangraba, mucho más aterrado que dolorido por el accidente, y mucho más asustado por el secuestro que estaba sufriendo - aunque fuera detestable admitirlo - que por la salud de su sobrino. 

En otro momento, el chico se odiaría por ese egoismo. De hecho, si sobrevivía a aquel día, en otro momento el chico se odiará por sus pensamientos y sentimientos, pero ahora solo veía armas. Armas cargadas que apuntaban cerca de él, y cada vez que el agujero negro del cañón se hacía visible y la pistola le apuntaba de hecho a él, Andy sentía una presión en el pecho. Sabía que la vida en la calle incluía las armas, incluso había oido tiros muy cerca varias veces, pero nunca había tenido una pistola apuntándole. Cuando un arma te encañonaba, te robaba toda certeza sobre tu propia vida. Al menos eso le pasaba al chaval. La muerte podía llegar en un instante, sin que te enteraras; podías estar sano y feliz en un momento para yacer difunto dos segundos después. Esa era la peor duda posible, y un miedo que distaba mucho de ser soportable por el poco aguerrido muchacho hispano.

Sin abrir la boca, beneficiándose de no ser digno de mucha consideración para aquellos matones, Andy abrazaba su mochila blanca como si los libros que previsiblemente contendría fueran a serle de ayuda. Como si la tela y el papel pudieran parar una bala dirigida a su pecho, igual que lo haría un chaleco antibalas.