Partida Rol por web

El grupo reemprendió de nuevo la marcha, acompañados esta vez de una nueva integrante: Constanza Latchke. La inquietante anciana había conseguido ganarse por ahora la aceptación del grupo tras las revelaciones sobre Richard, su antiguo y supuesto patrón, el Conde de Versex, y su breve relato sobre los sucesos acontecidos en la isla y el sanatorio. ¿Cuánto más duraría?

Holloc encabezó la exploración, seguido de cerca por Mequetrefe y Theo. Richard ayudaba a Constanza a moverse con algo más de premura, mientras que Aura cerraba la marcha. El guerrero abrió la puerta y salió de nuevo al pasillo. O lo que alguna vez había sido un corredor que comunicaba todo el ala oeste del edificio, pues ahora estaba hundido y colapsado por escombros tanto a la derecha como a la izquierda, haciendo prácticamente imposible continuar hacia al norte. La estructura del techo todavía se mantenía estable, aunque de vez en cuando cae arenilla con restos de yeso y argamasa.

Sólo hay un camino posible: otra puerta frente a la de la sala donde ahora se encuentran, atravesando los escombros del pasillo. El guerrero no se demora y avanza con cuidado. Trata de abrir la nueva puerta pero ésta se le resiste, está atascada por los escombros del suelo. Holloc vuelve a tirar de ella, esta vez con más fuerza, y consigue abrirla en un segundo intento.

Sólo él consigue ver lo que aguarda en la nueva habitación, mientras el resto del grupo le observa desde la sala de los cadáveres.

Mientras Holloc está ocupado tratando de abrir la puerta,  reparas en que, hundido entre los escombros, se distingue claramente el cadáver de un ordenanza, tendido sobre su vientre a apenas unos diez pies del guerrero. Durante un instante, parece que la mano del cuerpo se ha movido. Pero al volver tu atención sobre el cuerpo, no se mueve ni un ápice. ¿Habrán sido los nervios?

Mientras Holloc está ocupado tratando de abrir la puerta,  reparas en que, hundido entre los escombros, se distingue claramente el cadáver de un ordenanza, tendido sobre su vientre a apenas unos diez pies del guerrero. Durante un instante, parece que la mano del cuerpo se ha movido. Pero al volver tu atención sobre el cuerpo, no se mueve ni un ápice. ¿Habrán sido los nervios?

Mientras Holloc está ocupado tratando de abrir la puerta,  reparas en que, hundido entre los escombros, se distingue claramente el cadáver de un ordenanza, tendido sobre su vientre a apenas unos diez pies del guerrero. Durante un instante, parece que la mano del cuerpo se ha movido. Pero al volver tu atención sobre el cuerpo, no se mueve ni un ápice. ¿Habrán sido los nervios?

Tras el umbral aguarda a Holloc una inquietante escena. Un entramado de tuberías discurre por todo el techo de la instalación, desapareciendo en una habitación mucho más grande repleta de mesas, cubos, y grandes pilas. Se trata de la lavandería del edificio, y las tuberías deben de ser los conductos que llevan el calor desde la sala de calderas. El desorden reinante en esta sala revela que ha habido alguna clase de trifulca o confrontación, con un montón de piezas de mobiliario destruidas por los suelos.

Pero eso no es lo más perturbador de la escena. Al fondo de la sala, encadenados a un conjunto de tuberías y a un gran tanque de metal hay tres figuras. La primera parece estar musitando algo para si mismo, aunque sus murmullos apenas son audibles para Holloc. La segunda yace inerte sobre el suelo. Y la tercera… tiene la cabeza hundida sobre las piernas de la segunda, desgarrando y removiendo con sus manos machadas de sangre lo que parece carne humana... ¿Se está alimentando acaso de la segunda persona?

Holloc dejó de respirar de golpe. Tragó saliva y se quedó perplejo durante unos segundos. Pocos, muy pocos, sólo los suficientes cómo para darse de que lo que había tras la puerta era malo, muy malo.

El guerrero no es que fuera un cobarde, de hecho entre quienes le conocían, se decía que era un hombre valiente. ¿Realmente lo decían o acababa de inventarselo? No lo sabía y si lo sabía no lo recordaba, como la mayoría de cosas.

Valiente o no, su instinto le sugirió que cerrara muy lentamente la puerta y eso hizo. Por suerte, ese necrófago parecía no haberle visto. Estaba demasiado ocupado dándose un festín. Holloc se giró hacia el resto blanco como la nieve.

— En... en... en la sala...— Dijo con la voz temblorosa. — Parece que... tres muertos o quizás dos. En... enca... encedenados. Un necrofago se los... los... está, eh... ¡Comiendo!

En cuánto Holloc dijo la palabra "necrófago" su mente buceó para extraer todo lo que sabía de ellos mientras ya echaba manos de su látigo y decía con la tensión impregnando su voz -tened mucho cuidado. El mordisco de un necrófago puede paralizar a sus víctimas y también infectar con "fiebre del ghoul". Mantened distancia y tumbadle en el suelo si solo es uno y todo irá bien.

El látigo resonó con un chasquido reconfortante, por una vez su mente parecía haberle dado lo que necesitaba para no sucumbir ante el miedo ciego de la ignorancia. Además demostrar fortaleza ayudaba a fingir que uno mismo la sentía y Richard era experto en fingir.

Mejor no decirles que les encanta devorar vivas a sus víctimas paralizadas, o que existen numerosas variantes de ghoul mas peligrosas.

Constanza es mejor si retrocedes hasta que hayamos lidiado con él- terminó por decir a la anciana cercana mientras se preparaba a otro encuentro en este lugar maldito.

No. No, debía de estar imag-

MUERTOS VIVIENTES

El ¿académico? se estremeció, poniendo una mano sobre el hombro del guerrero.

-H-holloc -dijo, tratando de no levantar la voz- Ese... ese cadáver de ahí, se ha movido. Quizá sea uno de ellos. Apartémonos.

Buscó cualquier otra salida recorriendo por todos lados de forma rápida, frenética, con la mirada. Sólo paredes y más paredes, no había ninguna otra salida que no fuera entrar allí donde había un muerto viviente, un devorador de cadáveres, que estaba... devorando cadáveres. Quizá eso quisiera decir que estaban a salvo, pero no tenía ninguna prisa en ver si sería un encuentro civilizado o el "hombre" quisiera incrementar su fresquera con ellos.

-Está... ¿está el ghoul encadenado también? ¿Podemos pasar sin tener que cruzarnos con él?
 

Mequetrefe miró a sus compañeros con los ojos abiertos de par en par.

- Creo que he visto a uno de los cuerpos moverse. En este lugar no puedo saber si es cierto, si es sólo mi imaginación, si es algo bueno o es algo malo. Sin embargo, si efectivamente ese cuerpo se ha movido y es uno de los enfermeros de este recinto... tenemos que ayudarlo, sí señor. Si lo dejamos ahí morirá engullido por ese horrible necrófago.

Constanza no pregunta y retrocede obediente hasta el fondo de la habitación, dejando que el grupo se haga cargo de la situación. Asimismo, Holloc da un paso hacia atrás, dejando la puerta entre abierta. No parece que el necrófago se haya dado cuenta de su presencia, pero el hombre encadenado sí que le ha visto. Parece musitar algo mirando al guerrero, pero Holloc no consigue escucharle. Bastante tiene ya con las advertencias de sus compañeros sobre el cadáver que yace a tan sólo unos pies de él.

Richard saca el látigo y se abre paso, quedando detrás del hechicero, del semielfo y su extraña criatura. Aura permanece alerta, sin quitarle el ojo de encima a Constanza.

Y la sección del pasillo donde se encuentran se queda en silencio. No hay ningún otro movimiento, y la puerta, ahora entornada, impide al grupo divisar con claridad lo que hay al otro lado. Parece que tienen un momento de respiro… ¿pero durante cuánto tiempo?

En un momento como aquel era cuando Holloc más echaba en falta algún tipo de arma a distancia. Desde aquella posición, aunque el blanco no era fácil, podía dispararle una saeta a aquella bestia comedora de carne humana. No le gustaba la idea de exponerse a una mordedura de aquel ser. No si no era estrictamente necesario. La idea de quedar paralizado o contagiado con la fiebre del ghoul. 

No obstante, estaba ese hombre... Pedía ayuda a marchas forzadas. Ser devorado en vida tenía que ser una de las peores muertes que a Holloc podían ocurrírsele. Fuera como fuera tenía que actuar cuanto antes. Además, aquel hombre podía tener valiosa información para ellos. Puede que se tratara de un trabajador de aquel sanatorio y tuviera la clave que les sacara de allí. La tuviera o no, se trataba de un acto de compasión. Tenían que ayudarle.

- No tengo ningún arma a distancia... - Les dijo en un susurro al resto. - Propongo, que los que tengáis posibilidad de disparar desde esta posición, lo hagáis. Así aprovecharemos mejor el que no nos haya oído llegar. Luego cargaré contra él si sigue vivo. ¿De acuerdo?

Aura siguió a Constanza con la mirada mientras se alejaba. La mujer también había creido ver al otro cadáver moverse como varios de sus compañeros pero no podían lidiar con todo a la vez. Así que de momento comenzarían con las certezas y después de las dudas.

—Calmáos—dijo con ese tono imperativo—. Yo también creo que el cadáver se ha movido, pero cualquier ruido que hagamos alertará al necrófago así que lo mejor es que primero nos encarguemos de él.

La Sierva de Irori se descolgó la ballesta y la tomó con sus manos.

—El plan de Holloc es bueno, así que los que podáis preparáos para una salva inicial. Los que no podáis atacar a distancia necesitaré que hagáis dos cosas. Lo primero vigilar a ese cadáver. Lo segundo es un plan un poco más elaborado. En cuanto disparemos y si no ha caído, volveremos corriendo aquí y cerraremos la puerta. Eso me dará tiempo suficiente para inscribir una runa de fuego en el suelo para dañarla nuevamente cuando cruce el umbral. Y cuando el necrófago haya caído veremos que pasa con ese cadáver. ¿Estáis de acuerdo?

Mequetrefe miró a su gran amigo Holloc y sacó la pequeña ballesta ligera que le colgaba del cinto.

- Ey amigo -le susurró mientras le tendía el arma- si quieres te puedo prestar mi ballesta. Sin duda es muy pequeña para que la uses con eficacia pero probablemente aún así la utilazarás mejor que yo. Además... yo tengo otros truquitos que me pueden servir contra esta criatura.

Acto seguido se preparó para usar su magia contra la criatura.

Asintió, pálido, mientras mantenía la vista pegada en el lugar donde el devorador de muertos se encontraba. No recordaba haber usado una ballesta en su vida, pero al menos conocía la teoría, y seguía siendo mejor que no tener nada. Practicó con ella apuntando hacia donde vendría el antiguo ser humano.

-...cuando digáis...

Dirigió una mirada nerviosa al resto, que parecían mucho más seguros a la hora del combate que él. A diferencia del Regalo que había llamado, aquello no se sentía cómodo o familiar en absoluto: si tuviera que apostar, diría que nunca había estado acostumbrado a situaciones como aquellas, vacío del aplomo (¿o costumbre?) que sus compañeros sí parecían tener.

Holloc escuchó atentamente a Mequetrefe. Él tenía otro tipo de "trucos" preparados para aquella sabandija devora carne. El guerrero no dijo nada, no quería que la bestia no muerta les escuchara, pero tomó la ballesta a la vez que asentía con la cabeza. Era bastante pequeña. Igual no le hacía demasiado daño, pero era mejor que nada. 

Holloc dejó los dos estoques en el suelo y se agachó junto a ellos. En el momento en que disparase soltaría la ballesta y se haría con sus armas cuerpo a cuerpo dispuesto a cargar contra la bestia si era necesario y no la habían destruido entre todos desde la distancia. El guerrero agarró la ballesta, apuntó hacia el ser al que pretendía destruir y disparó sin pensárselo demasiado.

El resto de sus compañeros estaban preparados para hacer lo mismo, así que era el momento de actuar. No podían hacer un debate sobre aquello. La táctica que Aura había sugerido era buena y no era para nada complicada de lleva a cabo. Si la seguían al pie de la letra, acabarían con la amenaza casi sin despeinarse.

Richard había pensado que el necrófago estaba cerca pero resulta que habían tenido suerte, le encantaba tener suerte. O eso pensaba mientras extraía el arco y una flecha extrayendo la suerte para poder acertar.

En esos momentos el miedo se desvanecía, al igual que cualquier otra sensación que no fuese la de la tensión de la cuerda y la mirada puesta en su objetivo. Aún así escuchó el chasquido de la pequeña ballesta de Holloc y el también dejó libre su flecha mientras ya su mano acudía al carcaj para sacar otra.

El grupo se pone en movimiento siguiendo el plan de Aura. Mequetrefe, Holloc y Richard se concentran junto a la puerta, dispuestos a entrar en acción, mientras que Aura, Constanza y Theo cubren la retaguardia. El hechicero es quien toma la iniciativa, intercambia una mirada con su buen amigo Holloc para que le abra la puerta y canaliza un rayo de energía positiva contra el ghoul que se encuentra encadenado en la arcaica sala de secado. Chispas de energía mágica chisporrotean de sus dedos e impactan de lleno en la criatura.

El ghoul se remueve, confuso, y ve enseguida dónde se encuentra la amenaza. Trata de cargar contra el mediano, pero la cadena que tiene al cuello le impide alejarse más de un par de pies de la pared.

Enseguida el hechicero da un paso atrás, y Richard y Holloc lanzan la primera descarga. La flecha de Richard alcanza al engendro en el torso, la de Holloc, algo más desencaminada, perfora su raquítico brazo. El hombre encadenado en la pared, por su parte, se agacha viendo la que se avecina y comienza a musitar algo.

Pero algo falla en el plan. ¿Quién va a cerrar la puerta después de semejante salva de disparos?

La puerta se queda abierta. Y todos pueden ver cómo el ghoul yace inerte junto a los pies de otro cadáver encadenado a la pared. Sólo queda un hombre con vida, que ahora les contempla con una expresión alelada.

Al otro lado de la puerta, el grupo puede ver una sala repleta de conductos por el techo de la instalación, desapareciendo en una habitación mucho más grande repleta de mesas, cubos, y grandes pilas. Los conductos deben de estar vinculados a la caldera del sótano dónde despertaron. Hay varias mesas repartidas por toda la estancia, y algunas de ellas están volcadas, como si hubiera habido alguna clase de trifulca, así como varias cuerdas que surcan el techo entre las tuberías. Debe de tratarse de la antigua lavandería del sanatorio.