Partida Rol por web

Turno 504

La tormenta arreciaba por momentos y los vientos helados que bajaban del Norte amenazaban con enterrarnos en una ventisca de hielo.

Me asomé nuevamente a la bifurcacion, cojeando y chapoteando sonoramente cada vez que mis botas se enfangaban en el frio barro invernal. Miré a un lado, luego al otro, y solté un bufido de rabia desesperada. Brrrrr!!

Ambos ramales parecían identicos, hierbas, raices, lodo...no habia manera de discernir por donde discurria la senda principal.

Tiré de mi capucha hacia abajo para resguardarme del frio y me giré hacia mis compañeros.

Debemos refugiarnos!! grité bajo la lluvia...continuar bajo esta ventisca es una locura!! solo nos llevará a la ruina!!

Esperé unos instantes la reacción del resto y al no recibir respuesta, tomé las riendas de Dali y me interné en la floresta a través de un pequeno corredor donde el bosque resultaba menos denso.
Tuve que andar algunos metros antes de encontrar un lugar apropiado para establecer el campamento, pero finalmente lo encontré.
Alineadas sobre un suave desnivel del terreno, dos grandes hayas centenarias se cerraban la una sobre la otra entrelazando sus ramas que conformaban una densa techumbre de madera.

Sus troncos eran gruesos y sus cortezas de un gris ceniciento, mostraban un relejo blanquecino, impoluto, que tan solo se rompía alli donde la superficie inmaculada presentaba unos profundos surcos con forma de aguja que se arrugaban hacia adentro confiriendole un color más oscuro, en alguna de aquellas hendeduras podría esconderse el cuerpo de un enano.

Bajo la sombra de aquellos arboles, la tormenta parecía remitir un tanto y un sonoro repicar de lluvia descendia desde las copas altas del bosque dando lugar a una melodia triste y cansada.

En el espacio que rodeaba la base la lluvia se filtraba lenta y vaporosa y la diferencia de temperatura provocaba que el espeso manto de follaje y los troncos transpirasen emanando una suerte de neblina fantasmal.

Sin perder un instante, empecé a desmontar los aperos y pedí ayuda a kolli para montar la tienda.
Apoyamos la base en uno de los troncos y aseguramos el techo con un par de escarpias.

Usando un par de largueros, proyectamos la techumbre hasta el tronco de la segunda haya, aprovechando la proximidad de ambos. Usamos el resto de escarpias para sujetar los largueros y los aseguramos con cuerda.

Una vez conformada la base, la cubrimos de ramas mas pequenas y usamos las lonas como aislante.

Al terminar retrocedí unos cuantos pasos y admiré nuestra obra desde la distancia....no era ningún prodigio de la ingenieria, pero debería bastar para refugiarnos de la ventisca.

Tras guardar mis cosas, amarramos a las bestias bajo el amparo de la construccion y desplegamos nuestros sacos al cubierto de la tormenta. Los animales agradecerían el parapeto de la lluvia y nosotros agradeceriamos el calor que pudieran aportarnos.

Mientras los demás se encargaban del fuego y del resto de preparativos, me arrebuje en mi capa y eché una manta por encima para espantar el frió. Los enanos nos jactábamos de soportar con entereza las temperaturas extremas, pero no eramos tan estúpidos como para alardear de ello sin motivo.

Turno 504

Escuché a Erik mientras hablaba, toda vez que se acercó, mientras la pertinaz luvia chapoteaba sobre nuestra capa, aunque poco conseguíamos evitar que la condenada humedad penetrara en nuestras armaduras, provocando una sensación de cansancio que, aunque no lo quisiese reconocer, estaba haciendo presa en mi. Apenas llevabamos dos horas de camino aquel dia, y hubiera jurado por la Luz Sagrada de Aman que llevabamos las doce horas... Endurecí el gesto, frunciendo el ceño incluso mas allá de lo posible, mientras el enano hablaba. De nuevo me costaba encontrar las palabras, recordandome que aquello no era lo mio, pero, casualidad o no, fue Chakka el que contestó, dando sonido a los pensamientos que cruzaban mi mente. Cuando acabó, ambos me miraron, esperando un veredicto que no quería dar, pero, en el medio mes que habíamos compartido en el camino, se había creado ya un vínculo que, aunque aun de modo somero, insuflaba algo de energía a mi en general exiguo modo de afrontar una discusión:

- Erik, Chakka tiene razón: es una mala idea separarnos. Si tan peligroso es el bosque, el hecho de separarnos hará que ninguno de nosotros llegue a Tir Anduin. Además, elegimos este camino, no por mas rápido, si no por mas seguro. Erramos?? Puede ser, pero no estoy dispuesto a cometer locuras para acelerar el paso, o si lo hago, será para bajar ese condenado río en barca, no para arriesgar la vida de todos separandonos...

Tras mirar a ambos de forma intensa, naugrim  y bosquimano, durante un par de segundos, me giré, dispuesto a buscar los signos que nos permitieran saber qué camino era el correcto...

... Nada, poco tiempo despues, hubimos de desistir.

Turno 504

Tras intercambiar opiniones con Temudyin y Erik, nos afanamos en buscar pistas, algo, que nos permitiese localizar el verdadero camino, y no una pista forestal que acabara muriendo saben los Valar cuantos kilometros mas adelante... Mientras, Kolli, Haelembor, y el malogrado Freagulf, esperaban estoicos, arrebujados en sus capas, a que acabaramos de peinar la bifurcación, aunque Kolli enseguida expresó su opinión al respecto, la cual no difería demasiado de la mía propia:

- No te preocupes, maestro herrero, si no estamos seguros de que continuar la senda es seguro, tanto para no perdernos, como para no resultar heridos, nosotros o las monturas, pararemos!!, sentencié, arriesgandome a levantar la voz, para tratar de hacerme oir por encima de ulular del temporal, que, por momentos, en nada desentonaba entre aquellos habituales en Forochel.

No hubo de pasar mucho tiempo mas para que nos diesemos cuenta de que no había posibilidad de confirmar nada, así que, haciendo un gesto a Chakka para que volviera, pues se había adelantado unos metros por una de las bifurcaciones adelante, volvimos los tres junto al resto:

- Nada, con este temporal es imposible continuar ni un solo paso mas. Solo resta buscar refugio, como dice Erik, así que, te seguimos, naugrim!! Esperemos que encuentres algo en lo que poder refugiarnos!!

Varios pasos por detrás del guerrero enano, que anadeaba con aquella pierna ligeramente deformada, guié a mi montura tras Dalí, la mula. Zanahoria bufaba sonoramente tras cada descarga del martillo de Mahal sobre el yunque sobre el que creo a los enanos, pero traté de calmarla, hablándola bajo en mi idioma ancestral, mientras palmeaba su cuello.

Erik encontró un par de viejas hayas sobre las que construir el refugio, y enseguida empezó a comentar los pasos con los que pretendía crear el habitáculo en el que refugiarnos. Dejando mi martillo en su funda, agarré mi cuchillo. Lo usaba para despellejar las piezas que frecuentemente me veia obligado a cazar en el bosque, y me dispuse a ayudarle, cortando y tallando las ramas que ibamos recogiendo, mientras le iba pasando aquellas que iba necesitando en construccion de la urdimbre que formaría el armazón del refugio.

- Chakka, Haelembor, recoged cuanta madera podais, y colocarla en un lugar donde no le de la lluvia, dije, señalando una parte ya acabada del chamizo, necesitaremos que algo de esta madera esté mas o menos seca cuando encendamos el fuego..., continué, evitando usar el condicional, pues la moral durante el día de hoy había decaido en la medida en que arreciaba la tormenta, que, poco a poco, había ido tornandose en cellisca. Kolli, tu pericia con el hierro nos será necesaria, porque algunas de las estructuras necesitaran de abrazadera, o clavos. Llevas algo de eso...??, le pregunté al otro naugrim, enarcando una ceja.

Cuando nos separamos del refugio, para evaluarlo, no pude menos que palmear el hombro del enano:

- Buen trabajo..., le dije, antes de sacudirme las manos, y decir: - Creo que, ya con una zona en la que no nos castigue el aguanive y el viento, ha llegado el momento de tratar de encender el fuego. Si nadie tiene instrucción alguna en ese menester, creo que trataré de hacerlo yo, no se me da mal..., acabé, paseando la mirada por mis compañeros. No trataba de ser protagonista, simplemente, ser práctico, y esa era una cualidad que me había permitido manejarme en la floresta, solo, en multitud de veces. Esperé, pacientemente, a que mis compañeros contestaran, dispuesto a usar la yesca y el pedernal hasta que el fuego de la fragua de Mahal nos permitiese calentarnos en aquel condenado día de invierno. Condenado, incluso para mi.

Turno 504

Bajo una intensa lluvia, los intentos por averiguar que camino era el que debían seguir fueron totalmente infructuosos y al final se decidieron por buscar un refugio y esperar a que aquel temporal que parecía la mismísima ira de los dioses cayendo sobre el bosque, terminase o por lo menos amainase su fuerza. El viento lanzaba con ira enormes gotas que se estrellaban contra las capas de los viajeros y que irremediablemente iban calándose dejando pasar la humedad. El frío invernal conseguía congelar las gotas más pequeñas convirtiéndolas en copos que parecían volar en vez de caer, empujadas por las fuertes ráfagas de aire. Todo unido al cansancio que notaba el bosquimano desde hacia ya unos días, hacía imposible que se centrase en conseguir alguna pista sobre lo que buscaban en los caminos.

Cabizbajo asintió al umli, dándole la razón a él y a Erik. Esperó a que los demás les siguieran para cerrar el grupo e intentar ocultar las huellas que habían dejado en el camino. Una tarea ardua y difícil debido a lo claras que estas eran por el barro y lodo que se formaba. Después se volvió a reunir con el grupo cuando estos estaban ya montando una especie de techumbre para resguardarse. Ayudó como pudo e incluso dio algunos consejos. - Intentamos que el techo no este plano, mejor que sea algo inclinado para que el agua no se acumule encima. 

Luego acató la orden de Tülak. - Aprovecharé para dar una batida mientras recogemos leña. Creo que sería bueno no separarnos. ¿Vienes Haelembor? - Y junto al gigante de las verduras se dispuso a recorrer el entorno del campamento.

Turno 504 /2 (Solo Haelembor y Chaka)

Temudyin y Haelembor desde la batalla del claro habían tenido bastante más contacto. Gracias a los constantes cuidados del animista, el bosquimano se había recuperado con mayor prontitud de lo que estaba acostumbrado. Su herida era importante y pocas veces, exceptuando la perdida de su ojo, había sufrido una tan grave. Normalmente no se las había curado como el beornida había hecho y aprovechando la búsqueda de leña y la batida, quiso entablar conversación con su compañero.

- Muchas gracias por tus cuidados, amigo. Te lo he agradecido anteriormente, pero creo que nunca está de más. - Le dijo en tono alto para sobreponerse al sonido de la incesante y fuerte lluvia. - Está claro el porqué estas en esta empresa. Seguramente si no fuese por ti, Freagulf y yo ya nos hubiésemos quedado en el camino. - Después de un rato recogiendo leña, Chaka se decidió a preguntar lo que llevaba dando vueltas desde la batalla del claro. - Haelembor, también tengo una pregunta que hacerte. Quizás no quieras contestarme. Si es así entenderé tu postura y no preguntaré más. En el claro, después de la lucha con los orientales, cuando apareciste y te preguntamos si te habías topado con algún oriental, respondiste que con un par. - Se quedó pensativo un momento pues no sabía como exponer la pregunta y decidió soltarlo lo mejor que pudo. - ¿Es cierto eso? ¿Te enfrentaste con dos de esos perros? - Según lo dijo, se dio cuenta que quizás el animista se pudiera sentir ofendido por llamarle mentiroso. - Perdón, no creas que te llamo mentiroso pero supuestamente, por lo menos por tu forma de ser más calmada, no eres un hombre dado a la lucha y que te deshicieras de dos sagath, cambiaría mucho esa impresión que tengo de ti.

Turno 504

Kolli recibió agradecido las noticias de que buscarían refugio en medio de aquella tempestad. El herrero era paciente como le había enseñado su profesión, y odiaba arriesgar para depender de la fortuna caprichosa de los hados.

Siguió a sus compañeros hasta el lugar donde habían dispuesto montar refugio, contento de que por una vez sus manos sirvieran para algo útil en aquel viaje.

Mientras Erik iba descargando el poco material que tenían, Tulak se dirigió hacia él. Sin poder evitar que una sonrisa aflorase en su rostro, apenas visible entre aquella lluvia y la maraña incontrolable que era la otrora cuidada barba del enano, le contestó.- La tienda portará algún clavo, entre eso y las escarpias habrá suficiente. Y si no, clavos de madera. – Responde confiado.

Ante la petición de ayuda del otro enano, Kolli vuelve sus pasos hacia donde Erik estaba desplegando la tienda. Rascándose la cabeza, comenta a su compañero. – ¡Ese maldito mariscal nos ha dado una tienda para la noche de bodas de dos enamorados! ¿Cómo se supone que vamos a entrar seis personas en semejante trapo? – Brama indignado.

Sin tiempo que perder empieza a pedir ayuda y organizar a los compañeros que se han quedado para construir el refugio. Incluso Freagulf podía ayudar limpiando las ramas que utilizarían como estructura.

El herrero les explicó su idea. Al fin y al cabo era como cuando un ejército está en marcha y tiene que improvisar la forja, sólo que más limitado de tiempo y materiales.

Utilizando ramas más largas y anchas, podían montar una estructura donde quedarían aprisionadas ramas de menor anchura. Cortadas transversalmente, la parte interior que debía estar seca se hincharía por la humedad, aumentando la presión entre las ramas y facilitando así la sujeción entre ellas. Kolli creía que los maestros artesanos seguían el mismo sistema para la construcción de barcas. Con unos clavos de la tienda, o de madera, y algo de cuerda, podrían construir una estructura resistente al viento.

Utilizando todo el barro que les rodeaba, podían usarlo de aislante para las paredes, protegiéndolos del frío y viento imperantes.

Con la tela de la tienda, podían completar el techo. Sería destrozarla como tienda, pero los materiales con los que estaba construida servirían de aislante mucho mejor que cubrir el techo con ramas.

Incluso si dejaban algo de porche, tendrían un espacio relativamente cubierto para poder encender fuego.

El herrero iba trabajando de aquí para allá, febril en sus acciones, contento de entretener sus manos en hacer un trabajo. Mientras iba animando a sus compañeros, corrigiendo o ayudando allí donde algún compañero tenía dudas, esperando que la estructura aguantase lo suficiente como para poder descansar merecidamente.

Turno 504

El beórnida se mantuvo estoico sujetado las riendas de todas las monturas de los exploradores, mientras éstos se adentraban por ambos caminos en busca de la senda a seguir. Erik perdía la paciencia por momentos y, al final, cuando quedó claro que no iban a ser capaces de distinguir por dónde debían avanzar, el enano se internó en la floresta en busca de un lugar adecuado para construir un refugio. 

El gigante de las verduras lo siguió, caminando taciturno, con una expresión de calma reflejado en su rostro. Cuando alcanzaron un lugar adecuado, se dedicó a dejar a los animales lo mejor resguardados posible mientras los demás comenzaban a construir el campamento. 

Entonces Tülak les pidió a él y al oriental que fueran a buscar leña seca, lo cual le pareció una gran idea para él, pero no tanto para Temudyin, no debería sobreesforzarse tanto aún. No obstante, al escuchar la determinación del mismo, asintió.

-Claro, vamos -le respondió con una sonrisa. 

Marchó entonces con él, dispuesto a recoger madera y a tratar de encontrar, de nuevo, alguna hierba, ya fuera curativa o comestible. Les quedaba poca comida, así que cuando volviera al claro, tenía decidido intentar autosustentarse las próximas veinticuatro horas, para dejar a sus compañeros todo lo posible*.

Turno 504 B

Mientras caminábamos por entre el follaje, el normalmente callado oriental se decidió a hablar conmigo. Parecía que me había cogido confianza con los cuidados que había recibido míos durante estos días, aquello me alegró. 

Cuando empezó a hablar, ya sabía perfectamente qué era lo que aquel hombre le iba a preguntar y se planteó hasta qué punto sabrían en su tierra natal acerca de los cambiantes. Al escuchar la disculpa de Chakka, sonrió con gesto bonachón.

-Tranquilo, no me ofende en absoluto -casi podría decirse que incluso rió con jovialidad, como si todo aquel asunto le resultara enormemente divertido-; dime, amigo mío, ¿sabes quiénes somos los Hijos de Beorn? Y digo más... ¿no te resulta ciertamente extraño, a ti, acostumbrado a los bosques, que un oso le bufe en la cara a Freagulf (presa, por cierto, bastante fácil), se dé media vuelta y se largue tras una presa que es mucho más difícil porque ha salido corriendo por el bosque? -sonrió, divertido, esperando a ver si el oriental sacaba sus propias conclusiones. 

Turno 504 /3 (Solo Haelembor y Chaka)

El bosquimano se quedó parado con un buen tronco cogido con la mano derecha, mientras que con el brazo izquierdo en jarra sujetaba un atado de ramas gordas. Su cara era medio de asombro y extrañeza. No entendía lo que quería decirle Haelembor. - ¿Hijos de Beorn? No, no me suena. Como puedes ver mis rasgos no son orientales. Según parece, pues hasta hace poco no lo supe, fui separado de mi madre y mi difunto hermano a muy temprana edad. He vivido con esos perros orientales como esclavo hasta que yo mismo me gané mi libertad. Como comprenderás, mis conocimientos más haya de mi tribu son muy escasos. No conozco a tu pueblo. - Dijo en tono suave. Luego siguió con el cometido de seguir recogiendo leña. - Y si, me pareció realmente curioso lo que hizo aquel oso. Pero según Kolli, podría ser un espíritu de los bosques, o eso estuvo gritando. Lo cierto es que de espíritus de bosques poco se. - Entonces según decía aquello se dio cuenta de un detalle. El gigante de las verduras no estaba allí y no recordaba que nadie le hubiese dicho con tanto detalle lo ocurrido en el claro. - ¿Como sabes que el oso hizo aquello? ¿¡Y como sabes que fue a por el maldito que consiguió huir!?

Turno 504 C

Escuchó el beórnida con atención a su compañero, sin interrumpir y con una amplia sonrisa. 

—Gracias por contármelo —dijo con total sinceridad—; no sabía nada de eso sobre tu vida. De hecho, eres sobre el que menos sé... 

Después, mientras recogía leña y cargaba un gran manojo de maderillas secas atadas sobre su espalda, se percató de la expresión de desconcierto de su compañero. La sonrisa se ensanchó, haciendo que salieran unos curiosos hoyuelos en sus mejillas. 

—Es difícil... —comenzó a narrar entonces, dispuesto a contarle a quien había demostrado ser digno de su confianza aquella confidencia—. Mucho. Y doloroso, por eso tardé tanto en volver. Al principio, supongo que por la urgencia de ayudaros. Con Freagulf en ese estado y un gigante de las verduras que odia la violencia, lo teníamos difícil... Pero no es fácil y se puede perder el control... —continuaba, casi como un autómata, mientras seguía recogiendo ramitas de forma automática—. Por eso me fui. Me interné en el bosque y el primer cambio, como digo, fue fácil. Pero cuando quise volver a ser yo... Eso me costó mucho más. Por eso debía estar lejos de vosotros... por si acaso. 

Su mirada se perdió en la espesura; en la floresta que los envolvía y que tanto lo confortaba, mientras se sentía abrazado por las ramas, raíces y lianas y arrullado por el canto de los pájaros y los susurros de los animales. 

—Es... raro. Sigo siendo yo, pero no lo soy, al mismo tiempo. Estoy ahí, puedo ver, escuchar y entender... Pero mis instintos... son... diferentes. Cuando cambio... aún soy yo, pero soy distinto. Otra cosa... Otro ser. 

En ese momento se detuvo, percatándose de que sus palabras estaban siendo demasiado crípticas. Entonces suspiró. Miró al oriental a los ojos, con una mirada clara, azul, cristalina y libre de maldad alguna. 

—No es algo que me guste ir contando por ahí... A ninguno nos gusta. No todo el mundo lo comprende. Otro nombre que los hombres nos dan a los Hijos de Béorn es "cambiantes". ¿Lo entiendes ahora?

RESOLUCION TURNO 504

Se habían detenido. Ya daba igual tratar de no mojarse, tras varias horas bajo la lluvia los ropajes habían absorbido tanta agua que se habían empapado hasta el interior. Las capas de lana pesaban más del doble ahora y al igual que la ropa, se adhería al cuerpo como los tentáculos de un pulpo sobre su presa. Un nuevo relámpago ilumino el cielo, muy poco después el sonido del trueno indicaba que la tormenta estaba muy cerca ya. El agua resbalaba por los rostros y entumecía las manos, estaba fría, cortante. Los minúsculos copos de nieve se deshacían rápidamente al contacto con el suelo, pero se comenzaba a acumular sobre los hombros de los viajeros. El viento era fuerte, la ventisca golpeaba con dureza.
Comprendieron que debían detenerse, o al menos a esa conclusión llegaron tras darse cuenta de que no tenían claro qué camino seguir. Erik, Temudyin y Tülak se habían adelantado, volvían hablando entre ellos para dar la noticia, no sabían qué camino tomar. Esto puso en marcha la maquinaria.

Tülak organizo a todos. Erik buscaría un lugar en el que construir un refugio. No se alejaron demasiado, en cuanto encontró un par de fuertes hayas que resultarían perfectas para la idea que tenía en mente. Erik, junto a Kolli y Tülak tratarían de construir un refugio que los protegiese de las inclemencias del tiempo. Entretanto, Chaka y Haelembor irían en busca de leña seca, si es que eso era posible con la que caída. Freagulf se incorporo y miraba mientras sus compañeros trabajan sin poder hacer nada más que sujetar y calmar a los caballos, algo asustados por la tormenta.

Los enanos y el umli estuvieron muy entretenidos, Tülak y Eirk comenzaron a cortar algunas ramas y arboles jóvenes, que crecían altos y finos, para usarlos como pértigas en la que sustentar lo que sería un tejado hecho de ramas. Pero Kolli, más hábil con los trabajos, enseguida tomo el mando de la construcción. Usaron una pértiga entre los dos árboles, haciendo hendiduras en estos y asegurándola con las escarpias que llevaban entre sus pertenencias. Estaba a una altura no demasiada alta, al fin y al cabo, sus constructores no eran los más altos del grupo.  Ya tenían una base por la que comenzar, una cumbrera en la que sustentar el tejado de su futuro refugio. Con la ayuda de algunas largas ramas más, crearon un entramado de riostras, puntales y alfardas. La idea del enano era  crear una techumbre a un agua, que encararía el lugar desde donde más pegaba el viento.  Con la ayuda de cuerdas, estacas improvisadas y destrozando la tienda, consiguieron crear esa cubierta con éxito. Por el otro lado amontonaron ramas, arbustos y barro para tratar de guarecerse lo máximo posible de la tempestad.

Llegaron el beornida y Temudyin, y ayudaron en aquello que les fueron indicando para rematar la construcción. Una vez hecha y mientras se daban los últimos retoques, el bosquimano se alejo para cubrir sus huellas. El barro las había dejado claras, pero el agua pronto cubrió las pisadas de agua y era casi imposible determinar si lo eran o se trataba de simples hoyos en el terreno. De todos modos uso sus manos para disimular el lugar por el que se adentraron en el bosque unos cuantos metros. Satisfecho con el resultado, volvió con sus compañeros. En su vuelta de reconocimiento, ardua y dura por el barro y la ventisca, no vieron nada significativo, ni pudieron encontrar nada que llevarse a la boca. Era mala época para los frutos silvestres. Quizás podrían haber buscado alguna raíz comestible o algún vegetal que pudiera cocinarse, pero la tormenta dificulto en demasía esa tarea. La madera que habían conseguido estaba toda bien mojada, pero seleccionaron algunas ramas de las que hacer troncos. Si conseguían hacer fuego usando los que recogían cada noche del fuego del campamento, quizás conseguirían que secasen lo suficiente para prender.

Más de dos horas los llevo fabricar el refugio. Kolli, cegado por sus ideas parecía querer fabricar un hogar en lugar de algo provisional, quería cerciorarse de que resistiera mientras duraba la tormenta. El resultado no estaba nada mal. Un techo que bajaba desde algo menos de los dos metros de altura abriéndose bastante hasta alcanzar el suelo. Había sido fijado con estacas y cuerdas de madera. El otro lado estaba algo expuesto, aunque trataron de taparlo con un murete de ramas y barro. Este último era demasiado blando y se desparramaba sin llegar a cumplir su cometido. Cubrieron la lona con helechos, hojas y finas ramas para tratar de protegerlo aun más del frio y que guardara el calor. El suelo, bajo la lona, se había cubierto de ramas y más hojas, creando una superficie relativamente aislada, todo estaba empapado y tardaría en secarse. Debajo había sitio suficiente para que los seis pudieran estar sentados, o tumbados, la altura no permitía estar en pie a muchos, pero al menos habían conseguido estar aislados del aguanieve.

Una vez a resguardo, las monturas no tenían cabida en el refugio, trataron sin éxito de encender un fuego que los calentara. No hubo manera de prender la chispa necesaria para hacer arder el tronco a medio quemar del dia  anterior, la humedad era dueña de todo.

El resto del dia paso, lentamente, mientras todos permanecían bajo el tejado improvisado. La noche fue llegando, y con ella, la tormenta amaino…

Había dejado de llover, era el momento d estirar las piernas, tratar mas detenidamente de encender un fuego, y sobre todo secar las ropas. El aire frio y el hecho de estar calados hasta los huesos, hicieron mella en algunos miembros del equipo. Temudyin y Haelembor comenzaron a sentirse un poco mal, su constitución no era tan fuerte como las de los recios enanos, o como la del Umli, acostumbrado al frio de las estepas allá en su hogar. Ambos comenzaron a sentir algún síntoma; algo de fiebre, no demasiada; dolor en las articulaciones, sobre todo en los brazos; y un malestar general, con dolores de garganta incluidos. Mas les valía cuidarse, tomar algo caliente y sobre todo recibir el calor del fuego si querían recuperarse antes de que fuese a peor.

Turno 505

El día transcurrió mohíno, entre toses y rezongues. Lo peor de todo era la maldita humedad, se calaba hasta los mismísimos huesos y hacia que las articulaciones se entumeciesen. La oscuridad, los goteos, el olor a hongos, me llevaron de vuelta a las "estancias oscuras" Faern-Dum. Durante años, aquellos días aciagos habían permanecido dormidos, escondidos en algún apartado rincón de mis pensamientos.
El miedo, la soledad y la desesperanza más absoluta que allí había experimentado eran parte de lo que era, la causa de mi solitaria existencia, pero también la razón de mi fuerza interior, aquella que me había abierto las puertas de la milicia y que me había proporcionado el emblema de los Pelarnuv, distintivo que exhibía con orgullo como reconocimiento al linaje de mi clan.

Por suerte, el herrero había dirigido eficientemente las labores de construcción del campamento y aunque no me agradó la idea de destrozar la tienda para elaborar aquel refugio temporal, hube de admitir que tanto el proceso como el resultado me produjeron un inesperado placer.

Mientras observaba al resto de mis camaradas, dí gracias a Mahal por las pruebas a las que nos había sometido...estaba claro que aquellos primeros años habían servido para algo más que granjearme cicatrices y fealdad. Y ahora era el momento de empezar a recoger los frutos que aquel sudor y sangre habían alimentado.
Los pies-largos empezaban a notar los estragos del tiempo y sus cuerpos blandos se desmoronaban con cada gota congelada que se filtraba entre sus ropas.

Los fútiles intentos del Umli por encender un fuego no dieron resultado y aunque nadie se quejó, el paso de las horas hizo palpable que esa era una tarea que no podría ser postergada por más tiempo.

De ese modo, yo mismo retomé mi tarea con el yesquero y tras reunir unas cuantas ramitas menos empapadas que el resto me puse manos a la obra.

Tras conseguir un pequeño fuego, todos nos reunimos en torno a él e intentamos secar nuestras ropas. Mientras entrabamos en calor abrí mi cantimplora y le dí un trago para a continuación ofrecérsela al que se sentaba a mi derecha.

Ten amigo...hoy nos has guiado bien, que Mahal conserve tu buen juicio.
Y tras esas breves palabras dirigidas al Umli, me dispuse a descansar unos minutos para afrontar mi guardia con garantías.

Turno 505

El invierno solía ser duro, muy duro, allá en mi tierra, en el norte, pero este dia de finales de Nénimë en nada desdeñó aquellos fríos, con la cólera de Manwë, incluso Ulmo, patente en cada minuto que pasaba, en cada rayo, en cada trueno, en cada envite del inclemente viento, que se clavaba como pequeños puñales, lanzando granizada a la cara a cualquiera que osara sacar la cabeza del refugio. Gracias a la pericia de Kolli, al empeño con que trabajó Erik, y a la resolución mostrada por el resto, al menos pudimos disfrutar de esa pequeña techumbre, y de esa barrera que nos protegía contra lo peor de la tormenta. Así mismo, guarecía a la poca madera semihumeda que pudimos localizar, junto a los troncos mojados que Haelembor y Chakka habían traido.

Pese a todos mis intentos por lograrlo, el fuego se me resistió, y antes de llegar la noche, los primeros síntomas del inclemente tiempo empezaron a hacerse ver en forma de toses, mocos, y malestar, en el gigante y el tuerto.

Una mirada cruzada con Erik aglutinó una conversación sin palabras, y ambos, nos levantamos despacio, desentumeciendo los músculos y articulaciones castigados por la creciente humedad invernal.

- Hemos de conseguir fuego, dije, secamente, aunque el naugrim había pensado exactamente lo mismo que yo y, sin mas, escurriendo mi barba, agarré, de nuevo, la yesca y el pedernal, dispuesto a lograr que la llama prendiese y, colocando la parte mas seca de yesca, y unas ramitas encima del tronco a medio quemar del dia anterior, coloqué mi sobretodo por encima de mi, pidiendo a mis compañeros que lo engancharan al entramado de ramas, procurando dejar fuera hasta el ultimo hálito de viento, y me dispuse a conseguir aquella flama que nos permitiese sobrellevar la noche sin que los afilados dientes de la enfermedad se hundiesen en nuestro alma, mientras oraba a aquel que solía venerar mi Pueblo, pero que yo cambié por Oromë: Malilic, o como era conocido en el sur, Aulë, o Mahal, para mis medio-hermanos.

Enseguida pude ver que Erik hacía lo propio, afanándose en lograr prender la llama, a buen seguro que, como tantas veces habría hecho en su tierra, en las montañas.

Mas tarde, en la cena, alrededor de aquel con el que mas pleitos tenía, por norma, pero que ahora bailaba al son de Malilic, dandonos la vida, agradecí el trago que me pasaba Erik. Durante el paso del día, mientras el repiquetear de las gotas contra la techumbre atronaba la espera, ateridos, había pensado en agradecer a todos su buen hacer, pero preferí no romper el silencio: - A menudo, las palabras ensombrecen los actos, y mas las mías: todos saben que han trabajado bien, y por fin, quizá gracias a haber tenido que jugarnos la vida juntos contra aquellos orientales "saggath", empezamos a actuar como equipo...

Las palabras del a menudo hosco enano provocaron una pequeña desazón en mi, que me hizo rascarme repetidamente un pómulo, mientras decía: - Sí..., bueno... gracias... Sabeis que no deseaba esa responsabilidad, continué, cogiendo confianza, sintiendome a gusto con esta nueva "familia" con la que me movía ahora, en la quietud del bosque al anocher, con los sonidos de los animalillos que, tras un atronador dia de tormenta, salían a aprovechar la luz menguante para hacer sus quehaceres. No obstante, he de decir que todos nos vamos adaptando, y, pese a mis reservas iniciales, me está costando menos de lo esperado asumirla, sobre todo gracias a la implicación de todos... Tras eso, fui mirando uno a uno a mis compañeros, asintiendo, mientras reconocía su valor. Un lacónico: - Gracias..., acabó mi intervención, seguida de un profundo trago al licor del enano.

Mientras los primeros se preparaban para acostarse y tratar de descansar, me fijé en los humanos, presa de la implacable garra de la enfermedad: - Si no hubiese sido por esta bendición en forma de fuego, hasta yo habría caído presa de la ira de Manwë...^*, pensé arrebujandome en mi capa.

- Antes del merecido descanso, dije, rompiendo de nuevo el silencio, Haelembor y Chakka no están para hacer guardias: os necesitamos descansados, pues mañana habremos de recuperar el tiempo perdido hoy por la tormenta, continué, mirando fijamente a ambos, en previsión de su posible queja, así que, variando la mirada a mis mediohermanos, sentencié: eso hace que las guardias recaigan hoy entre nosotros tres, pues Freagulf necesita también reposo: haremos una guardia cada uno de 4 horas. Para no romper vuestro descanso, haré yo la del medio...

Tras eso, y si nadie ponía objecciones, pretendía enrollarme en mi manta, en la zona menos humeda posible, cerca del fuego, y descansar, consciente del cansancio que, aquel día, probablemente el que menos habíamos avanzado, ironicamente, me había embargado. La guardia sería dura, solo, así que necesitaba estar despejado, aunque el ritual de colocarme armadura, grabas y brazales, y dejar preparado el yelmo y el escudo, a buen seguro ayudaban a despejarme lo suficiente, si el lavado de cara con agua fría no funcionaba.

Turno 505.

El enano estaba satisfecho. Una sonrisa se escondía detrás de su descuidada barba. El empecinado enano habría construido una fortaleza si sus compañeros no hubieran apostado por el sentido común, haciéndole entrar al fin en razón.

Alegre al tener techumbre en aquel temporal, no pudo evitar dar una sonora palmada en el hombro del umli cuando este hablo. - ¡Alegra ese ánimo amigo Tulak! – Irrumpe con su sonora voz. – Lo estamos haciendo bien pese a lo duro de mollera que somos ¡Ja! – Rió de nuevo.

Cuando Erik y Tulak se pusieron al fin con el fuego, el herrero trató de ayudarles también sin molestar su trabajo. Colocando su figura delante del viento podría hacer de parapeto para que sus compañeros pudieran llamar al precioso aliado que era aquel fuego.

Una chispa pareció despertar entre las hábiles manos de sus compañeros, y parecía que iban a poder sacar adelante el imprescindible fuego. - ¡Bravo! – Exclamó. – Esta vez me encargaré yo de hacer una infusión. – Añade resolutivo. Tras preguntar a Haelembor que hierbas podía utilizar, para Kolli todo eran rastrojos verdes comida de ganado, puso algo de agua en el cazo para acto seguido añadir una pizca de limaduras de buen acero enano. El secreto mejor guardado de la botica de la abuela Gyrdrson. El buen acero tanto vale para templar un buen arma o un buen cuerpo, solía decir.

RESOLUCION TURNO 505

La lluvia había cesado al poco de caer la noche. No habían conseguido prender un fuego, la madera mojada, el entumecimiento de los dedos y la humedad el ambiente, conseguían a cada intento que las lascas que prendían se apagasen casi de inmediato. El frio incipiente y las ropas húmedas comenzaron a hacer mella en los edain. Temudyin y Haelembor, notaban como sus huesos se resentían y poco a poco una sensación de agotamiento los invadía, necesitaban un buen fuego en el que calentarse.

Erik se propuso poner remedio a ese frio que calaba hasta los huesos. Los enanos aguantaban bien las temperaturas extremas, el umli, ademas, apenas sentía una pizca de ese frio. El enano juntó algo de la madera seca que llevaban, y saco su pedernal. Golpeo la piedra de silex contra el eslabón metálico una y otra vez, haciendo que las chispas que saltaban del pedernal al golpear el hierro de fundición, cayesen sobre la yesca seca que había colocado sobre una de las antorchas. El fuego apareció, la yesca ardió tras los soplidos del naugrim, pero no era suficiente, las astillas de madera no acaban de prender. Vertió un poco de aceite que había cogido de las alforjas y lo echó sobre la yesca aun humeante con la esperanza de que avivara el fuego. Algo fallaba, aquello ahogo el conato. Tülak le tomo el relevo, la idea de Erik era muy buena, pero le había fallado algo, y fue el verterlo demasiado cerca de la chispa hasta apagarla. El umli tomo el pedernal y el eslabón y, tras colocar una nueva yesca seca esta vez dejando algo de espacio entre ella y el aceite, logro encender un fuego. Comenzó suavemente, como si amenazase con apagarse al poco tiempo, pero el aceite prendió y con él la antorcha, y algo más tarde la madera que habían guardado del dia anterior. En unos minutos, el fuego estaba bien vivo. Colocaron algunos troncos pequeños rodeando la hoguera, para que fueran secándose. De ellos salía el vapor del agua evaporándose mientras silbaban y chisporroteaban las burbujas atrapadas  al expandirse, además del blanco y denso humo de los troncos húmedos, que se elevaba en una columna.

Avivando el fuego y con algunas ramas, colgaron a modo de pantalla las ropas, capas y mantas mojadas. No tardaron en secarse, además de hacer de parapeto para que el calor irradiase hacia el interior. El vaho escapaba de las telas con un baile hipnotizante, tanto como las lenguas de fuego que las acariciaban.

Cenaron mientras todo se secaba, en dos horas habían dado buena cuenta de la cena, organizado las guardias, degustado los licores de Erik y secado la ropa. Estaban listos para dormir. Esa noche, solo tres se turnarían en cuatro largas imaginarias.
Freagulf se había acomodado en la parte más baja del refugio, al fondo. Al fin y al cabo apenas se levantaba, pues su pierna le recordaba a cada instante lo peligroso que era enfrentarse a los enanos. A su lado, bien arropados y relativamente cerca del fuego, descansarían el tuerto y el beornida, que comenzaban a presentar síntomas de un ligero resfriado causado por el frio y la mojadura del camino. El resto se acurruco en los huecos que quedaban en el refugio. Si volvía a llover esa noche, o el dia siguiente, no podrían estar tumbados sin mojarse.

La noche paso relativamente tranquila, los ruidos de la noche jugaron alguna mala pasada, pero todo quedo en falsas alarmas, el viento movia todo con fiereza, pues aunque ya no llovia, y la ventisca habia amainado, el viento aun azotaba con ganas. El aire hacia silbar las oquedades de los arboles, hacia sonar y crujir las ramas, haciendo que miles de gotas de agua cayeran hasta el suelo. Aparte de eso, las guardias fueron aburridas e interminables, uno a uno se fueron dando el relevo para ocupar el sitio caliente que se dejaban unos a otros.

La mañana llego, el dia seguía amenazando exactamente lo mismo que el anterior, la humedad del ambiente, el frio y una espesa niebla que lo cubría todo.

Turno 506

La mañana nos recibió con una ligera tregua. El frió y la humedad seguían allí, pero la ventisca había amainado y ya no llovía.

Enseguida nos pusimos manos a la obra y tras un desayuno pasado por agua, empezamos a recoger el campamento y nos preparamos para reanudar la marcha.

Deberíamos echar un vistazo a la encrucijada de nuevo...tal vez la luz del Alba nos arroje algo de claridad y podamos retomar el camino. dije un poco para todos.

Tras recoger unos cuantos maderos secos, cubrirlos y cargarlos en la mula, yo mismo me acerqué al camino para intentar adivinar cual era la senda principal.

Mis botas se hundían ligeramente en la hojarasca salpicada de barro y el yelmo atronaba con un eco sordo cada vez que las gotas de las ramas altas repiqueteaban contra él.

Cuando alcancé la encrucijada de nuevo, el paisaje parecía completamente distinto...una espesa niebla lo cubría todo y aunque algunos de los elementos me resultaban reconocibles, todo se veía bajo un prisma diferente al de la noche anterior.

Tomé el camino de la izquierda, el que giraba pronunciadamente hacia el Oeste y avancé por el unos minutos con la esperanza de encontrar pronto una señal que me indicase que aquel,no era el camino correcto. Un estrechamiento palpable, maleza en el camino que indicase que era poco frecuentado...
Tras no mas de 15 minutos regresé con el resto de mis compañeros y compartí con ellos mis averiguaciones.

Turno 506

Al final el resultado del refugio fue más que satisfactorio, por lo menos para el tuerto. Y cenar con la ropa seca, aunque fuese una cena fugaz, le sirvió para pasar una buena noche. Por suerte el malestar que notaba antes de dormir, se volvió más leve a la mañana. Y el que hubiese parado la lluvia, animó al bosquimano que, a pesar del cansancio acumulado, se levantó con ganas de partir cuanto antes.

Desayunó rápidamente ansioso, recogió el campamento junto con sus compañeros y ayudó con la parihuela donde su hermano viajaba. Su malestar no parecía mejorar pese al tiempo ya pasado. Aparte, la gran perdida sufrida, tampoco ayudaba para el ánimo del rohirrim. - Ánimo, hermano. - Dijo mientras le golpeaba el hombre suavemente intentando animarlo.

Todos siguieron a Erik hacia la bifurcación del camino. Allí otra maravilla de la naturaleza les esperaba. Un densa niebla bloqueaba la visión a unos pocos metros. - Esta niebla no nos ayuda en nada. - Murmuró para si mismo al volver al camino. Aún sabiendo que sería algo más díficil, no lo dio todo por perdido, cedió las riendas de Alatoth y siguió al enano que ya se adelantaba cojeando por uno de los caminos. -Tülak, si te parece bien, yo iré con Erik. Rastrea en la bifucacion por si encontrases algo, pero no os separeis mucho y esperadnos aquí. - Le dijo al umli, aunque intentó suavizar el tono, pues no quería imponerse al líder ni que parecía que le daba ordenes.

Turno 506

La noche fue todo lo plácida que pudimos conseguir prendiendo la llama. El calor que desprendió la hoguera procuró el solaz necesario, no solo para calentar nuestras manos y caras, si no para secar nuestras ropas, y evitar las bajas temperaturas de la noche en el Eryn Nasgalen. Las guardias transcurrieron, sin novedad, aunque más de una vez, algún ruido, magnificado por el eterno silencio plagado de ruidos del bosque, los jugó una mala pasada, haciendonos ver aquello que no había.
Además, el hecho de que la lluvia hubiese cesado, si bien no evitó la pertinaz humedad, al menos sí permitió que los caminos, una vez nos levantamos, no estuviesen tan colapsados por el agua.

Una breve inspección visual me permitió ver que Chakka había superado, al menos en parte, su lucha contra el frío, pero el beornida... Su nariz roja, junto a las villas bajo sus ojos, indicaban que la noche no había sido placentera para él, y distaba mucho de la mejora. Por su parte, Freagulf seguía apretando los dientes cuando Haelembor manipulaba su pierna, así que, al menos en el corto plazo deberíamos seguir con las parihuelas.

- señores, dije, sin dirigirme a nadie en particular, hoy, que no llueve, hemos de recuperar el camino perdido, si pretendemos llegar a destino pronto. mi voz trataba de sonar decidida, aunque, en el fondo sabia que sufriríamos los rigores de ambos heridos

Tras un frugal desayuno, desandamos el camino hasta la bifurcación, cruzando un nuevo accidente climatológico: la niebla.

- Vaya, espero que nos permita diferenciar bien cual el es camino, y citan el accesorio..., murmuré rascándome la barba.
Temudyin y Erik fueron hacia el desdoblamiento más estrecho, y las palabras del bosquimano le recordaron que debería dar una idea, o al menos, un veredicto, pero distaba mucho de tenerlo, así que, simplemente asentí, diciendo:

- Bien, tratad de confirmar bien cual el es el sentido de la bifurcación, yo me adelantare por la otra horquilla
En quince minutos volveré aquí. Kolli, protege al resto mientras volvemos,
acabé, buscando la connivencia del enano, mientras echaba un vistazo al eorlinga y al beornida, cada uno luchando contra su dolor.

Tras eso, me despedí, pidiendo en silencio a mi patrón, Oromë, para que me permitirse detectar aquello que me dijese que el camino era el bueno..., o el malo. Y a ello me afane, poniendo cuerpo y alma, disfrutando de la soledad del camino en mitad de aquel mar de niebla:

- Cuando vuelva, espero poder dar buenas noticias, porque de veras necesitamos recuperar el tiempo perdido durante la tormenta de ayer...

RESOLUCION TURNO 506

La niebla matinal lo cubría todo mientras las primeras luces del dia se daban una tétrica visión al bosque. Jirones de bruma se movían lentamente, el aire parecía haberse calmado con la llegada del nuevo dia y la masa blanquecina paseaba entre los arboles cual fantasma evanescente. La humedad del ambiente acrecentaba la sensación de frio, el vaho salía de sus bocas confundiéndose con la cambriza.

Con el fuego aún encendido, comenzaron a guardar las mantas y a deshacer el refugio. No podrían llevarse muchas cosas, pero pudieron recuperar la mayoría de los clavos y lo que restaba de la ajada tienda. La habían cortado, destrozándola, para conseguir una lona grande. Cargaron todo en los caballos y volvieron a colocar en la mula las parihuelas en las que viajaría Freagulf. Ya todo estaba casi listo para otra jornada de viaje, esperaban que esta fuese algo más provechosa. Si no llovía, o no lo hacía con la intensidad que lo hizo el anterior dia. Por ultimo recogieron algunos de los leños a medio quemar y los guardaron a buen recaudo. Aquella idea había sido de las mejores que habían tenido, y sin ella, seguro que no podrían haber encendido el fuego.

Hacía ya una larga semana desde el encontronazo con los orientales, pero eso no había quitado el recelo de los corazones en los viajeros. El bosque era traicionero, e igual que podía esconder el paso de un pequeño grupo, sus enemigos bien podían esconderse tras cada piedra o árbol del camino. Poco a poco ese sentimiento parecía estar menguando, pero era pura fachada. A cada momento se veían escrudiñando el linde del camino, echado furtivas miradas atrás, o tratando de poner más atención a los sonidos del bosque. Las heridas se habían ido curando, los cortes cicatrizaban bien, Haelembor los había ido examinando cada poco tiempo, y quitando la dolencia del ailgratha, estaba bastante satisfecho de su trabajo. No había encontrado más dosis para preparar la infusión de Freagulf, aunque él sabía bien que con la primera, había sido más que suficiente para que sus propiedades le ayudasen. No tardaría en estar bien, otra semana más quizás, era difícil de saber hasta dónde alcanzaban los daños.

Haelembor tosió. Una profunda expectoración que más parecía un ladrido de un perro, que la tos de un enfermo. El animista no se encontraba bien, estaba agotado, le dolían las articulaciones y se sentía derrotado. Estaba enfermando, parecía un simple resfriado que empeoraba por momentos. Pasar el dia tumbado con la humedad, el viaje empapado que protagonizaron el dia anterior, y su no muy fuerte constitución, habían abierto brecha en sus defensas Tenía que poner remedio y más cuidado si no quería empeorar. En vedad, lo que anhelaba, era su mullida cama, el calor de un buen fuego encendido en su chimenea y un buen plato de sopa caliente. Temudyin había mejorado durante la noche, supo abrigarse, y colocarse de manera que el calor irradiado del fuego le calentase por todos lados.

Con el nuevo amanecer, o eso pensaban por que la intensidad de la luz había crecido mínimamente, se pusieron en camino. Regresaron hasta la bifurcación, momento en que debían decidir qué camino tomar. No sabían cuál de ellos era el que debían coger, y dejarlo al azar podía costarles demasiado tiempo. Por tanto, se dispusieron a buscar algún rastro que les indicase el camino a seguir. Erik y Temudyin se marcharon por un ramal, mientras que Tulak, en solitario, lo hizo por el otro. Invirtieron poco tiempo, no quisieron alejarse demasiado, el umli apareció pasados apenas veinte minutos, mientras que Erik y Temudyin, volvieron algo más tarde. Ya juntos, intercambiaron opiniones. Ninguno de ellos había encontrado rastro alguno que les fuera de utilidad, la lluvia había borrado casi cualquier signo de que nada hubiese pasado por allí, ni reciente ni antiguamente. Todo se había convertido en un lodazal, por lo que poco sacaron en claro al respecto. Estaban en un punto muerto, tenían que elegir, el camino que parecía torcer al suroeste, o el que seguía recto pero que poco a poco iba tomando una dirección noroeste. Tal vez debían de hacer caso a su instinto, quizás no, pero de lo que estaban seguros, era que permanecer allí quietos no haría que llegasen antes.