Partida Rol por web

RESOLUCION TURNO 600

La jornada comenzó pesadamente, tras los últimos días avanzando por el Râd Angalaladh, casi habían olvidado lo tedioso que era tener que caminar por el bosque; arrastrando los caballos, tirando de las riendas; sorteando las raíces y socavones del suelo; luchado con las ramas bajas para que no les golpeasen y lidian con los arbustos que se abalanzaban sobre las piernas. Incluso Freagulf tuvo que caminar, no podían arrastrar también las parihuelas.

Tras media hora de trayecto, y de desviarse hacia el norte lo que creyeron oportuno, su caminata por el bosque llego a su fin. Desembocaron ante la pradera que ya habían visto, si es que habían logrado mirar más allá de los colmillos de los lobos. Era el Nan- Anduin, un fértil valle que se extendían entre el Eryn Lasgalen y las riberas del Anduin. Era una tierra tan fértil como abandonada. No había demasiadas poblaciones en aquel valle, aunque la razón no era muy comprensible para todo aquel que no había vivido allí un tiempo. A pesar de la fertilidad obvia que presentaban aquellas tierras, lo cierto es que la ausencia de fuentes de agua potable era escasa, al menos lejos del rio y si no se horadaba un buen pozo. Aunque la tierra era un auténtico vergel, explotarla era complicado, estaba salpicada por innumerables rocas sedimentarias y calizas que sobresalían entre la tierra por todos lados. En el norte sí que existían varios poblados, el pueblo Beornida y sus parientes norteños habían vuelto a habitar las partes altas del valle, como ya hicieran en la antigüedad. Sin embargo, esa parte central ante la que se encontraban, estaba prácticamente deshabitada, a excepción de pequeños poblados nómadas de pastoreo y de alguna población en las riberas del Gran Rio. Al sur, aunque sí que había poblaciones algo mayores, se extendía una tierra más estéril, infestada de pantanos malolientes y zonas rocosas que presentaban un auténtico peligro para el caminante.

En cuanto salieron del bosque, a casi medio kilómetro al norte de donde se toparon con los lobos, la luz del sol volvió a aclarar todo. Las nubes estaban presentes, pero no parecían nubes de lluvia a pesar de su gris tono. Numerosos claros dejaban pasar los rayos del sol hasta toparse con la alfombra verde que cubría el suelo de aquella vasta extensión de terreno. Una corta hierba salpicada por enormes zonas de vegetación algo más alta y de algún solitario grupo de árboles que invitaban a echarse a dormir debajo en los calurosos días de verano. Rocas sobresalían aquí y allá, como pequeños botes en un verde mar. No sería difícil avanzar a buen ritmo por esa zona, teniendo siempre cuidado de no pisar las zonas enfangadas por las lluvias. La exposición a la que se enfrentaban, ya no tendrían el bosque para ocultarse, estaba muy clara, allí un fuego se vería desde muy lejos. La ondulación del terreno se sucedía loma tras loma, como el oleaje calmado de los mares profundos, quedaba mucho camino por delante.

Turno 601

La noche transcurrió entre susurros y sobresaltos. A la mañana siguiente hubimos de atravesar de nuevo la jungla de raíces a fin de rodear el claro donde se encontraban los lobos...tras media hora de ardua marcha en la espesura, salimos a la llanuras del Nan-Anduin y gozamos de un merecido descanso a la luz de los primeros rayos de sol verdadero desde que entramos al bosque verde. Despues de una comida ligera, fui consciente de las pocas provisiones que nos restaban y propuse al grupo racionar un poco la comida en adelante. Algunos de nosotros deberiamos salir de caza en los días sucesivos si no queríamos desfallecer de hambre antes de llegar a Tir Anduin. Tras la comida, reanudamos la marcha buscando las vieja sendadel camino principal y los pasajes usados por las gentes que pastoreaban la zona... nuestras fuerzas estaban mermadas y seguir las veredas transitadas facilitaría en gran medida nuestro avance. Adopte mi posición en el grupo siguiendo las ordenes del Umli y me mantuve alerta con la jabalina y mi escudo a mano por si lobos o asaltadores decidieran visitarnos de nuevo. Pronto alcanzaríamos el gran río y podríamos disponer de tanta agua potable y comida como quisiéramos, hasta entonces era mejor mantener un ben ritmo sin fatigarnos en exceso.

TURNO 601A

Freagulf se sentía más útil. Habían estado a puntito de conseguir un caballo, había ayudado a controlar las monturas en una situación especial, y además ... empezaba a notar que la pierna mejoraba. - Ya queda poco. Y si no pasa nada, ... llegaremos a conseguir nuestro cometido.

- Gente. Comentó por lo bajo: - Igual estamos ahora, más al descubierto, pero el que llegase aaquí, también habrá tenido que sortear el bosque. Y en ningún momento pareciera que fueran montados. Eran soldados de a pie ... casi seguro. Conocía lo justo al enemigo, pero suponía que no les gusta quedarse atrás, como guerreros, ya que eso sería menospreciar su capacidad de lucha y valor. El quedarse cuidando de los caballos podría ser trabajo de niño, no de guerrero. Por eso suponía que los que les habían seguido eran todos los que conformaban la patrulla. Entonces preguntó: - Chakka ¿Tú qué opinas?

Turno 601

La tensión sufrida en el encuentro con los los lupinos se había cobrado su precio, con sobresaltos e inquietantes sueños durante el descanso y las guardias. Pese a esto, y al embite del viento, resultó un acierto montar el campamento en una hondonada, y mantener dos fuegos, pues así conseguimos aplacar un poco el cortante viento del norte que pese al dosel de la floresta, se filtraba por los límites del bosque. Llegó la mañana, y con ella la buena noticia de que las buenas manos de Haelembor habían conseguido restañar las heridas de la trifulca con los lobos, incluso mejorando el humor del eorlinga.

Rodeando la zona en la que aun debían quedar los restos del festín de los lobos, entramos de lleno en la zona de colinas herbosas que rodeaba el Rio Grande, Nan-Anduin, en la lengua de los Elfos Grises, donde, tras semanas viviendo en la semioscuridad del bosque, pude agradecer por fin el contacto del viento en la cara, moviendo mis barbas. Tenia intención de dejar que mis compañeros se dispusiesen para la marcha, al fin y al cabo, algunos de ellos tenían mas experiencia que yo en temas militares, y no había la urgencia de una decisión inmediata, pero aun así, decidí preguntar, de cara a que todos nos sintiesemos útiles:

- Que orden sugerís para la marcha?? Estoy acostumbrado a viajar solo, o con otro acompañante, así que, pese a no ser muchos, poco se de tacticas de marcha militar. Creo que Chakka delante, pues su único ojo puede desarrollar la labor de tres, con Haelembor, y Freagulf, aun convaleciente en el centro, ambos enanos a los flancos, y yo atrás. Si el ritmo ha de ser lento, podría borrar alguno de los rastros mas claros que vamos dejando, amén de vigilar nuestras espaldas, aunque creo que deberíamos empezar a olvidarnos de los orientales, Freagulf, contesté a las sospechas del rubio jinete. Que os parece?? En lo que todos estuvieramos de acuerdo, yo tambien lo estaría.

- Iremos por los caminos, coincidí despues con Erik, si queremos que Freagulf acabe de recuperarse del todo, es mejor no salirse de las veredas. Ademas, estas colinas tampoco ofrecen mucho sitio por el que avanzar sin ser vistos, así que nos arriesgaremos a posibles emboscadas de maleantes, si es que los hay, en estos paramos salvajes..., continué, poniendo la mano a modo de visera, y oteando el mar de hierba que rielaba con la luz del sol que se filtraba por las nubes.

Tras la exigua comida, volví a asentir tras las palabras del naugrim: - Sí, habremos de racionar un poco lo que nos queda, que no es mucho, y sí, pese a la urgencia que creo que nos lleva hacia Tir Anduin, habremos de buscar algo comestible entre la hierba, y cazar de tanto en cuanto..., frené, mirando a mis compañeros, a ver si alguno portaba un arco o ballesta, pues facilitaría mucho la tarea en aquellas colinas despejadas. Yo mismo, y supongo que nuestro compañero Haelembor nos podemos dedicar a forrajear para conseguir raices, frutos o bayas. Alguno de los demás debereis encargaros de la caza. También puedo ayudar a encontrar rastros, al fin y al cabo, fui instruido como montaraz, aunque supongo que Chakka o Freagulf también son duchos...

La tarde fué declinando, mientras superábamos una tras otra las colinas de esta indómita zona, y a no mucho tardar, llegaríamos al caudaloso rio, pero entre tanto, debíamos ir pensando en guarecernos y buscar un buen sitio en el que acampar, así que, un par de horas antes de la caida del sol, llamé a un alto, y dije:

- Ya está bien por hoy, busquemos unos un buen sitio para acampar, otros rastros de presas que cazar, y el resto, tuberculos, raices, o lo que podamos sumar a nuestra despensa, ok??:

• Chakka, dirigirás el grupo de caza. Que vaya contigo Erik, a ver si le puede dar buen uso a esa jabalina.
• Haelembor, compañero, batiremos la zona para coger lo que Yavanna nos brinde.
• Fragulf y Kolli, id buscando una buena zona por aquí para montar el campamento, e id poniendoos a ello.

Por último, y antes de que partiesemos, dije: - Erik, deja a los del campamento el cuerno, para que lo soplen en caso de problemas. No debemos separarnos demasiado, al menos Haelembor y yo, y acudiremos prestos en caso de aviso.

Con todo dicho, nos dispusimos a realizar nuestras tareas: - Dos horas han de bastar, me dije, asintiendo, antes de, acompañado del beornida, empezar a estudiar la vegetación, para ver qué podríamos aprovechar...

Una vez finalizada la búsqueda, nos movimos hacia la zona a la que se habían dirigido el naugrim y el eotheod, dispuestos a ayudar en lo que pudiesemos. Dada la temperatura del invierno, y sin el abrigo del bosque, hariamos un fuego, y tras otra exigua cena a base de raciones y lo poco que habíamos podido conseguir, nos dispusimos a hacer guardia segun la pauta ya conocida.

Por mi parte, haría las mias con el casco colgado en mi cinturón, siendo el aire en la cara, y permitiendo a mis oidos captar los sonidos de la noche en todo su esplendor...

TURNO 601B

- Enseguida. Contestó animoso. Y se sacudió las piernas, para eliminar unas briznas de hierba seca que se habían adherido a los camales de sus pantalones y no había visto antes. Y se dispuso a obedecer sin esperar a que fueran solventadas sus dudas.

Turno 601.2 Afirmé ante las disposiciones de Tulak. Deje mi cuerno en manos del Herrero y me dispuse a seguir a Chakka en nuestra pequeña expedición. Tan solo me llevé la Jabalina y el martillo, no esperaba encontrarme con ninguna bestia de gran tamaño e imaginaba que intentaríamos hacernos con algún roedor quizás, con suerte, un cervatillo despistado. El arte de la caza nunca había estado entre mis áreas de entrenamiento. La supervivencia en las frías cimas de las Azules había sido lo mas cercano a esa disciplina que había experimentado. Por tanto, me limite a seguir al oriental y acatar sus consejos. Lo acompañaba siempre a una distancia prudencial, le indicaba con un gesto las presas que avistaba y dejaba que el las acechase situándome en la previsible vía de escape de los animales tal y como el tuerto me explicaba. De aquel modo, si el fallaba en su lanzamiento, yo tendria una segunda oportunidad de abatir la pieza. Transcurrido el tiempo acordado, regresamos al campamento y recogimos unas cuantas ramas y maderos para prender el fuego. En la llanura la madera no proliferaba en igual cantidad que entre la espesura, pero por fortuna, tampoco estaba tan húmeda. Recogimos unos cuantos troncos caídos y algunas ramas y las acompañamos de hierba seca y algo de turba que en la llanura se presentaba en una forma mucho mas propicia para la combustión.

Turno 601

La noche fue larga y tediosa por los constantes aullidos de los lobos que seguían recordando a los viajeros que se encontraban en su territorio, el viento que recorría como podía el laberinto de árboles del bosque y el frío que se metía en los huesos. La decisión de poner el campamento en una hondonada con ambos fuegos a los lados, fue muy acertada y las habilidades en curas de Haelembor y el refugio que consiguió construir Kolli ayudó a que las fuerzas se renovasen. Por la mañana volvieron a realizar casi mecánicamente las labores que llevaban haciendo durante todo el viaje antes de partir.

Cuando reanudaron la marcha a través del bosque, volvieron a sentir la dificultad de atravesar por aquella maraña de raíces, arbustos, ramas bajas y charcos de barro. Todos tuvieron que andar, incluido Freagulf. El avance era lento, como había pasado al principio del viaje que parecía haber quedado muy atrás en el tiempo. Pero por suerte no tuvieron que hacerlo por mucho rato y pronto salieron a la ancha pradera del Nan-Anduin. Otra vez aquel manto de verdes hierbas salpicado por algunos árboles y algunas piedras volvía a asombrar al tuerto.

La marcha se aligeró siguiendo las ligeras ordenes de Tülak quien, aunque era un umli de pocas palabras, parecía empezar a gustarle soltar la lengua. No eran ordenes directas como tal, pues siempre solía preguntar el parecer de los demás y dejar que se opinase sobre ellas. El bosquimano con un ligero movimiento afirmativo de su cabeza se pusó delante e impuso un ritmo cómodo. Oteaba el horizonte e incluso de vez en cuando se levantaba en su montura. Siguieron los caminos en dirección oeste en busca del Anduin.

- Que no viesemos los caballos no quiere decir que no los tuvieran. - Contesto a Freagulf. - Esos malnacidos saben montar igual o mejor que un rohirrim. Creeme, he montado con ambos. - Le dijo con una sonrisa mientras "guiñaba" su único ojo. - Quizás no tienen tanto respeto o amor hacia sus monturas como vosotros, pero son tan buenos como tu pueblo. Por suerte, en este paraje los veremos venir si es que nos siguen.

La comida fue rápida y frugal y pronto reanudaron la marcha como solían hacer. El sol acompañaba a ratos y se agradecía el calor que proporcionaba. Colina tras colina, seguían avanzando sin ningún contratiempo. Al atardecer, decidieron intentar cazar o encontrar algo de comer y de nuevo el umli organizó al grupo que se separó en binomios. Junto con Erik, Chaka se dispuso a cazar, despojándose de todo aquello que le pudiese incomodar. Intentarón separarse del grupo y aunque se notaba que el naugrim no tenía practica en este cometido, si que sabía escuchar y aprender de lo que el bosquimano le intentaba explicar. Incluso, el enano, sorprendía con su buena estrategia a la hora de intentar acorralar a las presas.

A la vuelta en el campamento, en poco pudieron ayudar, pues Freagulf, de mejor animo y casi totalmente recuperado, junto con Kolli habían terminado de organizarlo todo.

RESOLUCION TURNO 601
 

Con la vista en el horizonte y el sol comenzando a emerger por la espalda, su luz clareaba el día tímidamente ya, el grupo comenzó su nueva andadura. Por delante tenían las imponentes y eternas praderas del Nan- Anduin Sus ondulantes lomas pintadas de distintos tonos verdosos ofrecían, en aquella primera hora, unos matices suaves que contrastaban con el cielo azulado de la mañana. En ese cielo se veían grandes nubes grisáceas, y de un blanco intenso, que denotaban el peligro de una llovizna repentina que no terminaría de llegar A su alrededor el alegre azul anaranjado del amanecer luchaba contra los tristes colores del invierno.

La caravana se puso en marcha animada ante la visión de tan bella estampa. Pero los rigores del invierno estaban allí para ser recordados. El terreno, lejos de ser un fino y suave manto de hierba sedosa, estaba realmente embarrado. En el bosque, las odiadas raíces y piedras del camino, servían para sustentar un terreno blando y resbaladizo. Allí, en la planicie, el barro campaba a sus anchas bajo la capa herbácea. Era más, allí donde el terreno descendía, aunque fuera levemente, el encharcamiento del terreno se hacía más evidente, incluso formándose auténticas balsas de agua. Los caballos avanzaban lentamente hincando bien sus pezuñas en el barro debido al peso del jinete y la carga transportada. Pero los equinos no eran animales tan tontos como para no saber moverse a esa velocidad en semejante terreno. Con cuidado buscaban apoyar los cascos sobre los pequeños tepes que formaba el césped. De ese modo minimizaban el peligro. Esto implicaba un lento paso, más de lo esperado al estar a campo abierto. El grupo no tardo en decidirse por ir en busca del camino y no prolongar el avance campo a través.

Habían postergado lo máximo posible la opción del camino para evitar a los lobos. Aquellos animales que habían rodeado, y que no habían vuelto a ver, aún estaban en el pensamiento de algunos de los viajeros. Temían que, si se precipitaban, se acercasen demasiado a ellos, desencadenando una nueva disputa. Quien sabia, igual si llegaba a darse el caso, no solo tuvieran que enfrentarse con unos cuantos ejemplares, si no con toda una manada.

 Llegaron al camino tras casi dos horas de lucha contra el terreno, era lo malo de viajar en invierno y la razón de que poca gente lo hiciese. La mayoría de los viajeros, cabales, esperaban al buen tiempo para emprender un largo camino. Pero ellos estaban en otra tesitura, y no podían elegir la comodidad. El camino presentaba una gran ventaja. Con el paso de los años había sido pisado por miles de botas, herraduras y horadado por cientos de ruedas. Su superficie, no demasiado cuidada, era visiblemente más estable que los alrededores. Aunque también se formaban charcos en él, la superficie bajo el agua era de una mayor consistencia. Los animales apenas clavaban en el las patas y permitía aumentar la velocidad. Era un camino de algo más de dos metros de ancho. Las rodadas de los carros habían dejado anchos surcos en su centro, dividiendo en tres montículos longitudinales la pista. Incluso la hierba crecía lo alto de la parte central. Aun así, era bastante cómodo ir por él.

En todo momento habían mantenido una formación sugerida por Tülak, y que ya habían usado con anterioridad. Haelembor cabalgaba sobre Gilmor en el centro. Las riendas de Dali, que llevaba prácticamente llevaba la mitad de la carga ella sola, eran guiadas por el beornida. Detrás de la mula estaban enganchadas las parihuelas sobre las que viajaba Freagulf. No era un buen viaje para el etheod, pues la proximidad al frio suelo, junto con las salpicaduras de barro y los continuos baches del camino restaban cualquier comodidad posible, por no hablar del orgullo herido de un jinete postrado.

A la izquierda iba Kolli sobre Malgeth, un fornido poni que ya tenía bastante con cargar al enano como para llevar demasiada carga. No obstante, la tienda y algunas escarpias iban atadas en la grupa del animal. En el flanco contrario, a la derecha, Erik montaba a Helmud, un caballo no demasiado grande que bajo el enano parecía enorme. Llevaba en sus alforjas una cuarta parte del material transportado y aun así se le veía con fuerza para afrontar el viaje.

Temudyin, a lomos de Alatoth avanzaba adelantado al resto una veintena de metros. Permanecía atento a todo cuanto ocurría alrededor. La visión era clara y su único ojo no dificultaba para ver bien, con antelación, a cualquiera que se acercase. Su caballo iba todo lo cargado que podía, la talla del bosquimano, junto a parte de sus pertenencias, ponía al límite las fuerzas del equino sin sobrepasarlas. Cerrando el grupo iba Zanahoria, el anaranjado poni de Tülak, que llevaba al umli a lomos. Ese animal sí que estaba ganándose el sustento, pues no podría llevar mucho más que al medio enano y su equipo, si no quería ralentizar al grupo.

La formación que llevaban estaba tácticamente bien planteada, si a alguien se le ocurría emboscar o lanzarse al ataque contra ellos podrían detectarlos con facilidad. Pero tanta precaución tenía un precio, y era que las dos decenas de metros que dejaban entre ellos, hacía que los flancos fuesen fuera del camino. Ralentizaban el ritmo al no poder beneficiarse de la estabilidad que proporcionaba la ancha senda.

Se detuvieron a hacer descansos cortos, de poco más de diez minutos, cada cierto tiempo, dos horas aproximadamente. A medio día se detuvieron algo más para comer parte de las raciones que aún les quedaban. Hicieron balance de los víveres que restaban y se dieron cuenta que esa misma noche se quedarían sin nada. Tendrían que ingeniárselas para conseguir algo de comida para el resto de días del largo camino que les quedaba por delante. En cuanto hubieron terminado y reposado un poco, volvieron a ponerse en marcha. Siguieron el ritmo que llevaban, algo lento, durante el resto de la tarde. Esta vez no se detuvieron antes del anochecer, si no que pararon mucho antes con el fin de tratar de conseguir algo de comida y montar el campamento aprovechando la luz del sol.

Salieron del camino casi cincuenta metros, hasta llegar a una formación rocosa que sobresalía de la tierra como si flotasen en ella. Allí no es que tuviesen demasiado refugio, pero era lo único que había en los alrededores, salvo un pequeño grupo de árboles demasiado alejado como para que mereciese ir hasta allí. Tülak distribuyo las tareas. Él mismo junto con Haelembor, buscarían en los alrededores alguna hierba, fruto o baya que pudiera servir para llenar la barriga. Temudyin y Erik, lanzas en mano, se alejarían algo más para buscar alguna pieza que cazar. Quizás algunos conejos, perdices o faisanes, con suerte un corzo. Lamentablemente la época no era demasiado buena y aunque seguramente había animales en la zona, el frio los aletargaba haciéndoles difícilmente detectables. Kolli, junto a Freagulf, prepararían el campamento. Aquella noche prometía ser fría, por lo que más tendrían que encender un fuego potente. Dormirán al raso, sin la protección de los árboles, que en cierto modo arropaban contra ese frio que acuciaba por las noches. Además, tendrían que buscar el modo de aislarse de la humedad el suelo, de nuevo en el bosque hubieran encontrado como hacerlo sin problemas.

Dos horas después de separarse, cada grupo tenía bien definida su función, todos volvieron al campamento. Los cazadores volvieron con las manos vacías, pues aunque Temudyin había logrado dar con el rastro de un gamo, no eran huellas recientes. Sí que pudo dar con otras frescas de liebre, pero ni rastro del animal por ningún lado. Eran animales escurridizos y la noche se echaba encima ya.

Por otra parte, los recolectores no pudieron encontrar demasiado. Si hubiese sido primavera, otoño quizás, hubieran tenido más suerte. Setas, bayas, moras y otros frutos, esperaban la llegada de otra estación para emerger. Tan solo encontraron un puñado de escaramujos, un pequeño fruto rojizo de un sabor extraño, pero capaz de saciar el hambre si se comía suficiente. No encontraron demasiado, una cantidad que daría para una sola persona como mucho, dos ya pasarían hambre.

Cuando regresaron todo estaba preparado. Un fuego ardía, no muy alto pues tal vez tendrían que ahorrar madera, ya habría tiempo de echar más leña cuando la temperatura disminuyera. Alrededor habían sido dispuestas varias mantas sobre la lona de la tienda, aunque alguna otra no quedaba más remedio que estar en el suelo directamente. Al menos se había tratado de que quedasen sobre la hierba alta y no sobre el barro. Los caballos pacían tranquilos cerca de allí. No había donde atarlos y una escarpia en el suelo no sería suficiente. Eran listos, y no irían muy lejos.

Se dispusieron a cenar. Guardaron una ración, Haelembor se ofreció para comerse los frutos que habían encontrado, de modo que aun disponían de una sola comida para el resto del viaje, poco esperanzador.
La guardias volvieron a ser efectuadas como en días anteriores. La noche paso apaciblemente, sin sobresaltos, sin ramas ni ruidos extraños. Una extraña calma sumía todo.

El día siguiente llego, y son sus primeras luces comenzaron a desperezarse, pensando ya en un desayuno que no tenían, y en un viaje que debería de afrontar sin mucho que llevarse a la boca.

Turno 602A

Este nuevo terreno, que tanto deseábamos, era incluso más hostil que el que habíamos dejado atrás. Tal vez, fuéramos más rápidos, pero estábamos menos protegidos de la vista y del viento. Ambos, agentes hostiles en estos momentos. Además, los animales tendrían menos problemas para caminar y menos posibilidades de heridas inadvertidas por ramas y otras cosas, pero temía a seres con autonomía. Serpientes, rohedores carroñeros agresivos, e incluso la tensión de los lobos ... que aún no se había esfumado.

La rutinaria revisión de los cascos, patas, pezuñas y grupas le apartaron el pensamiento de un estómago que suplicaba algo con lo que aplacar el hambre. Además, cualquier tallo de planta que mordisquear entretenido podría ser un pasatiempo para engañar a su cabeza ... y a su estómago. Más un juego que un placebo, pero algo con lo que entretenerse. Recordaba a los viejos:

"- Si el caballo lo come, tu también puedes..."

... Y cuando decían, que en las migraciones, habían llegado a subsistir con las heces de sus propias monturas ... o en la desesperación, con la carne y sangre de estas. Pero disponían de pocas monturas para tal sacrificio, a no ser que quisieran reducir drásticamente su movilidad.

Tenía pena, pero era una posibilidad, y había que exponerla (Siempre mejor que comer mierda de caballo): - ¿Puedo proponer algo? Temía que pensasen mal de él, pero era siempre mejor que morir en el intento. - ¿Sabéis porque mis ancestros consiguieron sobrevivir a migraciones de cientos de millas? Y aclaró: - Por las monturas. Cualquiera pensaría que claro, corrían más, podían cazar sobre ellos, y recorrer grandes distancias ... pero no. Los rohir aprecian tanto a sus caballos porque les dan la vida. La suya por nosotros. Estaba dando rodeos, ya que no quería ... decirlo. - Las monturas pasan a ser sagradas cuando dan la vida por nosotros. Ulfer la dio en combate. Es sagrada. Y tengo que estar contento por ello. Las demás podrían hacerlo, racionando, para alimentarnos. Una pizca de pena afloraba en su rostro, pero era ... vivir o morir.

Turno 602

Apenas unas horas alejados de la lúgubre selva de raíces fueron suficientes para mejorar mi animo.

La llanura distaba todavía mucho de ser mi entorno paisajístico favorito, pero mejoraba por bastante la asfixiante presión que me producían aquellos arboles centenarios.

Casi podía oír sus burlas y maldiciones a medida que el rumor arpado de las altas copas cimbreantes quedaba atrás, en el olvido de una travesía que hasta el momento había resultado nefasta.

Poco a poco nos fuimos alejando de la sombra del gran bosque y nos adentramos en la amplia llanura que dejaba paso al Nan-Anduin. En nuestros corazones pesaba aún el desasosiego por las disensiones internas y los encuentros con Lobos y Orientales mientras que en nuestras barrigas se abría un vacío quejumbroso, sombrío.

A pesar de todo, caminaba animado, guardando mi lugar en la formación y oteando el horizonte desde la altura que me proporcionaba Helmund, si bien en esta ocasión habíamos decidido renunciar a algo de la protección que proporcionaban los flancos, en favor de que todos pudiésemos caminar a través de la senda principal. No parecía probable que los orientales nos hubiesen seguido hasta tan lejos y avanzar por los margenes del camino nos habría retrasado en exceso.

Antes de parar para la comida del mediodía, salimos de nuevo de caza. Una vez más, Tulak repartió las tareas por grupos, asignando en esta ocasión al tuerto la tarea de buscar frutos, en respuesta a una petición del propio Chakka.

En esta ocasión nos demoraríamos el tiempo preciso para obtener algo que nos permitiese engañar a nuestros estómagos.

Escuche algo sorprendido la sugerencia del ailgratha. No me parecía una medida necesaria por el momento, las monturas nos servirían más como transporte que como comida...aunque si se diera un momento de tal necesidad, daba por hecho que las bestias partirían al gran banquete antes que los enanos.

No obstante no dije nada y seguí con mis tareas mostrando mi falta de interés.

Cuando la noche se acercó pregunté al Umli si consideraba oportuna una nueva batida en busca de alimentos, habida cuenta de lo obtenido por la mañana y mas tarde, realice mis tareas habituales en la instalación del campamento.

Turno 602

La batida de caza y recolección del pasado anocher fue un completo desastre, lo cual me mantuvo preocupado, barruntando, durante mis guardias, mientras el inclemente viento del invierno, en el callejón que formaban las Hithaeglir y el Eryn Nasgalen, campaba a sus anchas, meneando el pelo, y el soporte para luchar contra él que había colocado Kolli. No tenía frío, de hecho agradecía esas suaves temperaturas del invierno sureño, me mantenían vivo y alerta, a diferencia de los asfixiantes calores de latitudes mas meridionales.

La noche pasó, y la mañana fue coreada con los estómagos de todos nosotros, que clamaban por un desayuno que no habríamos de disfrutar. Hoscos por ese detalle, nos dispusimos a recoger el campamento, bien instaurada la claridad. La duda me carcomía, y notaba las miradas de todos sobre mi: - Viajamos en ayunas, con nuestras fuerzas menguando, o nos procuramos un buen bocado, y así podremos reaccionar mejor en caso de ataque?? Las monturas, al menos, se relamían, hartas de hierba que pastar, así que, por ese lado, no tendría que resentirse el ritmo de avanzada.

- Sabeis que me reconcome el pensamiento de llegar tarde con nuestro despacho a Tir-Anduin, pero no podemos pretender vivir del aire, máxime teniendo en cuenta que habremos de coger las balsas para movernos por el rio. Quizá haya que remar, y usar las varas para mover las mismas, así que necesitaremos fuerzas..., dije, confirmando por primera vez que viajariamos en las embarcaciones que vadeaban el rio, al menos en su parte media y final, mas caudalosa. Sabía que Kolli y Erik no estaban a favor, yo mismo no lo estaba, pero las circunstancias mandaban, y la tozudez de los umli era casi tan densa como la mis mediohermanos, así que ahí no discutiría: teniamos prisa, y era la forma mas rápida de descender el rio hasta la poblacion ribereña. Pasaron unos segundos antes de que continuase:

- En fin, dije, disipando preocupaciones, hasta que lleguemos al rio, haremos dos turnos de caza y recolección, al amanecer, y al anochecer. Si es necesario, madrugaremos algo mas, para no quitar tiempo al viaje. Haelembor solo necesita descansar un dia de cada tres, y Freagulf empezará a hacer turnos ya...

... Ya que Chakka prefiere forrajear, irá con Haelembor, yendo yo con Erik a cazar.  Se moverme por la llanura, y la gracia de Oromë me puede permitir acercarme a las bestias mas de lo que podría de forma normal, así que mi tiro podría ser mas certero, informé, levantando mi lanza. Aunque agradeceré esa jabalina que tienes, Chakka, me dará mas alcance.

- Bien, señores, empecemos pues: dos horas ahora, y dos horas al anochecer, si falta sustento. Es de suponer que en la ribera del Anduin haya mas caza, o pesca, en el propio rio..., agregué, de cara a aumentar mi propia seguridad.

Sin mas, palmeé las manos, y nos dispusimos al primer turno de caza y forrajeo. Para ello, me despojé de la armadura, las grebas, los brazales y el yelmo incluído, quedando solo con el coselete de cuero, y agarré el martillo, la lanza y la jabalina. Haciendo un gesto a Erik, partimos en busca de un rastro que seguir.

- Utilizaré solo los dones de Oromë si el rastro es claro..., susurré al naugrim, mientras practicamente pegaba la cara al suelo, olisqueando una posible pista.

A la vuelta, esperaba con esperanza que la recoleccion hubiese ido bien, pues confiaba en que fuese la base de nuestro sustento.

Tras el almuerzo (exiguo o no, depende de lo conseguido), partimos de nuevo, esta vez con Erik y Kollial frente y por detrás del nucleo central, con Haelembor y Freagulf, con Chakka y yo mismo en vanguardia y retaguardia: - Solo volvereis a abriros a los flancos en caso de ataque, y entonces Chakka y yo nos moveremos prestos a juntarnos con vosotros. Si no hay peligro, no tiene sentido ir por fuera del camino, nos está retrasando...

El dia fue pasando, entre el ulular del viento y el paso rápido de los cúmulos y cumulolimbos, que ora cubrían, ora dejaban paso a la luz del astro ardiente, que aunque debilitado por la estación, caldeaba el ambiente, a la vez que daba distintas tonalidades a la gama de verdes de la hierba y la espadaña, que se movían al son de la voz de Manwë.

Cuando quedaban dos horas para la puesta de sol, adelanté mi montura, interesandome por el estado del pobre Freagulf, castigado por tanto bache y barro, y pregunté por el estado de los estómagos de todos: - Creo que será mejor acortar un poco el descanso nocturno, y, en efecto, hacer dos batidas de caza y recoleccion en cualquier caso. Si sobra, tendremos excedente.

Sin mas, volví a despojarme de la armadura, y repetimos disposición, con Kolli y Freagulf montando el campamento. La vuelta diría si nuestra suerte nos permitiría llevar algo a la boca, o bien habriamos de descansar con el estómago vacío: - Mal asunto, dado el caso..., pensé, apretando la mandíbula, dispuesto a conseguir algo de caza.

Una vez llegada la noche, con el fuego crepitando en un baile aderezado por las rachas de viento nocturno, ofreciendo un pobre consuelo a los cuerpos fríos, nos dispusimos a descansar:

- Bien, como dije esta mañana, acortaremos el tiempo de descanso, pero al ser mas, espero que de para que todos descansemos bien. Freagulf, se que no estás aun del todo descansado, pero hemos de contar contigo. Haz tu guardia sentado, descansando en la medida de lo posible, pero con los oidos bien abiertos. Los turnos serán de 9h, así solo perderemos una al dia de viaje. Luego, dependiendo si Haelembor necesita dormir o no, la disposición será:

> Si Haelembor duerme: Yo haré las tres horas iniciales y las tres finales, y el resto hareis 1 hora de guardia, solapando una hora conmigo en la primera y en la última guardia. Las guardias solitarias las haran los naugrim, que tienen mejor visión que el resto, en la noche, y Chakka.

> Si Haelembor no duerme: Haelembor y yo haremos las tres horas iniciales y las tres finales, y en las tres del medio, hareis guardias de una hora, coincidiendo dos en la central (Fragulf y Chakka). Las guardias solos las harán Kolli y Erik.

Se que puede parecer un jaleo, y seguro que lo es, pero si nadie tiene una idea mejor, es lo que haremos, atajé, dispuesto a ponerme manos a la obra con mi primera guardia.

Turno 602B

El alto rubiales se frotó las manos y agradeció ese extra de actividad con un gesto de cabeza. Además sabía que sus palabras habían calado. No tenían por que se ejecutadas ya. Sólo cuando la necesidad apremie y si no hay mejor remedio. Y además añadió. Quería que el "jefe" que tenía el grupo supiera: - Algo he aprendido de hierbas y plantas, para poder alimentar a los animales, y que no les siente mal...igual puedo encontrar algo que nos llene un poco la barriga. Sabía que por ahora seguiría viajando como hasta a ahora, ya que si no, ralentizaría al grupo. Eso le permitiría relajar la cadera, y por la noche, podría entretenerse, hablando suavemente con quién le acompañaba. Sería una forma de hacer por asimilar (porque la pérdida no se olvida) lo sucedido al amigo, montura y compañero de correrías.

- Tendré que hacerle un altar cuando lleguemos a algún sitio y podamos descansar, y ofrecerle todas las manzanas que se ha ganado. Sabía que ahora corría por las verdes estepas, que disfrutaba de muchas yeguas que le hicieran compañía y siempre tenía disponibles hierba fresca y agua.

Turno 602

La primera noche en aquellas llanuras donde el viento frío las recorría a sus anchas golpeando con su gélido aliento a los viajeros, hizo pensar al bosquimano que tampoco estaban tan mal en el bosque. Además el primer intento de buscar algo de caza, había sido totalmente infructuoso, cosa que entre aquellos milenarios árboles hubiese sido más provechoso, o así pensaba el tuerto durante su guardia, arropado en una manta mientras andaba lentamente alrededor del campamento nocturno.

A la mañana siguiente, mientras recogían todos sus enseres y los acoplaban de la mejor manera posible en sus monturas, le preguntó a Tülak si no le importaba que rotasen en las tareas de caza y búsqueda de alimentos, pues esta segunda, le gustaba bastante más y además se le daba mejor. El umli no tuvo ninguna objeción y además añadió que harían otra batida por la mañana, pues la falta de alimentos era algo muy importante como todos sabían. Además le pidió la jabalina para ayudarse de ella. Haría un tiempo, le hubiese contestado con un mal sonido despreciativo o una patada en el trasero, pero ahora ya no estaba con los perros orientales. En la cara de Temudyin se dibujó un sonrisa y alargando el brazo le cedió su arma gustoso. - Claro que si, amigo mío. Pero no me la pierdas, pues tengo que devolvérsela a su legitimo dueño. Será lo último que ese perro tenga dentro de su garganta.

Llegado el momento disfrutó de la búsqueda de alimentos junto a Haelembor, quien se había ganado todo el respeto del bosquimano y de quien intentaba sacar todo el conocimiento que podía, ya fuese de su pueblo o de las cosas que este sabía de la tierra y plantas.

También cambiaron la disposición de avanzar para así conseguir un mejor ritmo. No parecía tan importante la defensa en aquel páramo verde pues confiaban el ver con antelación la aproximación de algún peligro. Chaka abría la compañía yendo algunos metros adelantado, sin dejar de mirar alrededor y preparado para volver junto a sus compañeros al galope si fuese necesario.

Antes del atardecer otra vez el grupo se separó para intentar encontrar alimento tan necesario. Un par de horas que eran más que suficientes o eso pensaban. A la vuelta, el campamento ya había sido montado por Kolli y su buena mano para construir parapetos y la ayuda de Freagulf que se notaba la mejoría de sus heridas. Temudyin pensó que era gracioso que justamente que quien le había causado ese mal estar, era quien estaba más tiempo con su hermano.

Por la noche, en la guardia que también modificaron para poder descansar más para así no acuciar la falta de alimento, compartió con el rohirrim momentos vividos y experiencias varias. También le hizo saber que le sorprendió lo que había contado sobre alimentarse de sus monturas.  - Desde siempre, pensé que los follacaballos se comerían a sus mujeres antes que a sus caballos. - Se daba cuenta que los orientales, con aquella forma de ser y vivir, no conocian bien a sus enemigos y eso era precisamente mayor error.

Turno 602b

Al anochecer partimos nuevamente de caza tal y como Tulak había dispuesto.

Ambos equipados con jabalinas emprendimos la marcha con la lección aprendida del día anterior.

Buscamos selectivamente, centrándonos en descubrir el rastro de animales grandes mas fáciles de encontrar y cuya carne nos podría proporcionar un sustento que mereciese la pena el esfuerzo. Dejamos por tanto de lado las liebres y roedores mas pequeños y nos enfocamos en los corzos, ciervos y gamos por la mañana añadiendo al Jabalí en las salidas nocturnas.

Buscábamos en las proximidades de las charcas y los arroyos y bajábamos hasta las laderas mas empinadas en busca de tierra removida que indicase las proximidades de una madriguera.

Una vez más repetimos la estrategia de caza que había llevado a cabo con el oriental.

Ambos rastreábamos la zona y cuando encontrábamos una písta plausible, el Umli acechaba fundiendose en el entorno como un animal del valle y atacaba cuando se encontraba a una distancia prudencial. Siempre conmigo cerrando la via de escape de la presa, esperando el mejor momento para arrojar mi jabalina.

Turno 602

Continué el camino junto a mis compañeros, avanzando paso a paso por aquel enlodado suelo. El barrizal hacía que avanzáramos más despacio de lo que nos hubiera gustado, pero no podíamos hacer otra cosa. No podíamos permitir que una montura se rompiera una pata o algo peor... No en aquellos momentos. 

Escuché con detenimiento toda la planificación de Tülak y asentí, conforme. Yo no necesitaba dormir todos los días, como había dicho el umli, así que podía ayudarlo con las guardias los días que no me hiciera falta descanso, sin ningún problema. 

Por el camino vigilaba atentamente a Dali. La mula llevaba demasiada carga a mi parecer, pero no podíamos hacerlo de otra manera. Al fin y al cabo, cualquier otra opción pasaba por que uno de nosotros iría a pie y eso podía ser peor. Podríamos acabar demasiado cansados como para estar alerta si volvía a suceder alguna emergencia. Se me pasó por la cabeza bajarme de Gilmor y cambiar... Pero deseché la idea enseguida. Por supuesto que me habría cansado menos caminando como oso, pero tal y como conformábamos la pintoresca comitiva, no era la mejor idea que había tenido. 

Algunos de mis compañeros estaban preocupados por los lobos, pero yo no. Tras haberlos dejado calmados, no creía que fuéramos a encontrárnoslos de nuevo. Al menos, no a esos mismos. Seguramente ellos tampoco tendrían muchas ganas de volver a toparse con nosotros así que dudaba que nos siguiesen. 

Tanto a lo largo de la mañana como de la tarde, marché con Temudyin a buscar cualquier raíz o seta que echarnos a la boca. La mañana fue menos fructífera que la tarde, pero sí logramos encontrar alguna cosa que echarnos a la boca. Busqué sobretodo raíces y setas, pues aún podrían quedar algunas del húmedo otoño. También busqué algunas herbáceas de baja altura, de las que suelen crecer en suelo húmedo y sobreviven a los fríos, como gordolobos, acederas, ortigas, caléndulas, achicorias, acelgas o algún diente de león, si es que quedaba alguno... También me acerqué a la linde del bosque. En las zonas como aquella solían crecer abedules y alerces y la corteza interna de los mismos era muy nutritiva, además de curativa, en cualquier época del año, incluso seca. Finalmente, recorrí los bordes del sendero tratando de localizar algún brote de abracejo. Era aún pronto para que brotaran, pero no era la primera vez que me encontraba alguna mata de los mismos perenne, que había logrado sobrevivir a la lluvia y las heladas. 

Una vez lo tuvimos todo, volvimos al campamento. Mientras caminaba no podía quitarme de la cabeza las palabras del etheod. Había hecho lo posible por no mirarlo con cara de enojo cuando lo había dicho, pues sabía que a él le dolía probablemente tanto como a mí lo que estaba diciendo. Por eso me estaba esforzando tanto en localizar las verduras. Y si no les gustaban, que se aguantaran, algo tenían que comer y, desde luego, no pensaba dejar que pusieran su idea en práctica si podía evitarlo. 

RESOLUCION TURNO 602
 

El alba despunto y con esas primeras luces, acompañadas del momento más frio de cualquier noche, el campamento se fue levantado poco a poco. Esta vez no habría nada para el desayuno, no les quedaba más que un poco de pan duro, y apenas unos bocados de carne ahumada que llevarse a la boca, lo justo para que un solo viajero llenase la barriga.

Tülak propuso aumentar la intensidad en la búsqueda de comida, invirtiendo dos horas antes de partir y otras dos antes de caer la noche. Eso implicaba cuatro horas completas de búsqueda exhaustiva de cualquier cosa para alimentarse. Temudyin y Haelembor tratarían de recolectar algunos frutos, setas e incluso algún tipo de hierba comestible que tras ser debidamente cocinada pudiese aplacar el hambre. Por otra parte, Tülak y Erik se encargarían de conseguir carne fresca, bien proveniente de algún corzo o gamo, que seguramente sería lo más grande que podrían encontrar por allí, obviando los lobos por supuesto, o tal vez de algún despistado conejo o roedor.

Durante la primera batida Kolli y Freagulf, cada día más fortalecido de la herida de su pierna, se encargaron de recoger todo el campamento. Doblaron mantas y lonas, guardaron algo de madera seca y comprobaron que la carga estuviese bien asegurada. El etheod, mientras Kolli vigilaba, se molestó en revisar bien el estado de las pezuñas y sus herrajes, así como que los animales no hubieran sufrido daño alguno por los envites del camino. Todo estaba correcto. Los caballos habían estado pastando, había hierba de sobra para ellos. Durante la cena, y ante la escasez de comida, Freagulf sugirió algo extraño a ojos de los demás, sangrar al animal para alimentarse de él. Era algo llevado a cabo en casos de extrema necesidad, y que además no siempre resultaba bien. Las heridas del equino podían infectarse y el alimento tomado no era suficientemente abundante como para saciar el hambre, aquella costumbre tenía más que ver con un vínculo emocional, una creencia de los rohirrim que les hacía creer que jinete y animal se fundían en uno. Pero Freagulf realmente creía en ello, estaba convencido que aquello podría salvarle la vida llegado el momento. Lo cierto era que, en algunos, aquella visión del ailgratha bebiendo directamente de la herida abierta de alguno de los caballos era algo grotesco. Las historias contaban como Melkor, en su búsqueda del Silmaril, contó con la ayuda de Thuringwethil, una poderosa vampira que habitaba en Tol-in-Gaurhot. Era un enorme murciélago que chupaba la sangre para vivir. Mas valía comerse a un caballo que sugerir una conducta como la de “la mujer de la sombra secreta”.

Los cazadores, lamentablemente, volvieron con las manos vacías. Aquel era un terreno complicado pues la simple presencia de los viajeros, servía para espantar a cualquier animal de los alrededores que los hubiera detectado, y era fácil hacerlo estando tan al descubierto. No encontraron tampoco huellas recientes, ni madriguera alguna, seguramente estuviesen anegadas por las lluvias pasadas. Quizás mas adelante tuvieran más suerte, no serían los primeros cazadores que volvían sin presa alguna.

Haelembor y Temudyin sí que tuvieron algo más de suerte, pues volvieron con algo de comer envuelto en un pañuelo de tela. Se trataban de algunas setas comestibles, habían dado con un setal con algunos ejemplares. El setal formaba un circulo casi perfecto, era lo habitual y razón por lo que se los conocía como “círculos del mago”, había quien creía que dentro de esas formaciones se canalizaban los poderes de los Valar de un modo más intenso. No era así, otra superstición, era sencillamente que el micelio de los hongos crecía de aquella manera si el terreno era suficientemente homogéneo. Sea como fuere, volvieron con una cantidad de aquellas setas, de color marrón y aspecto esponjoso, suficiente para procurarse un desayuno mínimamente decente. Pero optaron por saltarse el desayuno, ya habían recogido todo y no iban a ponerse a hacer fuego, y dejarlas para el mediodía.

Comenzaron la nueva jornada de viaje, más tarde de lo habitual, afrontando el camino con el estómago vacío. El trayecto fue duro, la fatiga, la monotonía de un terreno que subía y bajaba, el frio que el viento arrastraba y el barro que no acababa de secarse, hacían que resultase pesado. En contraposición, les fue regalado un espléndido sol que a lo largo de la mañana fue abriéndose paso entre las nubes, calentando los rostros y arropando los corazones, era reconfortante volver a verlo después de lo que habían pasado. Llego el mediodía, y alentados por el calor de los rayos, se dispusieron a comer lo que habían podido recolectar por la mañana. Prepararon un pequeño fuego y en el cocinaron las setas junto con algunas especias que aún les quedaban. No era un banquete, pero todos quedaron medianamente saciados. Descansaron un buen rato antes de ponerse de nuevo en camino. Como ya habían hecho durante la mañana, dejaron la formación para cabalgar en fila por el camino. Por supuesto dejaron bastante espacio entre sí por lo que parecía que unos estuvieran enfadados con otros. En realidad, lo único que hicieron fue replegar los flancos al centro para evitar tener que avanzar fuera de la comodidad de la senda. Siguieron toda la tarde hasta que, según sus cálculos, se detuvieron con el tiempo suficiente para una nueva batida para buscar comida.

De nuevo, el enano y el ailgratha se quedaron montando el campamento mientras las otras dos parejas marchaban a probar suerte. Erik y Tülak volvieron otra vez con las manos vacías, no había manera de encontrar un rastro útil que los llevase hasta una presa que dar caza. Esta vez sí que vieron a lo lejos algún corzo saltando entre las hierbas, pero tras seguirlo un largo rato, decidieron volverse antes de que anocheciese. Al menos sabían que había algo que cazar, tan solo necesitaban algo más de fortuna. Haelembor y Temudyin tampoco tuvieron la suerte de encontrarse con otro “círculo del mago” repleto de setas, pero sí que volvieron con algo. Varios ramilletes de distintas hierbas, de tonalidades verdosas y moradas que servirían de base para un caldo muy sencillo. Una especie de potaje que echaría de menos un buen pedazo de tocino flotando en el. Haelembor acabara llevando a todos a una vida saludable apartada de la carne, consumidores de vegetales, mas tragaverduras en el mundo.

Prepararon las verduras, hervidas, y las comieron pese a tener un regusto no muy rico y una textura pastosa. Pero dado el hambre que tenían, solo habían comido setas en todo el día, se bebieron hasta la última gota de caldo de sus cuencos. Autoengañandose se dieron por satisfechos y se dispusieron a comenzar las guardias y a descansar.

También habían cambiado el modo en que las harían, ahora habría más turnos de menor duración y se llevarían a cabo en solitario, aunque en algunas ocasiones serian en pareja. Tratarían de sacar provecho a esa cualidad que poseía Haelembor, que le permitía aguantar sin dormir alguna que otra noche sin que su cuerpo le pasara la factura del cansancio. Las guardias transcurrieron tranquilas, o todo lo tranquilas que podrían ser teniendo en cuenta que, muy a lo lejos, Temudyin vio rondar algunos lobos. Nadie supo decir si se trataba de los mismos animales con los que habían tenido el encontronazo, pero el nivel de alerta subió un poco. No se acercaron lo mas mínimo, tal vez esperaban un buen momento para hacerlo, quizás solo vigilaban su territorio. En las posteriores guardias todos fueron avisados y ninguno temió que llegaran a acercarse por el momento. Quitando esa sensación de peligro, las guardias pasaron rápidas.

Llego la mañana, un nuevo día comenzaba.

Turno 603

Las dificultades se habían tornado, una vez abandonado el bosque, la dificultad no estaba siendo tanto el poder avanzar, pues pese a pegajoso barro, el hecho de movernos por caminos endurecidos por el paso durante eras, nos permitía hacerlo con relativa celeridad, si no el encontrar comida: pese a nuestros intentos al amanecer y al anochecer, ni Erik ni yo conseguimos encontrar un rastro claro, y cuando lo hicimos, solamente nos valió para observar, presos de la desesperación, que aquel corzo se nos escapaba. Por segunda vez aquel dia, volvimos con las manos vacías, aunque con la determinación de variar esa tendencia en lo sucesivo.

Por suerte, a Yavanna gracias, el animista y el tuerto tuvieron mas suerte, y a mediodía pudimos disfrutar de un salteado de setas, junto a las ultimas trazas de ración que quedaba, que repartimos entre los seis. A la noche, un pequeño cargamento de raices, hojas y frutos nos permitió preparar una sopa con la que colmar las ya no tantas pretensiones de alimento.

Kolli y Freagulf demostraron una efectividad pasmosa a la hora de montar y desmontar el campamento, y al ailgratha se le notaba cada vez mas recuperado, y volvía a desarrollar rutinas con las patas de las monturas que el amargo trago de perder a Ulfer, su montura, había relegado un segundo plano en su mente. Asentí con satisfcción, en breve volveriamos a contar con batidor al cien por cien, y aquello era un motivo de alegría, pese al vacío que sentía en mi estómago tras la insípida aunque nutritiva sopa de verduras que Haelembor nos había preparado.

La noche pasó, con el nuevo turno de guardias, al menos en lo que a mi respectaba, mas preocupado por los pinchazos del hambre en la barriga, que por el mordiente viento del norte que, cargado del aun inclemente invierno, lanzaba sus aguijones helados contra nosotros, ahora sin el abrigo del bosque para combatirlo: - Nada que ver con la terrible ira del viento en Forodwaith..., aunque un vistazo a mis compañeros me recordaba que mis compañeros no estaban tan acostumbrados como yo a los rigores del hielo y la cellisca.

La mañana trajo consigo mas hambre aun, y la noticia, cuanto menos inquietante de que de nuevo los lobos, la misma u otra manada, nos seguía en la distancia, o al menos se acercaba hacia el brillo de nuestra hoguera. El viento seguía planiendo a traves de las colinas herbosas, pero un vistazo al cielo prometía otro nuevo dia sin lluvia, o al menos, con solo algun chaparrón aislado, liberado por aquellas de las nubes que aun lucían la barriga de hollin de los cúmulos que acumulaban lluvia.

No estaba de humor, y eso traslucía en mi hosquedad en la mañana. Contestaba con monosílabos, o incluso gestos, y mis instrucciones eran casi telegramas. Mientras nos afanabamos en prepararnos para el turno matutino para conseguir sustento, colocandome yo el coselete de cuero que lucia bajo la malla habitualmente, dije:

- Haelembor, por la gracia de los hielos eternos, recoje algún fruto seco a parte de verduras. Si seguimos así, acabaremos nosotros tirando de las parihuelas del eotheod!!

Obviamente era consciente de que el beornida no tenía la culpa, de hecho, junto a Chakka, eran los únicos que habian conseguido algo que llevarnos a la boca el dia anterior, cuando nosotros no habíamos conseguido nada de carne con que aderezar el guiso, pero mi humor aquella mañana me llevó a quejarme:

- Vamos, Erik, hoy traeremos algo a lo que hincar el diente..., dije, agarrando la jabalina, y ciñiendome a la cintura el martillo. Hoy probaremos suerte en las fuentes naturales. Las piezas han de ir a beber, y será entonces cuando caeremos sobre ellas...

Sin mas, nos movimos con cuidado, buscando algun rastro cerca de un pequeño arroyo que fluía de la confluencia de dos pequeñas lomas, a una centena de metros del camino. Enseguida me empecé a concentrar en el poder de Oromë que fluía dentro de mi, musitando la plegaria que me permitiría fundirme con el entorno, y así poderme acercar mas a la pieza a cobrar, en caso de atisbarla. Era una sensanción placentera sentir como bullía la energia dentro de mi, y pese a que no podía evitar sentir que quizá no jugaba limpio con las obras del Vala, también sabía que este entendería mi necesidad, ademas de que solo ayudaba a que el ciclo de la vida fluyese de un modo u otro.

A la tarde, tras intentar avanzar lo posible dejando atrás colina herbosa tras colina herbosa, y parando a descansar y alimentarnos con lo conseguido, y en cualquier caso hidratarnos, llegó el momento de volver a nuestras rutinas: caza, forrajeo y campamento. No hacian falta palabras, solo determinación, y a ello nos pusimos, de nuevo Erik y yo, buscando zonas en las que los herbívoros fuesen a beber agua antes del descanso nocturno: - Si cayera un corzo... comenté en un momento a Erik, entre dientes, apretando los puños sobre la empuñadura de la jabalina, mientras escudriñaba el humedo terreno en busca de rastros de posibles presas.

Si todo se daba bien, quizá la cena fuese un momento mas placentero que el día anterior, alrededor del crepitante fuego, y las guardias y descansos, con el nuevo plan en marcha, fuesen también con el estómago pleno. A ello recé con fuerza a mis Valas afines.

Turno 603

Desperté con una ligera sensación de vacío en el estómago. Mis tripas protestaban y el sueño tras las guardias no había resultado todo lo reparador que solia. En parte por la escasa ingesta de alimentos pero también por el repentino cambio de rutina en los turnos de vigilancia.

El nuevo día empezó con malos gestos pero ánimos renovados por parte del Umli. Se mostraba molesto por la infructuosa salida del día anterior, pero parecía dispuesto a revertir la situación en una nueva partida de caza.

Cuando me llamó para salir, dude unos momentos antes de seguirle.

Tal vez otro debería probar a acompañarte en mi lugar...siento que no estoy preparado para acechar animales tras los arbustos y seguirlos por la hierba alta...mi arte es la guerra compañero...y en ella pocas veces los enanos precisamos ocultar nuestra presencia a los enemigos...en mi caso es más bien al contrario...he sido entrenado para dejarme ver y dejar que mi presencia infunda temor en mis adversarios...

Hice una breve pausa mirando al suelo y continué:

Siento que entorpezco vuestra labor....puedes preguntar al herrero, tal vez el este mas acostumbrado a buscarse la vida en campo abierto.

Mis palabras no pretendían ser de falsa humildad sino una sincera conclusión a los hechos pasados...lo mejor para todos era que yo me dedicase a otros menesteres donde seguramente mis habilidades se aprovecharían mejor.

De cualquier forma, era muy tarde ya para perder el tiempo discutiéndolo, así que lo acompañe por última vez, esperando que en los días sucesivos alguien me relevase en aquella tarea.

Seguí al Umli a través de senderos ocultos entre la hierba alta y nos apostamos en las cercanías de las charcas y los arroyos, cuando encontrábamos una pieza, dejaba hacer al medio enano y esperaba sus indicaciones para interceptar la huida de los animales...

Continuamos la marcha a buen ritmo aunque sin forzarla para no malgastar energías...todos agradecíamos las setas y demás frutos que Haelembor y Chakka traían de sus incursiones, sin ellas  nos podríamos encontrar en serios problemas, pero los caldos de hierbas y las sopas de agua no eran suficientes para mantener los cuerpos en una travesía como aquella.

En la hora de la comida el curandero y e oriental nos bombardeaban con cientos de palabras diferentes para nombrar a los hongos y a las verduras que cocinaban....algunos nombres me sonaban de ver trabajar a los chamanes de nuestra orden, peo en su mayoría me resultaban desconocidos, eran sencillas plantas comestibles, y para mí, aquellos hongos y frutos no tenían apenas valor...

Cada cierto tiempo, nuestras vistas se volvían hacia Oriente, más a menudo a medida que la oscuridad ganaba terreno...todos temíamos presentes los aullidos de la noche anterior y la figura de los lobos recortados sobre la luz de la luna en lo alto de las lomas...

Los lobos eran animales prudentes pero perseverantes...extremadamente inteligentes...si percibían una debilidad en el grupo, nos acecharían durante días si era preciso y esperarían a que estuviésemos lo suficientemente débiles para caer sobre nosotros aprovechando la superioridad numérica y su inagotable resistencia...

Por esa razón alimentarnos bien y no desperdiciar energías era ahora más importante que nunca.

Durante el día hice saber a todos mi intención de desentenderme de las labores de caza para ocuparme del fuego, la recolección de madera y el acondicionamiento del campamento....

La relación con mis compañeros parecía haber alcanzado cierto grado de normalidad...

Pasaba la mayor parte del día intercambiando opiniones con el Umli...evitaba en lo posible cruzarme con el Ailgratha y no habíamos vuelto a enfrentarnos desde el incomprensible incidente del bosque...empezaba a pensar que podríamos cumplir la misión sin llegar de nuevo a las armas...si el Rohir no me lo impedía, cumpliría mi promesa y llegaría a Tir-Anduin sin derramar sangre de mis aliados.

Con Chakka no tenía problemas, el oriental me había caído engracia desde el principio y aunque su amistad con el Rohir provocó un distanciamiento entre ambos...siempre fue claro conmigo, algo que agradecí y supimos llevarlo evitando ahondar en el tema.

Incluso el herrero parecía haber olvidado agravios del pasado...si bien no cruzábamos excesivas palabras habíamos logrado cierto entendimiento mutuo. y de algún modo nos respetábamos uno al otro en el silencio.

El Beornida no tenía problemas con nadie, su memoria para los resentimientos era selectiva, sencillamente después del ataque de los orientales había vuelto a ser el mismo de siempre...respondía a cada pregunta con una respuesta incompresible y a cada queja o  requerimiento con una sonrisa bobalicona...era imposible llevarse mal con él, aunque uno lo intentase con todas sus fuerzas.

Llegó la noche de nuevo y con ella los estados de alerta se elevaron, la tensión regresó a nuestros cuerpos y los sentidos se activaron para funcionar al 100% de sus capacidades...de ellos dependía nuestras supervivencia y el éxito de nuestro encargo.

Ya habíamos superado la mitad de nuestra travesía y aunque no había sido un paseo de rosas, salvo el ailgratha,  todos podíamos estar satisfechos del balance general...estábamos vivos , de una pieza y aunque nos habíamos retrasado en exceso, el final de la misión parecía más cerca de  nunca.

En mi cabeza solo una cosa me inquietaba, dando vueltas sin parar una y otra vez...el día anterior, mi ceño se había fruncido al oír hablar a Tulak de acortar nuestro camino a través del rio...en aquel momento me mantuve en silencio, pues todavía faltaba para llegar al Anduin y no era mi intención encender de nuevo los ánimos del grupo...pero a medida que nos acercábamos al gran rio, aquella idea crecía en mi cabeza, atormentándome en las frías noches del invierno que ya terminaba. Me aterraba, y no estaba dispuesto a arriesgar mi vida en aquellas aguas traicioneras si no existía una razón de verdadero peso para ello...adelantar unos días de viaje no se me antojaba suficiente, no existía certeza alguna de que hacerlo fuese  imperiosamente necesario y eso alimentaba mis deseos de hacer cambiar de opinión al montaraz.

Esa noche me recogí unos minutos en un pequeño refugio entre la hierba alta antes de dormir...un recoveco de hierba aplastada y tierra blanda rodeado de juncos, donde pude relajarme y reflexionar a solas sobre todo lo que habíamos logrado...

Atravesar el bosque, superar las penalidades e inclemencias del tiempo , el barro , las raíces, la humedad, el ataque de los orientales, los lobos...pero sobre todo la convivencia con 5 viajeros tan diferentes entre sí  y sobre todo a mi mismo, me habían hecho aprender ....me sentía ahora un poco mejor que cuando partimos de Bur-Waldalaes, más maduro, más versátil. Sin duda había aprendido de algunos de mis errores y me preguntaba de cuantos otros no me había dado cuenta todavia, errores que no volvería a cometer...o al menos que no cometería de la misma manera...

Repasé mentalmente los momentos de peligro y las luchas libradas en los claros...y trate de interiorizar todas aquellas experiencias para hacerlas mías...sentía que estaba un poco más cerca de mi objetivo y que aquel viaje me había proporcionado nuevas herramientas para afrontar las difíciles pruebas que el futuro sin duda me deparaban.

En el silencio y la soledad de la llanura, encendí mi pipa y me deje llevar por las caprichosas figuras que el humo dibujaba  arrastrado por los fríos vientos del Nan-Anduin elevándome poco a poco entre los juncos, cabalgando sobre los jirones de niebla que lo envolvían todo.

Turno 603

Aunque Temudyin había pasado casi toda su vida con una alimentación escasa, los pocos días en los cuales había podido alimentarse hasta llenarse le habían hecho acomodarse y volver a esa situación le estaba costando. El sonido de su tripa y el notar como el hambre llegaba una hora antes de la que estaban acostumbrados a parar para comer o cenar, le ponía algo mohíno.

Otra noche más en aquel paraje tan abierto que permitía a la fría brisa golpear sin piedad a los viajeros. Aunque siempre buscaban un refugio donde cubrirse, el bosquimano notaba como se le colaba el frío por los diferentes huecos de la armadura liviana de su hermano. Envuelto en una manta dando lentas vueltas alrededor del campamento, vigilaba mientras hablaba en tono bajo con Freagulf que sentado le acompañaba en aquella vigilia. Parecía que la noche pasaría sin más como la mayoría de las pasadas, pero el tuerto vio como en el horizonte las figuras de varios lobos avanzaban hacia ellos. No pudo distinguir si eran los mismos u otra manada que curiosa les seguía el rastro. Un escalofrío le recorrió la espalda, avisó al rohirim y vigilaron con más ahínco la posible zona por donde los lobos pudieran atacarles. Esto no pasó, pero por precaución, lo comunicaron a su relevo en la guardia. El resto de la noche, no fue del todo cómoda para Chaka, que volvió a tener sus antiguas pesadillas.

Por la mañana, pensó que la vuelta de aquellas pesadillas quizás era por la falta de alimento o por el nuevo estado de tensión por el avistamiento de los lupinos. Se levantó cansado e incomodo. Notó que varios de sus compañeros estaban de igual modo y por ello intentó disimular su mustio animo. Después de desayunar, se preparó junto al animista para realizar su cometido en pro del grupo. No iba muy animado, pero no quería demostrar su estado. Estuvieron cerca de las dos horas que tenían estipuladas hablando de plantas y derivados de los cuales Haelembor tenía un gran conocimiento.

Durante la marcha, que era a un paso constante pero no por ello forzado, Temudyin se adelantaba para subir cuanto antes a las colinas para así tener más alcance visual. Aprovechaba que esperaba al resto de compañeros para vigilar la retaguardia, pero cuando ya estaban juntos, volvía a adelantarse unos metros. Erik comunicó a los demás que no estaba muy contento con sus quehaceres, pues pensaba que no era el más adecuado para ello. - Quizás Freagulf cuando se recupere del todo pueda cambiarte dicha tarea. Hasta entonces, puedo ir alternando, un día buscar con Tülak y otro con Haelembor. Aunque la idea de dejar a uno de nosotros solo, no me gusta nada. - Fue lo que contestó el bosquimano a modo de pregunta indirecta, por si alguien tenía otra idea.

Siguieron avanzando todo lo que pudieron hasta antes del atardecer, donde volvieron a buscar un refugio donde acampara y donde volvieron a separarse para buscar comida. Ya llevaban varios días y se estaban acostumbrando a la rutina. Luego cenar lo poco que encontrasen y de nuevo las guardias, donde todos se esforzaban por descubrir los posibles peligros. La noche traía muchos sonidos, pero no tantos como en el bosque, aún así, los pocos que se oían hacían al vigilante nocturno girar la cabeza irremediablemente.