Partida Rol por web

Finalmente consegui parar de rodar y caer para asentar la cabeza, si es que se podia llamar de alguna manera a aquello; la herida se me habia vuelto ha abrir cosa que era lo mas normal del mundo pues despues de aquello no podia esperar otra cosa; rompi el vestido largo que llevaba para atarmelo a la cintura y asi intentar evitar mas perdida de sangre pero estaba jodida.

Mi piernas arañadas como si el gato furioso de la vecina se hubiera enzarzado conmigo por lo menos me respondian; mire el lugar inhospito en el que me encontraba y recogiendo mi pelo con otro giron de mi vestido decidi dar un rodeo e intentar volver a donde estaba; el medico, mi unica posibilidad ahora, aun debia estar por alli y si no esperaba encontrar un kit de emergencia en el avion, unas vengalas y unas vendas no me irian nada mal en aquel momento asi que me puse de nuevo en camino con sigilo por si acaso aquel animalillo decidia volver a aparecer.

Zenji seguía creyendo que había renacido y que sus dioses le habían dado a su musa rubia particular para su goce personal. Aún recubierto de mierda hasta los topes, se acercó y abrazó sensualmente a la joven, impregnándole el cuerpo del cálido y viscoso elixir que apestaba a mil demonios. Ya fuese por el guantazo que con todo probabilidad de llevaría el nipón y que le haría recobrar el plano material, ya fuese por la mano que surgió de improviso del sustrato apestoso, y la voz ahogada que intuyó sugería que seguía con vida quién fuese que estuviese ahí, o bien el nuevo rugido que se escuchó en la lejanía y los temblores al acercase inexorablemente a su posición, hicieron que el japonés fuese consciente de que estaban en peligro y que seguía "vivo" en aquella isla, junto a aquella gente que ni si quiera entendía su idioma. ¿Qué hacer?

Lo primero fue pisarle la mano y tratar de esconderla cubriéndolas con mierda, para que quien fuese el que estaba allí abajo, tuviese algún chance de sobrevivir. Y lo segundo, tomar de la mano a la rubia y tirar con fuerza para que ambos corriesen por sus vidas y encontrasen algún lugar donde esconderse definitivamente. ¿Puede que el olor que emanaban por estar recubiertos de mierda ahuyentase a otros depredadores, al estar esas colosales criaturas en lo alto de la cadena alimenticia de esa isla? Esperaba que sí, y si no, pues a rezar más.

**Tú deber correr conmigo para tratar de salvar vida, bomboncito. Si lograr sobrevivir, yo llenarte con mi esencia y tu poder ser madre de mis hijos. Yo cuidar de ti...

No tenía ni idea de si entendería un carajo, pero ahora tocaba correr.

La situación comenzaba a ser jodidamente insoportable. Mierda, de haberlo sabido hubiera preferido morir en aquel hospital cochambroso. Ahora me encontraba cubierto de estiércol hasta la cabeza, y teniendo que hacer un esfuerzo sobrehumano para conseguir salir de esta inmensa montaña de heces. 

-¡AGH! ¡ME CAGO EN DIOS!- grité, cuando pude sentir un dolor terrible en mi mano derecha, que trataba de aferrarse a la vida. El muy cabrón del japo, estoy seguro. Ese tío nos la tiene jurada desde el primer momento. Sabía que debería haberle partido la cara en el mismo avión, pero me apiadé de él. Ahora no va a tener la misma suerte.

Cuando por fin consigo salir del infierno que me tenía aprisionado, me dirijo directo a por el amarillo. El pringado había intentado salir corriendo inmediatamente, pero torpe al igual que todos los suyos, se había escurrido y parecía estar haciendo un ridículo baile mientras intentaba descender del montículo de desechos animales.

-¡HIJO DE PUTA! ¡VEN AQUÍ! ESTÁS MUERTO, ¿ME OYES?

Probablemente habrían escuchado mis insultos todos los seres que habitan esta isla, pero no es para menos. Decidido a acabar de una vez por todas con ese gilipollas, traté de abalanzarme sobre el, con tan mala suerte que yo también resbalé y caí, sintiendo el dulce sabor de la mierda por segunda vez en escasos minutos.

La mierda era bastante resbaladiza, algo que pudieron comprobar en primera persona tanto el japo como el piloto, que a pesar de lo mucho que intentaron salir de allí, el primero tirando de la rubia y el segundo intentando golpear al asiático, ambos cayeron una y otra vez de nuevo sobre la enorme plasta, de manera que no existía ya ni un solo milímetro de su piel que no se hubiera llenado de los restos del dinosaurio.

Y lo peor de todo era que los árboles que estaban no muy lejos, empezaban a moverse sospechosamente. O bien estaba a punto de aparecer otro animal, o a lo mejor era el mismo, que estaba regresando a buscar a su compañero.

Fuese lo que fuese, ellos estaban allí en medio, todavía sin poder salir de aquella plasta.

Zenji había caído al suelo y se arrastraba de forma lamentable como un gusano de tierra por sobre las heces. Había notado momentos antes como los dedos del piloto crujían al ser pisados, pero no esperaba la reacción de éste saliendo de las profundidades. ¿Por qué coño no se mantenía allí abajo escondido? ¿No se daba cuenta que estaba salvándole la vida? Además de inepto haciendo volar el avión era un parguelas sin sentido común. 

Pero no quedó la cosa allí, al parecer la había tomado con él, con el bueno de Zenji, y lo vió acercarse gritando improperios y atrayendo a cualquier criatura de la isla, solo por y para propinarle un puñetazo. ¿Really? Lo mejor del asunto es que el tipo de resbaló como él y terminó cayendo a sus pies, saboreando en el proceso un buen puñado de excrementos de dinosaurio. Zenji no lograba entenderlo, pero la situación le vino en gracia y empezó a reírse a carcajadas sin poder contenerse.

**Tu ser el tipo más raro que yo ver en mi vida, jajajaja. No saber que a tí gustar mierda, pero yo no impedir que tú saborear. ¿Querer más? Yo ayudar... - rió el japonés tomando un buen puñado y haciéndosela tragar a la fuerza, para terminar peleándo y rodando ambos por el suelo, cuál  combate en el fango, solo que en este caso, la superficie era mucho más ...como decirlo... apestosa. ¿Rico, eh? Jajaja. ¡Ñam, Ñam!

Cuando creí que perdía a la monja, ella sacó fuerzas de flaqueza y consiguió echarme una mano para impulsarla hacia la precaria seguridad del tronco, ahora flanqueado por dos monstruos descomunales. Desvié la mirada hacia el flacucho y pudimos ver como el pobre se meaba encima, allí clavado como una estaca. Era cierto que la imagen era espeluznante, pero quedarnos en medio era la peor opción y menos aún en medio de un duelo a muerte entre dos bestias que yo creía que era imposible que fuera capaces de existir-Vamos tío, espabila que no podemos quedarnos aquí-le dí un buen manotazo en su hombro intentanto hacerle volver en sí.

Miré a la monja ya medio en pelotas-hermana, yo voto por el mono, el dinosaurio está claro que nos comerá si o si, ya sabemos cómo se las gasta..pero quizá el mono, por lo territorial que suelen ser, quizás nos ignore y se enfrente al pedazo de bicho enorme que nos ha seguido hasta ahora...¿está de acuerdo?-pregunté esperando una respuesta afirmativa, realmente no teníamos más opciones, era moverse, o morir.

Ciertamente lo del flacucho era algo deplorable. Hasta ahora no les había servido para nada. Había ido a remolque del resto durante todo el extraño camino que habían tenido que recorrer y ahora encima se acababa de mear encima.

- Menudo desgraciado... - Pensó la monja. - ¿Y éstos hombres pretenden ganar una guerra? ¡Si no son más que unos niños asustados!

Y entonces intervino el doctor. De todos, entre el borracho, el meón y el amarillo, él es el único que había demostrado algo de temple, determinación y saber estar. La propuesta que le acababa de hacer era arriesgada a la par que potencialmente mortal, pero...

- ¿Tenemos otra opción a caso? - Preguntó de forma retórica la monja. - [B]
¡No nos queda otra! - Se respondió a si misma.

La monja entonces salió corriendo a la desesperada por encima del tronco y demostrando un equilibrio del que antes no pudo hacer gala. Su intención era clara, pasar a toda prisa por debajo de las patas del mono y salir a su espalda para desaparecer cuanto antes de su mirada.

Mientras la hermana se recuperaba, O'Brian intentó torpemente acercarse a ella y Sextus se quedaba paralizado en mitad del tronco, con una extraña mancha apareciendo en sus pantalones. Claramente, no era un hombre de acción.

Pero la hermana Claire sí que era una monja de acción. Se dispuso a correr con habilidad en dirección al simio gigantesco, olvidándose de todo y de todos, y lo estaba haciendo muy bien, hasta que el mono la vio, cogió el tronco por su extremo y lo levantó. En ese momento, el mundo pareció ponerse cabeza abajo para todos.

Casi no os dio tiempo a ver que bajo los extremos en los que estaba apoyado el tronco, había unos pequeños salientes. La Hermana Claire, que ya estaba en marcha, no lo dudó y saltó a uno de ellos, el que estaba en el lado del simio, aterrizando sin contratiempos. Ahora solo quedaba que Sextus y O'Brian hiciesen lo mismo.

Volviste sobre tus pasos dando un rodeo, y lo hiciste justo a tiempo para ver una extraña escena. Envueltos en mierda, de dinosaurio, suponías, había tres figuras que se removían, y una de ellas parecía estar ahogando a la otra. Ibas a decir algo cuando de repente, el mismo monstruo que te había perseguido hizo su aparición justo al lado de ellos y el avión. 

Mientras le estabas recordando el dulce sabor de la mierda de dinosaurio, apareció precisamente el dueño de aquella plasta, que había regresado de perseguir a Diana, y se detuvo justo a vuestro lado, mirando en todas direcciones como si buscara algo, o más bien, como si olfateara.

Por fin vislumbraba el avion estrellado y algo que me dejo desconcertada, habia tres figuras una de ellas era la mujer rubia y las otras dos... estaban enterradas en algo que olia fatal como a ... mierda?? Quise acercarme a ellos para ver si alguno era el medico y me volvia a remendar pero cuando lo hice, de nuevo mi amigo, al que habia conseguido despistar hizo su aparicion con lo que tocaba volverse a esconder y no me iba a meter alli, asi que buscaria algun otro sitio y luego miraria si alguno de los que estaban alli enterrados era el medico.

El buen traductor. Todos le decían que lo querían para profesor de escuela. El solo quería leer.

Pensó en una cátedra, y vivir leyendo. Pero eso significaba dejar sola a su querida mamá.

Maldita guerra de los mil demonios.
Cuando el tronco empezó a moverse no le quedo otra que correr por su vida, y saltar como nunca lo había echo antes.

Se dio un golpe contra las piedras, durante varios segundos le falto el oxigeno, y el pinchazo en los músculos de las piernas le hizo tensar la mandíbula para no chillar de nuevo.

No tenia claro dónde estaba, pero aun estaba vivo.