Partida Rol por web

Sextus lo intento. Y fallo. Y trepo una segunda vez, y fallo una segunda vez. Y volvió a intentarlo una tercera, y una cuarta, quinta, y se rindió tras el sexto intento.

Mejor lancen un cabo desde arriba. No tengo fuerza especifica suficiente para levantar mi propio peso en una escalada vertical.

Cuando termino de hablar se dio cuenta de que nadie iba a entender a qué se refería, solo verían que era un tipo flacucho y que no era capaz de subir a pulso.

Su carencia de músculos siempre le había resultado normal. Por primera vez en toda su vida, le crispaba no tener más potencia muscular en los bíceps.

Miro el resto de canoas, y cómo los demás iban llegando y trepando. Y aprovecho para charlar, dadas las circunstancias, no había mucho más que pudiera hacer.

Me alegro de que estén todos a salvo. Esa isla parece empeñada en acabar con nosotros. Suerte que estamos, más lejos de ella.

Porque fuera de peligro no estaban, los cojones fuera de peligro. Si había un cocodrilo gigante, podía haber un tiburón, o peor aun, una ballena gigante.

De echo, a saber contra qué había topado aquel novio en su momento.

La Hermana y Carter habían subido, pero mientras eso sucedía y el resto se pensaba si lo hacía o no, menos Sextus, que estaba claro que no iba a ser capaz de hacerlo solo, el cocodrilo se acercaba, lentamente, pero sin variar un ápice su dirección. Ya estaba cerca y con lo grande que es, seguramente se tragaría las canoas como si fueran un entremés, sin ni tan siquiera notarlo.

Claro que para eso estabais vosotros, para endulzarle la comida.

La situación no había dejado de ser tensa en ningún momento y todos sabían que permanecer en las canoas iba a ser una mala idea si aquel cocodrilo gigante acababa por aproximarse. Estar o no desnudo poco importaba en aquellos momentos, lo importante era subir los los agujeros laterales de aquella embarcación para ponerse a salvo, aunque le resultaba inevitable no pensar en la escena que acababa de protagonizar con Diana, dándole placer en sus partes íntimas y recordando su aroma y sabor. ¿Por qué era tan atrayente su hermosa rubia? Zenji ayudó a Diana a empezar a subir por la escalera como todo un caballero, y rápidamente inició el ascenso tras de ella sin ninguna dificultad. 

Zenji estaba acostumbrado a escalar el monte en la aldea de su tierra natal, o a subir por agujeros similares a esos para acceder a los aviones que tantas veces había pilotado, por lo que incluso mientras subía vigilando que Diana subiese sin problemas, no dejó de mirar y deleitarse con las magnificas vistas que ofrecía la rubia delante suyo. Nuevamente su cuerpo estaba reaccionando, y estaba siendo un suplicio... ¿Cuando iban a poder gozar de verdadera intimidad y poder llegarse a ella? La deseaba muchísimo y empezaba a intuir que era mutuo. ¿Sería posible que ambos se casaran y vivieran felices, olvidando aquella guerra que parecía no enero final, y dejando atrás aquella maldita isla y sus moradores?

- ¡Vamos tirillas! - Alzó la voz la hermana desde lo alto del barco. - ¡Ayúdale Dios a que sus brazos adquieran la fuerza necesaria para la empresa que tiene por delante! ¡Ayúdale a que adquiera la determinación que le falta para escalar! ¡Ayúdale Dios a que engrandezca su espíritu y desee realmente sobrevivir!

La hermana jaleaba a aquel desgraciado. Realmente deseaba que lograra escalar. No tenía ninguna cuerda ni nada por el estilo que lanzarle a Sextus y tras el último esfuerzo realizado al escalar por aquella pared, no se sentía con las fuerzas necesarias como para volver abajo a por Sextus. Pero sabía que animándole con palabras llenas de significado y fuerza, aquel hombrecillo lograría su cometido. Dios estaba con él y con todos ellos. De lo contrario haría tiempo que todos habrían muerto.

La Hermana fue la primera en subir, pero también la primera en volver a bajar. Cuando se asomó para ayudar y animar a los demás, sobre todo al fideuá de Sextus, no se dio cuenta de que se había echado demasiado encima de la baranda y cayó al agua en medio de un grito.

Tuvo suerte.

Podía haberse dado de cabeza con una puta canoa.

Pero ahora tendría que volver a subir... y el cocodrilo estaba más cerca que antes.

- ¡Esto te pasa por animar a un estúpido aliado! - Se dijo a si misma la presunta hermana. - ¡Gretchen, Gretchen, a ver si al final te vas a ablandar! 

Sin más la hermana comenzó a trepar de nuevo. A su paso por al lado de Sextus trató de auyudarle. Aquel pobre hombrecillo era una desgracia para la humanidad, pero a Gretchen le despertaba cierto sentimiento de ¿lástima?, podía ser. Además, como ya había decidido, tenía que desfogarse con alguien una vez estuvieran a salvo. Si la morenaza, el médico la rubia y el amarillo ya lo habían hecho... ¿Por qué no también ellos dos? Al fin y al cabo, a esas alturas, su tapadera como monja estaba bastante desmontada. Si sus compañeros de desventuras no lo veían es que eran bastante ciegos...

- Vamos Sextus... - Le animó agarrándole por la pechera a su paso por su lado. - Tus días aquí no han acabado. Aún tienes una misión que cumplir... - Y le guiñó un ojo.

Llegar al barco fue fácil, a pesar el bicho que nos perseguía.

Lo malo era trepar por aquellos orificio con los pies descalzos. Estaba acostumbrada a trepar, no por nada era artista y bailarina principal en barra vertical, pero aquello era algo mas. Era supervivencia. Y por mucho que quisiera, esto no era Hamburgo ni ningún escenario de seda final.

Estuve a punto de caer, pero por fortuna Zenji estaba allí, que con firmeza me agarró una de las veces que estuve a punto de caer.

- G-gracias.- Dije de forma tímida una vez arriba, cuando tropecé y cai en sus brazos.

 NO tuvo tanta suerte Sextus, que cayó a plomo al agua, lo cual avivó la carrera del bicho que nos perseguía.

Yo miraba más hacia atrás que hacia delante. Aquel maldito monstruo marino estaba cada vez más cerca y yo no podía seguir subiendo.

-Hermana, mueva el culo o ese bicho va a morder el mío -dije en voz alta, pensándome muy seriamente si soltar la mano para lanzarla con mayor rapidez hacia arriba.

Por suerte, no hizo falta y al final, todos estuvimos arriba... menos Sextus.

-Sextus, joder. ¡Sube ya! ¿A qué esperas?

Me temía lo peor.

El cocodrilo no tardó en llegar. Sextus había vuelto a caer a una de las canoas y de repente se encontró con una boca abierta más grande que su propia casa y con más dientes que una tienda de dentaduras postizas para jubilados.

La boca se fue acercando, con aquellos colmillos afilados por todas partes, e incluso el bicho se elevó para saltar por encima de las canoas, que estaban junto al barco.

Estaba bien jodido.

- Sextus... - Dijo aquella extraña mujer escondida tras la apariencia de una monja que lucía jeans tras sufrir las jugarretas del destino. 

Al final se lo iban a comer. Ya no dependía de nadie salvo de él mismo. Gretchen pensó en bajar a buscar a aquel escuchimizado hombrecillo, pero no había tiempo material para hacerlo. No antes de que las fauces del cocodrilo se cerrasen entorno a él. Sextus estaba acabado, Sextus estaba perdido. Iba a ser el almuerzo de la maldita pesadilla del puto capitán Garfio y ella... ella no podía hacer nada por él. No se le ocurría nada al menos. No en décimas de segundo.

- ¡Corre idiota! - Le gritó desde lo alto. - ¡Corre por lo que más quieras! - Y esperaba que obedeciera, porque sino... ¿Con quién iba a celebrar su victoria una vez abandonasen aquella locura?

Zenji había alcanzado la cubierta con facilidad pasmosa, y cuando Diana tropezó y cayó entre sus brazos, se alegró profundamente. Acarició tiernamente su cabello dorado, colocándoselo con suavidad el mechón que le tapaba el rostro en su oreja, y se sintió tentado a besarla allí mismo. Sin embargo, la situación no era nada favorable, al menos no para Sextus, quién había vuelto a caer sobre una de las canoas, justo cuando aquel enorme cocodrilo acababa de llegar.

El nipón miró la escena asustado, y en su fuero interno presentía que eran los últimos instantes que vería al intérprete con vida. Como no esquivar milagrosamente esas enormes fauces que ya se cerraban para devorarlo, y subía a toda prisa hasta cubierta, no lo iba a contar. 

- Diana, no mires... - la abrazó hacia sí, haciendo que no mirase aquel final. Está acabado...

Al conseguir subir vi como el resto también lo hacian conmigo por suerte Jack había sido igual de ágil que en el interior de la gruta y habia subido sin problema por otro lado la monja, poco contenta con el papel que estaba desempeñando habia subido y vuelto a bajar al ver que Sextus no conseguía subir; estaba claro que allí habia algunas parejas el nipón desnudo y la rubia parecían muy unidos y Jack y yo habíamos tenido nuestro momento tal vez ella y Sextus??

Pero la monja no era lo suficientemente rápida y el cocodrilo ya se encontraba dispuesto ha comerse a Sextus; busque por todos sitios algo que tirarle al cocodrilo para atraer su atención pues, aunque Sextus era un estorbo habia estado "viajando en el tiempo" y nos serviría de información mas adelante así que cogi uno de mis zapatos a falta de algo mejor.

Al ver comos la morenaza le lanzaba un zapatazo al cocodrilo, ella decidió hacer lo mismo, pero en vez de zapatos le lanzó plomo. Eso tenía que ser más efectivo y aunque no le hiciera demasiado daño, igual si le distraía.

- ¡Vamos Sextus, joder! ¡Sube ya! - Le ordenó la monja, perpleja ante el pasotismo de aquel individuo ante su próxima muerte. Si todos los suyos eran como él, la Alemania Nazi tenía la guerra ganada.

Mientras Sextus luchaba por mantener el equilibrio en la frágil canoa que se estaba devorando el cocodrilo del demonio, un zapatazo de Carter fue a parar directamente a uno de sus ojos, mientras la hermana claire le disparaba, intentando acertarle en el otro.

El bicho abrió todavía más las fauces y pareció chillar de dolor, lo que le proporcionaba a Sextus la oportunidad que necesitaba para saltar de la canoa.

Era ahora o nunca.

Sextus no encontraba la manera de subir. Sus piernas eran muy delgadas, sus manos muy torpes y las canoas, una auténtica porquería. Como resultado de todo ello, había caído en lugar de subir y al ponerse en pie, se había dado cuenta de que tenía un pie atrapado entre los maderos.

Cuando el cocodrilo apareció, Sextus supo que había llegado su hora.

Bueno, qué podía esperarse de un simple traductor. No estaba hecho para ese tipo de vida.

Para su sorpresa, un zapato voló por delante de sus ojos, impactando directamente en uno de los del cocodrilo, y un disparo resonó por encima de las olas.

 ¡Vamos Sextus, joder! ¡Sube ya!

Empujado por las palabrotas de la hermana (vaya hermana), Sextus no se lo pensó dos veces y saltó, encaramándose, ahora sí, a los agujeros que había en el metal y subiendo con dificultad, pero subiendo, hasta la cubierta. Cuando llegó, le faltaba el aire, además de la sangre.

-G-gracias, a t-todos, pero Hermana, us-usted... no... debería decir esas... cosas.

Por fin estaban todos en la cubierta del barco, mientras debajo, el cocodrilo, cabreado como el que más, destrozaba todas las canoas, dejándoos sin posibilidad alguna de volver.

Ahora estabais solos el mar, el barco y vosotros.