Partida Rol por web

Sextus floto a la orilla, y menos mal que no a la misma dónde estaban los lebranchos mutantes hiper inflados de cereales y plutonio.

Pero qué aberración.

Los nuevos enemigos, vieron cómo la comida flotaba, y la monja de combate y el aguantasanos se lanzaron a por la mujer morena.

El tenia que hacer algo, así que empiezo a coger piedras y a lanzarlas al agua, todo lo lejos que podía de sí mismo. Osea, a dos o tres metros, con la idea de espantar a las criaturas, o al menos distraerles.

En cuanto estuvieron ya casi en la orilla a salvo, se dio cuenta, que aquellos engendros tenebrosos igual que habían entrado al agua, podían salir.

Vámonos, no creo que corran más que nosotros, y no quiero quedarme a preguntarles.

Echo un vistazo a su alrededor, y procuro orientarse, con tanto viaje espacio temporal mas o menos tenia una idea sobre la distribución de la isla, no estaban lejos de la playa del barco hundido, y arranco la comitiva corriendo como un niño cojo en aquella dirección.

Carter continuaba inconsciente, pero finalmente, entre Jack y el resto, lograron sacarla del agua. No obstante, aquellas criaturas no solo nadaron hacia ellos, sino que como se había temido Sextus, empezaron a salir del agua y a moverse en su busca. Su caminar era como el de los cocodrilos, y estaba seguro de que sus dientes no debían ser muy diferentes.

No obstante, el peligro no había pasado todavía, porque un chillido hizo que aquel grupo de criaturas se detuviera en seco y girase para marcharse de nuevo a la laguna.

Al mirar hacia el cielo, visteis la causa. Una bandada de lo que parecían ser murciélagos, pero de mucho mayor tamaño.

Los murciélagos se lanzaron en picado contra vosotros, abriendo sus fauces y extendiendo sus dedos, terminados en afiladas uñas que sin duda, resultarían mortales sin lograban encontrar un blanco perfecto.

Zenji casi no lo había contado, y permanecer inconsciente tras caer en el agua le había dejado un poco aturdido cuando volvió en sí. Lo primero que hizo fue vomitar un largo trago de agua y bilis en la cara de la monja, y cuando abrió los ojos, a la única que vio fue a su querida rubia alemana. Para Zenji, solo ella le había salvado la vida, la monja no hsbia tenía nada que ver en todo aquello, en que siguiese con vida.

No obstante, al ir recobrando los sentidos y ser consciente del entorno que les rodeaba, se dio cuenta de que estaban en peligro. Sextus gritaba algo de unas criaturas acuáticas que salían del río, pero al mirar hacia allí, solo vio que se giraban y se marcaban con el rabo ente las piernas, si es que tenían rabo. 

- Menudos cagaos! Eso! Largaos! - rio Zenji, pero una sombra cubrió el sol de improviso, y al mirar hacia reina entendió el verdadero problema. A duras penas pudo saltar para intentar impedir que no se llegasen a Diana, pero sintió como unas barras le atenazan las piernas. Joder! Me ha atrapado... Sálvate Diana, hazlo por mí...

Mi intento de acción heroica para salvar de una maldita y definitiva vez a Carter habían resultado ser un fiasco pues noté como el agotamiento hacia mella en mi cuerpo más rápido de lo que esperaba, los calambres atacaron mis extremidades inferiores y de repente noté como mis dificultades para mantener a flote e incluso a mí mismo aumentaban de forma exponencial.

Vi aquella mezcla anfibia tan extraña y me encontré entre la espada y la pared, era arriesgarse a volver a tierra o dejarnos llevar por el agua hasta morir ahogados, pero para mí sorpresa el escuchimizado intentó ahuyentar aquellas bestias mientras la monja se tiraba de nuevo al agua para ayudarme y de paso salvarme-Gracias hermana, me estoy cansando de intentar salvar la vida a ésta morena, si no fuera por el juramento hipocrático, la había matado yo mismo-dije con una media sonrisa intentando ayudar todo lo que podía conseguir con movimientos torpes y cansados.

Cuando al fin llegamos los tres a la orilla, caí rendido al suelo y jadeante al igual que la monja mientras Carter seguía inconsciente-Joder... gracias otra vez...- conseguí decir, me desplacé hasta Carter y acerqué mi oído a sí boca para asegurarme si respiraba-Bueno, al menos sigue viva...- respiré aliviado pero entonces oí un sonido aterrador proveniente del cielo-¿Y ahora que mierda pasa?- pregunté alzando la vista y asqueado por la situación, unas bestias similares a unos murciélagos enormes se lanzaban sobre nosotros con las fauces abiertas-¡mierda tened cuidado con esos putos bichos!- exclamé, pero bajaban muy rápido y en un santiamén uno de aquellos monstruos se encontraba encima de mí, estaba bien jodido...

Y la isla de las pesadillas atacaba de nuevo. Había ganado algo de ventaja a las pirañas mutantes de torrelodones, y zasca.

Ahora murciélagos…

Dijo escuetamente y algo resignado. Sextus hacia tiempos que no podía con su alma. Viajes en el tiempo, hormigas gigantes, él Kong dándose un banquete, flechas en las piernas, cataratas, y ahora murciélagos.

El que escribió la Iliada no sé lo paso tan bien como el que decidido los bichos enormes de aquella isla.

Los murciélagos atacaron sin compasión al agotado grupo. Los arañazos llovieron por todas partes, sobre cada uno de ellos. Sextus recibió una muestra de ello en la espalda, cayendo al suelo envuelto en sangre. Zenji recibió uno en el rostro, dejándole una hermosa y profunda herida, Jack también recibió una en un costado y Carter, que a duras penas acababa de recuperar la consciencia, fue empujada hacia atrás, cayéndose al suelo y golpeándose con el duro suelo rocoso. Sus costillas protestaron de nuevo.

Ninguna de las heridas que habían recibido eran de consideración, pero no por ello dejaban de doler y joder, sobre todo cuando no acababan de salir de una para entrar en otra. 

Además, el agotamiento no les permitía huir con rapidez.

En ese momento, la bandada de murciélagos, que parecía estar reuniéndose para atacar de nuevo... se dispersó de repente.

Aquel simio gigante apareció de nuevo en la orilla de la laguna, rugiendo, golpeando el aire para acabar con ellos como si fueran mosquitos y por el momento, ignorándoos.

Y allí estaba el jodido mono gigante. Después de haber sido atacados por unos dementes indígenas armados con arcos, hacer caído por una catarata, atacados por cocopirañas y murciélagos gigantes asesinos en tan solo unos pocos minutos, allí estaba de nuevo el mono.

- Creo que no nos ha visto. - Dijo la monja no muy seguro de sus palabras. - Será mejor que empecemos a movernos, poco a poco y sin llamar la atención.

Dicho aquello, la religiosa no perdió más el tiempo y se puso inmediatamente a poner en práctica su plan. Se movía despacio, de forma felina y sin dejar de mirar al simio. Pretendía esconderse entre la maleza. No quería que aquella bestia garganturesca la volviera a atrapar. No tendría tan buena suerte por segunda vez.

El espagueti humano, ahora tintado de tomate rojo en la espalda, empezó a reptar para esconderse tras alguna maleza.

Cuando llego a un tronco de árbol, apoyo la espalda y miro atrás. Ahí estaba…

Ese es Kong, los lugareños le dan de comer personas en sacrificio para aplacar su ira. Y por la pinta que tiene matando murciélagos gigantes, no es nada amigable.

A mí ya me mato una vez.

Y recordó cómo se esfumo en el tiempo mientras el gorila apretaba su cuerpo para hacerlo papilla. Al menos no se lo quiso comer.

No aguanto más. Yo me apunto a esperar un rato escondido.

Y sabia que quedándose quieto algo malo aparecería, pero ya no podía con su alma. Ni con el dolor de espalda, ni con la pierna agujereada con el trozo de madera saliendo.

Qué pena daba.

Aquello ya era demasiado poco contenta con haberme golpeado la cabeza con las rocas en el agua, en cuanto conseguia salir gracias a Jack unos seres alados como murcielagos mutantes nos atacaron haciendo que nuevamente cayera golpeandome contra las rocas y oyendo como mis costillas protestaban por ello; habia salido de muchas aventuras durante mi vida pero de aquella, seguro que no salia.

Justo despues de que aquellos seres fueran a por mi, el rugido de un simio sono y este hizo su aparicion; al ver su inmenso tamaño me senti minuscula y aunque no tenia ni las fuerzas ni las ganas suficientes para esconderme mi instinto me obligo a ello y reptando cual serpiente intente camuflarme con el ambiente.

Zenji respiró aliviado al sentir que aquella criatura alada semejante a un murciélago gigante que le había tomado por la pierna le liberó y salió volando de inmediato. ¿La razón? Una criatura colosal que ya había visto con anterioridad y que sabía lo que podía hacer, había regresado. El nipón temió por su integridad física y la de su querida rubia alemana, la cual parecía en estado de shock y apenas respiraba. ¿Correr hacia un árbol y tratar de subirse en él? Descartado. ¿Ir hacia el agua donde casi había muerto ahogado y ya había visto aquellas pirañas mutantes, similares a cocodrilos? Peor aún. La única opción viable era buscar el cobijo de las rocas del acantilado, cerca de la catarata. ¿Puede que hubiese alguna gruta gor detrás de la cascada? No perdian nada intentándolo.

- Diana, tú venir conmigo... Buscar lugar seguro cerca de la cascada. Si nos quedamos aquí, poder ser aplastados sin querer por mono gigante...

Y sin pensarlo, tiró de ella con suavidad para hacerla reaccionar y moverse ambos hacia allí. Sin embargo, al empezar a correr fueron detectados de inmediato por Kong y éste dejo de jugar con los murciélagos. ¿Se desplazaría a por ellos? ¿Iban a ser su cena?

El gorila miró a su alrededor y de no ser porque os movisteis, no os hubiera visto. Pero los ruidos cerca de sus pies, entre los arbustos, acompañado de los gritos y vuestras conversaciones, fueron suficiente para atraer su atención. El simio miró hacia abajo... y vio a una insignificante criatura junto a otra, a Zenji tirando de Diana. Sin dudarlo, los ojos de Kong se centraron inmediatamente en el amarillo y su mano se dirigió sin dudarlo hacia él.

Sin darle tiempo a decir nada, cerró sus dedos alrededor de la cintura de Zenji, "liberando" a Diana, y lo elevó hasta poder verlo mejor a la altura del rostro.