Partida Rol por web

Habiendo caído uno, quedaba sólo el que luchaba encarnizadamente con Rarkan y parecía que no atendían a posibilidades de rendición.

Con un chillido, pareció tomar impulso el necrófago y saltó hacia el gladiador, que ya esperaba ese movimiento. Sólo tuvo que apartarse hacia un lado y el ataque no tuvo éxito.

Ya el combate parecía acabado...

Mi contra ataque ya tenía su camino marcado y mi hacha tomo el sendero exacto. Al esquivar el ataque me ubiqué a un costado de la criatura donde su cuello fue el objetivo de mi arma, decapitando a mi enemigo. Solo resto el tiempo para ver caer el cuerpo ya sin cabeza.

Apenas Lállebron se alejaba para rodear la posada, Tádeok llegó junto a ella en pocos trancos. Su respiración estaba entrecortada y el miedo se reflejaba en sus ojos. Su esposa podía verlo...

Y en ese mismo momento de encuentro y alivio por parte de la pareja de viajeros, Iodinie y su compañero de guardia soltaban gritos de victoria.

-¡Lo han hecho!

-¡Fantástico!

Exclamaban los guardias al ver caer al último de esos muertos vivientes que acababan de comerse a sus conciudadanos.

Poco duraría esa alegría si no actuaban  rápido.

La curiosidad de Arnald no sólo le opacaba el optimismo; también lo empujaba a actuar rápidamente. No pudo contenerse, y se acercó a las criaturas abatidas para inspeccionarlas un poco desde una distancia segura.

Después de observarlos un instante, ingresó a la taberna a ver cómo había quedado la escena horrorosa en la que los ciudadanos se habían convertido en esos monstruos y se habían comido a sus vecinos.

Cuando salió de la taberna, reunió al grupo para decirles:

-¿Qué les parece si descansamos un poco? Mañana debemos partir con premura a Nerdua.

Lo que todos pueden sacar en limpio del combate es que son criaturas ágiles, con garras mortíferas pero débiles en resistencia al daño. Los manguales y mazas no deberían ser muy útiles, mientras que las espadas y lanzas parecerían ser una buena forma de eliminarlos sin que se acerquen demasiado.

Mi cuerpo logró tranquilizarse, pero no mi mente. Apenas registro las palabras del corrector y asiento con mi cabeza a la propuesta. Saco los restos de mis victimas de mi hacha y la limpio con un trapo del lugar. -Cosa asquerosa- 

Largo tiempo durante el viaje había querido despejar mis dudas sobre si nos enfrentaríamos a estos seres endemoniados y como serían esos combates. Ahora que ya habíamos visto y combatido a los muertos vivientes, no podía dejar de pensar que un pueblo entero convertido sería un reto difícil de sobrevivir.

Avance tras Arnald y lo observe examinando los cuerpos mutilados de los necrófagos. Me incline sobre el mismo cadáver y trate de recordar las viejas lecciones de medicina durante el campamento de entrenamiento.

El legionario comenzó a revisar los cuerpos corruptos de los necrófagos en el mismo lugar donde habían caído. Sus manos se tiñeron de un rojo oscuro, y el olor comenzó a ser cada vez más opresivo. Ya la sangre había inundado el lugar, pero ahora, con el estudio exhaustivo que estaba realizando Grind, parecía que nunca pararía.

Todos tenían mordiscos en algún lugar del cuerpo... garras también, pero en muchos éstas no habían sobrepasado las armaduras endebles que tenían. Tal vez, esa era la causa del contagio...

Lo curioso es que las historias que había de muertos vivientes, hablaban de seres lentos y fáciles de matar si uno tenía el coraje de acercarse a ellos. Pero estos eran distintos: rápidos, feroces y certeros. ¿Y si era un tipo de muerto viviente que se contagiaba de esa forma, con el mordisco? Si era así las armaduras que llevaban más les valía que fueran buenas...

Mientras que Iodinie se acercaba aún con la espada desenvainada y el viejo se quedaba en la puerta como queriendo ver a través de una puerta que no se nos permite entrar, el hedor comenzaba a ser importante. Las pocas velas que había en la sala común de la taberna y que no habían sido derribadas en la matanza anterior, le daban un clima tétrico a la situación.

El sonido que hacían las manos del legionario que investigaba los cuerpos de las criaturas se hacía patente cuando el silencio se apoderaba de la sala. Una sala repleta de cadáveres: algunos casi completamente devorados, otros apenas reconocibles y los de los necrófagos que habían sido destripados y descabezados gracias a la acción conjunta de los hombres de Armind Aglazor y el gigante colorado.

Arnald rebuscaba en los cuerpos de las criaturas y de pronto, en uno que llevaba una cota de malla con los anillos prácticamente sueltos, encontró un anillo de plata grabada. El agente de la corrección la mira un poco más detenidamente y se da cuenta que está frente a una reliquia: Santa Tania, o para los herejes, de la diosa Tatja.

Ahora que lo recordaba, esa reliquia la tenía un sacerdote en la Iglesia de Nerdua... ¿cómo podría olvidar algo así? ¿Qué se hará ahora con esa reliquia?

Mentiría si negara mis ganas de vomitar en ese momento al mirar a Grind meter mano en las tripas y sesos de los cadáveres, asique desvié mi mirada. 

Algo había pasado dentro de la taberna. Las tablas estaban sanas, al menos las de la puerta principal. En ese instante pensé en la pareja que había desaparecido por un lado del edificio.

Con la espada aún en mano comencé a caminar y buscar con la mirada al gigante y la mujer. 

No le costó demasiado encontrarlos... el colorado y la que parecía su mujer e hija, estaban fuera del edificio...

Me tomo un buen rato, pero al final logre sacar algunas conclusiones. Mire mis manos, rojas embebidas en la sangre de las hediondas criaturas. Use las ropas de uno de los muertos para limpiarlas lo mejor que pude sin el menor signo de asco, sino más bien una ligera incomodidad. Peor era cuando tus manos se manchaban con la sangre de compañeros a los que no habías podido salvar... 

Fui recorriendo el lugarejo con cuidado buscando algún recipiente con líquido para limpiar mis manos, pero mientras lo hacía comencé a hablarles a mis acompañantes para ponerlos al tanto. -Bien pues parece obvio que sus armas principales son esas afiladas garras, pero por lo que pude deducir de los muertos, el contagio para convertirse en una de estas criaturas es a base de su mordisco.-

Les di unos segundos para que meditaran sobre estas palabras mientras terminaba de asearme la sangre inmunda. -Por ahora debemos prepararnos y asumir que ningún lugar es seguro.- Mire a Rarkan unos instantes. -Tal vez quieras encontrar a alguien que pueda reparar tu armadura, porque parece que vas a necesitarla.-

El guardia manco se adelantó hacia donde estaba Grind.

-Puedo conseguir a alguien que te pueda arreglar la armadura- le dijo a Rarkan solícito -¿Entonces se encargarán de las criaturas en Nerdua?- preguntó esperanzado.

Luego comenzó a mirar los destrozos de la taberna. Sus ojos se estaban llenando de lágrimas... no había podido hacer nada por ellos.

-Ecbert- dijo llamando la atención del viejo guardia -Ayúdame con...- y su voz se cortó.

El viejo, aún reacio a entrar a la sala donde la muerte parecía haberse hecho dueña, dudó un momento.

 -Debemos darles sepultura- volvió a hablar Iodinie mirándolo con reproche.

Sólo en ese momento actuó como buen Soidiano y comenzó a ayudar a su compañero de guardia.

"La voluntad de Soid es insondable"

-Debemos darles sepultura- dijo Iodinie, dándole la oportunidad.

"Una buena sepultura... el paso solemne a la eternidad..."

Vio a Iodine y al anciano aproximarse a los cuerpos sin vida de sus antiguos vecinos.

-Permítanme ayudarlos con eso.

Arnald tomó uno de los cuerpos y acompañó a los guardias de Bremie.

El agente de la corrección pronto comenzó a ayudar a los guardias que estaban haciendo un esfuerzo sobrehumano para sacar a los cadáveres semi comidos por los necrófagos...

Ambos jóvenes percibieron que algo era raro: Arnald estaba sacando un necrófago hacia afuera, mientras que los guardias estaban retirando a los pueblerinos de Bremie para darles sepultura...

Y había algo más, la mirada del agente estaba más pendiente en lo que hacían los demás, que en el camino que tenía que recorrer...