Partida Rol por web

La vista de Eduard estaba nublada. Sentía gritos, gemidos... y dolor, mucho dolor. Veía movimientos, pero eran más rápidos que él. Intentaba interponer sus armas, pero no siempre lo podía hacer. No veía a sus compañeros. ¿Habrían caído? ¿Estaba muriendo? La espalda le dolía horrores, sentía cómo la sangre caliente se interponía entre su piel y el frío de la nieve a su alrededor. 

-Diablos...- murmuró para sí...

La fría nieve del piso rocoso de Nerdua se derretía lentamente con la sangre caliente de mis compañeros. Los antiguos habitantes de la cuidad nos rodeaban en un número abrumador y la disciplina del legionario se hacía notar a la hora de defenderse, su guardia parecía muy sólida e infranqueable. Pero la bestia parecía que podía romper toda estrategia posible, no era hora de defenderse, era hora de romper cada uno de sus huesos y cortar cada parte de piel de esa atrocidad. " Si he de morir aquí, te llevaré conmigo a los infiernos y juntos arderemos"

La criatura atacó con gran fuerza a Grind y al agente. Sus hachas cortaron con furia el viento helado sin poder dar con su objetivo, sus movimientos toscos era predecibles a la hora de quitarse de encima a los espadachines que como moscas en la carne podrida daban vueltas a la bestia. 

Al momento que una de sus hachas quedo clavada en el duro suelo dí mi golpe. Con la mole forcejeando con las rocas que trababan su acero clavé mi hacha en un costado de su duro torso rompiendo dos cráneos que observaban con sed, mi hoja penetró la dura capa huesos y la sangre brotaba como un barril sin fondo de cerveza roto.  - Grind no es hora de defenderse!...Rompe formación legionario!!.. mándala de regreso!!.. acaba con ella!! -   

¿Que no era hora de defenderse? Acababa de salvarle la vida al muy bastardo. Por Soid que si sobrevivíamos el maldito se iba a enterar. Tres palmos de acero impulsados por mi mano le iban a hacer entender.

Embestí con fuerza en linea recta desde detrás del escudo para hacer lugar entre los muertos, pero el objetivo final de mi carga era la mole de muerte que casi me había partido en dos unos segundos atrás. 

La hoja se hundió profundo, casi hasta el pomo y el sonido de huesos rotos casi me hizo sonreír. Retorcí la hoja sobre si misma con un movimiento de muñeca y la retire casi de suerte con un violento tirón.

Tras la brutal estucada, di un brutal barrido con el escudo hacia la posición de Eduard, para obligar a los muertos a retroceder al menos unos metros.

-¡A mi Eduard!- Fue un grito desesperado buscando acercar al herido, que seguía conmocionado por el golpe en la cabeza.

Arnald intentaba esquivar los manotazos y rasguños de los zombies, a la vez que tenía que prestar atención a la gran hacha que blandía la masa de cuerpos muertos... y eso fue lo que no le permitió actuar con precisión.

Hizo que el mangual realizara un arco hacia el brazo de la criatura, pero al hacerlo simultáneamente con un movimiento de retroceso, apenas dañó levemente el antebrazo de ésta. Prácticamente no lo sintió, y eso enfureció al agente.

-¡Por Soid!- exclamó prácticamente blasfemiando, aunque también se podía interpretar como un pedido a su dios para que lo ayudara en un momento aciago.

La Masa de la Muerte estaba recibiendo golpes de todos los frentes, y parecía estar cada vez más enfurecida. ¿Podía una criatura así sentir, tener emociones? Realmente no lo sabían, o al menos no en ese momento. Lo que sí sabían los aventureros es que todavía significaba un peligro importante ya que parecía que sus ataques, a pesar de obrar destrozos y de que la criatura se mostraba resentida, no parecían ser suficientes.

A pesar de que el golpe de Arnald había sido débil, la bestia parecía estar empecinada en destruir a esa amenaza desde un principio. ¿Tendría que ver que era un agente de la Corrección? ¿O que era un fiel seguidor de Soid? No lo podían saber, sólo conjeturas. Pero eso no importaba, porque esta vez el hacha cayó con fuerza sobre el hombre de la Corrección que sólo atinó a interponer el escudo, lo cual lo salvó de que lo partiera en dos. El escudo se quebró por la mitad y justo a tiempo apartó el brazo, haciendo que la pesada hoja se enfrentara a su protección de cuero. Ésta lo salvó, pero no lo haría una vez más... estaba a merced de los golpes ahora.

Mientras tanto, la otra hacha hendió el aire hacia el lugar donde saltaba de aquí para allá Anton con sus dos hojas desenvainadas. Y sólo hizo eso, ya que el hábil espadachín saltó hacia un costado evadiendo por completo el peligro con una sonrisa burlona en el rostro.

Los zombies no parecían cansarse y tampoco retroceder. Es más, parecía que había cada vez más zombies a su alrededor. Su visión estaba rodeada de muertos furiosos por la vida que aún había en su interior.

Anton continuaba con su danza evasiva y parecía estar llevando bastante bien el combate. Su daga frenaba ataques, su espada también, y los que pasaban esa guardia de hierro, eran esquivados con soltura. Hasta que la masa de muerte decidió que era una amenaza para su no-vida. El hacha se clavó el en suelo, pero el esfuerzo realizado para esquivar el ataque destructor del hacha, hizo que perdiera de vista al zombie de un hombre enjuto con barba luenga. Éste golpeó la espalda del espadachín haciendo que trastabillara y perdiera el equilibrio. Apoyó la espada en el suelo para levantarse, pero había sido fuerte el golpe y tardaría en recobrar todo su funcionamiento.

Eduard, guiado más por el oído embotado que por la visión, se hizo lugar esquivando caminantes y empujándolos ausentemente para llegar hasta donde estaba Grind realizando un esfuerzo hercúleo por defender a sus compañeros. El legionario interpuso su escudo entre las garras de un zombie y el cuello desprotegido de Eduard, y sintió cómo el escudo crujía ante el fuerte impacto del zombie. Todo su brazo tembló, con los claros signos de que empezaba a perder fuerza su protección.

Arnald, aún aturdido por el golpe del hacha, apenas pudo ofrecer resistencia a los golpes de los zombies. Esquivó a duras penas a uno, lanzó el escudo roto contra el rostro de otro en un intento desesperado de sobrevivir, golpeó con el mangual a otro haciéndolo caer... pero no fue suficiente y otro caminante golpeó la cabeza de éste haciendo que la sangre le nublara la vista. Soid no parecía estar en Nerdua.

Grind, por su parte, no paraba de moverse. El entrenamiento intensivo parecía no haberse olvidado ya que su espada hendía los cuerpos de los caminantes como si de mantequilla se tratara, mientras que los golpes rebotaban en su armadura y escudo. Aún estaba a salvo, pero perdía agilidad con el tiempo, con el esfuerzo realizado para no ver caer a sus compañeros como alguna vez lo hizo. Eso sería un gran golpe para el legionario y hacía un esfuerzo sobrehumano para evitarlo.

Rarkan, enfrascado en destrozar el cuerpo de la criatura, apenas le dedicaba atención a los zombies a su alrededor. Destrozó con el mango del hacha la mandíbula de uno que intentaba alcanzarlo, pateó la pierna de otro cuando quiso acercarse a él, su armadura caía a pedazos con los pequeños golpes que pasaban su guardia... pero una vez más el legionario llegó justo a tiempo para evitar la muerte del gladiador. Un zombie corpulento se hizo paso cuando un compañero cayó con la quijada desencajada y arremetió contra Rarkan. El legionario, viendo esa escena, lanzó su espada haciendo que se incrustara en la garganta del caminante, y con un salto recobró el arma antes de que cayera el cuerpo inerte a los pies del gladiador.

La visión se nubló, los sonidos parecían lejanos... pero no sentía dolor aunque su chaleco estuviera destrozado por el impacto. Sólo el aturdimiento por un golpe repentino era el causante de su dispersión. Logró levantarse y puso sus armas en guardia: aún quedaba mucho Anton para luchar.

-Gracias, Grind- dijo Eduard al darse cuenta del esfuerzo que estaba haciendo el legionario por mantener con vida a todos y cada uno de los integrantes de ese variopinto grupo.

Ya se estaba sintiendo mejor, sus músculos comenzaron a reaccionar de nuevo y su mente se aclaró. Sus ojos volvieron a tener la agudeza de momentos antes. Estaba listo para luchar en serio aunque aún le doliera todo el cuerpo.

-Grind, nos matarán!!! ¿Qué hacemos camarada? -

Asqueroso viejo.. Vuelve a tu ataúd!! Luego que la espada de Grind me abrió camino y de quitarme un anciano que ya parecía muerto antes de todo esto, observé el panorama, ¿Cuánto más aguantará nuestra muralla? 

Empujé de una patada a un caminante que rodeaba a nuestro creyente - No es hora de plegarias Arnald, descarga tu furia en la criatura y rompe sus huesos!! -

Arremetí contra "Ella",mi hoja rompió nuevamente los huesos de su torso. La sangre brotaba, pero parecía que mis golpes aumentaban cada vez más su furia. - Mierdaaaa!!-

Todo se iba convirtiendo de repente en algo más y más irreal, el lugar se transformaba poco a poco en algo mucho más aterrador frente a mis ojos. Mi mente se estaba dando cuenta de algo...

"Al menos uno de nosotros va a morir..."

Podía verlo con claridad. Todos estaban aguantando con sus últimos esfuerzos excepto yo y sus armaduras estaban inservibles o adornando el suelo. A mi mente volvió la imagen de las montañas nevadas de un color carmesí y adornadas por los cuerpos de decenas de hombres. Decenas de mis compañeros...

-¡Váyanse entonces!- el escudo se interpuso entre un zombie y Rarkan, deteniendo un brutal impacto -Los mantendré ocupados...- Ahora era mi hoja que interrumpía la caída de Eduard y mis palabras -...todo lo que pueda.- En la verdadera lucha todos los hombres mostraban su verdadera naturaleza. Un hombre simple como Eduard daba las gracias en medio del caos mientras que uno orgullosos temía por su vida. ¿Yo? Simplemente no soportaría ver morir a otro compañero...

Así, para atraer la atención de la criatura deforme, lance nuevamente un poderoso arco con mi espada reuniendo todas las fuerzas que quedaban en mi brazo en mi brazo.

Arnald se arrodilló y rezó una corta plegaria. Estaba a merced de Soid... ¿o allí no estaba su Dios para protegerlo? Se levantó con dificultad. No podía rendirse, no aún...

La masa de muerte pareció reaccionar ante los ataques del gladiador y el legionario. Sus hachas surcaron el aire, alejándose del agente y el espadachín, para acercarse peligrosamente a sus nuevos objetivos. Pero estos estaban atentos y con apenas unos movimientos pudieron esquivar las hachas de la criatura.

De las heridas producidas por las hojas de los aventureros, la sangre continuaba manando como si nada pudiera detenerla... pero la fuerza de la masa no parecía decrecer. Aún la no-vida permanecía allí...

Anton no parecía poder recobrar el aliento. Sus movimientos eran ahora erráticos y apenas podía sobrellevar el ritmo incansable de los zombies a su alrededor. Uno de ellos, con mucha fuerza le dio un golpe que hizo que el espadachín cayera y chocara contra la pared de la muralla. Intentó ponerse de pie, y lo hizo a duras penas, mientras que sus brazos intentaban oponer la resistencia necesaria... ya su guardia no era la misma.

Eduard, que había obedecido bien las órdenes del legionario, se había mantenido junto a él, ayudándolo y ayudándose. Grind vio cómo un zombie a su costado parecía que haría trizas al muchacho, pero justo a tiempo colocó su escudo entre medio y le salvó la vida una vez más.

Arnald, apenas recobrando la movilidad, recibió un golpe en una pierna haciendo que este gritara de dolor. Con un revés, el mangual se incrustó en el rostro de su atacante, pero el daño ya estaba hecho. Ya estaba viendo la luz al final del camino...

Grind no daba abasto. ¿Es que acaso no se terminaría nunca? Contra los zombies parecía que aún podía, pero la masa no caía. Ya mostraba heridas profundas y no parecía que faltara mucho para terminar la faena, pero aún faltaba, y eso era lo que le preocupaba. ¿Hasta cuándo resistiría Anton? ¿Y Eduard? ¿Arnald? ¿El mismísimo Rarkan ajeno a sus enemigos más cercanos cegado por una furia parecida a la gunear? Veía próximo el momento en el que perdería a un compañero... y eso sería insoportable.

La fría piedra le había dado un respiro, aunque el dolor estaba presente y sus fuerzas comenzaban a flaquear. Su armadura era inútil, y casi no tenía la resistencia necesaria para mantener las hojas en guardia protectora. Pronto llegaría su final y no había podido ver a su amada.

Eduard parecía haber recobrado la celeridad de antes. Luchando junto a Grind parecía que había sido lo necesario para recuperarse. Sentía que podía seguir luchando mucho más, siempre y cuando no lo volvieran a golpear.

Lanzó una estocada que perforó la carne putrefacta de la criatura y con la daga hizo palanca para sacar la otra hoja. La sangre manó y dos pares de ojos se posaron por un momento sobre el pirata. Lo miraron con odio, con el mismo odio que la muerte tiene hacia la vida.

"Maldición Grind, tengo que sobrevivir a esto!!.." Las ratas menudas cada vez son más, mi cuerpo se llena de moretones y rasguños. Como una muralla de carne en descomposición nos rodean encerrándonos como ganado y a su ves nos cuesta más llegar a la rata mayor.  

Con un par de hachazos al aire y empujones de hombro me abrí paso hacia la bestia. Vi como uno de sus aceros arremetió contra mi que apenas pude esquivar después de trastabillar con un cuerpo en mi camino.  Con un golpe descendente de su gran hacha desarmo a tres caminante y me dispuso de un nuevo sendero directo a su cuerpo. - Jajajaja, mueereee rataa!! - 

Mi hacha cortando el viento a mi derecha sostenida con mis dos manos, más mis carcajadas de furia que acompañan el grito de dolor y de desespero de mis hermanos, di un salto y clavé mi compañera en el pecho de esa criatura. 

No acababa más... Si eso, todo parecía solo empeorar a medida que el tiempo pasaba. Ya practicamente solo debía cerrar los ojos y blandir la espada a ciegas para matar zombies por montones. Sería nuestro fin. Por más que matáramos al gigante los pequeños nos sobrepasarían en número de una forma tan brutal que acabaríamos por caer...

"Pero llevarnos al maldito de las hachas al menos me dejara una enorme satisfacción."

Asi, buscando desesperado el mejor momento para actuar, salte de golpe para dar mi mejor estocada cuando el enorme muerto dejara una apertura, mientras trataba de mantener a los demás con vida lo mejor que pudiera.

No era el momento de oraciones por la supervivencia o la gloria, sino para el coraje y el sacrificio. La última entrega. El desafío a la muerte.

"Demasiado literal..."

Recordó una breve oración que se hace por los muertos en combate:

"El fruto viejo se arranca del cultivo fértil,

el viejo roble cae en pedazos para ser buena leña,

los hombres mueren gloriosamente por la vida.

Que quien haya abandonado este mundo en valiente inmolación,

vaya a Tu encuentro a recibir lo que le es menester."

Así, Arnald abandonó su maltrecho escudo, para poder blandir el mangual con ambas manos. Se acercó a la línea del frente y asestó un poderoso golpe en el pecho del aberrante oponente. Le golpeó tan fuerte que sintió vibrar la carne -o lo que fuera- a través de la cadena, hasta su manos haciendo temblar el mango.

Pero el rostro del agente ya no era el mismo. La ira permanecía visible, pero el coraje había sido desplazado por la decepción; al ver que la masa de muerte que estaba frente a él había resistido el ataque completamente.

"Mierda..."

Los golpes del legionario y el gladiador habían sido potentes. Especialmente el segundo, que con su hacha de dimensiones idénticas a las que blandía la criatura realizaba verdaderos destrozos en el cuerpo de ésta.

Con el golpe brutal de Rarkan, la criatura apoyó una rodilla en el suelo al tiempo que lanzaba otro grito desgarrador. Levantándose con una velocidad sorprendente para el tamaño que tenía, lanzó dos arcos horizontales hacia los que la habían dañado con tanta fuerza. Pero sólo se encontró con cuerpos semi putrefactos de nerduenses devenidos en muertos vivos.

Tal vez finalmente el cansancio estaba haciendo mella en aquella masa de muerte y putrefacción. O tal vez estaban acercando el final de aquella existencia sobrenatural...

Parecía que no llegaban más zombies... es más, ¿eran cada vez menos? Esos eran pensamientos que podrían haber pasado por las cabezas de algunos, pero la verdad era que estaban más ocupados en hacer todo lo posible por sobrevivir que en perder tiempo en cosas que no podían tener respuesta certera.

Anton, apoyado en la pared de la muralla, parecía estar resistiendo estoicamente los embates de los caminantes junto a él. Había sido una buena decisión la de parapetarse, así había menos frentes que atender. Mató a tres criaturas antes de que una, a último momento, le lanzara un golpe en el hombro que en su estado calamitoso significó el preámbulo a una muerte cercana.

Eduard, por su parte, ahora que estaba repuesto estaba dando todo de sí y su fuerza y agilidad parecían haber vuelto a la normalidad. Apenas recibió un rasguño justo cuando estaba intentando sacar las hojas clavadas del tórax de otro caminante que había intentado convertir su pierna en comida de muerto. Ya no tenía la protección del legionario, pero parecía no estar haciéndole falta.

En cambio, Arnald, necesitaba la asistencia de los trece dioses. Aunque por toda asistencia tuvo un escudo redondo interponiéndose ante un zombie que se lanzó de cabeza contra el agente que aún intentaba golpear a la masa de muerte, aún con movimientos erráticos. Arnald vio cómo Grind rompía los dientes de su enemigo, y él mismo tuvo que hacer uso de su mangual para salvar su propia vida.

Para Grind eso estaba siendo más una tortura relacionada con sus compañeros. La cota de malla de la Legión del Sur demostró una vez más de qué estaba hecha. Los golpes y dentelladas de las criaturas no muertas no lograban traspasar la protección, aunque seguramente, si sobrevivía, tendría unos buenos moretones bajo la ropa. Su espada estaba embadurnada no sólo de sangre ajena sino también de pedazos de carne, astillas de hueso y sesos aún latientes. Su propia mano tenía una miríada de estas cosas. Pero eso no le llamaba la atención a Grind, sino que ésta estaba puesta en hacer sobrevivir a todos sus compañeros. Así fue como con un gran tranco se puso nuevamente junto a Rarkan y lo protegió varias veces de criaturas que querían afilar sus uñas en la espalda del temerario y osado gladiador.