Partida Rol por web

 Me desperté con la claridad de las primeras horas del día. El sol no había salido, no al menos del todo. Asomaba tímidamente hacia el este prometiendo con su luz la llegada de un nuevo día, un día mejor, sin duda, pues dos criaturas de la oscuridad habían muerto hacía horas.

La noche anterior había seguido de mala gana a los nobles y sus ínfulas hasta su barco. Por un momento, mientras bajábamos la pasarela del sampán del Viejo Patrón, había estado a punto de salir corriendo hacia el ominoso manto de oscuridad que cubría todo el pueblo. En aquel instante poco me habían importado las razones que Emisario había dado para no hacerlo, pero finalmente había dejado pasar aquel impulso pensando que al día siguiente encontraríamos una forma de hacerlo que no implicase poner en peligro las vidas inocentes de los milicianos.

- ¡¡Esperad!!- grité tan pronto escuché las órdenes de los nobles. Me dirigí entonces hacia Emisario.- El Alguacil devoró la cabeza de Lia Hong- fueron mis “buenos días” al monje nada más llegué a él-. Dijo que así conseguía sus poderes. Y no mentía- añadí con sequedad recordando el combate y como después de parecer derrotado volvía a resurgir con una nueva forma-. Tenemos que cerciorarnos de que su cadáver arde.

Uno de los nobles está cerca cuando habla Maestro Garra de Halcón y se queda boquiabierto ante sus palabras.

- "¡El Alguacil habéis dicho! ¡Hu nos guarde, pero si ayer estuvimos junto a él!" -

EMISARIO DEL DRAGON:

- Hesiesh quemó a los cadáveres de los Anatema para que no regresaran para atormentar al mundo que los había expulsado de su faz.

- ¿Será posible que los Yoma regresen también de su tumba si no son incinerados? No te ves capaz de asegurarlo ni de desmentirlo...

La noche había sido larga. Las horas habían pasado lentamente mientras que Emisario meditaba acerca de lo ocurrido, acerca de lo que posiblemente sucediera con los primeros rayos de luz, acerca de lo que el futuro les depararía. Descansó tambien, sí, pero su sueño no fue tranquilo.

Cuando el ajetreo en cubierta lo despertó, se percató de que hacía tiempo que había amanecido y de que era el último en despertarse. No le agradó saberlo, pero supo que aquel descanso le había ayudado a tener la mente despejada en ese nuevo día, las ideas claras.

Lo primero que vio cuando emergio a la luz del día fue a Garra de Halcón.

-Y no mentía, sino que decía la verdad -le contestó con tranquilidad- Pero ahora está muerto. No habrá fuego que consuma su cuerpo, no por lo menos de mi parte, ni de la tuya si quieres acompañarnos a Arrozal Quince. Si esos soldados tienen un mínimo de inteligencia, ellos mismos quemarán los cuerpos cuando el miedo y la impotencia sea vencida por el frio razonamiento de la realidad. Volver sería enfretarnos a ellos y no voy a derramar sangre inocente, vuelvo a repetir-levantó su mirada hacia uno de los nobles, dejando a un lado a Garra- Cuando queráis, podemos emprender la marcha. ¿Alguien me puede indicar donde puedo prepararme un poco de té caliente?

Uno de los nobles se inclina en una reverencia ante Emisario del Dragón:

- "El desayuno está preparado en el comedor bajo cubierta, por favor acompañadme nobles señores." -

Otro da la orden de partir:

- "¡Marineros! ¡Zarpamos de inmedito! ¡Rumbo a casa!" -

El tercer noble recibe a Emisario del Dragón y a Garra de Halcón en el comedor:

- "Por favor, tomad asiento. Hay té y bolas de arroz dulce." -

TRANSCURRE EL RESTO DEL DIA DE NAVEGACION.

- Los nobles ordenan fondear la embarcación en mitad del río para pasar la noche.

EL SOL SE HA PUESTO.

- Con los primeros rayos del Alba se reanuda la navegación por el río, rumbo Este.

Todavía no estaba seguro de haber hecho lo correcto dejando los cuerpos de los Yomas sin quemar. Aun así ya era demasiado tarde, un buen trecho nos separaba ya del pueblo al que habíamos ayudado y que como agradecimiento nos había expulsado. Tan solo me quedaba esperar que no hubiese problema alguno, que lo hubiésemos solucionado todo, y que de haberlo, se encargasen los que iban detrás de nosotros.

El primer pensamiento tras despertarme y ver el Sol fue para ellos, para Riqueza Efímera y Dulce Loto; a Martillo Blanco no lo conocía tanto. Lo cierto era que a todos los conocía más o menos igual. Nos habíamos encontrado el mismo día, pero las escasas charlas que había podido mantener con Riqueza habían hecho que lo respetara y lo apreciara, y en caso de Dulce Loto… Bueno, en su caso era más complejo.

- Buenos días- saludé subir a cubierta con voz monótona, con fría cortesía. Aquellos nobles a los que acompañábamos eran muy diferentes de Ronjan y el anciano Patrón.

- "¡Buenos días! Ya nos hemos puesto en marcha. Esperemos llegar a tiempo a Arrozal Quince, antes de que se produzcan más calamidades." -

Otro de los nobles mira a Emisario del Dragón y añade:

- "Hoy pasaremos por Minas de Jade. Al parecer están sucediendo muchas desapariciones, pero no podemos detenernos allí, no si queremos ayudar a nuestro pueblo." -

-Les ruego, oh señores nobles, que lo reconsideren...-dijo Emisario, con la debida ceremonia-comprendo que su pueblo tiene problemas, pero no se debe dejar ningún Yoma detrás. Como bien han expuesto, Minas de Jade está de camino...demasiado cerca para dejar Yomas sueltos, ¿no?

Paró un momento, y continuó:

-Entiendo que su pueblo tiene necesidades, pero mi deber como monje inmaculado pasa por ayudar a Minas de Jade. Sólo supondría posponer brevemente la ayuda a su pueblo, a cambio de acabar con otro peligro relativamente cercano.

MEDIODIA.

- "Eminencia, no nos cabe duda de que la situación en otras poblaciones también será grave, pero debéis atender el ruego y la súplica de Arrozal Quince, pues su situación es preocupante en extremo.

Veréis, la noche del día cinco de este mes desaparecieron cuatro milicianos que patrullaban nuestro pueblo, la ronda nocturna entera. Aunque se dobló la guardia, reforzando las patrullas nocturnas, tres días más tarde desapareció una ronda completa de ocho soldados.

Comprended que la amenaza que se cierne sobre nuestro pueblo es enorme, y que el tiempo es esencial." -

Tiempos aciagos nos había tocado vivir a las gentes del reino, tiempos en los que las semillas del mal había brotado y sus vástagos campaban por las riveras del Hu a sus anchas. Pero era precisamente en esos tiempos donde un campeón debía demostrar su valía para combatir a los enemigos de la luz. Era su destino, su obligación, la razón de su nacimiento.

Era cierto lo que el monje había dicho, poco importaban las aldeas que habían sido atacadas, el peligro no se iba a limitar a ellas. Ninguna frontera impediría que el mal escapase cuando hubiese causado todo el daño posible en busca de un nuevo pueblo donde causar más muertes. Minas de Jade debía ser defendido, el mal extirpado, si no queríamos que este escapase y se extendiese río arriba o rio abajo. También era cierto que si nos deteníamos allí las cosas empeorarían en Arrozal Numero Quince.

Tres opciones había: parar, seguir o dividirnos. Yo era partidario de la última opción. Tan solo un desgarrón en mis ropas prestadas había quedado como testigo de mi enfrentamiento, sí, pero no era el combate lo que me preocupaba. No, antes debía descubrir sin ningún género de dudas a los Yomas, y al contrario que el monje o Riqueza yo no tenía forma de saberlo con seguridad. Aun así no había otra opción mejor.

- Dividámonos- propuse, aunque en un tono impropio de una proposición-. Ni siquiera es necesario detener el barco.

-No me parece buena idea, Garra de Halcón - dijo, mirando al susodicho.

-Los Yomas no son algo que deba ser tomado a la ligera nunca. Y podría ocurrir que el dividirnos signifique perder nuestras oportunidades de vencer. Una de sus bazas es el factor sorpresa... Sólo tenemos que recordar el último y desagradable accidente. Si además nos encontráramos con uno especialmente poderoso, tendríamos un problema entre manos... y eso sin separarnos.

PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.

- El lujoso sampán llega a los muelles de la población llamada Minas de Jade.

- Los marineros amarran la barcaza mientras en el muelle se reúnen curiosos a observar a los recién llegados.