Partida Rol por web

Exaltado. - Episodio Uno: Los veintidós demonios.

Reino de Wu: 7) Minas de Jade.

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25/01/2012, 19:19
Alguacil Miong Jin. - Minas de Jade.

El Alguacil asiente con una leve reverencia y, tras despedirse del Capataz de las Minas, los tres abandonan la Casa del Capataz y comienzan la investigación.

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25/01/2012, 19:21
NOCHE Y DIA.

TRANSCURREN LAS HORAS.

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29/01/2012, 09:39
Director

- Los tres visitan las casas de la mayor parte de los desaparecidos, haciendo preguntas e intentando recabar más información.

- Tirada de Percepción + Presencia.

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29/01/2012, 12:15
[RIP] Emisario del Dragón.
Sólo para el director
- Tiradas (1)

Tirada oculta

Motivo: Percepción y presencia

Tirada: 7d10

Dificultad: 7+

Resultado: 2, 5, 9, 10, 1, 1, 10

Exitos: 3

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29/01/2012, 19:56
[RIP] Emisario del Dragón.

Inspeccionaron el pueblo con el Alguacil Miong Jin. El pueblo se veía verdaderamente afectado por el problema, entre las desapariciones y aquellos que querían irse, el pueblo se veía algo vacío.

Sin embargo, la población fue bastante colaboradora. Al menos, en su mayor parte. La milicia estaba inquieta, y se veía al Alguacil bastante desmejorado. Emisario agradecía a los habitantes su colaboración, y veía aquí y allá lágrimas y rostros preocupados por los desaparecidos. Sin embargo, no todos eran iguales. Hubo dos grandes excepciones. Un tipo que escupió a su paso, tachándolo de maldito invasor imperial.

Emisario ignoró aquello lo mejor que pudo, aunque en el fondo deseaba enseñar respeto a aquel desgraciado. El otro caso fue el de unos mineros que miraban al inmaculado y a su acompañante de manera burlona, y que se fueron cuando Garra de Halcón se acercó a preguntarles.

El alguacil aseguró que eran así con todo el mundo, pero a Emisario no le gustó nada la actitud de esos mineros.

Finalmente, el sol empezó a hundirse en el horizonte, y los turnos de guardia cambiaron. Se aisló el pueblo, dando un toque de queda, y 6 guardias en parejas de dos empezaron a patrullar. Volvían hacia la casa del alguacil, buscando un buen sitio desde el que vigilar.

Se oyeron unas risas desde fuera del pueblo. El Alguacil informó de que eran los hermanos mineros que les habían hecho el desplante antes. Que solían beber y emborracharse.

Entonces, Garra de Halcón y los milicianos alzaron la cabeza, les pareció escuchar algo. A Garra de Halcón se le ocurrió subir a la casa del alguacil, y dio un tremendo salto. El propio alguacil y los dos guardias que había allí se sobresaltaron terriblemente, en cambio el monje se limitó a adoptar una expresión más seria.

“No me gusta que haga eso… quizá mis sospechas demuestren ser ciertas”.

Emisario se dirigió a Garra de Halcón.

-Garra, ¿qué ves desde ahí arriba?

También se escuchó una voz, desde fuera de las lindes del pueblo, cerradas por la barbacana.

-¡Idiotas, vais a morir todos, se os llevarán los demonios!

La respuesta de Garra tardó en llegar, pero lo hizo:

-Un sampán por el este.

Más barullo de los mineros de antes.

-¡Guardias de mierda, qué miráis! ¿Acaso un hombre no puede beber tranquilo fuera del pueblo? ¡Me meo en vosotros y en vuestros prejuicios! ¡Mirad, mirad como meo!

Y después, sus risas.

Garra de Halcón volvió a hablar:

-¿No puedes hacer lo que se supone que hiciste con Lia Hong?-le reprochó Garra con severidad-Haz algo, monje.

Emisario echó mano de su amuleto, pero no le reveló nada. Sin embargo, una sensación de intranquilidad se fue extendiendo.

-Sea lo que sea, debe estar cerca-masculló el monje por lo bajo.

En ese momento, oyó a Garra gritar:

-¡¡Está aquí!! Sobre nosotros.

En ése momento, la tensión de Emisario se soltó. Rápidamente se dirigió a la casa. No pensaba saltar como Garra, haría algo más civilizado. Sin embargo, subió las escaleras de dos en dos, muy rápidamente, dejando atrás a los milicianos y al Alguacil. Cuando llegó al último piso, vio una ventana abierta para salir… y una silueta en ella. Precavido, y con el arma en la mano, se acercó a ver la figura. Era un miliciano en ropa de dormir, con una lanza y expresión sonriente, que parecía mirarle. En ese momento, dejó el farol y usó su amuleto, pero no pasó nada. Oyó que alguien se le acercaba por detrás, a si que se giró rápidamente con el arma en la mano. Sin embargo, solo era un miliciano, que retrocedió. Caos, preguntas sobre que ocurría… Se acercaron al de la ventana, y Emisario reparó en un charco de sangre a sus pies.

-Ése hombre está muerto-dijo con frialdad.

Se acercó, y comprobó que aquel hombre estaba muerto, clavado en su lanza, y parcialmente devorado. Apartó la figura, diciendo:

-Lo siento por su hombre, Alguacil.

Cuando el resto de personas de la habitación vieron el destrozo en el cuerpo del hombre, hubo gran consternación, algunos vomitaron. Incluso el Alguacil reaccionó de manera poco serena, cayéndose.

-Atiendan al Alguacil-dijo, sin dirigirse a ningún miliciano concreto. Y salió por la ventana. Allí estaba Garra. Nada más salir, le dijo:

-Tarde de nada sirven las murallas cuando el mal tiene alas.

-Uno de los hombres del Alguacil ha perdido la vida, están todos conmocionados-dijo, respondiendo a Garra. Emisario toca su talismán sagrado, sin sentir nada-¿Dónde está, Garra?

-Se ha ido, ya te lo he dicho.

-Maldita sea...ésta noche se ha cobrado al menos una presa. ¿Has podido identificar algo?

No le gustó nada la mirada de desdén de Garra al responderle:

-Un ser maligno con alas.

-¿De dónde venía? ¿Alguna particularidad?

-Un enemigo muy distinto a los que hemos visto hasta ahora, diferente... peor, ¿Qué demonios esperas que haya visto?- respondió Garra enojado ante el interrogatorio.

-Supongo que sería un demonio en sí, no alguien poseído. Y quizá tenga su nido en la mina, ya que parece atacar de noche.

Algunas enseñanzas vinieron a la mente de Emisario… Los Yomas buscan personas malvadas, que acepten unirse a ellos, creando una unión de humano y demonio definitiva e indisoluble. Aquellos pensamientos le llevaron a mirar en la dirección de donde se habían oído antes los gritos de los borrachos.

Tras media hora sobre el tejado, pensando, dijo:

-Garra, ¿y si te dijera que hay gente que acepta voluntariamente la posesión? Sospecho que nos encontramos ante alguien así.

-De nada me serviría-respondió, hosco, Garra de Halcón.

-Alguien malvado, que ha pactado con las fuerzas del mal. Quizá uno de los primeros desaparecidos.

-No importa de donde venga, tan solo lo que es. Y por lo que es debe ser destruido.

Un miliciano, entonces, dijo:

-¿Señores? ¿Están bien? Ya llevan mucho tiempo ahí arriba...

Garra y Emisario respondieron y bajaron del tejado.

-¿Alguna vez había aparecido alguna víctima?-dijo, refiriéndose al cadáver que estaba tapado en una esquina.

-No, Eminencia. Ni tampoco habían atacado a la guardia. Esto parece... una provocación.

Mientras, Garra dijo:

-Todo este tiempo habéis estado buscando al enemigo en tierra cuando venía desde los cielos. De nada os servirán las murallas.

Hubo gran consternación entre la milicia. Un poco más tarde, en un pequeño retiro, Emisario planteó a Garra su hipótesis sobre que el ser que buscaban estaba en las minas, pero él dijo que eso quizá habría sido así en el pasado, pero ahora no.

No calaba su argumentación de que no le gustaba la luz del sol, de hecho, Garra llegó a responder:

-Todos los Yomas atacan en la noche. La noche los envuelve como un manto, les da impunidad, los esconde de los ojos extraños. El mal siempre se ha refugiado en las sombras.

“Es gracioso” pensó el monje “que tú no veas que el mal también puede andar bajo la luz del día, por ejemplo en la forma del Sol Invicto”.

La noche fue pasando, y el día llegó. Y con él, la actividad. Garra planteó la posibilidad de colocar iluminación también en los tejados, a si que ordenaron hacerlo. Mientras tanto, empezó el recuento de pobladores. Garra fue a investigar el Sampán, y el inmaculado al recuento.

Allí, el monje vio que no faltaba nadie aparte del desgraciado miliciano. Sin embargo, nadie quería ir a la mina a trabajar. Nadie, salvo los tres desagradables mineros del día anterior querían ir, y además cobrando mucho más por peligrosidad. Emisario no se fiaba de aquellos mineros, a si que decidió ir a vigilarles a la mina.

Cuando llegó allí, los vio trabajando. Entonces, se giraron hacia él. Uno de ellos se colocó detrás de él. Le sonrieron, había algo raro en aquella sonrisa. Uno de ellos se lamió los dientes con una lengua morada. Automáticamente, Emisario cogió su amuleto, y les brillaron los ojos en amarillo.

Sus cuerpos se hinchan y deforman, y su piel se vuelve gris mientras Emisario echa mano de su arma y grita:

-¡¡Yomas!!

-Ya era hora que nos encontrases, monje. Creo que teníamos que hablar… ¡De lo bien que nos van a saber tus entrañas!

No podía negar que los demonios eran rápidos. Pero no tan rápidos como él, avatar del mismísimo Fuego.

Emisario, sabiendo que pelear contra tres Yomas el solo sería muy duro, atacó al que le cerraba el paso para intentar escapar. No hizo grandes daños, pero al menos el engendro recibió una herida. Entonces, se le abalanzaron encima los tres. Consiguió bloquear a uno de ellos, pero entre los otros dos consiguieron dejarle más herido de lo que había estado nunca.

Los Yomas se reían y burlaban del monje, y él sabía que la situación era desesperada, a si que insistió en romper el bloqueo… sin mucho éxito, por desgracia. Ellos tampoco tuvieron demasiado éxito, pero le hirieron más de lo que ya estaba.

En un alarde de desesperación, se obligó a apretar los dientes y seguir luchando, ignorando el dolor. Sin embargo, sus ataques fallaron estrepitosamente. No se podía decir tanto de sus adversarios, que acabaron de derribarlo.

Mientras la oscuridad se cerraba sobre él, comprobó que la amenaza de saborear sus entrañas no era ninguna exageración.

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30/01/2012, 17:34
[RIP] Maestro Garra de Halcón.

Caminamos por calles prácticamente desiertas, patrulladas por milicianos igual de asustados que las gentes a las que debían proteger.  La gente se mostraba dispuesta a responder todas nuestras preguntas, con la esperanza de que nosotros fuéramos capaces de devolverles a sus familiares queridos. Yo no era tan positivo. Había conocido el mal, la oscuridad a la que nos enfrentábamos, y sabía que no tenía ningún respeto por la vida.

Según lo que descubrimos las víctimas eran aquellas que era más fácil hacer desaparecer. Pequeños grupos, hombres y mujeres solitarios, siempre al amparo de la noche o en el vientre de la montaña, donde los gritos quedaban acallados por los gruesos muros de piedra.

Solo un par de personas mostraron un comportamiento extraño. Dos mineros apoyados en la pared de una casa, despreocupados a pesar de las circunstancias. Las muecas en sus rostros eran una burla al sufrimiento que estaban viviendo sus congéneres. Iba a preguntarles como había hecho con el resto, pero antes de llegar a ellos ya se habían marchado.  

- “Déjelos, Maestro, esos tipos no tienen educación. Siempre son así con todo el mundo. Son unos mineros rudos que viven fuera del pueblo, creo que son hermanastros, hijos de un mismo padre, fallecido hace mucho."- había explicado el Alguacil. Y así hice yo, me olvidé de ellos… Aunque no era fácil hacerlo.

El día fue avanzó entre preguntas y respuestas, ninguna más útil que la anterior, y para cuando nos quisimos dar cuenta el Sol ya se ocultaba en el Oeste. Había empezado a refrescar, pero la temperatura seguía siendo agradable. Parecía decir al pueblo que todavía no era tiempo de regresar al calor de sus hogares, que todavía podían disfrutar de buena parte del día. Un regalo que la gente de Minas de Jade consideraba envenado, pues en cuanto la oscuridad había comenzado a extender su manto ya corrían a sus casas y atrancaban puertas y ventanas.

- "A esta hora el turno diurno se retira a descansar, y seis de mis hombres se encargan de la guardia nocturna."- dijo Mionj Jin visiblemente cansado, un cansancio que parecía ser más mental que físico.- "Ya están cerrando las dos barbacanas, la del muelle y la del camino. Al caer la noche nadie puede entrar ni salir. Todo debería de ser seguro, Eminencia, pero por la mañana cada mañana falta alguien...  Y no deja ni rastro. Por la mañana más gente querrá irse del pueblo y tendremos que convencerles de que no lo hagan."

- ¿Hay algún sitio desde el que se pueda observar con facilidad todo el poblado?- pregunté tras escuchar una obviedad soltada por Emisario.

- "Pues quizá desde lo alto de una de las barbacanas."

Miré las barbacanas para comprobar si era cierto que era el edificio más alto. Como bien había imaginado la respuesta que me había dado no era del todo cierta. El Alguacil Había respondido a cuál era el lugar más alto al que se podía acceder con normalidad, pero muy por encima de las barbacanas de la muralla estaba la montaña cuyas entrañas guardaban el preciado jade. “Nada es demasiado alto para el Halcón- pensé-. Pero no es el lugar más adecuado.” Entonces, recortado en las sombras del anochecer, vislumbré la silueta de la Casa del propio Alguacil. “Allí”.

-  Volvamos a vuestra casa, desde allí tendremos una mejor vista.

El pobre hombre, abrumado por las preocupaciones, asintió.

El regreso fue más tranquilo. El pueblo permanecía en un tenso silencio, aquel que siempre parece preceder a un desgarrador grito. Tan solo nuestros pasos sobre el pavimento hablaban, pero sus ecos no tardaban en ser engullidos por la oscuridad que nos rodeaba. Todos permanecíamos atentos, con el corazón en un puño, preparados para reaccionar ante el menor ruido. Y el ruido llegó… Pero fue una risotada.

- "Son los hermanastros, viven en esa dirección, por las noches se emborrachan. A veces molestan a la milicia"- explicó el Alguacil.

El silencio no tardó en regresar como un amante celoso y generoso, envolviendo a todo y a todos. Nosotros seguimos nuestro camino bajo su amparo y el de la oscuridad hasta que finalmente llegamos a nuestro destino. Allí escuché de nuevo otro ruido proveniente de la barbacana.

Me giré de nuevo hacia el sonido como antes había hecho, pero visiblemente enojado, esta vez permanecí mirando a la oscuridad tras la que se ocultaban los responsables de aquel alboroto.

 - Deberíamos decirles algo a esos... borrachos.- “Aunque no creo que sean palabras lo que necesitan”- Solo los ignorantes y los hombres más viles tendrían la indecencia de divertirse en tales circunstancias.

Entonces, tan repentino como los anteriores ruidos e igual de inesperado, escuché sobre mi cabeza un aleteo. Pero sobre mí nada había más que el negro cielo. No le habría dado mayor importancia si no fuese porque vi a los dos guardias que se nos habían unido alzar también sus cabezas.

- "¿Qué ocurre?"- preguntó Emisario, que como siempre parecía prestar más atención a sus mentiras de Inmaculado.

 - Un sonido…- respondí al tiempo que sentía cómo la oscuridad de la noche se tornaba más opresiva.

No dije nada más, las palabras no servían. Simplemente alcé la vista, tanteé la distancia y salté. Instantes después estaba en pie sobre el tejado. Desde allí podía ver cómo la noche teñía de grises las tierras más allá de las murallas. Las negras aguas del Hu parecían estáticas, una larga calzada negra como la obsidiana. Sobre ellas se movía un solitario un carro sin ruedas que no tardó en quedar quieto…

- "Garra, ¿qué ves desde ahí arriba?"- preguntó una voz desde abajo. De los allí presentes tan solo Emisario cometería la insolencia de llamarme Garra. No respondí a Emisario, no en aquel momento. Había más cosas. Lo sentía, lo olía, pero para descubrirlas debía estar atento.

"¡Idiotas, vais a morir todos, se os llevarán los demonios!"- gritaron a continuación los borrachos.

Me alcanzó un olor repugnante, a vísceras, sangre y muerte, un olor que me provocó un escalofrío. Pero tan pronto como llegó, se fue, y por más que olfateé no volví a percibir nada de aquello. Al olor le siguió una sensación de indefensión; solo en el tejado, rodeado de oscuridad, a varias varas del suelo. Y lo que había escuchado tenía alas…

- Es extraño...- musité.- Un sampán por el este- respondí al monje.

- "¡Guardias de mierda, qué miráis! ¿Acaso un hombre no puede beber tranquilo fuera del pueblo? ¡Me meo en vosotros y en vuestros prejuicios! ¡Mirad, mirad como meo!"

Y entonces una carcajada ronca, profunda, inhumana. Al escucharla me sentí tan indefenso como hacía unos momentos.

- ¿No puedes hacer lo que se supone que hiciste con Lia Hong?- reproché con enojo al monje. No podía dejar de sentirme en peligro y él seguía allí abajo, sin hacer nada más que preguntas estúpidas.- Haz algo, monj…

No había terminado de hablar cuando la más tenue brisa de aire que hasta entonces había sentido convirtió el incierto peligro en algo verdaderamente palpable. Salté instintivamente a un lado a tiempo de apartarme de la sombra que se había lanzado hacia el lugar en el que antes había estado mi cabeza. Esa cosa era larga, delgada y marrón, con un ligero brillo que lo hacía parecer viscoso. Y de nuevo el sonido del aire restallando contra el correoso cuero… Alas.

- ¡¡Está aquí!!- grité-. Sobre nosotros.

Escuche los apresurados pasos de los que habían quedado abajo adentrándose en la casa. Yo estaba solo, sobre traicioneras tejas capaces de convertir un paso en una caída y con ese ser sobrevolándome. Pero al final no sucedió nada, se había ido.

- Tarde- le eché en cara con sequedad cuando Emisario se reunió conmigo. Volví a mirar el cielo.- De nada sirven las murallas cuando el mal tiene alas.

- "Uno de los hombres del Alguacil ha perdido la vida. Están todos conmocionados"- dijo él. -"¿Dónde está, Garra?"

- Se ha ido, ya te lo he dicho.

- "Maldita sea...ésta noche se ha cobrado al menos una presa. ¿Has podido identificar algo?"

- Un ser maligno con alas.

La calma había regresado a la noche, y esta vez ni gritos ni carcajadas de borrachos la perturbaban. Aun así todavía sentía el apresurado palpitar de mi corazón.

- "¿De dónde venía? ¿Alguna particularidad?"

 - Un enemigo muy distinto a los que hemos visto hasta ahora. Diferente. Peor- respondí antes de girarme hacia el monje y apostillar en tono enojado-. ¿Qué más esperas que haya visto?

- "Garra, ¿y si te dijera que hay gente que acepta voluntariamente la posesión? Sospecho que nos encontramos ante alguien así. Alguien malvado, que ha pactado con las fuerzas del mal. Quizá uno de los primeros desaparecidos"

Lo noche se volvía cada vez más fría, pero la frustración por no conseguir nada habiendo estado tan cerca mantenía mis ánimos caldeados.

- De nada me serviría- espeté.- No importa de donde venga, tan solo lo que es y por lo que es debe ser destruido.

Cuando un miliciano asomó por la ventana preocupado por nosotros, volvimos a entrar en la casa ya que nada íbamos a conseguir permaneciendo allí por más tiempo. Nada más entrar noté que mis pasos se volvían pegajosos. Una mancha que un par de milicianos se afanaban por limpiar oscurecía el suelo. Me aparté para no entorpecer su trabajo.

- "Mis señores, ¿habéis encontrado al culpable de... de esto?"

- Todo este tiempo habéis estado buscando al enemigo en tierra cuando venía desde los cielos- informé al miliciano. Vi el terror brillar en sus ojos, pero no tenía sentido endulzar la verdad si al final al tragar, dejaba un regusto amargo-. De nada os servirán las murallas...

Notas de juego

Primera parte.

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31/01/2012, 17:39
[RIP] Maestro Garra de Halcón.

Después de que la ventana hubiese sido cerrada el frío de la noche quedó al otro lado. Aun así la duda y desesperanza, notar la presencia muerte tan cercana, muchas veces resultaba ser una sensación más gélida que beso del hielo. En previsión de aquello uno de los milicianos se presentó en la habitación con una jarra de sake que fue compartiendo con todos los presentes. Yo bebí, como el resto de guardias, dejando que su calor me reconfortara.

- "Creo que el ser que buscamos tiene su nido en las minas"- dijo Emisario, que como muchas otras veces había desdeñado la hospitalidad de los anfitriones desdeñando su bebida.

- Quizá lo tuvo, pero me extraña que ahora lo tenga- respondí después de un momento de reflexión. Notaba mi pecho inflamado, aunque no sabría decir si era por el último trago.- Una criatura que vuela puede ir a donde le plazca y esconderse donde más le convenga.

- "Sí... pero que ataque solo de noche... Quizá eso sea indicativo de que no le agrada la luz del sol"- insistió el monje.

- Todos los Yomas atacan en la noche- dije señalando con la tacita de sake el cadáver del miliciano que dos de sus compañeros arrastraban escaleras abajo-. La noche los envuelve como un manto, les da impunidad, los esconde de los ojos extraños. El mal siempre se ha refugiado en las sombras.

El resto de la noche transcurrió entre conversaciones que no llevaron a nada. Habíamos perdido un día investigando para conseguir que una persona más muriera. Aun así bien podía considerarse una grotesca forma de éxito, al fin y al cabo había sido el primer cadáver que no desaparecía.

Apoyados en las paredes algunos milicianos dormitaban. El resto parecían tener su mirada perdida en el vacío, evitando en todo momento posarla sobre la oscura mancha en el suelo, ahora más clara después de los primeros restregones con el estropajo. El Sol no tardaría en asomar por el horizonte tiñendo el este con sus rosados dedos.

- “Deberíamos averiguar que tal les ha ido a las otras patrullas."

Con un respingo los dos guardias que nos habíamos encontrado por la noche reaccionaron.

- "Sí, Eminencia, saldremos a patrullar."

- “Creo que la clave está en alguno de los primeros desaparecidos. Ése pactó con fuerzas que no debían"

Con el eco de sus pasos alejándose escaleras abajo me giré hacia el monje para responderle.- ¿Y cómo esperas interrogar a gente que ha desaparecido? Ya interrogamos ayer a sus familiares y no obtuvimos nada. El enemigo de la oscuridad siempre ha sido el Sol y la luz. Los farolillos que iluminan las calles quizá deberían usarse para iluminar los tejados.

- "Quizá habría que duplicarlos, para no dejar las calles a oscuras y que opte por usarlas. Pero esos farillos en los tejados, aunque no le repelan, al menos lo harán más visible.”

-  Precisamente es eso lo que pretendo. Seguro que atacará, y si lo hace debemos verlo para destruirle.

- "Bien, es una buena medida." – Por fin él y yo estábamos de acuerdo en algo.

Los dos milicianos que se habían marchado regresaron poco después con la noticia de que ninguna de las otras dos patrullas nocturnas había notado nada, de que los borrachos se habían encerrado en su casa hacía mucho (como había imaginado cuando dejé de escuchar sus gritos) y de que un sampan había fondeado durante la noche en el río. Lo recordaba, yo mismo lo había visto. Por un momento mientras lo vi allí, olvidándome de Este y Oeste, tuve la esperanza de que perteneciera a Riqueza Efímera y que en él fuera la joven Dulce Loto. Pero era imposible, tan imposible como devolver la vida a los muertos y encontrar con vida a las personas desaparecidas.

- "Debemos investigar ese sampan... con ése demonio suelto, podría haberles ocurrido algo."

- Lo sé...- respondí con hastío.

Con el amanecer el Alguacil que había estado indispuesto toda la noche llegó hasta nosotros para decirnos que el recuento diurno no tardaría en comenzar. Junto a él salió Emisario.

Yo tardé un poco más en ponerme en pie. Estar sentado allí toda la noche me había dejado las piernas entumecidas. Me tomé un momento para frotarlas y bajé las escaleras para dejar atrás aquella tumba. Tenía intención de descubrir a quién pertenecía el sampán y qué motivos los habían llevado a aquellas tierras malditas. Además, cuando el Sol asoma en el cielo en toda su magnificencia, lo peor que uno puede hacer es encerrarse en una habitación o en una cueva.

Cuando llegué al pequeño muelle del pueblo, la embarcación se aproximaba al muelle. Los rayos del sol formaban serpientes doradas sobre la superficie del Hu que no dudaban en huir a su paso cuando el casco amenazaba con seccionarlas. Una vez estuvo lo suficientemente cerca pude comprobar que era una embarcación normal, de las que se podían ver todos los días cruzando el río corriente arriba o corriente abajo. Lo diferente en ella eran sus marineros, asustados. Lamentablemente eso también se había vuelto bastante común.

- "¡Venimos de Pueblo de Cho! ¡Necesitamos ayuda!"- Lo había imaginado, lo había temido… -"¿Es que nadie quiere ayudarnos?"

Muchos necesitaban ayuda y muy pocos estabas dispuestos a proporcionarla. La gente se apartaba y rehuía a los recién llegados, como si temieran que sus problemas fueran contagiosos y pudieran sumarse a los que ya cargaban a sus espaldas. Yo no. Yo me acerqué a ellos. Era mi deber compartir su carga.

- ¿Qué ocurre en Pueblo de Cho, buen hombre?

- "¡Señor! ¡Vos parecéis un héroe!"- dijo uno de los marineros con unos ojos que brillaban con esperanza.

- "Mi señor, desde hace ya días cada noche desaparecen dos habitantes en nuestro pueblo. Zarpamos hace días para pedir ayuda. Pero nadie nos la ha brindado. En Quince nos dijeron que ellos están igual."- explicó otro de sus compañeros.

- Y aquí también- sentencié.

- "Hace poco pasamos por Entrecaminos. Nos dijeron que aquello había estado tranquilo... Pero que habían encontrado a dos niños destripados esa misma mañana. El pueblo entero estaba horrorizado. Llevamos muchos días navegando, no sabemos cómo están ahora las cosas en Cho, pero si es como en el resto del país...- Las palabras se le atragantaban en la garganta.- Puede que ya hayan ordenado la evacuación del pueblo..."

- El mal extiende sus garras a lo largo del Hu- reflexioné.- Lo que no quita que haya hombres voluntariosos dispuestos a prestar ayuda. Dispuesto a traer un poco de luz con la que enfrentar la oscuridad.

Los hombres que me rodeaban, todos, por unas u otras razones se veían abatidos. Cuando los vi tranquilizarse levemente con mis palabras comprendí que mi labor no se debía limitar a ayudarles con mis propias manos, también debía darles esperanza. Yo mismo me había visto sumergido en un océano de desesperación cuando perdí la Escuela, mis alumnos, el renombre, el juicio contra los Inmaculados… Pero entonces alguien me había elevado por encima del resto, me había dado el coraje para enfrentar los problemas y la certeza de que los dioses siempre han estado dispuestos a ayudarnos. Yo debía ser igual. Debía hacer lo mismo en su nombre.

Pasé buena parte de la mañana intentando insuflar ánimos en aquellas pobres gentes. Les hable del Sol y la Luna, de los Celestes, de la Creación y los dioses que la rigen. Les hablé de mentiras y verdades, de la oscuridad y la luz que la combate, de la vida y la muerte… De los falsos Inmaculados. Palabras y más palabras, todas y cada una de ellas llenas de significado.

Hacía mucho tiempo que no hablaba tanto, no desde que había educado a los pocos alumnos que me habían quedado tras la muerte de mi padre. Pero seguía siendo algo natural en mí, algo para lo que había sido educado: era un Maestro de la Escuela Garra de Halcón, el último, el destinado a devolverle todo su esplendor.

- "Gracias, noble señor. ¿Entonces, estáis dispuesto a ayudarnos?"- dijo uno de los marineros al final.

- Lamentablemente ya he prometido ayuda en otros dos lugares- respondí con honestidad, como siempre hacía.- Y por mi honor debo cumplir mis promesas, aquí y en Arrozal Numero Quince. Pero tan pronto pongamos solución al mal que allí acecha pondremos rumbo a pueblo de Cho.

Una exclamación se extendió entre los tripulantes del sampán. Un murmullo quedo que significaba que la pesadumbre había regresado.

- No os preocupéis- interrumpí levantando la voz-, cuando llega la noche siempre tenemos la certeza de que el Sol asomará de nuevo por el este.

- "Gracias, noble señor. No sois de aquí, ¿verdad?"

- No. Soy Maestro Garra de Halcón, del pueblo del Halcón Rojo.- Alcé la cabeza orgulloso. Debían escucharlo, debían saberlo, debían recordarlo. Y yo nunca debía olvidarlo.

- "Ese nombre me resulta familiar".

Asentí.- Ahora debo regresar a Minas de Jade para poner solución cuanto antes a sus problemas. Cuanto antes termine la noche antes amanecerá.- Con aquellas palabras puse punto y final a mi paso por el puerto.

Notas de juego

Parte dos. Desde la madrugada hasta que fui a comer.

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01/02/2012, 12:27
[RIP] Maestro Garra de Halcón.

 

Mientras regresaba dos milicianos aceleraron su paso para alcanzarme.

- "Señor, es interesante eso que habéis dicho. ¿Son las enseñanzas del Halcón?"

- Por supuesto.

- "Pero dicen que el dios del Sol abandonó el mundo hace siglos o milenios."

Extrañado por sus palabras no pude evitar pararme y girar para ver la expresión en su rostro.

- El nunca lo abandonó. El nunca lo abandonaría. Buena prueba de ello es que seguimos aquí. Sin Él la Creación hace tiempo que hubiese desaparecido en el caos. Y es Él quien nos guía, quien trae la luz en los momentos de mayor oscuridad. Pero un Dios no siempre actúa por sí mismo. Tienen hombres dispuestos a cumplir su voluntad, de igual forma que los señores tienen vasallos.

A la conversación con los guardias no tardaron en unirse otros hombres. Y durante un par de horas entre todos conversamos todos distendidamente, cada uno dando su opinión. No muchos dieron crédito a mis palabras, pero no me importó, no en demasía. Había gente que nunca estaría dispuesta a abrir los ojos, y otro que aunque temerosos terminarían abriéndolos antes las verdades que se les describían. Eso era algo que los Inmaculados nunca aprenderían. Ellos siempre se impondrían por la fuerza, por las armas, siempre dejando tras ellos un rastro de cadáveres.

El mediodía llegó, pero Emisario no regresó. No era normal. Tan pronto volví a encontrarme con una patrulla me acerqué para preguntarles por el Monje.

- "¿El Inmaculado? Se fue esta mañana a las minas después de hablar con el señor Capataz. ¿Deseáis comer algo? El señor Capataz ha dicho que vayan a comer a su casa."

Les agradecí su respuesta y me encaminé a la casa del Capataz. En mi camino me crucé con muchos hombres y mujeres que retiraban a sus casas para reponer las energías gastadas durante el trabajo con comida y descanso. Yo poco descanso necesitaba, pero cuando llegué los sirvientes me acompañaron ante el Capataz y una vez sentados no tardaron en servirnos algo.

- "Ah, estaba hambriento. Bienvenido, imagino que vuestro acompañante llegará enseguida. Sentaos, noble sensei."

- Gracias.

- "He oído hablar muy bien de los ideales de vuestra Escuela: conocimiento, coraje y honor."

- Es algo a lo que debe aspirar todo hombre. ¿Sabéis algo de Emisario?

- "Me dijo que iba a acompañar a los mineros. Ahora hacen un descanso para comer y salen de la mina. Los guardias le dirán que venga a comer aquí."

- "Está bueno este arroz. Lleva bambú, setas y una salsa especial que mi cocinera elabora con pescado de río. Servidle a nuestro invitado más sake, su taza está vacía."

Asentí en silencio y se lo agradecí con breves palabras. Era una conversación cortés, insustancial, pero yo no era muy dado a esos entretenimientos. Además, muchas preocupaciones rondaban mi cabeza, una de ellas que todavía no hubiera regresado Emisario.

Cuando terminamos de comer tuve la impresión de ser el invitado más aburrido que había tenido a su mesa. Aunque el silencio solo roto por el sonido de palillos no tardó en dejar paso a los gritos y carreras de un miliciano.

- "¡Señor Capataz, señor Capataz! ¡Gozu, Hediondo y Pico acaban de salir de la mina! ¡¡Dicen que un horrible monstruo enorme les atacó!!"

Me puse en pie inmediatamente.- ¿Y el monje?

El miliciano negó entre sollozos. No podía hablar, no se atrevía a hablar. Por suerte no era su lengua lo que necesitaba.

- ¿Dónde están esos tres? Llévame hasta ellos...

- "Sí señor."

Lo seguí a la carrera hasta la boca de la mina. Mientras me acercaba pude ver que el Alguacil ya estaba allí. Junto a él tres hombres exhaustos en cuclillas recuperaban el aliento. Hasta que no estuve lo suficientemente cerca para escucharlos, no vi los jirones que en otro momento debían haber sido sus ropajes.

- "¡Se quedó atrás para salvarnos! ¡Como un auténtico héroe! Nos dijo que corriéramos y no mirásemos atrás."- dijo uno de ellos mientras otro caía malherido al suelo. Bajo él comenzó a formarse un charco de sangre.

 "¡Llevad a ese hombre a mi Casa, deprisa! ¡Llamad al Curandero!"- ordenó el Alguacil. Sus hombres se apresuraron a obedecer.

 - Necesito entrar.

- "Es peligroso, mi señor sensei."

- No más que quedarse aquí fuera y esperar a que ataque esta noche.

Por respuesta tan solo obtuve de él el miedo reflejado en sus ojos. Hasta hombres entrenados para el combate palidecían ante peligros desconocidos y monstruos inhumanos capaces de crímenes innombrables. A los temblores del Alguacil se sumaron los llantos de los mineros.

- "¡Ha sido horrible! Jamás había visto algo así..."

El cielo comenzaba a tornarse púrpura en el este. El tiempo se acababa y no habíamos estado tan cerca de nuestro objetico como en ese momento. Quizá fuese imprudente, una irreflexiva temeridad con la que intentaba poner solución al problema demasiado pronto sin tener todos los factores en cuenta. Pero no podía retrasarme, no cuando tantos otros necesitaban de nuestra ayuda.

- ¡Rápido! No hay tiempo. Que el menos cobarde me lleve al lugar en el os separasteis del monje- espeté sin el menor tacto. Estaba perdiendo la paciencia y las lágrimas no solucionaban nada, nunca lo hacían. Aun así dudé al mirarlos por un instante. Los dos hermanos, los mismos borrachos que habían perturbado la ominosa paz de la noche ahora temblaban y se estremecían ante la sola idea de regresar al interior de la montaña.

- "No queremos ir, noble señor, pero os acompañaremos..."

- ¿Los dos?- Enarqué una ceja. Me resultó extraño.- Solo necesito a uno.

- "Yo no quiero..." - dijo el otro minero.

- "Tú te callas, su amigo está ahí abajo. Yo iré con vos mi señor. Mi hermano es un maldito cobarde."

"¡No soy ningún cobarde, era un monstruo enorme!"

- Tu valor no será olvidado- solté a regañadientes como una especia de cumplido esperando que a pesar del temor que aun sentía, su resolución no fallase.

- "Por aquí, mi señor. Necesitaréis luz, mi señor, estos túneles son oscuros."- dijo tras coger un farolillo nada más adentrarnos en las cavernosas entrañas de la montaña.

- Cuéntame todo lo que ha ocurrido.

Caminamos entre estrechos y angostos pasillos de piedra. Pasamos por amplias salas donde aun se veían los lugares en los que los picos habían escarbado en busca del preciado mineral que daba nombre al pueblo. Giramos a izquierda, luego a derecha y de nuevo a derecha… dejando atrás oscuros pasillos que volvían a esconderse en las sombras según avanzaba la luz del farolillo. Siempre descendiendo, siempre hacia abajo. Mientras me relató lo que había sucedido.

- "Estaba picando con mis dos hermanos. Últimamente cuesta mucho encontrar el jade, pero la semana pasada encontramos una veta muy rica de cuarzo. Entonces llegó vuestro amigo y se puso a preguntarnos por la mina. De repente apareció el monstruo y atacó. Él se quedó atrás como un héroe para salvarnos."

Había intentado recordar el camino que íbamos siguiendo, los giros y recodos, pero después de un tiempo di por imposible orientarme en aquel laberinto cavernoso. En su lugar puse toda mi atención en lo que tenía delante, en lo que me esperaba, en lo que me encontraría...

En un momento dado me llegó el olor a entrañas y a sangre. “Estamos cerca”- supe. Por delante la luz de varios farolillos se derramaba por las paredes del pasillo y, en el suelo, una silueta que bien podía ser de un pie.

- "¡Hay alguien en el suelo!"

Mi guía salió corriendo tras verlo, y detrás de mí escuché los pasos llenos de dudas del hermano cobarde. “Sospechoso…”

- Solo necesitaba un guía... – le reproché haciendo notar mi enojo.

- "No quiero que mi hermano mayor se enfrente solo al peligro. El pequeño ya está malherido"- se explicó. “¿Al peligro?” Una excusa poco convincente después de haberlo visto acobardado. No tuve tiempo para responderle cuando delante escuché un grito.

- "¡¡¡Horror!!!”

A paso ligero, atento a cuanto sucedía alrededor de mí, me dirigí hacia el lugar del que provenía el grito. Cuando llegué el minero se encontraba arrodillado frente a un cadáver vestido con destrozados ropajes rojizos. “Emisario…”- fue mi primer pensamiento. Y cuando me acerqué a él apartando de un empujón al borracho no hice más que confirmarlo. Le habían arrancado y devorado sus entrañas.

- "Lo siento..."- se lamentó el minero agachando su irreverente cabeza.- “Lo siento mucho...”

 -¿Qué sientes?- contesté ceñudo, asqueado por unas excusas que cada vez que pronunciaba me resultaban más falsas.

No había apreciado a Emisario. No creía que nunca nos hubiésemos podido considerar amigos, no al menos mientras él mantuviera sus ojos cerrados por las mentiras de los Inmaculados. Aun así habíamos combatido juntos contra un enemigo común y eso unía, aunque de un modo extraño. Al verlo allí, destripado, no podía guardar el rencor que horas antes le había guardado. Tan solo podía sentir compasión, lástima, ¿pena…? Y odio, desprecio por los monstruos capaces de hacerle aquello. Monstruos que ahora sentía que tenía muy cerca.

- “Lo siento… pero en este pueblo no nos gustan los héroes."

El otro minero, el que estaba detrás de mí, soltó una carcajada alabando el ingenio de su hermano. 

- "No nos gustan cuando están vivos... ¡Pero nos encanta el sabor de sus entrañas!"

Lo primero que vi fue unos ojos amarillos llenos de malicia. Luego sus cuerpos se contorsionaron de forma repulsiva, sus músculos se hincharon, su rosada piel se volvió de un enfermizo color grisáceo y sus dedos y uñas se alargaron hasta convertirse en afiladas garras. Los Yoma se habían revelado, y yo estaba listo para enfrentarme a ellos. Por Minas de Jade, por mí, por Emisario…

- "Hoy vamos a comer mucho, hermano. Este es más débil que el otro."- Estaban muy equivocados. Tenía intención de demostrárselo.

Los dos se lanzaron como locos contra mí de la misma forma que el Alguacil había hecho. Todos los Yomas eran igual. Mientras mantenían su forma humana eran cautos y valiéndose de engaños trataban siempre de llegar al combate con ventaja, pero una vez adoptaban el aspecto de las bestias que eran se comportaban como ellas; con sus garras por delante atacaban y atacaban sin preocupar de ninguna otra cosa. Se podría decir que teníamos suerte de que esos enemigos de la Creación fueran tan indisciplinados.

No me resultó difícil prever sus movimientos y tomar la iniciativa en el ataque. Un golpe, duro, contundente alcanzó al “hermano” mayor en el pecho. No importó, como un jabato al que han herido cargó lleno de rabia y hundió sus largas garras en mi costado. Las noté frías como la muerte mientras atravesaban la carne, aunque no tardaron en calentarse con la sangre que manaba de la herida.

-  "Veo que te gustan mis garras, pronto te arrancarán el estómago y el hígado."

Me aparté con un empujón justo a tiempo de esquivar al hermano menor. Cerré los ojos por el dolor lacerante tan solo un instante, no tenía tiempo para más. Eran dos contra uno. Estaba solo. Había estado solo por mucho tiempo. “Pero no ahora. Tengo un aliado poderoso.” Grité con todas mis fuerzas alimentándolo con impotencia, rabia y odio.

- ¡¡Lo lamentaréis criaturas del mal!!

Repentinamente la cueva, hasta entonces iluminada por las tímidas luces de los farolillos, estalló en llamas doradas. Las sombras huyeron de mí y sus esbirros recularon mientras se protegían los ojos ocultándolos tras sus desproporcionados brazos.

- "Sorprendente. Una luz muy bonita, héroe."- fue el insolente comentario de uno de los monstruos. Le haría lamentarlo.

Volvieron a abalanzarse contra mí, y yo volví a adelantarme a ellos. Con la palma abierta, endurecida por una vida de entrenamiento, descargué un potente golpe cerca de su hombro izquierdo. Tuviera o no tuviera corazón, tras aquello pareció desorientado y sus ataques instintivamente precisos se tornaron más torpes y pesados. Lo esquivé sin dificultad. Él ya no suponía una amenaza tan importante como su hermano pequeño, que en aquella ocasión consiguió mancillar mi piel con sus garras.

Mis heridas empezaban a cobrarse un precio, pero el combate todavía no había acabado. Debía seguir luchando, debía resistir y acabar con la amenaza. Además no olvidaba que en el pueblo todavía quedaba uno de ellos.

Saqué fuerzas de flaqueza y arremetí de nuevo contra ellos. Una y otra vez, sin descanso, golpe tras golpe, esquiva tras esquiva los fui debilitando. Yo era mejor combatiente que ellos, de eso no había duda. Pero yo también me estaba cansando…

 “Muchos espadachines te dirán que no importa el filo de la espada si no la habilidad de quien la empuña. Y no les falta razón. Una espada demasiado afilada es igual de peligrosa para el que la empuña que para la persona contra la que quiere empuñarla. Recuerda que hay muchos factores que influyen en un duelo, polluelo. Un duro entrenamiento y la experiencia suponen en muchas ocasiones la diferencia. Pero no te ciegues por el orgullo de haber recibido un mejor entrenamiento, hasta el mejor de los guerreros terminará cayendo cuando se tenga que enfrentar a cientos.”

“… Son dos, solo dos. No son cientos. Un Dorado no tendría problemas para derrotarlos. Yo puedo derrotarlos. Mi deber es conseguirlo. Nadie dura para siempre.”

Con un par de pasos puse distancia entre nosotros. Era un breve respiro entre arremetidas que aproveché para apartar el sudor que empapaba mi frente y hacía que me picaran los ojos. El combate se había prolongado por mucho tiempo, aunque no sabía exactamente cuánto. Allí lo único que podía contar eran los frenéticos latidos en mi pecho.

Respiré profundamente. Calmé el tempestuoso mar en el que nadaban mis emociones y corrí hacia ellos.

“Incluso el halcón se cuida de volar demasiado alto y demasiado lejos, polluelo. Siempre tiene que tener en mente que debe regresar a tierra.”

No necesitaba pensar en ello. Era natural en mí. El pie derecho y después el izquierdo mientras me giraba de costado no solo para dar impuso al siguiente puñetazo, sino para exponer menos mi cuerpo y… “¡¡Arggg!!” perdí el equilibrio cuando una punzada de dolor de una de las heridas en el costado me obligó a que me encogiera. Noté el sabor de la sangre en la boca al morderme la lengua cuando mis rodillas toparon con el suelo.

Iba a sonreír desafiante por primera vez en mucho tiempo, cuando noté que algo se hundía en mi estómago.

 “…Siempre tiene que tener en mente que debe regresar a tierra.”

Y regresé a tierra. Caí de espaldas demasiado cansado y dolorido como para sentir el golpe contra el suelo.

“No, todavía no. Todavía puedo derrotarlos.” Intenté ponerme en pie. Era lo único que había hecho durante toda mi vida. Caí con la muerte de mi padre y me levanté, caí lleno de moratones cada cinco años y me levanté una y otra vez a pesar de que cada vez me quedaban menos alumnos, caí con el juicio en la capital y volví a levantarme en pleno cénit al siguiente día… Caer y volver a ponerme en pie, una rutina. Había resultado tan sencillo siempre, ¿por qué iba a ser en aquella ocasión diferente?

Lo intenté. Lo intenté una y otra vez mientras aquellos ojos amarillos cargados de malicia me miraban. Lo volví a intentar mientras me sonreían. Y una última vez cuando sus manos se hundían en mis entrañas. Nada funcionó, mi cuerpo no respondía.

Lo único que podía hacer era matarles con la mirada. Pero incluso haciendo eso me vi obligado a parpadear, y cada vez que cerraba los ojos me costaba más volver a abrirlos. Los dos ojos dorados se enturbiaron convirtiéndose en dos soles y ambos se unieron en uno mucho más brillante…

"Eres un hombre humilde y bueno. Has padecido injusticias sin corromperte. Admiro eso. Por eso yo te alzo por encima de los demás hombres. Recuérdalo cuando llegue el mediodía."

Pero no habría más mediodías. El sol se había apagado.

Notas de juego

Tercera y última parte.

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02/02/2012, 17:18
NOCHE Y DIA.

AÑO: 761.

LUNA: Nueva.

ESTACION: Aire.

MES: Aire Ascendente.

DIA: 12.

HORA: Ocaso.

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26/02/2012, 16:20
NOCHE Y DIA.

AÑO: 761.

LUNA: Nueva.

ESTACION: Aire.

MES: Aire Ascendente.

DIA: 13.

HORA: Mediodía.

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26/02/2012, 16:21
Marinero Ku Pei.

- La barcaza ha arribado a los muelles de Minas de Jade.

- Los dos marineros amarran el sampan a los postes del muelle y arrían las velas.

- Incluso sin bajarse del sampan resulta evidente que algo pasa en el pueblo, la gente que se ve en los muelles parece aturdida, pálida y atemorizada. Tiene que haber ocurrido algo terrible.

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26/02/2012, 16:23
Nobles de Wu-Chia.

- Muy cerca está amarrada una lujosa embarcación fluvial, típica de la nobleza.

- En ella se ven unos marineros y unos nobles, todos parecen extremadamente preocupados.

- Los nobles se reúnen en la popa de su embarcación y miran con ansiedad hacia vuestro sampán, en especial miran con ojos ávidos y desesperados a Martillo Blanco.

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26/02/2012, 16:26
[RIP] Mazo.

El ambiente era opresivo.

Mazo, en su sabiduría, aún siendo esta algo escasa, se daba cuenta de esas cosas. El hombretón tenía la capacidad de darse cuenta cuando las cosas iban mal... o cuando algo malo iba a suceder. Podéis llamarlo sexto sentido, o simplemente intuición, pero el hombre de la coraza de Jade Blanco sabía que algo estaba pasando allí.

Miró a Dulce Loto, que se encontraba a su lado y frunció el ceño.

- ¿Lo notas? Está en el aire. - Le dijo Mazo entre dientes. - Tened cuidado. -

Pero después, el rostro de Mazo cambió a uno más tranquilo y sonriente, cuando miraba a los que estaban en los muelles.

- Saludos, habitantes de Minas de Jade. Mi nombre es Martillo Blanco, ¿qué sucede por aquí? ¿Por qué esas caras de consternación? -

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26/02/2012, 18:51
Dulce Loto.

Se había encargado de preparar un humilde desayuno que consistía en un bol de arroz, un poco de encurtido de verduras con salsa de soja y un té con un sutil aroma de jazmín. No era ni por asomo a lo que ella estaba acostumbrada, pero se sintió muy bien mientras lo preparaba.

“Me gusta hacerlo así. No siento que nadie me va a juzgar por el resultado de los platos. Madre era buena, pero muy exigente con todo lo que una mujer debe saber. No son los mejores ingredientes pero… Seguro que los comerán con gusto.”

Comieron todos juntos y poco después elevaron anclas. Al final decidieron atracar en los muelles de Las Minas de Jade por si sus compañeros estaban allí. Era una buena idea, pero al llegar sintió que algo extraño sucedía.

- Sí, es verdad… -respondió a Martillo y asintió ante su consejo.

“¿Qué habrá pasado? El pueblo parece muy consternado”, suspiró. “Parece que allí donde vamos hay alguna desgracia”. El rostro de la joven se apagó por un momento, pero al ver la tranquilidad de su mentor se animo. “Martillo sabe muy bien como ganarse a la gente, tengo que aprender de él”

Dulce Loto se acercó aún más a la barandilla para demostrar que a ella también le importaba lo que estaba sucediendo, o había sucedido. Dejó atrás los males pensares y mostró una vez la dulzura de su rostro.

“Creo que esos nobles quieren la ayuda de Martillo Blanco. Parecen desesperados”. Pensó en mirarlos de reojo, pero ya que tenían su atención puesta en Martillo puede que la notaran.

“Bueno, les daré la oportunidad ya que son tan evidentes”

Fijó su mirada en ellos, luego miró a Martillo de forma que quedara patente y al volver a mirarlos los saludó con un suave movimiento de cabeza.

“Bien, a ver qué pasa. Mientras más información mejor. Todos, nobles o no, siempre tienen algo que decir”

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26/02/2012, 20:48
Pescador.

- "¡Oh, señores, las minas están malditas!" -

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26/02/2012, 20:49
Chica de aldea.

- "Señor, ¿sois vos también un Inmaculado? ¿Habéis venido a intentar salvarnos?" -

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26/02/2012, 20:50
Viejo campesino.

- "Han avisado al Alguacil Miong Jin, ya viene para aquí." -

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26/02/2012, 20:52
Nobles de Wu-Chia.

- "Noble señor, ¿vos sois de la Sangre del Dragón, verdad?" -

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26/02/2012, 20:54
[RIP] Mazo.

Mazo inclinó la cabeza como un perro curioso.

Las palabras del anciano lo han hecho responder enseguida, sin embargo, con sólo esas palabras, el Dragón no podía saber que demonios estaba pasando aquí.

¿Estaban aquí sus compañeros?

- Estimado Anciano, por favor, mi nombre es Martillo Blanco y ella es mi pupila, Dulce Loto. - Dijo tranquilo. - Estamos aquí buscando a dos compañeros nuestros, Emisario del Dragón y al Maestro Garra de Halcón... - Los describió muy por encima y continuó. - ... pero lo que decís... ¿cómo que las minas están malditas? ¿A qué os referís? -

Después, el grandullón miró a la muchacha.

- ¿A salvaros? ¿De qué? Si no me contáis... un momento. -

El enorme guerrero saltó de la embarcación al muelle, y le ofreció su mano a Dulce Loto para que descienda sin tropezar.

- Contadme. -

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26/02/2012, 20:57
Chica de aldea.

La mujer solloza cuando escucha los nombres de los compañeros de Martillo Blanco.

Los demás agachan la cabeza, apesadumbrados.