Partida Rol por web

¡Suelta a Urik! grito enfurecida al extraño ser mientras mi espada desciende en un arco que busca evitar cualquier daño al prisionero y sí dañar al elemental. Lástima de no saber usar dos armas a la vez.

Tanto cuidado pongo que observo, desconcertada, como los dos ataques solo golpean las ráfagas de aire creadas por la criatura, sin causar daño aparente.

¡Mi turno!

Reluë tomó su varita de proyectiles. Tenía efectos más letales, pero no quería hacer daño a Urik. De un golpe seco de muñeca, tres orbes de fuerza salieron de la punta de la varita y se deshacían al llegar al torbellino.

Viendo que aquél ser recibía los impactos de los ataques y estos iban haciendo mella, Lobo alzó de nuevo su espada. Respiró profundamente y tensó los músculos del brazo descargando un golpe con toda la fuerza que pudo reunir contra aquél ser. 

Me preocupa Urik. Cada vez lo veo más herido y no sé cuánto más aguantará en ese torbellino. Vuelvo a lanzar dos ataques intentando evitar al paladín pero acabar con el elemental. Más vale que no dure mucho más.

Nuevamente me pasa lo mismo, por querer evitar dar al paladín mis dos ataques se pierden en el aire que rodea al elemental.

¡Mi turno!

-¡Ese es mi chico!- Animó al traumatizado mago.

Luego miró dentro de la masa de aire y no supo concretar si la cosa oscura del interior era Urik. Por si acaso propinó otros dos mazazos a otra parte del torbellino y bufó al ver que no parecían afectarle lo más mínimo.

Al menos los golpes combinados de sus compañeros iban haciendo cierta mella en el elemental, pero no era suficiente para rescatar al caballero atrapado.

-Escucha pedorreta: Suelta a mi amigo o te meteré en una botella y haré experimentos contigo- Trató de desmoralizar a la criatura. Pero sus palabras sonaron como la rabieta de una colegiala.

Cualquiera le discute nada a Elyzabeth. El torbellino se convirtió en brisa y luego en quietud, mientras Urik caía al suelo sonando como un montón de cacerolas por culpa de su armadura. El escándalo levantaría a un muerto, y se empezaron a escuchar ladridos a pesar de no haber un perro cerca. Unos segundos después, un perro fantasmal apareció de la nada.

¡Guau, guau, guau, guau!

Al parecer, Elyzabeth no tenía razón cuando dijo que el conjuro de esconderse de los muertos solo dejaba de funcionar cuando atacaban a otros muertos: luchar contra el elemental de aire también había anulado esa magia. Se fijaron que había una cadena fantasmal alrededor del cuello fantasmal, pero ascendía y se acababa de modo abrupto. De pronto apareció un segundo fantasma, un humano que sujetaba la cadena del sabueso.

¡Chst! ¡Tranquilo, Tchaikovsky! ¡Quieto! ¡Sit, sit! Disculpadle, aún es un cachorro juguetón-el perro fantasmal abrió sus fauces, bostezando, y su garganta se mostró como un gran agujero negro del que salieron numerosos tentáculos-. Ah, pero bueno... ¿Qué le pasa a la juventud de hoy en día? Estáis ante el Príncipe Aurel Plesu. ¿Dónde está vuestra educación? ¿Ni una reverencia? ¿Ni una mísera rodilla hincando el suelo? ¡Soy un príncipe, por el amor de los dioses!

El último revés silbó en el aire sin encontrar resistencia y la clériga casi se cae al suelo de la inercia. -Maldita maza cabezona…Si al menos fueras maldita, tendrías tu gracia- gruñó a su arma. Después la enfundó y tendió la mano a Urik para ayudarlo a levantarse.

Los ladridos sobresaltaron a todos:

Disculpadle, aún es un cachorro juguetón-el perro fantasmal abrió sus fauces, bostezando, y su garganta se mostró como un gran agujero negro del que salieron numerosos tentáculos

-¡Oh! Es…encantador, sin duda- Mintió por acto reflejo.

Estáis ante el Príncipe Aurel Plesu. ¿Dónde está vuestra educación? ¿Ni una reverencia?

Ely guiñó un ojo a sus compañeros y se tendió a los pies del príncipe con total devoción:

-¡Oh!, ¡¿dónde estabais, mi príncipe azul…Que yo soñé?!- En realidad era la letra de una canción, pero es lo que tiene improvisar.

-Mi querido príncipe….No malinterpretéis esta pregunta…pero…¿Sois un fantasma?- Era más que evidente, pero a veces los espectros no son conscientes de ese detalle debido a una muerte traumática no asimilada. Ely escuchó la respuesta sin perder su hermosa sonrisa y redirigió la conversación hacia donde le convenía. –¿Por casualidad no os habéis cruzado con el Buen Sergei Von Zarovich, o su tumba?- Ely se levantó un poco más la visera del casco para charlar y se acercó al príncipe, (más de lo que lo haría un ser vivo con sentido común).

Recordó las huellas del pasadizo, así como todos los nombres que había oido que moraban en el castillo y añadió:

-Si os puedo ser sincera: - Dijo bajando la voz en tono confidencial. –Tengo curiosidad por saber con quién se puede cruzar uno paseando por aquí- Beth batió sus pestañas como solía hacer con Urik, (y con Reluë…Y antes con Walt…Y así hasta donde recordaban sus compañeros).

El caballero bufó y cayó al suelo, donde siguió bufando unos momentos mientras intentaba ponerse en pie. Por suerte una mano amiga le ayudó, y cuando se terminó de levantar se fijó que había sido Beth. - Gracias, mi dam... Beth. - dijo, farfullando y disimulando con una tosecilla. 

Pero la paz se había acabado. Un chucho fantasmal apareció ladrando, y con él un príncipe encantado(r), que les pidió de una forma un tanto peculiar que le rindieran pleitesía. Don Urik ladeó la cabeza y movió ligeramente la mandíbula dentro de su casco, de  un lado a otro, hasta que decidió realizar una reverencia formal, con el escudo y el arma bajados a ambos lados de su cuerpo, sin resultar amenazante. - Sire. - dijo chocando los talones de forma marcial. Si no era un fantasma hostil, era un alma en pena, una que merecía ser rescatada y conducida a su destino final, en la morada de los dioses. 

O al menos así lo creía él. 

Una vez el elemental desaparece, la calma no se acaba. Me fijo en la nueva amenaza sin guardar la espada y preparándome para un combate cuando aparece el dueño del "perro".

Miro con curiosidad la escena, pareciéndome en cierto modo ridícula, pero no puedo evitar hacer una especie de genuflexión aunque se nota que no soy experta en ello. Príncipe digo, apenas murmurando.

Tras unos segundos de estupor, Lobo bajó su espada y hizo un intento de reverencia sobre ella.

-Disculpad, señor. - Respondió. - Mas temo que no os habíamos reconocido. Las descripciones no hacen justicia en absoluto a vuestra grandeza. 

Plesu asintió complacido por la actitud de los extranjeros.

¿Que si soy un fantasma? Querida, soy Aurel Plesu. Por supuesto que soy un fantasma. Mi cripta es esa de allí. Estaba persiguiendo a un caballo volador para añadirlo a mis establos, cuando atravesé unos arbustos con tan mala pata que detrás de ellos había un precipicio. Tchaikovsky y yo morimos en la caída. Y hasta que consiga ese maldito pegaso no podré descansar en paz.

No recibo muchas visitas. Los corpóreos no tenéis cara para mí, y me es difícil identificaros y encariñarme, pero de vez en cuando pasa alguno. Entre los incorpóreos, la mayoría han perdido la razón y no saben quienes son ni me reconocen como la autoridad que soy. Hay tres fantasmas que vienen a visitarme en ocasiones.

Uno de ellos es el Boyardo Endorovich. Estaba enamorado de una cortesana de este castillo, pero la doncella tenía otro pretendiente. Ese estúpido noble trató de envenenarle para quitarlo de en medio, con tan mala suerte que las copas se intercambiaron y el veneno se lo tomó la pretendida. Por lo menos logró incriminar al otro enamorado del asesinato y hacer que lo ahorcaran. Endorovich no para de lamentarse de la muerte de su amor. Menudo llorón. La tumba de Endorovich es esa de allí, por cierto.

Después está Estefanía. Fue una nigromante a las órdenes de Strahd, pero al morir las Brumas no la dejaron descansar por todas sus profanaciones. Ironías del destino, ahora Strahd tiene una nueva nigromante, Thredra Aranax, y con magia ha controlado el fantasma de Estefanía convirtiéndola en sirviente. Le está bien empleado por jugar con las Leyes de lo Natural, todas las nigromantes van a tener el mismo destino en Barovia. No tiene tumba, porque no fue enterrada. Tras su muerte, su cuerpo fue echado a los tumuluarios para alimentarlos. Estefanía suele estar junto a la nigromante en el laboratorio.

El tercer fantasma es el de la Dama Vey Rallen. Una paladina de la Orden de los Caballeros del Cuervo. Entró en el castillo con su pupilo para investirlo como nuevo caballero en el altar de la capilla. Strahd la mató por su allanamiento y su fantasma suele estar en las plantas superiores del castillo. El aprendiz logró escapar... ¿Cómo era que se llamaba? Urlich, Urrin... Urik, creo que Vey le llamó Urik. Su cuerpo tampoco tiene tumba, su cuerpo sufrió el mismo trato que el de Estefanía.

Pero no hay fantasma de Sergei Von Zarovich. Eso es buena señal, significa que se marchó al más allá sin dejar cuentas pendientes. La mayoría de tumbas que hay aquí solo contienen huesos. La tumba de Sergei está por aquí, seguidme... Está tras esos barrotes.

La salida de la pared norte estaba bloqueada por un pesado rastrillo. La vista ciega de Elyzabeth percibe una figura al lado del sarcófago de piedra. Le escucha sollozar. Tras eso la figura se convierte en humo, un humo que asciende hasta una grieta en el techo, por la que se cuela hasta desaparecer.

Intentan levantar el rastrillo entre dos, pero pesa demasiado. Sin embargo, tras dedicar veinte minutos a la tarea, Lobo logra sabotear el mecanismo y el rastrillo se alza dejándoles el paso libre hasta la tumba de Sergei. Al iluminar con las antorchas, pudieron ver el mármol blanco que adornaba la sala, incluyendo tres grandes estatuas. También el sarcófago era de mármol blanco, con una pesada tapa que le daba aspecto de altar. Un altar sobre el que Ashlyn y Urik pusieron los objetos que querían sacrificar.

Escucho atenta lo que dice el espíritu y ante el motivo por el que sigue aquí sonrío ampliamente. ¿Tiene usted que capturar un pegaso concreto o le valdría cualquier pegaso? ¿Y qué hará con él cuando lo capture? Lo digo porque creo que le puedo proporcionar un pegaso que capturar, si es que puede salir de estas criptas. Habrá que esperar que terminemos el ritual, pero me gustaría con ello ofrecerle ir al más allá, es mi trabajo.

Cuando llegamos a la tumba, pongo el hacha + 1 que llevaba y espero que añadan el resto de elementos necesarios para iniciar los rezos. Deberéis estar atentos por si necesitamos protección.

      Beth iba a ofrecer el pegaso de Aslyn para provocarla, cuando la paladina la sorprendió con su generosidad. La nigromante la miró en plan: ¿De qué vas?¡Pero si a tí no te gustaban los muertos!. No podía ser que la iluminadora se congraciase más con un fantasma que ella, de modo que irrumpió en la conversación: -¿…Y no prefiere un ciervo volador? ¡Le puedo proporcionar un rebaño entero si me da unos días!-

Pero desistió de mejorar más su oferta cuando empezó a decir cosas malas de los nigromantes. Beth se apoyó en la pared y anotó los nombres y ubicaciones sin abrir la boca.

Tras observar como se esfumaba la figura sollozante que había junto a la tumba del hermano de Strhad, no pudo evitar empatizar con ella.

-¿Cree que la amada de Sergei viene a verle?- Preguntó a Auriel. Beth recordó su pasado y no pudo evitar ponerse en jarras y explotar: - ¡No todo se pude arreglar con un pegaso!¡A veces una nigromante resulta no ser del todo mala, y resulta de ayuda con los desaguisados del corazón!- Estaba claro que la clériga había estado discutiendo consigo misma mientras guardaba silencio. –Me refiero a Estefanía- Mintió para disimular. Apretó los puños para contenerse y se centró en su misión.

Elyzabeth comenzó a apilar y retirar objetos del altar como si fuera una trilera, aquilatando el sacrificio para no desperdiciar una sola moneda. Al final tuvo que renunciar a los hermosos pendientes y el diablillo dorado que soñaba con ver su escritorio, (si alguna vez llegaba a tenerlo).

-Más vale que las armaduras nos sirvan- Gruñó por lo bajo sin poder retirar la mirada del ídolo achaparrado que iban a destruir.

Ofrecer almas a su diosa era mucho más sencillo y barato. Miró a los paladines y preguntó visiblemente molesta: -¿Y ahora qué?, ¿Encendemos un fuego?-

La muchacha se apoyó en el arco de entrada y señaló al perro con un gesto de su delicada nariz

-Mi querido príncipe. Ha sido muy amable guiándonos hasta aquí. No buscamos problemas, pero como ve, tenemos un asuntillo pendiente ¿Techa nos avisará si viene alguien?-

Pero el príncipe ya no escuchó nada en cuanto Ashlyn le mencionó al pegaso.

Oh... Yo... No lo sé. Siempre me planteé capturar un caballo volador, pero nunca pensé en qué haría después. Podría acicalarlo... y hacerle lazos con las crines... y darle una manzana... A los caballos les gustan las manzanas, ¿pero los pegasos también las comen? ¿Y de dónde voy a sacar yo una manzana ahora?

Los paladines se arrodillaron y empezaron a rezar. Nadie interrumpió ese rezo, salvo el Príncipe Plesu con sus desvaríos. En un principio no ocurría nada, pero entonces... El mango de madera del hacha empezó a arder. Los metales se derritieron. De una densidad similar al mercurio, el oro de la estatua y el acero del hacha empezaron a expandirse por el altar. El acero se fundió con el de la hoja solar. El oro se unió al medallón de Urik, arrastrando los heliotropos y añadiéndolos al resto de gemas que adornaban el contorno alrededor del rubí central.

Cuando terminaron, llevaron al Príncipe por el pasadizo del arquitecto. Al intentar salir al descampado a los pies del acantilado, una fuerza invisible le impidió salir. Se había alejado ya demasiado de la ubicación de su cuerpo. El viaje del fantasma terminaba allí. Pero el pegaso se acercó dócilmente a la entrada, y el espíritu puso su mano cerca del morro de la montura, sin llegar a sentir el contacto de su piel. Aurel lloró.

Gracias. Gracias por este momento.

El ectoplasma empezó a desgranarse, como lo harían dos figuras de arena arrastradas por el viento. Tchaikovsky fue el primero en desaparecer.

No me queda mucho tiempo. Mi alma descansa en paz y ya no está atada a este mundo. Os doy permiso para abrir mi tumba y coger dos objetos con los que fui enterrado: una poción para volar y un anillo de caída de pluma. Es mi pago por haberme liberado.

Y los sollozos que escuchasteis en la cámara de Sergei... es la primera vez que la escucho allí desde hace mucho. Pero ayer la escuché en la cámara de Barov y Ravenia. Strahd va a confesarse ante la tumba de su hermano y las tumbas de sus padres los días previos a los casamientos. Es un modo de presentarles sus respetos y pedirles perdón por haberlos asesinado. Su próxima boda se acerca. Pero lo más importante que tenéis que saber es que bajo ningún concepto, de ninguna de las maneras, debéis...

El fantasma se consumió justo en ese momento, sin poder terminar su frase. Faltaba poco para el amanecer, pero no estaban cansados, pues últimamente no hacían otra cosa que dormir por las mañanas y trasnochar todo el tiempo. Podían seguir explorando las catacumbas si querían, recuperar a Ulrika y coger la poción y el anillo de Aurel Plesu. Elyzabeth había renovado su pacto con quién sabe qué entidad diabólica mientras los paladines rezaban, y la sacerdotisa disponía de todos sus conjuros. Sin embargo, habían empleado parte de sus fuerzas en las escaramuzas con Sasha y el elemental de aire.

... A los caballos les gustan las manzanas, ¿pero los pegasos también las comen? ¿Y de dónde voy a sacar yo una manzana ahora?

-Una idea excelente- Respondió juntando las yemas de los dedos con una sonrisa. –Las manzanas siempre sientan bien- No parecía molesta cuando el príncipe la ignoró. Más tarde, cuando Aurel se deshizo en lágrimas, Ely se acercó como si fuera a abrazarlo:

-Así me gusta señor príncipe. ¡Qué aplomo!, lo está llevando muy bien, ¡échelo fuera!.- Reluë, que había sobrevivido más tiempo que ningún otro aventurero junto a Elyzabeth, seguía sin estar seguro de si la joven estaba empatizando, o burlándose de alguien.

-Tu identifica uno de los objetos que te pidan y yo me ocuparé del colgante en forma de mano- Dijo como si leyese los pensamientos del mago. Beth dejó que sus compañeros decidieran cuál querían identificar, y cerró los ojos para meditar y recuperar el nexo con su diosa. Poco después gastaba su última perla en un conjuro para averiguar los poderes de la mano de madera.

-Ulrika se extravió con mi colgante de Boccob. También era de madra - Suspiró mirando al paladin. -Recuperarlo puede ser mi camino de vuelta hacia la luz. O tal vez solo trato de convenceros para recuperar a uno de mis niños-  Explicó con una de sus insondables sonrisas.

-Mientras meditaba he soñado con reunir un montón de mis zombis en las tumbas de los padres de Strhad, y justo cuando ese vampiro se arrodillaba para pedirles perdón, ¡ZAS-KA-BOOM! hacía explotar los cadáveres con un conjuro chulísimo- Ahora su sonrisa era abiertamente siniestra. – Lo sé, no es la táctica de un paladín, pero no busco la gloria, solo sobrevivir al enemigo- Explicó con desparpajo.

-...Y vengar a Waly- añadió ensombreciendo sus delicadas facciones.

¿Y de dónde vas a sacar todos los cadáveres para hacer eso...? Ah, claro... no dije nada. A mí no me quedan perlas. Si los demás quieren identificar la guadaña, la ballesta pesada, la armadura de hojas o la armadura de piel de zorro, Elyzabeth tendrá que darme una perla.

El semielfo estuvo pensando en si usar una de las perlas de Elyzabeth le haría subir puestos en su lista de "cadáveres explosivos". La sacerdotisa ya no le escuchaba: sus ojos se habían vuelto blancos, desapareciendo pupila e iris. Un conocimiento antiguo se anidó en su cabeza, como un recuerdo olvidado. El objeto mágico se llamaba Mano del Padre Roble, con múltiples utilidades, y ahora Elyzabeth las conocía todas. Una de las propiedades, la resistencia al fuego del objeto (que no transmitía a su portador, solo afectaba a la mano), explicaba porqué un objeto de madera había sobrevivido a la trampa de fuego.

Vamos, no tenemos tiempo. Cogamos los objetos de la tumba del príncipe y vámonos. Tenemos que terminar con todo hoy.

Dicho eso vuelvo a entrar en las catacumbas para coger los objetos que nos dijo el príncipe y marcharnos por ahora. Se puede decir que esta primera incursión ha sido todo un éxito.

Por cierto, Ely, ahora que tengo la espada solar tengo dos espadas que añadir al tesoro: la que llevaba antes y la de Walterly. Aunque sería interesante ver si la gema se puede engarzar en alguna otra arma.

¿Y de dónde vas a sacar todos los cadáveres para hacer eso...?

-Esto es un cementerio. Señaló los gruesos muros con admiración. Además, ya me conoces, soy tu ardillita. Guardo provisiones para los tiempos duros-  Dijo propinando una cariñosa toba en la nariz del semielfo.

Como buena “Ardilla”. Beth guardaba componentes de conjuro en el fondo de su bolsa. Se la entregó al mago con una mueca: –Habrá que reponer pronto- Comentó disgustada por la escasez que empezaban a sufrir.

Por cierto, Ely, ahora que tengo la espada solar tengo dos espadas que añadir al tesoro: la que llevaba antes y la de Walterly. Aunque sería interesante ver si la gema se puede engarzar en alguna otra arma.

Ely arqueó la ceja interesada. -¿Qué gema?- Preguntó sacando su libreto lleno de anotaciones.

Mientras ojeaba sus registros murmuró: -Si, si, un éxito, démonos prisa antes de que cambie nuestra suerte-

El caballero esperó pacientemente a que el noble fantasmal terminara de hablar, siguiendo con la mirada sus movimientos, con la mano apoyada en el pomo de la espada, ahora guardada en su vaina, de forma que mostraba respeto a la vez que estaba preparado para sacarla de un movimiento si hiciera falta. Aunque escuchaba lo que el fantasma decía, no estaba prestando especial atención hasta que nombró al tercer fantasma. Automáticamente toda su atención se focalizó en Aurel.

El tercer fantasma es el de la Dama Vey Rallen. Una paladina de la Orden de los Caballeros del Cuervo. Entró en el castillo con su pupilo para investirlo como nuevo caballero en el altar de la capilla. Strahd la mató por su allanamiento y su fantasma suele estar en las plantas superiores del castillo. El aprendiz logró escapar... ¿Cómo era que se llamaba? Urlich, Urrin... Urik, creo que Vey le llamó Urik. Su cuerpo tampoco tiene tumba, su cuerpo sufrió el mismo trato que el de Estefanía.

Hablaba de él y su maestra, y por fin el caballero sabía el aciago destino de la misma. - Maestra... - pensó, apretando los labios. Ya sabía donde ir, para poder intentar darle paz al espíritu de su mentora. Se juró que lo haría antes de abandonar éste maldito mundo. Su mirada pensativa y triste decía todo lo que un observador u observadora avezados necesitaría saber. Mirada que se entristeció aún más al saber el futuro que les esperaba a Beth si continuaba su camino. 

Poco después pudieron rezar para solicitar los poderes de los objetos, y Don Urik entró en trance. Al terminarlo, cansado pero con una sensación de satisfacción en su ser, se levantó, dispuesto a seguir adelante, aunque se sentía algo débil y mareado, pero pronto se acostumbraría a ello. Se sentía...en armonía con el amuleto. Con un sólo pensamiento, su escudo se iluminó, y con otro, varios orbes de luces de diferentes colores surgieron del amuleto y se pusieron a revolotear alrededor, siguiendo sus pensamientos. 

Pronto Elyzabeth, con gran habilidad, consiguió sacar al fantasma real del castillo y le presentaron el pegaso de Ashlyn, y sintiéndose en paz consigo mismo, el fantasma se preparó para partir, no sin antes concederles una recompensa que les esperaba en su cripta, así como desvelarles qué eran esos sollozos que habían oído. - Stradh tan cerca, y no nos ha detectado, en verdad es fuerte la magia de Beth...y ahora sabemos que no tenemos mucho más tiempo. Pobre Irina, maldito sea Stradh, maldita maldición. ¡Cuervo, ayúdame a llegar a tiempo! - pensó mientras el fantasma seguía hablando. Les iba a revelar algo  importante, algo esencial. - ¡No! Maldita sea...¿por qué no lo dijo antes? - comentó frustrado Don Urik ante las últimas palabras del Príncipe...pero a nadie parecía importarle. 

Tras entrar y recoger los objetos con los que el Príncipe les había recompensado, se dispusieron a salir de allí. - ¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Vamos a purificar las reliquias de los Santos o vamos a por Khyristrix? - susurró mientras activaba sus poderes de detectar muertos vivientes para proporcionarles una ruta segura por el castillo.