Partida Rol por web

Huan empezó a olfatear el suelo y los árboles, guiándolos lentamente a través del campo abierto.

La noche engullía como una gigantesca sombra abrazando el horizonte y todo aquello que tocaba en una negrura completa, siendo resistida únicamente por la luz de la antorcha que el grupo llevaba consigo, iluminando a pocos metros a la redonda.

A medida que avanzaban, el camino se volvía más y más difícil, el terreno llano poco a poco iba volviéndose ondulado. Astarte sabía que estaban llegando a las colinas del camino, unas colinas suaves ya agradables con pocos peligros y amenazas. En ese punto, si viajaban al norte, llegarían al Cubil del Dragón (el lugar donde fueron contratados).

Repentinamente, Huan se detuvo y su pelaje del lomo se erizó. Empezó a mostrar colmillos y rugir. Pero al mirar, la luz de la antorcha no alcanzaba a iluminar, debían avanzar un poco más. Un olor a mortecino empezó a llegar a las narices de todos.

La reacción del can era de miedo...

-Tranquilo, chico, tranquilo... -dijo con firmeza en la voz.

Astarte dedicó unos momentos a tranquilizar a Huan, sin apresurarse, para transmitirle su tranquilidad y seguridad. Aquel olor no presagiaba nada bueno. ¿Eran de verdad muertos vivientes, como había dicho la chica? Aún se resistía a pensarlo, salvo que estos fueran dirigidos por un nigromante que no tuviera otra cosa que hacer que robar ganado a la gente sencilla. Y tampoco era el acto más inteligente del mundo, llamando hacia si una atención no deseada cuando uno se dedicaba a las artes oscuras.

Sin perder un segundo, Corpoc se preparó ante la reacción de peligro por parte del perro. Siguiendo la dirección que marcaba Huan con la mirada, el gnomo, ya con las armas preparadas, avanzó hasta ponerse al frente del grupo y allí se plantó con el escudo en alto y la vista en busca de cualquier movimiento entre la hojarasca.

-¡Vaya hedor! –murmuró mientras intentaba cubrirse la nariz con la mano que sostenía el martillo-. O se trata de muertos vivientes, o son los orcos más sucios que vais a conocer en vuestras vidas.

Al final el perro había encontrado un rastro, pero no era demasiado difícil de notar. Un fuerte olor llegó hasta nosotros pero no conseguimos saber la procedencia. La actitud del perro con el lomo erizado por el miedo hizo quw sacará la espada de su funda preparado para lo que fuera que pudiera aparecer.

Use mi visión de elfo para intentar vislumbrar que era lo que había hecho asustar al perro de Astarte.

Un extraño y nauseabundo olor se acercaba hacia nosotros, el perro de Astarte tenía miedo y eso puso en alerta al grupo. Todavía con la antorcha en la mano veo que un combate se nos avecina. - Toma. - Le digo a Astarte al ver que no porta armas y yo si, tomo mi escudo y espada para ir hacia el frente. - Vamos Corpoc, es lo nuestro esto. - Avanzo un par de pasos y espero a que se vengan las amenazas que producen semejante peste.

Astarte fue la primera en reaccionar, empezó a calmar a Huan con éxito mientras el resto del grupo se ponía en alerta. Threkor, Corpoc y Malrick desenfundaban sus espadas. Tanto el Elfo como el Gnomo se concentraban en agudizar la visión y aprovechar que podían ver más lejos y con mayor claridad que los humanos... Sin embargo no observaron nada, el terreno llegaba hasta donde la vista daba.

Astarte por su parte se concentró en el olor. Cerró los ojos y pudo determinar que era de origen natural, olía a mortecino, pero no al mortecino que emanan los muertos vivientes después de ser afectados por la nigromancia. Era un mortecino natural, de algún ser vivo descomponiéndose, quizá durante 4 o 5 días. 

Volvió a tantear al aire con una inhalación profunda.

El olor venía acompañado con rastros de excremento, solo ella podía haber determinado tal cosa... El excremento pútrido de una criatura. No era un carnívoro ni un herbívoro, era una criatura omnivara... No reconocía el aroma como el de un animal. No era un depredador común de la zona.... Solo ella podía saber eso.

Se trataba de algo más... Quizá un humanoide, pero o se trataba de una fosa común de desechos, o se trataba de un solo humanoide grande, de gran peso y contextura física. El olor era fuerte... Las heces de los Elfos, Enanos, Humanos, orcos, Gnolls y Goblinoides tenían aromas distintivos, pero este era diferente, no se trataba de ninguna de esas criaturas... Era algo más, algo que no había olido antes, pero que de cierta manera se sentía la imponencia.

Solo Astarte podía saberlo.

Difícil saber de qué se trataba exactamente.

El grupo decidió esperar, si algo estaba ahí, seguro habría visto la antorcha desde hacía cientos de metros en plena oscuridad... Pero nada salió, ningún arbusto se movió y ninguna criatura salió al ataque, solo el silencio de la noche y el crepitar de la antorcha reinaban en ese lugar rodeado de sombras.

Huan seguía con rabia, observando (oliendo) más allá de donde las vistas llegaban.

Esperábamos que Astarte nos dijera algo. Estaba como concentrada olfateando el ambiente y por sus expresiones parwcianque no le gustaba demasiado lo quw captaba. Yo no conseguí a distinguir nada delante nuestro así que debía fiarme de ella y su perro.

¿Qué notas Astarte? Te veo preocupada. ¿Algo de lo que tengamos que defendernos?

Intentaba que la druida compartiera la información que tenía.

La penumbra era desconcertante para el aventurero y mediante pasaban los segundos sin encontrar el origen de la amenaza la intranquilidad calaba en él. Afinó el oído pero la vegetación sólo le devolvió un silencio rotundo, y al final, de lo único que podía fiarse era de su nariz.

-Ji, ji, ji –sonrió ante las palabras de Malrick-. Salga lo que salga tras esos árboles, este martillo está preparado para machacarlo.

El gnomo golpeó dos veces con el lado de su arma contra el escudo para hacerlo sonar y señalar que estaba listo para el combate.

Astarte compartió escuetamente lo que sabía, pero lo cierto era que no averiguarían nada más si no avanzaban.

La seguridad del Gnomo era ejemplar. Más de uno pensó que con su pequeño martillo solo podría hacer valer sus palabras si fuera lo que hubiera adelante no superaba el tamaño de una liebre de campo... Pronto demostraría la gran habilidad en combate y dejaría a más de uno boquiabierto.

Al menos no se trataban de muertos vivientes, de todas las posibilidades barajadas, esa era la que más preocupaba.

Decidieron avanzar un poco más. Threkor con antorcha en mano y justo detrás de sus compañeros guerreros.... Avanzaron unos cuantos metros, el perro nervioso pero siguiendo a su ama en la retaguardia, pero el único sonido era el soplido del viento, el olor se intensificaba e invadía las narices de todos. Si estuviera niño, seguro hubiera vomitado. Hombres verdes, estómagos verdes.

La tensión iba aumentando. Aún el callado (¿o mudo?) Malrick empezaba a sentir el sudor frío que escurría de su frente, a pesar de que la noche era fresca. Seguían avanzando, un paso a la vez, convencidos de que en cualquier momento algo saltaría de enfrente y se abalanzaría contra los héroes... Pero solo el silencio hacía presencia en ese lugar.

El Gnomo y el Elfo fueron los primeros en avistar lo que había más adelante.

Era una zona de desechos, toda clase de desechos.

Al acercarse un poco más, al punto de que el radio de la luz de la antorcha alcanzaba el sitio (y los humanos pudieron ver la escena), pudieron percatarse de más detalles: Huesos de animales adornaban el sitio, dispuestos de manera desordenada, como si hubieran sido arrojados sin cuidado. Huesos rotos, triturados, masticados y otros enteros. El cráneo de una vaca y los cuernos de una (o más) cabra. Había excremento también en el lugar. Oloroso y pastoso. Las moscas y otros insectos invadían el lugar.

Gracias a su sentido de percepción superiror, Threko pudo percatarse que unos 6m más allá del lugar, sobre un pequeño risco de una colina, había una gruta que se internaba en lo profundo de la tierra. Los dueños de esos desperdicios debían vivir al interior de esa gruta.

Hasta ahí conducía el rastro. Se acabó la investigación. Llegaba la hora de enfrentarse a lo que fuera que estaba robando el ganado.

Como sospechaba, el hambre debía haber sido el principal motivo por el que se habían producido los robos. La criatura mostraba cierta tosca sofisticación, dejando huesos y excrementos fuera de su guarida (para mantener limpio el interior, presuntamente, aunque lo que entendiera esa criatura por limpio no se adecuase a los estándares humanos). 

Astarte aprestó su escudo y preparó un proyectil para su honda. Estaba más acostumbrada a cazar que a combatir, pero no sería la primera vez que Huan se veía envuelto en un escarceo y confiaba en él.

Todos los temores de bandidos, muertos vivientes estaban descartados. Ahora podían ser quizás orcos u otra cosa que comiera lo que tuviera a mano, los orcos cazan de noche normalmente pero quizás estos son orcos que no pueden dormir bien y salen a hacer destrozos. Todavía con las armas a la defensiva avanzo hacia el lugar que marca Threkor.

Los músculos se tensan al saber que el peligro está delante y aumenta la tensión. Giro la espada para poder secarme la frente y evitar que la transpiración caiga sobre mis ojos, la vuelvo a girar en un movimiento que quiere ser fluido, me doy cuenta que entre los nervios y lo novato que soy quizás sea mejor combatir de manera simple y seguro, nada de heroísmo en este primer contacto real contra alguien o algo. Todo hasta ahora fue sólo entrenamiento a escondidas y de golpe se convierte en algo más, en algo real.

Al final habíamos llegado a donde teníamos que llegar. Parecía una especie de fosa común donde se apilaban los restos descompuestos de animales tanto salvajes como domésticos. Era evidente que aquel era el sitio y la bestia o lo que fuera estaría cerca.

Agudizando mis sentidos, descubrí una abertura en la tierra en forma de cueva de donde venía el mismo olor que desde la fosa. Malrick estaba a mi lado y le di un golpe con el brazo y le señalé la cueva.

Noto el mismo olor que aquí que viene de ahí arriba. Lo que sea que se ha comido esto seguro que esta dentro. Vamos.

Me pongo en movimiento hacia la entrada de la cueva con movimientos cautelosos. No era cuestión de desvelar nuestra llegada tan pronto.

La escena le revolvía el estómago al gnomo. De pronto toda aquella sensación de desagrado que captaba con su nariz se manifestó ante su mirada en un grotesco cuadro de violencia y animalismo; aunque se permitía dudar cuánto de animal y cuánto de monstruoso tenía aquel espectáculo.

Revisó a las apuradas y espantando moscas en busca de restos humanos, que para tranquilidad del guerrero no parecía haberlos. Corpoc había visto algunas muertes violentas, y muchas más que le fueron narradas, pero se le heló la piel al imaginar ser devorado como los restos a sus pies.

Tras reaccionar del trance en que deambulaba su mente, vio a sus compañeros perfilándose hacia una cueva. Esta vez se mantuvo levemente alejado de la vanguardia al ver que el elfo recurría al sigilo para primero tantear el terreno.

Todos se acercaron un poco más a la caverna, pero solo Threkor (quien llevaba la antorcha) se atrevió a acercarse hasta la misma entrada de la gruta.

Mientras todos esperaban tensos, el Elfo intentó moverse de forma sigilosa, pero la noche y el suelo no fueron sus aliados. A pesar de esforzarselas ramas rugían al romperse bajo sus pies. Y aún con la antorcha en mano, no era que pudiera pasar mucho desapercibido.

De igual modo llegó hasta la entrada y un olor a sudor encerrado golpeó su cara como una bofetada. Su vista llegó hasta donde el túnel de 4 metros de ancho daba un giro de 45 grados. Escuchaba un sonido que aparecía en intervalos regulares, soplidos fuertes, quizá una filtración del viento en la caverna... Muy tenuemente escuchó susurros, pero pronto se callaron y no volvieron a ser escuchados.

Threkor podía intentar adentrarse a la caverna, pero sus compañeros lo perderían de vista y perderían el fuego de la antorcha para ver en la oscuridad. También podría regresar con sus compañeros y contar lo visto y escuchado.

- ¿Y? - Le pregunto a Threkor con tanta ansiedad que la palabra pareció pegarle en la cara. Me muevo inquieto balanceando el peso del cuerpo sobre un pie y luego el otro. La impaciencia es tal que no espero mucho más que un par de segundos o quizás ninguno. - Vamos. - Le digo al resto del grupo moviendo el escudo en un intento de señalar hacia delante.

El camino gira al fondo y creo que ahí algo o alguien allí. He escuchado una respiración y susurros. No puedo identificar que es, pero no lo sabremos si no entramos. Los fuertes delane

Contesto a Malrick y le hago un gesto con la.mano para que se adelante.

Yo te alumbró desde detrás y tw cubro

No había mas solución si queríamos descubrir algo que entrar en la cueva. Ahora sabíamos que estaba habitada aunque no sabíamos por qué o por quién.

Astarte asintió ante la iniciativa de Malrik y siguió a sus compañeros hacia lo profundo de la cueva, desde la retaguardia, con Huan agazapado a su lado como si fuera a saltar en cualquier momento. Se esforzó en respirar profundamente para tranquilizarse, al darse cuenta de que había estado conteniendo todo el aire por culpa de la tensión. 

Malrick sorprendió a todos con las primeras palabras que salieron de su boca desde que se conocieron. Pero no había tiempo que perder, lo que fuera el responsable de las desapariciones de los animales y de los pastores estaba en la caverna.

Malrick tomó posición en vanguardia, hombro a hombro (o mejor dicho hombro a cintura) con el valiente Corpoc que sorprendía con su pequeña arma y con tan grande determinación.
Justo atrás, a menos de un metro de distancia, Threkor los seguía con la antorcha en mano y con el estoque en la otra.
Terminando la formación, Astarte y su fiel amigo Huan que seguía nervioso pero resuelto a ingresar al oscuro lugar junto a su amiga humana.

El túnel era de roca natural, no habían señales de excavación con picas u otras herramientas, solo erosión natural. Un olor a humedad producto del agua que se filtraba de a poco en las paredes, se mezclaba con un olor rancio como de sudor de perro (Sorry Huan!). El suelo, a pesar de ser irregular, no era resbaloso. A medida que se internaban en la caverna, el olor se hacía más denso.

Paso a paso y con mucho cuidado llegaron al sitio donde Threkor observó cuando exploró: El túnel volteaba en un ángulo de casi noventa grados. Al escuchar el sonido de ventosidades comprendieron que se trataba de "algo" respirando.

Al girar por el codo, el pasillo seguía por un par de metros y luego se ensanchaba para convertirse en una habitación casi circular de varios metros de diámetro. Solo el gnomo y el Elfo observaban la habitación completa, iban narrando lo que veían a sus compañeros en susurros casi inaudibles.

El olor a encierro y sudor inundaba los sentidos, y la ventosidad tenía un origen que detuvo en seco al Elfo y al Gnomo (que hicieron detener al grupo también): Un lecho hecho de basura, escombros, ramas y hojas muertas yacía casi en el centro del cuarto y una mole acostada encima la decoraba. Al principio la mole pareció un un bulto de "algo" por su desproporcionado y tamaño, más de tres metros, pero rápidamente lo identificaron. Tenía rasgos humanoides, pero de medidas gigantes. Brazos largos y piernas fibrosas, vestía un taparrabo harapiento y pieles de diferentes animales en el torso. Ambos conocían de historias a esa criatura: Un Ogro. Poderosos seres insaciables de apetito y sin misericordia en combate.

Por fortuna dormía profundamente en el enorme lecho. Un tronco de árbol que le servía como arma permanecía en el suelo, muy cerca a él. Contra la pared había los restos de un esqueleto claramente humano, aún vestía una armadura y el resto de sus pertenencias muy cerca, incluyendo una reluciente espada.

Al otro lado de la habitación, una jaula muy rústica y construida de afán, contenía dos humanos que habían visto llegar a los héroes, quizá por la luz que emanaba la antorcha. Hacían expresiones de silencio, señalando el gran ogro dormido.

El suelo de tierra al igual que las paredes le daban un toque especial a esta primera incursión, sin poder ya evitar la ansiedad me muevo bruscamente con pasos duros y largo. Sin importar quienes son los culpables los sorprenderemos en su propia morada indefensos y..., y..., y... 

Todo mi cuerpo se detuvo ante la mole que yacía sobre la derecha durmiendo al parecer plácidamente. Me quedo helado por un momento, una bestia de tamaña proporciones la causa de todo esto. ¿Y cómo se vence a un ogro? ¿Podemos vencer a uno?. Un dolor en el cuello por la tensión me obliga a estirar mi espalda para poder levantar la cabeza, noto los gestos desesperados de los prisioneros y en el tronco, si todo un tronco le sirve a esta bestia de arma, miro mi arma que es igual a la del difunto y de nuevo el tronco. Miro al resto y tras reparar una última vez en el tronco les hago señas para que nos retiremos un poco de la boca del túnel y no despertar la mole hasta poder pensar en algo.

Malrick se retira ante la mole durmiente que había en la sala. Un ogro dormido profundamente inspiraba el mismo temor que despierto.

Podría uno o dos de nosotros acercarse por la espalda y clavarle una espada en la nuca. Esta dormido. Si somos suficientemente silenciosos podríamos acabar con él sin lucha.