Partida Rol por web

Pese a que la conversación no parecía avanzar en exceso decidí mantenerme al margen. Si nos poníamos a hablar todos a la vez podíamos llegar a agobiar a la anciana y esta parecía ser de la que solucionaba los agobios a base de jarabe de plomo. Así que deje que la mujer siguiera hablando, que  yo le tenía una alergia bastante mala al plomo y tendía a acabar conmigo en bastante mal estado.

¿Mike?, pensó la rumana al escuchar el susurro de su chico. No sé si merece la pena mencionarle, si se ha quedado fuera de este local sus razones tendrá... pero haré caso a Tony.

- Nosotros no pertenecemos a ningún "sindicato", como bien ha deducido, pero todos estos hombres y yo - dijo abarcando con la mirada a los 4 hombre que la rodeaban -  tenemos un amigo común, que se ha visto involucrado en los tejemanejes de las bandas. Su nombre es Mike y los chinos han estado a punto de matarlo delante de nuestras narices. No sé si usted le conocerá...

Al oír el nombre de Mike, la mujer golpea la mesa y se pone de pie, bastante enfurecida. La reacción os pilla a todos por sorpresa, incluso a la mujer que tiene al lado. Nadie se esperaba que esa mujer pudiese reaccionar así, y por lo que parece, ni la chica de al lado la ha visto alguna vez así.

—¡Sabía que esa rata estaba metida en éste lío! ¿Quién si no él, que siempre está en medio de todo? —grita la mujer. No sabéis muy bien si os grita a vosotros o símplemente se está desahogando—. ¡Y claro, el muy cobarde no es venir él mismo, sino que manda a alguien para que dé la cara por él! ¡Qué típico y predecible es! ¡Toda la vida igual!

Desde luego, al ver como reacciona, ya entendéis porque está al mando de todo esto y porque nadie tiene pelotas a chistarla. De hecho, os da miedo hasta a vosotros, que os habéis enfrentado a toda clase de maleantes y escoria. Pero esto es peor, es como una madre con rulos y dando voces, blandiendo una zapatilla... Solo que en versión italiana y con mucho poder.

La mujer maldice un poco más en italiano, pero no lo entendéis. No obstante, cuando parece que se queda agusto de decir burradas, recobra un poco la compostura, y vuelve a su asiento. Más calmada, os dice—. Está bien, supongo que esa rata os habrá mandado a saber qué sabemos nosotros, y como podemos ayudar.

—Desde luego, si la situación no fuese crítica no os ayudaría, y dejaría que ese cobarde se pudriese en la calle. Pero a nuestros oídos también han llegado los rumores de que los chinos se están haciendo demasiado fuertes en muy poco tiempo, y eso no es bueno ni para el negocio, ni para nadie —comenta la mujer recostándose en su asiento.

Tras pensar unos segundos sus siguientes palabras, comienza a hablar—. Decís que la Tríada posee un armamento que ni el ejército. Eso no es bueno. Siempre hay vendedores de armas, pero no creo que sean capaces de armar a todo un regimiento con esa clase de armamento —la mujer se acomoda en la silla. Ahora parece que esté pensando en voz alta más que hablando con voosotros—. Desde luego, si alguien podría hacer eso, son los rusos. Pero no creo que estos quieran hacerse amigos de los chinos. Debe de haber algo más...

Esta vez sí que tenéis claro que se dirige a vosotros y que no está pensando en voz alta—. Si queréis saber más, deberíais hablar con los rusos. Sin duda son ellos los únicos que poseen ese armamento que describís. Y ahora, si no queréis nada más...

Diciendo esto último, os hace un ademán con la cabeza, indicando dónde está la puerta.

A la rumana le temblaron hasta las pestañas durante un momento cuando a la Señora Fibotti le dió por echar pestes de su amigo Mike. Para qué habré abierto la boca... pensó enseguida. Sin embargo, cuando la mujer italiana pareció calmarse entró en razón y cedió a no machacar a los presentes.

- Muchas gracias Señora Fibotti por su paciencia y por habernos atendido. - respondió Svetlana con una sonrisa y haciendo hincapié en la hospitalidad de la mujer, algo que los italianos solían apreciar.- Haremos caso de su recomendación y nos acercaremos a hablar con los rusos.

Y, tras hacer ademán de ir a marcharse, Lana se volvió a girar con una última cuestión en los labios:
- Señora, dado que esto también os atañe, ¿deseáis que pongamos a vuestra disposición la información que podamos reunir de los rusos? Para que sepa a lo que atenerse...

Poco me falto para pegar un brinco como para dejar marca en el techo con la cabeza cuando la “abuela” dejo salir la furia berserker que llevaba dentro. Ahora si que no cabía ninguna duda de porque era la mama, si alguno tenía los huevos suficientes de hacerle frente estaba claro que ella los usaba para hacerse la tortilla para cenar.

Me despedí de la mama con un asentimiento de cabeza y enfile la salida del despacho. Al parecer ahora tocaba hablar con los rusky, esto empezaba a parecer la puta vuelta al mundo versión Manhattan. A ver a donde nos acababa mandando Ivan y su gente…

La mujer miró algo extrañada ante la pregunta de Svetlana. Sin duda eso era algo que no se esperaba. Pero antes de que pudiese decir nada más pudisteis ver como su cara se tornaba roja de furia. Mucho peor que cuando nombrasteis a Mike. Y claro, eso fue porque la puerta se abrió de golpe y...

...Y por ella apareció Mike. Venía nervioso, mucho más que de costumbre. Pero lo peor no era eso, y era que venía con la pistola en la mano. Cierra la puerta la puerta tras de sí, mientras os mira nerviosos.

Lo único que dice es—. ¡Los chinos! ¡Los chinos están aquí! ¡Vienen a destrozarlo todo! ¡Tenemos que hacer algo! —os dice horrorizado mientras cierra la puerta y se os queda mirando, esperando una solución.

Pero antes de que digáis o hagáis nada, la puerta se abre de golpe, haciendo que Mike salga despedido hasta el escritorio de la Señora Fibotti. Medio mareado, mira a ésta y la dice con una sonrisa bobalicona—. Hola María.

Mientras Mike cae al suelo por el golpe, por la puerta comienzan a entrar chinos, con machetes, porras, pistolas, uzis y todo el armamento que estos suelen llevar. Por suerte, parece que no tienen lanzacohetes, pero puede que sea sólo de momento.

Por lo pronto, parece que es la hora de la tortas...

Un nuevo grupo de chinorris decidio intentar acabar lo que el otro había empezado, aunque no sabría decir exactamente si era un grupo nuevo o el mismo que todos son exactamente iguales. Al parecer poco les importaba que estuvieramos en el cuartel general de los italianos, lo cual era malo porque demostraba que estaban demasiado seguros de si mismos. Pues les íbamos a enseñar que las cosas no iban a ser tan fáciles como pensaban.

¿En aquel lugar? Estaba claro, que la conversación que habían tenido había durado más que el tiempo que el enorme gigantón de la puerta debía permanecer en su puesto. No tuvo tiempo casi de pensar, pues antes de que se diera cuenta de lo que pasaba, un grupo de chinos se le estaba abalanzando encima.

Bueno, veo que ya nos traen las bebidas por fin. dijo McCaine cuando vio que la puerta se abría pero no podía estar más equivocado pero sacó su arma de la sobaquera en un movimiento fluido, casi tan fluido como el de su mano izquierda mientras movía el paquete del tabaco haciendo que la punta de un pitillo asomase.

Espero que no le importe. dijo hacia la matriarca italiana con una sonrisa.

A Svetlana casi no le dio ni tiempo a explicarse mejor al ver que la pregunta chocaba a la mamma. Cuando estaba a punto de hablar de nuevo, dirigió su mirada de los ojos de ésta a la puerta, a la que miraba enfurecida, solo para encontrarse con un Mike que legaba corriendo, nervioso y armado.

Apenas les dio tiempo a escuchar su aviso antes de que un grupo de chinos armados entrase en el despacho sin llamar a la puerta.
- ¡Estupendo! ¡Ya no se respetan ni las reuniones! - gritó la mujer mientras sacaba una de sus pistolas y se preparaba para la pelea mutilcultural y "multimafiosa".

La reacción de la abuela dejó a Tormenta patitieso.

Jóder, me cago en la puta hostia... Pensó recordando a su abuela con un temblor. Era la única persona en el mundo a la que Tony había llegado a temer alguna vez, y por un momento a Tormenta le pareció que se acababa de materializar frente a ellos en aquel estallido de furia tan similar a los arrebatos de ira de la portadora de la vara en su familia.

Pero a Tony no le dió tiempo a decir nada, en caso de haberlo querido decir, claro, cuando la cosa pareció tranquilizarse, ya que en ese mismo momento la puerta se abrió de un portazo, y un jadeante Mike entró en escena, para seguídamente, y casi sin tiempo de saludar al pajarito, salir volando por los aires y estamparse contra el escritorio de La Mamma cuando una tromba de chinos, entró en la sala.

La puerta comenzó a vomitar caras amarillas con aspecto de limones enfadados y Tormenta se preparó para hacer lo que mejor se le daba.

-Algún puto gimnasio se está forrando con los Punching Balls a domicilio.

No hay mucho que decir. Parece que las cartas están sobre la mesa, y que es la hora de las tortas...

De fuera vendrán, que de casa te echarán.

Refrán

John no quería empezar a aliñar una ensalada de tiros, la Mamma tenía pinta de ser de las que luego pasaría la factura de cualquier bala perdida que rozase su querida madera.

Con una mano saca el mechero y enciende el pitillo que tiene en la boca mientras con la otra suelta un disparo del arma que saca de la cartuchera con un chinaco cayendo al suelo con las tripas reventadas.

Espero que tenga un buen limpiador de moquetas. comenta entre calada y calada.

El disparo hace que el Chino salga volando dos metros hacia atrás por el disparo de McCaine. Por suerte, no toca ni mancha nada.

¿Cuánto durará todo limpio e inmaculado?

Antes de que casi nadie pueda hacer nada, la mujer que acompañaba a la Señora Fibotti ha sacado una AK-47 de sabe Dios donde.

Sin que los chinos se lo esperen, dispara a la frente de uno de ellos, lo que le deja un bonito agurejo en la frente. Otro menos...