Partida Rol por web

La primera etapa de nuestro viaje, la que nos había llevado hasta Vera de Moncayo, había transcurrido sin incidentes, y eso me alegraba. Tan solo un pequeño e inofensivo conejo se había cruzado en nuestro camino.

Ahora, nos disponíamos a pasar nuestra primera noche al raso, y eso me hacía sentir intranquila. Quizá fuese éste el momento en el que decidiesen atacar los bandidos que tanto temían los comerciantes, esos bandidos sobre los que nos habían advertido en la posada en la que habíamos sido contratados.

- No me termina de gustar el haber tenido que acampar aquí - le confieso a mis compañeros de infortunios mientras observo como los mercaderes preparan la cena, y realizan otros quehaceres - Hay demasiadas cosas que pueden atacarnos durante la noche: bandidos, animales... - Suelto un pequeño suspiro antes de continuar - Ojala estuviese en el mar -

Erón estaba tan acostumbrado a pasar noches al raso en mitad de los bosques que no podía ocultar que se sentía cómodo en un entorno como este. No obstante, las palabras de Serena no estaban faltas de razón. Una compañía de buhoneros como aquella era un objetivo muy dulce para bandidos y salteadores. 

- Deberíamos hacer guardias. Yo me pido la primera, para mantener la costumbre...-dijo con una media sonrisa que dejaba ver sus amontonados y oscurecidos dientes.

Pero antes de eso, el cazador ayudaría a preparar el campamento en lo que hiciese falta, ya fuera buscar leña, llenar los odres de agua (si habían visto algún manantial o río cerca), atar bien los caballos...

-No me gusta corregiros pero aquí el campamento es grande y aún más grandes los puntos ciegos… Deberíamos estar en parejas-. En el ejército las cosas funcionaban con varios grupos de hombres haciendo rondas, siendo cuatro o cinco los paisanos no habría problema en la propuesta de su compañero, pero aquí había fardos, carros y demás objetivos que ocultaban la visibilidad.

-Deberíamos agrupar los fardos y estar cada oteador a un lado.- Aclaró. –Yo mismo os acompañaré en el primer turno.

- Yo me quedo con el último turno - digo, después de que tanto Martín como Erón hayan escogido hacer la primera guardia. En el mar estaba acostumbrada a ver amanecer, así que sería agradable volver a hacerlo, aunque en esta ocasión fuese en un claro del bosque. - ¿Quién de ustedes desea acompañarme? - pregunto, posando mi mirada sobre el trovador y el caballero.

- Hagamos tres guardias. Me parece más sensato. Yo mismo puedo ocuparme de la intermedia haciéndola por mi cuenta. No os preocupéis que oiréis mi grito si ocurre algo para que no tenga yo sólo que enfrentarme a los conejos....

Finalmente optáis por hacer tres guardias. En la primera Erón y Martín. Munio en la tercera y Serena y Alonso en la última.

Los mercaderes se van acostando, igual que vosotros. Menos Erón y MArtín que se sitúan cada uno en un borde del campamento.

Vuestra guardia trascurre tranquila. No se ve un alma y esperáis que así siga. Despertáis a Munio y os váis a dormir.

Te despiertan Erón y Martín. Se acuestan y te dejan a ti de guardia.

Al rato te sorprenden unas manos que llegan a tu carreta, te han pillado con la guardia baja. ¡Os atacan!

-¡Nos atacan!¡despertad! Grita Munio cuando unas manos están llegando hasta donde el está.

Cuando os despertáis véis a una veintena de desharrapados que se abalanzan sobre vosotros. No hay tiempo para la duda, hay que luchar cuerpo a cuerpo. Están encima.

-¡Hideputaaaaas!- Insultó el moro como si una afrenta hacia sus progenitoras afectase a su moral. Desenvainó su arma con un movimiento rápido y aguardó a la carga.

 -A las armas. ¡Por la Corona de Aragón!- Arengó a sus compañeros al estilo que acostumbraba a oír durante las campañas.

Erón se incorporó de un salto y la agujereada manta con la que se tapaba casi salió volando. Actuando más por instinto que siendo consciente de la situación, tomó el hacha y encaró a los bellacos que les asaltaban.