Partida Rol por web

Se acercó a uno de los carreteros, ¿es costumbre aquí, llevar tan separadas las carretas? No seria mejor llevarlas juntas para defenderse mejo de los ataques.

El carretero asiente y dice a voz en grito, como si estuvieras a mucha distancia cuando en realidad estás al lado del carro

- EL CHATO DICE QUE ES MEJOR ASÍ. EN CASO DE ATAQUE AL RESTO DE LA CARAVANA LE DA TIEMPO A ESCAPAR Y SÓLO PERDEMOS UN CARRO. ESO ES LO QUE DICE ÉL, NO SIEMPRE VAMOS CON TANTA DISTANCIA, ANTES ERA DIFERENTE, ÍBAMOS TODOS APIÑADOS CARRETA TRAS CARRETA Y EN OTRAS PARTES SIEMPRE SE HACE ASÍ. PERO ESTAS TIERRAS SON MUY MUY PELIGROSAS- y miró tus armas mientras  decía esto último.

La primera carreta va precedida por un gran número de ovejas guiadas por el Chato en persona, junto a la carreta camina Amir siguiendo a las ovejas y a la carreta. A una distancia considerable va rodando la segunda de las carretas, en la que Fernando debería estar, pero al parecer se ha acercado a las últimas de las carretas a hablar con Rasiq. La tercera carreta también a distancia va Guzmán montando su caballo, armado hasta los dientes y preparado para un ataque. Tras la tercera carreta van el resto de las ovejas y el otro hombre de la caravana que marcha a pie, tras ellos va la cuarta carreta y Ordoño también con sus armas prestas y pasando un calor de mil demonios. Por último, cerrando la marcha, va la quinta y última carreta con Rasiq montando su jamelgo, armado y Fernando hablando.

Sí, claro claro...

Viendo que su presencia no era apreciada, Fernando volvió hacia la carreta que le tocaba vigilar, molesto por las palabras de Shadid.

Jolines con el moro, pensó Fernando. Pues no iba yo a darle un poco de conversación y él me ha mandado a hacer gárgaras. Así se ahogue con su turbante, el tiparraco ese. He visto lobos más agradecidos, por San Cipriano que no me vuelve a pasar algo parecido...

Cuando llega a la segunda carreta, Fernando deja de distraerse y permanece atento a los caminos, tratando de avistar posibles peligros.

Amir camina despacio, justo detrás de las ovejas, tratado de mantener su atención en los laterales del camino... cantas veces he estado yo acechando detrás de esos matojos...

A última hora de la mañana la carvana llega a Vera de Moncayo, en el Valle de Huecha, donde los comerciantes venden la cuarta parte de las ovejas de la caravana así como lana, mantas poco trabajadas y para vuestra sorpresa, alguna tosca espada.

Al ver la mercancía de las carretas os dáis cuenta de que el Gremio no es precisamente uno de los más poderosos de la Península, pues sus objetos son burdos y toscos,sin nada de particular. Mientras los comerciantes venden en la plaza del pueblo las mantas hechas de lana de no muy buena calidad pensáis el gran esfuerzo que ha tenido que hacer un Gremio con tan pocos recursos para pagar vuestros servicios.

Realmente estaban desesperados y han dado el máximo para contratar un grupo de hombres armados para proteger la caravana. A vuestro juicio se ha pagado poco por las mercancías, el Gremio no se hará rico con ese tipo de transacciones...

- En Borja tendremos más suerte, es un pueblo más grande y los villanos más prósperos que estos pobres infelices- os dice Antonio cuando partís de Vera.

Poco antes del atardecer el grupo se detiene junto a un viejo puente romano de piedra a no mucha distancia de Borja para pasar la noche.

Antonio y el otro hombre organizan a las ovejas para que no se escapen, haciendo una cerca con las carretas y colocando a las ovejas en el centro, mientras que el resto de comerciantes se dedican a buscar forraje y a acomodar a los caballos de las carretas.

Me había fijado todo el día en las transacciones que se habían hecho con las mercancías, así, muy disimuladamente, mientras ponía a beber al caballao o le cepillaba un poco antes de que diese "la estirada". En aquel pueblo miraba de reojo el ir y venir de dineros y burdas mercancías. Ya de noche, junto al puente, me dirigí a mis compañeros, mientras el resto de carreteros preparaba su estancia en aquella zona. Les hablé bajito, evitando los oídos del chato.

Siñoris... -dije mirando a un lado y hacia otro- Isto no is normal... no si si ustede han viajado mucho, si han hicho muchos tratos o si simplementi si han pircatado di illo... Iste "Chato" no is, ¿cómo dicís los cristianos? ¿"Trigo limpio"? Puis eso... Ista caravana sólaminte lliva objitos de poca calidad, muy bastos qui se pagarían a precio de paja en tierras granadinas... ¿Y para iso nicisitan una gran iscuadra de protección? Yo asalto los caminos cuando no hago cosas así, di protección, y os asiguro que  jamás cargaría contra una caravana di poco, poquísimo valor...

Carraspeé, pues aún tenía más que contar.

Adimas... -continué-, ¿vísteis lis tratos qui el Chato hizo en Moncayo? ¿Acaso il gremio di los comirciantes les compinsa il poco binificio que sacan de tales malos productos y talis malas vintas? No is posible..., mi da que ese Antoniu o como si llame trama algo, y quizá tinga qui vir con las maldadis que di istas rutas si cuentan...

Fernando no se había coscado de nada.

Pues a mí me parece un hombre bien simpático, la verdad... y si es un comerciante un poco tonto, mejor para nosotros y nuestras bolsas, ¿no les parece a ustedes?

Además, Don Antonio ya lo ha dicho bien claro, más suerte habrá en el próximo pueblo. No sé, tampoco me parece tan raro, la verdad.

Fernando era incapaz de pensar mal, y que les pagaran por proteger mercancía que no valía mucho no le entraba en la cabeza.

Lo que deberíamos hacer es montar guardias para esta noche, no sea que nos asalten bandidos desesperados; porque uno no sabe lo que hay en una carreta hasta que le echa un vistazo de cerca, eso está claro.

Había caminado durante todo el día al lado del carro, pasando un calor al que su voluminoso cuerpo no estaba acostumbrado. Agradeció la parada en Vera de Moncayo, villorrio al que habían llegado en la mañana para que los comerciantes pudieran vender parte de unas mercancías que a Ordoño, acostumbrado a mercados y ferias de su época de soldado, le parecieron demasiado míseras para la excesiva protección que llevaban. Mas no hizo comentario alguno y dedicó el tiempo de la parada para refrescar el cuerpo, tanto por fuera como por dentro.

El viaje estaba transcurriendo sin ningún incidente aunque a Ordoño, viendo las mercaderías que se habían vendido aquella mañana, no le resultó extraño y máxime con la protección que llevaba la caravana... ¿quién iba a arriesgar el pellejo por tan poco? Cuando por fin volvieron a parar para montar el campamento junto al puente cercano a Borja, consideró que era un buen momento para comentar las novedades con sus compañeros, escuchando con atención las palabras del moro.

- Ye to muy raro, nun me paez que lo que acarrexen⁽¹⁾ tenga-y valor algún como pa gastar les perres en nosotros como ficieron. Hazme pensar que lleven les coses de valor escondíes porque si ye na más lu que vimos güei⁽²⁾ entós no entiendo ná. Y ¿paezvos normal que les carretes no vayan arrexuntaes? Tamos tan separaos que ye la cosa más fácil que nos ataquen sin enteranos.

Miró a sus compañeros para ver si alguno mostraba el mismo cansancio que él. Pero claro, Ordoño era de los pocos que había hecho todo el trayecto andando. Asintió ante las palabras del cazador.

- A pesar de que tengo ganes aselar⁽³⁾ un puquiñín, faré yo la primera guardia. ¿Paezvos bien?

Guzmán escucho atentamente las observaciones de sus compañeros.  No le gusto las palabras de Rasiq “Yo asalto los caminos cuando no hago cosas así”. Como podía decir algo así, por menos podrían colgarlo, pero al pardo no le interesaba perder a un compañero de batalla, así que decidió hacer como si no lo hubiera oído esa frase.

Llevar las cosas de valor escondidas, podría ser. No me extrañaría que guardaran los mejores apeos para la feria grande. Además también podría ser una manera de  engañara a los ladrones,  luego bajo la voz para que solo le oyeran sus compañeros, puede que los ladrones tengas exploradores en el pueblo y los comerciantes quieran mostrarse pobres para disuadirles. Si los comerciantes eran pobres y no traían nada de valor, puede que los asaltantes no se arriesgaran. Guzmán no creía en los rumores de la posada. Los asaltantes pueden estar desesperados pero no son estúpidos, sino ya estarían todos muertos.

La separación de las carretas, me comento el chato, es porque  en caso de ataque a un carro al resto de la caravana le da tiempo a escapar y sólo se perdería un carro. Pero a mi me parece una táctica extraña. También comento que antes los llevaban todos apiñados. Pero con los asaltantes las tierras se habían vuelto muy peligrosas, y era mejor esta forma.

Atendiendo y escuchando las negativas tan rotundas de sus compañeros, Rasiq se limitó a escucharlas, poniendo cara de interés. Parecía que aquellos tipos había viajado poco y no conocían bien los entresijos de vender a alguien por dinero, la traición o el pillaje. El árabe no quiso decir nada más, no quiso impacientar a sus compañeros, aunque notaban el recelo con el que le miraba ciertas veces... muchas veces.

Bueno -dije tras oir las opiniones-, si vos, Ordoñío, hacis la primira, yo harí la sigunda, ¿di acuerdo? -y miró al resto de los presentes-.

Amir llevaba un rato observando cómo interaccionaban sus compañeros, el comentario de Rasiq le había hecho pensar. Él caminaba el primero cerca del chato y no había observado ningún tipo de comportamiento extraño, si bien es cierto que toda su atención se había centrado en los alrededores del camino, con la intención de evitar cualquier ataque por sorpresa. Amir, obviamente, era desconfiado por naturaleza, pero esa no era la impresión que quería dar a sus compañeros.

Que fallo, a partir de ahora intentaré poner más atención…

Yo la tercera entonces.

Si no te importa Fernando yo hare la cuarta guardia, así que a ti te toca la última.

Después de dos bocados silencioso de la cena, al pardo le vino una idea, no sabía si sus compañeros pensaba igual.

Hoy no hará frio por la noche, por lo que no hará falta encender una hoguera, pero no estaría de más que durmiéramos cerca uno de los otros, así en caso de ataque, sería más fácil avisar a todos.

Cuando acabo de cenar, Guzman acomodo lo mejor posible a su caballo cerca de lo las carros, en un lugar donde pudiera verlo. Guardo la daga debajo de su petate que utilizo como almohada, y estiro la manta a modo de jergón. Dejo el escudo y la espada cerca, gusto a su armadura y la ballesta.

Mientras preparaba todo pensó en las palabras de su compañeros, ¿y si el Chato no es trigo limpio? Ah, bobadas, me pagaban por defender la caravana, no por cuestionarse la moral de su señor,para eso estaba Dios y la Iglesia. 

Una vez estuvo organizado el sistema de guardias y el campamento montado, El Chato pidió que no se hiciera fuego para no delatar la posición del grupo, pero varios de los comerciantes insistieron en que tenían hambre y querían asar unas patatas a lo que el Chato se negó en redondo y casi pasan a las manos. Finalmente la cosa quedó ahí y el grupo cenó unas tortas árabes con especias que os supieron a gloria.

Poco a poco todos fueron quedando dormidos, incluso los animales parecían exhaustos y sólo Ordoño quedó de guardia.

Una a una se fueron sucediendo las guardias, os despertábais unos a otros cuando llegaba el momento del cambio, el hecho de hacer una noche entre cinco suponía que las guardias no eran largas y podía estar uno alerta y bien despierto durante su guardia, eso sí, los comerciantes dormían a pierna suelta y ni se movían cuando el metal tintineaba cerca de ellos.

Las guardias de Ordoño, Rasiq, Amir y Guzmán discurrieron tranquilísimas.... éste levantó a Fernando, la última guardia antes del amanecer, apenas quedaban un par de horas para la salida del sol.

Una vez designadas las guardias me fui hasta el puente que dicen romano con mi manta de oración, la coloqué sobre éste y comenzé a rezar, con mi cabeza en la dirección Santa. A los pocos minutos, volví y dispuse mis cosas igual que Guzman, listo para cualquier evento: estiré la manta, y bajo ella, en u lateral, coloqué el arco y la aljaba bazo el pequeño morral que me acompañaba, que hacía las veces de almohada. El telek iba siempre conmigo, y aún lo tenía bajo el caftán, bien oculto, no fuera alguien a querer echarnos mano y tomarnos desprevenidos.

Acto seguido, cuando todo parecía pintar correcto, saqué un poco de harisa blanquecina, comí un poco y luego le ofrecí a mis compañeros.

Lleva carni y mantica... -y comenzó a partir el primer trozo de ese blanco pan, tampoco muy grande y a extender el brazo por si alguien gustaba probarlo-, no si si tienin hambri di tanto viaji...

El árabe granadino parecía un poco tosco y desconfiado, pero quizá fuera en gran parte una "fachada" para conseguir la supervivencia en tiempos no muy seguros. Tras comer las tortas árabes, muy propicias para él, poco a poco Rasiq fue quedándose dormido...

Una antorcha se yergue a tu derecha, única fuente de luz en el campamento - y ya era arriesgado tenerla -, te sientas en una gran piedra a observar al horizonte, más allá de los carros que hacen de cerca para las ovejas y de la veintena de cuerpos que yacen profundamente dormidos en el interior del campamento.

Es la típica noche del verano ibérico, calurosa hasta este momento, un poco antes del amanecer cuando refresca mínimamente. Los pájaros aún duermen, por lo que no se escucha absolutamente nada.

A Fernando le gustaba encargarse de la última guardia; estaba acostumbrado a levantarse temprano, y poder dormir tranquilo de una tacada era un lujo en situaciones como aquella.

Para tratar de desperezarse, bajó a lavarse la cara al río mientras veía, no sin cierta envidia, como Guzmán se tumbaba a descansar.

Bueno... pues nada. A ganarse el sueldo tocan.

Fernando sacó su cuchillo y empezó a sacar punta a diversos palos, tratando de confeccionar saetas decentes. Nunca le salían demasiado bien, pero al menos así se distraía...