Partida Rol por web

Aun el extraño tacto que tenía el cristal, Miron no quiso apartar la mano. Estaba hipnotizado por las luces que emitía y tenía curiosidad por saber qué secreto escondía ese artefacto antiguo. Tocarlo era como poner la mano en el agua, aunque la idea de que eso fuera posible era desconcertante.

- Yo...- empezó para responder a su compañera.- No sabría decir... Nunca había visto algo parecido.

Pensó en algo más que decir, pero realmente nada de lo que dijera serviría. Además, estaba demasiado centrado en el Eluvian, intentando imaginar qué magia lo hacía funcionar y cómo. Al ver que la mano se hundía y desaparecía, sus ojos brillaron con intensidad, pues el ansia de saber más ardía con intensidad. Usó la otra mano para tocar el espejo, pero ya no podía seguir rozando la superficie. Sonrió con nerviosismo.

Sin decir nada, se adentró en el espejo.

El mago desapareció en el Eluvian, formando a su paso remolinos de energía que brillaron en miles de colores, como lo haría el agua jabonosa en la que se mezclaran pigmentos a plena luz del sol...

 Miron no había entendido bien su pregunta, a lo que ella sonrió, pero igualmente ella obtuvo su respuesta cuando el mago entró a través del Eluvian. Observó la entrada del mago, e introdujo también su brazo, que movió dentro de éste mientras observaba el movimiento de los colores, de la magia.

 Tras su brazo no tardó en sumergir también su cuerpo, curiosa por lo que les aguardaría al otro lado. 

Atravesar el Eluvian fue una experiencia agradable. Para Aisha y Miron no fue algo nuevo, pero sí para el resto. La superficie se comportó como un líquido denso y cálido, y sintieron el hormigueo de la energía en la piel, como el crepitar de la electricidad a su alrededor.

Se encontraron en una habitación espaciosa, pero no demasiado grande. Estanterías y anaqueles llenaban las paredes con libros y objetos de cristal, una especie de despacho, o de laboratorio. El Eluvian dejó de brillar tras el paso de Solas, y quedó inerte, gemelo exacto de su otra esencia allí en el Cruce de Caminos.

Morrigan iba a explicarles que se hallaban en sus dependencias, cuando alguien entró, y se quedó mirándoles, intentando no parecer sorprendido por ver allí a tanta gente, y tan... extraña.

-Er... Lady Morrigan... vengo a buscaros.- Se rascó la barbilla, pasmado, tratando de disimular. Señaló a Aisha y a Miron- Emm... veo que los mensajeros que os envié os han encontrado, y... bueno, no sabía que tuvierais visita...

Carraspeó, y recobró su compostura finalmente.

-Se está reuniendo el Consejo, y os reclaman. Acaba de llegar el Campeón de Kirkwall con noticias de Weisshaupt. No creo que sepan nada de... bueno de... ellos. -Señaló con la cabeza al grupo de extranjeros, a los que no podía dejar de mirar, hasta que luego se fijó en Solas.- Oh, y Solas... tampoco creo que ellos... sepan que estás aquí.

Aquella experiencia fue sumamente distinta a la anterior, sin la sensación de una eterna caída ni tampoco el brusco aterrizaje de la pasada vez, además, el atravesar la superficie del espejo se sintió de una forma muy extraña, pero no del todo desagradable, mi curiosidad se había avivado, este lugar parecía bastante interesante, y el lugar en el que habíamos aparecido tras cruzar era tambien bastante curioso, libros y objetos de cristal adornaban prácticamente todo el perímetro de la habitación, me hacía sentir dentro de uno de esos laboratorios de alquimia de las películas y los libros de fantasía medieval, quedé ensimismado un momento hasta que un carraspeo me devolvió a la realidad, parecía que alguien más estaba esperando en esa habitación y se dirigió bastante nerviosamente hacia la señorita Morrigan, o como el la había llamado "Lady" Morrigan, acaso era de la realeza? le preguntaría después, esperando no ser demasiado entrometido

A pesar de que nos estábamos metiendo todos por ese " portal " a mí me daba un poco de miedo el terminar espachurrada contra el suelo o algo parecido, pero no, la sensación fue más tranquila y agradable que la otra vez y así, como por arte de magia, acabamos en una especie de ¿ despacho?

Observé todo con curiosidad, aunque sin moverme, imaginaba que al dueño de todo aquello no le gustaría que nadie andara con sus cosas.

No tardaron en dejarnos claro que la dueña era la de las lentillas y a mí que esa mujer no me parecía trigo limpio...

Lo de la reunión no lo entendí, así que guardé silencio. El hecho de que nosotros hubiéramos llegado allí no quería decir que el resto de personas no tuvieran una vida que continuar.

Pasar el espejo fue, cuanto menos, extraño. Al menos no tenía la sensación que se estamparía contra él, otra vez. Y una mejor noticia, ¡no había muerto nadie en el proceso ahora! Eso lo dejó un poco más tranquilo hasta que miró a su alrededor. 

Un lugar más ¿normal?. Al menos había libros, estanterías, cosas de cristal que mejor no tocar ni saber que eran. Todo ambientado muy medieval si, pero al menos no estaban en un lugar con bruma y espejos. Siempre se había preguntado cómo sería la realidad virtual. Pues bien, aquí tenía un ejemplo, pero de verdad. Aunque pareciera mentira, pasar por esa cosa por segunda vez le había puesto de mejor humor. Si tenían que quedarse aquí por un tiempo habría que disfrutarlo. 

- Un sitio muy... pintoresco - dijo para intentar romper un poco el hielo. 

 -​ Sí, ya entregamos las cajas que nos ordenaste. - Asintió al capitán. -​ ¿Hay algo más en lo que Miron y yo podamos ayudar? - P​reguntó al hombre, aunque una respuesta por parte de Morrigan o, preferiblemente Solas, también le serviría. No preguntó por ayudar únicamente, sino por quitarse a los extranjeros de encima, entre los que se encontraba parcialmente incómoda. ​La fiesta de aquella noche se había vuelto más rara de lo que esperaba.

 Sentía cierta intriga por lo de Solas, la reunión del Consejo, o el Campeón de Kirkwall, pero puesto que era algo que escapaba a sus competencias, prefirió callar esperando a que, con un poco de suerte, los dejaran marcharse de allí.

Con un gesto cansado, Solas asintió al Capitán.

-Así es, no. No saben que estoy aquí, no lo saben. -Se dirigió a Morrigan, y se acentuó su gesto cansado.- Bien, ha llegado el momento de que lo sepan, la Inquisidora, y los demás. He de solucionar... ésto. Si puedo. -Su mano dibujó un arco, abarcando a los cuatro extranjeros.

Miró a Rick cuando éste intervino, y una leve sonrisa asomó a su rostro, suavizando la expresión grave. -Pintoresco, eh?. Debes ver el resto...-Fue cuando habló Aisha cuando la sonrisa se amplió por completo. Asintió de nuevo.- Me temo que vamos a necesitar vuestra ayuda por bastante tiempo, lethallan.

-¿Hawke está aquí...?

La bruja bufó, y dudó unos segundos. Tras lo cual, tableteó con las uñas en la madera de la mesa en la que se había apoyado, y tomó una decisión.

-Capitán, lleva a estos... invitados... a que se instalen. Que les den un buen aposento, que coman, que descansen si eso es lo que quieren, o que paseen y conozcan Skyhold. Que les den... ropa. Y que pasen por la armería. No... mejor no. Ya habrá tiempo para eso...

Luego se volvió hacia Solas.

-Vamos. Vayamos a la sala del Consejo. -Y formó una "v" con dos dedos, señalando con ella tanto a Miron como a Aisha.- Vosotros. Con nosotros. Ya hablaremos luego de lo del Eluvian, chicos...

Markus observó y escuchó las conversaciones que ocurrían a su alrededor. También miró con curiosidad e intriga el lugar donde estaban, mientras observa, deja de escuchar todos los sonidos que hay a su alrededor, y solo ve. Observa con detenimiento el soldado que hay frente a ellos y no reacciona hasta la intervención de Solas. Cuando habla la bruja, se gira hacia el capitán que tenía que llevarles a sus aposentos. No se veía mucha seguridad en aquel hombre. A Markus ya le empezaba a disgustar.

Markus entonces escucha a Morrigan hablar de armas, si algo le ha enseñado la vida, es que si estás en un sitio desconocido, con gente armada desconocida, lo mejor que puedes hacer es tener otro arma, y si es más grande mejor. Iba a replicar, pero entonces pensó que no se tomarían tantas molestias en resucitarlo si luego lo iban a matar. 

Se relaja y, cuando Morrigan ha acabado habla.- Supongo que no tendréis Whisky.-

Las palabras del capitán y la respuesta de Solas extrañaron a Miron, pero tampoco vio adecuado empezar a hacer preguntas. Asintió cuando Aisha ofreció su ayuda de nuevo, apoyando su intención. De repente no le pareció tan buena idea haber traído a los extranjeros a la sede de la Inquisición; hubiera sido mucho más fácil dejarlos ahí donde los habían encontrado... Claro que eso iría en contra de las normas morales. Además, parecían ser honestos. Unos más que otros.

Cuando Morrigan les señaló, un leve escalofrío viajó por su espalda. Ella quería que la acompañaran a la Sala del Consejo, lo cual significaba que se habían metido de lleno en el asunto. Tener que declarar ante los jefes de una institución nunca era algo bueno. Miron había conseguido pasar desapercibido hasta el momento, y ahora se arrepentía de haber cruzado el espejo. Había luchado por la Inquisición, pero temía tener que hablar con sus máximos representantes de forma oficial. Pero, especialmente, temía la mirada de Morrigan y su "ya hablaremos".

- Por supuesto.- dijo como si no hubiera pensado nada de todo esto.- La acompañaremos si es necesario.

-¿Whisky? Sí, sí, claro. En la taberna. ¿Qué crees que es esto, amigo? ¿Un poblado chasind...?

Calló de golpe ante una mirada fulminante de Morrigan. Pero añadió enseguida:

-Er, no es que tenga nada contra los Chasind, ¿eh? Hay muy... buena gente entre ellos... -carraspeó- en fin, os acompañaré a dónde me digáis. Pasaremos por las dependencias de invitados, y os asignaré una habitación, y luego los que quieran seguir hasta la taberna, podrán relajarse tomando algo o comiendo hasta que aquí Lady Morrigan los mande a buscar. O lo que sea.

El pobre hombre estaba sudando. Lo suyo era la milicia, la guardia. Pero no estaba acostumbrado a que el servicio incluyera hacer de niñera de unos extraños desconocidos que parecían sacados de un relato del Velo...

Markus sonríe al escuchar que afortunadamente, había Whisky, mete la mano en el bolsillo y saca un paquete de tabaco y un mechero, enciende uno y mientras fuma pregunta. -Donde está esa taberna de la que hablas?- Dice con tranquilidad.

Cuando ha recibido las indicaciones pertinentes se dirige a la taberna. Caminando feliz, casi ingrávido, al escuchar las buenas noticias. Antes de salir por la puerta se gira hacia sus compañeros, les guiña un ojo, les tira un beso y se ríe con una sonora carcajada. Entonces desaparece con un portazo.

 Tal y como pensaba, librarse de los extranjeros no sería tan fácil como a ella le hubiera gustado, y además para colmo todo indicaba que se había metido en otro embrollo.

 No entendía para qué podrían necesitar su ayuda. Ella no era maga, así que poco podría hacer por devolver a los extranjeros a su mundo, según su entendimiento, pero esperaría pacientemente a que sus dudas fueran resueltas.

 - Ma nuvenin, lethallin. - Contestó a Solas, acatando su petición, y sin añadir nada más a lo de Miron, asintió a los tres magos​, dispuesta a seguirles llena de incertidumbre.

Genial, justo lo que nececitaba, una taberna, aún no había tenido oportunidad de curarme la resaca que produjo la fiesta de anoche, evento que a estas alturas me resultaba bastante lejano aunque en realidad no había pasado demasiado tiempo desde que desperté -Así que una taberna eh? parece que nuestros mundos tienen más cosas en común de las que pensaba y no todas son malas- dije dando una palmada en el hombro de Markus -Espero no te moleste la compañía- le dije mientras le seguía y me ponía a su par en el camino a dicho lugar

Miron y Aisha siguieron a Morrigan y Solas hacia fuera de los aposentos de la bruja. Antes ésta dejó claro al Capitán las instrucciones para los invitados. Y a éstos les dio una orden clara, que Solas corroboró enseguida, remarcando su importancia:

-Si queréis sobrevivir por ahora -les recalcó- no digáis nada de vuestra verdadera procedencia a nadie. Decid que sois invitados míos, extranjeros llegados de tierras lejanas, sed imprecisos, y no deis detalles. Cambiaos de ropa, pasad tan desapercibidos como podáis. -sonrió, de ese modo que sólo Morrigan sabía hacer.- O... morid antes de que podáis regresar...

Cambiando el peso de un pie a otro, nervioso a ojos vistas, el Capitán aguardó hasta que sólo quedaron allí Eva y Ricky.

Entonces se quitó el casco, se pasó una mano por el cabello sudoroso, y les preguntó en tono ligeramente más suavizado:

-¿Y bien...?