Partida Rol por web

Teniendo solamente la daga mágica en mis manos, trato de golpear uno de los cristales arrojándola desde donde me encuentro, al tiempo que miro entre mis compañeros para ver quien lleva mis cosas deseando que no las hayan dejado fuera, mierda, pienso tras errar el tiro.

La daga de la mediana surca el aire durante unos pocos metros, sin impactar a ningún objetivo, cayendo finalmente al frío suelo de piedra. El tintineo se escucha por toda la sala.

- ¿Qué... qué estáis haciendo? - escucháis decir al mago con un hilo - Daos prisa en destruir los cristales. No... no sé durante cuánto tiempo podré contener a la criatura -

Claramente el objetivo eran los cristales en vez de la criatura que salía del portal. Mientras mis compañeros intentaban destruirlos desde la distancia, yo saqué mi espada y me acerqué a ellos para asestarle un golpe desde cerca. Sólo esperaba que la espada no se rompiera con el impacot, ya que no tenía ninguna arma roma al alcance.

Por alguna razón, no lograban dar contra esas malditas cosas azuladas, algunos de sus compañeros ni siquiera se acercaron. Threkor usó una táctica más directa, algo que el draconiano decidió imitar. Apuntó con su espada, de tal forma que golpeara de punta contra su objetivo, como si fuera el ojo de un enorme dragón. Si entendiera la ironía, seguro sonreiría por ese pensamiento.

Parfemius tenía muchas preguntas, pero también una certeza. Aquella criatura que levitaba sobre el portal debía ser contenida a toda costa, y parecía que la clave estaba en las gemas. El mago agitó sus dedos que se movieron como las ramas de un viejo árbol y lanzó cuatro dardos brillantes contra las gemas.

Tanto el semielfo como el dracónido consiguen golpear a dos de las brillantes gemas que dan vida a la máquina en la que se está abriendo el portal. Pequeñas grietas aparecen en ellas, sobre todo en la golpeada por el semielfo, haciendo que pierdan parte de su fulgor.

Entonces una pequeña explosión resuena en la sala cuando los cuatro dardos de energía lanzados por Parfemius impactan en su objetivo. Pequeños trozos de cristal caen al suelo en el lugar que antes ocupaba una de las piedras, mientras un vapor de color negro permanece en el aire durante unos instantes y luego desaparece.

Frustrada, por no haber conseguido que mi anterior disparo consiga dar en el blanco, cargo una nueva flecha en el arco, apunto y vuelvo a disparar.

Puntos de golpe:

Cristal número 1: 15, 9.

Cristal número 2: 15, 11.

Cristal número 3: 15, 9.

Cristal número 4: 15, destruido

La flecha lanzada por la guerrera golpea el luminoso cristal, abriendo un pequeño agujero en éste.

Entonces un rayo tan negro como una noche sin luna sale disparado de la criatura que está manifestándose en el portal, golpeando en el pecho del mago.

Mierda... donde diablos han dejado mis cosas, ten amigos para esto, bueno al menos no han tardado en venir. Cuando veo que un rayo impacta sobre el mago, esto parece que se va a poner mas feo aún, me acerco con una pequeña carrera hacia la daga y tras recogerla golpeo el cristal mas cercano.

Parfemius retrocede tan solo un par de pasos, consiguiendo permanecer en pié a pesar del fuerte golpe que ha recibido, mientras la pequeña ladrona, tras recuperar la daga que había perdido hacía unos instantes, consigue golpear en uno de los cristales.

A pesar de las precauciones del mago, este había recibido un fuerte impacto de la criatura. La rabia que sentía en su pecho por no poder ayudar a su compañero en un apuro le hizo fallar su golpe, rebotando inofensivamente a pocos centímetros de su objetivo.

Parfemius balbuceó y repasó con la lengua sus dientes, pues fue tal el golpetazo recibido que casi creyó haber perdido alguno. Afortunadamente no fue así. Seguían estando ahí. Pocos, pero ahí estaban.

Acto seguido volvió a conjurar un hechizo de proyectil mágico. No podía lanzarlo con el mismo potencial de antes, pero confiaba que fuera suficiente para seguir dañando aquellas gemas. Cada segundo podía ser crucial.