Partida Rol por web

Rayos salían del protal y el mago desfallecía. Teníamos que ser más rápidos para cerrar aquel agujero o la criatura saldría y estaríamos todos muertos. Parfemius y Arbahin se adelantaron golpeando a los cristales era mi oportunidad.

Cogí con fuerza la espada corta para evitar el retroceso al golpear los cristales y me preparé para una nueva onda de choque que pudiera atacarnos.

Los tres proyectiles mágicos lanzados por el mago impactan en el cristal situado al lado del dracónido, haciendo que la pequeña gema estalle. Un espeso vapor de color hace acto de presencia, acompañando a la explosión y envolviendo por completo al paladín.

Mientras tanto, el ladrón semielfo consigue golpear otro de los cristales, aunque el débil impacto apenas consigue dañar la piedra.

Sientes un persistente dolor que recorre todo tu cuerpo al entrar en contacto con el oscuro vapor. Es como si tu carne, incluso dirías que tu propia alma, envejeciese y se marchitase.

El dolor desaparece segundos después al disiparse el humo.

El draconiano intentó retroceder, evitar que el humo le rodease, pues algo dentro de él le decía que no era bueno. Pero sus piernas no respondieron tan rápidamente como pretendía.

-¡El humo es peligroso!- rugió apretando los dientes cuando al fin el humo se disipó, dejando su cuerpo con una sensación extraña, muy parecida a lo que debería ser la muerte-. ¡Cuando explote otro apártense!

Tras escuchar la advertencia del dracónido, decido mantenerme lo más lejos posible de los cristales, mientras cargo una nueva flecha en el arco y disparo.

El disparo de la guerrera no consigue dar en el blanco, quizá debido al nerviosismo provocado por la advertencia del paladín.

Entonces, otro negro rayo surge de la criatura en dirección a Parfemius, aunque por suerte para el mago, éste tampoco consigue impactar en su objetivo, estrellándose en el suelo a escasos centímetros de él.

Me fijo en como todos los rayos parecen ir dirigidos hacia Parfemius, al parecer el daño que hacemos los demás debe ser desdeñable para la criatura en cuestión. - Cuidado Parfe, esa cosa parece que te tiene manía.

Me dispongo a atacar de nuevo al mismo cristal, preparada para retirarme rápido si veo cualquier tipo de humo. Trato de golpear nuevamente con la daga.

Tras fallar miro mis manos extrañada, ¿que narices está pasando, porqué no consigo darles, se encuentran los cristales realmente aquí o están entre dos planos de esos de los que habla nuestro mago?

Quizas por el daño recibido y el no querer comerse mas de ese corrupto humo o quizas sea simplemente que esos cristales eran mas duros de lo que parecian, pero lo cierto es que su ataque ni siquera acertó. Se estaban demorando mucho y esa maligna sombra continuaba atacando a Parfemius.

Parfemius dio un respingo cuando un nuevo rayo casi impacta contra él. Por suerte esta vez no le hizo blanco.

-¡Va-va-vamos, ya quedan pocas!-dijo intentando animar a sus compañeros.

Por su parte, conjuró un nuevo hechizo de proyectil mágico contra las gemas.

El nuevo rayo nos sorprendió a todos y si lo juntábamos con el humo que envolvía la sala, no podíamos demorarnos más en la destrucción de los cristales.

El mago desfallecía y mis compañeros fallaban sus golpes, quizás debido a la presencia del humo en la habitación. Tenáimos que seguir insistiendo, pero los cristales eran duros y difíciles de dañar. De todas formas seguí intentándolo, siempre con un ojo abierto para poder esquivar cualquier tipo de ataque que surgiera de nuevo del portal.

De todos los ataques realizados, sólo el del ladrón y el del mago consiguen impactar en sus objetivos, aunque, desgraciadamente, el del primero apenas consigue hacer un ligero rasguño en el cristal.

Por el contrario, cuando los tres proyectiles mágicos impactan contra la gema, la situada junto a la pícara, ésta explota en multitud de pequeños cristales, haciendo que el ya conocido humo surja de ella y se dirija hacia la mediana.

Tras golpear el cristal veo surgen unos pequeñas grietas en su superficie y después impactan tres proyectiles lanzados por nuestro mago haciendo explotar el cristal en mil pedazos. Me cubro el rostro con el brazo mientras salto hacia atrás gritando - Cuidado macho, aun sabiendo que no ha sido culpa suya y que yo habría hecho lo mismo.

La joven pícara consigue esquivar el denso humo surgido del cristal, librándose de lo que fuese que afectó al paladín instantes antes. Pasados unos segundos, dicho humo se disipa sin mayores consecuencias.

Una nueva flecha sale de mi arco en dirección a la única piedra que queda, consiguiendo esta vez impactar en su objetivo.