Partida Rol por web

Asín que el Ovejero escuchó toas las voces que vinían del sótano -tanto las voces rudas de los orkos negros como las palabras angelicales de una voz femenina que creyó endevinar de quién era- y vio al Venerable acercarse peligrosamente ande estaba él, blandiendo la vara en el aire con claras intenciones de soltarle un bastonazo en la cabeza, que se puso en pie y se encaró con el cura, levantando a su vez su gancha dispuesto a batirse en duelo singular si hacía falta.

- Pero... ¿Usté, Venerable? ¿Se pué saber por qué usté? ¿Qué nicisidad tenía usté de secuestrar a la Puri? -al pastor no le entraba en la cabeza por qué el propio mosén pretendía impidir que se llevase a cabo la procesión como tos los años.

—¡JA! —gritó el Sinpán rodando otro poco pa ponerse de pie de nuevo—. ¡Sabía que los Orkos estábais detrás de to desde el principio! ¡Venid aquí, que sus voy a aviar el hato!

Y ni corto ni perezoso, tras decir esto, Gromenauer dio un brinco hacia la cara del tipejo, con la intención de, efectivamente, aviarle el hato...

-¡¡Ay madre mía!! ¿pero cómo he podío estar tan ciega? ¡Pecao mortal!- decía la Mela en voz alta mientras tiraba del brazo la Lore, que como no estaban en un pecado tan mortal, pos no tenía tanta prisa -¡Ay que no voy a ir a las Estancias de Mandos!- se lamentaba la Orejas sin pararse a pensar si un ayuno era un pecao tan mortal como cuchichear sobre los demás.

Y en eso que fueron el Chato y la Lore y se quedaron paraos como una mula en medio un prao verde, que ya puedes tirar de ella que de allí no se mueve.

-¡Niña! ¡Arrea, leñe!- Le decía la Mela a la Lore, que ahora andaba reteniéndola

Y la Mela se paró. Más pa poderse desenredar de la Lore y seguir p'alante, que por hacerle caso a la elfa aguá. Pero fue al pararse que oyó tó el jaleo que dejaban atrás. Y entonces, pos como que se le pasaron las ganas de irse a confesar, que allí se estaba cociendo algo y su instinto de cotilla le decía que tenía que golver, que no podía irse ahora.

-Oye, niña ¿y si volvemos? Que a confesarme puedo ir luego ¿no?-

¡Virgen Santísima del Caras Galadon! ¡La que se había descubierto! Nandie, nandie, nandie podía de adivinar que al final la culpa de to la tenía don Jorge, el Venerable. ¡Con ese nombre quién iba a sospechar! ¡Y los Orkos Negros estaban metíos en el ajo! ¡¿Pero esto qué es? ¡¿Pero qué está pasando?!

Ni yo, que soy el pregonero de Bree y me entero de to lo que pasa en el pueblo, me había de dado cuenta de eso del don Jorge. ¡Vergüenza sobre mi auroch!

En fin, que me enteré más de luego, que me lo contaron, y asín que estoy aquí contándoles la historia ahora a ustedes. Pos resulta que el Éuhlogio, el pastor, tenía delante a don Jorge, el Venerable, que estaba dándole varazos al aire con una sospechosa buena puntería y direción.

—¡Ja! No oses comprender la senda de los Valar. Purithiel no es más que una pieza más de esta jugada. ¡La jugada más grande desde la caída de Barad-dûr!

Lanzó un varazo hacia el pastor, muy bien dirigío, como si cogiera sitio. El Gollum se puso a ladrale y a dar salticos al enrededor mu alegre él, pa jugar con el cura.

—¡Guau, guau!

—¡Y ahora, yo te ordeno: SUCUMBE A MI MANDO—dijo, señalando con el deo al pastor. A mí me contaron que eso lo dijo con una voz que ni el señor Gandalf cuando pasó de nivel y se hizo el Blanco, mu voz de ultratumba. Que era mu la voz que tenía don Jorge cuando, desde el púlpito, lanza los sermones más jodíos por culo, que salías de misa con la congoja en el pecho que na más que sentías culpable de to las cosas de la Tierra Media.—¡RÍNDETE!

El Ovejero sintió una fuerza mu fuerte dentro de la cabeza. ¡Que defícil era no obedecer al cura! Pero vamos, que él tampoco estaba pa verlas venir, que estaba agarrando su gancha con dos manos como los niños cuando van a reventar la piñata de las fiestas.

En esas que llegó doña Mela a la puerta de la sacristía, cogía del brazo de la Lore y con el Chato detrás, mu nervioso y con tembleque ya. La señora Mela tenía munchas ganas de congraciarse con el cura de su parroquia, pero la Cotorra era fuerte en ella y se debía a su labor más sagrada: oservar, guardar y chivarse luego en la plaza del pueblo.

Y por san Fingolfin que aquella era la noticia más gorda que podía una señora imaginar: ¡don Jorge jodiendo las fiestas de Nuestra Señora de Lothlorien! ¡Pero qué está pasando aquí!

—¡Pero don Jorge, questaciendo usté!—exclamó la Lore.

—Que ahora voy a por el vino, don Jorge, no se sulfure usté, que no es pa tanto oiga—intentó esplicase el Chato.

To eso le llegaba al enano abajo, aunque poca atención podía poner a los acontecimiento de la sacristía. Más que ná porque estaba mu ocupao teniendo la potra del siglo I de la Cuarta Edad al llegarse un movimiento y darle una trompá al niñato aquel que lo mandó al otro lado del pasillo más desnortao que ese no se levantaba ya en cuatro días. Habería que llamar a don Isicio, el Costras, pa reanimalo.

Pero el movimiento del Sinpán lo puso frente a la puerta de donde salían las voces y un tufo a tinto que echaba patrás al más pintao. Y ahí sí. Ahí sí que se descubrió to el pastel.

¡Que estaba la podrecica Puri como su mare la trajo al mundo, y con los melenúos esos egual que ella, en pelotica picá, unos en taparrabos y otros en na de na! Dos de ellos estaban tiraos en el suelo, con vino hasta las cejas, destrozaos y medio dormíos.

Y lo más raro era que hasta en bolingas tenían pintas raras. ¿No eran to máscaras y pelucas? ¿Por qué tenían la piel tan renegría y llena pústulas y cicatrices!

—¡¿Qué coñññio os pasa?! ¿¡Ya está, esto es to?! ¡¿Qué no tenéis pa más?! ¡No me duráis ni una miaja! ¡Ni una miaja me duráis! Y luego que si los rockeros son la caña! ¡Tú, el Gargajo! ¡¿Cuarto asalto o qué?!

¡La señorita Purithiel había sido vilmente mancillada por esa panda!

—¡GORRGOROTH, EL DESTRRUKTORR, NO ADMITE ÓRRRDENES DE UNA HEMBRRA HUMANA! ¡NINGUNA HEMBRRA HUMANA MANDA LE DA ÓRRDENES AL PITORRO DE GORRGOROTH, EL DESTRRUKTORR! ¡SI NO SE LEVANTA ES PORRRKE NO KIERRRO! ¡NO SOY YO, ERRES TÚ, EA, YA LO HE DICHO!

Entonces se fijaron en el Gromenauer, que estaba en la puerta.

—¡Coññññio ya! ¡Un enano! ¡El borracho ese!—dijo la dulce Purithiel, Flor de Invierno—. ¿Qué viés, a la fiesta, guapo?

—¡EL MIKRROBIO DE ESTA MAÑANA! ¡¡¿KE KARRAJO HAZES AKI, TAPÓN?!! ¡EH, Y KE HAS HECHO kON GULDURRR! ¡EH, TÍOS, ESPABILARRR! ¡ESTÁ AKI EL PITUFO ESE!

—¡EEH, TAPÓN, VUÉLVETE kON BLANCANIEVES, KE AKI TENEMOS TRRRABAJO kON LA GUARRRA ESTA!

—¡¿Cómo que guarra?! ¡¿Y qué es un pitufo?!

Pos allí estaba el Ovejero, con la gancha fuertemente agarrada dispuesto a darle un bastonazo con toa su alma al jodío cura, pa detener al que se reconocía responsable de los hechos que allí estaban acaeciendo y, de paso, quedarse más a gusto que pa qué. Que el Venerable Jorge siempre había sío mu cabrón y que recebiese una buena ostia le habiese dejao al pastor mu sastifecho.

Pero no. Porque el mu joputa, además de mu joputa, estaba mu resabiao. Y algo tinía esa voz suya que era algo como mágico que te atenazaba la voluntá y te congelaba el alma, y te dejaba asín como sin fuerzas ni ganas de ná.

SUCUMBE A MI MANDO. ¡RÍNDETE!

- .... _{¡auu, auuuuu....!} - aulló lastimero el Gollum mientras se sentaba con el rabo entre sus patas traseras y veía cómo su amo bajaba lenta y sumisamente los brazos ante las órdenes del Venerable.

¡Ay! La Orejas estaba casi casi en el paraiso del cotilleo, entre el cura haciendo cosas mala y la pendeja la Puri haciendo cosas peores ¡Ay! ¡Que iba a tener de qué hablar por un par de años! ¡Ay que iba a ser el centro d'atención! ¡Ay cuando todo se supiera... por ella!

Casi se tenía que relamer la baba de la emoción.

Pero claro, pa eso había que salir vivo de allí y toas las cosas tenían mu mala pinta, el cura to enfurruñao dando órdenes a tos, las cosas esas que les colgaban a los orcos, la Puri como un caracol rodeao de sal soltando toa la baba... To mu mala pinta.

-¡Niña! Arrea a buscar ayuda antes de que los orcos estos te mancillen ¡Anda ya, rapaza!- le gritó la Mela a la Lore pa que fuera a por alguien que pudiera con los orcos y el cura... aunque el cura parecía poca cosa y la Puri parecía que podía ella sola con los orcos.

¿Y qué podía hacer la Mela que no podía dar bastonazos ni cabezazos ni na'? Intentó ver si podía liar al venerable Jorge pa que no desconfiara de ella y pa ver si mientras los demás hacían algo útil también como atizarle con un pedrolo.

-¡Ay! ¡Que yo quiero apuntarme a esa religión, Padre! ¡Que ya estoy cansada de to como está! ¡Sí señor!-

El Sinpán miró a la Puri por un momento. Era una moza desnuda de buen ver, pero le faltaba mucho pelo para llamar la atención del enano. Además, si había jarana…  ¿Qué más daban las mozas?

Sin pensarlo mucho, volvió a la carga. Pero esta vez decidió ir a por el que más voces daba, que seguro que así los demás se acojonaban y eran más fáciles de pegar.

Así que mientras se preocupaba por si se le ponía dura o no, el enano le dio con lo más duro que tenía. Su cabeza. Un buen cabezazo a la altura de lo que no se ponía duro… 

¡La que se estaba liando en la iglesia! En el sótano, jarana, y en la sacristía, mandanga. El pastor quería metele un zurriagazo al cura, pero de pronto sintió que le habían dao una orden mu clara que era imposible de negar: que sestuviera quietecico. Que pa eso él era el cura de la iglesia más importante de Bree y parte del estranjero, que no había cosas más rebonica que Nuestra Señora de Lothlorien en toa Arda.

El pastor sintió mu profunda y mu angustiosa la orden del cura, pos pa eso era un cura y los curas se les respeta que si ti dicen chitón pos chitón y si ti dicen tú te casas con esa que has preñao pos te casas y ea. Si es que don Jorge tenía muncha razón siempre y por eso el Éuhlogio se sentía dispuesto a obedecele toíco del to.

—Agarra a esa gente. Ya no pueden salir de aquí—dijo don Jorge, señalando con muncho desprecio a donde estaban el Chato, la Lore y a la señora Mela. La Oreja intentaba decile algo pero al cura, pero el ciego la estaba inorando muncho y de nada sirvían las palabras de la doña Angustias.

Pero la Lore no se fue a por nandie, sino que se puso a chillar a berrío limpio to asustá de lo que estaba pasando. Sobre tó cuando el venerable Jorge levantó la mano, hizo flus flus y en la palma salió una bolica de fuego.

—Lo habéis estropeado todo, Manwë os maldiga. Ya no hay más remedio.

—¿Quié tabaco, don Jorge?—preguntó el Chato, buscándose en el bolsillo.

La Lore gritó que se ponía con los ojos reviraos y to, y con to el eco que había en la iglesia eso daba que dolía. Y por eso dinmediato sescuchó un topetazo en la puerta de la iglesia que hizo de temblar to, y luego otro y otro que eso parecía Grond en las puertas de Minas Tirith. ¿Qué estaba pasando?

Afuera no se sabía, pero adentro y abajo, el Sinpán parecía despuesto a acabar la pelea que había tenío aquella mañana con los Orkos Muertos antes de los churros con chocolate. ¡Y tanto!

—¡GORRGOROTH EL DESTRRUKTORR AKABARÁ KONTIGO, MALDITO ENANO! ¡ME TIENES HASTA LOS PALANTIRRI!

Eso dijo, Gorgoroth, el Destructor, vocalista de los Orkos Muertos, antes de llevarse un trompazo a rodabrazo del Gromenauer, el hijo del Klander, así ¡plas!, que lo mandó cuatro metros pal fondo contra la pared con toa su melena de esas de juventú descarriiá y desordená, que parecen tos mosesuales de esos.

Los otros de la banda se quedaron pasmaos un segundico, pero enseguida reacionaron.

—¡SERÁ JOPUTA EL ENANO! ¡A PORR ÉL!

Y pa él que fueron Morgul, Ungol y Felipe, los tres Orkos Negros que todavía no se habían llevao ninguna guantá del enano.

La Mela estaba como si le hubieran dicho que en el bar del pueblo no se fiaba más. ¡Vamos que no podía ser! ¡Que el mundo estaba del revés! ¡Habíase visto!

-¡Pero Ovejero...! ¿C'aces?- le preguntó cuando vió que Euhlogio l'acía caso al cura sin más -¿T'as atontao o qué?-

Y es que, en aquellos momentos, las cosas parecían empezar a ponerse lo suficientemente serias como para que la Mela se estuviera olvidando de poner atención a todo pa' luego contarlo. ¡Asín de serio estaba el tema!

Al fondo el enano s'andaba peleando con unos orkos, pero eso era lo más normal. Y la Puri, por allí en bolas. Eso, aunque interesante de contar, también era frecuente, que aunque luego se casaran todas de blanco, la que más y la que menos ya había catado varón.

Pero lo del cura no tenía nombre. Estaba más mandón de lo normal. Y eso de que no les iba a dejar salir... ¡hombre, que vale que quisiera que se quedara hasta el final de los oficios, pero allí no había ni misa ni nada en ese momento! ¡Y esas maldiciones! ¡¡¡Un cura maldiciendo!!!

-¡Bendito sea Mandos!- la Orejas tenía los ojos como platos de abiertos. ¡Y va el cura y encima enciende fuego en la iglesia! ¡Eso sí que no! Si era para encender el copafumeiro ese de hacer humo, vale. Pero para hacer el mal, no señor.

Por lo que parecía, los tipos estos no habían tenío bastante jarabe de enano. Mejor para el Sinpán, peor para ellos. Mecío como un junco por el viento de por la noche, de ese que como estés sudao hace que te resfríes, el enano esquivó las hostias que los desviaos estos le querían dar.

No estaban preparados para el estilo del enano achispao. Y Gromenauer sabía eso. Así que con las mismas, el enano le devolvió la hostia al primero que se cruzó. Por melenudo, feo y guarro. Putos orcos hippies de los cojones.

- Pos hago lo que dice el mosén, que tié razón que aquí sólo hemos venío a liarla y a meternos ande no nos llaman.- le contestó a la señá Mela cuando intentó con sus sutiles palabras y su sicología de vieja metomentodo sacar al Ovejero de su estao de onibulación. Pero no. Realmente estaba bien atontao y abducío por los poderes mágicos del señor cura, asín que se puso a hacer lo que éste li había ordenao.- Que estamos en casa de lo más sagrao y  no dibiríamos meternos en las cosas de los Valar.

Se acercó ande la Lore, el Chato y la Mela.

- Asín que aviando, que nos vamos p'afuera, que aquí no se nos ha perdío nada. -les dijo tó mu serio, dispuesto a sacarlos a empujones si hacía falta.

Tó esto antes de que al Venerable Jorge le diera por poner la manica a chisporrotear p'achicharrarlos con la bola de fuego.

En el sótano, los melenuos esos estaban comprubando que pa darle al enano hacía falta más brío. ¡Cómo se movía el Gromenauer! Sin garbo ninguno, pero esquivando como sin querer por los meneos que tenía de borrachusco. Que las guantás le iban pasando por los laos como si fuera a propósito.

La guantá que no pasó disacerp desapecir despacercibía que se enteró bien enterao fue aquella que mandó el Sinpán a uno de los Orkos Muertos, que se la llevó en to la boca como un niño que dice un taco y se lleva un aviso.

Pero si la mano es la del Gromenauer, que te pillen confesao. ¡Gensanta!

La Puri se estaba recomponiendo las vestimentas de reina pa irse de allí.

—¡OOOGGGhh! De verdá me tinís´tal´coño tós. Reina pa esto. ¡Me cago en vuestros muerto y topota madre a caballo!

Los Orkos Muertos no se amilanaron todavía y volvieron a intentar pegale una somanta de palos al Sinpán, mientras en la esquina el Gorgoroth, el Destructor, intentaba espabilase de la guantá que se había llevao. Pero todavía estaba pa echarse a dormir.

Si abajo las guantás iban calientes, arriba la cosa taba ardiendo. El pastor había tomao la buena idea de irsen de allí y sacar de paso a tos los metomentodos aquellos que no estaban haciendo más que molestar al buen mosén. Don Jorge, el Venerable, estaba ya hasta los mesmísimos, y esa bola de fuego que tenía en la mano tenía mu mala pinta. Que no era mu propia, la verdad, no era mu de normal y muncho menos dentro de la iglesia.

Eso mismo debía pensar la señora Carmela, que se fue pal cura a recreminarle esas formas a golpe de bolso, y pa él que se fue a darle pero con tan mala suerte que en vez de darle a la mano pa apagarle la bola de fuego, la abanicó dándole aire con el bolso y la hizo más grande. El calor llegaba a la cara de tos los presentes y ya había humareda en la sacristía. El cura levantó el brazo, como amenazando y intentando apuntar bien.

—Agradecido, doña Carmela, así hará más daño—dijo el Venerable—. Ahora, si no les importa, pónganse todos juntos que así me cunde más la llama de Anor. ¡Mueran ya!

Y dicho y hecho, lanzó la pelota de fuego contra el grupo. ¡Así, sin más! ¡Y to por ir a preguntarle cosas a la iglesia! ¡¿Pero esto qué es, esto qué es?! ¡Lo nunca visto! Y como estaban cerquita y tos arrejuntos en la sacristía pegaos a la puerta, pues que al venerable le fue fácil acertar. ¡Y eso que era ciego! ¡¿Cómo podía tener tanta puntería, el mu cabrón!?

La bola de fuego le pegó de lleno a los cuatro: el Éuhlogio, doña Mela, la Lore y el Chato, y hasta al pobre Gollum le salpicó una miaja de chispas que le puso a humear el lomo y salió ehcopetao de allí aullando que daba lastimica oílo.

La Lore chillaba como una gorrina en matanza y el Chato se cayó despaldas con las cejas quemás toas.

—¡Gentansa! ¡Don Jorge, que está uste gelipollas o qué! ¡Me cago en la sota de bastos!—dijo el viejo mago borracho— ¡A esto yo tamién sé jugar!

Agitó los dedos y prendió una llamita de cerillo, que tol mundo conecía que la usaba pa prender el tabaco.

En el portón de afuera seguía los golpes, ca vez más gordos y, de pronto. ¡BLAAAAM! Se escuchó un estruendo mu estrendoso como si la puerta hubiera sido de derribá toa pabajo, como se derriban las cosas bien derribás, pabajo.

El ariete había echao abajo la puerta de la iglesia. ¿Qué estaba pasando?

Gromenauer siguió a la carga, repartiendo tollinas como si estuviese loco. Y bueno, un enano que se dedicaba a sembrar cosas y a recoger olivos tampoco es que estuviese mu bien de la olla.

El caso es que cuando te dedicas a dar como si no costase, pues alguna te llevas siempre. Pero vamos, nada que pudiese hacer mucho a un enano achispado, que si me apuras ni se entera de si le cascan o no.

El bolazo de fuego tuvo dos efectos diferenciaos en el ovejero. Lo primero, que lo dejó tó chamuscao con la cara como llena de hollín como si fuese un carbonero. Lo segundo, que semejante impacto y semejante sofocón por la calorina, consiguió quitarlo de sopetón de su estao de onibulación y lo trajo de nuevo a la realidad, liberao del yugo de la voluntá del cura.

- Pero mosén, ¿Se pué saber qué cojoneh está usté haciendo? -dijo como si se habiese acabao de despertá y aún no se estuviese coscando del tó.

Dejó al suelo a la Blanquilla (a la que, tras los últimos acontecimientos, le caería mejor llamarla Negrilla) para prepararse pa darlo tó en la pelea. Blandió de nuevo su gancha dispuesto a arremeté contra el Venerable cuando, de repente, la puerta se vino abajo y tós miraron p'allí, sorprendíos.

¿Qué estaría pasando?

El Gromenauer debía andar envolvío en algún lío con los orcos sucios esos. Pero La Mela no estaba demasiao para prestar atención. El don Jorge, con ese carácter que se marcaba los domingo en que los feligreses llegaban tarde, andaba queriendo mandarles hacer lo que le venía en gana que no era nada de lo que está mandao de verdad.

Y a la Mela eso no le parecía bien, no señor. Pero cuando intentó hacer algo al respecto, pos fue y lo ayudó aún más. ¡Será posible! 

-Si es que no pue ser. Si es que soy un instrumento de la bondad de Mandos, que yo no sirvo para interferir con los hombres sagraos- se consoló ella mientras el fuego le daba de lleno y le churruscaba los 4 pelos que ella iba a que le arreglase la Toñi, la peluquera, que atendía allí en la salita de su casa y te lavaba la cabeza en el fregadero de la cocina y te ponía esos bigudies tan bien apañaos. -¡Copón! ¡Don Jorge, que nos va a quemar! ¡Más cuidao!- le reprendió ella, más por tradición que por que fuera a funcionar, que estaba claro que el Venerable los quería bien churruscaos.

Al portón andaba llamando alguien que parecía Eufrasio el borracho, el día que su Manuela le trancaba la puerta y no le quería dejar entrar. Que a la Orejas le daban ganas de dicir "Ya voy" e ir a abrir. Pero no hizo falta porque se abrió sola.

-¡¡Ayuda!! ¡¡Ayuda!!- grito la Mela -¡¡Que el Venerable se ha vuelto loco!!-

El reparto de tollinas se estaba efetuando bien abajo, en el sótano, donde los melenuos y el enano se estaban saludando como los hombres de verdad. Gromenauer se llevó una guantá que hizo más ruido que daño, y él le devolvió la hostia a ese mismo con la mesma educación pero más fuerte.

—¡MALDITO ENANO! ¡KE TE MATO!—respondió ese.

El Gorgoroth, que sacía llamar el Destructor, agitó la cara pa espabilase de la guantá que se había llevado un momentico antes y parecía que podía de levantarse ya. Y eso hizo, con los ojos haciendo chispitillas de la resaca de la tollina mientras daba cumballás pa acercarse al meollo.

—¡DEJARRRMELO! ¡DEJARRRMELO!—dicía. Pero los demás estaban mu a lo suyo asegurando el terreno y volvían a los puñetazos y las patás contra el Gromenauer, que a pesar de tó se movía con agilidá sorpendente.

Arriba el humo no se había ío entovía y había mu mal aire en la sacristía. La bola de fuego que había encendío don Jorge, el Venerable, había estropeao el cardao de doña Mela, las puntas de la Lore, el malafeitao del Éuhlogio y las cejas del Chato. Y los flecos del mantel de la mesica y del tapiz de san Fingwë. Déjeme que le diga yo a usté que un poder del fuego tan devastador no sabía visto desde lo de Smaug en Esgaroth, pero claro, es que la gente de Bree somos mu recios y mu tó, que subiera un briense allá en la Ciudad del Lago aquel día se iba a cagar la perra que se líba a quitar to la tontuna al lagarto ese.

Pos asín nos las gastamos en Bree, que pa eso somos el mejor pueblo de toa la Tierra Media.

—¡No habéis tenido suficiente, imbéciles! ¡La ira de los Valar caerá sobre vosotros y la Oscuridad será vuestro castigo!

Eso dijo el cura, enfadao como cuando se encabronaba desde el púlpito. To era mu raro porque el cura no dejaba de invocar a los dioses buenos mientras le jodía la fiesta a la patrona del pueblo. Pero apenas se le podía de oír, porque un tumulto venía de la iglesia. Un escándalo mu gordo, como si un olifante estuviera arremetiendo contra to y lanzando por los aires los bancos de la iglesia al avanzar. ¿Qué copón estaba pasando? Eso era lo mismo que había tirao las puertas pabajo.

Entonces, de pronto, en la puerta de la sacristía sescuchó un chillío insopotable, como invocao de las profundidades más pronfundas del túmulo más jondo de las Quebradas de los Túmulos, que estaban ahí al lao, por cierto.

Y entre los humos de la bola de fuego surgió una figura.

Porque nadie hace gritar a la Lore si no es él.

Los melenuos rojeras no estaban preparaos pa la agilidad del enano. Versao en mil peleas y riñas, estos podríos no eran na pa él. Así que esquivó toas las tollinas que le mandaban, pa encararse con el Jefe.

—¿No decías que me buscabas? ¡Pos me has encontrao! —gritó el Sinpán a la que descargaba la mano abierta en toa la cepa de la oreja del Destructor, dejándole más tonto de lo que estaba.

Y es que la mano del Gromenauer no es poca cosa, que tiene los dedos como lomos embuchaos y con unos callos que cuando da palmas escuchando la arradio salen chispas y to.

Si no lo aviaba de esa, poco le faltaba… 

La señá Mela estaba empezando a cabrearse de lo lindo. El pelo le olía a cochino requemao de la matanza y encima la estaban amenazando con la ira de los Valar ¡A ella! ¡Que llevaba toa la vida siendo una puritana! ¿¿Acaso no habia vestido suficientes santos?? ¿¿Acaso no habia rezao todos los rosarios toos los días?? ¿¿Acaso no pasaba ella el cestillo en toas las misas??

A la Orejas las quemaduras le dolían pero eso se curaba con ungüento. ¿¿Pero cómo se curaba que el cura le dijera que había molestao a las Valar??

-¡¡Pero si s'a juntao usted con los orcos y los ha dejao hacer la coyunda esa con la Puri!! ¡¡¡En la iglesia!!!- El poco poder de rebelión que tenía La Mela estaba en su punto álgido -¿Como van a estar los Valar enfadaos con nosotros?- le preguntó la Orejas al Venerable.

Y entonces apareció el puerco.

La Mela, más indignada y confusa que nunca, se fue hacia la puerta de fuera, la de la calle.

-¡Ahora mismico voy a ver al parroco de San Isuldur pa contarle lo que aquí anda pasando! ¡Veremos qué opina él!-