Partida Rol por web

El cuerpo de William surgió de la nada, mostrando una sonrisa muy ufana.

—¡Estupendo! No tenía claro que fuese a salirme bien. Apenas lo hemos practicado en dos clases.

Entonces se quedó mirando a Sigma.

—Buff, sé que hay más conjuros protectores... pero ahora estoy espeso. ¿Se te ocurre alguno?

Gina dejó caer los dados sobre la arena y marcaron un 2 y un 5. Esta vez el número 2 se borró y el 5 empezó a brillar con intensidad. Parecía que si uno de los dos dados también marcaba 5, sería suficiente para poder escapar de aquel mundo paralelo. La muchacha se desvaneció y Gabor se quedó solo en la orilla de la playa esperando a que tarde o temprano le llegasen a él sus dados.

- La verdad que no. Dijo cruzándose de brazos. Pero creo que sería más interesante ir buscando también algo de comida. Quizá tengamos que pasar más tiempo de lo que creemos aquí.

El joven Ravenclaw se quedó helado cuando su teoría quedó deshecha en apenas unos segundos. Exactamente dos, lo que tardó en desaparecer la chica Slytherin. Gabor había dado por hecho que la suma de los dados tenía que ser ocho o cinco, pero no contaba que un cinco o un ocho... bueno, un cinco en cualquiera de los dos dados también haría que regresaras. Si es que esa era la palabra correcta.

El hecho es que ahora, el intrépido Gabor Hyde quedó solo frente a la línea del mar. Como si fuese un Robinson Crusoe cualquiera.

«¿Qué hacer? ¿Regresar junto a los otros? ¿Y cómo explicarles que había perdido a una compañera?» Y todo eso, contando con que ellos siguieran allí y no hubiesen regresado también. No. Definitivamente. Gabor se quedaría ahí, en la playa, tal cual había pensado en un principio. Esperaría, no se adentraría en la jungla cuando la noche se acercaba. 

Lo principal era encontrar una fuente de agua, así que Gabor comenzó a andar por la playa, tarde o temprano encontraría algún riachuelo que vertiera sus aguas al mar. Dándole la espalda a la jungla, Gabor alzó su varita, más para darse confianza a si mismo que para realizar algún tipo de conjuro, al fin y al cabo, no era un zahorí, cerró los ojos... y en un gesto marcial, giró noventa grados a la izquierda y comenzó a andar.

—Me parece bien. Podemos dar una vuelta alrededor de esta zona. Pero por si acaso, espera... —no había acabado la frase y rebuscó en sus bolsillos. Sacó su libreta, un bolígrafo y empezó a escribir una nota.

Luego la atravesó en una fina rama del árbol donde había 'aparecido' él, y en varios árboles más alrededor de igual forma. Con suerte, si alguien venía, encontraría alguna de las notas.

—Mira, podemos seguir nuestro rastro dejando trocitos de papel enganchados en los árboles. Así no nos perderemos. Y además, si dibujamos una flecha y un número que indique de donde venimos y las "posiciones" que nos alejan de este sitio, será más fácil volver.

Animado con su idea, William arrancó otra hoja de su libreta y la cortó en trozos más pequeños donde dibujó flechas. Ayudado por ramas y piedras, las colocaba en zonas visibles para crear un camino al que poder regresar de vuelta.

Conforme andaba, William buscó algo comestible y anotó en su libreta el sitio*. Fue recogiendo todo lo que le pareció sano, con la esperanza de que no pasasen mucho hambre.

Sonríe abiertamente ante la nota del chico, dejando escapar una risotada algo dolorida. -Una gran nota, me gusta. ¿Qué te parece si buscamos un animalillo o algo así para convertirlo en una copa y luego la llenamos de agua con aguamenti? 

Mientras habla, aprovecha para hacerse un moño medio desecho para tener mejor visión, y casi que mejor que el moño no tenga tampoco buen aspecto, para que no desentone mucho con su lamentable aspecto actual. 

Se vuelve a reír con fuerza al escuchar al muchacho. -¿Tenemos pinta de hansel y gretel? Además, el papel se volaría con facilidad... Espera - y rebusca en sus bolsillos antes de sacar un pintalabios rojo intenso -Puedo marcar la corteza de los árboles con esto.

Y se encamina detrás de Gabor marcado de vez en cuando los árboles con una flecha. -Agradezcamos al menos no haber aparecido sobre el sauce boxeador...

Gabor avanzó varios metros hasta llegar a lo que efectivamente era un riachuelo que llegaba desde la selva hasta el mar. El agua en ese lugar estaba llena de tierra y apenas debía ser potable, pero quizá, si se adentraba un poco más en la selva podría llegar a un lugar donde pudiera beber más cómodamente.

William se puso a dejar notas por todos los árboles cercanos y después encontró un árbol con algunos cocos en lo alto del mismo. Debía trepar o buscarse las mañas para conseguirlos, pero al menos aquello les podría servir de alimento. Y no solo eso, el agua que contenía en su interior también le ayudaría a hidratarse.

Cojonudo, o al menos es lo que pensó William. De la comida que podían encontrar, los cocos eran una muy buena solución. Su dulzor y frescura eran muy útiles para 'sobrevivir', y seguro que a todos les gustaba.

—¿Alguna vez has comido uno de esos?—le dijo a Sigma— Yo no, pero el yogur de coco me mola. Espero que abrirlo no sea tan complicado como cuentan...

Entonces sacó la varita, apuntó y lanzó el conjuro que creyó conveniente.

—Cuidao con la cabeza, no se me da muy bien el béisbol ni ser portero—rio el Gryffindor—¡Accio coco! ¡Accio coco! ¡Accio coco!...

Will repetía el conjuro para tratar de conseguir todos los cocos posibles. Cuantos más, mejor.

Sigue la vista de William hacia la copa de los árboles y sonríe levemente ante lo que ve. -Pues sí, los he comido, claro. Incluso me gustan bastante. Con la cantidad de piedras que hay por aquí abrirlo no será un problema, abrirlo bien, ya es otra cuestión... - analiza, mientras echa un vistazo a su alrededor buscando algo útil que les pueda servir. -Con un palito afilado o mismamente, tu boli, podemos abrir los tres agujeritos de los cocos para beber antes de abrirlos. Así no derramaremos el líquido.

Y antes de darse cuenta, Will se puso a llamar a los cocos como un loco y tras su aviso de mala puntería se apresuró a guarecerse tras un árbol antes de que Will quisiera unir a todos los hematomas que ya había conseguido hoy, la contusión craneal.

Gabor se rascó la cabeza al llegar a la desembocadura del riachuelo. Se giró y miró hacia atrás, apenas había recorrido unos metros, aunque tenía la sensación de haber caminado un buen rato.

Una rareza más que anotar en el increíble cuaderno de hechos extraños y fabulosos.

Se agachó, hizo cuenco con las manos y tomó un poco de agua. El joven Raveclaw pudo comprobar como esta se tornó marrón, fruto de la enorme cantidad de sedimentos en suspensión. Beber ese agua, acostumbrado como estaba al agua cristalina del siglo XXI, sería cuanto menos irresponsable.

Sopesó sus opciones y decidió seguir río arriba hasta encontrar alguna poza donde el agua estuviese más limpia.

William consiguió una buena cantidad de cocos que les serviría como fuente de alimento y agua mientras vivieran en la isla. Claro que para eso tendrían que abrirlos primero, una tarea para nada sencilla...

Si lo conseguían, tendrían esa necesidad cubierta y podrían descansar tranquilos. Ahora lo único que tenían que hacer era averiguar cómo podrían escapar de ahí. Aunque el juego lo había dejado claro, sacando un 5 o un 8.

Y mientras William conseguía los cocos, Sigma notó un par de pequeños objetos en su mano. Se trataba de los dados del juego de Jumanji. Quizá tuviera frente a ella misma la oportunidad de escapar de allí...

Gabor volvió a adentrarse en el interior de la selva siguiendo el río que había visto. Mientras avanzaba río arriba y antes de llegar a ninguna poza, escuchó el crujir de las ramas en el suelo. Debía de tratarse de algún animal, o de algo o alguien que estuviera cerca. ¿Sería amigo o enemigo?

Mientras se hacían con los cocos, notó que tenía algo entre los dedos. Se miró la mano, extrañada y sus ojos se abrieron de golpe por la sorpresa.

-¡Will! -Chilló, emocionada- ¡Los dados! ¡Tengo los dados! Agitó el puño con los dados en su dirección, mientras su mente viajaba a toda velocidad. -¿Si los tiramos podríamos salir de aquí, verdad? Debe ser mi turno... Si yo tiro, probablemente le pasen de nuevo al siguiente. Y salga yo o no de aquí, estaremos más cerca de terminar el juego y volver todos... 

Hablaba de forma algo atropellada sin dejar de andar, antes de parar y agacharse cerca de una  zona del suelo despejada. -Veamos si la suerte me acompaña -vaciló un momento, y tiró los dados.

Will andaba algo torpe al sujetar tanto coco. Iba bastante contento por su hallazgo y con ganas de llegar al improvisado campamento para poder buscar la manera de abrir el fruto. ¿Quizás con un alohomora?, pensó gracioso.

De pronto, Sigma le gritó y el Gryffindor dio un traspiés, entre alarmado y asustado, cayendo todos los cocos que llevaba al suelo.

—¡Espera, Sigma!

Alcanzó a decir, pero la chica ya había lanzado los dados.

El joven Ravenclaw avanzó siguiendo el curso del riachuelo. El terreno era firme, apenas si notaba la humedad de la cercanía del agua, pero aun así, su toga comenzaba a tener el aspecto de alguien que llevara varios años vagando por un humedal. Afortunadamente podía permitirse tejidos de buena calidad ya que, en cualquier otro caso, ahora mismo solo serían un puñado de jirones.

Como la maleza comenzaba a ser densa, decidió desprenderse de la misma, pues le daría más libertad de movimiento. Además, que pudiera comprar otra no implicaba que le gustara derrochar. Un sencillo encantamiento la hizo empequeñecer, para así poder guardarla dentro de su bandolera de cuero junto a sus demás enseres. El cuaderno de notas, la pluma de frailecillo y su piedra imantada.

Con la varita en la mano (su mero tacto le hacía sentirse protegido) se dispuso a reemprender la marcha cuando un sonido le puso en guardia. Gabor se giró con presteza, no viendo nada ni a nadie, pero el crujir de una rama a su espalda había sido inconfundible. Además, tenía el ánimo templado, no cabía la posibilidad de que lo hubiera imaginado. Había sido real.

Levantó su varita y escudriñó la espesura...

Sigma lanzó los dados sobre la tierra. Al rodar por el suelo marcaron un 4 y un 6. Ninguno de ellos encajaba con el 5 y el 8 que necesitaban para escapar... Así que, los dados de lo que era el juego de Jumanji se desvanecieron dejando a Sigma y a William en el mismo sitio donde se encontraban.

 Gabor echó un ojo a su alrededor y pronto vio a un perro negro aparecer olisqueando todo a su alrededor. Tras él apareció un hombre ataviado con un sombrero, ropa algo vieja y desgastada y llena de barro y una barba blanca.

Cuando observó al niño armado con una varita se quedó muy extrañado y llamó a su perro en un idioma que Gabor no entendió a la primera.

El perro acudió hasta él y se sentó a su lado. Luego, el hombre de avanzada edad le preguntó algo que el chico de Ravenclaw no comprendió. Estaba claro que no hablaban en el mismo idioma, pero salvo por la escopeta que llevaba en sus manos, no parecía un hombre peligroso.

-¡Fuuu! -Sigma pegó un bufido muy poco femimenino antes de escupir en el suelo sobre el lugar donde unos segundos antes habían estado sus dados. -¡Sapos y culebras! ¡Cola de rata podrida! ¿Cómo he tenido tan mala suerte? -se lamentó, girándose hacia William donde empezó a ayudarle a recoger todos los cocos que se habían esparcido. -Casi había salido de aquí, ¡casi!

Suspiró resignada, mientras  terminaba de recoger todo y lo llevaba hasta el campamento. -Ojalá el siguiente tenga más suerte.