Partida Rol por web

Héroes de Iretia

[NOTAS] Recuerdos Erróneos y Absurdas Invenciones de un Incauto Agente del Caos

Cargando editor
18/01/2024, 22:27
Cassius Verus

La cosa se puso tensa en un abrir y cerrar de ojos. Ya sospechaban que algo no iba bien y de hecho, era ese el motivo por el que habían viajado hasta Olantus, pero tampoco podían sospechar que la hora de las tortas llegaría tan pronto y desde luego, con tan poca razón aparente. 

Dorian Leclerc - ¡Deponed las armas! - Dijo aquel pestilente hombre con apariencia de pirata de río y con un asqueroso acento revráino. - ¡Si lo hacéis nadie saldrá herido!

Sí, la madre de Cassius era de aquella parte del mundo de donde también venía aquel malnacido de perilla y mostacho. Sí, Cassius adoraba a su madre y de hecho fue por ella que se interesó por los caminos de la magia y de quien aprendió lo poco que sabía sobre sanación, no obstante y pese a todo, aquel acento seguía siendo algo horrible y no sujero a debate, pues no había hecho más empírico que aquel.

Juntoa  Dorain, que así se llamaba el estúpido revraíno, y digo llamaba porque era evidente que iba a ser el primero en caer y en no volver a levantarse, se encontraban un total de seis hombres bien armados y pertrechados, junto a otros tantos aldeanos armados con herramientas de labranza. Estaba entre ellos su cuñado, quien parecía no recordarle, Aelris, Bielrus, el posadero que con tanta amabilidad les había recibido y un cocinero de gesto descortés llamado Sorex, o eso creía recordar Cassius.

Cassius Verus - ¡Alric, soy tu cuñado! - Le dijo el filo del ocaso a aquel hombre de pasado confundido. - ¿Es que no me recuerdas? - Le preguntó ansioso por que aquel hombre al que en otro tiempo llegó a apreciar, pudiera hacer memoria y ahondar en lo más profundo de su ser para tratar de recordarle.

Que Cassius hubiera confundido su nombre con el de un tipejo que conociera en Melephos unas semanas atrás, desde luego no ayudaba a que Aelris, si es que se llamaba así, hiciera un mísero intento por recordar una cara que para él era del todo desconocida.

Aelris - ¡No sé quién eres! - Replicó. - ¡No te conozco de nada! - Volvió a afirmar.

Cassius sacó el tema de su hermana. Aelris estaba casado con ella y podía ser que si la mencionaba, aquel hombre de rizado cabello, pudiera empezar a plantearse que algo estaba sucediendo con su memoria. Si encontraba alguna laguna, podía ser que se planteara que aquel hombre desconocido y recién llagado a la ciudad, no le estuviera mintiendo del todo.

¡No se quién es esa mujer! - Respondió molesto. - ¡Y yo no estoy casado!

Eso dio por finiquitada las negociaciones. Fue entonces cuando alguien le dio los buenos días a alguien, de manera muy formal y llamándole "caballero". Como todo el mundo sabe, a excepción de una mujerzuela de pelo violín llamada Nissahala (o algo parecido), esa era la señal inequívoca de que la hora de las tortas había llegado.

Octavia  Octavia, que así se llamaba la arcana de aquel trío de aventureros dispuestos a todo por averiguar lo que allí estaba sucediendo, no lo dudó e hizo lo que se supone que tenía que hacer y que a la postre, fue prácticamente su sentencia de muerte. Aunque no adelantemos acontecimientos.

¿Por qué se llamaría Octavia? ¿Era a caso la octava hermana? ¿O es que el ocho era su número predilecto? En cierto escenario descrito de forma primigenia por el escritor Anarion el Kafir, el ocho era el número mágico por excelencia. Que un tal Terry Pratchett le robara la idea de su escenario de campaña al primero, aunque hubiera escrito sobre ella muchos años antes que el segundo, nada tenía que ver... Aunque me estoy desviando del tema...

- ¡Thel ar-añus! - Invocó las palabras mágica la buena de Octavia. Si... las plabras que se inventó para lanzar el conjuro no es que fueran nada del otro mundo, pero es que Octavia no destacaba por su inventiva.

Así fue como un numeroso grupo de aldeanos y maleantes, entre ellos el pobre Alderic, quedaron atrapados entre las hebras pegajosas resultantes del encantamiento. La intención principal de Octavia fue la de dejar anclado a la telaraña al líder de la banda, el tal Dorain Lecrec, sin duda conocido aunque lejano del Ilustre capitaine Lefebre, un tipo con elevados valores, arrojo y valor. Hablo de Lefebre, no de Lecrec, que no era más que un rufían de taberna con demasiado optimismo.

Y es que Dorian fue a clavar su espada en la pobre Octavia, quien se convirtió entonces en el objeto de deseo de picos, palas, tridentes, dagas, espadas y cachiporras. ¿Por qué? Porqué había desvelado demasiado pronto su arcanismo y eso siempre era algo que atría a las masas de secuaces y malosos en general.

La respuesta a que Dorain trinchanse a Octavia no se hizo esperar. Cassius, que acababa de estudiar meticulosamente a los humanos allí presentes, y recordando cual eran los puntos débiles de aquellas extrañas criaturas, aumentó su fuerza de manera notable gracias a los caminos de la trasmutación y avanzando de forma decidida lanzó su mandoble contra Dorian. El tajo no solo le causó una terrible herida sangrante, sino que le dejó totalmente chamuscado por un contacto eléctrico que se descargó sobre él.

Y así es como el combate quedó prácticamente decantado ya desde bien iniciadas las hostilidades. 

Leofonte cambió de forma a la de un resistente moloso, que no maloso, esos eran los tipejos que trataban de noquearles. Además su piel se endureció gracias a los caminos de la mágia druídica. A partir de ese entonces, el combate no fue más que una sucesión de espadazos de Cassius, que iban tumbando aldeanos y rufianes, mordiscos de Leofonte que hacían lo propio y intentos por asesinar a la pobre Octavia por parte de los esbirros de Dorian.

Ese fue el principal motivo por el que Cassius, con evidente desprecio hacia si propia integridad, se expuso a que hasta tres de los rufianes le atacaran, para ir a socorrer a su buena amiga, que acorralada y desesperada, le pidió ayuda con la mirada a Cassius, casi implorando por su vida y dispuesta a cualquier cosa a cambio de ayuda... sí, a cualquier cosa... ya sabéis...

Cassius frotó su coquilla contra el maltratado cuerpo de Octavia y sus heridas, por arte de magia, pero sobre todo, por la fuerte amistad que les unía, comenzaron a cerrar de forma casi instantánea. Aunque fue la magia y no la amistad, evidentemente..

Viendo los malosos, que no dehaban de caer inconscientes al borde de la muerte y que el suelo se iba llenando de sangre y otras excrecencias, decidieron rendir sus armas, dando por finalizado el combate. Algo que agradecieron los valerosos héroes, pues no querían matar a aquellas gentes inocentes, tan solo se defendían de un ataque indiscriminado. 

Octavia, al borde de sus fuerzas y apoyada contra una pared, tratando de no desangrarse, pudo eliminar elm conjuro de telaraña que mantenía apresados a dos de los rufianes de Dorian. Acto seguido, éstos salieron a toda prisa de la taberna. Pese a que Cassius trató de perseguirlos cual pitbull en busca de su presa, Octavia le reprendió su actitud y el perro moloso que era en esos momentos Leofonte, le ladró en términos similares, aunque en idioma cánido. Por ello les dejó escapar.

Ya os pillaré, ya... - Pensó un hombre calvo y con barba en otra dimensión.

Fue entonces cuando se pusieron manos a la obra para estabilizar a todos los heridos y moribundos. ¿A todos? No, a todos menos a Octavia, porqué... ¿qué podía salir mal? Leofonto utilizó la magia y Cassius los primeros auxilios enseñados por su madre para taponar heridas. Octavia... miró.

Comenzó entonces la rueda de preguntas. Las primeras iban destinadas a Dorian. No obstante, no pudieron ser formuladas, ya que aunque era quién menos interesaba que muriera, fue le primero y único que lo hizo. Por segundos no llegaron a estabilizarle. Una lástima... o no... al final era un bastardo revraíno, por muy respetables y casados que estuvieran sus padres, si es que estaban casados, algo que Cassius, Octavia y Leofonte no sabían.

Entonces las preguntas fueron dirigidas hacia el posadero. Fue Cassius quien trató de sonsacarle agarrando por la pechera y zarandeándolo una y otra vez mientras preguntaban cosas al azar.

Brielus- La hermana Michaela es quien me obliga a hacer lo que hago. - Desveló.

Quizás debieran haber prestado más atención a las cartas de Isolde, pues una información muy importante se podía desprender de éstas. Una valiosa información que les habría puesto bajo sospecha de aquella deleznable mujer, nada más prestar aquella debida atención. Pero... como diría T'Challa: "aquí no hacemos eso".

Ella me pide que rapte a los viajeros que vienen a la posada. Sorex les pone un veneno en la comida que les deja dormidos. Luego vamos a sus habitaciones y los raptamos. - Desveló.

Al parecer, siempre otorgaba las habitaciones de la zona sur a los clientes que iban a ser objeto del rapto. Un pasillo secreto, accedió a las estancias y era por allí por donde sacaban los cuerpos mientras el veneno todavía hacía efecto.

Los llevamos hasta una vieja construcción, donde unos hombres lagarto se los llevan después. - Les contó. - Michaela es adoradora de la diosa Reptil... - Añadió. 

Aquello le parecía bien a Bielrus, pues el mismo se benficiaba de aquel trato. No solo ganaba lo que ingresaba en la taberna, sino que además, saqueaba a sus clientes antes de ser entregados a los hombres lagarto. Que no viera que aquello estaba mal, era preocupante.

Leofonte de Melephos- Somos los buenos. Ellos son los malos. - Trató de explicarse el bieno de Loefonte. - Os tienen endrogados o algo así. - Miró a Cassius. - ¿Era eso lo que tenía que decir, no? - Le guiñó un ojo. - Vosotros no sois quienes pensáis que sois. Sois vosotros, pero no os acordáis. ¿Se entiende, no? - Miró a Octavia. Ésta negó con la cabeza. - Vamos que os han comido el coco. ¿Quién? ¡Ellos! - Cassius y Octavia se llevaron la mano a la frente. - ¡Si no entendéis lo que digo es que sois idiotas! - Insultó a los confundidos aldeanos y demás parroquianos que se encontraban allí. Éstos se miraban los unos a los otros sin entender nada. Leofonte, era un buen diplomático, o eso decían sus estadísticas, pero a la hora de explicar aquello, no había tenido su mejor día. - Bueno... es igual... - Finalizó. - Yo sé lo que me digo... - Mintió.

Tras aquella confesión y el fallido intento de diplomacia por parte de Leofonte (pese a su veinte natural), trataron de sonsacarle algo más al cocinero, quien respondió en términos similares a su jefe en la taberna, aunque por la porte del cocinero, podría ponerse en duda quién era el jefe de los dos. Puede que ambos fueran socuos mayoritarios del negocio que allí estaba teniendo lugar y que por supuesto no era la hostelería, sino más bien el secuestro y la rapiña.

El resgistro de la taberna no aportó mucho más. Descubrieron que en la cocina había útiles de cocina, así como comida. Algo bastante sospechoso, sin duda, pero no tanto como un sótano que servía como despensa. ¿Qué estarían tramando con aquello? Nadie podría descubrirlo nunca. 

En la habitación de Bielrus descubrieron unos papelotes amontonados, sobre contabilidad. Octavia trató de descrifrarlos, pero lo único que sacó en claro, fue que Bielrus era un mal contable. Para entonces, Leofonte decidió que se marcharía al exterior en forma de pato para advertir si alguien se acercaba con refuerzos.

Siguieron investigando la taberna Cassius y la mermada Octavia. Cassius, de forma muy amable y galán, ayudó a Octavia a mantenerse en pie. Cassius veía como ella le miraba con evidente lascivia, pero no era momento para rendirse a los más bajos instintos. Ella estaba malherida y embriagada por su caballerosidad y buen hacer. No quería aprovecharse de ella y menos en un momento tan peligroso. 

Ya habrá tiempo para todo después. - Pensó Cassius mientras Octavia se mordía los labios desesperada.

Registrando las habitaciones del piso superior, localizaron el pasillo secreto que unía las estancias dedicadas a los raptos de tantos clientes hasta la fecha. Ya cuando iban a marcharse, un hombrecillo abrió una de las puertas y al verlos a ellos, volvió a cerrar. Escucharon como arrastraba una cama para atrancar la puerta y pese a que no quería abrirles, Octavia demostrando gran diplomacia, logró convencerle de que ellos eran los buenos y no los malosos.

- Mi nombre es Iniel. Desveló aquel asustado hombrecillo. - Soy comerciante y llegué aquí hará unos días. Trataron de secuestrarme, pero les prometí una recompensa a cambio de mi libertad. En unos días están aquí con lo prometido y seré liberado.

Al parecer el dinero servía para escapar del culto de la diosa reptil. Nada nuevo, pues hasta los más dementes sectarios debían financiar sus actividades ilícitas de alguna forma y más dinero simpre era mejor que menos dinero. Al menos en la mayoría de los casos. 

Después de aquello, todos los tipejos de la taberna fueron encerrados en el sótano. Provisiones tenían y por muy malo que fuera el cocinero, de habre no morirían. Atrancaron la trapilla y se dispusieron a abandonar el lugar dejando a Iniel en lugar seguro, aunque sin su carruaje, pues el caballo que tiraba de éste, se lo habrían comido los reptiles, teoría Ⓡ por Cassius y no compartida con el resto de sus compañeros o el director de juego.

El caso es que Octavia propuso ser capturada para llegar al fondo del asunto. La pobre estaba al borde del delirio. El plan de secuestrar a Aeleris, que había formulado Cassius les pareció terrible a sus compañeros. ¿Qué había de malo en frotar a Aeluric contra Isolde hasta que ambos recordaban que se amaban? Nada evidentemente, pero a Leofonte y a Octavia les parecía que si...

Finalmente y muy posiblemente, fueran al edificio donde aquella organización criminal entregaba a los secuestrados a los hombres lagarto. Eso o simplemente se personarían en el templo para darle los buenos días a la hermana Michaela.