Partida Rol por web

- Un superviviente solitario... - Afirmó Cassius.

No obstante y pese a que no era alguien desconfiado por naturaleza, tenía sus dudas sobre la identidad de aquel "don nadie". Una persona viajando sola con la única compañía de una comadreja, por unas tierras peligrosas y más en los tiempos que corrían, no podía ser "nadie". Sospechaba por alguna razón que aquel tal "Ramin", era alguien que sabía más de lo que su apariencia podía hacer creer. Sospechaba también de que era poseedor de algún tipo de habilidad sobrenatural o bien, era conocedor de lo arcano.

- Mi vuelta no es casual. - Continuó hablando el preocupado buscavidas. - Si estamos aquí es debido a que temo por mi hermana. Recibí una misiva suya. Parecía preocupada por algo, era como si... - Se detuvo tratando de emular una pausa dramática. - ...era como si creyera que todo el mundo estaba en su contra. Creo que se ha vuelto un tanto paranoica... - Mintió. No sabía realmente quien era el interlocutor con el que estaba teniendo aquella conversación y no sabía por ende, si podía fiarse de él. Por ello, prefería dar una apariencia de persona incrédula y ajena a lo sobrenatural. - ¿Lleva algún tiempo por aquí? Por la zona, me refiero... - Preguntó. - Se que sonará extraño, pero me gustaría preguntarle... ¿Ha notado algo extraño en los alrededores? ¿Algún cambio en la gente? 

Era posible que no obtuviera la respuesta adecuada. Aquel hombre podía no saber nada o por el contrario, saberlo todo. Podía incluso ser la causa de todo el mal que Isolde había descrito. Su respuesta y la forma en que la formularía, podían proporcionarle cierta información. Al fin y al cabo, preguntar no costaba nada.

Tras dejar sus alas impolutas Leofonte-silbón atendió a la conversación con creciente atención. La voz del hombre le sonaba, eso si, la comadreja no y era difícil ver su cara desde arriba. Parpeó indignado mientras trataba de estirarse para ver algo mas, pero nada. Se dejo resbalar por un borde del tejado hasta casi caerse, y asomó su largo cuello para mirar el perfil de ese hombre. Definitivamente conocía a ese anciano. ¿Seria otro cambiapieles o algún druida con el que se había cruzado? No, tenia que conocerle de una de sus bacanales. Cualquiera diría que uno se acordaría de una persona tan anciana en una orgia bañada en carnes y mieles pero es sorprendente lo poco que llegas a discernir entre la multitud. Estaba tratando de recordar caras en sus orgias cuando, por cosas del destino, se puso juguetón.

Leofonte-silbón se dejó caer del tejado con las alas abiertas y con la maestría de un cambiapieles avezado se transformó a mitad del vuelo para aparecer apoyado indolente contra la pared con los brazos cruzados sobre el musculoso pecho que la túnica suelta dejaba entrever. Movió la cabeza para que su largo cabello negro cayera en cascada a los lados de su cara. Sonrió al anciano y le guiñó un ojo:

—Ey

Ramin sacudió la cabeza mientras Cassius hablaba, negando con un gesto pesaroso. Cuando terminó de hablar, agitó la mano en el aire en su dirección.

—Cuando llegué a esta granja, ya yacía en el abrazo del olvido, abandonada por aquellos que la habían llamado hogar. Tu hermana, si estuvo aquí, partió mucho antes de que Bigotes y yo habitáramos entre estas ruinas.

La mirada de Ramin se desvió hacia el horizonte, donde el paisaje se extendía en una sinfonía de colores y secretos. Su relación con los habitantes del pueblo había sido mínima, prefiriendo la compañía silenciosa de la naturaleza a la intrincada maraña de relaciones humanas.

—Nuestros pasos se han mantenido apartados de los caminos de la aldea, lejos de las idas y venidas de los lugareños y sus cuitas. Y aunque la tierra palpita con sus propios misterios, el pulso de la aldea late más allá de mi alcance, demasiado distante para mis viejas y cansadas piernas —confesó, dejando entrever la resignación de quien se ha apartado del torbellino humano para abrazar la paz de la naturaleza.

La sorpresa paralizó momentáneamente a Ramin cuando Leofonte hizo su teatral aparición. Sus ojos se abrieron con asombro ante la inesperada transformación del pato en un hombre. Observó con atención al recién llegado durante un largo instante, con una mezcla de intriga y cautela en sus ojos envejecidos.

—Ya os he dicho todo lo que sé —le dijo a Cassius, sin responder al saludo del hedonista, en tono que sugería una abrupta despedida.

Te parece que dice la verdaT.

Percepción: el pozo parece funcionar, aunque definitivamente no hay nada plantado en el huerto. Te fijas en el detalle curioso de que hay una rama de mandrágora fresca en la puerta de la casa principal.

Averiguar intenciones: te parece que dice la verdad.

Ah, pero si no es él Pensó Leofonte cuando pudo ver al anciano bien. Bufó aburrido ante las respuestas del anciano. Haciendo caso omiso de él se acercó a Cassius.

—Cuando vayamos a marcharnos pégame un silbido

Acto seguido se transformó en un gran chucho de granja y se puso a corretear por la zona lanzando y atrapando un palo con sus fauces. Aunque quería, Leofonte-chucho no se alejo mucho de sus amigos, aquel anciano podía resultar un peligro y además partirían pronto.

Octavia seguía sin fiarse, una no había sobrevivido tantos años entre rufianes por confiar en la gente. Una de las primeras lecciones que aprendió fue que todas las personas mentían y traicionaban, de modo que por muy anciano e indefenso que fuese, no era de fiar. Tampoco era cuestión de intimidar a nadie como si fuesen matones.

-Las ramitas de belladona sobre la puerta, ¿por qué? -comentó la maga mirando por encima del hombro de Cassius-. ¿Hay licántropos por la zona que puedan ser peligrosos?

He visto una rama de belladona en la entrada de la vivienda, es un método para evitar los ataques de hombres lobo en noches de luna llena. Es una antigua tradición Arkadia.

- Conozco a más gente como usted, si me permite decirlo. - Comentó Cassius. - No estoy diciendo que usted sea alguien vulgar ni mucho menos, simplemente estoy diciendo que en mis viajes he conocido a más gente que desea apartarse del mundanal ruido de las ciudades, prefiriendo vivir en comunión con la naturaleza y en silencio. - Sonrió. - Yo también se apreciar el silencio... 

​​​​​​​No tenía ningún indicio para desconfiar de aquel hombre y no iba a hacerlo. Sin embargo, le sorprendió la perspicacia de Octavia. Había detectado algo para él imperceptible y ahora aquel viejo que hasta el momento no había comentado nada acerca de aquel peligro potencial, tendría que dar explicaciones. Cassius se cruzó de brazos y esperó impaciente las respuestas del anciano.

Ramin asintió y se sonrió¹ por el comentario de Cassius, pero no dijo nada al respecto. En cambio, con la mirada perdida en el horizonte, e intentando sin demasiado éxito ignorar con todas sus fuerzas a Leofonte-perro, respondió a Octavia con una voz serena que parecía surgir de los susurros de la naturaleza.

—Las ramitas de belladona son guardianas, escudos entre la seguridad del hogar y el peligro de lo salvaje, susurros de prevención que se mecen con la brisa en la puerta del umbral. Su presencia es un eco de historias antiguas que advierten sobre peligros y presagios —respondió—. Sí, querida, en estas tierras los licántropos acechan entre las sombras, criaturas que despiertan cuando la luna tiñe el cielo con su resplandor. Peligrosos son, sí, pero susurros en el viento cuentan historias que van más allá de la simple ferocidad. Mantén tus pasos con cuidado y tus ojos abiertos, pues el velo entre lo humano y lo salvaje es tan sutil como las sombras que danzan entre las hojas de los cipreses.

1:

- ¿Licántropos? - Preguntó Cassius llevándose el dedo a los labios pensativo. - No es que sean nada raro en Arkadia, pero no había un número especialmente significativo en Olantus antes de mi marcha. - Comentó. 

Ramin no tenía porqué estar mintiendo y que hubiera puesto las ramitas de belladona en el marco de la puerta, era prueba de que en efecto, había algo de cierto en todo aquello. No obstante, Cassius no creía que unas ramitas mantuvieran alejados a un grupo de licántropos demasiado tiempo si realmente querían visitar a Ramin. 

- Supersticiones... - Pensó. 

Fuera como fuera, tenían que decidir si detenerse más tiempo en la vieja granja familiar y en compañía de aquel extraño o bien seguir hasta la aldea. Unas dos horas les separaban de la villa y podía alcanzarles la noche. 

- A estas alturas del año anochece pronto. - Comentó el espadachín arcano. - Quizás llegar cuando ya esté anocheciendo a Olantus, no sea la mejor opción. ¿Pernoctamos aquí? - Miró a Ramin. - Con el permiso de su actual mirador, claro está...

Leofonte-chucho había atrapado bien el palo y estaba mordisqueándolo tumbado cerca de Cassius. Se detuvo al escuchar hablar de los licantropos, siempre había sentido pena por aquellos seres que en vez de vivir la extasiante belleza de la transformación natural se veían obligados a volverse bestias sanguinarias, según se decía, de forma automática cada luna llena. Leofonte-chucho gimoteó brevemente pero rápidamente siguió a su hueso mientras Cassius y Octavia seguían hablando con aquel anciano que al parecer no iba a orgias, o al menos no las que frecuentaba Leofonte.

Cansado del palo y dispuesto a vivir alguna emoción antes de pernoctar en la granja, adoptó su forma humana y contestó a Cassius.

—En ese caso iré a recabar información un par de horas a Olantus— Si no temo morir de aburrimiento Aunque no añadió aquello en alto pues imaginaba el estado emocional de Cassius en ese momento.

Con un aleteo y un revuelo de plumas Leofonte se transformó en un mochuelo iretiano, o Meritrei noctua. Un ave nocturna que era común ver en los atardeceres. No llamaría la atención pese a estar algo sobredimensionado. Leofonte-mochuelo se posó sobre el hombro de Cassius y le picoteó la armadura, expectante. Sus amigos le tenían como un inconsciente y disfrutaban de ofrendarle advertencias para sentirse bien, así que espero. Además algún consejo podía venirle bien. Casi todo el tiempo que había estado en Olantus había estado bebido, dormido o ocupado en lo otro.

El viejo estaba senil, como todos los viejos en general. Incluso Livia, en ocasiones, tenía esos momentos en los que perdía la cabeza a causa de la edad. A Ocativa le daba pavor acabar así, con la mente ausente o trastocada por la degeneración.

Alzó una ceja cuando dijo de pasar la noche allí, cuando solo quedaban dos horas para llegar a Olantus.

-No -contestó-. Volvamos al camino, tenemos prisa, ¿recuerdas?

Ramin, con una serenidad que evocaba la quietud de la naturaleza, respondió con un gesto suave pero firme.

—La noche tiene sus propios secretos que resguardo con celo. La soledad y la quietud de estas ruinas son mi compañía en las horas nocturnas, un baile silente que comparto con las sombras y las estrellas.

La comadreja en su hombro se movió ligeramente, como si también compartiera la decisión de su dueño de mantener la privacidad de aquel rincón abandonado.

—Mi morada es un eco de historias que solo la luna y el viento conocen, un santuario donde los secretos danzan en la penumbra. No quisiera perturbar ese delicado equilibrio que he construido con el tiempo —añadió, su voz resonando con la dulce negativa de quien valora su soledad y anhela preservarla en un mundo que se desvanece bajo el manto de la noche.

Cassius fue a replicar a Octavia. Su amiga era siempre muy desconfiada y arisca con los desconocidos y esa era una cualidad que no acababa de convencer a Cassius. Verdad era que en muchas ocasiones podía salvarle de una mala sorpresa, pero también lo era que en el camino se perdían muchas oportunidades. Sin embargo, antes de ir a abrir la boca, Ramin habló.

- Entiendo... - Chasqueó la lengua. Aquel hombre, pese a su inicial amabilidad, les estaba invitando a marcharse. - Puedo captar cuando no soy bienvenido. Principalmente cuando me lo dicen a la cara. - Sonrió. - Está bien anciano, nos marchamos. Cuida de la granja como si fuera tuya... - Le soltó algo despechado. - Buenas tardes...

Dicho aquello miro a Octavia y asintió con la cabeza. Recogió su equipo y sin más, comenzó de nuevo a caminar en dirección Olantus. Esperaba no llegar demasiado tarde y sobre todo, esperaba que el recibimiento no fuera demasiado hostil.

La maga puso los ojos en blanco ante la respuesta del viejo y la contestación de Cassius. Era mejor dejar a Ramien con sus historias y su cabeza llena de pájaros, Octavia jamás habría pernoctado en aquella vivienda ni en los alrededores; no era un entorno que ella pudiera tener bajo control y eso la inquietaba.

Aceptó de buena gana regresar al camino.

Leofonte-mochuelo descansaba recto como una estaca en el hombro de Cassius, ya de camino a Olantus. Giró su portentoso cuello para mirar hacia atrás al anciano Ramin. Pocas cosas pasaban por casualidad y, aunque aquel anciano le había resultado aburrido tras no reconocerle como un compañero de juergas, esas ultimas frases habían removido algo en su interior.

Se supone que tendría que vigilar el camino a Olantus, pero le apetecía mas espiar al anciano. No era muy ducho en las artes del subterfugio pero solía contar con disfraces realmente buenos.

Le picoteo la oreja a Cassius en señal de afecto y alzó el vuelo hacia la oscuridad del pantano. Daría un rodeo y se quedaría entre las ramas de alguna higuera u olivo cercano, prácticamente invisible al ojo humano. A ver que hacia Ramin cuando pensaba estar a solas con su comadreja.