Partida Rol por web

Tumbado ya en mi camastro, con el cuerpo más dolorido de lo que nunca antes había sentido, escucho las palabras de don Diego. - Qué tendrán que resolver a estas horas pienso incapaz de levantarme para prestar atención a aquello.

En mis manos el pulso parece que luche por salir de mi cuerpo. Las tengo doloridad y heridas, por la fricción de todo el día contra la pica.. Y el día siguiente se presenta igual de duro, cuando menos.

Tras mirar a Don Pablo, Diego pensó: Bien, ahora hará falta un testigo...

En ese momento vió a Don Miguel tirado en su camastro y mirando sus manos magulladas. Sin pensarlo un instante, se acercó a él, y agachándose levemente, le susurró:

- Don Miguel, necesitaría que me socorrierais en un lance de Honor... nada demasiado serio... pero necesito un testigo.

Mirando firmemente a don Diego y comprendiendo la profundidad de sus palabras, asiento levemente, mientras me incorporo en mi cama. - Ya habrá tiempo de llorar mis heridas más tarde

- Aquí tiene un compañero para lo que necesite vuesa Merced. y me levanto preparado para seguirle, tras volver a ponerme la chaqueta para hacer frente a la noche fría.

El muchacho mira a los dos curtidos hombres y busca a su amigo Antonio.
Cargar, apuntar, disparar. Siete, ocho, e incluso nueve veces al día. El brazo le duele y ese olor. Nadie le dije nada sobre ese infernal olor, por no hablar del zumbido de sus oídos.
De esta guisa entra Don Pablo agotado tras su primer día como soldado.
Cuando Diego le ofrece luchar por honor él le mira extrañado. Tras el largo día de esfuerzos y la jaqueca no recuerda muy bien donde esta.
-Me temo, señor mío. Que si queréis ver vuestro honor reestablecido tendréis que esperar otra noche pues esta es Morfeo el que me reclama en su dulce regazo.- Le mira serio. -Puede que para vuestra merced este sea trabajo de poco cansar. Pero lo que es a mí me ha molido brazos y piernas como la azotaína de un cura.

- Pardiez que quiero acabar con esto ya... ved, don Pablo, que no me caéis mal, pero la Honra es asunto capital como ya os dije una vez, y no juego de zagales. No admite demora pues, y me temo que lo hemos aplazado en demasía. ¿No os duele acaso más la vergüenza que el cuerpo?

El muchacho toma aire un segundo antes de hablar.
-¡Así que esto es lo que estabais esperando!- Señala con el dedo a Diego y sonríe. -Como veterano sabíais que este seria un duro día y habéis esperando a que la sin par habilidad de buen toledano sea mermada por ejercicios y practicas que su cuerpo no conocía. ¡Sea pues! ¡Que sepa todo el mundo que Don Pablo Quijano lucho en injusta lid! ¡Que el honorable y viejo soldado temeroso de que su espada no pudiese vencer en justo combate entre iguales planeo una villanía aprovechándose de un buen hidalgo bisoño!
Cansado el muchacho se acerca hacia su petate donde deja su mosquete y toma su espada.
-Si es eso y no satisfacción lo que queréis.-Dice antes de mientras da un pequeño respingo debido al mareo y el cansancio.
Entonces se yergue y con la espada en una mano y la otra en el pecho espeta a Diego
-¡Aquí esta mi acero y aquí mi corazón!

- ¿Qué... qué? - dijo airado Diego mientras su rostro se tornaba grana por la rabia - ¿Me llamáis cobarde? Acaso pensáis que pretendo aprovecharme de forma tan vil... ¡y me llamáis villano!... Sea pues... descansad lo que os plazca, pero mañana por la mañana, antes de la diana os espero en el prado que hay junto a la lavandería...

Dicho lo cual, se vuelve a su lecho.

El muchacho se limpia el sudor de la frente.
-¡Por poco! Creí que hoy dormía sangrado. -Mira la salida ofendida de Diego. -Una tracha más. ¡Que le vamos a hacer!
Se acerca a su cama dolorido y deja su espada a duras penas.
-Mañana será otro día. -dice para sí antes de rendirse al agotamiento extremo.

Amanece un nuevo día en Milán. Un nuevo día para los valientes soldados de los Tercios. Antes de que llamen a filas Don Pablo y Diego se deslizan de sus camastros , cogen su equipo y salen fuera. Se han creido muy listos, pero los demás les habéis oido y no queréis perderos el duelo por nada del mundo.
Los dos se encuentran uno frente al otro, se saludan majestuosamente y desenvainan sus espadas ritualmente. Los dos aceros resplandecen con los primeros rayos de sol.
Ya en guardia y listos para pelear chocan sus aceros cuando....

EH!!! VOSOTROS ESTÚPIDOS!! QUÉ SE SUPONE QUE ESTÁIS HACIENDO??? DEJAD ESO PARA LOS ENEMIGOS DE SU MAJESTAD.

Corre hacia vosotros y se coloca en medio de los dos.

Hay mucho que hacer, no es momento para disputas internas, ni para honor. El honor debe ser para con el Tercio. Grita de nuevo SI VUELVO A VEROS CON ESTAS ESTUPIDECES OS MANDARÉ AZOTAR DELANTE DE TODO EL TERCIO, QUEDA CLARO??

Sin más, el Alférez se aleja después de haberse asegurado de que guardáis vuestros aceros. Mira con ira al resto antes de alejarse hacia los barracones para poner en pie al resto de la compañía.
No podéis hacer otra cosa que acudir al patio a formar junto al resto, otra vez será - pensáis para vosotros.

Las semanas siguientes transcurren tranquilas, monótonas. Práctica de tiro o con la pica, la espada e incluso también practicáis con la vizcaína, y aprendéis la guardia alta italiana. Muy curiosa, nunca está demás aprender tácticas nuevas.
Cuando os queréis dar cuenta , os habéis convertido en verdaderas máquinas de guerra, en soldados devotos.
Uno de los hombres de la compañía entra en el barracón corriendo, "hay que intervenir en la aldea de Casale, no muy lejos de aquí. Por fin un poco de acción. El Alférez viene hacia aquí con las órdenes"

El muchacho mira al alférez con respeto.
Aunque su pugna con Diego al final no se ha dado. Parece que las semanas de entrenamiento están empezando a convertirlo en un soldado.
No le duele la cabeza, su brazo se ha fortalecido y hasta el olor parece otro.

El anuncio de una intervención inmediata hace que los nervios y la inseguridad afloren en mí. El entrenamiento ha sido duro, y ciertamente ahora sé muchas más cosas que antes no sabía, pero nunca he participado en una lucha real.

Con esto en la mente, me atavío con todas mis cosas y me dispongo a seguir al regimiento hacia nuestra primera misión.

Tras el malestar que le produjo la intervención del alférez - ...más adelante, Diego, más adelante... - se dijo, Diego se tomó aquellos días con la profesionalidad que era menester.

En cuanto aquel soldado entró por la puerta diciendo que por fin se entraría en acción, Diego voló a por sus herramientas - arcabuz y apóstoles - y se preparó en un santiamén, dispuesto a hacer que unos cuantos franceses le presentaran sus respetos a San Pedro aquella noche.

- Pardiez, necesito una buena filosa, que siento demasiado ligera la cadera y eso no debe ser ...

Entra en el barracón con paso acelerado , los soldados que unos duermen , otros charlan, otros simplemente permanecen de pie mirando por la ventana, se levantan y forman ante los camastros al ver al Alférez.

Caballeros y no tan caballeros carcajada general Estamos teniendo problemas en la villa de Casale al sur-oeste de aquí. Se han rebelado y atacan a nuestras líneas de suministros. El Mariscal del Tercio en persona ha encomendado a nuestro capitán que lo solucione, que a la vez me lo ha encomendado a mí. El Maestre no quiere que cunda el ejemplo y todas las villas de nuestro alrededor se rebelen. No aguantaríamos mucho tiempo en un territorio hostil con solo tres mil hombres.

Un grupo de hombres irá conmigo a averiguar qué ocurre y a intentar sofocar la rebelión, es una pequeña villa y en principio, no deberíamos tener problemas con esos granjeros. Pero si la cosa se pone fea avisaríamos al resto de la compañía para atacar la villa. Necesito voluntarios, sino se presenta nadie los elegiré yo mismo. Pero confio en el valor de los soldados de su majestad para presentarse voluntarios en las misiones más arriesgadas.Sabed que no habrá recompensa alguna.
Algún voluntario?

Se hace el silencio...

Sintiendo el peso de las palabras del alférez, Diego no pudo sino menear la cabeza - Voto al demonio, que es listo este alférez... pide voluntarios apelando a la valentía de los súdbitos de Su Majestad... ¿quien será tan hijo de sarraceno cómo para ahora no ofrecerse a lo que sea, aunque a prestar su pellejo para hacer botas se tratara? Ahhh... - pensó, e inmediatamente dió un paso al frente diciendo - ¡A fé de Cristo que si Su Majestad lo requiere, el hijo de mi padre ha de acudir!

Los nervios de una intervención, la primera de mi vida, hace que de debajo de mis pies surjan unas cuerdas que me sujetan al suelo.. O por lo menos esa sensación tengo.

Al ver que don Diego da un paso adelante, me doy cuenta de que no serán muchos los que quieran ir voluntariamente, sin saber a qué van a enfrentarse y con la promesa de no tener recompensa alguna. - Sí, sin duda es una ingrata misión. Pero también hará que los voluntarios ganen en confianza, por parte del mando. Además, no me vendría mal ver de qué soy capaz.. aunque sea con un enemigo más débil..

Con todo esto en mente, las ligaduras de mis pies se deshacen, y me veo a mí mismo dando un paso adelante, pica en mano, para colocarme al costado del primer voluntario: D. Diego.

Empuja a su amigo Antonio para obligarle a dar un paso alante y pone un pie en frente. Para sobresalir entre la multitud.
-Si hay peligro y sangre francesa, para Don Pablo Quijano es buena empresa. -Dice teatrero mientras saluda con su sombrero a Don Julián.

"Confío en en el valor de los soldados de su majestad para presentarse voluntarios en las misiones más arriesgadas"

Era una bonita forma de obligarles moralmente, de trazar una línea en el suelo, como aquel tal Pizarro, que dejara claro quien los tenía bien puestos y quien prefería combatir en segunda fila y salvaguardar en todo lo posible su mísero pellejo.

-Yo voy -dijo, escueto.

No iba a necesitar más palabras, o al menos eso esperaba.