Partida Rol por web

Hispania Prima Bellatrix

El reclutamiento

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06/08/2008, 09:59
Antonio González Chacón

Antonio acepta de buen grado la ayuda del bachiller y asiente pensativo a sus palabras.

- Gracias, Pablo, aprecio tu interés. No olvido a quien me ayuda, y, aunque espero que no me necesites en el campo de batalla, pues eso indicará gallardía y destreza en el desempeño de tus funciones, me batiré junto a vos y pincharé a cuanto hereje os ponga en aprietos.

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06/08/2008, 14:49
Diego Láinez Montoro

Diego observo la genuina amistad que se estaba fraguando entre Antonio y don Pablo, y esbozo una media sonrisa. Bien - penso - estas son las cosas que afinan la supervivencia cuando pintan bastos. Y por cierto, ¿donde andara nuestro buen cabrero? Espero que no se nos pierda con todo el arrobamiento que la urbe genovesa le debe de estar produciendo... aunque... - piensa al ver una "bella ragazza" pasar no muy lejos - ...¡Pardiez que lo merece!

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06/08/2008, 15:12
Don Pablo Quijano

-Más miedo tengo a que me apresen antes de la batalla que a la espada del francés. - Susurra a su compañero. - Pues nunca pensé que entre la soldadesca hubiese tanta disciplina. Yo nunca creí a mi padre cunado me advertía que los doctores de la universidad nos trataban como a las doncellas de la reina en comparación.
Don Pablo recuerda pálido un pequeño asunto con un barril de vino para los oficiales. Que había valido la muerte a algunos implicados y del cual él escapo airoso gracias a la providencia.
-No es un sitio para andar se con tonterías. - se dice a si mismo.
Mientras por su cabeza pasa la imagen de los pies colgados de uno de sus anónimos compinches

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07/08/2008, 12:59
Don Miguel Maldonado de Leyva

El aire puro italiano alivia mi ánimo, al igual que hiciera momentos antes el grito del vigía anunciando el avistamiento de nuestro destino - Por fin tierra! Para un humilde creyente, convertido a soldado por las circunstancias, esta primera toma de contacto con el mar no había sido tan mala como se había imaginado.

Desciendo tranquilo por la pasarela, como todos los demás compañeros de campaña. A mi alrededor, las caras demuestran que no soy el único que se alegra de que, por fin, mis pies fueran a sostenerse sobre suelo firme.

La larga travesía había servido para apaciguar un poco mi conciencia. Poca relación con el resto de soldados me permití, puesto que primero tenía cuestiones personales que resolver conmigo mismo, que minaban, y minan, mi estado de ánimo.

Al llegar a tierra, escucho los comentarios de aquellos caballeros con los que, hace ya mucho tiempo, compartí unas jarras en Cáceres. - Después de que pasemos nosotros nada será igual Estaba terminando de decir aquél que parecía uno de los más eruditos del grupo. Por lo menos, el ánimo de aquél estaba en todo lo alto.

Ya en tierra, me acerco con respeto a aquellos y espero las instrucciones del capitán, antes de decidir mi siguiente paso.

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07/08/2008, 22:11
Director

Partís de inmediato rumbo a Milán, el capitán quiere llegar cuanto antes para comenzar con la instrucción, y además, según os comenta el alférez en privado ( un buen tipo ) , el capitán está muy preocupado por la situación en Italia, los lugareños protestan cada vez con más virulencia por la presencia Imperial en la península itálica. Varios destacamentos han sido atacados a lo largo y ancho de los condados y ducados españoles en italia, lo que ha hecho a los maestres de campo impartir justicia. Lo que ha conllevado si cabe, mayor tensión con los italianos. Ahí están los españolitos marchando a través de valles y montañas rumbo a Milán, esos hombres que proceden de unas tierras inhóspitas, medio despobladas y que fruto de su trabajo, valentía y ardor guerrero ahora son dueños de medio mundo. Si los romanos levantaran la cabeza, y viesen a aquel pueblo hispano, que ellos despojaron de sus riquezas naturales, ahora convertido en el motor del mundo, el referente, el Imperio. Seguramente dirían " Hispania Prima Bellatrix"*

Tras semanas de marcha de nuevo, después de no haber sido muy bien recibidos en villas y pueblos a vuestro paso, arribáis a la ciudad de Milán. Desde dónde el Tercio salvaguarda todo el Ducado , a través de dos grandes fortalezas y una serie de puestos avanzados por todo el Ducado.
Llégais de anochecida a la fortaleza de San Marcos, al norte de la ciudad donde recibiréis instrucción.
La fortaleza os parece impresionante, tiene dos fases claramente diferenciadas, una de piedra vieja , erosionada por el paso del tiempo, y otra fase moderna muy reciente. Os alojan en unos barracones de madera dentro del recinto amurallado en la fase nueva. La verdad es que no están nada mal, por fin unos camastros y un lecho blandito en donde dormir. Lo peor es el frío, recordáis el calor sevillano y ese sol hispano que calienta los corazones. Y ahora lejos de vuestra tierra en estas latitudes frías no podeis evitar añorar vuestra casa. Mañana comienza la instrucción, algunos de vosotros ya sabéis usar armas , pero pocos conocen el servicio militar, y sobretodo el modo tan peculiar y característico de combate de los Tercios que tantas victorias está cosechando.
Por fin, por fin mañana comienza la instrucción. Por fin aprenderéis a usar a vuestras nuevas compañeras, vuestras mejores amigas, las únicas mujeres que conoceréis hasta dios sabe cuando.

Mañana... seréis soldados.

Notas de juego

* España Primera Potencia

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08/08/2008, 10:53
Don Miguel Maldonado de Leyva

El camino ha sido largo y muy duro, sobre todo para unas piernas que no están acostumbradas a más recorrido que el de la sala de estudio, al dormitorio y a la sala de oficios.. Pero aún así me sorprendo de la sensación de libertad y satisfacción que noto tras el largo esfuerzo.

Al entrar en nuestros dormitorios, por lo menos durante el período de instrucción, no dejo de agrader a Dios su generosidad al proveernos de camas donde por fin descansar.

- Mañana será un día mucho más duro digo para mí, aunque a buen seguro mis compañeros me habrán oído, dado que ni siquiera he susurrado. Necesitaba oírme decirlo.

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08/08/2008, 11:49
Diego Láinez Montoro

Mientras mira el techo del barracon, arrebujado en la capa para no sentir el mordisco del frio, Diego respondio a las palabras, medio susurradas por alguien en la oscuridad:

- Sin duda que lo sera...

Y no pudo evitar en pensar en aquella vez, años ha, en que se encontro en esta situacion por primera vez... en el hueco dejado por su padre.

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08/08/2008, 12:30
Don Pablo Quijano

Ya acostumbrado a las largas caminatas el joven Pablo charla tranquilo con uno de los capellanes sobre esto y aquello. Tras compartir unas horas de vino y chanzas vuelve a su acantonamiento en busca de reposo.
-¡Mañana comienza el camino a la gloria y al honor!-Exclama para si medio ebrio antes de cerrar los ojos en busca del reparador sueño.

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09/08/2008, 03:08
Rosendo Villalobos Martínez

Nuevas tierras, aunque parecidas. Los mismos paisajes se repetían, dándole la conciencia de que poco se distinguían italianos de españoles, salvo en algunos detalles. Las mismas iglesias, los mismos curas, los mismos señores vestidos a la última moda que entronizados en su opulencia y con la connivencia del clero, dictaban su dura ley al campesino.

Sin embargo, Italia era a la vez diferente. No como Castilla y Aragón, sujetas al mismo señor y unidas en cierta hermandad, los ducados y principados italianos eran cada uno un mundo. Se ayudaban entre si o se hacía la guerra. Incluso, según supo, existían francas y ancestrales rivalidades entre ellos, como era el caso de venecianos y genoveses.

El viaje fue interesante, y le permitió conocer cosas que desconocía, como que los italianos hablaran parecido a los españoles, pero con otras palabras y una entonación que a veces le resultaba francamente graciosa. Tambien conoció la delicada situación de los territorios de la corona española en Italia, de boca de su alférez, lo que le hizo recelar y preocuparse.

En realidad, le sobrevino un curioso episodio durante la marcha. Un soldado, que había robado tres gallinas, se escabullía de un casar con impunidad, mientras él miccionaba tranquilamente en la tapia. Con un certero golpe de asta de madera de su pica, derribó al malandrín al acertarle en la cabeza. Enterados los oficiales, el barrachel impartió justicia por quebranto de las instrucciones sobre no violentar las propiedades y personas de los italianos, y fue consecuentemente castigado.

Al fin, Milán. Era una gran ciudad, sin duda lo era. Por el camino, un hombre viejo, cabo de escuadra y que decía haber sido soldado, le contó sobre grandes batallas acaecidas allí hacia treinta años, cuando él era mozalbete, y como el marqués de Pescara derrotó al rey de Francia en una ciudad llamada Pavía, donde un arcabucero vasco le hizo preso antes de que se rindiera a un oficial imperial. Sin embargo, la visión de Milán le dejó algo ensinismado. Era una bella ciudad, sin duda alguna, y su catedral (que los italianos llamaban "duomo") lucía orgullosa y desafiando al cielo.

El campamento del tercio era algo menos increible, pero si interesante. Preguntó por aquellos terraplenes de cascote, tierra y piedra, inclinados y formando figuras a manera extraña que festoneaban la vieja fortaleza. Un artillero, un tipo jovial que hablaba de más con unos cuantos vinos, le contó que eso se llamaba "traza italiana", y que era un invento que facilitaba la defensa frente a la artillería, que quiebra los muros si estos son sólidos y finos. Le explicó, con una bala y un montón de tierra, que al pegar la bala de cañón contra tierra compacta, esta la detenía y no sufría grandes daños, haciendo mas defendible la fortaleza. Tambien le explicó, dibujando con un palo en el suelo, que los salientes y entrantes de la fortaleza hacían que esta "no tuviera puntos muertos", y que se pudiera disparar por dos lados diferentes al enemigo que se aproximara al asalto de uno de los muros en su parte más ancha.

Agradecido, compartió su bota con el artillero, que ya fue gastada y quedaba pendiente de rellenar con algun caldo del lugar. Sin mas que hacer, acudió a su camastro, dando las buenas noches a sus compañeros. Y no tardó mucho en quedar dormido.