Partida Rol por web

Historias de Ultratumba: El Ritual

I. El Paseo de los Reyes.

Cargando editor
24/12/2021, 03:03
Director

—Remo.

La grumosa voz se deslizó dentro de su cráneo como una viscosa babosa que se hubiera colado a través de su oreja.

—Viniste buscando a tu amigo. Viniste buscando Respuestas. Pero tú no quieres eso. Tu amigo está Muerto, más allá del Velo. Tú no quieres saber, no puedes saber. Eso te matará, te volverá loco. Yo te prometo el Olvido, yo te prometo la paz. Remo, estás cansado. Para, descansa. Deja el arma. Esta no es tu guerra. Ellos quieren que pelees. Quieren que elijas un bando. Eres uno de los Elegidos. Yo digo, Para, Olvida. No es tu guerra.

La idea se coló en su mente como una semilla que pronto echó raíces. Podía seguir peleando, enarbolando un arma. Podía parar, una tentación. Y también podía huir o pelear contra los cazadores, tratar de subir al Jeep. Sabía que en el Jeep tendría respuestas. Más problemas, más aspectos descarnados de una realidad que daba miedo. Parar era una opción, pero el linde del bosque estaba muy cerca para él. Si dejaba a Rainer, a Prue, a Von Haus. Si dejaba el lastre, podía escapar y olvidarse de todo aquello

Cargando editor
24/12/2021, 03:03
Director

—Von Haus.

La afilada voz penetró en su cabeza como un picahielos que le hubieran clavado con fuerza.

—Tu pasado no cambiará por mucho que lo intentes. Tu hijo está muerto. Tu mujer está muerta. Tu pecado, tu culpa, tu falta. Tu penitencia. Tu pierna no volverá. Ni todas esas emociones que sentías. Estás roto, podrido. Somos espejos, el uno del otro. Somos iguales, Von Haus. Salvo una diferencia. Yo puedo darte a tu hijo. Puedo llevarte a Dónde él se encuentra. ¿Vas a cuidar de los hijos de otros mientras el tuyo llora en la Oscuridad?

Había una verdad allí. Y como toda verdad, era cruel, dolorosa y directa. Allí podía pelear por Prue, podía pelear por una causa. Podía ser un hombre de provecho. Pero nunca podría deshacer lo ya hecho. Nunca. Salvo que escuchase esa voz.

Cargando editor
24/12/2021, 13:14
Albert Von Haus

Sentí la calidez de la sangre salir del cuello de la vieja al tiempo que el cuchillo iba cortando piel, carne, tendones, garganta y alcanzaba la yugular a juzgar por el chorro de sangre que salió disparado de su cuerpo. Sin siglos y siglos de mandato y sabiduría acababan en aquel momento. Y lo peor, si es que eso era malo, era que me sentía pletórico y victorioso.

- Perro por perro. - Murmuré para oír a la rubia gritar que ella era la jefa ahora. No podía permitírselo y por instinto, le lancé el cuchillo de caza con fuerza. No sabía como sería mi puntería de buena. No se me daba mal encestar pelotas de papel en la basura, pero clavar un cuchillo contra algo o alguien era una cosa que no había hecho jamas.

- ¡No si puedo evitarlo! - Grité con odio a la rubia al tiempo que el cuchillo volaba hacia ella.

En ese momento fue cuando me percaté de que iba señalando a todos los cazadores con los que se cruzaba mi posición, mientras que el cuchillo seguía su estela. No podía quedarme a mirar, debía huir.

El motor del jeep me sonó cercano, tanto como aquel ser invocado de a saber que infierno. Aquella criatura que me hizo paralizarme durante un momento y llevarme las manos a la cabeza al sentir aquel pinchazo de dolor, como si usasen agujas de coser lana para atravesarla de un lado a otro.

¿Qué hacia? ¿Negociar? Nadie negocia con quienes van a morir.

Eso me dio la suficiente esperanza como para levantarme y comenzar a correr hacia el jeep. Correr, que gran sensación. Me hacía sentirme vivo. Más incluso que cuando maté a la vieja. No sentía dolor, mi pierna funcionaba como si nunca le hubiese ocurrido nada y mi bastón seguía conmigo en la parte trasera de mi cuerpo. Sabía que tarde o temprano me tocaría usarlo. Y mientras corría hacia el jeep, evitando mirar a aquella cosa, sus palabras resonaban en  mi cabeza.

Y en ese momento vinieron a mi mente recuerdos de tiempos mejores. Donde yo era feliz con mi mujer y mi hijo. Donde no sabía lo que el futuro nos depararía por mis investigaciones, aquellas que heredé de mi familia. Recuerdos donde aún conservaba amabilidad y era un padre ejemplar y cariñoso, donde mi hijo estaba por encima de todo, hasta que caía la noche y mi esposa y yo nos íbamos a la cama. Ahí todo cambiaba y ella era el centro de mi universo. Tan hermosa como una maravillosa puesta de sol en un día nublado, donde las nubes tornan de color conforme reciben la luz.

Tiempos cargados de luz y felicidad, donde todo era perfecto en mi casa, en mi trabajo, en mi vida.

Tiempos que no volverían.

Y sus palabras se repetían en mi cabeza. Sí, aquello era un pacto. Un pacto de muerte, porque si quería llevarme al sitio donde decía, estaba claro que debía morir para alcanzarlo. Eso era bueno a mi modo de ver, porque había temor a que esta vez fuese su derrota. A fin de cuentas, le había quitado a su perra vieja. La que siempre había sobrevivido.

Así que apreté el paso hacia el jeep, el cual se movía hacia mi posición, moviéndome como podía por aquella extraña tierra, sabiendo que detrás mío habían hombres dispuestos a matarme y sin saber si había dejado un cuerpo o dos muertos, solo que mis manos aún tenían la sangre de aquella puta vieja...

- ¡No hay tgriato! - Grité sin dejar de correr. - ¡Si tiengo que miogrir segrä luchando! ¡Nein pogr una mientigra! - Le expeté a aquel ser sin atreverme a mirarle aún. Le sentía demasiado cerca como para hacerlo, sentía a todos demasiado cerca. - ¡Nein soy como tü! ¡Yo soy mäs guapo seguro, mäs bajito y mi miujegr jamäs me piuso siemejantes cuegrnos! - ¡Dios! ¡Sí! ¡Que bien me sentaba mofarme de alguien por fin!

Y correr... debía disfrutarlo porque sabía que no duraría.

Después de aquello solo me quedaría disfrutar de la muerte de otros, por lo que acababa de descubrir.

- Tiradas (2)
Cargando editor
25/12/2021, 12:37
Rainer Maria Holtzmann

Rainer se sorprendió a sí mismo. Había disparado como un autómata, sin pensarlo, imitando los movimientos de Remo. Los días transcurridos desde que habían llegado al bosque parecían un extraño sueño, sensación acrecentada por el hecho de que todo el descanso que había logrado tener en los últimos días habían sido esas pocas horas de sueño en el fango del calabozo. Se movía como llevado por un resorte ajeno a su propia voluntad: acababa de matar a un hombre: otro más, después de aquel guiñapo calcinado en el templo. Pero ni le parecía que él había cometido esos actos ni le parecía que aquellos seres fueran realmente humanos. Aquello no parecía un homicidio, sino simplemente un día de caza, un extraño y onírico día de caza.

El rifle respondió a la perfección en sus manos y ya estaba cargado de nuevo. Volvió a levantarlo contra los seres que venían contra ellos, con la ominosa sensación de que esta vez la suerte no le sonreiría, de que esta vez el rifle se haría pedazos en sus manos, como debe ocurrir en las pesadillas de un cazador.

Veía el Jeep avanzar hacia ellos haciendo un rodeo y trató de moverse hacia esa dirección al mismo tiempo que apuntaba su rifle. Fue entonces cuando oyó aquella voz que lo llamaba: el bosque, el bosque al que había hablado al comienzo le respondía ahora. Pero ahora Rainer no quería creerle; en su fuero interno creía que era verdad lo que le decía, pero ya había soportado sus mentiras. ¡Ella misma le había dicho que no le creyera, que Prue sí era el camino! Debía creer eso.

¡No! —gritó con todas las fuerzas que encontró en sus pulmones—. ¡No volverás a engañarme!

Y, mientras confiaba que Prue y el Jeep llegaran hasta ellos, disparó de nuevo y, después, volvería a recargar el arma.

- Tiradas (2)
Cargando editor
28/12/2021, 00:43
Remo Williams
Sólo para el director

Remo escuchó lo que la voz tenía para decir. En la simplicidad con la que vivía no había mucho lugar para sutilezas. Así que lo que sacó en claro es que Brian estaba muerto. Parecía razonable. Algo o alguien se lo había llevado. Aquello no le daba paz ni tranquilidad. No entendía lo de los bandos tampoco, ni le importaba. ¿Qué le ofrecía la voz? ¿Olvido? Pero si eso podía tenerlo si llegaba al fondo de una botella de whisky. Y era más divertido. No, maldito cornudo. La paz era para los que se rendían. Y rendirse no estaba en su naturaleza. Que te den.

Cargando editor
28/12/2021, 00:44
Remo Williams

El Jeep en aquellos momentos era la maldita caballería. Remo se preguntaba quien iría allí dentro. Podía ser Tak, la policía local, el FBI (o su equivalente noruego), o el mismisimo Jesucristo. Mientras los sacara de allí, le daba igual y se lo agradecería de por vida. Si es que no la perdía antes.

Se puso a cargar los rifles, los necesitaría. Si se le venía alguno de aquellos salvajes encima, su orden de prioridades era tomar el rifle del que habían matado, luego cargar uno de los que había disparado y abatir al mas cercano, o en un mundo ideal, cargar ambos rifles y permanecer a la espera del Jeep, con la esperanza de que antes de subir pudiese matar a alguno más de aquellos malnacidos.

Lo preocupaba el monstruo. Por momentos observaba la escena pensando en el Jeep, en la cercanía de los salvajes y las posibilidades de dispararle, en lo que hacía Rainer y como complementarse con él para sobrevivir, y diversas otras cosas. Pero la realidad es que "aquello" acechaba su mente y pensar en "él" le daba escalofríos. No quería voltear, y sólo se permitía desconcentrarse apenas unos segundos para calcular la distancia que los separaba. Si se llegaba a acercar sería el primero en recibir el plomo, aunque dudaba que pudiese hacerle el daño suficiente.

- Podemos hacerlo -dijo a Rainer. Sólo un poco más. El Jeep nos alcanzará. Dispara a quien se acerque.

- Tiradas (2)
Cargando editor
29/12/2021, 01:19
Director

Von Haus arrojó al momento al cuchillo contra la mujer rubia. Si hubiera podido, la habría matado por la espalda. Algo poco caballeroso pero justo si uno era capaz de ver el contexto de la situación. El arma, por desgracia, pronunció una elevada parábola y se distanció de la mujer, clavándose en la tierra. Von Haus decidió que era el momento de poner pies en polvorosa. Los cazadores estaban recortando distancias muy rápido. El Jeep también, solo quedaba saber quién llegaría antes. Dispuesto a favorecer su rescate, Von Haus empezó a correr, siguiendo la trayectoria del Jeep y alejándose de sus perseguidores.

 

Rainer fue el primero en disparar. Esta vez el disparo se elevó demasiado y su objetivo, un bruto que corría hacia ellos con un largo cuchillo en la mano, siguió su alocada marcha hacia ellos. Remo aprovechó el momento para cargar el arma. Apuntó al mismo hombre y también fallo. El eco de la bala reverberó en el lugar igual que la maldición que soltó por su fracaso.

 

Los cazadores eran rápidos. Los pulmones de Von Haus ardían, sus piernas quemaban. Especialmente la mala. Que tuviera fuerzas renovadas no significaba que estuviera en forma. Demasiadas noches de alcohol, poco gimnasio. Algo rugió fuerte a su lado. Pensó que era Él. El sonido era más metálico, artificial. El Jeep le salpicó de barro cuando frenó a su lado. En la ventanilla una enloquecida Prue le hacía señas para que subiese. El alemán prácticamente se arrojó a los asientos de atrás, cerró la  puerta de un golpe y el motor volvió a rugir.

 

La cabaña empezó a arder. Lo que se había iniciado como un discreto humo en la parte superior, y una intensa luz anaranjada que podía verse entre las fisuras de las maderas, se había convertido en un violento incendio. Las llamas dominaban la situación, devorando la cabaña con avidez. Rainer y Remo sintieron el calor a sus espaldas, intenso y reconfortante. También percibieron el olor a carne quemada.

Rainer había logrado cargar el arma. Volvió a apuntar al salvaje pero ya era tarde, estaba encima de ellos. Sonó un disparo y el instinto asesino en los ojos de aquel hombre se transformaron en dolor y luego en nada. El cuerpo se desplomó a pocos metros de ellos. Un poco más allá vieron a un hombre empuñando un rifle con una mira telescópica. Se había bajado del Jeep para efectuar el disparo.

—¡Vamos! —gritó con voz ronca —. ¡Sus amigos ya están dentro!

Era un tipo grande, con ropas de camuflaje, mal aseado, barba de tres días, el pelo hirsuto y grasiento debajo de una gorra de corte militar. Debía rondar los cincuenta años, tenía ojeras y olía a sudor y a tierra. No mucho mejor que ellos, la verdad. Tenía unos brazos gruesos y unas manos firmes que no temblaban pese a todo.

Von Haus hizo se apartó para que Remo y Rainer pudieran subir. Iban muy apretados. Remo miró atrás para ver si podía ir más cómodo en el maletero. Allí descubrieron a Tak. El oriental tenía el cuerpo vendado por varias partes y estaba inconsciente, pero respiraba.

—Dice que se llama Norbert —le dijo Prue, se agarró al asiento cuando el Jeep volvió a rugir.

—Esos hijos de perra están por todos lados —gruñó Norbert girando el volante.

Los cazadores le impedían el paso. A pesar de que era un coche grande, atropellar un cuerpo de más de ochenta kilos podía hundir el radiador o causar un problema al motor. No iba a arriesgarse. Tenían problemas más serios. Y más grandes.

La mujer rubia organizaba a los hombres con una voz imperiosa y clara, podían oírla gritar por encima de las feroces llamaradas que estaban devorando la cabaña. No querían que escapasen. No con Prue. La muchacha estaba asustada, agarrada al asiento. Norbert conducía como castigando la suspensión y dando fuertes giros al volante. Atrás, se chocaron entre ellos o contra los cristales de las ventanillas. Además, había cajas de herramientas y mochilas por el suelo.

Entre los asientos del conductor y del copiloto había dos armas; un rifle de mira telescópica para caza mayor y una escopeta de doble cañón, enorme y larga, con la superficie bruñida, garabateada con extrañas palabras y símbolos cabalísticos. La empuñadura era de marfil. La boca de los cañones estaba ennegrecida y presentaba fisuras.

—Voy a ir hacia la cabaña, esos desgraciados han formado una línea delante de nosotros y no puedo atravesarla. La rodearemos y saldremos del bosque. ¡Él no tiene poder fuera!

Detuvo el vehículo un momento, se giró hacia Prue, tiró del cinturón y lo enganchó.

—No te hagas daño, agárrate bien —dijo, enseñándole un asidero para tal cosa.

Su aliento olía a alcohol y sus ojillos eran los de un cachorrillo apaleando, algo que contrastaba con la robustez y el tamaño de aquel hombre.

—Ustedes, agárrense también. ¡Vamos a tener un viaje movidito!

Norbert aceleró, giró de forma brusca para evitar a uno de esos locos. Se lanzaban directamente contra el coche, querían frenarlo aunque fuera a costa de sus vidas.  El Jeep golpeó a otro de refilón, patinó sobre el barro, salió dando bandazos. Norbert giró a la izquierda con todas sus fuerzas, evitó chocar contra dos locos más. Ya solo veían llamas, rostros enfurecidos. La mujer les gritaba, bramaba órdenes. El Jeep atravesó una de las hogueras, el fuego se extendió por el campo.

—¡Mierda! ¡Joder!

Otro giro, alguien les lanzó una piedra. Un cuchillo rebotó contra la chapa de una de las puertas. Un disparo, falló. Alguien recargaba un arma. En la tensión del momento, y libres de su influjo, había sido fácil obviarlo. Había dementes por todos lados. Sus corazones bombeaban adrenalina, también miedo, pánico. Y algo de alegría, de esperanza.

Entonces Él se cruzó en su camino.

Majestuoso y horrible a la vez, como una catedral construida con carne, huesos, cartílagos, vísceras y entrañas, de forma estudiada y bien pensada, para conseguir la armonía del pelaje, la silueta estilizada, los músculos proporcionados, ajustados al máximo para conseguir la mayor fuerza con el menor gasto de energía. El cazador perfecto diseñado con estilográfica a partir del lodo primordial. Una criatura tan terrible como hermosa; el diseño de un loco con talento, el proyecto de ingeniería de un demente brillante. El hijo bastardo de una deidad de tiempos remotos, criado en un entorno salvaje, mimetizado en cuerpo y alma con los viejos bosques.

Su mente, un simbionte entre tierra antigua, naturaleza, fauna y pedacitos de un rincón oscuro del infierno. Sus patas, fibrosas, poderosas, confeccionadas para cazar, para perseguir a su presa. Su pelaje, suave, frondoso, salvaje, seductor como el sexo de una mujer virginal, provocativo como el de una ramera de Babilonia. Su cuerpo, humano en parte, con dos poderosos brazos, henchidos de fuerza, de poder, con manos de cuatro dedos que terminaban en uñas capaces de arañar la roca. Brazos para atrapar y no soltar.

Su rostro, hundido en la penumbra. Una boca repleta de dientes planos, una sonrisa humana con dos filas y segundas intenciones. Ideada para rumiar las mentes de sus presas, para degustarlos poco a poco, para sacarles el jugo y consumirlos lenta y dolorosamente. Y sus ojos, dos esferas de llamas capaces de consumir cualquier emoción, cualquier deseo.

El Señor del Bosque se cruzó en su camino y esta vez no pudieron evitar mirarle.

—Si alguien sabe disparar, que lo haga.

Prue, temblando, cogió el rifle de la mira telescópica y trató de pasarlo atrás.

—No, ese no, no le haría nada. El otro, el que tengo marcado. Ese le hará daño. Nos dará tiempo —se había detenido ante la aparición, el motor volvió a rugir —. Solo le queda un disparo. Quien vaya a disparar, que apunte bien.

Los locos rugían, el motor escupía fuego y humo, los neumáticos chirriaban, el cabaña en llamas empezaba a desplomarse. Solo el Señor del Bosque estaba en silencio, esperándoles, mirándoles. El Jeep pasaría delante de él, solo diez metros de separación, y luego se internaría en el bosque. No había otra opción.

Notas de juego

*Tirada de voluntad (Poder). Si la superáis, podéis realizar acciones. Sino, os quedáis embobados mirando a la criatura.

El rifle marcado de Norbet puede ser disparado por cualquiera, pero es un arma pesada. Disparar con él tiene un penalizador de  -10 a vuestras tiradas.

Cargando editor
29/12/2021, 01:32
Albert Von Haus
- Tiradas (1)
Cargando editor
29/12/2021, 04:25
Rainer Maria Holtzmann
- Tiradas (1)

Notas de juego

Ahí va mi tirada fracasada... Confiemos en Remo o en el crítico de Von Haus XD Mañana escribo la parálisis de Rainer :P

Cargando editor
29/12/2021, 12:02
Remo Williams
- Tiradas (1)

Notas de juego

bien! Hoy posteo, voy a intentar disparar porque tengo 80 (que no es ninguna garantía, en el turno pasado saqué 83)   :(

Cargando editor
29/12/2021, 19:50
Remo Williams

La presencia del dios, monstruo, criatura o lo que fuera, llenó toda la amplitud visual de Remo. Aquella "cosa" tenía algo. Algo que no era humano, eso era claro, pero tampoco animal. No del todo. Aunque no se refería a su procedencia sino más bien a que no era "natural". No sabría explicarlo con palabras, pero aquel vistazo bastaba para saber que no vería algo así en toda su vida. Su corta vida, si no hacían algo.

Más allá de lo que habían encontrado en el altillo, aquello hablaba a las claras de algo sobrenatural, algo que no debía existir. Su mera presencia, recortada contra las llamas, atentaba contra todo lo que había creído hasta ese momento, y sin embargo, algo se agitaba en algún recoveco de su mente. Algo que le hablaba de que no estaba loco, que Brian se había encontrado con algo de similares características, y o bien había muerto, o bien seguía allí, en algún lugar extraño.

Poca atención había podido prestar a su salvador, a quien desde aquel momento le debía todo. Ya habría tiempo para preguntarle cómo había llegado allí, por qué arriesgaba su vida por extraños y de dónde había sacado aquella escopeta. Ya habría tiempo para abrazar a Tak, a quien creía muerto, e incluso al resto de sus compañeros. Pero habría tiempo sólo si salían vivos de allí.

El ente del bosque se erguía majestuoso, con una extraña actitud, mezcla de amenaza y serenidad. Era perturbador, y emanaba un sentimiento de abrumadora relajación. Pero Remo sabía que aquello era falso. Recordaba cómo había tomado a Clark, con aquellas manos que parecían humanas pero no lo eran. Con aquella voz con la que hablaba a la mente. No, si se relajaban podían darse por muertos. O peor.

Tomó la escopeta marcada y disparó, conteniendo el aliento.

- Tiradas (1)
Cargando editor
29/12/2021, 20:26
Rainer Maria Holtzmann

Rainer no se movía: volaba impelido por alguna fuerza extraña y sobrehumana. No sabía muy bien cómo, pero se movía. Aunque su disparo había silbado por encima de las cabezas de aquellos monstruosos y primitivos cazadores, un salvador llamado Norbert impidió que aquel bruto que se le había abalanzado lo destruyera, con un disparo certero. Sintió el peso todavía cálido de aquel hombre, pero muerto. Cálido como el fuego que habían iniciado ellos y que finalmente había terminado consumiendo la cabaña a sus espaldas.

Escuchó la voz de Remo dándole ánimos. Se levantó y, de nuevo sin saber cómo, se vio subido al Jeep. Vio a Prue frenética, vio a Von Haus exhausto, incluso Tak estaba allí malherido. El corazón de Rainer se hinchó de gozo. Se hinchó de amor hacia cada uno de ellos. Su estado de obnubilación era tal que casi no escuchaba los gritos y los ruidos que atronaban por todas partes: los cazadores, el fuego crepitante, la cabaña desmoronándose, Norbert bramando que estaban por todos lados, los golpes de las armas arrojadizas golpeando el Jeep. Todo aquello parecía transcurrir en otra dimensión para Rainer.

Fue entonces cuando, de la nada, lo vio delante de ellos. Allí estaba el Soberano, el Señor del Bosque, frente a ellos, amenazándolos con engullirlos para siempre. Si ya el estado de irrealidad en el que parecía sumido Rainer era profundo, aquella visión terminó por paralizar sus sentidos y su percepción. Aquellos gritos, aquellos ruidos, se alejaron aún más, como si de pronto alguna fuerza invisible hubiera hundido a Rainer en una gran masa de agua.

Allí arriba, fuera de las profundidades, transcurrían eventos humanos: gente corriendo, jeeps a toda velocidad, Remo disparando, personas gritando. Aquí abajo, donde la mente de Rainer se acababa de sumergir, había una oscuridad casi plena, sólo cortada por algún escaso rayo de sol que penetraba en esas profundas aguas. Más fuerte que los lejanos gritos, más fuerte que los lejanos golpes, más fuerte que los lejanos disparos, Rainer volvió a sentir el susurro inquietante de aquella diabólica criatura, con una voz crepitante como la del fuego: «Yo soy la puerta, Rainer. Ella está aquí, conmigo».

El abismo de aquellos ojos le ahogaba. Rainer se imaginó braceando para salir a la superficie, conteniendo la respiración para que sus pulmones no se anegaran fatalmente. Una bocanada, sólo una bocanada de aire. Una bocanada para sobrevivir a la locura.

Cargando editor
30/12/2021, 00:02
Albert Von Haus

Casi afixiado por el tiempo sin hacer deporte, más bien sin correr, puesto que había otra clase de deporte que sí solía practicar amenudo en la cama, en el sofá, en la mesa, en la ducha... y solo necesitaba una llamada telefónica y una señorita venía a casa dispuesta ha complacerme. Pero bien era cierto que correr como en ese momento, jamás salvo en el sueño. Sentí la fatiga en ambas piernas, incluso dolor en ellas por la tensión muscular.

Coloqué el bastón donde no molestase y me hice a un lado mientras aquel tipo nos sacaba de allí para recoger a los otros dos comparñeros de aquella locura. Prue era el Heraldo, yo su guerrero, su perro fiel, ¿qué eran los demás? Pensando en eso me di cuenta de que Tak estaba remendado en la parte trasera del jeep. Fue un alivio verle vivo, pero aún debíamos recoger a los demás.

Iba recuperando el aliento al igual que lo contenía cada vez que veía como aquellos locos se acercaban a Remo y Rainer. De hecho casi pensé que perdíamos a uno de ellos, pero el tipo del jeep era ágil y tenía una enorme puntería. No sabía de donde había salido, pero nos estaba salvando la vida.

Finalmente pudimos recoger a nuestros compañeros y el tal Norbert pisó a fondo mientras el jeep recibía su castigo, ya no solo por como conducía el hombre, sino por los golpes que recibía de aquellos salvajes del exterior.

Y entonces apareció.

Era enorme, magestuoso para sus seguidores, horrendo a mi vista, pero me fascinó igualmente ver a una criatura así. Un ser que nos impedía el paso. El tipo que nos había salvado nos dijo que le disparásemos con el arma grande y Remo no dudó un instante al tiempo que Rainer se quedaba embobado mirando a ese ser. Un ser odioso y despreciable que no tardó en sentir el dolor del disparo de Remo.

- ¡No es mi intenciön vegrte la cara de idiota, piegro no puedo andagr tiodo el tiempo con los iojos cegrrados! - Le exclamé bajando la ventanilla y sonriendo por aquella pequeña victoria. - ¡Espegro que no te miolestase que miatase a la tuya vieja loba! ¡Hay que diagrle paso a la juventud algunia vez y migra que bien lo hace! ¡Pgronto su hogagr serä cenizas y los tuyos sieguidogres se vegrän megrmados! ¡¿Quë tal te sienta tu primegra degrrota tgras miles de agnos haciendo tgriampas? - Sí, todo aquello me divertía.

- ¡No cgreo que la tuya nueva liobezna dugre mucho! ¡Si la vuelvo a vegr, pgrocugragrë no fallar de niuevo! ¡Y büscate una hembgra que te sea mäs fiel, aunque con ese aspiecto dudo que tiengas una y esos cuegrnos no son mäs que la tuya igra contienida! - Y cerré la ventanilla y miré a todos. - ¿Estäis bien? - Más era evidente que Rainer no.

La verdad era que nunca había pegado a nadie, salvo esa noche... y la anterior, pero más que pegar, había matado. Quizás era el momento de suavizar mi técnica y más cuando veía que mi paisano se ahogaba. - Lo siento. - Le dije al tiempo que le daba un puñetazo en el estómago. Eso debería abrirle los pulmones y hacerle respirar, claro que podría haberle dejado sin aire y tener que hacerle el boca a boca por mi brusquedad.

- Debí estudiar medicina.

Luego miré a Prue un segundo, pero permanecí pendiente de Rainer. - ¿Lo viste? ¿Te diste cuenta? Lo volviste a hacegr. Llegö el jeep, la balanza se puso al nuestgro favogr y tuviste espegranza... y loggraste que volviese a caminiagr sin mi biastiön. Incluso esta vez piude cogrrer, Pgrue. Diebemos tgriabajagr en ello.

Y miré hacia atrás entusiasmado, para luego darme cuenta de algo. No sabía lo que tardaría en pasarse el poder de Prue sobre mí, y volvería a ser ese yonki, con el mono y el dolor de pierna, malo para todo... hasta para ser un compañero. Pero mientras iba a disfrutar de la sensación, de sentirme libre de dolor, de pastillas y del mono. Libre del bastón y de mi mal carácter, oculto ahora bajo esa pequeña capa de felicidad por aquella victoria y huída, que esperaba que no se torciese con nada.

Sudaba y estaba cansado, sentía fatiga en mis piernas, pero era tan maravilloso estar así...

Cargando editor
31/12/2021, 01:08
Director

Rainer quedó atrapado por la mirada en llamas del Señor del Bosque. No era en verdad señor de aquella tierra. El bosque era su madriguera, el escondite donde se lamía las heridas después de su violento destierro. Aún hoy, después de tantos años, aquella criatura no era más que el residuo de otros auténticos señores. Un perro vagabundo que había creado su pequeño reino. Y aun así se mostraba soberado ante ellos. Ofrecía lo que más deseaban sus corazones.

Rainer veía danzar una mujer en sus llamas. Una silueta brillante, encendida, que lo llamaba con su contoneo. Otro engaño. O no. Había un velo, una puerta. Bianka. Podía verla, al otro lado. Ella le había pedido un sacrificio. Él había cumplido. Prue era importante. La más importante. Rainer había cumplido. Pero Bianka estaba triste. La misión había sido un éxito. Pero ¿Qué sería de ella? Su hombre había salvado a la muchacha. Ella, sin embargo, era el sacrificio. Rainer no entendía muy bien aquella situación. Su mente divagaba, iba a la deriva, de un pensamiento a otro, hasta naufragar cada vez más dentro de su cabeza. Dolía, por la tristeza, la pena, la soledad. Y el frío. ¿Cómo podía provocar frío una llama tan intensa? Era el amor, que cuando se apagaba, dolía como una esquirla helada atravesando el corazón.

Von Haus no solo resistió aquella visión, sino que escupió en ella. El Ojo del Mundo, el Ojo del Conocimiento. El fuego del saber. ¿Qué más daba? Solo era otro despojo en su camino, otro individuo al cual gritar y despreciar, otro elemento del cual tomar lo que quería, y no quería nada, para luego apartarlo de su camino. Se burló de él, se jactó de su proeza. No debería de poder mirar de tú a tú  a esa cosa. Era un hombre, un mero mortal. Un drogadicto. Campeón de las malas decisiones, un hombre torturado por las heridas de sus pasados. Terreno abonado para alguien como Él. Y, sin embargo, Von Haus volvía a rechazarlo, esta vez con el desprecio en los labios y el amargor en cada una de sus palabras.

Remo no fue tan contundente. A él le costó más ganar control sobre sus manos. Fue él quien tomo el pesado rifle. Lo amartilló mientras escuchaba la poesía callejera que Von Haus estaba improvisando. El arma era formidable, al tenerla en sus manos uno podía sentir su poder. No era por el gran calibre, que también llamaba poderosamente su atención. Eran los grabados. Había poder allí. Uno que no entendía. Pero suficiente. Con eso podía herir a aquella cosa.

Prue se agarró cuando Norbert aceleró. Informó a Remo de su maniobra. El americano bajó la ventanilla de su lado. El motor rugió, el coche se deslizó, giró. La horrenda figura del Señor del Bosque quedó recortada contra las llamas. Alargó sus manos hacia el vehículo, rasgando aire, llevando el pánico hasta sus corazones. Remo contuvo el aliento, fijó el cañón. Acarició el gatillo y, cuando lo tuvo claro, disparó el arma. El retroceso por poco le sacó el hombro de sitio.

Escucharon al monstruo gritar. Un sonido agudo, animal, lleno de rabia, de furia. Se encabritó. Levantó las patas delanteras y luego cayó hacia atrás, sobre la cabaña, entre las llamas. Era ahora o nunca. Norbert condujo el Jeep por la linde del claro y, cuando lo vio claro, pegó un volantazo y se metió entre los árboles. Perdieron a los cazadores, a la criatura.

Tuvo que bajar el ritmo. Conducir de noche por el bosque no era nada sencillo. Además, Norbert había elegido ir cuesta arriba. El barro, las raíces, hacia resbalar el Jeep. Su salvador conducía bien, nunca retrocedía, sabía sacar el Jeep cuando se quedaba atascado. Evitaba los árboles. Respiraba con ronquera. Era fumador, de una o dos cajetillas al día.

—Eso ha sido un buen disparo, chico.

El arma estaba descargada. No quedaban más balas. A Remo ya no le pareció un arma tan potente, su poder se había esfumado.

Von Haus sentía una extraña alegría en el  pecho. Golpeó a Rainer, haciendo que este perdiese la respiración durante unos momentos. Fue suficiente para sacarle de su trance…y para hacerle vomitar un poco de bilis. Pero estaba mejor fuera que dentro. La sensación de tristeza no había desaparecido pero al menos Rainer volvió a ganar control de si mismo.

Von Haus habló con Prue. Celebró su fuerza, celebró que los hubiera ayudado. Aunque ella no lo tenía tan claro.

—Yo...no estoy segura. Yo no he hecho nada —dudó, algo dentro de ella le decía lo contrario. Fuera tenía a Von Haus machacándole con la misma idea —. ¿O si?

—Eres especial —dijo Norbert con voz cascada —. Igual que mi hija. Hasta que se la llevaron y la mataron —un bache, un giro brusco, dientes apretados y el olor de cuero de los asientos —. Has sido elegida. Mi hija sobrevivió a ese pirado de la motosierra, empezó a brillar. Brillaba como tú brillas. Luego vinieron esas cosas peludas con dientes, pero escapamos. Ojalá no se hubiera alejado de mí. Ojalá...la hubiera protegido.

Estaba llorando, no se daba cuenta de ello.

—Has sido elegida, pero tu rival no es esa cosa. Atraes a los monstruos, a los pirados. Es la forma que tienen de eliminarte. Pero tu guerra es más elevada —se sorbió los mocos, se secó las lágrimas con las mangas de la chaqueta —. Ellos son tus guardianes. Como yo lo era de mi hija. ¿Entiendes? Todo esto tiene que ver con las estrellas, con la creación. Apocalipsis. La última esperanza. Ya no quedan muchas como tú, Prue. Solo tú y otra en Avocado, Texas. Y si la última de vosotras muere...

No terminó, miró por el espejo interior.

—Mierda. ¡Agarraos! ¡Ahí vuelve esa cosa!

Vieron una silueta enorme, grotesca, deformada por las llamas, que trepada por la  ladera.

El Jeep renqueaba al trepar por las imperfecciones del terreno. Sus ruedas escupían barro y tierra, el tubo de escape vomitaba humo negro, olor a gasolina de noventa y ocho octanos. Norbert sorteaba los árboles con precisión aunque la chapa del coche ya tenía varios arañazos y había perdido un retrovisor. No veían el final. Tenían la sensación de estar atrapados en un bosque sin fin donde los árboles se sucedían de forma aleatoria, infinitos, construyendo nuevas carreteras para el vehículo estuviera siempre en  marcha. Una pesadilla.

Tras ellos, venía el amo del bosque. Poseía energía, mucha. Su gracilidad había sucumbido a su rabia. Se golpeaba contra los árboles en su incansable andar. Los zarandeaba, los derribaba. Usabas sus poderosos brazos para apartar los obstáculos, para impulsarse. Tenía astillas clavadas por todo su cuerpo, el pelaje chamuscado y un agujero negro en su tórax, allí donde Remo había impactado. Nada parecía poder frenarlo.

Les perseguía sin tregua acortando la distancia cada vez más. Sus brazos extendidos, sus ojos transformados en dos rendijas de las que solo salía fuego. La visión de la criatura desatada encogió sus corazones y agrietó su valor. Era sensato tener miedo. En el fondo, no eran más que monos hiperdesarrollados que creían dominar el mundo, domeñándolo a través de su amada ciencia. Pero existían otras fuerzas que no podían medirse en un laboratorio u observarse tras la lente de un microscopio. Había que mirar a las estrellas, a los cuerpos celestes muertos que ocultaban en su luz moribunda ecos de pesadillas primigenias, de dioses olvidados. Pedacitos de la creación, pedacitos de la nada. Observar un pedazo de Verdad, aunque fuera uno de sus siervos menores, atenazaba sus corazones y resquebrajaba los pilares en los que se sustentaban sus mentes, su identidad, su condición más básica; la del ser humano. La tecnología, la religión, la medicina, la historia, la sociedad, el sexo, las nuevas patatas fritas del MacDonald. Aquello no era más que polvo, mierda, menudencias. Como sus vidas.

Norbert rompió el embrujo para añadir más leña al fuego del pánico.

—¡Nos va a alcanzar! ¡No lograremos salir del bosque antes!

Notas de juego

Todos, nueva tirada de Poder. Esta vez, para evitar que el miedo más primordial os deje paralizados. Si os deja paralizados, no podéis hacer nada salvo temblar. Sino, algo podéis hacer. Y espero que lo hagáis, Norbert no miente. Esa cosa corre más que el Jeep.

Cargando editor
31/12/2021, 01:20
Albert Von Haus
- Tiradas (1)
Cargando editor
31/12/2021, 01:30
Rainer Maria Holtzmann
- Tiradas (1)
Cargando editor
31/12/2021, 01:39
Remo Williams
- Tiradas (1)
Cargando editor
31/12/2021, 16:18
Rainer Maria Holtzmann

No. No podía ser. Bianka. ¡No! Desde la profundidad de su ensueño, una lágrima se le escapó a Rainer al comprender el espantoso sacrificio de su amada. Eternamente desolada. El corazón se le estrujó. Notó un puño de fuego apretándole el corazón, haciéndolo añicos. Un puño de fuego rompiendo sus extrañas. Eternamente desolada. ¡No!

Pero el puñetazo de Von Haus, más físico y por ello menos doloroso, devolvió a Rainer a aquella realidad. Durante un rato, al menos.

Rainer miró a Prue. La escuchó. Desde la parte trasera del Jeep, le puso una mano en el hombro, suavemente, todavía con el rostro arrasado por el cansancio, por el dolor del alma. Le habló con suavidad; en mitad de aquella alocada tormenta, en mitad de la estrepitosa conducción de Norbert, le habló con suavidad, mirándola a los ojos.

Prue. Haz valer este sacrificio. Está dentro de ti, mira dentro de ti. Yo tampoco sé qué es exactamente, pero está en ti. Confía.

Fue entonces cuando la criatura volvió a encontrar su rastro. Estaba cerca. Demasiado cerca. Rainer miró hacia atrás. Esta vez no le tenía miedo. La miró a los ojos, se sumergió en ellos esta vez. Ahora no se iba a hundir, ahora él iba a zambullirse. Sintió el abrazo de la fría oscuridad que encerraban esos ojos.

Llévame a mí. Déjalas a ellas. Llévame a mí. Toma mi alma, suelta las suyas —creyó susurrar, aunque aquellas palabras estaban más bien pronunciadas desde lo profundo del alma que con la boca.

La rabia y el dolor volvieron a atenazarlo. No por él, por Bianka. No podía soportarlo, no podía soportar imaginarla allí hundida en la oscuridad, rodeada de frío y terror por toda la eternidad. Las lágrimas estaban anegando sus ojos.

¡Llévame a mí! ¡¡Llévame a mí!! ¡¡¡LLÉVAME A MÍ!!! —esta vez gritó con todo el poder que le quedaba en los pulmones y sacando aún más fuerzas de flaqueza— ¡¡Déjalas a ellas!! ¡Toma mi alma, suelta las suyas! ¡¡Llévame a mí!!

Rainer estaba intentando salvar a Bianka y a Prue a cambio de su propio sacrificio, en un último intento desesperado por salvar lo que más amaba.

Cargando editor
06/01/2022, 23:04
Remo Williams

Remo querría haber hablado con Norbert. Por lo poco que había dicho podía ponerse en sus zapatos. Entendía algo de sus motivaciones ahora. La hija. Le hubiera gustado saber quien era el pirado de la motosierra y qué tenía que ver con la comunidad del ciervo, hubiera querido preguntarle que veía en Prue que le recordaba a ella, o tal vez no fueran recuerdos sino aspectos similares. Cosas peludas con dientes. Tal vez se equivocara, tal vez se equivocara mucho, pero creía haber entendido a su salvador.

Si así era, habían actuado pésimo. Habían dejado sola a Prue a merced, no sólo de aquellos maniáticos, sino de la bestia que los perseguía. La habían abandonado en persona y en espíritu. La habían despreciado, insultado, descreído. Si aquello era una especie de prueba, la habían reprobado con mucha distancia.

Tomó la escopeta de las runas. No parecía tan especial como antes. También le hubiese gustado preguntar a Norbert de donde diantres la había sacado. Pero no había tiempo. No había tiempo de nada.

Palmeó el hombro de Rainer, que hablaba a la muchacha, tal vez lo suyo sirviera de algo, él no lo sabía pero no intentaría impedirlo. Asintió a Von Haus. Estaba seguro que el del bastón entendería cual era su cometido, ya no temía que pudiera sobrepasarse con la chica, estaba seguro que la protegería.

- Gracias, amigo -dijo a su salvador.

- Prue, lamento todo lo que te hicimos pasar -dijo sin que esta vez se le atragante el orgullo en la frase. Encuentra a esa chica de Texas. Si van a la gasolinera donde se unen la 35 y la 20, pregunta por Joe y tomense algo a mi salud.

Venía esperando que Norbert doblase y con ello disminuyese un poco la velocidad. Cuando eso sucedió abrió la puerta y se lanzó fuera, rodando en el sentido del movimiento del jeep, para evitar heridas graves, o al menos que le permitiesen intentar detener a la bestia.

Sólo debía detenerla el tiempo suficiente para que pudieran escapar.

- Tiradas (1)
Cargando editor
07/01/2022, 20:25
Albert Von Haus

Norbert tenía la clave de muchas cosas, entre ellas que éramos nosotros y que podíamos hacer. Donde estaban nuestros límites mientras permaneciésemos cerca de Prue, pues algo si había notado y era que esta vez, aquel brote de esperanza, solo me afectó a mí y con mayor intensidad.

Aquella cabeza hueca y herida cada vez estaba más cerca, no había tiempo para nada. Ni preguntas, ni preparar un plan... no había ni munición que usar contra aquel ser. Rainer había perdido la cabeza y esta vez parecía que del todo y yo, a pesar de no tener el dolor de pierna y sentirme como si me hubiesen quitado veinte años, me sentía igual de impotente que con mi edad real y mi bastón frente a aquella cosa.

Y Rainer se volvió majara del todo, demostrándolo cuando se puso a gritar que le llevase a él. ¿Acaso no se daba cuenta de que estando en el jeep nos llevaría a todos? No, no se daba cuenta, que estúpido por mi parte. Estaba enajenado y no sabía ni lo que decía.

Pero quien sí sabía y bien lo que decía y hacía era Remo. Él, al igual que yo, pudimos mirar a los ojos de ese ser y aguantar su embestida mental nuevamente. Lo que no me gustaron fueron sus palabras, pues me sonaron muy mal. - ¿Lo que la hicimos pasar? ¿Y lo que nos hizo pasar ella a nosotros no contaba? Porque casi me acusa de violador cuando no la había tocado... Mierda, si realmente lo hizo y no la había tocado...

Pero de golpe la sentía como si fuese mi propia familia, más aún cuando se quedó dormida sobre mí. Quizás fuese el vínculo de ser su guardián, tal y como decían que era, lo que había hecho que la viese y sintiese de manera distinta. A ella y a los demás.

Segundos después descubrí porque no me gustaron nada las palabras de Remo, justamente cuando abrió la puerta del jeep y se dejó caer. - ¡Miegrda! - Exclamé al verle rodar y le seguí con la mirada por los cristales. - ¡Gremo! ¡Jodido chifliado! ¡Viuelve! ¡Te miatagrä! - Le grité viéndole cada vez más pequeño.

Podía saltar como él y tratar de ayudarle contra esa cosa, pero ¿cómo? ¿Tirándole piedras? Eso no le detendría. Nada lo haría. Y miré a todos. Norbert, el guardián sin heraldo que proteger, con el dolor de ser su propia hija la que había sido elegida para salvar el mundo y no poder protegerla. Prue, una joven no-tan-inocente, pero no por el camino que yo pensaba, que acababa de aprender a confiar en mí. Rainer, cada día más cerca de la locura, pues eso le había traído aquel bosque... locura y Tak, tan salvajemente herido que no sabía si sobreviviría a esta.

Y miré hacia atrás, a Remo, sacrificándose por todos y cada uno de nosotros y miré hacia arriba, buscando el cielo, buscando a nuestro creador entre las estrellas. Había rezado muchas noches de joven y dejé de hacerlo cuando me arrebataron a mi mujer y a mi hijo de aquella cruel manera, entendiendo que el mundo era una mierda y que no había ningún Dios. Pero ahora... algo había, no sabía el que... pero si esa cosa existía, si existíamos nosotros y con nosotros la salvación, debía haber algo más que nos ayudase, a parte de un tipo con un arma de un calibre para elefantes.

Debía haber algo o alguien que nos había puesto allí, que esperaba que ganásemos y que estaría de nuestro lado. - Ayüdale, pogrque es tu siegrvo y le pusiste ahï pogr algo, como a tiodos... - Susurré a modo de plegaria. No sabía ni a qué ni a aquien, pero no me quedaba nada más por hacer. - Ayüdanos, pogrque ya quedan menos piagra ganagr la pagrtida y la viamos pegrdiendo.

Y mis ojos azules escrutaron el follaje de los árboles, buscando un claro en ellos donde poder ver el cielo y que mi petición había sido escuchada. Y cogí mi bastón y lo agarré con fuerza. - Si vuelve, yo siegré el siguiente. - Dije con determinación. No podía dejarlo en manos de alguien que necesitaba ayuda especializada y menos aún cuando sabía que había conectado mejor que yo con Prue. Él era su último bastión, debía ser el último en caer pues su fe era más grande que la de ninguno y él lograría hacerle ver a Prue la verdad. No yo, un viejo amargado y con la vida llena de dolor y sufrimiento, al que le gustaba joder a los demás para ver que no era el más jodido del mundo.