Partida Rol por web

Haciendo el recuento de votos, Sigmund Freud alza la cabeza hacia el más votado, en esta ocasión, Socrates. Pese a que los votos fueron bastante dispersos, el hecho fundamental que este hubiera sido votado fue su propio auto-voto. Por lo que, este instinto de auto-supervivencia nulo hizo que Sigmund negara con la cabeza a Socrates, a su Ego, su Super-Ego y demás...

Socrates aceptó con gusto el castigo, echando un vistazo final a todos los presentes, este se acercó a la mesa en donde Sigmund Freud se encontraba y mirando fijamente a los ojos de aquel hombre, hizo lo que tenía que hacer, cogiendo una taza de café que había sobre la mesa este sacó de su bolsillo cicuta y la echó en el café, y acto seguido se la bebió.

Viendo el acto de Sócrates, Miguel Servet también se levantó de la mesa y cogiendo también los restos de Cicuta que Socrates había dejado de lado, este los echó en otra taza que también decidió beber ante el asombro de todos los presentes. También mirando fijamente los ojos de Sigmund Freud mientras los suyos propios se iban cerrando.

Sigmund Freud cerró los ojos y asintió con la cabeza con pesar ante la muerte de aquellos dos mentes pensantes de sus respectivas épocas, sinceramente, el padre del psicoanálisis no pudo si quiera imaginarse el porqué llevarían a estos dos hombres a cometer ambos un suicidio tan claro y evidente. Pero aún así lo respetaba.

-Es una lástima... -Comentó Sigmund Freud- Mientras morían he podido ver en sus ojos la llama de la inocencia.

¡Estos dos hombres son Inocentes!

De repente, aquellos dos recién suicidados abrieron los ojos de par en par y sus corazones volvieron a latir con más fuerza que nunca. El café no los había matado, sino que los había vuelto más fuertes que antes. Algo que sorprendió a todos los presentes y en especial a los versados en la carrera del bastón de mercurio.

Sorprendido, Sigmund Freud decidió volver a su taza de té y echar un poco más del polvo blanquecino que había en el centro de la mesa, y tras un par de segundos, este volvió a responder al respecto de lo que había pasado ante los ojos de los presentes, a fin de cuentas, el sabía la respuesta de esto.

-Al parecer la Cocaína hace milagros... ¿Quien diría que neutralizaría al veneno de la Cicuta?.

-Bueno, como sea... Ya me he cansado de todo esto. Aprovecharemos este descanso para ver cómo queréis que sean las próximas votaciones. Id diciendo cómo queréis que sean las próximas votaciones y yo las haré así, quedarnos SIEMPRE con las mismas es un aburrimiento.

Algo extraño ocurre, antes de que cualquiera de los presentes pudiera reaccionar, Louis Pasteur cae desplomado contra el suelo sin poder moverse, al parece alguien lo había asesinado mientras todos se encontraban distraídos observando la muerta y posterior resurrección de Socrates y Miguel Servet.

Si eso fuera lo peor que hubo pasado en el lugar todo estaría relativamente tranquilo, a fin de cuentas, hubo tan solo cuatro intentos de asesinatos contra científicos y de momento su tasa de éxito había sido la mitad. Pese a ello, algo ocurrió. Lentamente las manos y brazos de Aribert Heim se fueron llenando de lo que quizás fuera una criatura extra, quizás un hongo... Pese a ello, parecía estar bien, sano y salvo.

Y a parte de todo eso anteriormente mentado, algo más ocurrió, aunque en esta ocasión fue algo mucho más aburrido que un doble-suicido fallido, un asesinato y como alguien le crecían pequeños hongos por sus manos y brazos. Lo que le ocurrió a Gregor Mendel fue mucho más sencillo, desapareció.

Sócrates había hablado de una habilidad y esa era saber esconder un poco de cocaína pero aún cuando debía tomar el café no pudo evitar pensar que el plan fallaría y la Cicuta podría matarlo definitivamente. Me gustaría que aquí estuviera Critón podría recordarle que le debemos una gallina a Asclepio. Pensó el caballero mientras bebía el café.

Sigo vivo - digo al ver que la cocaína había hecho volver a latir mi corazón - Espero haya servido de algo mi pequeña demostración para aclarar que no estaba mintiendo 

Leonardo dio un nuevo paso adelante había quedado un poco sorprendido. No por las muertes, vueltas a la vida ni por el resto de sucesos que habían sorprendido al resto. Lo que le había sorprendido eran la acusación a su persona y dirigiéndose a los presentes dijo.

— Quien osa acusarme, usted no tiene ninguna idea. Alguien que no defiende la verdad a pesar de las amenazas exteriores no merece mi respeto.

Cuando pregunto a los presentes quien era aquel. Alguien le comento que miraba las estrellas. Que el sol no giraba y cosas por el estilo.

Bueno, señores, ya vamos teniendo algunos datos, en cualquier momento llegarán las confirmaciones, refutaciones y replicaciones...  En mi opinión debe reinar la luz de la investigación para seguir avanzando. No me gustaría que ningún nazi votara a escondidas como un cobarde porque entonces sería complicado discernir, así que propongo votaciones públicas, o como mínimo privadas, pero nunca secretas. En este caso, sin ir más lejos - aseveró Erwin temiendo que esa fuera su última noche, ya que sentía que su locuacidad podría traerle problemas. Ya, de hecho había tres personas que sin más pruebas que sus argumentaciones habían visto en él un posible enemigo...

Ejem ejem - carraspeé, más por llamar la atención del respetable que por tener seca la garganta... que también, lo cual aproveché para dar un pequeño sorbo al excelente licor con que nos obsequiaba el anfitrión.

Si me lo permiten... estoy de acuerdo en la lógica que ha seguido nuestro querido Erwin, pero yo opto por una mayor transparencia, si cabe, que todo sea público.

Lo que me desconcierta es el modo en que votaron durante el día de hoy... de un modo totalmente arbitrario... y eso, caballeros, es algo inadmisible en esta mesa, pues estamos representadas las mayores mentes que ha conocido la humanidad.

Señor Heim... espero que no me guarde rencor... bueno, si me lo guarda, tampoco me preocupa, puesto que ya luché contra ustedes en el pasado - miré al resto de los presentes - él es nazi, un oficial de la Schutzstaffel - dije, señalando a Aribert Heim con mi copa de licor - y el resto, se han pasado el día acusándose unos a otros, sin ningún fundamento de hecho o de derecho. Como dije, inadmisible. No es el momento de votar... tan solo les llamo la atención sobre un hecho... y miren sus brazos ... - finalicé poniendo énfasis en los hongos que le habían salido.

Ahora que saben que somos inocentes, mi buen amigo Sócrates, los nazis pondrán su punto de mira en nosotros. Pero no debemos desistir, debemos ser más listos que ellos. 

Miró al resto de la sala. 

Aprendamos de estos errores para no cometerlos más. Busquemos a los nazis, seguro que han dejado algún reguero de pruebas.... 

La noche había llegado con un saldo de tres muertos, un desaparecido, un infectado y dos cristos inocentes. «No es malo, exactamente, no. Pero tampoco es bueno».

—Señores —dijo el ilustre Christoph, levantando su copa de champaigne—, las votaciones secretas acabarán con un inocente muerto sin duda alguna. En el peor de los casos aún quedan 5 nazis con vida, quienes se podrían unir para votar a un inocente y jamás sabríamos quiénes fueron. La opción más sensata es la D; todos emitiremos nuestra opinión sobre a quién votar pero no será otro que Sócrates, un inocente, quién tenga la última palabra. —El doctor Helmchen se giró hacia Miguel—. La opción A ha sido vetada, querido. —El doctor dio otro giro arriesgándose a marearse y se dirigió a Aribert Heim—. ¿Por qué tiene hongos? —cuestionó—. Ah, y usted, Darwin Schroodinger, creo que se ha confundido, pues con la opción B no sabremos quién ha votado a quién.

Pues tiene usted toda la razón, señor Cristof, debe ser la resaca que me ha nublado el raciocinio... Permitanme rectificar.