Partida Rol por web

Caranta quería salirse. Era un chico listo y seguro que había negociado una buena salida. Él cantaba, le darían una nueva identidad y posiblemente se ocuparían de que no le faltase nunca nada. La vendetta era una reacción obvia y para la que probablemente, estarían preparados. 

-De acuerdo, señor-dijo Filippo, sin mucho convencimiento-Iré a coger algunas cosas. 

Salvatore no abrió la boca durante todo el encuentro en la parte trasera de Carlo's. Lo del libro de cuentas en su apartado postal fue un duro golpe para él; aparte de demostrar la brillante intuición de Luigi, parecía confirmar la traición de su viejo amigo de la infancia.

Asistió cabizbajo a la poco elegante intervención de Carisi, y se le revolvieron las tripas con el "interrogatorio" de Genovese. Le resultó poco halagüeño saber que en su siguiente misión seguirían a Vitone, como algunos empezaban a llamarlo en la organización, pero asintió.

-No hay problema, Vito -confirmó. En realidad, podía esperar allí mismo. No necesitaba nada, aparte de su revólver y lo que Coppola pudiera trael. Solo comprar cigarrillos en Carlo's.

-¿Cómo habéis localizado y atrapado a este? -preguntó, señalando al tal Smith con la punta del pie, mientras encendía su ultimo cigarrillo, arrugaba el paruqrte y lo arrojaba sobre el sanguinolento cuerpo del agente federal.

Luigi no se inmutó con el trabajo de desollador de Genovese. En realidad le hizo más mella el intento fracasado de Carisi. 

En sus fueros internos, estaba seguro que su planteamiento hubiera sido más eficaz, pero la Familia, no destacaba por su finura... Tampoco Luigi, era muy fino... arrugó la comisura de sus labios cuando se acordó de sus bombas de ácido...

Cuando les dieron las pautas a seguir y la hora de encuentro, dijo:

Bien, voy al taller a recoger algunas cosas... Entiendo que los 3 coches los traerán otros... Yo tengo unas cuantas "matrículas" apartadas, para hacer un cambio "oportuno", me las traeré...

Al llegar al taller, se fabricó 6 bombas de mano, bueno, no eran bombas, pero el las llamaba así. Había depurado la mezcla para que fuera más efectiva... En unos botellines de cristal, les ponía una base de aceite, por encima una buena cantidad de alcohol de quemar. Tapaba con un tapón de corcho a presión, el cual iba perforado por el centro y por donde iba metida una mecha rápida. la mecha prendida, quemaba veloz mientras el botellín era lanzado. Al llegar al alcohol, lo hacía arder, calentado el aceite y al impactar el botellin el liquido se esparcía impregnando una buena zona con el aceite ardiendo... Era algo molesto para poder apagarlo, lo mejor una manta o arena, ya que el agua no era muy interesante con el aceite...

Para transportarlos se agenció, hacía un par de meses, un maletín promocional de la Coca-cola. Pasaba desapercibido y era una forma de llevar protegidas las "bombas".

También se hizo con su Lupara y unos 12 cartuchos.

Amadeo sabía que apartar a Caranta significaba que el destino que le deparaba iba a ser menos misericordioso que la fuerza bruta del Gigante. Le dedicó a sus jefes una sonrisa lobuna y un gesto de asentimiento para, acto seguido, cuadrarse como un soldado dispuesto a darlo todo por su capitán.

—Le traeremos de una pieza para que tengan el placer de despiezarlo.

La perspectiva de entrar en acción le emocionaba, aunque sabía que esta vez no podía ir como un toro desbocado. Aquellos federales eran duros y tenían armas de fuego. El Gigante era duro, pero sus imponentes músculos no podían parar balas. Era en ese momento en el que las palabras de prudencia de su entrenador y del sargento le calaban más que nunca.

Paciencia, no sueltes el golpe hasta que no estés seguro de que puedas encajar un contraataque.

Costaba creer que Caranta se encontrara en manos del FBI, pero así era. Le habrían prometido inmunidad, un cambio de identidad y dinero suficiente para empezar una nueva vida lejos de allí. A cambio, eso sí, de testificar contra el juicio que la fiscalía preparaba contra la red mafiosa de Masseria. Evidentemente aquellos federales no tenían nada, o al menos nada que les pudiera poner en un compromiso. Los Masseria eran cuidadosos y hacían bien su trabajo. Pero si Caranta cantaba todo se podía poner muy jodido. Lo que podían saber del tal Kowancyck es que se llaman Timothy, era un agente especial y tenía fama de incorruptible, un fanático del FBI que pretendía defender el país que lo acogió a él ya sus padres a toda costa. 

A la hora convenida fueron llegando. Tenían tres coches preparados para la tarea y agradecieron que Luigi trajera las matrículas para poder darles cambiazo si era necesario. Un rato más tarde llegó el Proveedor, cargado con cuatro grandes maletas muy pesadas, tanto que un par de muchachos, Nico y Carmine, lo acompañaban para llevarlas. Curiosamente, éste último, Carmine era su hijo y llevaba en el bolsillo trasero del pantalón una flauta. 

—¡Porca miseria! ¡Qué manera de malgastar el tiempo! Se pasa todo el día tocando. Su pasión es tan solo la música. ¡No sé dónde iremos a parar!

Después de saludarlos a todos y darles las buenas noches, colocaron las maletas sobre las mesas que allí se encontraban. Con parsimonia casi ceremonial, procedieron a abrirlas dejando ver su contenido: ametralladoras Thomson y recortado para todos, armas cortas y montones de munición. No hacia falta decir que Coppola se mostraba orgulloso de poder ayudar a la Familia. Una vez todos estuvieron bien surtidos, Coppola y sus dos ayudantes les desearon suerte y se despidieron de ellos quedando solo los diez en la habitación. 

Genovese tomó la palabra para dirigirse a todos los presentes. 

—Hoy vamos a dar su merecido al tipo de rata más despreciable que uno puede echarse a la cara. Sabemos que uno, que fue un miembro muy considerado de nuestra familia, nos ha traicionado. Filippo Caranta es su nombre. Tal vez algunos lo conozcáis, y para los que no, éste es su rostro —mostró una foro del escuchimizado rostro de Caranta a los allí presentes—. Grabaos bien esta imagen en vuestro cerebro. A él no debe pasarle nada. Si alguien le hace el más mínimo arañazo se las verá conmigo. El señor Masseria lo quiere vivo. Actualmente se encuentra escondido por el FBI, en una casa situada en las cercanías de Yonkers, en medio del bosque. Cinco agentes federales lo vigilan para ser llevado ante el juez y declarar contra el Boss. Pero eso no va a suceder. Esta noche iremos allí, nos cargaremos a los federales y nos llevaremos a esa rata de Caranta. Iremos en tres coches, aparcaremos lo suficientemente lejos para que no oigan los motores y nos acercaremos bosque a través. Nos dividiremos en dos grupos. Benedetti, Carisi, Bacoli y Marrone, iréis por detrás, el resto conmigo por delante. Tú —dijo señalando a Luigi—, estarás al mando. Recordad: los cinco federales fiambres, Caranta indemne. Y ahora, andando.

Sal se agenció munición en abundancia para su revólver y también una pequeña Glock, por si las moscas, que colocó bien asegurada en el tobillo con funda y correa. Asintió vigoroso y serio a las instrucciones de Genovese, y palmeó contento a Luigi en la espalda, felicitándolo por su designación como jefe. Por otro lado, las expectativas eran inquietantes. Cinco federales eran cinco federales. 

Se encendió un cigarro, dio una larga calada y quedó a la espera. La noche sería movida. Rezó para que nada malo le sucediera y que todos salieran indemnes del trance.

Llegaron los coches, luego el proveedor cargado con dos maletas que bien parecían todo lo necesario para un hospital de campaña por el volumen. 

Las abrieron y el arsenal era importante... Para desgracia de Luigi, todo aquello le venía grande. No tenía ni idea de usar esos artilugios del diablo... Pilló cartuchos para su Lupara. No llegaba muy lejos pero de cerca hacía estropicios... Solo que si Caranta estaba en medio el no podría usarla...

Siñore, aquí les he traído unas matriculas por si han de hacer un cambio y ganar tiempo...

Muchas gracias por la confianza depositada. Supongo que si ustedes van por delante, al menos uno de los agentes intentará sacar a Caranta por la parte de atrás. Si yo fuera ellos, tendría incluso un coche camuflado por allí, cerca, para salir por piernas... Si veo el coche, yo me encargo. 

Por otro lado me preocupa la efectividad de nuestra puntería, pero estoy seguro que el Agente no expondrá la vida de Caranta para escudarse, mas bien al contrario, sabiendo que es fundamental para su "juicio". Chicos deberemos camuflarnos para que no nos vean. 

Si esto funciona, podremos dirigirlos hacía un lugar elegido y allí, Carisi, ganar el Cinturón de Campeón partiendo la crisma de ese federal -dijo Bacoli, enseñando sus 3 bombas-. Pero dejemos de divagar. Ya veremos que ocurre.

Siñore Genovese, nosotros nos vamos con uno de los coches, por la parte de detrás, por si hay que perseguirlos?

Carisi se hizo con un par de pistolas, acompañándolas con una buena cantidad de munición. Resultaba extraño ver a aquel gigante con armas de fuego tan pequeña. Era como ver a un adulto con un juguete. Sin embargo, Amadeo había estado en el ejército y tenía más pericia de la que aparentaba. Lo había demostrado de sobra contra los sindicalistas y ahora tenía la oportunidad de volver a hacer gala de sus habilidades.

Iba a preguntar si podía saltarle algún diente a Caranta, pero tras el incidente de la oreja podía imaginarse la respuesta.

—Cinco fiambres y yo a varios metros de Caranta, comprendo. Me quedo a tus órdenes, jefe —le dijo alegremente a Luigi.

Lo cierto es que oír a Genovese hablar en esos términos de su amigo hacía que se le formase un nudo en el estómago. Y no serían pocos los que los vincularían a él y rumoreasen que a lo mejor ellos no eran de fiar. 

En todo caso, mandarlos a un asalto como aquel, podría ser una broma de muy mal gusto. En todo caso, Genovese había hablado, pues tocaba acatar sus órdenes. 

-Así se hará-respondió Benedetti. 

El viaje hasta las inmediaciones de la casa fue relativamente rápido, a esas hora de la noche, más de las diez, no había prácticamente nadie por esa carretera. Unos veinte o veinticinco minutos después de dejar atrás la ciudad llegaron a un punto donde una especie de pista forestal, un camino de tierra, se desviaba de la carretera principal y se adentraba en el bosque. Esa ruta tomó el vehículo delantero, allí donde iba Genovese, y el resto se limitó a seguirlo. Iban con las luces apagadas, por si acaso. Tras unos pocos minutos por aquella bacheada carretera, se detuvieron y encararon los coches en sentido contrario, listos para salir de nuevo en la dirección en la que venían. Genovese no quiso que se acercaran mucho más, como proponía Luigi, para evitar que el ruido de los motores y las ruedas en la gravilla alertara a los federales. Genovese les explicó que la casa estaba situada a unos cinco minutos andando bosque a través. 

—No hay que descartar que tengan a alguien vigilando desde el exterior, así que iremos con cuidado. Vosotros, ya que vais a ir por detrás os vamos a dejar tiempo para que lleguéis. Diez minutos. Entonces entraremos disparando por la puerta principal, vosotros haréis lo propio por detrás. Y recordad, nada de tocar a Caranta. 

Se separaron y cada grupo se internó en la arboleda por un lado. El bosque estaba completamente a oscuras. La imposibilidad de llevar linternas para evitar ser detectados hacia que la marcha fuera más lenta. La vegetación era espesa y las altas copas de los árboles impedían que la luz de la luna se filtrara a través de sus ramas y alcanzase el suelo, complicando aún más la travesía. Pero tal y como les dijo Genovese, en unos cinco minutos llegaron a la casa. 

La distancia donde se detuvieron los coches era bastante grande. Genovese indicó por donde estaba la casa y la forma de actuar... Rodear la casa y atacar por dos frentes. A nosotros nos tocaba la parte de atrás y al tener que dar un rodeo para llegar, el jefe nos dió 10 min.

Nada de luces hasta que llegue el asalto... Vigilemos el fuego cruzado, no nos vayamos a matar solos. Y fijaos si veis un punto rojo delante vuestro... eso podría ser un cigarrillo en la boca de un federal... 

La posibilidad de que hubieran vigilantes en el exterior era plausible, así que tuvimos que intentar avanzar sin hacer ruido...

Empezamos a andar en busca de nuestra posición para luego esperar la orden de Genovese. o sea el inicio de hostilidades. Ciertamente la casa la teníamos a unos 5 min. Empezamos a verla cuando ya estábamos cerca. Para Luigi era demasiado complicado moverse por allí sin hacer ruido, así que decidió sacar su Lupara, ponerse un cigarrillo en la boca (apagado) y avanzar agachado mientras buscaba algún vigía.

Mierda lo bien que me iría ahora el chaleco de metal aquel que me hice con aquella plancha... joder...

—Oído cocina, jefe —le susurró a Bacoli, dejando que los demás avanzasen primero.

No tardaron en comprender porque.

En el Frente, solían reservar a Amadeo como ariete humano y rara vez para misiones que requiriesen sigilo. La discreción no eran precisamente el punto fuerte de un hombre que se mueve con la elegancia de un tren de mercancías.

Pese a ello, se mantuvo alerta y con las armas preparadas. Al más mínimo movimiento estaría preparado para liquidar al primer federal que viese.

Oye, Amadeo, que tal se te daba lanzar granadas en el ejercito? Es que con tu fuerza me da que podrías pasar la casa por encima y todo!!!

Si creamos fuego con mis bombas, pero no cerca de la puerta para que puedan huir por allí, los podremos cazar como a conejos, pero dejar que Caranta siga corriendo, y luego ya lo atraparemos... que os parece? bueno eso si salen por detras, claro.

Filippo se dispuso para la acción. Estaba nervioso. Siempre lo estaba ante una situación así. Comprobó su arma y se dispuso a actuar. 

Sonrió cuando su primo comentó lo de las bombas. 

-Sería una buena idea. Tampoco requerirá una precisión milimétrica, pero sí lanzarlas con fuerza.

Sal avanzaba en silencio al lado de Amadeo; por razones evidentes, el Gigante le transmitía cierta seguridad. Y lo hacía con bastante sigilo. La propuesta de las bombas de Luigi le parecía peligrosa, pues podrían dañar a Caranta... Sugirió titubeante colocarse en las ventanas, romper los vidrios y tirotear a bocajarro a los federales, pero seguiría las órdenes fuera cual fuera la decisión.

Filippo y Salvatore se movían entre los árboles y arbustos del bosque como si fueran felinos acechando a sus presas, sin embargo, Luigi y Amadeo parecían elefantes entrando en una cacharrería: partieron varias ramas, provocaron que los arbustos se agitaran e incluso ahuyentaron a un ave nocturna que salió ululando y provocando que otras que se escondían tranquilas en las ramas de los árboles salieran en desbandada. 

La casa era un edificio de una sola planta, de forma rectangular, con las ventanas cerradas y sin rastro de luz que la pudiera delatar de lejos. Aquellos federales no eran novatos, sabían lo que hacían. Cualquier excursionista que hubiera pasado por allí hubiera creído que el lugar estaba vacío. Un garaje adosado suficientemente grande como para albergar dos coches tenía también la puerta cerrada. Entonces se fijaron en que de una de las ventanas asomaba el cañón de un arma que produjo un destello cegador que iluminó el bosque durante una breve fracción de segundo. Inmediatamente, desde las otras ventanas, se produjeron tres disparos más. Aquellos cabrones los habían escuchado llegar y estaban preparados para darles la bienvenida. 

Amadeo gruñó al recibir el disparo. Iba a responder que, aunque su brazo era fuerte, su función en el ejército consistía más bien en ser un ariete, pero el impacto le impidió hacer otra cosa que no fuese mirar con odio a aquel malnacido.

Iba a divertirse mucho en cuanto los tuviese delante.

Los 4 amigos se acercaron ala casa,  ésta estaba cerrada a cal y canto. nada de luz y menos ruido, la mitad de el grupo fue capaz de pasar desapercibido, pero Luigi y Amadeo, eran demasiado grandes y torpes para algo tan delicado como pasar desapercibidos.

Cada paso que daban era un anticipo del siguiente crujir de ramas rotas... Lo fatídico del caso es que esos agentes, no eran sordos y acabaron por oírles, y por ende, iniciaron las hostilidades.

Cubríos, al suelo... Contad la munición que van gastando y no malgasteis la vuestra.

Sal, puede que sea mala idea, pero hay una casa de por medio y muertos no podremos detener a nadie. Amadeo, mira de lanzar una de estas a la pared de la casa, no hace falta que la metas por una ventana, al menos aun no.

Sal apretaba los dientes cada vez que escuchaba a Amadeo y a Luigi pisando ramas y moviendo arbustos. La cabaña de los federales parecía tranquila... ¡hasta que empezó el tiroteo! Sal se arrojó de inmediato al suelo, y sintió una bala zumbar muy cerca de su cabeza. Se arrastró entre los matorrales buscando la mejor cobertura posible, dejando lo de responder a los disparos para cuando el grupo de Genovese se hubiese liado también a tiros; así como estaban no tenían muchas posibilidades...