Partida Rol por web

Sal y Luigi resollaban, pegados a la pared. A un lado estaba la puerta trasera, al otro, una de las ventanas. El jugador miró al otro hombre buscando una idea, un plan, un acuerdo.

-No tendrás otra de esas bombas tuyas por ahí, ¿verdad? Sería el momento de colarla por una ventana. O si no... bueno, tú dirás, capo -añadió Sal, con una media sonrisa socarrona. Se le veía con una entereza en aquel momento de peligro que contrastaba con su aire apocado en la vida cotidiana. Tal vez estaba hecho para aquel tipo de situaciones.

Amartilló el revólver y se preparó para meter el brazo y descargarlo dentro de la casa.* Cayera quien cayera.

Carisi valoró sus opciones. Sin duda, sus talentos se aprovecharían mejor detrás de un árbol y su papel de reclamo humano ya había cumplido su cometido. Ahora tocaba ponerse manos a la obra, aprovechando la distracción de Luigi. Sin embargo, su plan inicial cargando como un animal desbocado y entrar por la ventana era demasiado temerario hasta para él.

Siguiendo el ejemplo del resto, salió como una exhalación de la cobertura que le ofrecía árbol y puso pies en polvorosa hasta la puerta trasera a la que se dirigía el resto. Si podía ponerle las manos encima a esos federales, iban a desear no husmear en los asuntos de la familia.

Mientras dirimían cómo continuar ahora que estaban contra la pared de la casa, Luigi y Sal vieron como por la ventana más cercana una mano con un revolver se asomaba para dispararles a apenas un par de metros. Por fortuna el arma parecía haberse encasquillado antes y no abrió fuego. Se escuchó una maldición desde le interior de la casa y algunos disparos que venían del otro lado del emplazamiento. Genovese y los suyos estaban repartiendo duro. 

Carisi echó a correr para reunirse con sus compañeros, pero una bala le alcanzó en el brazo derecho mientras corría hasta le lugar. Herido y todo logró alcanzar la pared de la casa y ponerse a cubierto. Filippo en cambio decidió no moverse de donde estaba, más seguro y resguardado. 

Amadeo no entendía de sutilezas. Ya les habían descubierto y forzar la cerradura era una pérdida de tiempo, por lo que el estilo Gigante no solo era una opción viable, sino que se aproximaba a toda velocidad contra la puerta. No era la infiltración más elegante, pero probablemente sería la más efectiva.

Maldito fillio de la putana... Quieres dispararme a bocajarro campeón? Voy a romperte el brazo!!!

Luigi no se lo pensó, al ver que la pistola no disparaba, se abalanzó contra la mano que sobresalía, si le alcanzaba, ese cabrón debería usar la otra mano para limpiarse el culo!!! Iba a intentar romperle el brazo con el quicio dela ventana o al menos forzarle a que soltara el arma.

Al parecer el federal debió de oirle porque retiró su brazo con premura, consiguiendo evitar que Luigi se lo agarrara...

Cabroniii!!! GGGRRRR

Filippo no asomaba el hocico y Carisi se llevó un balazo cuando corría hacia la casa. Al asomar el revólver por la ventana, por puro instinto Salvatore se dejó caer y, a gatas, pasó bajo la ventana en dirección al garaje. Indicó por señas a sus compañeros que iba a intentar meterse dentro; quizás hubiera otra puerta y obtuvieran un nuevo ángulo de tiro sobre los federales.

De todas formas, avanzó con toda la cautela del mundo en busca de una ventana en la pared del garaje, o del portón; al doblar la esquina quedaría expuesto a los disparos de los de Genovese, y no quería que lo confundieran con un federal. Cuando localizase un acceso correría y una vez dentro buscaría esa puerta secundaria que, al menos en su imaginación, conectaba ambas construcciones adosadas.

Filippo seguía oculto en su escondrijo. Todo en lo que podía pensar en ese momento era en conservar la vida. No había recibido ninguna formación en primeros auxilios pero el sentido común le decía que taponando la herida podría evitar desangrarse, así que fue lo que hizo. 

Amadeo llegó a la casa esquivando las balas y el empentón que le propinó a la puerta fue tal que incluso la arrancó de sus goznes. A lo bruto, como solía ser todo lo que hacía el ex-boxeador, había logrado abrirles camino para poder colarse en la casa y encargarse de los federales. En el interior ya solo quedaba un federal en pie, los otros habían caído por los disparos del grupo de Genovese y yacían desangrándose o muertos en el suelo. 

Luigi intentó desarmar al agente que había disparado asomando a ciegas el arma tratando de retorcerle el brazo, pero no lo logró. Tuvo suerte de que la pistola no se disparara en el forcejeo o que el agente no disparara justo a continuación para librarse del mecánico. 

Entre tanto, Filippo seguía taponándose las heridas y Sal se dirigía a la esquina de la casa para ir hacia la fachada delantera del edificio y buscar como colarse por el garaje. 

Con mucho cuidado y manteniéndose siempre a cubierto, Sal avanzó ligero hasta encontrar la puerta que buscaba. Puso especial cautela al doblar la esquina para no ser confundido con un federal o con Caranta por parte de los de Genovese, si es que llegaban a verlo.

El federal estaba maldiciendo su pistola que se había encasquillado, ocupado en evitar que Luigi le agarrara el brazo del arma y se lo partiera por la mitad... Con todo eso debía ser de los pocos federales que aun seguí activo y sin plomo en su cuerpo... Pero estaba demasiado ocupado para darse cuenta de lo que se le venía encima...

Luigi decidió, mantenerle ocupado cuanto pudiera para que no tuviera tiempo de pensar...  a caso cualquiera de los otros hombre de Genovese le alcanzaría por la espalda y problema finiquitado... 

Carisi era como una tuneladora... iba a abrirse paso entre las débiles puertas de madera... una especie de búffalo desbocado. Sal intentó colarse en silencio, sibilinamente... Y su primo esperaba que siguiera resistiendo en el manantial... Cuando todo aquello estuviera controlado volvería para intentar ayudarle a taponar esa herida...

Le quedaba una granada, pero era peligroso lanzarla dentro de la casa con Caranta por allí, así que decidió disparar su escopeta, para amedrentar al federal y que pensara más en cubrirse tras una mesa o similar, que intentar asomarse por la ventana que claramente había cedido al refugiarse al interior de la habitación, para no ser agarrado.

Esto de parte de mi primo!!! y aun tengo 7 disparos más para tu hermosa cabeza...

Ciertamente sonó un estruendo al disparar la escopeta, pero a parte de saltar astillas poca cosa más saltó por los aires.

Justo después del disparo, Luigi se refugió al otro lado de la ventana pasando agachado de un lado al otro.

Una bala pasó zumbado junto a la cabeza de Sal y no le dio de puro milagro. Tal como se temía, venía dirigida desde el bando amigo, disparada por uno de los hombres de Genovese y cuando Sal alzó la vista para ver el agujero de la bala en la chapa metálica del garaje sintió un escalofrío, pues si hubiera ido dirigida un par de centímetros más abajo y a la izquierda le hubiera hecho un agujero nuevo en el cráneo. Por fortuna no había sido así y pudo llegar a la puerta del garaje, aunque cabía la posibilidad de que el mismo que le había disparado u otro, probara fortuna de nuevo y la cosa saliera peor, así que se apresuró en tratar de abrir la puerta del garaje, la cual estaba cerrada con llave. 

Dentro de la casa, Amadeo parecía haber quedado algo traspuesto tras reventar la puerta de una patada y Luigi saltó hacia el federal que quedaba con la lupara por delante, pero con las prisas y los nervios disparó a la pared en lugar de al enemigo que le devolvió el disparo inmediatamente. 

Cerrada. Porca putana di merda. Además, casi lo matan los de Genovese. Sin pensarlo se tiró al suelo y reptó hacia atrás, de vuelta a la seguridad de la esquina.

-O, non sparari, sonu dei vuoi, sono Salvatore!!! -gritó desgañitándose a ras de suelo.

Luigi, le echó valor. Avanzó a por el tipo que le disparó. Le habían alcanzado de nuevo, aunque fue un simple rasguño esta vez...

La furia en los ojos del mecánico era como un libro para ciegos. No parecía sentir el dolor en ese momento...

Puto federal, eres hombre muerto, y tu familia también. No deberías haber errado tu oportunidad.

Luigi saltó sobre el federal, cuando el estruendo de una puerta partirse como un melón, llamó la atención de todos los de esa habitación. bueno, Luigi ya tenía una idea de que en algún momento iba a ocurrir eso, porqué Carisi estaba furioso y desatado... cosa que aprovechó para caer sobre el hombre de la ley y la pistola desencasquillada, esperando que este estuviera algo sorprendido.

Como el entró por la ventana, estaba claro que no podía estar pendiente de las dos direcciones, sin olvidar a Genovese y sus hombres...

Estamos dentro Jefe!!! Vigilen a quien disparan!!!

Si podía agarrar la mano del federal, procuraría que los disparos fueran al techo...

Amadeo se lanzó contra uno de los federales sin pensárselo dos veces. Atravesar la puerta era una proeza digna de su fuerza, pero él tampoco estaba hecho de acero y necesitaba unos segundos para reponerse. Aún así, no podía permitirse dejar la misión a medias.

De un salto, se abalanzó contra el primer hombre que encontró. Tan solo se aseguró de que no era el hombre al que tenían que tenían que dejar vivo para poder despacharse a gusto.

—Salvatore, cosa diavolo stai facendo qui? Dovresti essere dietro —le gritó a Sal uno de los hombres de Genovese, tal vez fuera incluso el propio Vito, pero con los disparos y todo el caos del asalto era difícil saberlo. Al menos Sal ya no tuvo que lamentarse de que le volvieran a disparar. 

Al ver acercarse a Luigi y Amadeo el federal disparó instintivamente y la bala impactó en la cabeza de Luigi aunque con la suerte de no atravesársela de un extremo al otro. La bala le dio de refilón, en un lateral del cráneo, probablemente le habría roto el hueso o hecho algún desperfecto considerable pero en ese momento Luigi ni siquiera lo sintió, aún a pesar de que la sangre comenzó a brotar inmediatamente tiñéndole media cara de rojo. Luigi logró alzar el brazo del federal al aire para evitar un segundo disparo y retorciéndole la muñeca consiguió que soltara el arma. 

Pero cuando Amadeo llegó se apagaron las luces. Le dio tal somanta de palos al federal que éste cayó inconsciente tras el tercer puñetazo. Entonces el silencio reinó la casa durante unos instantes, lo que tardaron los hombres de Genovese en asaltar el lugar. Vito vio que el tipo al que había noqueado Amadeo todavía respiraba y le descerrajó un disparo en la cabeza para mandarlo de vuelta con sus compañeros. No necesitaban prisioneros y mucho menos testigos. 

Se dirigieron a una habitación con la puerta cerrada que había al fondo y la abrieron con cuidado. Allí, tras la cama, con los brazos alrededor de las rodillas y llorando como un mocoso se encontraba Filippo Caranta. Las lágrimas caían por sus mejillas y los mocos le colgaban de la nariz en una imagen patética. Suplicó gimoteante que no le mataran. 

—¡Por favor! ¡No me matéis! ¡Os lo suplico! —rogó entre sollozos—. ¡Por favor! ¡Luigi, Sal, somos amigos! ¡Nos conocemos desde el colegio, por favor! —hablaba con voz temblorosa y sobrecogida por el llanto.

—¡Calla de una puta vez, maldita rata! No vamos a matarte —sentenció Genovese guardando su arma y señalando a Amadeo para que se encargara de apresar a Caranta.

El contable suspiró de alivio al escuchar aquello y les dio las gracias como un loco, hasta que Genovese volvió a hablar y aquello le congeló el rostro a Caranta como si hubiera salido al invernal frío del exterior. 

—Solo te vamos a llevar con el jefe —la expresión del rostro de Carota se volvió de horror y lanzó un chillido de desesperación tal que acabó desmayándose allí mismo. 

Genovese organizó al grupo rápidamente. Ordenó que se dividieran de forma parecida a como habían llegado. Dos coches saldrían inmediatamente, uno para llevar a Caranta a su destino y otro para trasladar a los heridos. Uno de los hombres de Vito, que según decían había sido veterinario antes de meterse en el mundillo del hampa, examinó las heridas de Filippo y le aplicó un vendaje con el que detuvo el sangrado del joven y le permitió seguir la marcha de sus compañeros. Peor suerte tuvieron otros del grupo de Genovese que habían sido alcanzados más gravemente por las armas de los federales. El tercer grupo, en el que se quedaría Genovese, se haría cargo de prenderle fuego a la casa para dificultar las investigaciones posteriores. 

—Dirigíos a la casa del Don, él os espera allí con el paquete —les ordenó. 

Cuando Caranta rompió a llorar y a implorar clemencia, Luigi se le acercó, y le mostró su cabeza sangrando...

Haber pensado antes lo de ser amigos. Mira como estamos... tienes suerte de que Genovese ha dicho que no vamos a matarte... 

Toma Vito, lanzadla dentro, si funciona, prenderá fuego a la casa. 

Dijo Luigi antes de retirarse... Estaba hecho un zisco... Incluso con todo su coraje, las fuerzas empezaban a escasearle una vez la adrenalina fue bajando, y vio que su primo saldría de esta....

Primo!!! como andas chaval?

Era curioso que Luigi preguntara eso cuando su cabeza sangraba como un gorrino recién degollado.

No pongas esa cara, tengo la cabeza muy dura, esa bala a rebotado, jejeje.

Genovese, hay alguien que pueda conducir? yo creo que es mejor que me tumbe un rato... la verdad es que con tanta sangre no veo bien...

Filippo seguía arrebujado en el agujero donde se había cobijado, agarrándose las tripas para evitar que se le fueran por esa fea herida que tenia en el abdómen. Su camisa blanca estaba empapada de sangre. 

-Ando...-dijo a duras penas. 

Su cara estaba pálida y aunque intentaba disimular el dolor, estaba claro que lo estaba llebando mal. 

-Menos mal que te han dado en la cabeza,...Bacoli, ahí no hay nada que peligre.

Se rió brevemente y al hacerlo escupió algo de sangre. 

-Voy a necesitar un médico, primo. Uno de los buenos. 

Amadeo trató de controlar su respiración. Se había dejado llevar por la ira y ahora tenía los nudillos ensangrentados. Él mismo había resultado herido también, pero muy poca de la sangre que ahora teñía su ropa provenía de los balazos que le habían pegado.

Le dedicó una mirada a Caranta, sin sonrisa lobuna esta vez. Hacía falta mucho más para derribar al gigante, pero estaba agotado y sus compañeros necesitaban atención urgente. Por desgracia, el trabajo aún no había terminado.

—Así se hará, don Vito —respondió mansamente mientras ayudaba a Benedetti a mantenerse en pie.