Partida Rol por web

Enzo, es cierto que no somos precisamente el mejor "picher" de los Yankies de New York, pero creo que ellos son muy buenos con esas "herramientas de distancia". Botella lanzada que no se rompe, la fulminan con una ráfaga y Clinc!!! botella rota...

Será como ir a la feria a por un par de Peluches para las mujeres eh, chicos? botella, botella, ráfaga ráfaga y premio!!!

Bacoli tenía claro que esta vez la cosa iba a ser distinta porque iban acompañados de verdaderos profesionales. Lo que para ellos era algo dificultoso, para la cuadrilla de Lupo era algo rutinario.

En la tienda lo que falló fue lanzar las botellas y que estas no se rompieran, enlenteciendo el proceso, claro que dado que parte de ellos estaban dentro de la propia frutería, tampoco fue mal del todo...

-Bueno, entonces... ¿Bacoli? ¿Verdad? Bien, pues Bacoli se encarga de hacer la mezcla esa. A ti Enzo no te recomiendo meterte dentro a menos que quieras recibir una ensalada de balas. Lo de que haya dos cubriendo la puerta de atrás me parece correcto. Les tiramos la mezcla de Bacoli y cuando salgan los cosemos a tiros. Al primo... - dijo en referencia a la preocupación que había expresado Luigi anteriormente - si sale corriendo del local más le vale parecerse a su primo. Avísame cuando tengas todo listo, muchacho.

Mientras Luigi se encargaba de preparar los cócteles que habían usado ya en la frutería con lo que pudo conseguir en la tienda del zapatero y el ultramarinos que había al otro lado de la calle, a los demás no les costó más remedio que esperar. Los otros matones que estaban allí para hacer el trabajo como ellos, se movían nerviosos e impacientes, comprobaban las armas, los cargadores, fumaban nerviosos; en cambio, Antonio leía el periódico con los pies encima de la mesa del zapatero con total tranquilidad.

-¿Todo listo? - Preguntó cuando le informaron de que ya tenían listas las botellas. -Adelante, entonces.

Salieron de la zapatería y subieron a dos coches, no tardaron mucho en llegar hasta talleres Rota. Tal y como sabía Luigi, el taller de Ricardo Rota estaba situado en un callejón poco transitado en Mott Street, entre Hester y Canal Street. El local disponía de una entrada principal con una gran puerta que permitía el acceso a los coches, además de una puerta normal a un lado de ésta que daba acceso al piso de Ricardo y otra trasera. Aparcaron los coches en Mott y se dirigieron al local, tomando posiciones tal cual se les había indicado. Dos fueron a cubrir la puerta trasera armados con Thompsons y el resto aguardaron tras los coches, o protegidos por la pared de la esquina, a que Enzo y Filippo lanzaran el brebaje mágico de Luigi al interior del taller.

Llegaba la hora de la verdad. La adrenalina recorría el cuerpo de Filippo. Estaba nervioso. La sensación de peligro lo inquietaba y lo embriagaba a la vez. Cogió una de las garrafas sopesándola. Miró el local desde lejos y comentó.

-Vale, nos acercamos despacio, sin hacer ruido y cuando estemos lo suficientemente cerca, arrojamos las garrafas y echamos a correr hacia atrás. Si nos descubren antes de acercarnos, tendréis que cubrirnos mientras nos acercamos corriendo para lanzarlas ¿de acuerdo? 

Andiamo, questo serà molto facil.

Luigi se dejó los guantes en las manos, una manera como otra de no dejar sus huellas. Revisó la Escopeta y cogió un buen puñado de cartuchos. Lo bueno es que la munición le servia también para su lupara, la cual llevaba en bandolera a su espalda, mientras en sus manos mantenía la escopeta normal.

La llevaba con los dos cartuchos dentro, pero los cañones abiertos, de forma que no pudiera dispararse por error.

Muchachos nada de hacerse el héroe. Lanzáis las botellas y salís cagando leches de allí y buscáis protección. Cuando estéis a salvo ya os uniréis a la fiesta. -dijo mirando a su primo y ha Enzo-

Quien lleva las llaves de los coches? Se fijó en los conductores, y se mantendría junto a uno de ellos. De hecho se lomontó para ir en el mejor de los dos coches.

Luigi quería tener controlado ese detalle. Por su cabeza se pasó la idea de que el tal Verocchio, si tenía un mínimo de luces en su seserá, intentaría salir del taller montado en un coche y pillar el camino a San Diego. Pero si él estaba cerca de uno de los coches, podría demostrar a los hombres de Masseria para lo que verdaderamente valía, y darle caza.

Cuando todo estuvo preparado y llegaron al taller empezaba a anochecer.* Sal había mantenido un perfil bajo durante la reunión y no dijo palabra durante el viaje. Se le veía serio, concentrado. Había manoseado el revólver durante un rato, mientras esperaban a Luigi, pasándolo de una mano a otra, antes de volver a guardarlo.

Se apostó tras uno de los coches en un lugar que consideró seguro, deseó suerte a Enzo y Filippo con la mirada y se encendió un cigarrillo con mano temblorosa.

En la esquina se bajaron dos maromos, que corretaron por un momento para meterse por la perpendicular de camino a la parte de atras. Se perdieron entre la llovizna y la luz de las farolas; iban estirados y la forma de un cartucho circular se marcada tras la gabardina. Filippo y Enzo en la parte de atrás de un bólido. Luigi y Sal habían ido con Luppo en el Ford. Filippo se repetía las instrucciones que les había dado a todos antes de montarse “que con cuidado, y que nos cubran, coño”. Un tarugo al que llamaban Manetti iba al volante. Aparcó a la izquierda de la entrada al callejón. Luppo ya estaba al otro lado. Debió de darle una señal porque el careto de Manetti se giró como un taxista y los mandó para fuera.

Enzo se metió el revolver del 38 cargado en la americana. Se vacío su petaca de whisky en la cara y las manos y las mangas del abrigo, se ajustó el sombrero, y agarró dos de las 4 botellas de cristal (como las de farmacéutico). Le guiñó un ojo al chaval - Vamos. Le había dicho que estaba deacuerdo con el plan: acercarse sin ser vistos, pero que para eso a veces lo mejor era pasar por parte del paisaje. Sacó una botella de cristal y la metió en una bolsa de papel. Al salir se pegó a la acera, se desabrochó el abrigo y se desarregló el traje. Le hizo un gesto con el brazo a Filippo invitándole a que le siguiera, y tiró hacia el callejón con la intención de ir haciendo eses apoyado en la pared, llevándose la botella al morro de vez en cuando y moviéndose de sombra a sombra. Echó un buen vistazo valorando lo que llevaría recorrer a toda pastilla en el camino de vuelta y atento a cualquier fulano que apareciera en la entrada del taller*. Se paró en la entrada de una casa lateral como si fuera a vomitar. Esperaba tener a Filippo cerca. A pocos metros, la puerta del garaje soltaba una bocanada de luz. Busco con la mirada al chaval ¿a la de tres? le dijo marcando las palabras en voz baja, Uno, agarrar las botellas, Dos, tres pasos desorientado al medio de la calzada, y  Tres, lanzar esa mierda, girarse y echar a correr callejón arriba como alma que lleva el diablo. 

Filippo se fue acercando siguiendo los pasos de Enzo con cautela, procurando aprovechar los recovecos que le ofreciese la calle pare esconderse de la mirada de quienes acechasen desde dentro. Cuando por fín alcanzó una posición óptima a unos metros de Enzo, se dispuso a actuar. En breve aquello sería un infierno así que más le valía estar preparado. 

-A la de tres-dijo para mostarle que estaba preparado-Uno...dos...¡Tres!

Nadie del taller estaba mirando al exterior ni tampoco había nadie en la entrada. Lo más probable es que estuvieran en el interior planificando su siguiente golpe de extorsión a los negocios protegidos por Masseria o atendiendo al fulano al que Sal había dejado con pie y medio en el otro barrio. La puerta del garaje estaba abierta, pero no había nadie allí, tampoco en la puerta de la casa. Pudieron acercarse con cautela hasta allí, tratando de pasar desapercibidos. Pudieron colar la primera botella al interior del taller, la segunda a través de una de las ventanas de la casa y las otras dos restantes por la puerta que daba acceso al piso. La mezcla comenzó a formar humo lentamente, lo que provocó que Antonio Luppo torciera el gesto no muy conforme. Empezaba a dudar de que aquello hubiera sido buena idea, porque el fuego era destructivo, pero tenía precisamente eso de bueno, y a él poco le importaba el taller de aquel tipo. Pero cuando la formula comenzó a formar el espeso humo que se colaba en los pulmones y los tipos de Verocchio salieron al exterior tosiendo, medioahogados y tratando de entender qué coño estaba pasando, Gatillo sonrió conforme e hizo un gesto para que abrieran fuego.

A todo esto, a Enzo y Filippo les había dado tiempo para colocarse con el resto mientras la formula hacia su efecto y el humo empezaba a forzar la salida de los tipos de Verocchio. En total había siete tipos, entre ellos un rubio bajito y delgado, habían salido a empujones de la casa y cuando tocaron la acera exterior comenzaron a toser hasta echar el higadillo por los pulmones. Entonces se ecucharon disparos por la parte de atrás del taller, donde los dos hombres de Gatillo habían ido a cubrir la retaguardia, e inmediatamente Gatillo y los suyos comenzaron a disparar también, pillando completamente desprevenidos a Verocchio y los suyos que intentaron como pudieron buscar cobertura, tirarse al suelo, moverse en zigzag o lo que fuera para ponerse a salvo de las balas.

Salieron como hormigas borrachas, unos braceando, otros mirando a todos lados con los ojos llorosos. Los veía dar tumbos y esparcirse por aquella especie de patio delantero del taller. Contó siete. Y al séptimo disparó*, que se había quedado en la puerta, parado como un pasmarote.

Marrone había caminado despacio mientras los genovesi, midwestern o lo que fueran daban sus primeros pasos vacilantes en el exterior, tosiendo con las manos en la garganta. Se había apartado algo del coche** antes de levantar el revólver y disparar con toda la resolución del mundo. Pero... click, click; el arma se había encasquillado.

Maldiciendo por lo bajo la miró un instante, incrédulo, y volvió apresuradamente a buscar cobertura detrás del coche, mientras golpeaba imprudentemente el revólver con la mano izquierda y se cagaba en todos los putos muertos de la madre de Webley.***

Luigi estaba bien apostado con su escopeta cargada de dos buenos cartuchos y su Lupara igualmente lista colgando a su espalda. Intentó averiguar donde estaba el mecánico, para avisar al resto. De todos modos la escopeta tenia una ventaja sobre los revólveres, abarcaba un área, por tanto esperó a que salieran más de uno, atropelladamente, por la puerta. En ese momento abrió fuego. Realmente estaba colocado como el que va a la feria a tumbar palillitos para conseguir el peluche. justo asomaba la cabeza para apuntar, y los dos brazos para sostener la escopeta.

Si oía un motor, pediría las llaves al tipo que tenia al lado (el conductor de su auto) y saltaría dentro del carro.

Dos pasos atrás y - flap! Enzo coló milagrosamente su segunda botella en la ventana de arriba. - Va, va... le dijo a Filippo reculando ya... al ver al chaval lanzar la última y darse la vuelta, salieron corriendo callejón arriba. Llegó despeinado, con cara de excitación a la esquina derecha donde estaban todos parapetados. Luppo primero, detrás Luigi con una escopeta y otros dos maromos. Joder. No había sitio. Luppo le hizo una indicación mandándolo al otro lado donde esperaba Manetti con otro tipo. Se empezaron a oír ruidos a la espalda. Ostias... reculó quedándose en medio de la calzada medio como un tonto. Se agachó como pudo y saco el revolver del bolsillo al tercer tirón. Empezaban a salir del taller... y de repente PUM. Un disparo su izquierda. Agachó la cabeza... vio a Sal adelantarse junto a un coche y apuntar. Miró al frente... - AACrrrcooffff correteaban como conejos buscando aire - COOOFFcofcof.  Con un ojo cerrado y cruzando a saltitos al otro lado sacó el brazo lateralmente y apretó el gatillo al bulto esperando un milagro... PUM... De inmediato se oyó un quejido - ouggg. Al abrir los ojos, vio a un tipo llevarse las manos a la tripa, doblándose... Enzo dio un par de saltitos torpemente como si no se lo esperara y echó a correr hasta el coche de Manetti, que apoyaba una puta metralleta en el capo. Tenía pensado quedarse detrás del vehículo, sacar la cabeza de vez en cuando y disparar, y por que no decirlo, preferiblemente dedicarse a rematar a cualquiera sin capacidad de devolverle el favor.

Filippo se situó detrás de un bidón asomándose lo imprescindible para disparar. En realidad sabía que no era bueno con el arma. De hecho, sería un milagro que le diese a alguien, pero uno más disparando siempre contaba. Sonrió cuando esos hijos de puta comenzaron a salir medio ahogados y disparó contra ellos sin piedad saliéndose de la cobertura.

Un infierno se desató de pronto en aquel tranquilo callejón. Las balas llovía en una sola dirección y los matones que las recibían intentaron evitarlas como buenamente pudieron, no tardarían en responder con sus propias armas si lograban salir de aquella. El rubio delgaducho al que pudieron identificar como Verocchio se tiró al suelo y rodó de vuelta al taller, parapetándose en la pared de la puerta levadiza del garaje. Otro de los matones se tiró al suelo y cubrió con un cubo de basura que había en la acera. El resto se quedaron como papanatas viendo las balas volar hacia ellos, como conejos en la carretera ante las luces de un coche que va a toda pastilla hacia ellos.

Marrone salió valientemente fuera de la cobertura que le proporcionaba el vehículo en que habían venido. Vio a uno de los matones correr despistado para huir del humo que habían lanzado sus compañeros en el interior y le apuntó con el arma, no le tembló el pulso a la hora de apretar el gatillo. Pero la puñetera bala se fue a quedar atascada en el mecanismo de disparo. Sal lo intentó de nuevo pero no logró liberar el gatillo que se había atascado. Tuvo que volver corriendo a ponerse a cobertura y su oportunidad de disparar a uno pasó.

Luigi disparó con su escopeta pero su tiro tampoco fue una maravilla. La mitad de las postas del cartucho se fueron contra el suelo y la otra mitad perdieron fuerza antes de impactar en nadie. Entre que la distancia más favorable para una escopeta era cuanto más corto mejor, y que Luigi había disparado fatal, su oportunidad también se desaprovechó.

Mejor suerte tuvo Enzo. Disparó y le abrió un agujero en la tripa a uno de los hombres de Verocchio justo cuando este se giraba hacia él confundido. El tipo cayó al suelo y se retorció del dolor, tapándose la herida con una mano y buscando su arma con la otra para devolver el disparo. También fue acertado el tiro que dio el joven Filippo, que a pesar de su juventud estaba demostrando agallas de sobra. Tuvo que haber un milagro, porque su disparo fue terrible, impactando en el pecho del tipo y probablemente perforándole un pulmón para colocarle con pie y medio en el otro barrio.

Gatillo, por su parte, le voló la cabeza a otro de los tipos y lo mandó al otro barrio directamente. Sus hombres no tuvieron tanta fortuna, pues solo lograron herir levemente a uno y llenar de plomo la pared tras la que se escondía Verocchio. Luppo se enfadó y gritó que no dispararan allí y que se encargaran de los demás. Entre tanto, los matones de Chicago que todavía quedaban en pie sacaron sus armas para responder al fuego con fuego.

Filippo se emocionó cuando vio como el disparo entraba limpiamente haciendo que su víctima cayese al suelo. Parecía que le iba cogiendo el tranquillo a aquello. El color se le había subido a la cara y la adrenalina fluía libre por su cuerpo sumiéndolo en un estado de euforia absoluta. Se sentía fuerte y poderoso. Invencible. 

-¡Woooow!

Pegado a Manetti, Enzo vio a Filippo en medio de la jarana. Se había apoyado a un bidón y a duras penas contenía el retroceso del arma pero le debía haber ido bien porque sonrió mirando a los lados y gritando.

Agachado detrás de uno de los coches, apoyado en la rueda, con los zapatos de otro tipo a un palmo de la cara y sudando a pesar del frío. Sal quería calmarse y desencasquillar el arma de una vez, pero los segundos se le hacían minutos y no dejaba de dar golpe iris al tambor del revólver. Por lo menos ahora apuntaba hacia abajo. A su alrededor, la ensalada de tiros estaba desatada.

Luigi Vió como el Verocchio se escondió dentro del taller, ese imbécil iba a morir quemado por los vapores de su mezcla si no salía de allí... Y lo querían vivo... eso era un problema...

"Gatillo", si ese tipo se esconde en medio de esos vapores, no hará falta que le metáis plomo. El solo se matará abrasado por los gases que suelta el cloro... Poco rato es irritante, pero mucho es tóxíco y abrasivo... No contaba que fuera tan tonto... Salvo que se genere algo de corriente y no se haga suficientemente humo, con lo cual, lo tendremos vivito y coleando.

El tipo que cayó herido por Enzo, buscaba frenéticamente su arma, Luigi pensó en apuntar, al pecho como si estuviera cazando una perdiz. Dio varios pasos laterales para pillarle con ángulo y que no pudiera atacarle, salvo que diera la espalda a Enzo... pero calculó si podría llegar corriendo a el, y darle un culatazo que lo dejara inconsciente. En eso era bastante mejor que apretando gatillos, pero al final desestimó la opción. El siempre le decía a su primo que nada de heroicidades... Que se la jugaran los que ganaban mas que él y sabían manejar estos "juguetes". Al fin y al cabo, si tenía suerte podría eliminar al tipo herido, pero el resto podrían freirle a él.

Apuntó y Zum!!!!. Luego saltaría a la protección de uno de los coches.

Esta vez vio como el disparo alcanzaba al hombre caído, Había apuntado al pecho, por aquello de que es la zona más grande y si se desviaba que le acertara en algún punto.

En medio del jaleo, Enzo sacó el brazo al lado de Manetti por un momento. Disparó al bulto, donde un tipo al lado del puerta parecía más despistado que los demás, pero sin esperanza de darle a nada. En cualquier caso, no quedaría como un mequetrefe y las balas había que gastarlas delante de Luppo. Acto seguido volvió a agacharse debajo del capó.

Uno de los hombres de Verocchio que más espabilados habían sido ante la emboscada, aquel que se había tirado al suelo y cubierto tras un cubo de basura, sacó su arma y apuntó a Enzo para dispararle justo cuando éste volvía a colocarse tras la cobertura del vehículo tras haber efectuado un pésimo disparo. Pero al igual que le había pasado a Sal, las prisas hicieron que apretara el gatillo de mala manera y que el arma se encasquillara en el peor momento.

Filippo no contaba conque aquellos botarates pudieran salir de una pieza después de oler los gases tóxicos de Luigi. Bien es sabido que los Bacoli cuando se tiran un cuesco, se lo tiran en condiciones. Sin más apuntó a uno de los maleantes que había desenfundado su arma y le disparó, pero el disparo falló por mucho.