Partida Rol por web

Rápido, tapadle, dejadme ver, debe tener coche y llevará las llaves encima. Vamos a llevarle a su casa, y a pedir protección para nuestras familias. Estos gorilas volverán y esta vez seran ellos los que vendran armados. Julia, sabes bien su dirección?

A ese de ahi, atadlo con el cinto y al maletero... 

Phillipo, has demostrado coraje, pero dime como se lo cuento a tu padre ahora... 

No pienso volver a esta mierda de local, gracias a la ayuda del imbécil del camarero. Cuando vengan a robarle, que se joda. Puto maricón!!!

-Digli che mi sono comportato come un uomo-dijo el joven Filippo a su primo cuando éste mostró preocupación por cómo explicaría a su padre lo sucedido. 

-I benedetti non sono codardi

El muchacho parecía aguantar el dolor bastante bien. 

Julia les explicó que el camarero, al enterarse del follón en el exterior, había cometido la estupidez de llamar a la policía por lo que urgía moverse de allí. A parte de eso, no les dijo mucho más pues al ver el estado de Roberto las lágrimas le inundaron los ojos y sus sollozos fueron ininteligibles. Filippo Caranta, en cambio, se recuperó del puñetazo que le había dejado fuera de combate y fue incorporándose conforme le animaban a hacerlo. Sangraba por la nariz como si tuviera un grifo abierto por el que manaba sangre y escupió unos cuantos dientes al suelo. Cuando fue algo más consciente de la situación y se percató de que Luigi buscaba las llaves del coche empezó a hablar con esfuerzo.

-No... Él no tiene coche, yo sí. Pero no puedo conducir. - Dijo con los dientes completamente rojos. Se llevó la mano ensangrentada con la que intentaba taponarse la herida al bolsillo y sacó las llaves de su vehículo.

El aspecto de Roberto era lamentable, se notaba que le habían atizado a base de bien. Tenía el rostro lleno de heridas e hinchado, la ropa completamente llena de sangre, había perdido la consciencia y respiraba con dificultad, pero respiraba. Era un estado lamentable, y sabían que estaba muy grave y que necesitaría atención médica urgente. Aunque en un principio pensaron en llevarlo a su casa, al examinarlo se dieron cuenta de que debían llevarlo a un hospital de inmediato, pues de lo contrario moriría.

No se que coche tienes pero no creo que quepamos todos. Chicos, Nos podemos ver en mi taller mas tarde, pero vigilad no os sigan, estos malnacidos volverán y vendran armados... Phillipo, deberías ir a casa, Sal puedes acompañarle? Tu madre se muere del disgusto si no regresas de una pieza...

Vale Caranta, trae esas llaves, ya os llevo yo, y toma mi pañuelo. Ponte delante conmigo y vete pensando una excusa vas a dar para explicar en el hospital.. un asalto con robo? lo que sea... No lleveis cosas de valor, que parezca un robo de verdad. A nadie le roban y le dejan un Rolex en la muñeca!!! Lo de la tapicería ya miraré de buscarte una solución... venga presto!!!.

Chicos metamos a Roberto en el asiento de detrás, y tu Julia deberías ir a casa de Roberto, pero supongo que no querrás separarte de el... Lo veo mal, voy directamente al Bellevue Hospital de Nueva York.

Ponle la cabeza en tu regazo para que la tenga un poco mas arriba que el resto del cuerpo y así respirará algo mejor. Deja de llorar ahora, ya habrá tiempo, concéntrate en que no se duerma o se desmaye ok raggatza?

Enzo, alguien debería ir a la casa de Roberto a avisar. Diles que lo han llevado al Bellevue...Creo que eres el mejor para algo así... seguro que les convences de que todo saldrá bien...

La cabeza de Luigi era como un engranaje, no quería dejarse nada al azar. No podía olvidarse de montar todas las piezas si quería que todo andara perfectamente...

A Filippo le gustaría hacer algo más, pero Luigi tenía razón. Así que ayudó a acomodar a Roberto en el coche lo mejor que pudo y luego se fue a casa. 

-No os preocupéis. Puedo llegar solo a casa. Mañana me paso por tu casa ¿de acuerdo Luigi?

En verdad le molestaba tener que retirarse, pero lo hacía con la satisfacción de haber puesto en retirada a aquellos stronzos. No es que él hubiese contribuido mucho, pero había aguantado el tipo. 

Montaron a Roberto en el coche de Caranta como buenamente pudieron y se organizaron siguiendo las instrucciones de Luigi, que había tomado el mando con particular resolución en un momento de máxima tensión, con las sirenas de la policía aullando cada vez más cerca. Caranta se subió al asiento de atrás para ayudar a Julia con Roberto. Sal se colocó en el asiento de delante y Luigi se encargó de conducir. El coche de Fillipo Caranta era un buen vehículo, con buena potencia de motor. Se notaba que su nueva vida el había tratado bien, aunque no fuera capaz de dar un puñetazo en una pelea sin salir con media docena de dientes menos. El mecánico piso a fondo el acelerador, el motor rugió y el coche salió a toda velocidad, derrapó en la esquina y tomó la avenida principal a toda leche.

Se habían ido con tanta prisa y con la mente puesta en el estado de salud del malogrado Roberto, que ni Julia ni Caranta le dijeron a Enzo la dirección donde vivía la familia de Roberto. No obstante, cualquiera de ellos dos podría llamar a la familia una vez en el hospital. Enzo, por tanto, se encargó de acompañar al pequeño Fillipo a su casa, todavía tenía la cara enrojecida de las dos tortas que había recibido por parte del matón al que se había enfrentado, pero por fortuna no era nada que no se fuera al cabo de unas horas.

Una vez en el hospital, unos médicos salieron a recibir al grupo tras responder a los pitidos frenéticos de Luigi en el interior del vehículo. Sal y Caranta sacaron en volandas a Roberto, hasta que un par de fornidos enfermeros llegaron con una camilla y se llevaron al interior del hospital al herido seguidos de Julia que corría para mantenerles el ritmo.

Filippo Caranta se quedó algo rezagado, junto a Sal y Luigi, dejando que los enfermeros y médicos hicieran el trabajo, pues ahora estaba todo en sus manos para salvarle la vida a Roberto. Ellos habían hecho cuanto habían podido, y no se les podía pedir más. Caranta lo sabía, pero aún así les pidió un último favor.

-Gracias, muchachos. De no ser por vosotros... No lo quiero ni pensar. -El pañuelo de Luigi había ayudado a contener la hemorragia, pero el aspecto de Caranta era deplorable. Aún así, comparado con Roberto, Filippo era el guapo de las películas. -¿Os puedo pedir un último favor? Llevaros el coche a otro hospital y dejarlo allí, me temo que los hombres de Maranzano ya conocen el mío y lo estarán buscando. Después de eso podéis iros a casa. Vigilad que nadie os siga, por vuestro bien. No os preocupéis por Roberto, yo me encargaré de avisar a la familia.

Muy bien, pero si hago eso, dudo que vuelvas a ver este coche.

Por un precio adecuado, puedo pintarlo entero y te consigo matrículas. Pero es decisión tuya.

En cualquier caso, si dejo el coche en otro hospital, que hago con las llaves?

Te lo dejaré en el Lenox Hill, si esa es tu decisión. El parque esta cerca y podrás ir a buscarlo con mas chicos.

Filippo entró en su casa despacio y se dirigió a su habitación intentando no despertar a nadie. Con suerte a la mañana siguiente, las marcas le habrían desaparecido de la cara. De lo contrario, tendría que explicar a sus padres lo de la pelea. Le iba a caer una buena...pero estaba convencido de haber hecho lo correcto.

El grupo se separó precipitadamente. Cuando se llevaron a Roberto llegó el primer momento de pausa en la ajetreada velada. Y todavía no habían terminado, les quedaba llevarse el coche. Sal miró a Luigi y a Filippo alternativamente, esperando a que decidieran el destino del vehículo. Mientras, aprovechó para repeinarse. Tenía el traje manchado de sangre de Roberto. Husmeó, estirando el cuello, por un pasillo y otro, y terminó de calmarse.

Luego miró la hora en su reloj. Sonrió tristemente.

-Felici annu nuovu.

-Da igual el coche. - Respondió Caranta con la voz ahogada por el pañuelo. La herida se le había vuelto a abrir ligeramente tras hablar con ellos. -Las llaves... déjalas en la rueda izquierda. Si puedo recuperarlo en unos días lo llevaré a tu taller.- Caranta se dio la vuelta para ir en busca de Roberto pero el comentario de Sal le hizo girarse. Mostró una sonrisa aliviada, y les felicitó también el año. -E grazie. - Añadió de nuevo antes de desaparecer tras las puertas del hospital.

Unos minutos más tarde, Luigi y Sal se bajaban del coche de Filippo Caranta en el aparcamiento del Lenox Hill y caminaban de vuelta hacia el barrio. Había sido una noche de locos y ninguno de ellos esperaba que la cosa se torciera tanto. Afortunadamente había salido bien para ellos, aunque el estado de salud de Roberto era crítico. Aunque lo que prometía una fiesta inolvidable entre los cuatro amigos se había torcido bastante, el ambiente en la calle era festivo y alegre. Varias personas pasaban dando saltos de alegría y riendo mientras ellos regresaban a sus casas. Dando por concluida la fiesta.

A la mañana siguiente, se reunieron en el taller de Luigi. Incluso Filippo logró escaquearse para acudir al taller sin que sus padres le vieran la cara todavía enrojecida. Era Año Nuevo, por lo que no había faena prevista para ese día podían hablar tranquilamente mientras bebían una cerveza y rememoraban lo ocurrido el día anterior. Todos ellos coincidían en que era de esperar que los hombres de Maranzano se vengaran. Se habían cuidado mucho de no desvelar sus identidades, pero sabían que había maneras para averiguar cualquier cosa en el barrio. Si terminaban sabiendo quienes eran ellos, podrían enfrentarse a cualquier tipo de venganza. Habían oído de un tipo que tenía un taller como el de Luigi al que llevaron el coche de Salvatore Maranzano y el pobre infeliz le hizo una minúscula raya en la puerta. El negocio terminó ardiendo y el mecánico en el hospital en coma inducido durante más de un mes. Cuando salió ya no recuperó el habla con normalidad y le perseguía desde entonces una terrible cojera.

Mientras charlaban sentados junto al banco que Luigi tenía junto al elevador, un tipo trajeado con gabardina y el pelo engominado entró al local seguido por otros dos con las mismas pintas de matones que los del día anterior. El engominado miró por todos lados hasta que los vio allí sentados y se dirigió a ellos.

-¿Bacoli?

Filippo no hablaba mucho esta mañana. Seguía bastante frustrado por el resultado de la pelea del día anterior. Pero cuando escuchó una voz desconocida pronunciar el noble de su primo en un tono que le pareció poco amigable se dio la vuelta poniendo la espalda contra la pared y disimuladamente, alcanzó su navaja, escondida bajo su chaqueta. 

Ya que era Luigi el interpelado, dejó que fuese él el que contestase.

Los amigos se habían reunido, la preocupación entre todos ellos era patente. La pelea de Noche Vieja, traería malas consecuencias en el nuevo año... Pero tampoco podían hacer gran cosa, salvo tener todos los sentidos en alerta.

En estas un tipo con presencia acartonada, debido a su traje y los quilos de gomina de su cabeza, entró por el taller mirando y preguntando por su titular...

El taller está cerrado hoy señor, Bacoli no trabaja en Anno Nuovo. Si necesita que le haga una revisione a la tua máquina, mañana por la matina è possibile che lui può vai a prendere la tua macchina.

Quién pregunta por el? Podemos dejarle una nota. 

Enseguida entraron otros dos matones en el taller, no era difícil percatarse que bajo sus gruesas gabardinas cargaban con una Thomson. Ambos andaban de manera extraña debido al arma, que abultaba considerablemente a través de la tela. Cuando repararon mejor en los otros dos que habían entrado antes que ellos, se fijaron que tenían el mismo problema que sus compinches. Sin embargo, el engominado no estaba armado. Al menos aparentemente, era posible que guardara un revolver o una pistola en los anchos bolsillos de su abrigo.

-¿Qué os parece, chicos? - Dijo con una sonrisa irónica. -Dice que Bacoli no está. Pues a mi me da que se le parece bastante, ¿no es verdad, Vinnie? - Uno de los matones que acababa de entrar asintió y señaló a Enzo.

-Y ese es el músico.

-Vero, è vero. - Dijo el engominado sonriendo. -El famoso músico. Entonces no hay duda de que sois vosotros. Pagnotto, Bacoli... y tú debes de ser Marrone. ¿Y el niño?

-El niño también peleó. Dijo que se defendió como un diablo pero que se llevó un par de tortas. - El matón, llamado Vinnie, se permitió sonreír por primera vez, al contrario que el engominado se mantenía serio y respondía maquinalmente.

-Entonces que se quede. - El engominado alzó la cabeza hacia Bacoli. -¿Qué, ya recuerdas mejor dónde está el patrón o no?

Recuerdo lo que he de recordar y cuando quiero recordarlo.

Parece que nos conocéis muy bien... Seamos claros pues...

Para venir a mi casa no hace falta llevar eso tan incomodo que llevan esos armarios roperos, si se viene a hablar, tampoco traéis un coche, y este local no tiene pinta de bar ni burdel, así que si no venís a hablar, entonces terminemos esto de una vez.

Una vez mas, qué queréis? no veo al tipo que salió corriendo ayer, con vosotros, así que deduzco que seréis gente de los Masseria, y si es así, imagino que Phillipo os habrá dado nuestra descripción, porque vosotros tres no estuvisteis en la "fiesta" de ayer. Y si sois amigos de esos fillios de la putana que vinieron a jodernos la Noche Vieja, entonces seguis estando en el lugar equivocado, vuestro sitio debería ser un cementerio y con 3 metros de tierra sobre vosotros.

Muchos huevos hay que tener para venir en fiestas sagradas a molestar en un barrio que no es el tuyo...

Luigi fue acercándose al elevador hidráulico donde tenia un vehiculo a medias de arreglar... Si las cosas se torcían, daría un rápido toque al botón de descenso para que aquello bajara y pillara a alguno de los visitantes, pues aun no tenia claro que hacían allí y que querían... Ese era SU SANTUARIO.

Se notaba que Salvatore apenas había dormido en sus amplias ojeras y en el tono ceniciento de su rostro. No ayudaba a mejorar su facha. Al llegar se había apartado la chaqueta para mostrar a los demás que llevaba pistola, lo que desde luego contribuía a que estuviera más tranquilo. Por lo demás no abrió la boca, y cuando llegaron esos tipos siguió callado, algo más encarado, y quiero, muy quiero, como si no moviéndose pudiera pasar por invisible.

El engominado sonrió de modo peligroso ante las palabras de Luigi. No parecía gustarle nada la actitud que mostraba el mecánico e iba a abrir la boca para reprochárselo cuando un hombre más hizo su aparición en el atestado taller. Se trataba de un hombre de unos cuarenta años, baja estatura y algo obeso, con las facciones rudas, duras y rígidas. Su aspecto era el de un rico capo de la vieja Sicilia, aunque vestía con un traje cruzado de la época y de color blanco, con una rosa roja colocada en un ojal de la americana, un abrigo del mismo color que el traje colgando sobre los hombros y cubriendo su cabeza con un sombrero. Su sola presencia hizo que todos se tensaran de inmediato, el respeto que aquel hombre emanaba era serio y profundo.

-Vai, vai. Salvatore, che tipo di maniere sono queste? - Le preguntó al engominado gesticulando con las manos ostensiblemente. -Sono loro o no?

El engominado asintió bajando la cabeza y guardó silencio. El tipo de blanco hizo un gesto con el brazo, como mostrando hartazgo, y se giró hacia ellos con una sonrisa amable y paternal. No necesitaba presentación, todos los presentes conocían a Giuseppe The Boss Masseria. El mismísimo capo de la familia Genovese en persona, allí en el taller de Luigi el día de Año Nuevo, nada menos. 

-Ah, disculpad la brusquedad de mis muchachos. Los tipos de Maranzano andan por todos lados y no respetan las viejas costumbres sicilianas. - Joe The Boss hablaba con un tono pausado y frío, dominado por una voz rasgada.

-Mi querida Julia - continuó sin dilación - me ha informado de que es a ustedes a quien debo agradecer que mi Roberto llegara al hospital con vida, ¿vero? No les vi anoche en el hospital, pero es mi deber agradecerles lo que hicieron por Roberto. Les estoy profundamente agradecido. - Debía ser muy inusual que un hombre de la posición de Joe Masseria se dirigiera hacia el taller en persona para agradecerles repetidas veces lo que hicieron. Roberto debía ser muy importante para The Boss. Masseria se había quitado el sombrero y lo colocó en el pecho, junto al corazón, cuando les dirigió aquellas últimas palabras.

Filippo estaba nervioso ante la presencia amenazadora de los matones, pero cuando de entre ellos surgió Joe Maseria se quedó de piedra. ¿Joe Maseria allí?¿En el taller de Luigi Bacoli? ¿Dirigíendose directamente a ellos? 

Prefirió dejar que fuese Luigi el que llevase la voz cantante. Por su parte, con la misma discreción que había sacado su navaja, la guardó. 

Los "gorilas" no estaban acostumbrados a que alguien no les tuviera miedo, al parecer es lo que ellos entendían como "respeto", pero aquella no era su casa, era la de Bacoli, y las palabras duras y directas del italo-americano no parecieron encajarlas bien. Otra vez, como por la noche, se podía cortar el aire del ambiente.

De pronto entró en escena un hombre conocido por todos. Respetuoso, amable, elegante... El mismísimo Don Giusseppe Masseria. No eran necesarias las presentaciones.

El hombre tuvo unas palabras con sus "guardaespaldas", poniéndolos en su sitio, aunque Luigi sabía que con ese hombre si debía medir su tono... Además, el hombre había sido más que correcto, aunque pudiera hacer lo que le viniera en gana, lo cual era de agradecer.

Luigi, rápidamente, apagó el pitillo que se estaba fumando, cogió un trapo limpio y se adecentó las manos, aunque no hizo ademán de estrechar la del Don, y si este se la tendía antes de tocarle se disculparía mostrando su estado, para que el hombre pudiera retirarse, sin que  pareciera un feo de Luigi.

Un honor recibirle en mi humilde taller Don Giusseppe, de saber de su visita, hubiéramos adecentado este lugar.

Fare molta attenzione a non macchiare di grasso, perfavore...

Agradecemos el detalle inmenso de su visita para darnos las gracias, pero hicimos lo que debíamos hacer. In il nostro quartiere non permettiamo loro di attaccarci. Y menos 3 a uno... mmm Julia, si claro. 

E come sta lei e soprattutto suo figlio?

Solo al idiota del camarero del local se le ocurrió llamar a la policía. No tuvimos tiempo de mucho y decidimos llevar a Roberto a un buen hospital y alejar el coche para que los hombres de Maranzano no le detectaran. Su estado era tal que creímos mejor ir al Hospital que llevarlo directamente a la sua casa. Y otros llevaron al valiente de mi primo a casa para evitar disgustos a la sua mamma. Philippo è molto piccolo ma coraggioso.

Y con un ademan de cabeza hizo una señas de quien era.

En que podemos servirle signore?