Partida Rol por web

Anacteia baja por la escalera de proa, haciéndolo ver a sus compañeros. Una vez abajo, con disimulo, echa un vistazo a las habitaciones 8, 4 y 5. Si las puertas están cerradas, primero tratará de oír si hay sonidos dentro y escuchará. Si las puertas están cerradas con llave las dejará para más adelante y pasará a otra habitación. De todos modos realiza una ronda lenta por la planta inferior, en primer lugar, para ver que todo está en orden. En aquellos lugares que sean públicos (comedor, sala de hamacas y bodega de carga) se permitirá entrar y observar con detenimiento. En el resto tratará de ser lo más rápida posible, procurando pasar desapercibida.

Finalmente, hace una breve visita en cocina, saludando. Posteriormente, si no ve ni oye nada anómalo, subiría a cubierta, con otros dos hechizos de Mensaje les informaría que baja a la sentina y luego bajaría al fondo de la nave a vigilar que no se hacen cosas extrañas, como agujeros en el casco del barco y esas cosas.

Tras un vistazo en la planta de abajo, te decides a ir a las habitaciones de las que no conoces su uso. La primera que encuentras, siguiendo a la bodega, está abierta. Sin problemas, abres la puerta y ves quesolo hay fregonas y utensilios sin interés. Lo que te llama la atención de verdad es ver que la habitación es extremadamente pequeña. Al fondo de la misma, no descubres puerta ni cerradura alguna, aunque podría ser un habitáculo oculto, pero el acceso desde esta sala es imposible.

La siguiente habitación, en la esquina, también está entreabierta. Pasas disimuladamente y puedes ver a una mestiza semiorca. Te resulta extraño, pues hasta ahora no habías visto a esa marinera. Te descubre por el pasillo y te grita.

- ¡¿Qué estás mirando?! ¡Largo de aquí! - Te espeta, dando un portazo a la puerta.

Por último, la habitación junto a las escaleras, la de más abajo, está cerrada con llave y la puerta es mucho más robusta que el resto.

Anacteia, tras sus descubrimientos, no intenta abrir la puerta cerrada sin pegar la oreja en ella, tratando de escuchar algo al otro lado. Si de todas las habitaciones que existen en la nave, esa es la única con cerradura, sin duda se tratará la del capitán. Por ello no ve necesidad de intentar entrar en ella a no ser que oiga algo sospechoso tras ella.

Lo de la semiorca oculta en la habitación sí que resultaba llamativo. Oculta, pues nunca la ha visto ni en cubierta ni en el comedor*, pudiera ser una polizón o sencillamente es que no era una marinera y su presencia allí iba desde lo sospechoso a lo discreto.

Finalmente quedaba la habitación donde se depositaba los materiales de limpieza**. Y poco más que rascar. Nada especialmente anómalo. ¿O puede que sí?

La hechicera pretendió subir arriba, pero antes decidió disipar una última duda. Se acercó a la puerta donde vio a la semiorca y llamó a su puerta.

Tras pegar la oreja en la puerta con cerradura te das cuenta de que solo oyes los crujidos propios de barco, nada mas. No te parece que haya nadie dentro.

Cuando llamas a la puerta de la semiorca, esta abre una rendija y te mira con desprecio.

- ¿Que quieres? Deja de molestar o se lo diré al capitán. 

- Oh, disculpa. No era mi intención molestar. Sencillamente no habíamos coincidido todos estos días y deseaba presentarme. Soy Anacteia - se presentó educadamente, tratando de suavizar la situación.

- Pues muy bien. Avísame cuando cuando traigas dinero. - Te cierra de un portazo otra vez.

- Toc, toc, toc - volvió a llamar a la puerta de la semiorca, entendiendo de que iba el asunto. Cuando la piel verde volvió a abrir furibunda la puerta se le adelantó.

- Tengo algo ¿Cuanto cobras?

En seguida se abrió la puerta y al oír tus palabras la semiorca cambió su semblante serio. Sacó la cabeza al pasillo y viendo que nadie miraba tiró de ti hacia dentro de la sala y cerró la puerta nuevamente.

- Esta bien, está bien. Son tres monedas de oro por las cartas y cinco por los huesos. Pero todos prefieren los huesos. Siéntate en esa silla, ahora mismo empezamos.

Al momento, la mestiza se da la vuelta, dándote la espalda, y comienza a rebuscar en unos cajones de la comida que hay junto a un pequeño sillón. La silla que te ha ofrecido está en una mesa redonda frente a otra. Hay una estantería con libros y objetos decorativos. Además, al otro lado hay un biombo hecho con troncos de bambú que dejan ver en parte un camastro rodeado de telas.

Grundar se acaba el cochinillo con un sonoro BLURRRRRP, mientras se limpia con la muñeca la boca. - Grundar subir a revisar el velamen, vosotros mirar que Anacteia no meterse en problemas.

El semiorco sube a la cubierta y trepar mientras va revisando las velas los mastiles y su estado.

Anacteia tomó asiento, sacó cinco monedas de oro y esperó a que la mujer le echara los huesos. Resultaba algo interesante e incluso divertido que alguien le leyera la fortuna. No es que creyese demasiado en esas cosas, no viniendo de una marinera. Aunque tal vez fuese algo más de lo que aparentaba y no una simple sacadineros. Fuera como fuese, esperó pacientemente y así poder anotar una nueva experiencia en su haber.

Una semiorca leyéndome el futuro. No está mal.

Mientras tomas asiento, la semiorca deja caer de una bolsa varias huesecillos y trozos de piedras encima de la mesa, protegida por un mantel verde.

- Muy bien, empecemos. - Dice tras coger tus 5 monedas de oro.

La mestiza se concentra y comienza a mover las manos y los huesecillos por la mesa, dándose cierto aire de pitonisa, al parecer.

- ¿Mmmm? Vaya, parece que tu destino no es ser marinera, ni mucho menos... Estás aquí por una búsqueda... Si, andas buscando algo y en tu búsqueda te siguen otros... Un mal ancestral se encuentra al final de tu destino... Ten cuidado, si sigues ese camino podrías correr mucho peligro... - Comenta la supuesta pitonisa.

Junto con su advertencia te relata varios chascarrillos propios de pitonisas, acertando los más fáciles porque se ve a la legua con solo mirarte. A todo esto, añade su predicción de amor, en la que te explica que alguien cercano a ti está locamente enamorado de ti, aunque lo finge muy bien.

Anacteia enarcó una ceja, realizando una mueca de insatisfacción. La verdad es que esperaba algo más, pero al menos algo había acertado. Pero eso era todo: había acertado cosas que ella ya sabía, sin decirle nada específicamente nuevo. Bueno, tal vez una cosa nueva sí que había. El tema del amor secreto.

Posiblemente la adivina se lo había inventado, pero la hechicera decidió recrearse en la idea de que pudiera ser cierto.

Entonces... ¿Quién podría ser? ¿Alguien cercano? ¿Se refiere cercano en distancia o cercano en relación? Si fuese este último supuesto, solo podría ser Shaun o Grundar... Menuda perspectiva, pensó. 

Sin tener bien claro a quien prefería, si tuviera que elegir, la joven abandonó el camarote y subió a cubierta sin haber descubierto nada nuevo que revelase pistas sobre un saboteador. O al menos no las había apreciado.

En su mente lo único nuevo que había adquirido era la presencia de esa mujer. Si era una pitonisa real, no hacía mal su trabajo. Si era una impostora, después de relatarle algo que solo el grupo debía conocer, sin duda algo podía saber sobre la misión y eso la hacía sospechosa.

Anacteia apareció por la escalera de proa y caminó por la cubierta, saludando a sus compañeros. Con un gesto los invitó a acercarse a ella.

- He mirado por abajo, la zona de camarotes, y no he visto nada sospechoso. A excepción de una sala cerrada con llave, posiblemente la del capitán, otra sala donde se guardan productos de limpieza y parece haber sido recortada conscientemente para dar mayor amplitud a la sala cerrada y un último camarote, donde he encontrado a una mujer semiorca. Se hace pasar por adivina, no sale de su sala y no recibe a no ser que se vaya con dinero - informó -. Esta mujer o es una adivina con cierto poder real o es una charlatana que me ha dicho ciertas cosas para impresionar. El caso es que muchas eran ciertas y tenían que ver con nuestros motivos de viaje - explicó a donde quería llegar -. Por tanto o algo adivina... o algo sabía con antelación - terminó por deducir la hechicera.

- Y eso es todo. ¿Vosotros que tal?

El "otro" mestizo del grupo miró a Anacteia pensativo mientras comunicaba sus averiguaciones. Tanto pensó que para no reventar habló.

- Aaahhh. Ir a ver a Todoska. Todoska ver futuro en huesos y leer fortuna en mano. Muy amiga capitán. A veces dormir en mismo camarote. Ella no trabaja, solo leer futuro y fortuna.

Tras oír lo de la supuesta habitación secreta, decide intervenir.

- ¿Por qué no preguntar al capitán? Seguro el saber... Ahí venir capitán... - Y el capitán os saluda con la cabeza y se sienta a comer.

Tras tu revisión en el velamen y los mástiles, no encuentras nada de interés. Incluso compruebas el carajo por si alguien se esconde allí, pero nada de nada.

La hechicera asintió ante la simple propuesta de Froug: preguntárselo al capitán. Pero una cosa era buscar un saboteador y otra hablarle sobre modificaciones en su nave o compartimentos secretos en su camarote, donde Brok tendría algo oculto. No veía la relación entre lo uno y lo otro. Aun así siempre se podía tantear, a ver que salía.

La joven se levantó de su lugar y se sentó junto al recién llegado "Colmillo partido".

- Buenos días, capitán - le saludó con voz suave, sin hablar alto -. Debo admitir que hoy me he dedicado a conocer mejor vuestra nave y a sus tripulantes, en aras de encontrar indicios de quien ha comenzado a sabotear vuestro barco - comenzó a explicar en voz cada vez más baja, cubierta por el abundante parloteo de los comensales -. Así he podido conocer las salas junto a la escalera de proa, a Todoska... y a la modificación de la sala de limpiezas para dar mayor... "espacio"... a vuestro camarote. No os lo toméis a mal, capitán. Solo me gustaría saber si lo que hay en ese "espacio" puede explicar el porqué de los desperfectos ex profesos en vuestra nave, o nada tiene que ver - terminó por decirle casi en susurros.

Grundar iba a abrir la boca para informar a sus compañeros de sus hayazgos pero guardó silencio al ver que Anacteia interpelaba directamente al capitan.

Para no decir nada util, mejor callarte Grundar, pensó el semiroco mientras esperaba la respuesta del capitan