Partida Rol por web

Cuando el trabajador del puente miró las botas de vino y propuso compartir sus viandas con nosotros me afané en asentir. De buen grado compartí unos tragos de mi vino mientras saboreaba algo de cecina y pan, que si bien estaba duro, más valía eso que nada.

Echas un vistazo a la obra del puente, pero nada extraño adviertes entre tanta polea, tablón y andamio.

Echas un vistazo a la obra del puente, pero nada extraño adviertes entre tanta polea, tablón y andamio.

El trabajador del puente contesta algo que había ignorado previamente, cuando su mirada se cruza con la de Lázaro, quien observa la obra.

-¡Ah, disculpas, granadino! Olvidé contestaros. El maestro alarife*, claro, claro, el buen Gabriel Torralbes. Un omne recio, ¿Saben? -los efectos del vino eran cada vez más notables en el obrero- Se conoce que fue cantero antes que alarife. También es omne importante, pues recibió el encargo por boca del mismísimo arzobispo. Si desean fablar con él, enseguida indícoles dónde se encuentra, mas atreviéreme a asegurarles desde ya que nuestra plantilla está completa. Si desean fablar con él aun así, háganmelo saber.

Viendo lo que el vino de mi región hacía en el hombre, me levanté y disimuladamente, tomé mi pellejo fingiendo beber, para quedármelo. Me apetecía que ese hombre tuviera la lengua larga, pero no que se aturullase.

- Y bien hermano- Continué hablando mientras tomaba un poco más de cecina. Puedo preguntar que le añadís a esta carne para que tenga este gusto...... no se como describirlo, pero es agradable. Seguro que se trata de una vieja receta pasada de padres a hijos verdad? La hace vuestra señora, o quizás sois vos quien elabora aquestos manjares?

Preguntaba mientras intentaba ganarme un poco su confianza.

-Tendrá que preguntarle a Alfonso, el carnicero judío de la plaza, que es a quien compro las viandas -dice el trabajador, de quien ni siquiera el nombre que su madre le puso conocéis, ahora algo más serio tras ser despojado del pellejo de vino. Enseguida se pone en pie y empieza a estirarse de forma no muy educada-. Ha sido un placer, señores, mas me temo que mi descanso ha llegado a su fin. Gabriel me tiene en estima, pero no me dará un solo maravedí si me ve aquí sentado fablando con ustedes. ¿Quieren que les indique dónde encontrar al alarife antes de marcharme, o no?

Miré el puente sobre el que hablaba el trabajador mientras escuchaba su historia. El vino que le aclaraba el gaznate hacía efecto y contaba posiblemente más de lo que hubiera hecho en otras condiciones. Al serle retirado decidió concluir su tiempo con nosotros y volver a sus quehaceres.

-Por supuesto, si sos tan gentil nos agradaría conocer al alarife.

- Sea pues. - Contesté a aquel jornalero bebedor de vino. Aunque el alarife no necesitara nuevas manos para tamaña obra, siempre sería bueno ir conociendo a las gentes en aquella ciudad. - Hay que tener amigos hasta en el infierno. - Recordé aquella frase que siempre decía mi padre.

Mientras caminabamos en busca del tal Gabriel me maravillaba con la arquitectura de aquella imponente ciudad. Hombre poderoso debiera ser el Arzobispo, ya que si andaba por encima de nobles y gremios, sólo el rey estaría por encima de sus mandatos en tan importante ciudad castellana.

Adso asintió. No pensaba ni por un momento subirse a un andamio o trabajar la dura piedra, pero igual le otorgaba algún trabajo que pudiera realizar. Sobre todo visto el montante de dinero que poseía en estos momento.

- Venga pues- convino con sus compañeros.

Que así sea, caminemos un poco más. - exhala de forma brusca. - Bueno, -Paso al frente el joven gira su cabeza a los compañeros de viaje y abre una vez más su boca intentando dar conversación al grupo - Las gentes de esta región son muy amables, ¿No os parece?

El hombre os indica que Gabriel se encuentra al otro lado de la torre albarrana que da acceso al puente, dirigiendo el alzado de unas dovelas, nada más pasarla, y se marcha para continuar su trabajo.. O lo que pudiere hacer en esas condiciones.

Efectivamente, nada más cruzar encontráis al fácilmente reconocible alarife dirigiendo a unos canteros que, mediante cuerdas y poleas, se encuentran alzando unas pesadas dovelas de piedra desde el mismo cauce del río Tajo. Antes de que os de tiempo siquiera a abrir la boca, el alarife hace un gesto para que os calléis, sin ni siquiera dirigíos la mirada.

Una vez termina el trabajo de alzado, se da la vuelta para echaros un vistazo, y vosotros a él. Es efectivamente un hombre recio y duro, con la piel curtida por el trabajo al aire libre y las manos encallecidas (ahora entendéis aquello que dijo el trabajador de que se dedicase a la cantería antes de llegar a ser alarife).

-Buenos días dénos el Señor. Gabriel Torralbes es mi nombre, ¿en qué puedo ayudarles?

Mientras espero atónito la entrevista de trabajo de mis compañeros de viaje, permanezco mirando a mi derredor. En verdad iban a trabajar en la construcción del puente? Me repetía mentalmente.

Gabriel Torralbes no tenía la simpatía del anterior trabajador. Daba la sensación de ser un hombre que iba al grano y no perdería el tiempo en conversaciones poco productivas para él. Esperé a que Lázaro respondiese, puesto que él fue el interesado en saber si esta obra necesitaba de más manos. Mi intención no era quedarme aquí a trabajar, pero según viera el talante del hombre y sus respuestas, lanzaría o no una propuesta.

A mis compañeros no les hacía gracia trabajar la dura piedra con sus propias manos. Podía verlo en la expresión de sus rostros y en sus andares pesados camino a ver al alarife. Yo por otra parte, y aunque aquella no era mi especialidad, no hacía nunca ascos a un puñado de maravedíes que pudiera ganar desempeñando cualquier tarea.

- ¡Con Dios! - Saludé al capataz. - Non robaremosle tiempo en demasía maese alarife, pues vemos que ocupado en importante tarea anda. - Me dirigí al tal Torralbes con toda la educación que mi incultura me permitía. - Solo queríamos conocer a tan insigne maestro al mando de aquesta importante obra. Más decirle, que si necesitara nuevas et fuertes manos, sepa que aquí puede disponer de algunas. - Dicho aquello pretendía dejar una puerta abierta con el maestro cantero. Si bien es cierto que ni si quiera esperaba respuesta en aquel mismo momento, tenía la esperanza de que en un futuro ese pequeño contacto pudiera serme útil.

Yo de momento me limito a escuchar la conversación. Mientras tanto, no postearé hasta que acabe.

-Non necesitamos más manos aquí, mozárabe. Perfectamente marchan las obras del puente como pueden comprobar. Aunque bueno, quizá no sea algo tan evidente para alguien ajeno al mundo de las construcción.

Gabriel es un hombre educado, y a pesar de estas últimas palabras (quizá un tanto prepotentes por su parte), su tono es cortés y educado en todo momento. En ningún momento pretende faltaros al respeto.