Partida Rol por web

-¡Roldán! ¿Qué demonios está pasando?

No alcanzaba a entender qué había sucedido allí, ¿qué hacía un judío colgando? ¿Y ese montón de tierra? ¿Dónde demonios había llevado Leví a María? Al menos Roldán le había conseguido reducir, o eso parecía, pero a la chica no se la veía por ninguna parte.

Los bramidos de aquella bestia en el exterior me helaban la sangre, mientras mi cabeza seguía aún algo atolondrada por el mareo. La daga en mi mano temblaba mientras el sudor recorría mi frente.

Esperé la respuesta de mi compañero en aquella tensa situación y preferí no mencionar el asunto de Severo, del que supuse que el aragonés ya estaba al tanto.

Alegreme de ver una cara amiga, el joven Tristán había aperecido. Temía, et mucho, por la su vida, pues aquesta pendencia habíasenos ido de madre, et sucedieron cosas que nunca debieron ser.

Agarré al mal nacido de Leví por sus sucios pelos et púsele mi viejo coltell en el pescuezo; - !Fabla malnacido¡ ¡¿Donde está la moza et como finiquitamos al pétreo ente?! ¡Fabla o aqueste será tu fin!. - Et fize presión con el filo, cortándo aquella sucia piel dándole a entender al judío que non andaba yo para bromas.

- ¡Agarra las cuerdas del muerto Tristán!, quizá hagannos falta para amarrar a aqueste desgraciao. - Díxele a mi compañero mientras esperaba la respuesta del viejo cuervo...
 

Obedecí al aragonés sin quitar ojo a la situación, no fuera que el judío se le revolviera o que Roldán se pasase y acabase degollándole en el sitio. Bajé el cadáver colgante y recogí la cuerda mientras el aragonés se ocupaba de presionar al Leví. 

¡¡¡Ugghh...!!! El tipo mantenía la barbilla en alto, mientras estaba arrodillado. Ese alguacil parecía dispuesto a lo que fuera por Sarah, o María o quien buscase...

Arriba... ugh... por la escalera... -acertó a decir-.

Al fondo de la ermita (justo en el extremo opuesto por donde yacía el monje colgado, había una pequeña escalera, como de caracol, muy arruinada también. No la vísteis al entrar, pues tan oculta estaba por la oscuridad que incluso nada más confesarlo Leví y mirar al lado que señalaba, creíais que era falsedad; pero no... Allí había un pequeño acceso que parecía subir a lo que un día fue un pequeño coro en las altuars, dentro de la ermita.

Tristán, por su parte, descolgó al judío y tomó su cuerda.

Claro que, fuera, la batalla continuaba, varios tremendos estruendos nuevos se sucedieron: dos "BRRRRUMM", bastante seguidos, y luego calma... aunque tras unos segundos, pareciera que una casa se viniera abajo, pues una tercera sacudida fue aún más brutal y sonora que las primeras, acompañadas de los alaridos del ente (reconocible fácilmente)...

-Felip non aguantará mucho ahí fuera... Debemos darnos prisa. Roldán, retén bien a aqueste viejo despreciable, que yo subiré en busca de María.

Me dirigí con premura para subir, y me detuve justo antes de iniciar mi ascenso, volviéndome para decir unas (era probable, por qué negarlo) últimas palabras a mi buen amigo y compañero Roldán.

-Probablemente sea una trampa, pero es nuestra última oportunidad et nuestra única esperanza de encontrarla con vida. Si hay problemas, gritaré con todas mis fuerzas: degüella al desgraciado et sal de aquí llevando a Fernando si pudieres, que creo que aún sigue con vida.

Y subí entonces, sin saber qué podría encontrar allí arriba.

Asentíle al muchacho mientras mantenía la presión de mi filo contra el cuello del judío...

Subiste arriba, tomando la pequeña escalera de caracol, llena de maltrechos escalones, que ascendía hasta lo que quedaba de coro. Una vez arríba, ninguna sorpres hubo, sino tan sólo víste el cuerpo de una muchacha tumbado: era María. Fuiste hacia ella con premura, y te diste cuenta que seguí viva, maniatada a las espaldas y en tobillos (así como una soga por su boca), pero viva. Tras desatarla con tus filos, la muchacha se alegró de verte, y estaba visiblemente asustada.

¡Tristán! -y se alegró de no verte entre dos judíos de malas intenciones, tal que antes... ¡Mi padre me trajo aquí! -apuntó-. Acto seguido, bajásteis ambos por la misma escalinata, tu ayudando a la joven, que seguía algo impresionada.

Tristán subió por la escalera hacia el coro, y en pocos minutos volvió con la joven María, viniendo de su propio pie, aunque con marcas por los brazos de haber sido llevada de un lado a otro por la fuerza.

¡Padre! -y María miró a Roldán cómo le tenía a su merced; y lo que le separaba de la muerte a su progenitor era la clemencia o piedad del alguacil "Aragonés" para con él, más bien de su filo para con su cuello-. ¡Qué has hecho! ¿¡Dónde está Fernando!?

La muchacha parecía no saber dónde se encontraba su amado.

-Está ahí fuera, inconsciente y en peligro. Una bestia hecha de pura roca ha matado a Severo y, si no lo ha hecho ya, pronto acabará también con Felip...

Desde luego, la delicadeza no era mi fuerte, pero no me arrepentí de mis palabras. María debía saber la dura verdad para poder hacer entrar a su padre en razón para que acabara con aquella cosa de ahí fuera.

Si la amenaza de muerte por parte de Roldán y las súplicas de su hija no eran suficientes, nada haría entrar en razón a aquel demente.

- Muchacha, fazed que aqueste vuestro padre entre en razón. Non quedanos tiempo en demasía, et mi paciencia es al igual limitada. - Díxele a la moza con total sinceridad.

No lo hará... -dijo contundentemente María mientras miraba a su padre en aquel estado y situación-. No podré entrarlo en razón*, mas... por favor, ¡apiádate de él Roldán! -te suplicaba-, ¡No llegues hasta el final!

Entendí que María sintiese lástima por su padre: incluso después de todas sus fechorías, seguía siendo el hombre que le dio la vida y la crió. Aun así, esperaba que hubiese insistido un poco más en intentar convencerle...
 

En ese momento de tensión, lo único que os sacaba de vuestro asombro y excitación no eran sino los rugidos del ente de piedra, que seguía mano a mano contra Felip...

- Traed la soga Tristán, ¡rápido!. Atad a aqueste desgraciado, pues por la su hija perdonarele la vida. - Miré en derredor, en busca de más judíos, más non viendo nada más añadí;

- María, en vos recae agora la tarea de salvar a Fernando, pues Tristán et yo distraeremos a la criatura. Aprovechad bien el tiempo, pues non vos garantizo de haber mucho. Arrastrad a vuestro amado bien lejos de aquí. - Et miré a Tristan; - Muchacho, eres valiente, non lo dudo, mas agora viene la prueba final. Atemos bien al judío, et llevemosle ante el golem. -

Intrígame cual será la reacción del pétreo al verlo. Quizá ganemos suficiente tiempo para que María ponga a salvo a Fernando. - Et encomendé la mia alma a la virgencita... - Prepara bien esas piernas muchacho, que habemos de moverlas bien para evitar el enorme puño de piedra. -

Mientras que Roldán miraba a un lado y a otro, María se alegraba de que el alguacil entrara en razón, pues no era sino un servidor de la Justicia, y era la tal quien debía llevar a la horca, si así debía ser, al tal Leví. Tristán trajo un poco de cuerda del otro judío ahorcado, y Roldán le ató las manos a la espalda fuertemente, sin posibilidad de huida. Fue entonces cuando con suma cautela (habiendo bien entendido la muchacha lo que tenía que hacer con su querido Fernando), salieron los cuatro de allí, por la puert lateral por la que habían accedido al interior.

Nada más salir de allí, aparecieron en escena Roldán, Tristán, María y Daniel Leví (el cual estaba maniatado a la espalda) y era llevado por Roldán, como a empujones, al lugar de la batalla. En el sitio, seguía la lucha, pero con una particularidad muy especial: el ente de piedra estaba caído en el suelo; os fijásteis que le faltaba una pierna, y allí donde debía pisar la planta de su tremendo pie había como un montoncito de polvo...

Por ello era que el ser estaba tendido en el suelo, como un herido de guerra que se arrastra cuando su pierna había sido seccionada... Por otro lado, estaba frente a la bestia Felip, pero ya no tenía cogida su ballesta o su lanza, sino el hacha de Severo, cuyo cuerpo seguía alli, que su alma ya debía haber subido a los Cielos...

¡Oh! ¡Al fin! -dijo de forma aliviada Felip al veros aparecer-. El tipo andaba creyendo que ya moriría, más se le veía sonriendo, si un se fijaba bien... ¡Su pierna! -intentaba explicaros con balbuceos-, ¡des... desapareció! ¡La corté... y... y!

-¡Joder, Felip, buen trabajo! -grité, sorprendido ante la pericia del zagal- ¡Roldán, debemos aprovechar que está caído para rematarle, que sabe Dios si aquesta misteriosa criatura pudiere regenear sus miembros como si de la cola de una lagartija se tratase! ¡Puede que este sea el golpe de suerte que necesitamos para salir de aquí con vida! ¡Duro y a la cabeza!

La renovada y ventajosa situación me subió el ánimo, y apartó las nubes de desesperación que provoca la inminente muerte que hasta hacía unos instantes atormentaban mi psique. Aún con la daga en la mano, asentí a Roldán con la cabeza y me lancé directo al ente, dispuesto a acabar con él.

Felip, movido por la euforia de Tristán, empuñó con fuerza de nuevo el hacha del caído Severo...