Partida Rol por web

Investiga la leyenda I - Un inicio de leyenda

El urco

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31/03/2017, 05:54
Equidna - Narradora

Sales de tu escondite cuando ves que Jaime deja a un lado la pala y, con los brazos en jarras, observa atento el agujero que ha hecho en el suelo.

Como ya no necesitas estar oculto, no te molestas en esconder el sonido de tus pasos y él gira la cabeza inmediatamente. Primero te mira a ti con cara de extrañeza y después se fija en la pistola. Se queda rígido en el sitio mientras tú hablas.

Te acercas hasta el agujero mientras escuchas su respuesta, su explicación, que en el fondo, no son más que balbuceos. Pero sólo te acercas, porque no quieres quitarle la vista de encima.

-Yo... supuse que estaba aquí... Yo también había oído algunos rumores y pensé que era mejor venir a comprobarlo para que mañana pudiéramos venir ya directamente al lugar ¿sabes? Así podríamos encontrarla más rápido...- te dice él. Pero está claro que ni él se cree su propia mentira.

Ahora sí te asomas al agujero, comprobando por el rabillo del ojo, con movimientos rápidos que Jaime no hace nada extraño. Sólo con la luz de la luna no se ve gran cosa aparte de un agujero enorme, pero cuando enfocas con la linterna puedes apreciar que entre la tierra del fondo sobresalen unos dedos. Aún no la había desenterrado del todo. Probablemente Jaime no ha querido cavar más porque la pala podría haber abierto el cadáver y él mancharse al sacarlo para moverlo de sitio.

-Quiero un abogado- escuchas que dice, aún sin moverse. En el fondo Jaime a lo mejor resulta que no es gilipollas -No pienso decir nada más si no hay uno presente. Conozco mis derechos-

A ti, ahora, ya te da igual que hable o que no. Lo que tienes delante te da pie a conseguir una orden judicial para registrar su casa, su coche y cualquier otro sitio. Seguro que encuentras más pruebas

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31/03/2017, 22:31
Antonio Juez Castillo

He visto ya unos cuantos cadáveres en mi vida y ver unos dedos saliendo de la tierra recién excavada no es algo que me impresiona. Pero si algo que me enoja, que me enfada hasta querer partir todos y cada uno de los huesos de esa sanguijuela que tengo enfrente y que no hay duda es un asesino. Alguien que no ha dudado en apagar fríamente una vida inocente. Inocente y joven. Nadie merece morir a manos de otro, pero aún duele más sabiendo que la persona asesinada tenía mucha vida por delante y muchas ganas de vivirla. No tengo duda alguna. Delante de mi, tapada por varios centímetros de tierra, se encuentra Laura. Una mujer con ilusiones y sueños, con todas las posibilidades del mundo abiertas ante si, y que tuvo la mala suerte de cruzarse en el camino de un ser rastrero y miserable que ponía su propia fortuna y bienestar ante los demás.

Todos estos pensamientos pasan por mi cabeza muy despacio, mientras escucho los balbuceos y las excusas de Jaime y tengo que luchar para mantener la pistola apuntando al suelo, luchar contra mis impulsos de volarle la cabeza aquí mismo. Pero eso no sería justo. Actuando así no me diferenciaría de los asesinos a los que persigo. Me convertiría en uno de ellos. Creo en la justicia como uno de los pilares en los que se basa la sociedad libre en la que viví os y estoy orgulloso de poder contribuir a ella con mi trabajo. Así y todo apenas puedo contener mi repulsa hacia la persona que tengo delante y que se escuda cobardemente detrás de unos derechos de los que él mismo privó a sus víctimas.

 – Sí, Jaime. Cierra esa bocaza y ahórrame tus lamentos y tus mentiras. Ya habrá tiempo para que des explicaciones. – Casi escupo las palabras, expulsando así parte de la ira que recorre mi cuerpo – Ahora vas a hacer lo que te digo y lo harás muy despacio. Deja la linterna en el suelo. Con el haz iluminándote. Eso es. – le voy dando instrucciones lentamente asegurándome que entiende lo que le digo y esperando a que termine cada uno de los pasos antes de explicarle el siguiente –. Ahora retrocede unos pasos en la dirección contraria a donde esta la linterna y túmbate boca abajo. Las manos en la nuca y las piernas separadas. Correcto. – En esta posición no deberá de ser ningún peligro ni habrá riesgo de que escape cuando yo de mis siguientes pasos –. Estate quieto así. No muevas ni un musculo. Si te pica la nariz, no te arrasques. No se te ocurra ni estornudar. ¿Entendido? – cuando mueve la cabeza para responder a mi pregunta le suelto un grito para terminar de intimidarlo – ¡HE DICHO QUE NO TE MUEVAS, COÑO! – Espero que no haya cenado antes de salir, porque si no dudó que pueda mantener los resultados de la digestión en el intestino. Aunque la verdad es que me da igual si se lo hace en los pantalones.

Yo también dejo la linterna en el suelo apuntando con el foco de luz en dirección al veterinario. No quiero soltar el arma y la otra mano la voy a necesitar para hacer unas llamadas. Mis compañeros no están muy felices de recibir una llamada a estas horas de la noche, pero actúan con la profesionalidad propia del cuerpo de policía y toman nota de cada uno de los puntos que les digo. Les explico lo que he encontrado y que tengo un sospechoso conmigo. Deben enviar una patrulla de agentes al lugar donde me encuentro para llevarle cuanto antes a comisaría y que le interroguen. Las coordenadas del GPS se las enviare en cuanto terminemos la llamada. Y quiero a un equipo forense eficaz, uno bueno de verdad, para asegurar todas las pruebas posibles. Estoy seguro que Laura aún podrá declarar post mortem contra su asesino y encontrar justicia. Pero que no se les ocurra mandarme unos novatos que acaban de salir de la academia o unos criminalistas desinteresados que estropean más pistas de las que encuentran. Y quizás puedan ir empezando a conseguir unas ordenes de registro del fiscal del estado. Si es que no esta cenando o en un pub. Cuando cuelgo me aseguro de mandarles un mensaje con la dirección del GPS, de forma que no tengan problemas para encontrarnos. Pongo el móvil de nuevo a grabar la conversación y recojo la linterna del suelo antes de dirigirme otra vez a la escoria que tengo a mis pies.

– Y ahora, Jaime, tu y yo vamos a disfrutar tranquilitos de la velada hasta que venga la carroza a recogerte. Si quieres, para matar el tiempo, puedes contarme todo lo que ha pasado. Te aseguro que puede serte de utilidad y el juez lo tendrá en cuenta.