Partida Rol por web

Ya en el pasaje que conecta las zonas 7 y 5 Bernard respiro profundo, el arma era pesada y se sentía como un idiota al cargarla  -esto no es como en las películas- miro el fusil y pensó en si sería capaz de dispararlo, no por algún tipo de remordimiento moral, sino porque no tenía ni idea si el arma funcionaba solo apretando el gatillo o si debía retirar algún seguro.

Al acercarse a la puerta de conexión con el almacén camino más sigiloso y se acercó casi agachado hasta la ventanilla sin abrir la puerta con el fin de observar si el prepotente de Rodriguez, la doctora y el frances aún se encontraba por allí. 

Se quedaría en este sitio hasta ver que sucedería cuando  el grupo intentara acceder al siguiente cuarto.

- Sigo pensando que separarnos no es la mejor idea - contestó el francés tras escuchar a Marya - Aunque alguno de nosotros consiga llegar al cuarto de control y tratar de ayudarte desde allí, no se que es lo que puedes hacer fuera de la base. Quizás sea más importante tu habilidad para reparar cosas dentro de la base que fuera... pero tu decides -

Para Lucas estaba claro que no era el momento de discutir, sino de actuar. Tomando el sub-fusil de manos del Seal verificó que estuviese cargado, con el seguro puesto y y con el selector de disparo en ráfagas cortas - Hace mucho que no uso uno de estos - comentó como al pasar, mientras guardaba un par de cargadores adicionales en sus bolsillos - Algo me acuerdo de la época del servicio militar, pero lo cierto es que en esa época no fui un buen soldado. Sólo aprendí lo básico. Y debo reconocer que disparando era bastante malo -

- Como sea, no tenemos muchas opciones y parece que no hay nadie cerca, así que avancemos - Sin embargo, antes de que pudiera abrir la puerta vio llegar al alemán con su propia arma y aconsejando un cambio en las posiciones propuestas por el americano - Creo que tiene razón - comentó - Sobre todo si él puede cubrir la retaguardia. De cualquier manera lo mejor será tratar de que no nos vean -

Tras respirar profundamente aclaró - Yo abro, tu entras y te sigo, luego vienen los demás. Y si no escuchamos nada, lo mismo en la otra compuerta - Sosteniendo el arma en su diestra presionó con la zurda el botón de apertura mientras se hacía a un lado, dispuesto a que el hombre de seguridad fuera quien encabezase la marcha.

Aunque Antonio y Lucas creían que dejar a Marya atrás no era buena idea, desistieron de hacerla cambiar de opinión. La rusa estaba convencida de que utilizar el exoesqueleto les permitiría aislar el sector de la base que albergaba la investigación de la doctora Mellow para brindarle el tiempo necesario para que pudiera destruir la documentación en un entorno controlado. Bernard parecía acordar con ella y estaba dispuesto a alcanzar la sala de control para guiarla en lo que se proponía hacer.

-Vamos -Mellow los instó a avanzar cuando Lucas abrió la primera compuerta. Su tono de voz indicaba impaciencia pero poco podía hacer más que permitir que aquellos hombres la escoltaran. Si llegaba a perder su vida antes de haber destruido la investigación 505, el mundo estaría en verdaderos problemas.

Siguiendo el orden preestablecido, Rodríguez ingresó corriendo al estrecho pasillo que unía el depósito principal con la sección central de la base y se agachó junto a la puerta para escuchar. Unos segundos más tarde, Bedoin se encontraba a su lado y Mellows y Schmith unos pasos más atrás.

-¡Alto! -la voz femenina llegó un tanto distorsionada por la puerta, pero los cuatro notaron que el inglés era perfecto, sin acento-. Si colaboran, no sufrirán daños. No quieren sufrir daños, ¿verdad?

-Nn... no -un par de voces, una femenina y una masculina respondieron al unísono.

-Acompáñenme, hay alguien que querrá hablar con ustedes -inmediatamente la voz pasó al árabe y obtuvo respuesta en ese mismo idioma de un hombre. Luego, una serie de pasos indicó que la mujer abandonaba el sector principal llevándose a dos de sus compañeros de tripulación.

Observó a Bernard y luego tomó el fusil entre sus manos. Dejó que sus dedos lo rodearan y lo apretó con fuerza. No estaba segura de que le serviría, la Sala de Descompresión era el último lugar que tomarían los atacantes, y si eso pasaba, no creía ser capaz de hacerles frente ella sola con un fusil. Musitó un lacónico -gracias- sin sonreír, y sin estar del todo convencida de que fuese lo más útil en aquel momento.

-Bernard- dijo finalmente antes de que su compañero saliese de la sala. -Si no recibo comunicación tuya, asumiré lo peor. Tratarré de aislar módulo 505 para ganar tiempo, pero si las cosas llegan a ese punto…- dice mientras mira fijamente a su compañero. -Busquen refugio en comedor y habitaciones. ¿Me entiendes?- pregunta y no queda satisfecha hasta que reciba una respuesta positiva de parte de su compañero.

Una vez sola, toma el fúsil con sus manos, lo pesa mentalmente. Su entrenamiento con armas era básico, disparar, sostenerlo, tener cuidado con el retroceso. Habría preferido desarmarla y rearmarla, sólo por diversión. No obstante, en aquel momento, el arma la hacía sentirse segura, estaba tentada a dejarla por fuera de HUGO y simplemente resignarse a que, si eran capturados, no podría hacer más que rendirse y entrar a formar parte del grupo de rebeldes. Pero sosteniendo aquel elemento, al menos sentía que no había cedido todo el control ante aquella situación. Y luego estaba el exoesqueleto, gigante y más intimidante que el rifle. No se decidía, y aquella elección era relativamente trivial.

Decidió llevarse finalmente el arma y terminó de escalar hasta subir a la cabina principal. Bajó la compuerta, que se cerró con un suspiro alargado mientras el interior quedaba herméticamente sellado, y observó el interior de la Sala de Descompresión a través del grueso cristal. Repasó mentalmente los interruptores que debía encender y tocó la pantalla táctil para verificar los subsistemas uno a uno, el impulso, la energía, la autonomía, todo según el procedimiento. Un zumbido metálico familiar la acompañó, las luces del interior de HUGO se apagaron y una lucecilla azulada iluminó su rostro. Había hecho esto al menos una docena de veces, quizás más, pero por primera vez se le antojaba difícil recordar cada paso. Estaba nerviosa.

La primera vez que había empleado a HUGO había sido una verificación rutinaria, una falla de un sensor exterior que estaba volviendo loco a los operadores de la sala de control. Había sido una experiencia fantástica: de repente estaba en el exoesqueleto caminando en el lecho oceánico, con los peces a su alrededor, aislada del mundo, y observando a la estación –su amada estación- desde fuera. El silencio interrumpido esporádicamente por los pitidos de la consola., y la facilidad con que aquel amasijo de tuercas y fierros se comportaba más como una extensión de su cuerpo que como una torpe y voluminosa herramienta.

Pero esta vez todo era diferente. Su corazón latía con fuerza, pero no era emoción, era miedo. Estaba hiper-alerta y los ruidos atenuados del exterior, las compuertas alistándose para abrirse, el agua fluyendo, todo parecía esconder enemigos y motivos para preocuparse. Presionó los pedales, extendió los dedos, dejó que la armadura respondiera a sus movimientos y tomó aire. Ahora tendría que salir y caminar hacia el Norte, y asegurar el Módulo 505 primero. Y esperar que Bernard se comunicase con ella. Cerró los ojos, llevó su cabeza hacia atrás y tomó aire, ese aire con olor plástico y reciclado que venía de los tanques de HUGO y que la mantenía viva. Y le pareció mientras el nivel de agua subía, que era el mejor olor del mundo para aquel momento de incertidumbre. 

Negando con la cabeza, el seal pone los ojos en blanco ante la respuesta del científico. No quiso rebatir su teoría porque es una pérdida de tiempo, cada uno cumple su función y así como Rodriguez no puede mezclar componentes químicos si hacer un desastre, tampoco Bernard sabe de estrategias a la hora de manejarse dentro de un ambiente hostil. No es momento de dar lecciones, sino de actuar. 

Aferrado a su afán de guiar el grupo avanza con cierto sigilo trasladándose rápido, mientras va indicando a sus compañeros cuando es necesario moverse, no quería perder de vista nada. La cuestión emerge cuando avanza por el pasillo que lo conduce a la sección central, ese enorme espacio que conecta dos lugares: La Sala de Control y el Área de Acceso que es el nexo hacia la Sección 505, siendo este el objetivo en cuestión. 

- Bernard... si quieres ir a la Sala de control la tenés a un palmo, una vez que ingresemos a la Sala Central.-  afirmó entre susurros. 

Como la idea del científico es ayudar a Popova, Antonio sin olvidar ese detalle, le indica con la mano la puerta en cuestión un tanto pensativo mientras realiza otro gesto que le dice: "Ten cuidado". Sólo espera que no haya nadie dentro, así no cae en un trampa de la cual no pueda escapar. A su vez, agazapado como se encuentra junto a la puerta, en esa intersección, oye algunas voces y le pide al grupo aguardar silencio. 

Al darse cuenta de que se los llevan, piensa seriamente que hacer: Si aprovechar esa distracción para seguir avanzando o atraparlos en medio para salvar a las personas implicadas y capturar a quienes están haciendo este desastre en la planta para interrogarlos. Si piensa como un Seal, iría por ellos, pero si se detiene en el resto y el riesgo que atañe, considerando que no son un grupo de gente entrenada para tal proeza, podría ser una muerte segura. 

- Le prometí llevarla... No puedo hacer esto ahora. - piensa mientras el sudor le decora el rostro. - Avancemos, pero antes quiero asegurarme de que Bernard tenga el acceso libre para entrar. ¿Están de acuerdo? - pregunta atento a los movimientos. 

Por un momento Lucas se sintió como un héroe de película. Portando el subfusil con seguridad, o lo que el pensaba que significaba seguridad, y avanzando agachado tras el líder de escuadrón, no pudo menos que imaginarse como un auténtico héroe de acción.

Solo que al escuchar lo que estaba pasando tras la puerta su seguridad se desvaneció. Un héroe, seguramente avanzaría sobre los villanos y acabaría con ellos sin dejarlos emitir un sonido. En cambio el... él solo pensaba en la forma de seguir avanzando sin que nadie se diera cuenta de su presencia.

El francés no se consideraba un cobarde, pero tampoco un suicida. Y debía reconocer que, en ese momento, poder convencerse a si mismo de que debía evitar que lo vieran solo para poder cumplir su compromiso ante la doctora Mellow sonaba bien. Bien y hasta en cierta manera heroico.

- Aunque parece que se fueron, quizás queda uno cerca. Crees que podremos escabullirnos? - le preguntó al americano mientras aferraba el arma con fuerza - quizás si abrimos la puerta y nos arrastramos podamos ocultarnos tras alguna de las mesas de la recepción -

Lo cierto es que es mesas habían sido una molestia desde el día en que llegó por primera vez. Su fin, según le habían explicado, era poder apoyar el equipo y/o equipaje que llegaba o salía de la base, pero cada vez que alguien estaba apurado se terminaba golpeando con el borde de alguna de ellas. Esta vez, sin embargo, podrían resultar lo que necesitaban para esconderse de los atacantes

- Si los malos están en el centro de la sala quizás nos sirvan para ocultarnos de ellos - continuó - Y sino... bueno supongo que deberemos usar esto - agregó levantando el arma - En esto tú eres el experto, en cuanto me digas abro la puerta - completó manteniéndose alejado de la apertura y con la palma preparada para pulsar el botón que abriría la compuerta

El sudor que sentía Bernard cada vez era más frio, su camisa pegada a su cuerpo por el exceso de sudor le hacía sentirse incomodo; aún más incómodo era cargar con el rifle, al inicio no lo notó pero era pesado y se sentía ridículo al pensar que tal vez ni siquiera sería capaz de dispararlo.

Al escuchar las voces al otro lado abrió sus ojos como platos, a  punto estuvo de tirar el rifle y salir corriendo por la compuerta que había dejado atrás hace solo un instante, miro atrás  pero guardo la compostura al ver el aplomo de la doctora, se veía tranquila si estaba asustada lo disimulaba muy bien.

 Tomo aire e intento sofocar su nerviosismo, puso una mano sobre el hombro de ella para obtener su atención sin hacer ruido y le señalo el suelo exageradamente para indicarle que esperaran.

En cuanto escucho al francés que iban a abrir la puerta le señalo la pared y se pegó lo mejor q pudo y casi bota al suelo el arma en el intento esperando que no fuera una ráfaga de disparos la que los recibiera al otro lado.

Sacudió su cabeza una vez más

Soy muy malo para esto -pensó – si logro salir de esta me comprare el call of duty y definitivamente lo más cerca que estare del mar será estar en una playa con un radiante sol lejos de árabes y militares.

Tras la revisión de rutina a HUGO y comprobar que todos los sistemas funcionaban correctamente, la rusa decidió matar el tiempo que quedaba hasta la llegada del científico a la sala de control repasando los protocolos de uso del exoesqueleto. Esa tarea de repetir acciones habituales, mil y una vez repetida durante los entrenamientos y luego llevados a la práctica durante sus estadios en la base lograron tranquilizarla, enfocarla en lo que debía hacer.

Más relajada, se encontró pensando en los dos mini subs que alojaba la sala donde se encontraba. La mecánica sabía que con esos dispositivos podrían llegar a la superficie en caso de ser necesario. La única contra, era que tan solo la mitad de la tripulación actual de Verne podría escapar de la estación.

Sus derroteros la condujeron a pensar en los sistemas de radares y comunicación que tenía cada submarino. ¿Estarían aislados también? ¿O habrían quedado a salvo de la interferencia provocada por los terroristas? Porque no cabía duda que aquello apestaba a sabotaje. Mientras desvariaba, el proceso de presurización llegó a su fin. La compuerta que la separaba de las profundidades del océano se abrió y la oscuridad envolvió a Marya como un manto.

Aunque Mellow parecía tranquila, apretó la mano de Bernard agradecida, cuando éste le mostró su apoyo. Luego hizo señas a Bedoin para que procediera. 

El técnico intercambió una mirada con el seal y al ver que su compañero estaba listo, procedió. La compuerta se abrió suavemente, deslizándose en silencio sin revelar la presencia de los tripulantes.

El sector principal de la base era el corazón de operaciones no científicas de la estación. A pesar de ser un sector amplio y abierto, con mesas, armarios y paneles de alrededor de un metro de altura, se habían organizado mini estaciones de trabajo.

Computadoras portátiles, carpetas, instrumental diverso y artículos de librería, convivían con fotografías familiares, tazas personalizadas y hasta alguna planta de interiores. Si bien la rotación del personal era cada 15 días, los equipos que conformaban las tripulaciones volvían a las profundidades con continuidad, por lo que los objetos personales quedaban en Verne, aguardando el retorno de sus dueños.

Rodríguez abrió la marcha, agachado. Con una carrera rápida alcanzó un armario de 1,60 m de altura, capaz de cobijarlos a todos. Cuando comprobó que la posición era segura, hizo señas a los demás para que lo siguieran.

Mientras tomaban posiciones, Schmitt percibió un leve movimiento por el rabillo del ojo. Alcanzó el armario y volvió a asomarse, contando con la protección del mueble para no ser visto. Lo que había sido una simple percepción se transformó en certeza. En la zona opuesta, cerca de la puerta que comunicaba con el comedor, vio aparecer una cabeza oscura y parte de unos hombros anchos entre los armarios. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue reconocer que el ¿soldado? vestía el uniforme de los cascos azules de la ONU.

Avanzar no es algo que resulta difícil para Antonio, que con precisión fue escogiendo determinados lugares para esconderse con el resto de sus compañeros. Siempre con su sentido agudizado y la mente perpetua en el futuro paso a dar, esto no era como el entrenamiento, aquí un falso movimiento y terminas muerto en el peor de los casos. Lo bueno es que el Seal se mantiene positivo, no puede darse el privilegio de fallar. 

Una vez que queda allí detrás de ese mueble que le permite ser una sombra en medio de aquel escenario, se lo nota algo tenso y pensativo, si bien la situación puede ser algo de rutina, no lo es para él. Esto no es un grupo de comando que intenta dar un salto y avanzar, acá tiene a personas que posiblemente apenas sepan manejar un subfusil, dejando el peso al mismo Antonio por tener experiencia en ello. 

Dada la situación hay que crear un plan, uno que sirva para llegar al objetivo sin ser visto, ya teniendo en cuenta de que puede haber alguien en cada sector revisando o capturando gente. Antonio es consciente de que siempre hay complicaciones con las cuales lidiar, eso jamás debe olvidarse, al ser un territorio hostil desde su óptica. Y como era de esperar, aquel tipo vestido con el uniforme de la ONU certifica sus sospechas, aunque no comprende qué diantres está haciendo allí perteneciendo a esa organización. Aunque la posibilidad de que sea un disfraz para infiltrarse, es lo más factible de considerar, una que el Seal tiene en cuenta.

- Pero... ¿Qué mierda? Un árabe, ahora éste... Tengo que avanzar, no se puede abrir fuego porque se alerta al resto. - piensa al fruncir el ceño. 

Alarmado, hizo señas de que no disparen y se mantengan quietos allí agazapados contra el mueble, mientras elabora mentalmente un plan que puede servir de momento. El ofrecer una tonta distracción, suele ayudar a que el enemigo centre su atención en ello para dejar libre el paso. Por esa razón Rodriguez, ahora sacrificando su preciado reloj de muñeca, decide quitárselo para lanzarlo hacia el pasillo que conecta la puerta que recientemente han cruzado, generando un eco que alerte los sentidos de aquel hombre y decida buscar el origen del sonido. 

Una vez que el objeto choca contra la pared lateral, Rodriguez se incorpora y les indica que avancen hacia la próxima entrada. Si deben enfrentarlo, es él único que puede hacerlo, incluso a riesgo de que revele su posición por un simple descuido. 

Lucas avanzó lentamente detrás del Seal, tratando de imitar su forma de moverse y acomodar el cuerpo contra los muebles. Lo cierto es que, más allá de sus intenciones no pudo dejar de notar que le faltaba la gracia y naturalidad que años de entrenamiento le habían dado al comando.

Todavía sorprendido por la presencia de soldados de la ONU en el complejo, no por ello dejó de esconderse. Los disparos habían existido y nunca había escuchado de cascos azules hablando en árabe. Generalmente ingles, a veces español e incluso había escuchado ruso. pero nunca árabe.

Al notar el gesto de Antonio, el francés se prepara a correr siguiendo sus indicaciones, pero, más asustado que lo que quiere reconocer, termina gateando entre los muebles, con el fin de que estos lo oculten del posible tirador.

La soledad y los minutos de aislamiento al interior de HUGO comenzaban a darle algo de tranquilidad, aunque podía escuchar los latidos de su corazón con fuerza, y respirar requería un esfuerzo consciente para modularse. El sonido del torrente de agua inundando la cámara era arrullador, y se dio el lujo, breve, de cerrar los ojos un corto instante. Varias ideas empezaron a circular, los submarinos que Bernard había mencionado, los comentarios de la doctora Mellows, la posibilidad espantosa de que sus compañeros no pudiesen llegar a la Sala de Control. Tomó aire.

Quizás habría sido más prudente intentar escapar y buscar ayuda. Pero la situación en el módulo exterior podría estar igual que en la base, y sólo lograrían hacerse capturar. ¿Navegar unas cuantas millas y luego mandar una señal de emergencia? Con algo de suerte serían rescatados antes de carecer de suficientes provisiones. Suspiró agobiada, y abrió los ojos. El nivel del agua llegaba casi hasta el techo, y los colores se disolvían en diferentes tonos azules, mientras las luces se deformaban. El exoesqueleto permaneció silencioso y la pantalla junto a ella sólo mostraba el tiempo restante para despresurización.

¿Qué haría si no recibía un mensaje de Bernard? Eso significaba problemas, pero estaría operando a ciegas. Podría sellar la sala de descompresión, regresar a ella y tratar de escapar. Estaría dejando a sus compañeros atrás, pero habría salido en busca de ayuda. Sin embargo, podría bien encontrarse con el peor escenario. Sintió un vacío en su estómago: la fría mordida del temor y la cobardía abriéndose camino y llenándola de dudas. Tomó aire. Tenía que esperar, tenía que darles una oportunidad, no podía pensar en huir. No aún.

La pantalla emitió un suave sonido. Abrió los micrófonos para escuchar mejor el exterior, y oír mientras la compuerta metálica se abría dividiéndose en dos mitades que se ocultaban a ambos lados. Llevó sus manos a los controles de los brazos y las piernas y comenzó a caminar lentamente hacia la oscuridad del océano, levantando pequeñas nubes de polvo del suelo que los pesados pies de su vehículo pisaba. Encendió los reflectores frontales, que iluminaron el suele irregular y espantaron a algunos peces, que nadaron rápidamente en todas direcciones. Con cada paso, HUGO emitía un sonido pesado y metálico apenas audible, pero que solía ser el mejor indicador para Marya de que todo estaba en orden por el momento.

Se giró lentamente y encaró la base. Tenía el aspecto de un adormecido leviatán de acero, con tantas o más extremidades que un insecto o una enorme araña, descansando sobre las formaciones irregulares del lecho oceánico, oscuro y silencioso: cada pata era una de las extensiones de las diferentes salas de la base. Cuando realizaba las exploraciones y veía a la estación así, se sentía como la guardiana de una enorme criatura cuyo completo bienestar dependía de ella y de los demás miembros del equipo de mantenimiento. Cuando había un daño, sentía preocupación y cuando era una revisión de rutina, podía sentir el impulso de arrullarle e incluso de hablar con ella mientras descansaba.

 A medida que caminaba junto a la pared, algunos faros en la estructura se iban encendiendo, para guiar el camino. Estaban calibrados para responder a la presencia cercana del exoesqueleto y facilitar las reparaciones exteriores. El haz de luz blanco se elevaba varios metros y dejaba ver las paredes oscuras del exterior de la estación Verne. En algunas ocasiones, los ocupantes jugaban con las luces, para ver el exterior desde las escasas ventanas con vidrio reforzado: era una de las pocas actividades que había para distraerse y alejar la pesada sensación de encierro que al cabo de algunas semanas se tornaba insoportable y era la razón para los relevos de equipo cada determinado número de días.

Siguió caminando, pero el tenso silencio la puso nerviosa. Observó a su lado y estaba llegando a la esquina entre la sala de reuniones y de comunicaciones. Observó el reloj de la pantalla, y tomó aire. -I see trees of green, red roses too…- comenzó a cantar en voz alta, al principio en un susurro, pero luego con su voz raspada y temblorosa -I see them bloom for me and you. And I think to myself what a wonderful world…- continuó repitiendo. No estaba segura de estar pronunciando bien, ni le importaba, pero necesitaba llenar la ausencia de sonidos del interior de Hugo para aliviar, aunque fuese un poco, sus alterados nervios.

Continuó dirigiendo al exoesqueleto hacia la sección 505. Tendría que sellarlas desde afuera activando los controles manuales que aseguraban las áreas y las dejaban, a efectos prácticos, aisladas. Si bien la idea era aislar secciones comprometidas de la base, o hacer reparaciones estructurales, esta sería la primera vez que tendría que usarlas.

Y mientras seguía caminando, no pudo esperar más. Llevó su mano a la pantalla táctil y activó las comunicaciones. Mantuvo el botón presionando el botón bidimensional sobre la superficie plana para transmitir su voz -Verne, aquí EC, ¿Me copian? - dijo hablando despacio. -Aquí EC. ¿Me copian? ¿alguno? - repitió y retiró el dedo, mientras seguía moviendo las piernas y miraba expectante alguna señal de regreso. -And I think to myself… what a wonderful world…- continuó cantando, sin ritmo, nerviosa, impaciente, haciendo tamborilear sus dedos sobre el panel junto a la pantalla. 

Al ver al hombre de la ONU, Bernard sintió un alivio, solo por un par de segundos imagino que el hombre podría ayudarlos sin embargo su cabeza se llenó de dudas, -y si es un uniforme falso? pero si son refuerzos? Y si esa es la estrategia para ganar la confianza y luego atacar? Y si de verdad son cascos azules y la investigación que se estaba llevando a cabo tiene algo de ilegal?-

Ante esta última duda arrugo la nariz y miro por encima  de sus lentes a la doctora. No tenía pinta de terrorista o de andar en algo ilegal, era casi imposible imaginársela haciendo parte de algún tipo de organización fuera de la ley.

En ese momento el Seal avanzaba, para ser un experto Rodriguez se movía con el sigilo de un rinoceronte en una cocina. De cerca le seguía el francés que avanzaba lento pero con menos ruido por entre los diferentes estantes, la doctora seguía a Bernard muy cautelosa.

Al avanzar entre los estantes se detuvo entre dos archivadores, levanto la cabeza y ubico la puerta que lo conduciría a la sala de control le hizo una seña a la doctora para q avanzara detrás de sus compañeros mientras él tomaba camino hacia esa sala lo más pegado a la pared que podía. La rusa no le caía muy bien y aunque le paso por la cabeza cambiar sus acciones al fin decidió que sería mal karma dejarla tirada con el plan.   

Esperaba que las cosas no se pusieran difíciles.

El guardia de seguridad no confiaba en que el grupo pudiera alcanzar la compuerta que comunicaba con el ala este de la base sin llamar la atención del soldado que había visto Schmitt. Si no puedes evitar llamar la atención, mejor hacerlo en forma controlada, se dijo antes de arrojar un reloj de pulsera hacia un sector alejado de donde se encontraban ellos.

-¿¿¿Qué hace??? -preguntó la doctora por lo bajo, totalmente horrorizada con lo que Rodríguez acababa de hacer. El seal se llevó un dedo a los labios, señal universal de silencio y luego extendió las palmas de sus manos para indicar que aguardaran. No pasó mucho tiempo antes de obtener la reacción que esperaba.

-¡Alto ahí! -se escuchó en un inglés con acento extraño-. Ríndanse y no sufrirán daños.

Bernard asomó apenas la cabeza por un lateral del mueble que los cobijaba y vio que el tipo que había divisado instantes antes, se movía de manera sigilosa hacia donde había sido arrojado el reloj. Con una sonrisa hizo el gesto de avanzar, el camino estaba libre.

-... -estática fue lo único que recibió Popova por respuesta. Mentalmente trazó el recorrido que debían realizar sus compañeros, moviéndose con sigilo y estimó que era pronto para que Bernard estuviera en la sala de comunicaciones. Sí, tenía que ser eso pues la idea de que hubieran sido capturados y que recayera en ella el peso de destruir la información para salvar el mundo, era algo demasiado grande para asimilar.

La rusa continuó su lento avance, canturreando por lo bajo para mantenerse tranquila, olvidándose de que iba camino a convertirse en una heroína. Dejó atrás la sala de control y caminó rozando con la mano del exoesqueleto la pared del recinto usado como sala de reuniones.

Al alcanzar la esquina, se encontró con un espectáculo no esperado, maravilloso, pero que podía complicarle la tarea que tenía que enfrentar. Un cardumen de sardinas en plena migración ocupaba el espacio que la separaba del sector 505 y sus paneles de control para aislar el área.

Al darse cuenta que el truco del Seal había dado resultado, Lucas continuó su avance, dejando a su lado la puerta que dirigía al pasillo de la sala de control y la de reuniones y acercándose al área de acceso a los laboratorios

Después de señalarle la puerta que había obviado en su recorrido al alemán, él dio un paso adicional, dispuesto a cubrir el ingreso de la doctora tras el marine

Una vez en su posición se mantuvo bajo el nivel de los muebles mientras levantaba su arma, tratando de que su postura resultase más marcial de lo que realmente sentía

- Yo cubro la retaguardia - atinó a murmurar, sin levantar la voz al estadounidense - Tu abre la marcha... y no nos asustes más - no pudo menos que agregar tras una pausa, reacio a reconocer que al sentir como el reloj golpeaba contra la pared opuesta había estado a punto de perder el control de sus esfínteres

El Seal suspira profundamente mientras una gota de sudor cae al suelo, su corazón en vilo le certifica que ese plan no estuvo mal, pero su torpeza casi lo lleva a la exposición absoluta del grupo. No puede permitirse fallar esta vez, así que tras hacerle un gesto de afirmación al Francés, avanza hacia la puerta con la intención de abrirla y chequear que nadie esté a la vista. 

No le agrada mucho que el científico siga hacia el otro lado, en verdad hace falta otra arma aquí, pero tampoco está bien dejar a la compañera Rusa en medio del océano lejos sin una ayuda. Sólo espera que cumpla con su cometido y vaya cerrando puertas desde afuera, aunque la cuestión era otra. ¿Cómo puede saber en dónde estamos? Así de descabellado era ese plan, al menos ahora cuenta con la ayuda de Bernard. 

- Avancemos... Rápido. - afirma serio. 

Ya cruzando el umbral entre las sombras, esperando no ser visto, dirige al grupo pensando que aún quedan varios sectores que atravesar y posibles enemigos que enfrentar.