Partida Rol por web

El francés asiente a su compañero mientras avanza tras la doctora, en el pasillo que los interna en la para el desconocida zona de la sección 505.

- Yo me ocupo - asevera una vez que la doctora traspasa la puerta y antes de mirar el pasillo y descubrir que hay dos compuertas en el mismo

- Doctora, donde debe ir? - le pregunta empuñando su arma y tratando de tomar una pose marcial - Antes de entrar déjeme verificar que no haya nadie, luego... - por un momento lo piensa y agrega, sorprendido de sus propias palabras - luego Ud. cerrará esa puerta, yo iré a la otra y si consiguen sobrepasar a Antonio, esperemos que no, intentaré que me sigan allí. Es lo más que puedo hacer para daros algo más de tiempo... esperemos no haga falta -

Popova había logrado desatascar la compuerta justo cuando recibió la llamada de Bernard. No fue un mensaje alentador, ya que la primera parte se le antojaba un galimatías y la segunda, que los atacantes estaban enterados de que ella se encontraba en el exterior. Pero se había comunicado con ella y eso era bueno. Aunque estuviera con el enemigo cerca, no había sufrido daños y si el resto del equipo estuviera en peligro, la rusa estaba segura de que el científico se lo habría hecho saber.

Esperanzada, sabiendo que aun estaba a tiempo de completar su misión, respondió el mensaje, que no llegó a oídos de Schmitt ya que había desconectado el micrófono, y volvió a la manivela. Tras unos minutos que se le hicieron eternos, el ala 505 estaba aislada.

Antonio se apostó a la entrada del pasillo, dispuesto a bloquear la compuerta y ganar tiempo para la defensa, mientras Lucas quedaba atrás, intentando proteger a la doctora Mellow.

-¡No hagas eso Antonio! -Elizabeth continuaba ingresando códigos para acceder a su laboratorio-. Deben huir de aquí, desde ahora yo me encargo. No se preocupen por mi seguridad, sé lo que hago. Pero no quiero que ustedes corran mi suerte. ¡Vayan!

El último código fue ingresado y una luz verde indicó que la puerta a la sala de investigación estaba abierta. En ese momento, las paredes de la estructura comenzaron a temblar levemente y ambos hombres se percataron de que la compuerta que permitía aislar el sector, comenzaba a cerrarse. Popova lo había logrado.

Al tiempo que el sector comenzaba a ser aislado, se activó un alerta de luces y sonido, procedimiento habitual cuando se realizaban maniobras de aislar sectores de la base, principalmente por cuestiones de mantenimiento.

El soldado miró a su compañero y se asomó al área de acceso. Los refuerzos del hombre caído aún no habían llegado, por lo que tenían el tiempo justo para salir del área restringida y tratar de volver a la sección central. A menos que decidieran ignorar las órdenes de Mellow y se quedaran atrás, protegiéndola aún en contra de su voluntad.

Cuando Bernard cortó la comunicación, la mujer activó un pequeño intercomunicador inalámbrico y habló rápidamente en árabe. Aquello era cuanto menos curioso, ya que hasta ahora, los dos atacantes que él había podido ver, no compartían rasgos con esta etnia. Pudo distinguir dos veces la palabra "Wolf" lo que le sonó a un nombre clave, pero nada más de lo que ella dijo.

-Bien, vamos al sector donde se aloja la investigación. Si eres su colaborador favorito, debes contar con los códigos de acceso al área. Colabora y serás recompensado, no solo con tu vida, si no con la del resto de la tripulación de la base. Ahora, como intentes algo raro...

Le hizo señas para que saliera por delante de ella, siempre apuntándole con su arma. En el hombro, llevaba colgado el subfusil.

Apenas habían alcanzado la sección principal de Verne cuando vieron venir dos hombres -también ¿cascos azules? -corriendo desde el sector de los dormitorios. La mujer no llegó a preguntar qué ocurría, pues en ese momento, un alerta de luz y sonido se activó en toda la base.

-¿Qué significa esto? -preguntó a Bernard con urgencia en la voz-. ¿Para qué es esa alarma? -el científico vio que los otros dos atacantes también se detenían confundidos y cambiaban el rumbo para acercarse a ellos.

Bernard sonrió por dentro. La rusa había logrado activar la compuerta que aislaba la sección 505 y en tan solo dos minutos, el sector quedaría inalcanzable para sus enemigos. Ojalá no se la tomaran con ella cuando volviera de su paseo por el lecho marino.

Las palabras de la Doctora hacen eco en la mente de Antonio, posiblemente para impulsarlo a tomar una clara decisión. Un objetivo está cumplido y al parecer el estar en este sector no es necesario, aún queda Bernard en la Sala de Control totalmente expuesto al peligro. Algo que como todo comando que prioriza la camadería, debe tener en cuenta. 

- La rusa está haciendo su trabajo, es momento de decidir Lucas. - afirma determinante. - Aquí ya cumplimos con la tarea, pero tenemos a un compañero que puede estar en riesgo. ¿Vamos por él? 

La pregunta es concisa, el seal siente que debe estar allí y enfrentarse a lo que se interponga en su camino. Al fin de cuentas esto sólo es cuestión de tiempo, siguen encerrados con el enemigo soplando en la nuca, de una manera u otra hay que terminar con el caos. ¿Cuánto pueden durar en aquel sector encerrados? Nada, no hay provisiones, ni siquiera agua. 

- Esto es simple, mi intención es que salgamos de aquí. Pero no será fácil, el tiempo corre y es cuestión de tomar el toro por el asta. - expresa seguro de sí mismo. - No voy a rendirme, Bernard sigue en medio ayudando a Popova y los refuerzos vienen para tirarnos todo. 

Tras decir aquello, espera unos segundos a que el Francés decida. Antonio tiene muy en claro su paso a seguir, es retomar el camino realizado e ir hasta la Sala de Control para buscar al científico. 

Lucas observó al Marine, luego a su arma y finalmente al pasillo donde se encontraba. Por un momento se planteo quedarse para asegurarse que la doctora estuviera segura y así evitar internarse en lo que, seguramente, se convertiría en un campo de batalla.

Sin embargo, tras pensarlo solo unos segundos avanzó hacia el Seal empuñando su arma y sin tener clero porque estaba haciendo lo que estaba haciendo. Después de todo el era solo un técnico en comunicaciones

- Supongo que tienes razón - reconoció antes de añadir - Además, probablemente lo mejor sea que nadie sospeche que acompañamos a la doctora a ese laboratorio. Sin la clave no podrán entrar y si no hace ruido no sabrán que está aquí -

Por un momento pensó en avisarle a la Doctora Merrow que no hiciera ruido una vez que se fueran, pero finalmente decidió no hacerlo. No podía abrir la puerta y seguramente gritarle no sería la mejor idea.

- Vamos - confirmó siguiendo los pasos de Antonio - Y recuerda que no soy demasiado experto con esto - completó mostrándole el arma - casi que preferiría no tener que usarla -

No hay respuesta. Sólo el irritante silencio de saberse aislada y de desconocer la situación de sus compañeros. Bernard había dicho que iban al módulo, pero acababa de sellarlo. Y la doctora había dicho que podían separarlo y hacerlo detonar, pero si estaban atrapados, ¿cómo iban a hacerlo? ¿Había logrado ingresar? De la Sala de Control al Módulo había un trecho considerable. Algo en su aritmética mental no terminaba de cuadrarle, y ahora era cuando tenía que tomar la decisión. Si no había llegado allí, no podían activar la secuencia de separación y destrucción de la sección, pero si sí, lo que estaba a punto de hacer acabaría con la vida de sus compañeros.

Era una decisión demasiado fuerte, demasiado pesada sólo para ello. El ritmo de su respiración se incrementó rápidamente, mientras caminó apoyada en la pared del módulo hasta llegar a la opaca ventana desde la que se podía ver el interior. Pero no se fijó en ella, o en el refuerzo metálico que tendría que agujerear con tal de romper la armadura, penetrar la estación e inundar todo aquello. Pensó en todo lo que implicaba.

Atentar contra la estación iba en contra de lo que creía, de su función, del aprecio y la estima que sentía por aquel sitio que era su hogar, su oficina, su patio de juegos, que había cuidado y visto crecer, con cada arreglo, con cada mantenimiento, con cada inspección. Y si seguía adelante, poniendo en riesgo la vida de sus compañeros, atentando contra la base, no quería ni pensar en lo que le dirían cuando saliera de allí, Si es que salía de allí en una pieza. Perdería aquella posición que la hacía sentirse orgullosa y nunca más podría volver a hacer parte de un proyecto de tal envergadura. Pero si no tomaba acción, si los terroristas penetraban el módulo, y lo harían con tiempo a pesar de la compuerta aislante, quién sabe lo que harían con la investigación de Mellows y compañía. En ese instante, estaba a punto de tomar la decisión más importante de su vida, la que determinaría con cuantas vidas tendría que cargar en su consciencia.

Dio un paso hacia atrás para permitirse observar a la estación. Era imposible no sentir cariño por ella, por aquella mole que dormía en el fondo del océano, conectada por aquel cordón umbilical que daba acceso a la superficie. Preparó todo para activar los láseres cortantes, con la congoja en el pecho, con la angustia a flor de piel. Y Dio dos pasos para estar a la altura de la ventana. Era todo tan injusto.

Puso la mano izquierda del exoesqueleto abierta sobre la pared, como si acariciara la piel de un animal. -Ssssh. Esto te dolerá más a ti que a mí- dijo en su ruso natal, con una lágrima en su ojo. La otra mano de Hugo estaba justo en la unión entre el vidrio reforzado y la pared de acero, dispuesta a activar el láser cortante. No era capaz, no se sentía capaz, no podría hacerlo. Su mano temblaba frente al tablero donde la opción de encender la herramienta la esperaba. Una vez el agujero estuviese hecho, no habría vuelta atrás, no podría hacer que el agua saliera, no podría salvar las vidas, no podría no estar atentando en contra de la estación.

Tragó saliva. Tenía la mirada caída y al borde de las lágrimas. Empezó a sollozar silenciosamente, gruesos lagrimones caían de sus ojos por todo: por el miedo que sentía, por la suerte de sus compañeros, por la presión de esta decisión, porque tendría que lastimar a su pequeño, porque nada sería igual una vez activara el láser. -Dasvidaniya, Verne- musitó con un hilo de voz, hipando suavemente, y presionó sin mirar hacia el frente inicialmente, y dejó que el destello de luz rojiza que inundó la cabina le indicara que había comenzado a perforar.

El alemán torció la boca al sentir en la espalda el arma que lo invitaba a avanzar, sin pensarlo volvió a levantar los brazos y así avanzo mientras la mujer le indicaba mordazmente que él debía tener los códigos de acceso, con cara de asombro se giró ante tal afirmación – no hay problema con eso solo debemos pasar primero por el laboratorio principal –sin más siguió avanzando con la poca seguridad que podía fingir.  

La situación se ponía caótica, las luces parpadeaban y el sonido de la alarma no dejaba pensar bien a Bernard, quien ya no solo tendría que lidiar con la mujer si no con otros dos cascos azules que se acercaban, tenía que pensar rápido para alejarlos.

-Jummmmm las alarmas eh?? – dijo mirando el techo, con las manos en la cintura y dando unos pasos alejándose de a poco – según el protocolo que me entregaron cuando ingrese a la base - miro a la mujer por encima de sus gafas – supongo que a ustedes no les dieron el folleto al ingresar verdad? – sonrió nerviosamente pensando que hacer para ganar tiempo.

–Según el parpadeo, el color y la intermitencia significa que en algún punto de la base el agua está inundando alguna zona, el protocolo nos indica que los laboratorios se sellaran - haciendo énfasis en esta última palabra - y los códigos cambiaran pero los nuevos los encontraremos en la sala de comunicaciones así que debemos ir hacia allí lo más pronto posible.

 El problema de todo esto es que si esas compuertas  – señalo la puerta que conectaba con el área de acceso (11) – tanto esa como la del otro extremo se cierran por mas de dos minutos quedaran selladas indefinidamente – se tomó la barbilla y acomodo las gafas - supongo que es con el fin de proteger la información .

Ohh esos amigos tuyos podrían ayudarnos – le dijo señalando con la cabeza a los dos hombres que se acercaban - a mantener las puertas abiertas mientras los dos vamos a la sala de comunicaciones a obtener los códigos, no creo que sea muy complicado para ellos, movámonos el tiempo apremia.

El sudor corría por la cara de Bernard sus movimientos eran frenéticos y su cara revelaba más de lo que quería mostrar sin embargo siguió con su plan.

Wolf, wolf... wolf...... maldita sea espero no me muerda cuando sepa que o quien es - pensó

Impaciente, la mujer le pegó un culatazo a Schmitt en el rostro, lo suficientemente fuerte para que doliera pero no tanto como para dejarlo inconsciente.

-Te dije que no me mintieras -la fría calma con la que habló fue más intimidante que cualquier grito que podría haberle dado-. Los códigos no cambian a menos que Mellow o el Director de la base lo soliciten, y este último no tiene idea de lo que está ocurriendo aquí.[1] 

En eso, los dos soldados llegaron hasta donde se encontraban y uno se dirigió a la mujer.

-Hyena, han atacado a Red Fox a las puertas del sector 505, tenemos que evitar que nos impidan entrar, vamos!

En ese momento, la puerta que comunicaba el área de acceso [11] con la sección central se abrió y por ella aparecieron Antonio a la cabeza y Lucas cerrando la marcha. Sin dudarlo, ambos dispararon contra sus enemigos.

Bedoin y Rodríguez dejaron atrás a la doctora, que ni se giró para verlos partir cuando entró en el laboratorio. Corrieron para alcanzar el pasillo que los separaba del área central, con el tiempo justo para no quedar atrapados en el sector de laboratorios. Ahora corría por cuenta de Mellow evitar que la información cayera en malas manos, ellos sólo podían darle algo de tiempo.

Abrieron la puerta y se encontraron con que Bernard estaba siendo amenazado por dos hombres y una mujer, todos con los uniformes de los cascos azules, por lo que no dudaron en abrir fuego, cruzando los dedos para no dañar al científico en el proceso.

Lucas, sin saber muy bien como, acribilló con una ráfaga corta a uno de los hombres que rodeaban a Bernard[1]. Antonio logró herir al otro, pero no lo suficiente para sacarlo de combate. Los segundos de ventaja que les había otorgado la sorpresa se habían acabado. Los atacantes reaccionaron.

El hombre que quedaba en pie, respondió con fuego a su vez con su fusil de asalto sin dañar a los tripulantes. La mujer apresó a Bernard desde atrás, haciéndole una tenaza en el cuello con el brazo para usarlo de escudo humano, al tiempo que también disparaba para intimidar.

-Rindanse! -les gritó-. Ríndanse y perdonaremos sus vidas.

Sus manos temblaban sobre los controles de HUGO. Estar haciéndole aquello a su base se sentía como un crimen. Si tenía éxito, condenaría a la estación a la muerte. Popova se corrigió. No se sentía como un crimen, lo era.

El hierro se puso rojo, los primeros cortes comenzaron a horadar la gruesa placa de metal que conformaba la carcaza de la base. Concentrada en lo que hacía, volcando su voluntad en no ceder ante el dolor que le provocaba estar haciendo eso, tardó en darse cuenta que, desde la ventana del laboratorio, llegaba luz.

Pestañeó varias veces para asegurarse de que no alucinaba. Sí, había luz en su interior. ¿Lo habían logrado sus compañeros? El alma le volvió al cuerpo y amenazó con volver a salirse. ¿O serían los atacantes los que estaban en el interior?

La confirmación llegó unos segundos después. La doctora Mellow apareció ante el cristal y al verla sonrió. Inmediatamente salió de su vista para volver unos segundos después con un fajo de papeles y un marcador.

VETE, YO ME ENCARGO DESDE AHORA

Pegó el cartel contra la ventana, para asegurarse de que Marya podía leerlo. Esperó unos segundos para asegurarse de que el mensaje había llegado y volvió a escribir en otra hoja, a toda velocidad.

GRACIAS, SALVA AL RESTO

Volvió a repetir el procedimiento anterior y al retirar el cartel, levantó la mano en señal de saludo, con una sonrisa triste en los labios. Para Mellow, allí acabaría la historia, pero Popova, aún podía hacer algo más. Sus compañeros seguían adentro junto a los terroristas, tenía que hacer algo para ayudar.

En la vida existen situaciones que pueden ser cruciales y otras no tantos, pero al menos en su mayoría todas dejan una marca muy profunda en la mente o en el corazón. No sólo por las diversas circunstancias que osadas juegan con el destino de uno, al igual que un dado lanzado a merced del azar. En esta ocasión en medio de las profundidades del océano estando dentro de una base, tras haber recorrido esos pasillos unas tantas veces, aburrido, tenso, alegre y ahora loco, Antonio debe tomar una de las decisiones más importante de su vida. 

Ya no es la cuestión de proteger una información vital, es encontrarse en medio de una cruzada dónde debe optar por la vida de su compañero o hacer una entera y dichosa masacre al mejor estilo "Martes 13". El problema radica en que rendirse es una espina clavada en el orgullo del Seal, pero disparar desde aquella distancia con el riesgo crucial de asesinar al científico, no se lo perdona jamás en la vida. Puede vivir con cierto número de muertes cargados en algún rincón de su mente, pero no con la desgracia de herir a quien debe proteger. Es romper un código, uno que loable sigue siendo. 

Por esa razón, tras todas sus proezas realizadas mientras corta el aire a través de un suspiro aletargado, tira el subfusil al suelo con la intención de alzar sus manos reflejando una clara señal de que no piensa atacar. El objetivo principal está cumplido, aún continúa aferrado a la idea de salvar a sus compañeros y descubrir quienes eran sus enemigos. Sólo que bajo ésta circunstancia, hacerse el malo es perder. 

Luego de adoptar aquella postura, le hace un gesto simulado al científico en plan: Si tienes un bolígrafo clávaselo en la pierna, luego actúo yo. No era una mala idea, pero dependiendo de la valentía que ostente Bernard, esto puede ser fatídico o heróico. Así que sumido a su entera concentración, espera paciente como un cazador a su presa la acción de su compañero, la rendición era lo último y eso no importa. De cara a todos, Antonio se rinde, a través de miradas y sigilosas indicaciones, piensa dar batalla. 

La suerte está echada, para bien o para mal, el Seal jamás dejará de luchar. Es la ley de su destino, uno que ha firmado desde que está aquí. 

En medio de sus silenciosos sollozos, una luz llamó la atención. ¡Había alguien! Con un movimiento brusco detuvo el láser hasta saber más. Entonces apareció el rostro de la doctora. ¡Habían entrado! Sintió un enorme alivio y luego una oleada de culpa. Un poco más y habría ahogado a la doctora en el módulo. No pudo evitar sonreír, por primera vez desde que comenzase aquella ordalía. Se relajó sobre el asiento de la cabina de HUGO mientras leía el mensaje y asentía, dándole a entender a la científica que comprendía. Era el momento de regresar a la sala de descompresión.

“SALVA AL RESTO” había escrito luego. Y asintió. No estaba segura de en qué condiciones estaban sus compañeros, pero si podía darles una oportunidad era el momento. Había cumplido con su deber, y quizás eso cambiaría todo. Asintió e inmediatamente reajustó al exoesqueleto para empezar a moverse. Dio un último vistazo a la doctora mientras volvía al módulo y se dio la vuelta. Se limpió con el dorso de las manos las lágrimas; y con renovadas esperanzas, empezó un trote ágil de vuelta al módulo de descompresión.

Giró en la esquina de aquel sector de la base y observó como la muralla de peces nadaba a unos metros más allí, todavía moviéndose en una fluida vorágine que daba la impresión de ser alguna sombra viviente, algún organismo desconocido cuya residencia eran aquellos oscuros abismos. Pero Marya no se fijó demasiado en el cardumen, continuó dando grandes pasos, con el corazón en la mano, hasta que estaba de regreso a la enorme compuerta de la sala de descompresión.

Luego se detuvo a pensar. Había al menos un guardia adentro, y necesitaba neutralizarle para poder preparar los mini-submarinos. Tenía el rifle junto a ella, pero si fallaba. No; primero necesitaba un plan. Así que cerró los ojos, tomó entre sus manos la cruz y pensó cerrando los ojos con fuerza. Pasaron unos instantes, hasta que su rostro se iluminó repentinamente: la solución había pasado antes por su mente: tenía a HUGO con ella. Y claro, sin la presión de las profundidades, tendría algo más de agilidad para moverse y protegerla de las balas. HUGO era mejor que cualquier otra arma de fuego con la que pudiera contar y, después de todo, era una extensión de su propio cuerpo. Así que, sin pensarlo dos veces, hizo que el vidrio de la cabina se opacara, y activó la cámara frontal para guiarse. No verían si el exoesqueleto estaba tripulado, y eso le daría valiosos segundos.

Activó los protocolos de ingreso, pasando a la sala sellada. La compuerta metálica se cerró detrás del exoesqueleto y el nivel del agua fue descendiendo. El sonido del líquido descendiendo turbulentamente llenó sus oídos, y la luz de la sala reemplazó el tono azulado de su visión a través de la cámara. Tenía exactamente una oportunidad. Puso el rifle entre sus piernas, y tensó los músculos de sus extremidades. En un instante se abriría la compuerta que daba acceso al interior de la Sala de Descompresión y tenía que localizar pronto al guardia. Contó mentalmente los segundos para la apertura y en cuanto se abrió, lo buscó con rapidez.

-Teper!- exclamó, “Ahora”, en Ruso, y obligó al exoesqueleto a moverse, saltando un poco la puerta metálica frente a ella, bamboleándose a una velocidad para la que no estaba diseñado, y lo forzó a estirar el brazo metálico, con la palma extendida, y asegurarlo contra la pared. Todo necesitaba milimétrica precisión, pero contó con algo de suerte. Al parecer había funcionado. Ahora el plan era claro, dejar al soldado allí, y preparar los mini submarinos para cuando sus compañeros llegasen. Y esperaba que llegasen. Tendría que despedirse de la base, pero no sin tener una victoria entre manos, y quizás pudiese regresar en el futuro. Se sentía llena de optimismo y esperanza.

Tomó el rifle entre las manos, se desabrochó los cinturones de seguridad y abrió la compuerta de la cabina que emitió un silbido. Marya emergió apuntándole al pobre hombre atrapado por las varias toneladas metálicas del brazo de HUGO contra la pared. Puso una pierna sobre el borde de la salida de la cabin y observó sin sonreír al soldado.

-Bienvenido a Estación Verne- dijo en su inglés con fuerte acento ruso, frunciendo el ceño. Y luego, cuidando de no equivocarse, añadió -Y en nombre de mi equipo, os doy LA Bienvenida- 

Toda la situación loca en la que Bernard esperaba nunca verse envuelto le estaba explotando en la cara, al embarcarse en las profundidades de la base nunca se imaginó el estar en tal posición, con su vida pendiendo de un hilo por una causa que aunque ridículo como sonaba no tenía nada que ver con el o sus acciones.

Se había levantado tras el golpe que le había propinado la mujer con la cara adolorida y la cabeza dándole tumbos, casi como aquella vez que se había pasado de tragos en su lejana Berlin la noche que supo que había sido aceptado como parte del equipo de investigación de la doctora Mellows.

Mmmm imagine que con esos brazos de oso pegabas más fuerte matahari -  dijo tomándose la cara con ambas manos y con un tono por debajo de lo que hubiese querido, esto molesto aún más a la mujer y cuando pensó que acabaría con su vida las puertas se abrieron y sus compañeros entraron raudos a salvar el día.

-LA CABALLERIA!!!!-

En ese momento todo se volvió patas arriba, uno de los soldados a su lado cayó víctima de la extrema puntería del seal , al que apunto el francés tuvo mejor suerte , El alemán aun embotado por el golpe intento tirarse al suelo rogando para que ninguna bala lo atravesara, sin embargo fue levantado en el aire y tomado como escudo por la bravucona del rifle.

Tras los disparos una tensa calma, el seal boto su rifle a un lado mientras le hacía señas, al inicio no se percató y pensó que los gestos solo eran la ira actuando en la cara de Rodriguez por la situación; cuando por fin entendió a que se refería el seal flexiono sus rodillas y se impulsó hacia atrás  tomando a la mujer por sorpresa sin embargo la torpeza de sus movimientos le permitieron a la mujer mantenerse firme tras el brusco movimiento, intento nuevamente empujando con su cuerpo hacia atrás en una acción desesperada , por alguna extraña razón los pechos de la ruso vinieron a su cabeza en este incomodo momento, la mujer cedió y con fuerza la empujo hasta estrellar su cuerpo con la pared, con la conmoción el alemán hizo lo que mejor sabia hacer

Se tiro al piso mientras se cubría la cabeza esperando que la próxima ráfaga de fisil no tuviera como diana su sudada espalda.

ODIO EL MAR!!!!