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Kingmaker

Parte Tres: La Desaparición de Varnhold

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03/03/2016, 02:49
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Darvan, Zalika, el Progreso de Leveton y la Fortaleza Roja.

(6 años)

Durante el transcurso del quinto año desde la fundación de la capital la tendencia de crecimiento abrupto en número de habitantes buscando esta tierra de oportunidades se mantuvo, creando desafíos que tuvimos que superar de la mejor forma posible.

Fue necesario que prescindiera de un par de mis altos oficiales en aras de mejorar el control en los asentamientos más alejados y donde mi mandato directo no parecí atener mucho efecto ante la inestabilidad producto de los grandes cinturones de marginados que habían llegado recientemente, del sur y del norte en millares.

Loy Rezbin, mi ex Embajador y amigo marchó hacia Tazlford con el título de Lord Alcalde, título que debería comenzar a utilizar con mayor frecuencia si quería mantener un nivel eficiente de administración y control sobre las ciudades, muchas de ellas con la suficiente población como para ser consideradas ciudades autónomas en cualquier otra parte de Brevoy. En su lugar, su mano derecha, Zalika Iluve, recibió su cargo. Se trataba de una semi-elfa muy capaz y que además me permitía demostrar a mis súbditos mi predisposición por integrar minorías raciales, cosa que también se estaba convirtiendo en un foco de conflicto.

Y por otro lado tenemos la situación de Corax, mi ex Asesino Real, ejecutor de mis decisiones y verdugo del ducado, fue enviado a Verdún a mantener el orden de la fortaleza que guardaba el sector sur del bosque occidental. Lo cierto era que no quería tener a Corax más en Altalanza, su aprecio por la bebida, ligado a su posición y trabajo, le estaba granjeando demasiados enemigos y odios entre mis súbditos que debían apagarse, especialmente si llegaban dos mil personas por mes al ducado que engrosaban los barrios pobres y eran causantes de un malestar general.

Corax fue reemplazado por Darvan, una criatura formidable de otra dimensión, fue traído por Liliz, que recordó a su viejo amigo y me convenció de su capacidad para cumplir a la perfección con las demandas del cargo. Tenía razón. Darvan era un axiomita, un humanoide constituído enteramente de pensamiento, proveniente de un reino donde la ley se cumple y se hace cumplir. Un artesano nato y un luchador exquisito, lo tomé como Asesino Real (abandonando el trabajo de verdugo también) y mi escolta. Ahora me acompañaba a cualquier sitio, pero se mantenía en las sombras cuando eran ocasiones públicas, no le gustaba la fama.

Al final del año, la economía del ducado pudo absorber con facilidad a todos estos nuevos residentes y el rumor de Agnia como una tierra rica, próspera y de ilimitadas oportunidades (gracias a las tierras entregadas) se expandió aún más... Esperaba que en el futuro llegaran incluso más migrantes.

Un año pasó desde la conquista total del Cinturón Verde. Leveton, la ciudad fundada sobre el antiguo Puesto de Comercio de Oleg ahora era una metropoli casi tan importante como la misma Altalanza. Y la cantidad de oro que había fluido hacia las arcas de la tesorería se estaba abultando.

Aún así realicé la mayor inversión hasta el momento para una sola edificación: la Fortaleza Roja. Quería que el ahora comparado pequeño castillo de Altalanza se transformara en un símbolo del poder del reino (si, ya estaba perfilando la independencia del feudo) que diera un claro mensaje: "Nada nos detendrá. Nada detendrá al Rey Dragón. Nada detendrá a Agnia."

El enorme castillo fue una ampliación masiva del antiguo, utilizando grandes cantidades de recursos materiales, mano de obra y magia. Tardó un año en completarse, y podría haber tardado el triple o más de no ser por las habilidades de las cuadrillas de albañiles enanos y la cofradía de magos y hechiceros que me ayudaron en el levantamiento de muros. Era maravillosa, su diseño era atrevido, imponente e impenetrable. Parecía un bastión de mil años de antiguedad, capaz de sobrevivir la misma eternidad erguido. 

Pero tras contemplarlo por poco tiempo, un heraldo desde Restov llegó, trayendo nuevas y no tan nuevas. Al llegar al brillante Gran Salón el mensajero se detuvo. Tuve que llamarlo para que continuara.

-Tiene ese efecto en la gente -dije, señalando hacia arriba-. ¿Majestuoso verdad?

-Mi señor -saludó con una profunda reverencia-, vengo de Restov y siempre pensé que era la mayor ciudad de todo el sur de Brevoy, pero palidece en comparación. Los Señores de la Espada no tienen idea de la grandeza de su ciudad y de este enorme palacio.

-Oh, si, la tienen -respondí-. Pero no les gusta mencionarlo, principalmente por dos razones, porque envidian nuestra capacidad para producir y enriquecernos y porque tienen graves problemas con Issia. Joven, debes saber que los peligros de una guerra civil son grandes, por ello la supervivencia de Restov depende de Agnis, hoy más que nunca. ¿Qué tienes para mi?

-Mi señor -continuó-, la Señora de la Espada Jamandi Aldori le envía esta misiva.

Me extendió un documento y lo tomé, abrí el sello que lo mantenía cerrado y comencé a leer la hermosa letra cursiva escrita en densa tinta negra.

"Duque Saeral de Agnis, Señor de Altalanza, tengo entendido que es de su conocimiento que no ha sido en único enviado por Restov a retomar las Tierras Robadas. Al sur de nuestra ciudad y al este de la suya la Horda Varn ha sido exitosa en establecerse, aunque sus esfuerzos parecen mínimos si se los compara con su feudo. Sin embargo, son nuestros aliados, amigos de Restov y hermanos de Altalanza. Tengo que decir que hace tres semanas que no hemos recibido comunicación alguna desde Varnhold, incluso los mensajeros que hemos enviado han desaparecido. Desconocemos el motivo de este silencio y parece poco creible que esto sea la voluntad de Maegan Varn... Esto debe ser un acto externo. Una peste, un ataque, no lo sabemos, pero tememos lo peor y es probable que las gentes de Varnhold estén indefensas frente a un enemigo mayor. 

Como sabe también, las tensiones de Rostland con Issia son cada vez mayores. Enviar tropas al sur no es una opción y por ello pedimos que lo haga usted. Necesitamos saber que es lo que sucede y que la situación sea subsanada. Restov no puede permitirse tener una frontera sur caótica y hostil mientras enemigos internos se alzan en el norte. Esta misión es importante y es urgente. Si es capaz de descubrir que ha pasado y solucionarlo, contará con el agradecimiento eterno de los Señores de la Espada, el mío propio y la amistad absoluta de Restov, si es posible más de lo que hoy es.

En momentos más tranquilos, me gustaría discutir la instalación de una de mis Escuelas de Duelo Aldori en Altalanza, como muestra de amistad, alianza y cooperación entre mi casa y la suya. Me encantaría en poco tempo poder visitar la ya mítica Fortaleza Roja, y lo haré, cuando la calma regrese.

Muy suya, Señora de la Espada Jamandi Aldori."

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04/03/2016, 05:09
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De camino a Varnhold

(1 día)

La frontera del Cinturón Verde y las Colinas Orientales no eran demasiado claras. Geográficamente sí, pero políticamente no. La espina dorsal de las montañas devidía ambas zonas, pero los documentos entregados por Restov mantenían una ancha franja de tierra al oeste de las montañas para la Horda Varn y no para mi.

Los conflictos que ahora Restov afrontaba con sus vecinos brevoyanos mantenían su atención centrada muy lejos del salvaje sur. Aprovecharía esto para expandir mis dominios hasta las montañas, pero luego de investigar lo sucedido en Varnhold y, por supuesto, si esa tierra no era reclamada por el silenciado vecino...

Mi pequeño grupo estaba compuesto por mis dos escoltas y oficiales más cercanos: Liliz y Darvan. Partimos de Altalanza y nos dirigimos a vuelo de pájaro al Paso de Varnhorn, el camino formado entre dos picos de la cordillera. A través de él se llegaba a las colinas del este. Cerca de la falta de la montaña se hayaba el pueblo de Varnhold.

Comparado con lo que había logrado en Agnis, comparado con la misma Altalanza, Varnhold era una aldea con chozas y una torre empalizada que con verguenza se hacía llamar bastión...

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04/03/2016, 19:28
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Tomando Varnhold

(Día 1)

Sobrevolamos dos veces en círculos sobre Varnhold, la pequeña aldea estaba compuesta por varias casas a lo largo de un camino que cruzaba el río, otros edificios más grandes parecían dedicarse a una posada, un altar y algún comerciante, pero nada se podía definir desde el aire. Sobre una colina que dominaba el paisaje se alzaba una torre de tres pisos ubicada en el vértice de una empalizada triangular.

Según observamos, era la única estructura que todavía estaba habitada, criaturas grisáceas se paseaban en el patio, junto a lobos. ¿Invasores? ¿Atacantes? No tenía sentido. Un ataque armado hubiera dejado secuelas en el pueblo, pero no las había. Las estructuras y herramientas permanecían en su sitio, como si la gente hubiera desaparecido mágicamente de la noche a la mañana. No había manchas de sangre en el suelo o los edificios, no había cadáveres o signos de violencia, como construcciones dañadas o ventanas rotas.

"Creen que podremos averiguar algo de ellos" pensé.

"Lo dudo" respondió telepáticamente Liliz "No son más que salvajes y se comportarán como tal, nuestra única opción es capturar alguno con vida"

"Si no estoy equivocado, son Spriggans" acotó Darvan, en forma de mil chispas de luz "Criaturas pequeñas, como gnomos, con la capacidad de crecer hasta el tamaño de gigantes. Seguramente se tratará de una estructura tribal."

Sonó un grito desde el baluarte, los spriggans habían sonado la alarma al percatarse de las dos criaturas aladas que rondaban las cercanías y las pequeñas luces que los seguían. Uno de ellos, apareció en el puesto de vigilancia por encima de la torre principal y tomó una roca de un montón de ellas guardadas en un barril. En el patio, había uno junto al pozo con sus cuatro lobos, otros dos que ahora se levantaban con dificultad del suelo del corral y un último vigilaba el vértice occidental. La puerta de la torre se cerró de un golpe.

Extendí el dedo índice y apunté al puesto de vigilancia, las llamas devoraron al gigante que saltó en pedazos, con astillas y piedras. Otra explosión carbonizó al guardia con los lobos mientras Liliz y Darvan terminaban con los otros tres en pocos segundos. Las flechas nos caían desde las aspilleras del segundo piso de la torre. Hice un gesto y la puerta principal fue arrancada de cuajo de sus goznes.

-¡Vamos! -grité.

Al otro lado de la puerta principal había un corto corredor lateral con aspilleras y una puerta al fondo. Contraje mis alas y evité los flechazos que me arrojaban. Llegué hasta la gruesa puerta de madera y la conjuré para que se abriera de un golpe, la madera se partió, agrietó y cedió con un sonido seco. Dentro se encontraban tres striggans con arcos y flechas, solté una bocanada de fuego y no pudieron hacer nada. Detrás de mi entraron Liliz y Darvan.

-Esto es demasiado fácil, pero ninguno parece ser el Jefe -dije.

-Debe de haber más en el segundo piso -respondió Darvan.

Subimos las escaleras sin detenernos, el segundo piso estaba conformado por una serie de habitaciones centralizadas alrededor de un pasillo que ocupaba toda la periferia de la torre, dando lugar a los tiradores en las aspilleras y hoyos para sus proyectiles. Darvan avanzó hacia el pasillo sin detenerse, conde nos comunicó que había un gigante, mientras que Liliz y yo vislumbramos al Jefe y sus otros dos guardias en una habitación, la que daba acceso al puesto de vigilancia que ahora no existía.

Entramos como relámpagos de muerte, Liliz hizo llover flechas de fuego que acabaron con uno de los escoltas. Yo me arrojé sobre el Jefe con garras ígneas y colmillos, no escatimé en usar la fuerza bruta, estaba harto de destrozar con un solo dedo. Increiblemente, el Jefe sobrevivió al primer embate, cosa que no me decepcionó. Intentó contraatacar, junto con el último guardia que se lanzó sobre la erinia. Ninguno logró nada y solté una carcajada.

Tenía ganas de destrozar a ambos con mis garras, arrancar sus gargantas de un mordizco y convertir en lonjas sus extremidades. Mis instintos dracónicos afloraron descontroladamente durante un instante, hasta que me dí cuenta que era necesario mantener un superviviente. Lancé un encantamiento telequinético empujando ambos enemigos contra las paredes.

El guardia me atacó, evité su alabarda con facilidad mientras sonreía. El Jefe se recuperó y se tiró arriba de mi. Su ataque no atravezó mi dura piel. Levanté una de mis garras envuelta en llamas y las pupilas del Jefe se agrandaron al tiempo que su voluntad se doblegaba a la mia. Liliz terminó por acribillar al guardia y el combate estaba terminado.

A los pocos segundos Darvan apareció ensangrentado, con su espada en la mano.

-¿Cómo te ha ido? -le pregunté.

-He demorado un poco más de lo esperado -respondió, guardando su espada.

-Vamos fuera -dije-. Este sitio es nuestro.

-¿Cómo te llamas? -pregunté una vez fuera, sentado.

-Agai -respondió el Jefe-. Jefe de la tribu Cachakai.

-Muy bien, Agai -dije-. Ahora dime que pasó con la gente de Varnhorn.

-No tenemos idea -respondió Agai-, hace más de una semana que advertimos la ausencia de los habitantes y decidimos mudarnos de nuestro campamento. Este lugar parecía mucho más cómodo y defendible que lo nuestro.

-¿Tienes idea que pudo haber pasado con ellos? -pregunté, su respuesta previa me había sorprendido. Estaba seguro que habían tenido algo que ver con la desaparición. La negativa me había dado más dudas que certezas.

-No ciertamente -respondió-, pero podrían haber sido los Nomen. La tribu de centauros que reclama las tierras orientales. Siempre han tenido conflictos con cualquiera que se meta en su territorio. También puede que averiguen algo si registran las casas, nosotros nos limitamos a saquear todo lo de valor.

-Bien -dije-, quiero que reunas en este sitio todo lo que haya de valor en este sitio y todos los tesoros de tu tribu. ¿Entendido?

El sujeto asintió y comenzó en silencio a cumplir con la orden. Me dirigí a mis acompañantes.

-Hay que encontrar alguna pista al respecto, más allá de los comentarios sobre los centauros que nos hizo este tipo -dije.

-Buscaré en las casas -dijo Darvan.

-Yo revisaré la torre -dijo Liliz.

Varnhold estaba desierta, y el baluarte ahora era un cementerio. ¿Que había pasado con esta gente? Dos horas después me reuní con Darvan en la posada del pueblo. Había tomos sobre una de las mesas sobre historia de la región, los centauros y arqueología. Aparentemente todo nos llevaba hacia los centauros. Los Nomen eran una tribu antigua, venida de las estepas de más allá de las montañas en tiempos antiguos. Desde siempre la tribu tuvo conflictos con los tempranos pobladores de la actual Brevoy, desde entonces y hasta ahora el conflicto se ha mantenido, guerreando eternamente por mantener alejados a los bípedos de sus llanuras.

Era hora de tener una conversación cara a cara con estos hombres-caballos tan míticos.

Sobrevolamos dos veces en círculos sobre Varnhold, la pequeña aldea estaba compuesta por varias casas a lo largo de un camino que cruzaba el río, otros edificios más grandes parecían dedicarse a una posada, un altar y algún comerciante, pero nada se podía definir desde el aire. Sobre una colina que dominaba el paisaje se alzaba una torre de tres pisos ubicada en el vértice de una empalizada triangular.

Según observamos, era la única estructura que todavía estaba habitada, criaturas grisáceas se paseaban en el patio, junto a lobos. ¿Invasores? ¿Atacantes? No tenía sentido. Un ataque armado hubiera dejado secuelas en el pueblo, pero no las había. Las estructuras y herramientas permanecían en su sitio, como si la gente hubiera desaparecido mágicamente de la noche a la mañana. No había manchas de sangre en el suelo o los edificios, no había cadáveres o signos de violencia, como construcciones dañadas o ventanas rotas.

"Creen que podremos averiguar algo de ellos" pensé.

"Lo dudo" respondió telepáticamente Liliz "No son más que salvajes y se comportarán como tal, nuestra única opción es capturar alguno con vida"

"Si no estoy equivocado, son Spriggans" acotó Darvan, en forma de mil chispas de luz "Criaturas pequeñas, como gnomos, con la capacidad de crecer hasta el tamaño de gigantes. Seguramente se tratará de una estructura tribal."

Sonó un grito desde el baluarte, los spriggans habían sonado la alarma al percatarse de las dos criaturas aladas que rondaban las cercanías y las pequeñas luces que los seguían. Uno de ellos, apareció en el puesto de vigilancia por encima de la torre principal y tomó una roca de un montón de ellas guardadas en un barril. En el patio, había uno junto al pozo con sus cuatro lobos, otros dos que ahora se levantaban con dificultad del suelo del corral y un último vigilaba el vértice occidental. La puerta de la torre se cerró de un golpe.

Extendí el dedo índice y apunté al puesto de vigilancia, las llamas devoraron al gigante que saltó en pedazos, con astillas y piedras. Otra explosión carbonizó al guardia con los lobos mientras Liliz y Darvan terminaban con los otros tres en pocos segundos. Las flechas nos caían desde las aspilleras del segundo piso de la torre. Hice un gesto y la puerta principal fue arrancada de cuajo de sus goznes.

-¡Vamos! -grité.

Al otro lado de la puerta principal había un corto corredor lateral con aspilleras y una puerta al fondo. Contraje mis alas y evité los flechazos que me arrojaban. Llegué hasta la gruesa puerta de madera y la conjuré para que se abriera de un golpe, la madera se partió, agrietó y cedió con un sonido seco. Dentro se encontraban tres striggans con arcos y flechas, solté una bocanada de fuego y no pudieron hacer nada. Detrás de mi entraron Liliz y Darvan.

-Esto es demasiado fácil, pero ninguno parece ser el Jefe -dije.

-Debe de haber más en el segundo piso -respondió Darvan.

Subimos las escaleras sin detenernos, el segundo piso estaba conformado por una serie de habitaciones centralizadas alrededor de un pasillo que ocupaba toda la periferia de la torre, dando lugar a los tiradores en las aspilleras y hoyos para sus proyectiles. Darvan avanzó hacia el pasillo sin detenerse, conde nos comunicó que había un gigante, mientras que Liliz y yo vislumbramos al Jefe y sus otros dos guardias en una habitación, la que daba acceso al puesto de vigilancia que ahora no existía.

Entramos como relámpagos de muerte, Liliz hizo llover flechas de fuego que acabaron con uno de los escoltas. Yo me arrojé sobre el Jefe con garras ígneas y colmillos, no escatimé en usar la fuerza bruta, estaba harto de destrozar con un solo dedo. Increiblemente, el Jefe sobrevivió al primer embate, cosa que no me decepcionó. Intentó contraatacar, junto con el último guardia que se lanzó sobre la erinia. Ninguno logró nada y solté una carcajada.

Tenía ganas de destrozar a ambos con mis garras, arrancar sus gargantas de un mordizco y convertir en lonjas sus extremidades. Mis instintos dracónicos afloraron descontroladamente durante un instante, hasta que me dí cuenta que era necesario mantener un superviviente. Lancé un encantamiento telequinético empujando ambos enemigos contra las paredes.

El guardia me atacó, evité su alabarda con facilidad mientras sonreía. El Jefe se recuperó y se tiró arriba de mi. Su ataque no atravezó mi dura piel. Levanté una de mis garras envuelta en llamas y las pupilas del Jefe se agrandaron al tiempo que su voluntad se doblegaba a la mia. Liliz terminó por acribillar al guardia y el combate estaba terminado.

A los pocos segundos Darvan apareció ensangrentado, con su espada en la mano.

-¿Cómo te ha ido? -le pregunté.

-He demorado un poco más de lo esperado -respondió, guardando su espada.

-Vamos fuera -dije-. Este sitio es nuestro.

-¿Cómo te llamas? -pregunté una vez fuera, sentado.

-Agai -respondió el Jefe-. Jefe de la tribu Cachakai.

-Muy bien, Agai -dije-. Ahora dime que pasó con la gente de Varnhorn.

-No tenemos idea -respondió Agai-, hace más de una semana que advertimos la ausencia de los habitantes y decidimos mudarnos de nuestro campamento. Este lugar parecía mucho más cómodo y defendible que lo nuestro.

-¿Tienes idea que pudo haber pasado con ellos? -pregunté, su respuesta previa me había sorprendido. Estaba seguro que habían tenido algo que ver con la desaparición. La negativa me había dado más dudas que certezas.

-No ciertamente -respondió-, pero podrían haber sido los Nomen. La tribu de centauros que reclama las tierras orientales. Siempre han tenido conflictos con cualquiera que se meta en su territorio. También puede que averiguen algo si registran las casas, nosotros nos limitamos a saquear todo lo de valor.

-Bien -dije-, quiero que reunas en este sitio todo lo que haya de valor en este sitio y todos los tesoros de tu tribu. ¿Entendido?

El sujeto asintió y comenzó en silencio a cumplir con la orden. Me dirigí a mis acompañantes.

-Hay que encontrar alguna pista al respecto, más allá de los comentarios sobre los centauros que nos hizo este tipo -dije.

-Buscaré en las casas -dijo Darvan.

-Yo revisaré la torre -dijo Liliz.

Varnhold estaba desierta, y el baluarte ahora era un cementerio. ¿Que había pasado con esta gente? Dos horas después me reuní con Darvan en la posada del pueblo. Había tomos sobre una de las mesas sobre historia de la región, los centauros y arqueología. Aparentemente todo nos llevaba hacia los centauros. Los Nomen eran una tribu antigua, venida de las estepas de más allá de las montañas en tiempos antiguos. Desde siempre la tribu tuvo conflictos con los tempranos pobladores de la actual Brevoy, desde entonces y hasta ahora el conflicto se ha mantenido, guerreando eternamente por mantener alejados a los bípedos de sus llanuras.

Era hora de tener una conversación cara a cara con estos hombres-caballos tan míticos.

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05/03/2016, 16:59
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El próximo paso

(Día 1)

El botín de Varnhold (o al menos lo que habían saqueado los spriggans) fue reunido. Exploramos cada palmo del pueblo, ingresamos en cada hogar y edificio y captamos cada prueba.

Liliz encontró un mapa echo trizas en la torre del pueblo que marcaba las zonas conocidas a unas cuantas leguas alrededor del asentamiento, y un lugar más lejos que llamaba la atención, ubicado en las profundidades de las llanuras: la Tribu Nomen. Nuevamente, todo nos decía que el próximo paso lógico de la investigación debería darse con los centauros.

Decidí que continuar la aventura pudiendo volver a descansar en las cómodas camas de palacio era inútil. Regresamos con los tesoros saqueados por los spriggans y con Agai, que fue arrojado en una celda hasta que decidiera cuál sería su destino.

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05/03/2016, 18:44
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Encuentro con los Nomen

(Día 2)

A la noche siguiente (tuve que tomarme el día para solucionar algunos problemas sobre la construcción de al Fortaleza Roja) nos teleportamos directamente a Varnhold y comenzamos nuestro viaje hacia el sureste. Las llanuras y las onduladas colinas se extendían como un mar eterno debajo de nuestras alas.

Al cabo de unas horas dimos con algunas partidas de centauros que patrullaban sus dominios y fue cuando supimos que estábamos cerca. Finalmente llegamos a una aldea, establecida en una colina. Alrededor de la fogata central se levantaban cinco grandes tierras. Habitaban el lugar aproximadamente doscientos centauros, aunque la gran mayoría eran guerreras.

Una poderosa civilización, aunque no se separaba de la definición de tribu. La idea de someterlos como súbditos y contar con un ejército de centauros me vino a la cabeza de inmediato, criaturas maravillosas, guerreras implacables...

Descendimos y el lugar se convirtió en un avispero, las centauro rodearon el sitio donde tocamos suelo. Una capitana se adelantó.

-¿Quienes son y que quieren? -vociferó con rudeza en la lengua común, en una versión muy rudimentaria.

-Soy Lord Dracaris -pronuncié-, Duque de Agnis y Señor de Altalanza. Llevenme ante su lider.

Hubo una pausa y murmullos por parte de las inquietas guerreras que mantenían las puntas de sus lanzas hacia nosotros. Finalmente, con un simple gesto, la capitana nos indicó que la siguieramos hasta un pequeño altar, donde una centauro realizaba oraciones y cantaba a la luna. Al culminar el rito se volteó hacia nosotros.

-Aecora, estos solicitan audiencia -replicó la capitana en idioma sílvano. La jefa de la tribu guardó silencio.

-Hemos venido en nombre de la gente de Varnhold -dije en sílvano, lo que pareció gustar entre las presentes-. Han desaparecido y es menester encontrarlos. Sabemos que han tenido conflictos con ustedes. ¿Acaso puedes decirme algo sobre esto?

-La Madre Luna lo ve todo -pronunció la jefa de la tribu-. Mi nombre es Aecora Fuegoplateado y juro ante nuestra madre que nada sé de esa gente... Si gustan son bienvenidos de recorrer nuestro campamento y confirmarán que ningún bípedo habita o habitó nunca entre nosotros. Son los bípedos los que no dejan de usurparnos nuestras tierras, no alrevés.

Las guerreras vitorearon.

-Lo único que quiero, Señora de los Nomen -dije. Es encontrar a la gente de Varnhold. Son hermanos de mi pueblo y por tanto su desaparición es realmente preocupante. Si la tribu Nomen no ha sido responsable, ¿entonces quién?

-Debo confesar que lo que me dices me preocupa igualmente -respondió Aecora-. No puedo responderte con certeza esa pregunta. Lo que sí se es que una de mis exploradoras observó una figura extraña moverse en el Valle de la Muerte, un sitio prohibido para mi gente. Es probable que la curiosidad y el ansia de conquista haya llevado a los habitantes de Varnhold a meterse en lugares malditos. Puede que allí encuentres respuesta.

Asentí con la cabeza, pero Darvar se adelantó.

-¿El Valle de la Muerte? -preguntó- Me pareció escucharlo en algún sitio... ¡Ah, si! Lo leí en uno de los tomos de geografía que encontramos en la posada de Varnhold. Pero algo más había con él. ¿De qué se trataba? Vor... Var... ¿Varkai? Barda... ¡Vordakai! ¡Eso es!

Los centauros guardaron un silencio sepulcral y se agitaron. Aecora tomó una pose ceremonial.

-Vordakai es un antiguo señor de la guerra, poderoso y olvidado -respondió-. Mis ancestros lo consideraban un demonio o un dios maligno y consagraron sus vidas y las tradiciones de mi pueblo a guardar su regreso. Nada más ha sobrevivido a nuestros días.

-Aecora Fuegoplateado -dije en sílvano- te agradecemos por tu ayuda. Estoy en deuda contigo.

-Espera -respondió, bajando los ojos al suelo, visiblemente avergonzada-, la exploradora que ha visto la silueta en el Valle de la Muerte es mi hija Xamanthe. Una guerrera decidida pero demasiado curiosa, producto de su edad claramente, desapareció luego de preguntarme la causa de la prohibición de nuestro pueblo de ingresar en ese lugar maldito. Si la encuentran, traiganla de regreso por favor, deseo saber su destino.

Asentí, volteándome con la idea de partir, pero Darvan me detuvo.

-Existe algo que nos podría ayudar a cimentar mejor una alianza -murmuró a mi oído-. Entre el tesoro de los spriggans se encontraba un arco mágico de indudable manufactura centaura, puede que resulte un buen regalo.

-Excelente, dile a Liliz dónde está y que lo traiga de inmediato -repliqué.

-Mi señora, Aecora -continué, ante la sorpresa de que la reunión no hubiera terminado-. Quisiera, antes de partir, realizarle un obsequio, un presente que simbolice mis más buenas intenciones y la buena relación que puede florecer entre nuestros pueblos. No es necesario que la tribu Nomen tenga conflictos con todos sus vecinos, o al menos, con aquellos que están más allá de las montañas.

-¿Un regalo? -dijo- ¿Qué clase de regalo?

-Resulta que en nuestro pasaje por Varnhold nos encontramos con una tribu de spriggans que había tomado el bastión del pueblo -las guerreras golpearon sus escudos con sus lanzas. "¡Ladrones! ¡Canallas" gritaban-. Me temo que ya los conocen.

-Así es, robaron una reliquia antigua de mi pueblo: Arco del Cielo -respondió-. Hace años que lo tienen en su poder y nos insultan con su mera existencia. Desconocía que habían osado mudarse a este lado de las montañas. ¡Enviaré una partida de inmediato a recuperar lo que es nuestro!

Las guerreras vitorearon, golpearon sus escudos y sus cascos contra el suelo. En eso regresó Liliz, con el arma en la mano. Todas guardaron silencio.

-No deberás hacerlo -pronuncié, tomando el arco con ambas manos y pasándoselo a la Jefa de la tribu-. La tribu spriggan es historia, y este Arco del Cielo es mi regalo para los Nomen. ¡Que nuestra amistad florezca!

Aecora tomó el arco y lo alzó en el aire, ante la alegría de sus seguidoras.

-Te agradezco este gesto, Lord Dracaris -dijo-. Has reparado una injusticia. Ahora espero que hagas lo mismo con la gente de Varnhold. ¡Ve y trae paz para estas tierras!

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07/03/2016, 03:35
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El Valle de la Muerte y el rescate de Xamanthe

(Día 3)

El Valle de la Muerte se internaba dentro de la cordillera, introduciéndose a través de estrechas y filosas grietas donde el río dejaba su marca.

Finalmente llegamos donde el río generaba un embalce, un lago alrededor de un alto peñón en medio. Los desfiladeros de treinta metros de altura se levantaban alrededor a excepción de una playa al sur. 

Descendimos al sitio de inmediato, cuando Darvan (nuestro nuevo erudito en el tema) indicó que estabamos cerca de la Tumba de Vordekai, el sitio que estabamos buscando y que acusábamos como un posible causante de la desaparición de la gente de Varnhold.

Solo el hecho de tocar la arena fue suficiente para que una pareja de Wyverns saltaran desde los riscos sobre nosotros. Reaccionamos y libramos una batalla durante algunos minutos hasta que los cuerpos de ambas criaturas fueron llevados por la corriente.

Entonces le pude prestar atención al aura mágica que emitía una puerta de piedra escondida. Un encantamiento de cerrojo la mantenía en su lugar. Cerca de su paso encontramos tres tipos de huellas de tres criaturas diferentes: un humano (o humanoide), un gigante y un caballo (o centauro).

Ingresamos y nos internamos por un recto pasillo de piedra labrada hacía siglos. Seguramente durante épocas antiguas, de cuando los cíclopes dominaban la región, mucho antes de que los reinos de los hombres existieran.

Tras un recodo nos encontramos en una sala en forma de diamante. Donde en cada una de las aristas existía una puerta, una de ellas estaba abierta y daba paso a un receptáculo de un metro cuadrado. En cuanto ingresamos en la sala, las otras dos puertas se abrieron y dos zombies (uno de ellos visiblemente herido) cíclopes despertaron y nos atacarnos. Acabamos con ellos antes de que pudieran dar el segundo paso.

En uno de los receptáculos encontramos una puerta secreta que daba a una piscina dentro de una caverna. Encontramos que dentro del agua continuaba una escalera descendiente que daba lugar, luego de algunos escalones a otra habitación. El lugar estaba lleno de pinturas y retratos y materiales para su elaboración. Pudimos deducir que databan de la época del Imperio Casmar de los antiguos cíclopes. Todo apuntaba a lo que Darvan había dicho antes: Vordakai, el antiguo señor de la guerra cíclope.

Tras la sala de las punturas llegamos a un lugar extraño. Detecté dos puertas semejantes a las que habíamos visto antes y que habían dejado sueltos a los zombies y Liliz logró descubrir un complejo y peligroso mecanismo: toda la habitación era una trampa. Una vez intentábamos salir por el otro lado, caerían rastrillos y la habitación comenzaría a indundarse mediante varios orificios en el techo. Por suerte, la observancia de mi General y la pericia de mi Asesino Real fueron suficientes para desactivar de antemano el mecanismo y continuar nuestro tranquilo recorrido por la tumba del peligroso cíclope.

Continuamos asendiendo por unas escaleras hasta un sitio con varios altares. Darvan pudo identificar la figura del archidemonio Charon, Jinete de la Muerte. Ambos altares se encontraban a cada lado de un arco que daba a la siguiente sala. Inmediatamente el axiomita me advirtió de una trampa que para él era evidente. Mientras avanzaba me extendió un cuchillo.

-Los altares de Charon reclaman sangre como pago -explicó-, de lo contrario es posible que lo hagan por la fuerza, y eso sería una sorpresa ciertamente desagradable.

Escuché sus palabras y dejamos una sustanciosa cantidad de sangre en lámparas que encendimos sobre los altares. Al traspasar el umbral que guardaban escuchamos un seco y ensordecedor "clanc" pero nada sucedió.

Un corto pasillo precedió a una cámara pequeña. Súbitamente una niebla húmeda de olor pútrido desborda el lugar y de ella surge una criatura humanoide, una mezcla entre pulpo y langosta.

-¿Qué quieren? -preguntó.

-Soy Saeral Dracaris, Duque de Agnia -respondí-. Hemos venido por la gente de Varnhold.

-No sé de que hablas, extraño -contestó la criatura con hostilidad, presionando sus pinzas y agazapándose. El combate era inminente y estalló en un segundo. Tengo que decir que fue un enemigo formidable, el primer rival desde hacía mucho tiempo. No tuve oportunidad de soltar un conjuro, y los que hice apenas surtieron efecto en su duro cuerpo. 

Nos sumergimos en una encarnizada batalla entre bestias, mientras Darvan y Liliz mantenían distancia. Sus poderosas pinzas podían atraparme y sus tentáculos segregaban una sustancia ponzoñosa, pero mi fuerza bruta fue superior y prácticamente pude someterlo, no sin llevarme mis heridas.

Al cabo de dos caóticos minutos de violencia extrema, golpeándonos contra cada pulgada de la reducida cámara terminé por arrancarle los últimos tentáculos y de devorar su garganta de un mordisco.

Mis compañeros me dieron algunos segundos para que descansara antes de que nos moviéramos la última sala de aquel sector (otra puerta salía del salón de los altares). Allí se encontraba tirada en el suelo una centaura, presumiblemente la hija de Aecora, la Jefa de los Nomen. Un aura mágica oscura rodeaba su cuerpo y no concebía moverse, había sido paralizada o maldita. La liberé de su tormento en un santiamén.

-Gracias -articuló con dificultad mientras se ponía de pie-, soy Xamanthe Fuegoplateado, de los centauros de la tribu Nomen.

-Hemos conocido a tu madre y a tu pueblo anoche -respondí-. Aecora está muy preocupada por tí.

-Lo sé -dijo-, romper con los tabúes de tu gente no es sencillo, especialmente cuando están fundados. Los Nomen tenemos prohibido venir a este valle, pero la curiosidad me ganó y no pude resistirme seguir una figura que observé en una de mis patrullas. Llegué a un pasillo que dió a una habitación cerrada, allí me asaltaron tres cíclopes zombies, maté a uno pero los otros pudieron reducirme y dejarme inconciente. Desperé aquí y frente a mí se encontraba una criatura cuyo nombre había escuchado únicamente en las antiguas fábulas: Vordakai. Su toque me mantuvo petrificada durante estos días y cuando desfacecía me traían algo para comer y beber. El interés del muerto-vivo es únicamente conocer el mundo actual... no lo puedo creer todavía. Estoy demasiado enojada.

-Liliz te llevará ante tu madre -dije, y la erinia tomó su hombro y juntas desaparecieron, para que luego la primera se materializara frente a nosotros segundos después.

-Quería luchar contra Vordakai y verlo muerto, pero tuve que decirle que no -acotó Liliz-. La dejé en la entrada del campamento, nadie la vió llegar todavía.

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07/03/2016, 22:12
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La Última Caverna 

(Día 3)

Continuamos a la siguiente sala, una cámara con un par de criaturas de planos sombríos. Eran Devoraalmas, compuestos por una masa de humo negro y garras afiladas, que atacaban a sus víctimas con el objetivo de succionar su vida.

Acabamos con ellos y entramos en un vestíbulo cuyas paredes estaban ornamentadas con bajorrelieves muy antiguos. Detallaban la vida de los cíclopes milenios atrás.

Una sacristía, el sitio donde los muertos eran preparados según los ritos funerarios, se encontró después. Nada había ahí, así que tuve que volver sobre mis pasos hasta donde se encontraban los devoraalmas, y desde allí seguir por otra puerta. Esta daba a una cueva infernal, el aire estaba caliente y una piscina de denso líquido azabache burbujeaba dentro, las sobras lo cubrían todo y parecía ser el único modo de continuar.

Un no-muerto, que hasta hacía poco había pertenecido al mundo de los vivos, nos hizo frente. No se trataba de una criatura ordinaria, sino que en vída había sido un hechicero o mago, y algo me decía que habitaba en Varnhold, formando parte de la gente desaparecida. Esto me dio dos noticias, una buena y una mala. La buena era que podíamos estar seguros que el destino de los habitantes de Varnhold se encontraba relacionado con aquella gran e intrincada tumba. La mala era que el destino de ellos podía ser tan tenebroso como el de aquel hechicero barbudo y raquítico.

Iniciamos una batalla, donde el no-muerto volaba por la hostil caverna lanzánonos maldiciones y conjuros que yo repelía y contraatacaba, asistido por mis otros dos compañeros, hasta que el cadaber perdió toda movilidad y calló al suelo, dando su cuerpo grisáceo contra las rocas.

Poco faltaría hasta darme cuenta de que se trataba del último guardián de la tumba.

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08/03/2016, 02:37
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La Caída de Vordakai

(Día 3)

Luego del combate contra el hechicero zombie que una vez supo ser un honesto ciudadano de Varnhold, continuamos hasta llegar a lo que parecía ser el inicio de la tumba principal o la cámara maestra.

Tras intrincados pasadizos llegamos a un lugar labrado en piedra milenaria. Al otro lado nos encontramos con un cíclope no-muerto realmente poderoso, su aura mágica y la de los objetos cercanos era formidable, en lo que incluía su único ojo compuesto por una roja gema redonda. Un artefacto antiguo y poderoso, de inmensas capacidades.

Cuando entramos estaba sentado en un trono de huesos, tras varios escalones ascendentes. En la misma habitación tenía multitud de pergaminos, un laboratio, pociones y sustancias extrañas, objetos de arte y otras tantas cosas de épocas distantes. En el suelo de la cámara había un estanque de agua, ahora teñido de sangre. Sobre el trono colgaban cabezas de humanos, los cuerpos seguramente estaban esparcidos en el agua.

-Por fin -exclamó Vordakai-, los he estado esperando durante todos estos días.

-¿Quién eres, Vordakai? -pregunté manteniendo mis distancias.

-Es un poco insultante que preguntes eso -respondió, alzándose de su trono-. Cuando mis dominios todavía se mantenían nadie hubiera olvidado mi nombre, parece que hoy en día es solo material de leyendas y mitos solo dichos para asustar niños... Pero no se preocupen, en breve volverán a oir mi nombre como otrora, cuando restaure lo que es mío por derecho.

-Lo lamento, Vordakai -dije-. Pero no soy fanático de tener un liche milenario vagando por mis tierras.

-¿Tus tierras? -dijo- Regresa a Altalanza, Duque de Nada. Poco tienes que hacer al respecto.

-¿Qué has hecho con la gente de Varnhold? -pregunté.

-¡Ja! -rió- ¿Te preocupas por ellos? Yo creo que no te preocupas ni por tus propios súbditos, ¿o me equivoco? Eres muy parecido a mi, en mis días más tempranos. Ahora te supero bastante, debo agregar. No te preocupes, los que no he necesitado se encuentran bien, de momento, aunque no tendrás ocación de verlo por ti mismo.

Sus intenciones de atacarnos fueron claras para mí, abrí lo que ahora eran mis fauces y dejé salir una poderosa llamarada roja que envolvió al liche en ascuas junto a su trono y todo lo cercano.

Mientras el fuego lo devoraba todo, Darvan lanzó un conjuro que nos afectó a los tres, haciéndonos notoriamente más rápido y enlenteciendolo todo a nuestro alrededor.

Vordakai salió de entre las llamas, apartándolas con los enormes brazos. Una a una, tres flechas ígneas se clavaron en su cuerpo, provenientes del certero arco de Liliz.

El milenario hechicero levantó ambas manos y olas oscuras en el aire cayeron sobre nosotros. Mis dos escoltas se debilitaron, mientras que pude resistir el encantamiento fatigador.

Me erguí levantando una mano y apuntando con un dedo al pecho del liche. La explosión fue infernal y lo empujó con violencia contra la pared del fondo, detrás de su huesudo y ya casi inexistente trono.

Darvan, encorvado por la magia que le aquejaba, miró de reojo al enemigo que con dificultad y herido de muerte, se levantaba del suelo. Extendió la palma de la mano y sus dedos chispearon. Un rayo surgió de ellos e impactó de lleno en el gran ojo de Vordakai, que cayó de rodillas y golpeó el suelo con un sonido seco.

Las magras carnes que rodeaban su cuerpo se secaron con rapidez y se agrietaron, producto de la marchitación de los siglos.

El otrora maligno y temido Vordakai, Señor de Cíclopes de imperios caídos, había muerto finalmente.

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08/03/2016, 03:07
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Regresando a Varnhold y la Alianza con los Nomen

(Día 4)

Todo el complejo calabozo que componía la Tumba de Vordakai estaba lleno, a lo largo de su recorrido, de tesoros y objetos mágicos y artísticos de gran valor. 

La sala del trono estaba incluso más abultada en cuanto a botín, e incluso logramos abrir una puerta de piedra que llevaba a una cámara circular llena de Jarras de Alma. En ellas, unas cuarenta, Vordakai había encerrado a los habitantes de Varnhold.

Al romper una, el vapor que tenía dentro se liberó, materializándose en el cuerpo de un hombre que dijo ser el panadero del pueblo. Nos contó lo que había sucedido y como todos quedaron presos de un poderoso conjuro que les obligó a tocar esas Jarras. Algunos de ellos, los ciudadanos de mayor inportancia e influencia, fueron liberados previamente por Vordakai en un intento de obtener información y sujetos de prueba para sus asqueantes experimentos.

La operación de retirar de allí todas las Jarras (para evitar a los habitantes de Varnhold el confuso viaje de vuelta a casa) y su traslado al pueblo nos llevó algunas horas. 

Además, tuvimos que regresar, mientras unos se llevaban lo obtenido de vuelta a la Fortaleza Roja, yo me dedicaba a cerrar cada una de las secciones de la tumba, destruir las trampas y aniquilar algúna criatura que nos hubiera evitado. Cuando el último pasillo fue cerrado para siempre, sentí alivio de que la región era segura de vuelta.

Creí entonces propicio regresar con la tribu Nomen. Sería una excelente noticia saber que el milenario terror que se les había encomendado vigilar, no volvería de su tumba de nuevo.

-No sé como agradecerte, Señor Dragón -dijo Aecora, una vez regresé al campamento Nomen y luego de algunos agradables recibimientos-. Mi hija ha vuelto a salvo y has logrado rescatar a la gente desaparecida de Varnhold, y todo esto en solo tres días. ¿Acaso hay algo que no puedas lograr?

-Y no olvides la muerte de Vordakai -acoté-, que no fue especialmente una tarea sencilla. No todos los días se logra rematar un señor liche de diez mil años de antiguedad.

-Mi pueblo tuvo desde incontables generaciones la obligación y la tarea solemne de guardar el Valle de la Muerte para que nadie pudiese despertar a Vordakai -dijo Aecora con tono solemne-. Y tu nos has liberado de esa misión y del flajelo que supuso el maldito hechicero. Gracias a tí, no solo has protegido a la gente de Varnhold, sino a mi pueblo también. Vordakai jamás se hubiera detenido y nos habría atacado prontamente. Los Nomen jamás olvidaremos esto.

-Ni yo, Aecora -dije-. Creo que es hora de que tu magnífico pueblo tenga un poco de paz, una paz merecida que traiga prosperidad y buena fortuna. Felicidad para los tuyos.

-Así es -respondió, tendiéndome la mano-, por eso, Lord Dracaris de Agnia, eres el primer bípedo en la historia de la tribu Nomen al que llamamos amigo. ¡Que nuestra alianza florezca!

-¡Que nuestra alianza nunca se marchite! -dije, estrechando su mano en respuesta. Las guerreras vitorearon y así los Nomen declararon un estado de paz conmigo y mis súbditos. Eso si: solicitaron que no avanzara sobre sus tierras, cosa que acepté. Al menos de momento.

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08/03/2016, 05:05
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El Avance sobre Varnhold

(6 años y 6 meses)

Pasaron seis meses desde la batalla con Vordakai y aprovechando el vacío de poder que había quedado en las praderas, mi alianza con los Nomen, el ansia de los habitantes de Varnhold por ingresar en mi ducado y la compleja trama y tensas relaciones que mantenían la atención de Restov en el norte,  me permitieron avanzar en el sur. Tomé así todas las tierras hasta las montañas, el Paso de Varnhorn y el pueblo mismo.

Si bien los centauros me pidieron los Pastos Pardos, término que pretendía respetar a rajatabla, aún quedaban tierras al sur y al norte, siguiendo la parte oriental de la cordillera que quería tomar en el futuro para aprovecharlas. 

Además, la expansión hasta las montañas me había dado una rica veta de hierro y una caverna de gemas preciosas. También, el Lago Pasoplateado era una fuente de pesca inagotable, con magníficos especímenes para exportar (si, exportar) a Brevoy.

El poder de Agnis había crecido a tal punto que la declaración de un reino independiente parecía ser inminente. Todavía no tenía clara las repercusiones en cuanto a las relaciones con Brevoy, pero con una guerra civil a punto de estallar, un reino independiente pero aliado y muy poderoso en el sur podría parecer más como una solución que como un problema.