Partida Rol por web

El combate continuaba. Sammy volvió a usar la flecha ácida por tercera y última vez. Mientras el proyectil volaba, improvisó un canto para inspirar a sus compañeros. Silmeria tensó el arco, poniendo toda su concentración en que el tiro resultara certero. Y así fue. Otra flecha que atravesaba la piel del orco. 

El Albino seguía obcecado con Trece, quien estaba parando todos y cada uno de sus golpes. Por desgracia para él, el orco no bajaba la defensa y no lograba herirle.

El orco sigue resistiendo, pero es indudable que está más débil. Convencido de ello, espero el momento para atacar. Lo empujo hacia atrás con mi escudo, y una vez le hago retroceder le lanzo varios tajos que laceran y perforan su cuerpo.

Sammy se había quedado sin hechizos de atacar. Solo podía seguir de apoyo o intentar pinchar al orco con su daga, exponiéndose a sus ataques. O... podía usar su as bajo la manga. Y eso hizo. 

Salió a la carrera hacia el albino. Cuando estuvo a una distancia prudente, salto hacia sus pies, estirando el brazo todo cuanto pudiera. En cuanto lo tocó, pronunció el conjuro.

-Irresistible danza de Otto- 

Sammy, en contra de lo sensato, se lanzó a por el albino. Mientras, Silmeria disparo el arco, con tal acierto que golpeó la espada del orco, la cual voló tres metros.

El orco, sorprendido, tardó en reaccionar. Trece le asestó un par de golpes de lo más dolorosos. Aun así, aguantó. Fue entonces cuando Sammy tocó el tobillo del orco con la punta de sus dedos y pronunció el conjuro. 

El efecto fue instantáneo. El Albino empezó a bailar claquet descontroladamente.

No vi a Sammy acercarse al orco para tocarlo, así que cuando éste, desarmado, empezó a bailar me ofendí bastante.

- ¡OIGA! ¡Señor orco, estamos en una pelea! ¡Haga el favor de tomárselo en serio!

Ofendido suelto el escudo y empuño mi espada a dos manos. balanceo la hoja y descargo mi frustración sobre el orco, quien recibe el daño de lleno.

Sonrió satisfecha al ver como el orco danzaba sin control. Estaba indefenso, y pensaba aprovecharse. 

Saco su daga, esbozando una siniestra sonrisa. Le clavó el puñal. Si bien no le hizo mucho daño, le dejaría una herida sangrando. 

El orco bailaba elegantemente sin control. 

-Humanos. Malditos- 

Sammy aprovechó para apuñalar al albino, dejándole una herida abierta. Silmeria volvió a disparar, sin acierto en esa ocasión.

Por último, Trece golpeó al orco. Pero este seguía en pie, danzando.

Estoy muy ofendido. Estamos en una pelea a muerte y este orco se pone a bailar, tan confiado en que somos basura para él. Que opine de mí eso tendría un pase (aunque me seguiría ofendiendo), pero que también se burle de mis compañeras no lo permito.

- ¡No se ría de nosotros!

Lanzo un primer ataque que no le alcanza por mi ofuscación, pero aprovecho el movimiento para lanzar un terrorifico golpe que podría matar instantáneamente a un trol.

Aprovechó que el hechizo mantenía al orco desprotegido para continuar apuñalándo.

Sammy volvió a clavar la daga, haciendo algo más de daño en esa ocasión. Después, Silmeria disparó, fallando por bastante. Pero lo peor llegó con el golpe de Trece. 

Tras fallar su primer intento debido al baile del orco, descargó toda su fuerza y rabia en un demoledor ataque que hizo trizas su armadura. Tal fue la magnitud del golpe que la hizo saltar por los aires en pedazos.

El orco cayó de rodillas, herido de gravedad. La sangre de un color verde brotaba de su boca, nariz, ojos y oídos. Además de por todas las heridas que había sufrido. 

Alargó su brazo, titubeando, hasta agarrar a Trece de la camisa, tirando de él con las pocas fuerzas que le quedaban hasta quedar cara a cara. 

-Humano... Matar... Elegido...-

Tras el balbuceo, soltó la muchacho. Inclinó la cabeza en gesto de sumisión hacia el vencedor, preparado para ser ejecutado. 

Tras ver saltar su armadura en pedazos y el orco hincar la rodilla, me agarra de mi prenda y me pide que le de muerte. Eso hace que se me pase el cabreo y vuelva a estar sereno. No puedo evitar sentir cierta compasión por él, pero si lo dejamos vivir será una seria amenaza.

- No es nada personal, señor orco. Aun así, he de reconocer que ha sido un gran oponente. Por favor, dígame su nombre para que pueda recordarlo. Yo me llamo Trece.

Cuando me diga su nombre (o se niegue) y concluya el ritual entre guerreros, levanto mi espada y la balanceo. Me tomo mi tiempo para matarlo rápidamente y sin sufrimiento innecesario, y respiro profundamente. Y con un rápido y preciso movimiento le corto la cabeza.

Una vez ha caído recojo mi escudo y me agacho para recoger la cabeza del orco albino. La verdad es que ha sido un oponente terrorífico que se negaba a caer.

- Supongo que lo necesitaremos para demostrar que hicimos el trabajo. Deberíamos marcharnos mientras podamos.

-¿Nombre? Orcos. No. Nombre- 

Tras la respuesta, Trece, con un golpe limpio, decapitó al albino. El cuerpo se desplomó, y la cabeza rodó unos centímetros. Trece se agachó para cogerla. Entonces, algo sucedió.

Tan la cabeza como el cuerpo empezaron a cambiar de color, pasando gradualmente de ese color blanco a un color verde común, como el de cualquier otro orco corriente y moliente. La única diferencia era que tenía el cuerpo lleno de marcas rúnicas tatuadas. Ese cambió desconcertó por completo a los presentes.

Miró el cuerpo, extrañada por la alteración en la pigmentación. Un cambio de lo más extraño y antinatural. Casi como un hechizo que se desvanece...

Sin embargo, no tenía medios para comprobarlo. Lo mejor que podía hacer dada la situación era memorizar los símbolos para luego, más tranquilamente, dibujarlos y que alguno de sus compañeros, o el mismo Rector, trataran de averiguar su significado.

Con la cabeza a buen recaudo, el grupo respiró tranquilo... Por poco tiempo. En cuestión de minutos, un grupo de orcos entraron en la tienda, viendo todo. Su líder, muerto y profanado. Su asesino llevándose la cabeza como trofeo... No tardaron en montar en cólera.

Había llegado la hora de salir por patas. 

Salieron por la raja que había abierto Sammy. Fuera, la zona se había convertido en un hervidero de orcos. Tal y como había anticipado la bardo, casi todos peleaban entre sí o marchaban con el rabo entre las piernas. Casi todos, pues tal y como había dicho Trece, algunos querían apuntarse el tanto de matar a los asesinos de su jefe. 

Una vez hemos asegurado la cabeza nos disponemos a marcharnos lo más rápidamente posible cuando somos descubiertos. Tal y como temía, algunos decidieron ir a por nosotros para apuntarse el tanto de matar a "los asesinos del líder orco elegido por los dioses".

- ¡Rápido, a la cresta! - apremio a mis compañeras.

Hay que ser rápidos y no andarse torpes, sin embargo para mí no es ningún problema. Vigilo de vez en cuando por si mis compañeras tienen problemas, y si fuese el caso me detendría para frenar a los orcos. Si no, seguiría con la carrera para al menos llegar a la explanada, donde podremos evitar vernos envueltos en el caos.

Apuró hasta el último momento antes de salir corriendo. Tal vez, demasiado. 

Salió de la tienda algo más tarde que sus compañero. Además de que trastabilló con la lona de esta. Trece y Silmeria ya estaban prácticamente en la boca de la cresta cuando la bardo apenas había dejado atrás la empalizada.