Partida Rol por web

Justo antes de que el primer rayo de sol entrase por la ventana, la claridad del cielo despertó a Sadrik. Tras enjuagarse un poco la herida que le había hecho el esqueleto, que ya no era más que un arañazo, se decidió a ir a despertar a los demás.

El olor a alcohol era casi insoportable al entrar en las habitaciones de sus compañeros y le hizo pensarse dos veces si sería una buena idea molestarlos... Quizás se despertarían de mal humor o medio borrachos todavía...

Salió de la habitación y utilizando sus poderes provocó que justo sobre la posada se escuchase el atronador sonido de una campana de bronce. Tres veces.

Nadie en la posada podría permanecer dormido después de eso y si le preguntaban a él fingiría no saber nada.

El gnomo despertó cuando los primeros rayos del alba le deslumbraron la cara. No recordaba como había llegado a la habitación. Le dolía la cabeza por la resaca, se dio la vuelta y se tapó la cabeza con la almohada. Maldijo y se hizo la promesa de que no volvería a abusar del alcohol, pero sabía que no lo cumpliría. Entonces esas llamadas estridentes y atronadoras le recordó su deber como aventurero, había ido allí a cumplir una misión del Gremio y debía cumplir con su cometido. ¡Maldita resaca!

Clevor observó con extrañeza hacia la ventana mientras una campana sonaba entruendosamente en la habitación, estaba seguro de no haber visto ninguna torre tan cercana. Estaba finalizando de pulir su armadura y se estaba encargando de darle los últimos toques al blasón de su escudo. Con las callosas yemas de los dedos delineó el escudo familiar, el guantelete y el dragón significaban para él mucho más de lo que cualquiera de sus compañeros podría adivinar. Una olvidada nostalgia invadió su pecho, y con simplemente cerrar los ojos volvió a recorrer los patios de armas, las altas torres, los altares dedicados a Torm. El desfile de Dragones Púrpura preparándose para defender al reino. Su madre llorando amargamente la partida de su padre y su hermano.

Apoyó la mano completa sobre su herencia y lanzó una plegaria silenciosa, no era un hombre de rituales y apenas recordaba los textos sagrados que alguna vez el capellán de Torm le había leido, sin embargo, era un hombre de fe. Sabía y tenía la certeza de que podía llegar a Torm por acciones externas e internas, lo había sentido animando su cuerpo, canalizando sus fuerzas, aplastando a sus enemigos.

Una lágrima recorrió su mejillas, usando la cicatriz que adornaba su ojo derecho como canal y bajó hasta depositarse en su barba. La sintió tibia y liberadora, a la luz del alba y en la tranquilidad de aquella habitación podía permitírselo, pero en adelante sería la misión lo único importante.

Terminó de ceñirse su armamento y no tardó en presentarse para un rápido desayuno.

Gracias, o por culpa de, los efectos sonoros de Sadrik, poco a poco os vais despertando (unos con más resaca que otros) y os reunís en el gran salón de la posada, donde el el tabernero os da los buenos días con cara de haber dormido poco. 

La puerta y las ventanas de la posada están abiertas de par en par, para que se ventile el salón, y el inusual aire frío que por ellas entra os termina de despejar. Os sentís como nuevos, ya completamente recuperados de las heridas del día anterior, aunque con alguna que otra cicatriz de la que en un futuro podréis alardear.

- Maldita bajada de temperaturas - refunfuña el mediano - Una cosa es el fresquito mañanero, cuando el sol aún no se ha elevado, pero esto... esto no tiene nombre.

Cuando sonaba las campanas, ya se había despertado el enano y realizados sus rezos a su Dios, agradeciendo la nueva mañana y un nuevo día para mostrar su gloria. Recordó con amargura los largos años vivido como esclavo de los drolls, cuando fue arrebatado del monasterio cuando había empezado sus enseñanzas en el y mataron a la gran mayoría de los enanos que se encontraban allí, peleando por su vida por simple diversión de ellos y cuando logro escapar gracias al sacrificio de su amigo. Cuando escucho el ruido se asomo a la ventana por si era algún tipo de ataque, pero no se reflejaba acción alguna en el pueblo. Se pertrecho y bajo al salón para desayudar, donde estaba el mediano refunfuñando sobre el frió de la mañana.
- Deberías agradecer a los Dioses los días tranquilos, nunca se sabe lo que puede pasar en un futuro, amigo mediano. Que tal un buen desayuno para este enano hambriento que se ha pasado 6 horas sin llevarse nada a la boca?

Sombra llevaba un buen rato despierto preparando su equipo cuando sonaron las campanas. Sonrió pues le hizo gracia la ocurrencia del mago. Termino de preparar su equipo y se vistió sistemáticamente. Por último se colocó el amuleto, que en cierto modo lo tenía fascinado.

Cuando llego al salón encontró al enano discutiendo con el mediano. El enano, aunque con buenas palabras, demandaba el desayuno con impaciencia. – ¡Que sean dos! – Exclamo el pícaro aprovechando los carruajes baratos. – Buenos días Travok, aunque parece que no tan buenos como quisiéramos. Excesivamente frio diría.

Clevor se acercó a la mesa que estaban ocupando sus compañeros, el primer soplo de aire frío le puso la piel de gallina, pero sabía que no tardaría en acostumbrarse. Agarró presurosamente el mismo banco que había usado la noche anterior y se sentó Amaunator ya dará la cara, tarde o temprano. Yo quiero una jarra de cerveza negra, pan, mantequilla y panceta. Le habló al mediano en un tono tranquilo, aunque tan decidido que parecía autoritario.

El gnomo maldijo y se incorporó poco a poco. Se traslada con paso pesado hacia la jofaina sita en el otro extremo de la habitación, junto a la ventana. Se asomó por ella y los primeros rayos de la mañana bañaron tenuemente la habitación, aparta la cara con gesto de fastidio.
- Vaya resaca - protestó - no cambiarás nunca, Kellom - se reprendió a si mismo.
Derramó de la jarra un poco de agua en el recipiente y se enjugó la cara como pudo. Debía bajar a desayunar, su estómago estaba revuelto pero necesitaba ahogarla con comida. Le esperaba una jornada de aventuras y debía estar a la altura de las circunstancias. Avanza hacia la puerta, sus músculos chillan y se quejan y tiene que parar para estirarlos antes de salir con sus pertrechos.
Como se imaginaba, era el último en llegar, sus compañeros ya estaban desayunando y dio los buenos días.
- Un vaso de leche y una hogaza de pan con queso, por favor - pidió al mediano tomando asiento - un poco de frío ¿nó?.

El posadero os lleva el desayuno conforme lo vais solicitando y finalmente os deja una nota con la cuenta a pagar. 

Decide que ya es hora de cerrar las ventanas del salón, argumentando que ya está suficientemente ventilado y cuando también va a cerrar la puerta, un curioso hombre de mediana edad, llamativa túnica con estrellas y lunas bordadas, larga barba castaña y un sombrero picudo, entra en la posada.

- ¡Por el conjuro perdido de Mystra! - vocifera el viejo con mal genio - Maese Marsh, casi me da con la puerta en las narices. Tenga un poco más de respeto por el bueno de Curuvar la próxima vez... ¡y pongame una buena jarra de hidromiel! Este maldito frío me ha calado hasta los huesos.

El enano se queda mirando al hombre extraño que acababa de entrar mientras apuraba la jarra que tenia en mano.
- Posadero, con gusto le pago el coste de mi residencia en este establecimiento, pero le pago un poco mas si me prepara comida y bebida para viajar, aunque aguante un par de días, menos aguantara la bebida, jajaja.
Deposita 7 monedas de oro sobre la mesa.

En el momento en que Travok sacó las monedas de su bolsa, el humano lo detuvo en seco, mientras dejaba la jarra de cerveza a medio beber. Maese enano, creo que es justo que todo se pague con el oro del grupo dijo al tiempo que entregaba al dueño de la taberna 30 piezas de oro. Con esto será más que suficiente para pagar por lo que hemos consumido, además de una recarga de bebidas y alimentos para todos. Sobre todo cerveza e hidromiel. Volvió a tomar la jarra con su mano derecha y le dió un mordisco a una pieza de pan con panceta y manteca, mientras observaba fijamente al hombre de sombrero picudo que había entrado por la puerta. Le recordaba a alguien que hacía años había visto en su tierra natal, había muchos magos en aquella tierra, que entrenaban codo a codo con los soldados más mundanos y formaban su propia fuerza de élite dedicada a luchar por el reino, los colores eran comunes, pero esta persona tenía algo particular...

Kellom parpadeó y mira con aire estçupido al reciçen llegado. Un personaje curioso el hombre del atuendo llamativo. Sus ojos estudiaron al reciçen llegado sin mencionar palabra alguna. Tras las palabras del enano el impetuoso gnomo habla en voz alta aclarándose la voz.
- Disculpe maese Curuvar- se dirige a tal personaje - ¿quiere su merced compartir nuestra mesa y tomar esa jarra de hidromiel con compañía? - Y añade: - No obstante, si lo que busca es soledad es respetable y no molesto mças.

Por favor, háganos el honor de compartir mesa con nosotros. Estoy iniciando el camino de la magia y estoy seguro de que podría aprovechar los consejos de alguien tan experimentado como vos.

El anciano mira con recelo a Kellom y su repentino ofrecimiento, pero no es hasta que Sadrik abre la boca que el viejo contesta - Oooh, ¿y qué le hace pensar a usted, heredero de Bael Turath, que soy experto en el arte de la magia? - Curuvar se echa un vistazo a sus ropas y asiente con la cabeza - cierto, mi atuendo no pasa desapercibido.

Curuvar coge un taburete y se sienta en vuestra mesa, al lado de Kellom, al que se queda mirando fijamente - Tu tienes las facciones demasiado angulosas para ser un mediano. ¿Acaso no te alimentan bien tus compañeros? Jajaja - Curuvar suelta una sonora carcajada, aunque se le nota bastante forzada mientras os observa a los demás - ¡Por le conjuro perdido de Mystra! ¿Qué hace en Aguasfuertes un grupo tan... variopinto, como vosotros?

- Asuntos del Gremio de la Espada y la Vara nos acontece en estos lares, buen hombre. Y vos? Por cierto, mi nombre es Travok, fiel servidor de nuestro Señor Moradin. Pero beba y coma de nuestra mesa

Clevor de Cormyr para servirle comentó el guerrero con una sutil reverencia, al tiempo que lanzaba otro trago a su cerveza. Una duda me ha surgido desde que lo he visto entrar al establecimiento, ¿tiene usted alguna relación con los magos púrpuras de mi tierra? lo observó fija y meditabundamente algo me resulta familiar, más allá del color... le acercó al hombre un trozo de pan acompañado de panceta, invitándolo con el gesto.

- Encantado de conocerle, maese Travok - responde Curuvar estrechándole la mano al enano con un fuerte apretón - He oído hablar bien de los Dragones Púrpuras de Cormyr, así como de sus magos. Pero me temo, maese Clevor, que no pertenezco a esa orden. Soy natal de Aguasfuertes - La jarra de hidromiel no tarda en llegar y el hombre le da un largo trago - Aaaah... ¡Ésto es lo que me trae aquí! - comenta Curuvar en respuesta a Travok - debido al antinatural clima frío que se está experimentando en los últimos días, no hay nada como un buena trago de hidromiel para calentar el cuerpo.

Sombra no se presentó. Estaba demasiado ocupado devorando el desayuno pues sabía que una vez que se comienza una aventura, nunca se sabe cuándo se volverá a disfrutar de una comida en condiciones. Aunque no participaba, prestaba atención a la conversación, en especial al viejo, el cual le parecía un personaje bastante entrañable.

Compañero Curuvar, siendo de Aguasfuertes estaréis al tanto de que rescatamos a un vecino del pueblo de las garras de un grupo de no muertos mientras nos encaminábamos hacia aquí. Estoy seguro de que el muchacho tuvo que dar explicaciones sobre la herida de su espalda cuando fue a curarse y también estoy seguro de que al sanador no le pasó desapercibida la estupenda factura del vendaje que yo mismo apliqué para salvar su vida.

El frío que sentimos ahora es parecido al que desprendían los no muertos, me lo recuerda mucho. Habiendo vivido aquí ¿Habéis analizado su procedencia?

Acercándose un poco al mago habló en voz más baja.

No es natural.

El gnomo ríe ante la ocurrencia del mago.
- Mi nombre es Kellom y soy un gnomo y no un mediano - sonríe resbalando sus posaderas hacia un lado para hacer sitio al recién llegado - os hago un hueco para que compartáis vuestra sabiduría con unos enviados del Gremio de la Espada y la Vara.
El gnomo estaba intrigado por el asunto de los no muertos y albergaba la esperanza de sacar alguna información del viejo mago.
- Maese Curuvar ¿tiene usted alguna idea de a qué se debe este antinatural clima? - pregunta alzando las cejas - ¿es muy normal ese fenómeno? ¿Ha ocurrido anteriormente?