Partida Rol por web

Tras varios días andando por caminos de tierra y polvo, sin conseguir pisar una ciudad o pueblo, siempre con la vista al norte, en busca de la pieza de la armadura que detecta la brújula de Mlu, os aproximáis al Monte Apyr. 

El sol arrecia en el cielo. Y la calor, a pesar de estar viajando hacia el Norte, es cada vez más intensa. Incluso el paisaje es propio de un ambiente árido. Caminos secos, grandes montículos de piedra rajada, escasa palmeras y nula vegetación. Todo me recordaba al momento en el que encontré a Uriel y Cirem. Estaba agotada por el viaje, pero algo más animada. No nos había hecho falta la comida y mucho menos la bebida. Y la compañía de aquellos dos hombres, era agradable y tranquila. El camino había sido recorrido sin ningún problema.

- ¿Aún no hemos llegado? 

La pregunta la lancé al aire, como los cuatro días anteriores.

- Hace mucho calor, ¿No os parece raro? Vamos hacia el norte y... aquí si que hace calor.

- Ya falta poco.

La misma pregunta y la misma respuesta en los últimos cuatro días. Estaba cansado ya de todo. Del viaje, de Mlu, incluso de la comida que habían estado comiendo. La verdad es que cada día se arrepentía más de abandonar lo que había llamado hogar durante los últimos años. ¿Y ahora que? Si estaba de viaje continuado... a nada le podría llamar hogar. Y eso le había mantenido triste todo el viaje. 

- Es por culpa del monte. - Expliqué a Mlu. - Hace unos diez años, le cayó del cielo el espíritu del fuego, y se convirtió en el Monte Apyr. Una montaña de fuego inagotable. Ni los magos saben como el fuego aún no se ha consumido, ya no tiene nada que quedar en aquel monte, y aún así, sigue ardiendo. Este hecho es el culpable de que la temperatura y la vegetación haya cambiado a su alrededor. 

El monte Apyrse llamaba originalmente El Monte Fresco, y era un buen lugar para vivir. 

Era evidente que mi conocimiento sobre los lugares famosos de nuestro mundo era amplio. No sólo me había dedicado en mis tiempos mozos al arte del robo, si no que había estudiado en casa del padre de Mlu. El recuerdo de aquel tiempo, ahora lejano, me puso más triste todavía. 

-Venga chicos, que no decaigan los ánimos -digo en tono jovial. La verdad es que el viaje para mí está resultando interesante, me recuerda a aquel primer viaje que inicié años atrás y antes de encontrarme a Cirem, aunque con su compañía y la de Mlu es todo mucho más entretenido. -Siempre he tenido curiosidad por saber cómo era el monte Apyr, y ahora está tan cerca...

- Tan cerca como... ¡Mira! ¡Es aquel monte!

La visión imponente de un monte ardiendo inunda poco a poco la visión de los tres viajeros al doblar un recodo que había en la cima de la loma por donde le llevaba el camino. 

-  ¡Vaya!

Era impresionante. En lo alto del monte se podía ver la sombra de un enorme castillo. El fuego, que debería de estar generando un humo infernal, apenas lo hacía. El calor era evidente mientras más se acercaban al monte, y desde aquí, a más de 800 metros de él, el aire era casi irrespirable. 

- ¡Buf!

Me paro en seco al observar la imponente hoguera. Y caigo en una cosa evidente... Me giro hacia Cirem.

- Ese Muy, que reina en el castillo que se ve en la montaña en llamas... ¿Que es en Realidad? No creo que una persona normal y corriente pueda vivir allí. ¿Sigue vivo? 

El monte en llamas me desmotiva en el viaje. ¿Que hacíamos allí? ¡Aquello era peligroso! ¿Y donde se supone que está la pieza de la armadura? Seguro que está en el castillo de la cima. 

- ¿Lo veis? ¡Volvamos atrás! ¡Además, está el Rey Muy!

Mlu me pregunta por él, y haciendo gala de mis conocimientos, le respondo lo mejor que puedo.

- ¿No lo sabes? ¡Es un ogro terrible! ¡Dicen que es el Rey de los Diablos!

Me seco el sudor que comienza a recorrer por mi frente, negro como el carbón. 

- Los que se acercan a esa montaña... - la señalo con mi mano izquierda - ¡... Acaban muertos! ¡Zas, zas! - Exteriorizo con sonidos el gesto de mi mano blandiendo un mazo enorme. 

-Vamos Cirem, no seas cobade, los ogros tienen muchos tesoros en sus cámaras...acerquémonos a ver que nos depara la suerte. ¿Qué es un viaje sin un poco de emoción? -no sé de dónde sale mi buen ánimo y mi disposición a entrar en aquel infierno, pero por algún extrao motivo no tengo miedo-además, no sabemos si está en el castillo o no.

- Nos matará....

Mi animo se derrumba. Otro viaje gratuito que no sirve para nada. Otra pieza de la armadura del Grifo que no puedo recuperar. Cruzo los brazos sobre mi pecho. Desanimada. Pero las palabras de Uriel me despiertan un poco.

- Es verdad lo que dice Uriel. Ahora que ya estamos aquí... ¿No sería una tontería irse con las manos vacías?

- ¿Veis el Castillo en la cima del Monte? Ese es el castillo de Muy. Y como bien ha dicho Uriel, allí dentro hay tesoros traídos de todas partes. Mucha gente ha intentado robarlos, pero Muy está siempre vigilando.

Pongo mi mano derecha sobre mi frente a modo de visera, como si eso me permitiese ver más allá de las llamas que cubren la montaña a lo lejos. Veo que éstas no tocan ni el castillo, ni parte de la montaña que está debajo de éste. Eso si, se veía todo negro como el tizón. 

- El Rey Muy vigila el castillo desde abajo. Cuando sucedió el incendio, el Rey estaba fuera, dando un paseo con su hija. El fuego es tan intenso que ni siquiera Muy ha podido volver jamás a su castillo.

-¿Y qué proponéis que hagamos? ¿Que dejemos la pieza de la armadura ahí? -Me pongo frente a ellos con los brazos cruzados sobre el pecho con gesto enfadado. -¿Me estáis diciendo que hemos venido hasta aquí, caminando por caminos infernales, para nada? ¿Así de fácil os rendís? Mlu, ¿no deseas esa armadura con todas tus fuerzas? Y tú, Cirem, me decepcionas mucho, de verdad, llevamos años robando en los caminos, soñando con algo mejor y, ahora que tenemos delante de nosotros tesoros inimaginables, te rindes...Bien, si eso es lo que queréis, adelante, pero yo no voy a rendirme, yo voy a entrar a ese castillo. 

Justo cuando me había dado la vuelta para volver por el camino. Uriel tira de valor y tesoros para arrastrarme a tan locura hazaña.

- ¿Pero... pero tu quieres morir? ¡Ya se que siempre hemos soñado con todo lo que posiblemente se encuentre dentro del Castillo, pero no podemos hacer nada si aparece Muy! ¡Y si no aparece tampoco podemos llegar al castillo! ¡La montaña está en llamas!

Me vuelvo a girar para caminar por donde hemos venido.

- ¡Yo me voy!

- ¡Eh!

Miro como Cirem quiere abandonar al grupo y eso me pone furiosa. Aprieto mis puños y le grito.

- ¡Ciram! ¡Siempre has sido un cobarde! ¡Acerquémonos más a la falda de la montaña!

La rabia era intensa. Uriel tenía razón, había una posibilidad de conseguir la parte de la armadura que que faltaba. ¿Porqué abandonar ahora? Además... todavía podíamos acercarnos más y quizás encontremos una forma de subir la montaña sin morir abrazados.

-Cirem, ¿de verdad quieres pasarte toda la vida robando a damiselas que solo aparentan tener dinero pero que en verdad son unas muertas de hambre? ¿Quiero vivir por siempre en esa choza que se cae a trozos? Si eso es lo que deseas, bien por ti,  vete, no te lo voy a impedir. Pero si acaso consigo ser algo más en la vida, no lo compartiré contigo -la actitud de Cirem me enfada mucho. Somos amigos desde hace años, he vivido muchas cosas con é, y pensé que esta aventura nos uniría más aún, nunca imaginé que Cirem fuera tan cobarde. Me siento decepcionado con él, por lo que agarro a Mlu de la mano y comienzo a avanzar sin mirar atrás, esperando una respuesta de mi amigo.

Odiaba que Mlu le estuviese quitando a su gran amigo Uriel. ¡No lo podía permitir! Me paré en seco y  apreté mis puños con fuerza. 

- ¡Basta! ¡Entendido! ¡¡Ya voy!!

No había más remedio. Aquellos dos se estaban volviendo locos, pero ¿que más daba? Quizás no llegasen muy lejos y mientras más cerca se encuentren, más seguro estaba de que volverían todos por el camino que yo ya había elegido. Pero está bien. Iría con ellos.

El camino que recorrieron en los siguiente veinte minutos fue cada vez más difícil de realizar. La calor era cada vez mayor con forme se iban acercando a la montaña de fuego. Por fin llegaron a una especie de aldea, que según lo que se podía ver había sido abrazada por las llamas de la montaña hace años. Eso hacía indicar que las llamas estaban retrocediendo poco a poco. 

La aldea, un pequeño conjunto de una treintena de casas derrumbadas, estaba llena de escombros, caminos asfaltados y paredes de antiguas casas completamente negras por el fuego. Carbón y cenizas por todos lados, y cuerpos carbonizados hace mucho tiempo vivos. El paisaje es desolador. Y la calor cada vez más insoportable. La montaña ya está a muy corta distancia.

Me vuelvo a poner la mano sobre mi frente en forma de visera para observar la montaña. Lo había hecho durante todo el viaje. El calor me estaba cansando más de lo normal, y me sentía abatida, con ganas de descansar y dormir.

- ¡Realmente hace mucho calor!

Levanté mi otra mano y la coloqué junto a la otra, para formar una visera más grande.

- Si, ahora si veo el castillo un poco mejor.

Saco mi brújula, la miro y miro al castillo.

- ...la brújula indica que una pieza de la armadura está en esa dirección. Pudiera ser que esté en el castillo o en la dirección del castillo y por lo tanto, al otro lado. Aunque si queréis pararse a ver los tesoros que éste aguarda, lo más fácil sería ir volando. Parece impenetrable la montaña. Está completamente rodeada de fuego. 

La tensión que estaba sufriendo iba en aumento proporcionalmente a la calor. Me había pasado el trayecto sin hablar, pensando en todo lo que nos podía pasar si seguíamos avanzando. Pero tampoco quería ser alarmista. Estaba muy asustado, pero estaba junto a Uriel y eso me daba tranquilidad. Tranquilidad que fue trucada por la voz chillona de Mlu.

- ¡Cállate! ¡No grites tanto! Muy nos oirá.

Era evidente que cada vez estábamos más cerca del Rey Muy y que pronto aparecería. Me mordí las uñas de mis dedos nerviosamente. 

- Ay, ay, ay

Esta asustado y no podía disimular mi estado. Cada vez que alguien hablaba, lo callaba con un grito más alto.

-¿Volando? -pregunto extrañado a Mlu -¿y cómo pretendes hacerlo? ¿Acaso tienes un hechizo que nos lleve hasta allí? No, tiene que haber otra forma de alcanzar el castillo para ver si la pieza que buscamos está ahí...Pero ahora mismo no se me ocurre nada, ¿alguna idea? -preguntó mientras me siento en el suelo y me limpio el sudor de la frente.

Con los nervios a flor de piel. Asustado e inquieto, no paro de moverme alrededor de Uriel y Mlu.

- ¿Lo veis? ¡No se puede llegar al castillo! ¡Lo mejor que podemos hacer es irnos!

¿Acaso era el único que tenía sentido común en el grupo?

- No soy ninguna hechicera. No puedo realizar ningún tipo de hechizo que nos haga volar. Ojala... eso me permitiría ir hacia el castillo....

Cirem seguía sacándome de mis casillas. ¿Como podía ser tan cobarde? Otra vez estaba dando la brasa con irnos.

- ¡Mira! ¡Ya se rinde!

Esta vez subí demasiado el tono. Había perdido ya la poca paciencia que tenía, y si no soltaba el grito, iba a volverme loca.