Esta partida está en revisión. Si el director no da señales de vida o es aprobada por un cuervo será borrada esta noche
Alden sabía que su compañero Rufus estaba en lo cierto. No debían matar al caudillo si realmente querían hallar alguna respuesta.
Tras un momento de duda, el arquero destensa su arco y mira alrededor por si hubiera cualquier otra amenaza.
Creo que es mi turno, con el parón me he perdido un poco.
Retraso acción hasta después del jefe orco, por si acaso.
La llamada de Rufus llega demasiado tarde, por desgracia: Krangus, lleno de sangriento entusiasmo, se lanza contra el jefe orco, lo tumba en el suelo y literalmente le desgarra la garganta: la criatura emite gemidos de dolor cada vez más inaudibles hasta que finalmente lo que le quedaba de vitalidad parece agotarse... y muere.
Durante unos segundos os quedáis mirando su cadáver, con el que Krangus aún sigue cebándose: ¿Os vais a quedar sin ninguna respuesta? ¿Aquí acaba vuestra misteriosa cacería?
Pero un sonido rítmico os recuerda que no estáis solos. Palmadas. Desde su jaula de madera, el cautivo semiorco del taparrabos, aún recostado contra los barrotes, os aplaude con cierto brillo irónico en sus ojos. Se diría que debería alegrarse más por la muerte de sus captores... ¿No?
Al ver como el huargo le arrebató la diversión, aun tras las palabras de su amo, Gringam es atraído por los aplausos del semiorco. Camina hacia la jaula, dirigiendo una palabras a Rufus.
"Que no lo matemos, decías. Esta mascota tuya tiene más sesos que tu. Bien por ella"
So pone delante de la jaula, con ganas de abrir en canal a aquel semiorco. El enano despreciaba a dicha sub-raza, más cuando sonaban con cierto tono burlón.
"¿ Y tu que aplaudes? Basura mestiza..."
Aplaudo vuestra inenarrable proeza bélica - responde en tono tranquilo el semiorco cuando deja de aplaudir - Vosotros solos habéis acabado con una temible horda de... un par de docenas de gnolls - sonríe con aire irónico, enseñando sus desiguales colmillos - Os lo merecéis.
Todo esto lo dice no en orco, sino en un común perfecto, con acento suave y sin la menor torpeza. Por un instante os quedáis desconcertados ante la elocuencia del semiorco.
¿Y bien? - pregunta finalmente mientras os examina - ¿Es esto una misión o sois sólo aventureros errantes sedientos de gloria?
Bueno, por lo que parece, ese par de docenas de gnoll te encerraron en esa jaula- responde el clérigo- a no ser, que te guste estar encerrado que, en tal caso, podemos largarnos de aquí dejando que pases el resto del día ahí metido.
Alden guarda su arco y atiende a la escena pensativo. Un locuaz semiorco, ¿Qué más me queda por ver?. Piensa para sí mismo.
El ladrón se mantiene en silencio, atento a las palabras de sus compañeros.
El semiorco enarca una ceja - Mi caso es algo diferente. Hasta hace no mucho yo era su líder... o uno de ellos, al menos - se encoje de hombros con un gesto de resignación - Aunque supongo que eso ya no importa demasiado.
No, ya no importa- dice el clérigo guardando su escudo y maza- la cuestión es, ¿que hace tu tribu por este lugar? creo que estáis algo lejos de las montañas para sacar algo provechoso de la zona, y mas siendo tan poco numerosos. ¿O es que hay mas de vosotros por la zona?
"Liberarlo para que pueda matarlo...Un mestizo y un traidor, motivos de más para zurrarle un hachazo"
Acota con desfachatez Gringam.
"En especial si solía ser uno de los oficiales de la banda que acabamos de ultimar"
Los músculos del enano se alternan entre contracción y relajación mientras camina de lado a lado de la jaula, asiendo fuertemente el mango de su hacha y con claras intenciones de despachar al semiorco.
Alden esboza media sonrisa mientras mira de reojo al Enano. Deleitarse con una buena pelea entre dos seres con muchos más músculos que cerebro era uno de sus pasatiempos favoritos. En cualquier caso, no duda de que Gringam sea capaz de acabar con aquel mestizo de un solo golpe.
- Deja de andarte por las ramas y ve al grano, si en algo aprecias tu vida... - Dice finalmente dirigiéndose al semiorco. - No va contigo ese misticismo con el que nos quieres encandilar.- Concluye.
Ey, ey... - el semiorco se incorpora en toda su imponente estatura y extiende los brazos con las palmas hacia fuera en gesto conciliador - ... estáis sacando demasiadas conclusiones. Mestizo desde luego, difícilmente podría negarlo. Pero de traidor tengo poco. Os he dicho que lideraba a estas criaturas... no me confundáis con un guardia que sisa parte del botín y huye, o algo así.
Avanza unos pasos hacia vosotros - Creo que hemos empezado con mal pie... - se cruza de brazos - Veamos. Puedo contaros toda la historia, pero antes tened clara una cosa: estoy en esta jaula precisamente por intentar evitar que estas criaturas asesinasen a muchos de vuestros preciosos conciudadanos humanos. Dicho en corto: no soy vuestro enemigo. Ya no.
- Bien, bien, jejeje. Has dicho que eras uno de los que lideraba la banda, por lo que estaremos encantados de escuchar quiénes más están al cargo de todos estos grupos hostiles y dónde. ¿Alguien puede sacar a nuestro nuevo amigo y darle alguna muda? Jejeje -dice el mago tratándolo como un conocido más.
Mientras tanto, el escorpión gigantesco se disipa y Krangus se coloca a su lado.
Supongo que no tenemos nada que perder si nos cuenta cual es tu historia y la de este grupo- dice Lucyen caminando al cadáver del jefe orco. Deducía que él tendría la llave para abrir la prisión que mantenía encerrado al semiorco en la jaula.
Vale... pronto veréis que esto es más complicado de lo que creéis - comienza a hablar de nuevo el semiorco - Ésta es mi historia.
El cautivo reflexiona durante unos instantes y empieza - Primero lo evidente: tengo sangre orca, sí. No quiero aburriros contándoos mi vida. Basta decir que, como veis, por la razón que sea tengo más cerebro que la media y no me ajusto exactamente al estereotipo de "Ugh, ¡tú morir!". Por eso estaba con este grupo de criaturas: porque no tardé en darme cuenta de que viviendo entre los humanos siempre sería un mestizo repugnante, mientras que entre los orcos... bien, seguría siendo un mestizo, pero mis capacidades me darían oportunidades. Tras mil y una peripecias encontré a ese caudillo orco que acabáis de matar... era mi hermanastro.
Toma aire y continúa - No es que importe demasiado. Que me aceptasen fue un proceso duro, y la relación entre él y yo siempre ha sido... complicada, en el mejor de los casos. Pero acabamos componiendo un buen tándem: él puro músculo, yo puro cerebro. Entre ambos conseguimos reunir un buen grupo y nos fue bien durante una larga temporada... y entonces llegó a nuestros oídos lo de las muertes y los asaltos en esta zona.
Agarra dos barrotes, frente a vosotros, apoyándose en ellos. Sonríe con ironía - ¿Os sorprende? Pues sí. Primera revelación, y es muy importante: no fuimos nosotros los que organizamos este caos... ni ninguna de las otras partidas de criaturas que pululan ahora por la región. Nosotros supimos de él y decidimos aprovecharlo. Pero no lo causamos.
Se cruza de brazos, una vez más y os contempla con expresión desafiante - Si me creéis hasta aquí... podemos seguir hablando. Si no, matadme y volved con vuestro amo, sea quien sea. Eso sí: planteaos cómo le explicaréis que continúan los problemas incluso sin trasgos.
"No me interesa que ustedes no tuvieran nada que ver con lo sucedido. Tampoco me importa lo que esté sucediendo, por lo que tu me importas una mierda. Solo estoy aquí por la paga y por la posibilidad de poder matar a la escoria como tu"
Se gira y mira al resto del grupo.
"Liberarlo que lo mato. Y podremos seguir a lo nuestro"
Balbucea Gringam con notable enajenación.
Ah... estás aquí por la paga - silabea el prisionero, mirando al bárbaro con desprecio - Muy bien, enano. Pues adelante: mátame. Pero antes permíteme que te recuerde un detalle... a los mercenarios se os paga cuando completáis un trabajo. Y vosotros aún no lo habéis hecho. Así que si quieres cobrar, más vale que empiece a importarte lo que sucede aquí. Piensa con la cabeza, enano.
- Calma, amigo Gringam, jejeje. Comprendo tu odio innato a estas razas, pero este "hombre" es un ser único en su especie, un privilegiado de la caprichosa diosa del destino, un chascarrillo de Mystra. El piel-verde tiene mi absoluta confianza: yo también comprendo lo difícil que es a veces hacerse un hueco en el mundo cuando parece que has heredado la desgracia... -comenta acabando enmudecido. Por un segundo, una profunda tristeza se muestra en sus ojos, pero se recompone al instante-. Jejeje, mi nombre es Rufus -se presenta, evitando el apellido-. Si te dejas tocar por mi magia, podría transformarte en una forma que pudiera caber a través de los barrotes, pero prefiero que traigan esa llave: hay que usar la magia con prudencia.
El ladrón parece desesperarse ante el descaro del semiorco. No duda en descolgar su arco y apuntarle a una de las piernas al prisionero.
- Habla claro de una vez, no tenemos todo el día para escuchar tus elucubraciones. Habla o sufre una muerte lenta.
Alden no tenía toda la paciencia necesaria para tratar con acertijos o palabras enrevesadas, siempre trata de simplificar las cosas.
Yo estoy revisando el cuerpo orco, por si encuentro la llave
Vaya, por fin alguien con un poco de sentido común - se admira el semiorco al escuchar a Rufus - Es de agradecer, la verdad.
Suspira y se masajea las sienes con los dedos. Por primera vez en todo el diálogo parece exactamente lo que es: un prisionero cansado y maltratado.
Vale... - dice al fin - ... el resto de la historia. Versión resumida: cuando empezó la ola de asesinatos y ataques en esta región, varias partidas de saqueo, entre ellas la nuestra, bajaron de las montañas para conseguir botín fácil. Normalmente nos expulsan rápido, pero supusimos que la confusión que reinaba en la zona haría que los humanos tardasen más de lo normal en llamar a los caballeros para que nos cazasen.
Ésa era mi idea - continúa ensimismado, como si estuviera viviéndolo todo de nuevo - Un poco de saqueo, botín, algunos esclavos y de vuelta a las montañas: visto y no visto. Sé de sobra que no podemos luchar contra ninguna fuerza organizada.
Se apoya de nuevo contra los barrotes de madera y observa, una vez más, el cuerpo del que dice que es su hermanastro - Pero él... - lo señala - ... empezó a sentir curiosidad por lo que estaba pasando - se endereza un poco y se encara de nuevo con vosotros - Veréis, a esta zona ha llegado algún tipo de... criatura. No hemos llegado a verla. No sabemos qué es ni de dónde viene. Sólo que es enorme, muy agresiva... y por lo visto, muy voraz. Han desaparecido varios pueblecitos costeros, además de las caravanas de la calzada. Todos los habitantes... devorados. Lo sé. Lo he visto.
Esboza una de sus sonrisas sardónicas antes de continuar - El resto de la historia es, en realidad, bastante ridícula. Cuando mi hermanastro supo de la existencia de esa criatura reelaboró el plan: propuso que la rastreásemos, la capturásemos y la usásemos para chantajear a los humanos. Tal vez incluso a la propia Aguas Profundas. Mi hermanito se volvió loco. Se imaginaba que los humanos cederían, que las demás partidas de trasgos, osgos y gnolls se unirían a nosotros... - se encoje de hombros - yo me opuse, por supuesto. Le dije que me parecía una soberana estupidez. Somos saqueadores, no un ejército. Y voraz o no, grande o pequeña, dudo que esa criatura pueda resistir al ejército de los pieles suaves, cuando llegue. Me opuse, como digo. Así que, muy fraternalmente, me encerró aquí. Y guió a la partida... tras los pasos de la criatura. Esta muy cerca de aquí.
No hay ninguna llave, por cierto... la jaula es en realidad un círculo de gruesas estacas de madera profundamente clavadas en el suelo. Podéis romperlas usando vuestras armas.