Partida Rol por web

No estoy gritando, es que yo hablo asi....hhhhhhh ¡creo que me seccionó la arteria peronea, o quizás la tibial posterior! hhhhhh No solo puedo morir desangrado sino que además hay grave peligro de que el tetanos aparezca.... hhhhhhh pasame el ventolin, por favor, está en mi mochila hhhhhhhhh no puedo respirar

El tartamudeo se habia mitigado. Ya no hablaba con tias, que era lo que me hacia tartamudear, mis nervios estaban ocupados en otros asuntos porque mi preocupacion actual era no morirme desangrado o axfisiado por el asma

y fue con esas tijeras de ahi, al lado de ese rollo de tela, me tropecé y me cai sobre ellas, y aerruiné el frac.... mi padre me mata.... hhhhhhhh y encima  estaban sucias, , la herida se me infectará con quien sabe que patógeno hhhhhhhhh

Señalé hacia las tijeras ensangrentadas en el suelo, a pocos centímetros de mi.... claro, que ya no había tijeras. Ni rastro. Solo unas gotillas de sangre.

«¡Aish! ¡Que se nos ha lastimado el draculin!»

Es lo primero que se me pasa por la cabeza mientras hago un gesto de preocupación, incluso me uno al grupo ya que Theresa lo está asistiendo—a su manera—mientras Rob intenta ayudarlo mejor. Así que dadas las circunstancias, directamente busco en la mochila del chico su ventolín. 

—Yo me ocupo de eso, Igni. Respira profundo, anda... —digo y le voy mostrando—. Inhaloooo... —hago la demostración—, y exhalo. Tú puedes. 

No entiendo como es que está herido, pero lo bueno es que encuentro este aparato y se lo coloco en la boca para que pueda aspirarlo mientras aprieto con mis dedos la parte de arriba. 

—Dime cuantas veces, Igni. 

Ya ocupada en ello, evito mirar la herida porque me da un poquito de impresión. Quizás había un borde de algo, no creo que eso que se estaba columpiando lo atacó. No puede ser, no quiero que sea. 

Ese acercamiento de la diosa de ébano hizo que Carlo soltara de nuevo un gruñido, recordando la alusión a la pantera que anteriormente le había adjudicado. Sin embargo ese pequeño “ronroneo” duró poco, lo que el vampiro se dedicaba a gritar por la herida.

Emocionante fiesta pero, ¿podemos continuar? – Levantó ambas manos al comprobar que todos prestaban atención a Ignatius.- Este tipo de fiesta sólo mola si las chicas van con trajes de enfermera, sino son aburridas.- Ojalá. Era una visión que le gustaría ver, incluso él mismo tenía un disfraz de enfermera sexy guardado en su armario.

Me voy adelantando, tal vez encuentre un botiquín o a alguien escondido.- Dejándolos de lado, se aventuró un poco más para salir de la cocina, queriendo ver qué le deparaba la casa o dónde estaba la gente.

-Calmate, si te hubieras cortado una arteria ya estarías muerto.. no te vas a desangrar, unos cuantos puntos y muchas explicaciones -  esto no va por buen camino, aún ha tenido suerte. -Ya os dije que no era buena idea ir por ahí a oscuras.. Y tu tendrías que ir a un hospital, a que te pongan la antitetánica, la antirrábica y la antitonteria. Ya he tenido bastante fiesta.. Si quieres ir te acompaño- Definitivamente aquí no hay ninguna fiesta, solo una tomadura de pelo y seis pringados que mañana serán el hazmereir de todo el instituto. 

—Esto no es ser dura —farfullé en voz baja—. Venga, que es menos de lo que parece. En nada estarás jugando con tus amigos a lo que quiera que juguéis en los recreos —le di un par de palmadas suaves en la pierna que no se había herido y me puse en pie.

Fue mi mejor intento por mostrarme empática. A ver, no era buena con la gente por norma general; prefería mantener cierta distancia de primeras y mi carácter se encargaba luego del resto. Así que ocuparme de consolar o tranquilizar a alguien para que mantuviera la compostura no era ni mucho menos mi punto fuerte. Más bien todo lo contrario. Busqué con la mirada las tijeras que dijo haberse clavado, pero allí no había ninguna a simple vista. Lo mismo el chaval se había rozado con algo y se pensaba que eran unas tijeras. 

Carlo anunció que se adelantaría para buscar un botiquín. Yo, por mi parte, no tardé mucho en tomar una rápida decisión. Entre quedarme aquí parada, escuchando los lamentos de Ignatius o explorar la mansión, me quedaba con la segunda opción una y mil veces. 

—Espera, voy contigo —declaré, acercándome a él, con el candil en la mano—. No vaya a ser que necesites ayuda porque te encuentras con alguien y te da miedo por ir solo. Además, así buscamos más rápido si hay algo útil en la casa —agregué, colocándome a su altura, para investigar qué había más allá de la cocina.

En la cocina hay tres puertas. Dos de ellas laterales, es posible que una de ellas de a una despensa. La puerta situada al frente podría dar al salón de la casa.

Un ruido leve, un tintineo... no estás segura de lo que es. Lo que si sabes a ciencia cierta es que viene de la puerta del frente.

El grifo de la cocina comienza a gotear...

ploc... ploc...

El agua sucia cae de un grifo que no parecía funcionar...

Me quedé quieta un instante, tratando de aguzar el oído para discernir qué era lo que acababa de escuchar. No podía identificar exactamente el sonido, pero sí creía saber con seguridad de dónde procedía. Me acerqué a Carlo unos pasos, para susurrarle al oído:

—Psst. ¿Has escuchado eso? Creo que hay alguien al otro lado de la puerta —señalé con la barbilla la que quedaba frente a nosotros—. Venga, vamos a ver qué pasa. Tal vez el capullo que nos ha invitado se ha cansado de jugar al escondite él solo y se ha dignado por fin a mover su culo hasta aquí. Cuando vea que el pobre friki ha terminado herido se le va a caer el pelo —añadí, omitiendo la parte en la que con casi total seguridad se llevaría un puñetazo de mi parte.

Escucho muchas cosas nena, como los quejidos de Ignatius, la música de mi cabeza y la lluvia de fuera.- Enfocó con el móvil hacia la puerta que se dirigía sin intención de bajar la voz, no porque no creyera que hubiera alguien que quería esconderse sino porque el disimulo no era precisamente su punto fuerte.- En defensa del chaval que ha organizado esto, decir que no es su culpa que el friki no sepa coordinar sus pies para andar.- Se encogió de hombros, quitándole importancia al asunto.- Es el código de los fiesteros: Lo que pase dentro de una fiesta, se queda en la fiesta.

Miró hacia atrás sin saber qué iban a hacer el resto antes de seguir a Theresa con intención de avanzar. Quería ya acabar con el juego del escondite y que la gente saliera para comenzar con la competición de bebida.

Rob finalizó el torniquete, y vendó la herida -Vamos, no te ha tocado la arteria, es superficial. Venga. -Lisa ayudaba con el ventolín. Parecía que solo ellos dos, y Jade a su manera, se tomaron en serio la herida del chico. Que exageraba, pero algo de ayuda necesitaba.

-Va, mira de ponerte en pie. Si tenemos que ir al hospital, pues se va, es un rollo pero nos podría haber pasado a cualquiera de nosotros. 

Luego se giró hacia donde señalaba Ignatius - No hay tijeras, Draculín. A ver si tropezaste con otra cosa, aquí hay muchos objetos diferentes. -levantó la cabeza hacia Carlo y Thess. -Eh, esperad, un momento, a ver qué hacemos con este.

Theresa me esta comentando algo, pero no alcanzo a prestarla mucha atención pues sigo algo mardeado por la visión dse la sangre. Lisa entre tanto rebusca en la mochila y consigue encontrar mi ventolin apartando con algo de esfuerzo  entre el juego de ajedrez de bolsillo, un pesado tomo con gran parte de las obras compoletas de Honoré Balzac, una guia de observación de coleopteros en el Medio Oeste Americano, una versión reducida del dungeons and dragons primera edición encuadernada en espiral y con el autografo falsificado de Gary Gygax, unos dados de varias caras,  las cartas de magic y un pequeño estuche donde hay tiritas, alcohol, ventolin e ibuprofenos.

En circunstancias normales me hubiera sentido en la gloria con la cabeza apoyada en las rodillas de Lisa mientras me ayuda con el ventolin y con Jade dándome animos e invitandome a llevarme al médico. Y Theresa, me da unas palmadas cariñosas en la otra pierna, creo que la estoy enterneciendo aunque mantiene su genio.... Yo creo que no es una malota como quiere hacernos creer, debe tener un buen corazon ahi escondido debajo de esa coraza.

Pero estaba demasiado mareado como para disfrutar el momento. Me tranquilizo algo cuando Rob me dice que no pinchó arteria. Como es deportista seguro que conoce de lesiones y heridas, asi que estaría bien confiar en él. No me atrevo a mirar pero yo creo que hizo un buen trabajo con el torniquete

gr-gracias chicos, pero ...No, fu-fueron esas tijeras de costura, son enormes y hay qu-que revisar que no estén oxida-dadas. Creo aque ya me encuentro mejor, ya no estoy ma-mareado

Si Rob, esas tio-tijeras. Señalo torpenmente con la mano. Ahi las vi caer, ahora no las veo, quizás detrás del rollo de tela con el que me tropecé

Y me dispongo a ponerme en pie algo torpemente. Gracias por vuestra ayuda, de ve-verdad.

—Vaya gilipollez de código, ¿no? —comenté, enarcando una ceja—. Me irás a decir que si te putean en una fiesta, no buscarías bronca ya sea dentro o fuera de ella con quien te ha puteado. Será que me he criado de otra manera y que no me va mucho el rollo fiestero que se traen la mayoría en el insti —manifesté con elocuencia y sin demasiadas dudas—. Creo que solo piensan en meterla y en beber hasta potar; los sacas de eso y se vuelven mononeuronales. ¿Tú eres también uno de esos chicos, Macarroni? —pregunté, con una sonrisa traviesa, dándole ligeramente con el codo en el brazo.

A decir verdad, desde esta perspectiva más cercana, el chico poseía algo que le hacía atractivo. No sabría decir qué, pero algo había. A pesar de que estuviera disfrazado de un modo ridículo y de que pareciera tomarse prácticamente todo a coña, había que reconocerle cierto magnetismo y labia. Negué con la cabeza, evitando perder la concentración y me dispuse a abrir la puerta que teníamos enfrente.

Al escuchar la frase de Rob, me giré un breve instante.

—Yo no tengo nada que ver con lo que le ha pasado ni tengo que tomar una decisión por él. Si él quiere irse al hospital o a su casa es libre de hacerlo. Todos lo somos —maticé, encogiéndome de hombros—. Nosotros vamos a ver si está escondido por aquí el de la invitación. Me ha parecido escuchar algo detrás de una de esas puertas —dije, balanceando la lámpara en esa dirección en concreto—. Y de paso si hubiera algún botiquín perdido os lo traemos. Para que os quejéis...

Ubicación: A7. Salón principal.

La puerta situada al frente de la cocina, por la que se disponen a entrar Carlo y Theresa, da al salón principal. Es una estancia amplia donde se puede ver una chimenea, situada antes de que la pared trace un semicírculo. La chimenea no ha sido utilizada en mucho tiempo, pero aún tienen cenizas. A un lado hay un soporte con dos atizadores.
Sobre la chimenea hay un cuadro...

En el suelo hay un gran pedazo de tela mohosa y llena de barro seco, además de otras manchas oscuras que no lo lográis identificar. Se trata de lo que queda de una alfombra cuyos colores ya están apagados.

En la parte más amplia del salón hay un par de sillones, de tres plazas, colocados formando una L. Entre ellos se encuentra una mesita baja con restos de algo pegajoso.
La pared curva está cubierta por estanterías hechas a medida. Algunas están vacías y otras soportan el peso de viejos libros de distintos tamaños.

Ver el estado y la suciedad que tenía el salón principal hizo que cierto orgullo creciera en el interior del alocado italiano. Comparado con esta casa, no tengo mi cuarto tan sucio. Paseó la linterna del móvil de un lado a otro, comprobando los caminos disponibles sin llegar a decantarse por ninguno, hasta a los objetos sin pararse demasiado en la decoración al no interesarle.

Hay que admitir que han encontrado un buen lugar para Halloween.- Se acercó a la chimenea, agachándose antes de pasar un dedo por la superficie, llevándose parte de la suciedad.- ¿Encendemos esta mierda? Dudo mucho que vayamos a encontrar otro tipo de calefacción por ahí y, no sé vosotros, pero yo tengo los huevos como dos canicas por el frío.- Miró a todos lados buscando algo para quemar, acordándose después del mechero de Theresa.- Hay que buscar algún tipo de papel. Con el mechero podremos encenderlo y entrar en calor.- Se incorporó, echando de nuevo otro vistazo para buscar algo que quemar antes de pararse frente a los libros, pensando claramente de usarlos como combustible.

-Venga, mejor te sientas en algún sitio- Le digo a Ignatius mientras le ayudo a ponerse en pie. ​​​​​​-Si eso es una despensa, puede ser que encontremos velas, o más lámparas.. Ilumina aquí Rob, voy a abrir la puerta con cuidado- Elijo la puerta más a la derecha de las dos laterales. -Carlo.. Si prendes la chimenea y está obstruida la vas a liar parda-

Ubicación: A6. Despensa

La despensa es un cuartucho que huele mal. Aquí sólo hay sacos mohosos con comida podrida y cadenas que cuelgan del techo terminadas en ganchos. Muy útiles para colgar carne en salazón o incluso carne cruda...

Observas los libros con la luz del móvil y de la lámpara detrás de ti.
Algunos son viejas novelas, pero otros son libros de ocultismo. Están en mal estado y muchas de sus páginas son ilegibles.

-Sí, Carlo, pasa de la chimenea, Jade tiene razón. -Rob miró al chico, con clara expresión de que se contuviese. Después se dirigió a Theressa -Vale, ni tú ni nadie, pero estamos como en equipo, ¿no? Mejor no dejar a nadie atrás. -Enfocó hacia donde mencionaba Draculín a ver si encontraban las tijeras y luego hacia la despensa cuando abrió la puerta Jade.

-Qué peste, colegas. -Se abrió otra cerveza, clic, phssss, y le dio un zarpazo a las chips. Le pasó la bolsa a quien tuviese más cerca. -Sigamos para el salón. Esto es un asco. Aquí no hay fiestuki. ¿Estarás de coña, ¿no, Thess? Un botiquín. jajaja. Anda, pilla una birra.

Luego se acercó a las estantería para echar un vistazo a los libracos, no es que Rob fuese de lectura, pero pasaba de sentarse en esos apestosos sofás. -No toquéis nada, tíos, que aquí pillamos cualquier guarrada.