Partida Rol por web

En cuanto había terminado de lanzar la granada, la sororita llevó la mano al bolter y lo desenfundó con una facilidad que solo podía darse gracias al entrenamiento continuo. Cuando explotó, no lo pensó y no quiso saber si había algún muerto o no, dirigió su arma hacia los dos guardias y disparó dos veces, dirigidas hacia el cuerpo de uno de ellos y con una plegaria interior para acabar con su vida.

Los disparos no habían conseguido frenar al guardia, pero no quedaba otra que seguir disparando hasta poder abatirlo, mientras apunto y aprieto el gatillo veo como los disparos del Bolter de Isolda impactan en el cuerpo del otro de los guardias, no puedo evitar una sonrisa de satisfacción al impactar los tres proyectiles.

Entre la lluvia de golpes que obligaban a Arcturus a cubrirse como malamente podía, aquel directo al bajo vientre del tecnosacerdote llegó claro como una mañana de primavera. Se sintió sin aliento, y todo se volvió negro de repente...

Pero inesperadamente, Arcturus se irguió como animado por un resorte cual largo era y extendió el brazo, casi como un guiñol. Por un momento pareció que iba a disparar, pero parecía querer mantener a distancia a la maldita mujer e impedir que le siguiese golpeando.

Recargado el lanzallamas el arbites levantó la cabeza de nuevo por encima del mueble destrozado que le protegía, justo a tiempo para recibir una descarga de fuego láser por parte de los guardaespaldas de Nonesuch. Se agachó de inmediato pero un rayo ardiente le abrasó parte de la cabeza, dejando una fea marca en su calva incipiente y haciendo arder un mechón de pelo.

El arbites sentía que le abandonaban las fuerzas y su visión se tornó borrosa un momento. Apretando los dientes por dolor rodó hacia un lado, hacia donde el mueble se conservaba aún intacto y podía ofrecer algo de cobertura. Sacó la pistola compacta del bolsillo del abrigo, se encomentó al Emperador prometiéndole hacer una peregrinación si le sacaba de allí con vida. Asomó la cabeza de nuevo por encima del mueble y tomó puntería sobre el monstruo. La pistola tenía un cargador muy pequeño, cada bala tendría que contar. Si el maldito engendro se estuviera quieto tan sólo un instante...

Al experimentado soldado no se le había pasado por alto la reacción de la criatura en que se había convertido Nonesuch al haber impactado por accidente sobre su bastón; cuya gema verde le traía desagradables recuerdos de otra ocasión en la que también se vio atrapado contra seres más perversos que simples herejes.

Concentrando toda su atención en el bastón y la gema de Nonesuch, Heinrich intentó destruirlos con otra ráfaga de descargas láser de su fiel rifle, pero tuvo éxito al disparar a un objetivo tan pequeño y las descargas atravesaron inofensivamente la nube de polvo que había levantado la granada y que ya casi se había disipado.

Los hombres de armas de Nonesuch habían avanzado sin tregua, pero tampoco se habían preocupado por su propia seguridad. Vulnerables a los disparos y sin cobertura que les protegiese, el bólter de la sororitas rápidamente se cobró la segunda víctima, abriendo sangrientos agujeros del tamaño de puños en el cuerpo del hombre. Al igual que había ocurrido con su compañero, una gruesa alimaña como las que formaban el horrendo cuerpo de Nonesuch salió arrastrándose de su cuerpo entre espasmos, solo para retorcerse convulsa hasta caer inmóvil a pocos metros.

Otro tanto consiguió Gianna con el último de los hombres armados; una vez superado su temor inicial había recuperado el control de sus músculos y había descargado una ráfaga de descargas láser con una precisión absoluta sobre el hombre de armas, rematandolo con un disparo a la cabeza que dejó graves quemaduras en su craneo. El parásito ni siquiera tuvo la ocasión de abandonar el cuerpo que habitaba en aquella ocasión.

Liberados al fin de la amenaza de los tiradores, todos a una volvísteis la mirada por instinto hacia Arcturus y su enemiga particular. No había caído, al menos por el momento. Su pesado y resistente cuerpo le había permitido soportar los embites de aquella mujer absurdamente fuerte, y el tecnosacerdote había aprendido a aprovecharlo en su favor para reducir los movimientos de la mujer y evitar ser alcanzado, pero resultaba evidente que carecía de experiencia en combates a tan corta distancia y poco a poco él mismo estaba agotando sus últimas fuerzas.

Sin embargo, la mayor preocupación era el propio Nonesuch. Rápidamente recuperado de una evidente confusión por lo que le había ocurrido y por las detonaciones a su alrededor, Nonesuch terminó de ponerse en pie a tiempo para comprender lo que le había ocurrido a él, y a las marionetas que le protegían. Con un rugido de rabia que tronaba como si la propia biblioteca estuviera temblando, su cuerpo se movió a una velocidad casi imposible de seguir con la vista, deslizándose por el suelo como una serpiente y derribando cualquier mesa y mueble que encontró a su paso antes de alzarse aún más grande que antes hasta una altura de casi 3 metros, con los gruesos y jugosos gusanos desbordando de su túnica a su paso y enarbolando el bastón en aquella imitación de una extremidad humana.

- ¡Absurdo! ¡Miserables criaturas! ¡Nosotros hemos visto nacer a vuestra débil y enfermiza raza y veremos morir a vuestra progenie! ¡Os daré a probar una fracción de la auténtica desesperación! - Y elevado como estaba sobre los demás, aterrador en aquella desmesurada forma que había adquirido, alzó el bastón en busca de la víctima que había provocado la ira de Nonesuch, entonces la gema verde brilló arrojando un luminoso rayo que aterrizó con un destello y una deflagración directamente donde se encontraba Heinrich.

Hieronymus entrecerró los ojos cuando un potente rayo de energía pasó junto a él con un potente destello; el olor y el crepitar pasaron a su lado un instante después. Pero el viejo arbites no miró a su espalda en busca de los efectos de desvastación.

Había tomado una decisión, había decidido confiar en el Emperador. Tenía que destruir ese bastón.

No quitó los ojos del bastón y continuó empuñando con firmeza la pistola compacta, que en comparación con el rifle Agripina parecía ridículamente pequeña. Siguiendo con la mira los movimientos del bastón, ajeno a la ira de aquel monstruo. Quitó el seguro, aguantó la respiración y apretó el gatillo con suavidad.

El arma ladró en su mano y los proyectiles volaron precisos.

Isolda no pudo evitar poner mueca de asco ante esos gusanos y el aumento de tamaño del maldito Nonesuch. Su mano dudó un segundo, entre disparar a la tipa que estaba con Arcturus o a Nonesuch. No se fiaba de su puntería en ese momento como para no dar al adepto del mechanicum, por lo que optó por disparar a Nonesuch fallando igualmente.

-¡HAY QUE AYUDAR A ROJO! -gritó Isolda, esperando que alguno de sus compañeros fueran en ayuda del tecnosacerdote ya que su arma de mayor calibre sería mejor empleada contra el maldito jefe.

Si es que acertaba.

Entre el sudor y la sangre que le entraba en los ojos y le escocía, Arcturus pudo vislumbrar que algo no iba bien en el centro de la sala. Un potente rayo había cruzado su área de visión e impactado en algún lugar entre sus compañeros. Vio volar astillas.

Cerraba la guardia como podía, pero seguramente fuese simplemente cuestión de tiempo... En un intento desesperado, el tecnosacerdote interpuso la pistola entre él y la secretaria y apretó el gatillo dos veces; el primer disparo salió desviado, pero el segundo impactó en el blanco...

A lo lejos veía a Arcturus que lo estaba pasando mal con la secretaria o lo que fuera, por otro lado estaba Nonesuch que se había suspendido en el aire y amenazaba con acabar con todos nosotros, miro en su dirección mientras mis compañeros efectúan varios disparos sobre el, enfurecida escupo al suelo mientras sin darle mas vueltas corro a toda prisa hacia donde esta Arcturus, solo esperaba llegar antes de que fuera abatido, mientras esperaba que mis compañeros pudieran mantener a raya a Nonesuch...

Cuando la luz crepitante se desvaneció el soldado se hizo visible completamente pegado a la estantería tras él, en mitad de una nube de cenizas levantadas por la madera de las estanterías que prácticamente se habían consumido y descompuesto abriendo un boquete de gran tamaño a escasos milímetros por encima de su hombro. Literalmente se había salvado por un pelo.

Por primera vez en mucho tiempo el soldado no fue capaz de responder con una frase sarcástica o siquiera una queja sobre su suerte, simplemente continuó apretando el gatillo orientando su arma contra el cetro que había liberado aquél maléfico rayo con la única idea de destruirlo; y para su sorpresa, en aquél momento decisivo sus balas fueron certeras.

Por unos momentos angustiosos el tiempo pareció detenerse cuando aquél rayo provocó una pequeña detonación verduzca a vuestras espaldas. Siguiendo vuestros instintos la mayoría continuásteis disparando al gigantesco Nonesuch, mientras que Gianna salió corriendo aprovechando una pequeña oportunidad de esquivar al coloso y prestar ayuda contra su enemigo, pero no tuvo oportunidad de llegar hasta ellos.

Los proyectiles volaron, varios fallaron, e incluso el enorme cuerpo informe de Nonesuch convulsionó al recibir varios impactos en la protuberante forma de su cabeza, pero no cayó derrotado. Solo entonces Heinrich logró repetir su anterior hazaña accidental, disparando sobre la gema verde del cetro que explotó en mil pedazos. Entonces Nonesuch emitió un agudo grito que os perforó los tímpanos y parecía provenir de todas partes al mismo tiempo mientras su cuerpo se desmadejaba en la infinidad de lombrices que lo componían, y que escaparon dispersas por todas direcciones, aprovechando cualquier resquicio que atravesar con sus flácidos y jugosos cuerpos.

- ¡Este no es el final! - repitió la débil voz de Nonesuch en algún lugar dentro de vuestras cabezas - Pagaréis por esta humillación con un destino peor que la muerte. -

Aquello no duró más que unos segundos, pero pareció alargarse una eternidad. Antes de tener tiempo para reaccionar la marea de gusanos había desaparecido. También la sirvienta que atacaba a Arcturus se había detenido, tan inmóvil y silenciosa como una muñeca, mirando al vacío totalmente indiferente a su alrededor.

Orionus sintiendo presión al ver crecer y avanzar la presencia de Nonesuch, se preparo para disparar al bastón de Nonesuch. Se le anticipo en el ataque el veloz de Heinrich que alcanzo la gema del bastón causando esta escena.

Entonces Nonesuch emitió un agudo grito que os perforó los tímpanos y parecía provenir de todas partes al mismo tiempo mientras su cuerpo se desmadejaba en la infinidad de lombrices que lo componían, y que escaparon dispersas por todas direcciones, aprovechando cualquier resquicio que atravesar con sus flácidos y jugosos cuerpos.

El asesino se quedo boquiabierto por el panorama tan terrorífico y a la vez aliviador del peligro que descendía apresuradamente en la biblioteca mientras sus secuaces se quedaron inmóviles.

De repente se oyó un grito muy agudo, terrible, y una voz siseante que los maldecía. Los golpes pararon, y Arcturus supo que Nonesuch había caído.

Expulsó todo el aire y tras un momento intentó erguirse. Lo consiguió a duras penas. Miró a la mujer que tenía frente a sí, completamente inmóvil. Agachó la cabeza y le dio un leve empujón en el pecho. Por un momento pareció tentado de registrarla, pero debió repugnarle la idea, y avanzó con lentitud, renqueante, hacia el resto del equipo. A la altura de Gianna le hizo un gesto con el brazo para dar la vuelta, mirándola a los ojos con la expresión más cálida que ninguno de sus compañeros hubieran visto hasta la fecha. Cuando se acercó, pistola en mano, el sudor todavía se notaba en oscuros chorretones en las zonas de su cara que la máscara metálica dejaba entrever. Miró los destrozos y a sus compañeros uno por uno:

-¿Algún herido? -preguntó, con voz débil.

Cuando vio como caía, no por su mano, soltó un ligero suspiro de alivio. Había sido algo bastante problemático ese enfrentamiento, pero al menos tenían más de esas reliquias de las que quería su supuesto jefe, aunque para eso tenían que lograr escapar de allí. Escuchar la voz del adepto del mechanicum la hizo sentir ligeramente más aliviada.

-No más que de costumbre -contestó- ¿Tú estás bien? Te he visto apurado contra esa mujer.

-Apurado es poco... Ni he querido ni registrar a ese engendro, no quiero acercarme de nuevo a ella.

Una débil sonrisa se entrevió en el rostro de Arcturus. Miró alrededor, intentando asimilar la escena. Von Tod se sacudía restos de astillas del cuerpo, sin hablar, con el rostro demudado, mirando su rifle como asombrado. Orionus seguía agazapado, y miraba boquiabierto los restos verminosos de Nonesuch, que se desvanecían. Arcturus no quiso mirar. Gianna parecía tan entera como siempre, y la hermana Isolda también. Urtzi, por el contrario, estaba como en otro mundo, abstraído, como si su espíritu lo hubiera abandonado. El arbites se palpaba una herida en la cabeza.

-¿Necesita ayuda, Homron? -sugirió el tecnosacerdote, moviéndose lentamente hacia él.

El arbites vio huir al engendro, con una mezcla de rabia y al mismo tiempo con un alivio inmenso. No habían completado la tarea, pero ésta había demostrado ser imposible.

Apretó los dientes y tiró de la palanca de armado del rifle liberando por fin la bala encasquillada que a punto había estado de costarle la vida. Observó que el casquillo estaba levemente doblado. Un fallo imperdonable, que no sería olvidado.

Avanzó hasta donde estaba el tecnosacerdote arrastrando la pierna y con media cara cubierta y una fea quemadura en donde antes empezaba a clarearle el pelo. En la emboscada de la subasta había recibido una profunda puñalada en el muslo y la parte superior de su cabeza había sido alcanzada en la refriega por un rayo láser por uno de los siervos de Nonesuch. Si ofrecía un triste espectáculo no pareció hacerle más hablador que de costumbre. 

- Recoged las reliquias, nos vamos ya - ordenó en un susurro, como si el hecho de caminar le exigiera toda la fuerza que el quedaba.

Renqueó hasta la posición del tecnosacerdote, se detuvo junto a la secretaria inmóvil y sin decir nada desenfundó la pistola, que acababa de recargar y le disparó en la cabeza a bocajarro. Ya se tratara de un gusano, un servidor, un esclavo psíquico o algo peor, Nonesuch podía volver a controlarlo y el viejo no volvería a correr ningún riesgo con él. Cuando el cuerpo cayó al suelo el arbites volvió a disparar a quemarropa contra el pecho, contra el corazón, si es que aquella mujer lo tenía.

- Regístrala. Es desagradable pero ha de hacerse. Identificad e informad. Es nuestro trabajo - las órdenes del arbites no fueron más que un hilo de voz - cuidado - advirtió esperando que el tecnosacerdote descubriera cuanto pudiera sin exponerse a ninguna trampa xeno.

El arbites parecía a punto de perder la consciencia, pero a base de pura voluntad y mala leche cojeó hasta el cuerpo de Nonesuch y disparó otras dos veces contra el cadáver, contra la cabeza y contra el corazón. Quizás aquello no fuera más que una carcasa vacía, pero Hieronymus descargó contra ella el rencor y el dolor que sentía por el xeno huido. 

Recargó de nuevo la pistola, pasó junto a los cadáveres de los guardaespaldas y a pesar de encontrarse éstos medio calcinados y agujereados les disparó en la cabeza al pasar. Alcanzó finalmente a Quill, que estaba en el suelo inconsciente y le apuntó a la cabeza con la pistola nuevamente cargada. Le dio una patada.

- Dime quién eres y qué haces aqui - el arbites estaba lo suficientemente lejos como para que un movimiento brusco del guardaespaldas no le pillara por sorpresa, pero lo suficientemente cerca como para que fallar un disparo no fuera una opción.

- Haz cualquier cosa que no sea hablar y estás muerto.

- Habla con tanta claridad como seas capaz, por el Divino Emperador que te va la vida en ello. 

Por suerte parecía que todo se había acabado, por lo menos de momento, al pasar Arcturus a mi lado no puedo por menos que ponerle mi mano sobre su hombro, era un gesto muy simple pero quedaba de manifiesto que pese a las diferencias que pudiera haber entre todos nosotros ninguno se iba a quedar atrás, o sin la ayuda de los demás, aunque eso significara poner la vida en peligro, apunto a la secretaria pero el viejo se me adelanta y con un tiro en la cabeza deja el asunto resuelto.

Doy media vuelta y me mantengo apuntando a Quill a la espera de algún movimiento extraño.

El aire olía a pólvora y ozono a causa del prolongado intercambio de disparos. La antaño limpia y ordenada biblioteca ahora aparecía en un caos total, cubierta de polvo levantado por las detonaciones, artillas y fragmentos de estanterías y el propio suelo, muebles volcados, sangre y otros fluidos viscosos en los que preferíais no pensar.

La mujer no movió un músculo cuando Hieronymus la encañonó y apretó el gatillo. El proyectil le atravesó la cabeza y el cuerpo de esta se desmoronó definitivamente sobre suelo tal inmóvil como antes. Otro tanto ocurrió con Quill, aún desmayado a pesar del escandaloso combate. Solo al acercaros os dísteis cuenta de que ahora sangraba por un costado al haberse visto en el radio de acción de la granada que lanzase Isolda en mitad del furor de la batalla. No obstante, cuando Hieronymus le dio una patada en la herida el desmayado se retorció de dolor, y poco a poco comenzó a abrir los ojos pesadamente.

Parecía costarle un gran esfuerzo entender palabras de Hieronymus, pero mientras se agarraba por instinto el costado herido y golpeado, a medida que miraba a su alrededor la confusión de su rostro se volvió poco a poco en entendimiento al ver los cadáveres de Nonesuch y sus guardaespaldas a escasos metros.

- Lo habéis matado. - reprimió un acceso de tos acompañado por unas gotas de sangre - Muertes sospechosas... Nonesuch siempre andaba cerca.... - Incapaz de recoger suficiente aire en sus pulmones Quill pronunciaba frases cortas lo más claramente posible. - Nos contrataron para... tomar su cabeza... no sabíamos que era... - otro acceso de tos. - El contrato. - Sacudió la cabeza a un lado; no hizo falta que hiciera un gesto, un pergamino enrollado y bastante maltratado asomaba de uno de sus bolsillos.

Orionus no hizo caso como casi siempre a las ordenes de Hieronymus porque era un pesado y siempre quería aparentar ser de mayor rango que los demás.

Pero se arrepentirían de no haber registrado los cuerpos, por si llevaban alguna llave u objeto que les diera acceso por diferentes lugares de La casa del polvo y la ceniza o para salir de ese planeta.

Por eso recargo todas sus armas y luego registro a los inmóviles, desfigurados y recién ejecutados siervos de Nonesuch.

Luego escucho la conversación y palabras de Quill. El asesino se acero a él, al ver el pergamino en el bolsillo y lo cogió. Antes de que Orionus metiera la pata pensó que sería mejor que lo leyera Urtzi para que realizara un óptimo análisis del pergamino y su contenido. Dijo en voz alta "¡Eh Urtzi te necesitamos, esto te puede interesar!" "¿ya nos dirás a qué tipo de contrato se refiere Quill?".