Partida Rol por web

La Mártir Cygnan tardó 3 días en realizar el viaje de vuelta hasta la capital del planeta, Gloriana. Al capitán Elias Shadrak le resultó fácil cumplir su promesa, ya que no había más puertos capacitados para llevar a cabo reparaciones del calibre que necesitaba la nave en el trayecto hasta allí. Una breve comunicación por radio os puso sobre aviso de que estabais llegando a la capital, y para vuestra sorpresa, al tocar tierra había un único individuo esperando por vosotros. Un clérigo de piel grisácea como los que os habían guiado por primera vez hasta el inquisidor.

A un gesto suyo aparecieron un par de tecnoadeptos de los rangos más bajos del mechanicus, manipulando una especie de vehículo-vagoneta. Bien provisto, y como si supiera exactamente lo que requería aquella situación, sacó de entre los pliegues de su túnica una bolsa que por el sonido metálico estaba llena de tronos de oro y se la alcanzó al capitán - Nunca ha oído hablar de Ezequiél Sunders. Tampoco trajo a ningún invitado de vuelta de la isla. - Y acompañándoos a bordo del vehículo, todos abandonásteis al capitán Elias Shadrak, dejándolo completamente confundido y sosteniendo una bolsa repleta de oro.

El trayecto a bordo de aquella vagoneta fue corto y silencioso, tanto los tecnoadeptos como el clérigo mantuvieron un mutis total, salvo para contestar - El maestro responderá a sus preguntas. - cuando les importunábais demasiado. En aquella ocasión el vehículo se introdujo en el piso más bajo de un gran edificio-aguja, cuyo interior podría haber sido el laboratorio de un experto alquimista, un tecnosacerdote biologis, u otro tipo de erudito. Allí mismo, en una zona elevada por varios escalones sobre vosotros, se encontraba el inquisidor permanentemente acompañado por la dama del velo blanco.

- Las noticias vuelan. El planeta en general ya sabe que la isla ha sido destruida por un cataclismo natural y que muy pocos han escapado de allí con vida. - el inquisidor reprimió un acceso de tos con fuerza de voluntad, mientras os perforaba con la mirada - Ahora, contadme lo que de verdad ocurrió, sin olvidar un solo detalle. -

Aunque el viaje hasta Gloriana trnascurrió con notable placidez, Arcturus no descansó demasiado; en todo momento parecía temer una traición por parte del capitan Shadrak. Los hechos tuvieron a bien demostrar que se equivocaba. Y se alegró. Eso sí, tuvo tiempo para estudiar las pocas páginas que se habían librado del fuego que consumió al pobre Urtzi, cuando pudo estar a solas.

Una vez en la capital, no intentó sonsacar nada a los hombres que les transportaron ante Marr. Iba taciturno, pensando en los compañeros caídos, las reliquias perdidas, el esfuerzo medio desperdiciado... Además, la presencia de Marr terminó de amilanarlo. Guardó silencio. No sería él quien comenzara a dar explicaciones.

- Y yo que creía que ya había dejado atrás aquella vida - dijo Shadrak .

- Esa vida nunca lo deja a uno atrás, capitán - respondió en un susurro el arbites.

El arbites transcurrió los tres días de la travesía entrando y saliendo de la insconsciencia, acorralado por la pesadillas cuando dormía y por el dolor cuando despertaba. El tecnosacerdote cuidaba con la periodicidad de una máquina, mientras que los otros acólitos se turnaban para velarle, cada uno con mayor o menor apego por la tarea.

El arbites creyó ver en un par de ocasiones los serios rostros del capitán e incluso al sobrecargo Grist en su camarote.

Cuando llegaron a la capital el arbites se despidió del capitán y estrechó su mano mientras Heinrich le ayudaba a mantenerse en pie.

- Capitán, estoy seguro de que el Emperador contempla todos los sacrificios que hacemos en su nombre - no puedo evitar bajar la mirada, y dirigirla hacia su pierna ausente - Que el Emperador le proteja y proteja su nave y a sus hombres. Gracias.

Desembarcó cojeando y volvió la vista para observar el despegue de la maltrecha nave antes de acompañar al clérigo, no muy distinto en su aspecto que los encontrados en la malhadada Casa del Polvo y la Ceniza.

Fueron conducidos hasta la sala del inquisidor Marr en silencio. Desconociendo su destino, pero sabedores del triste resultado de su misión y de su alto precio. Abandonada la vagoneta, sólo se escuchó el zumbido de los servos de Arcturus y el repiqueteo regular del escudo del arbites usado como muleta contra el suelo.

- Las noticias vuelan. El planeta en general ya sabe que la isla ha sido destruida por un cataclismo natural y que muy pocos han escapado de allí con vida - el inquisidor reprimió un acceso de tos con fuerza de voluntad, mientras os perforaba con la mirada - Ahora, contadme lo que de verdad ocurrió, sin olvidar un solo detalle.

El arbites estaba cansado. Horriblemente. El dolor de la pierna había dejado de atacarle en crisis terribles para permanecer constante, sordo, recordándole continuamente su pérdida y la muerte de Urtzi ante su rostro. Esperó que alguno de los demás hablara... pero al parecer nadie lo hizo.

El inquisidor parecía impaciente y el arbites habló.

La cojera le impidió cuadrarse como habría hecho en los cuarteles del Arbites durante años y la garganta llena aún de polvo volcánico le impidió alzar la voz como debiera. Hieronymus, parecía más un anciano decrépito que un orgulloso veterano, con un aspecto poco mejor que el del propio inquisidor. Apenas alzó la voz y sólo el silencio de la sala hizo que fuera audible con claridad.

- Lo que habeís escuchado es cierto, Inquisidor. La isla ha sido arrasada por un volcán y pocos han escapado.

- Abordamos la Mártir Cygnar como ordenásteis y estudiamos a sus pasajeros - el arbites enumeró exponiendo sólo lo que tenían por certezas. No habló de la bomba de ácido que habían encontrado en el camarote y sobre la que hubiera debido hablar con el capitán Sunder de haberse encontrado en mejores condiciones - la supervivencia o el estado de parte de ellos es desconocida.

- Lanus Cisten, bien informado de antemano sobre los objetos de la subasta. 

- Vymer y Quill, dos rastreadores de sangre. Contratados para capturar a Nonesuch. Muertos, uno de ellos presumiblemente, el otro confirmado.

- Octavia Nile. Equipo muy sofisticado y potente. Interesada en un único objeto de la subasta. Se hizo con él. Estado desconocido, quizás sobreviviera.

- Tamas. Abad, acompañado por varios clérigos. Varias incroguencias señalan que se trataba de un disfraz o una tapadera.

- Durante el vuelo la nave fue atacada por piratas. Disponían de información sobre el paso de naves de pasajeros con dinero hacia la isla. El ataque fue rechazado aunque el adepto Taikel sufrió un ataque psíquico y murió. La recepción en la isla fue realizada por adeptos del Administratum y soldados de las PDF. Presumiblemente ningún superviviente. Los monjes del gremio Afligido actuaron como sirvientes, al menos inicialmente.

- Conocimos a otros invitados, el capitán Rubio Scmidt, muerto confirmado. Magyar Marshrek, un salvaje, estado desconocido... y Lord Nonesuch.

- Se nos mostraron los objetos de la subasta - una vez más el arbites, acostumbrado a exponer hechos como quien lee un inventario, enunció:

- Libro sin encuadernar de piel xenos - obtenido por nosotros y posteriormente destruido en la erupción.

- Sello imperial ensangrentado - obtenido y posteriormente destruido.

- Llave de plata con simbolos arcaicos - obtenida por Lanus Cisten. Estado desconocido.

- Salterio - obtenido por Octavia Nile.

- Brazalete de combate Astartes - obtenido y posteriormente destruido.

- Máscara de piel xenos - obtenido y posteriormente destruido.

- Estatua de ónice - destruida.

- Retrato borroso - este objetivo apareció quemado durante el transcurso de la subasta.

- Muñeca de palo en una campana de cristal tapada por un corcho - obtenida y posteriormente destruida.

- El ojo del vacío - perdido.

- La viuda dorada, una estatua metálica con supuesta capacidad adivinatoria.

El arbites tragó saliva al recordar aquel herético engendro. Cambió el apoyo del escudo-muleta con dificultad, deseando que le ofrecieran un asiento, algo que aún no había ocurrido, bien por deseo expreso del Inquisidor o por negligencia de sus sirvientes.

Todos los adeptos guardaron un sepulcral silencio ante Marr. Tal vez fuese por miedo, tal vez por agotamiento o por falta de simparía. El caso es que finalmente y como siempre, el Homron se vio obligado a dar el informe.

Arcturus no era muy dado a los sentimentalismos, pero en ese momento sintió una oleada de simpatía, compasión y casi devoción por el arbites. No estaba para muchos trotes, y sin embargo ahí estaba, al pie del cañón; si le hubieran mandado salir de nuevo en otra misión, seguro que sólo hubiese protestado para pedir nueva munición. Arcturus se acercó a él discretamente, dispuesto a apoyarlo como pudiera, temeroso de que se viniera abajo. Físicamente.

-El paradero de Tamas también nos es desconocido -apuntó el tecnosacerdote cuando Homron se refirió a él. Aguantó firme sin mirar a Isolda, aunque la imaginó rechinando los dientes de rabia.

Cuando se refirió al libro sin encuadernar*, Arcturus prefirió no interrumpir, al menos por el momento. Tampoco cuando Hieronymus describió de forma tan somera a Nonesuch, y se limitó a repasar mentalment el precio que cada objeto había alcanzado en la subasta. Seguiría apuntalando al viejo oficial y su relato antes de hacer posibles aportes de su propia cosecha, si tenía que hacerlo.

Ya habían pasado unos cuantos días y poco a poco me había ido recuperando, sobre todo mentalmente, la perdida de Urtzi casi a punto de escapar de ese maldito planeta me había dejado jodida durante mas tiempo del que yo misma estaba dispuesta a admitir, pero así era la vida de un soldado al servicio del Emperador, no había mayor honor que caer en el cumplimiento de su deber, por fin volvíamos a estar en el principio, delante del inquisidor, desde su rostro imperturbable poco se podía adivinar de sus pensamientos.

El viejo estaba exponiendo brevemente todo lo acontecido en nuestra misión, desde luego seguía demostrando una tenacidad y coraje de alabar, aunque luego nos tocara las pelotas con sus aires de mando las tenia bien puestas, por fin acabo su discurso mientras esperamos impacientes a que el inquisidor hablara.

En el transcurso del viaje a bordo de la Martir Cygnan, fuiste capaz de ordenar las páginas y comprender su significado general. Disimulados como relatos inofensivos, las hojas contienen información de gran valor sobre diversas razas xenos que pueblan el Halo de Estrellas (una zona exterior del sector Calixis), y en especial de los corsarios Eldar, con quienes los comerciantes independientes tienen la poca fortuna de encontrarse demasiado a menudo en sus viajes

El arbites escuchó la inhumana voz de Arcturus y sintió que éste le animaba a seguir. Estando algo por delante de los demás, no podía leer sus rostros, sólo los pétreos ojos hundidos de Marr.

- El tecnosacerdote Arcturus posee imágenes en el pictograbador tanto de los invitados como de los objetos de la subasta para que podaís examinarlos con detenimiento.

Tomó aliento y volvió a cambiar el apoyo de la pierna, el escudo cayó al suelo, provocando un estruendo en el súbito silencio y el arbites tuvo que apoyarse sobre Heinrich para no caer al suelo. Sin embargo, continuó.

- Se inició la subasta para la que fuimos desarmados. Adquirimos varios de los objetos. Pero antes de que la subasta finalizara el abad de los Dolientes activó la estatua dorada, que habló y exigió el sacrificio del heredero de Haarlock. Entonces los monjes dolientes atacaron a todos los presentes, invitados, adeptos del Administratum y Soldados de las PDF.

- El ojo del vacio y la estatua dorada no fueron subastados y no debieron salir de la sala.

- Herimos al abad de los dolientes, pero éste consiguió huir - había sido él que en un golpe de fortuna le había clavado un disparo en el pecho - Conseguimos salir de la emboscada. El sargento Heinrich consiguió recuperar otra de las reliquias en nuestra huida - la destrucción de la estatua de ónice, pero el arbites no quiso entrar en detalles más allá de alabar la ejemplar acción de su compañero.

- Desconocemos que invitados fallecieron allí. Si tenemos certeza de que Octavia Nile y sus hombres escaparon de la sala antes que nosotros.

- Las puertas del complejo habían sido selladas.

- El tecnosacerdote Arcturus identificó una salida secundaria en el extremo opuesto. Atravesamos todo el complejo durante horas esquivando patrullas de los monjes para llegar hasta ella.

- Encontramos a Lord Nonesuch, que también buscaba la salida. Fuimos atacados y al alcanzar a aquel hombre, de su cadáver se alzó una criatura formada por gusanos - el arbites tragó saliva e intentó mantener el tono con firmeza. Esperaba ser capaz de transmitir la que habían vivido por increible que pudiera sonar.

- Nos amenazó y nos atacó con rayos procedentes de un bastón. Abatimos a sus hombres, cuyos cuerpos también tenían gusanos. Un disparo alcanzó el bastón y la criatura huyó.

- Recuperamos todas las reliquias que había adquirido en la subasta.

- Encontramos a unos de los cazadores de sangre, herido, nos informó de que su compañero había muerto a manos de Nonesuch y que habían sido contratados para capturar a éste aunque desconocían entonces su naturaleza. Murió.

- Encontramos la salida y la bloqueamos para evitar que la criatura pudiera utilizarla.

Hizo una nueva pausa.

- El volcán había entrado en erupción. Avanzamos kilómetros campo a través bajo la erupción. Cuando estabamos a punto de alcanzar el astropuerto - el arbites se quedó sin palabras un momento y sintió que se iba a derrumbar, apretó los dientes y clavó con todas sus fuerzas los dedos en el hombro de Heinrich, como si estuviera a punto de volver a caer a la lava.

- Un grieta se abrió en el suelo y el Adepto Urtzi Crhom, que portaba todas las reliquias que habíamos recuperado... cayó por ella a la lava... y yo con él. Yo tuve más... suerte.

- Alcanzamos la mártir Cygnar y regresamos.

- Eso es todo, señor - y una vez más el arbites fue incapaz de cuadrarse.

Arcturus contuvo a duras penas un gesto para sostener al arbites; pero no pudo evitar lanzar una dura mirada a quienes rodeaban al Inquisidor. Por lo demás, se limitó a aportar las pictograbaciones a las que se refirió Homron y a puntualizar algunos detalles.

-Fuimos contactados por Locutor Mayweather, agente vuestro en la Casa. Estaba nervioso. Nos advirtió de que "cosas extrañas estaban ocurriendo", pero terminamos por perder el contcto con él, desconocemos su destino. El Decano Hiram Bland, del Administratum local, fue asesinado ante los ojos de todos por el Obispo de los Dolientes... Greel -tuvo que hacer un notable esfuerzo para recordar el nombre del siniestro monje- cuando la Viuda Dorada mostraba sus dotes adivinatorias y exigió la sangre de Haarlock.

También recitó de memoria los valores alcanzados por los objetos en la puja.

Cuando acaba de hablar el viejo y Arcturus no puedo evitar soltar un bufido mirando al inquisidor, a si que nos mando a recuperar esos objetos y como puede ver están destruidos, por lo menos la gran mayoría ya no serán un peligro para nadie, solo espero que esto no haya sido un maldito juego y que la muerte de nuestros hermanos, pues así considero a estas personas que están a mi alrededor no haya sido por un capricho de alguien sentado detrás de una jodida mesa..., segun iba hablando iba pasando de la ironía a la ira al recordar a nuestros dos compañeros caídos, por si le sirve de algo, desde luego algo o alguien mas escapo del planeta después de nosotros, desde nuestra nave pude ver una especie de esfera o capsula que atravesó el cielo perdiéndose en el espacio...

Isolda había disfrutado lo que había podido de la tranquilidad del viaje, pero no había sido demasiado, y cuando vio al clérigo y se acordó del Inquisidor para el que trabajaban en esta ocasión, la Sororita no pudo evitar sentir un ligero escalofrío.

No quería volver a infiltrarse en ningún lado.

Se despidió con un gesto de cabeza del capitán de la nave y subió al vehículo para llegar ante el Inquisidor, que no tardó en pedir un informe y el viejo en contestarle.

-Incongruencias -dijo Isolda en tono sarcástico cuando mencionó al Abad- en el altar que tenía al Emperador el número de velas eran incorrectas. En mi Schola Progenium me azotaron hasta la inconsciencia porque una vez con 4 años puse una vela de más. Ese tipo tenía de abad lo que yo de adepta de Marte.

Esperó a que Hieronymus terminara para añadir.

-Orionus y yo encontré una sala secreta en la que un xeno nos atacó. Era como una sala de tesoro o algo así en la que faltaba el anillo de la familia Haarlok. Creo que lo cogió el tal Magyar Marshrek, pues seguimos sus pasos a la inversa cuando me lo crucé, y llegamos a esa sala. También encontramos la tumba de Solomon Haarlok y varios nichos que tenían un texto que ponía "Aquí moran los hijos del reuno". No yacen, ni descansas, sino moran, como si vivieran todavía, y ya no me extrañaría nada. También la nota que encontré en nuestros aposentos donde el informante del Inquisidor nos puso al día. Un dedo, una pluma y una nota que aseguraba que alguien caería ante "El Padre Cuervo".

Y no añadió nada más al informe.

También la nota que encontré en nuestros aposentos donde el informante del Inquisidor nos puso al día. Un dedo, una pluma y una nota que aseguraba que alguien caería ante "El Padre Cuervo".

Jo, no recuerdo nada de esto... Puede Arcturus tirar algo para ver si esto le resulta conocido? ¿Saber popular (Imperio), tal vez? Dejo la tirada hecha y tu la aplicas (o no) como convenga. _Gracias

El inquisidor os escuchó sin interrupciones, empapándose con la información que le proporcionabais mientras sus dedos tamborileaban sobre el reposabrazos de su asiento en gesto de impaciencia. Los únicos atisbos de perder su actitud calmada fueron una mirada reprobadora a Gianna con el entrecejo fruncido y un gesto de indiferencia cuando Isolda comenzó a hablar sobre las velas erroneas.

- Quiero ver esa grabación. - ordenó, a un gesto suyo el clérigo que os había guiado hasta allí se acercó desde el extremo de la estancia y extendió los brazos en espera de que le fuese entregado el pictograbador. Inmediatamente se lo ofreció al inquisidor, que lo activó al momento. Mientras las imágenes holográficas pasaban ligeramente aceleradas frente a sus ojos, continuó hablando - Repetidme la parte de la estatua adivinatoria. ¿Cuales fueron sus palabras? - Aquella pregunta tardó un tiempo en resolverse, con el inquisidor presionándoos para recitar el discurso de la viuda en el orden preciso y exacto que lo había hecho. Para cuando el interrogatorio terminó, la pictograbación hacía mucho que había terminado y un par de velas solitarias que iluminaban los rincones de la sala se habían consumido.

- De modo que es eso, el infame Haarlock finalmente ha salido del agujero donde se hubiera estado ocultando todo este tiempo. - La tos que el inquisidor había reprimido volvió, obligando a Silas Marr a doblarse de forma excesiva por la violencia de aquél acceso repentino del que tardó un momento en recuperarse. - No está mal, parece que Severus ha adquirido unos siervos útiles, después de todo. -

Tras limpiarse la comisura de los labios con la manga, el tono del inquisidor cambió, dando a entender que para él el asunto estaba totalmente zanjado - Hay un equipo de quirirgos Biologis preparado en la planta superior. Se les ha dado instrucciones de tratar sus heridas y proporcionarles cualquier reemplazo bionico que necesiten... - dirigió su mirada al visiblemente recién tullido Hieronymus - o deseen... - miró a continuación alternativamente a Isolda y Arcturus. - dispongan de ellos a su antojo. No creo que tengamos el dudoso placer de volver a encontrarnos. -

Aquellas fueron sus últimas palabras antes de abandonar la sala. Los tecnoadeptos que habían permanecido a la espera anclaron entonces unas barras metálicas al asiento del inquisidor, convirtiéndolo en un improvisado palanquín, y cargaron con él hacia una salida que descendía bajo el suelo.

La tensión bajó notablemente enteros cuando el inquisidor Marr dio por finalizada la reunión. Arcturus agradeció con una profunda inclinación de cabeza la posibilidad de adquirir algún implante. Era para él una aspiración natural, una forma de "completarse" como persona y como tecnosacerdote.

A pesar de estar exhaustos, los adeptos salieron con cierta sensacion de alivio hacia la sala médica. Por el camino, el tecnosacerdote se dirigió a Isolda:

-¿El Padre Cuervo? No nos había contado eso, hermana. Es muy interesante, aunque no sé qué significa. ¿Quién pudo dejarlo allí?

La sala, o mejor dicho salas, donde trabajaban los quirurgos contaban con todos los accesorios médicos con los que se podía soñar, y buena parte del equipo se centró inmediatamente en atender al arbites Homron, que por un milagro del Emperador o una enorme fuerza de voluntad había llegado allí por su propio pie (nunca mejor dicho, en singular), aunque apoyado en su inseparable Heinrich, que parecía cargar con buena parte del peso del cuerpo del veterano servidor de la Inquisición.

No obstante, quien más quien menos, todos los miembros del equipo necesitaban ciertos cuidados. Arcturus pudo admirar las instalaciones con cierto detenimiento mientras atendían sus heridas, las magulladuras y contusiones que le había provocado la impía secretaria del falso Lord Nonesuch. Se daba cuenta de que habían quedado unos cuantos cabos sueltos en aquella historia, pero renunció a darle más vueltas. Habían cumplido su misión con un éxito aceptable, y la mayoría estaban sanos y salvos.

Cuando lo acompañaron al almacén de las mecadendritas, tuvo que contenerse para frotarse las manos. Aunque había contemplado en otras ocasiones galerías repletas de aquellos sagrados artilugios, en los que se manifestaba como en pocas ocasiones la íntima comunión que los tecnosacerdotes sentían con las los espíritus de las máquinas (y a través de ellas y en última instancia con el Omnissiah), nunca se había visto tan cerca de integrar una de ellas en su propio cuerpo... La próxima vez que le vieran, sus compañeros notarían un fuerte cambio físico en el tecnosacerdote...

Recorrió lentamente y lleno de admiración las estanterías, acompañado por un quirurgo y un tecnosacerdote que se encargarían del Ritual de Implantación, con los que comentaba sus apreciaciones y sus dudas. Arcturus dudó un poco entre dos caminos: la vía del Technicus y la del Medicae; aunque casi cualquier rama del tecnosacerdocio le resultaba atractiva, ya había dado sus primeros pasos en aquellas dos...

Cuando la vio, no tuvo dudas. Su largo brazo articulado de unos dos metros, serpentino, brillante, con un fuerte acople cromado como base, acababa en un pequeño y elegante racimo que le recordaba a las combiherramientas que había visto en varias pictograbaciones que fabricaban en Marte. Incluía seis pistones de óleo bellamente instalados alrededor de la guía principal con inscripciones sagradas en Alto Gótico. Un inciensario profusamente decorado se encontraba acoplado a uno de los lados. Por último, una hoja de corte robusta y nada pretenciosa remataba el conjunto. Justo como a él le gustaba.

El Ritual de Implantación fue llevado a cabo con sencillez y eficacia. Cuando salió de la Sala de Implantación, Arcturus meneaba con precaución su nueva y flamante mecadendrita utilitaria, injertada en su espalda, a la altura de los omóplatos. Todavía se sentía un poco torpe con ella, pero sabía que operarla con destreza era sólo cuestión de tiempo y de práctica.

Cuando el inquisidor dió por concluido el informe, el arbites se agachó en busca de su escudo o al menos intentó hacerlo. Agarrándose a Heinrich descendió cuanto pudo y luego se dejó caer, quedando postrado de rodillas ante el inquisidor. Quizás agradeciendo su generosidad, quizás agradecido tan sólo de haber terminado aquella misión, quizás tan sólo incapaz de levantarse. Quizás en realidad se postraba ante el Divino Emperador para agradecerle todo aquello a Él y no al Inquisidor Marr.

Instantes después el arbites recogió su escudo se apoyó en él, se incorporó y lo utilizó como muleta de nuevo para abandonar la estancia de Marr. Hieronymus jamás había replicado ante un superior o puesto en duda una orden o se había retrasado en obedecerla, pero en aquel momento entendió las quejas de Gianna. Deseó preguntar qué le costaría al inquisidor Marr el servicio que le habían prestado. ¿Cuánto o quizás qué tendría que pagar al Inquisidor Vorn?

Deseó poder hablar con Lady Dekanta, quizás tendría ocasión de encontrarla antes de abandonar Solomon, aunque tuviera que informarla de su fracaso. De las muertes de Taikel y de Urtzi. Quizás, pero sin duda más tarde.

El arbites sin embargo enunció una única pregunta. Quizás no cambiara nada, pero era importante para el arbites.

- Perdonadme señor. Pero querría preguntaros... ¿disponíais de más agentes en la Casa? - consideró oportuno justificarse - si en algún momento evitamos enfrentamientos  con otros invitados fue por vuestras instrucciones de identificar y registrar y por temor a que alguno obedeciera a vuestras órdenes, al igual que el desaparecido Locutor Mayweather.

Dicho esto bajó la vista y esperó la respuesta o la reprobación del Inquisidor.

Se dejó guiar hasta la sala de los cirujanos, deslumbrado por aquella nueva muestra de poder. Sin duda el poder de Ezequiel Sunder apenas conocía límites. El arbites parpadeó cegado por las lámparas quirúrgicas y dos lágrimas corrieron por sus mejillas. Sin duda hacía demasiado tiempo que no se ponía las gotas en los ojos.

Isolda se mantuvo callada el resto de la explicación ya que no tenía nada más que añadir a esa conversación. Si no tuviera un entrenamiento tan estricto, habría puesto los ojos en blanco al insistir una y otra y otra vez sobre las palabras de la Viuda; pero se mantuvo impertérrita ante ese suceso.

-Muchas gracias, señor Marr -nunca sabía si usar el título de Inquisidor o no; pero siendo como había sido la misión decidió mantener el "secretismo" solo por si acaso; pero además podía estar agradecida ya que, al fin, volvería a tener dos manos. Acompañó a Arcturus y a Hyeronimus con algo de nerviosismo. Nunca había sufrido antes una herida tan grave ni tenía que meterse en una cirugía tan complicada, solo esperaba que el Emperador no la abandonara.

Las operaciones del equipo médico no duraron horas, sino días. El reinjerto de implantes perfectamente funcionales nunca era una tarea sencilla, ni siquiera con el equipo preciso para aquella tarea, y en aquella ocasión eran 3 los pacientes a quienes debían tratar.

La Sororitas se impuso  ofreciendo una cantidad exacerbada de tronos para que su nuevo brazo fuese tan útil o más que el original. Los quirurgos compuestos a partes iguales por adeptos biologis y tecnosacerdotes medicae apoyados por servocráneos médicos se debatieron entre ellos apenas unos instantes antes de aceptar su "ofrenda". El nuevo brazo estaba calculado hasta el más mínimo detalle: su peso y volumen eran idénticos al brazo opuesto de Isolda, y se movía como si fuera totalmente suyo; incluso notaba de nuevo cierta sensibilidad al tacto.

El Arbites, por el contrario, optó por aceptar lo que los quirurgos le ofrecían sin pedir más que lo que necesitaba; volver a caminar sin trabas. La extremidad no estaba recién fabricada, y la proporción con su homóloga natural no coincidía por completo, pero todos aquellos eran defectos in importancia a los que Hieronymus pronto se acostumbraría.

Por último restaba el tecnosacerdote, Arcturus, que vio oportuno el momento de adquirir las benditas extremidades que solo el dios máquina ofrecía a sus siervos. Los tecnosacerdotes se lo llevaron consigo a una sala aparte, y el resto nada pudo ver de lo que ocurría con él, pero a su salida todo su cuerpo parecía haberse ensanchado con la adquisición de una nueva extremidad cubierta de pistones engrasados y rematada en una cuchilla afilada, como un tentáculo cubierto de pergaminos con ensalmos en Gótico Clásico.